Celos

Sus ojos rojos brillaban contra la luz platinada, las hebras doradas resplandecían y su nívea piel relucía su ser pareciendo un ángel. Si bien, nada más contradictorio a lo que solía ser o era así como pensaba.

Cada movimiento era tan sutil y silencioso que cualquiera que lo viese sería imposible de percibir a simple vista. De a poco sus gráciles pasos dejaron de sentir el aire, ahora escuchando el suave toque de la suela sobre el lustre mármol.

Sobrio y con elegante presencia caminó en medio de la oscuridad apartándose de la luz lunar. Y no es que le lastimara ni nada similar, tan solo llegaba a sentirse más cómodo entre la penumbra aun sin tener nadie alrededor.

Pasó de entre los viejos muebles de los que tanto llegó a estar acostumbrado tocar, más ahora pasando los fríos dedos sobre la tela de esos sillones los sentía como un mar de recuerdos y nostalgia. Una que quisiera borrar, aunque eso fuese imposible.

Después quiso parar en ver desde su posición cada rincón de ese gigantesco salón. Hacía tiempo que no aspiraba el interior del longevo castillo, tanto que casi había olvidado cómo era vivir en él.

-¿Qué crees que estás haciendo aquí? - A sus espaldas y sin que se sobresaltara, el grave timbre que poseía aquel le hizo voltear y esbozar una media sonrisa.

Logró verle con claridad con este parado frente a la luminiscencia que atravesaba el gigantesco ventanal del salón. Sus ojos carmesí tan iguales como los suyos y diferentes a la vez, se encontraron como hacía muchos años no lo hacían, aunque eso significase para ellos apenas un parpadeo.

El joven tardó en responder al querer tomar su tiempo en admirar el gesto molesto del otro y de igual forma Dio no presionó. Si bien, el menor dio varios pasos hacia la luz dejándose ver mostrando una sardónica curvatura en una de sus comisuras.

-¿Qué no puedo visitar a mi padre y al castillo donde crecí? - Dijo en un tono dolido, pero visiblemente falso, eso causó enojo en Dio.

-Pensé haber sido claro, Giorno. - Comenzó acercándose de igual manera, aunque tomando su distancia lo confrontó cruzándose de brazos. - O más bien, recuerdo que tú dijiste que no querías verme nunca más. No me digas que de repente te arrepentiste y quieras volver.

Giorno rio de inmediato haciendo que Dio levantara una ceja contrariado y ofendido, ¿Qué acaso había dicho un chiste?

-Te equivocas, padre. No confundas mis palabras de hace unos años. - Dejó las leves carcajadas volviendo a tomar la postura de antes. - Si me fui, fue porque tuve asuntos importantes en Italia, no porque quisiera dejarte aquí en este solitario castillo. - Comentó y justifico recibiendo solo la resentida mirada de su padre.

-No entiendo que asuntos con humanos son más importantes que tu misma familia y créeme que en el momento me importó, pero ahora no. - Siendo claro, le dio la espalda yendo a otra habitación. Desde hace tiempo que su mente y su vida milenaria solo la ocupaba Jolyne, Giorno no le importaba en lo absoluto y menos después de haberse ido en momentos tan difíciles para su linaje. - No eres bienvenido aquí, ahora lárgate.

Giorno no se movió mirando su ancha espalda. Quedó pensativo y ciertamente dolido por su inmediato rechazo. Él no era estúpido, antes de lo que pudiera sospechar Dio, sabía exactamente la razón de no necesitar su cariño o su sola presencia ahí.

La historia de su creador, de su progenitor. De lo que sufre y de lo que le duele al ver a esa pequeña humana siendo arropada por él.

¿Qué es lo que había visto en una humana como ella? Una pequeña de una raza que hasta donde él recordaba, su padre no respetaba y los miraba con inferioridad o ganado.

Si bien, el rubio menor no insistió más. Sus pasos retrocedieron hacia la oscuridad ya no dejándose ver.

De un momento a otro Giorno dejó de pertenecer ahí y no solo su cuerpo físico dentro de ese castillo. Como había dicho su padre, él no era bienvenido y todo había sido por culpa de la niña, así como consideraba.

Dio antes de entrar a su propia habitación, supo que aquel ya no se encontraba más ahí, entonces fue cuando sus pasos impulsados y ansiosos dieron rápido hacia donde se encontraba Jolyne. Su angustia le pedía a gritos verla ahí dormida a como la había dejado horas atrás y para su alivio; ella estaba tal y como esperaba.

La pequeña acurrucada de entre las grandes almohadas dormía plácidamente con una respiración tranquila. Y con la aceleración de su corazón volviendo al ritmo normal, se acercó queriendo comprobar que no era ninguna ilusión.

Su mano y sus garras acariciaron su cabeza despeinando sus delgados cabellos sin despertarla, sintiendo su calor mortal reafirmando que su tierna inocencia seguía ahí.

Sí, esa era su amada hija, su vida y la razón de su existir.

Había temido, pero ¿Por qué? De solo pensar a Giorno estando en el mismo techo que Jolyne le había mortificado. Ella solo era suya, de su propiedad y nada más...

...

Cálidos rayos de sol, una vez más tocaban el ser de la pequeña, quien inocentemente y con toda tranquilidad disfrutaba del día jugando en el amplio patio con sus muñecas de porcelana.

Su infantil voz resonaba como solía ser dentro de todo ese gigantesco jardín, siendo solo acompañada por los árboles de variantes formas animadas.

Era una rutina que debía ser ejecutada. Dio permitía y ordenaba a la niña jugar y divertirse ante el reconfortante día aun fuese un tanto imposible para él estar ahí, pues era necesario para su salud tanto mental y físico, si quería que Jolyne estuviese sana en muchos sentidos debía permitirle espacio y calor.

Sin mayor problema, la niña lo cumplía. Se sentía en plena confianza y cuando el sol estuviese por ocultarse, sería momento de entrar y ser recibida con amor, tal y como se estipula. Nada fuera de lo común como ese día, Jolyne disfrutaba así sin más.

Durante ese tiempo, jugaba o simplemente recorría cada rincón cargando con sus muñecas y era así como gozaba su libertad dentro del castillo. Se sentía feliz, vistiendo su ligero vestido blanco adornado con flores amarillas. Todo era así, hasta que su piel de a poco se erizaba por los frescos vientos del pronto anochecer.

Entonces miró el cielo, los rayos ya no la tocaban y abrazó sus juguetes de porcelana sintiendo frio, supo que era hora de volver adentro.

Sin pensar en nada más sus relucientes zapatos blancos sonaron contra la hierba, caminando con tranquilidad hacia el interior del castillo que se visualizaba sin ningún esfuerzo. Encontrándose casi a la esquina de ese gran jardín pensó en que quizá tendría que apresurar un poco más su andar o su padre la reprendería y es algo que le lastimaría si eso llegara a pasar.

Sin querer demorarse, trotó pasando de lado con varias flores y árboles, así hasta que consiguiera pisar el mármol del castillo. Así lo hizo, pero no supo cuánto tiempo tendría que avanzar para que pudiera llegar.

Estando extrañada, paró mirando hacia el frente, ¿Por qué tardaba tanto? El castillo se miraba como momentos antes y sentía como si el camino se alargara más y más. Debía ser solo su imaginación como llegaba a decirle su padre, siendo así, decidió correr. El sol casi se ocultaba y tendría que estar ahí lo más pronto.

Siguió no queriendo perder el tiempo, aunque su desesperación y miedo comenzaban a inundarla al ver que no avanzaba, ¿Qué pasaba? Era la primera vez que le pasaba algo como esto. Siguió y sus ojos comenzaban a aguarse cuando vislumbraba en el cielo ya varias estrellas.

Con las lágrimas y la casi inexistencia luz, sus orbes poco distinguían. ¿Ahora dónde estaba? Cerró los ojos aguantando el llanto y siguió corriendo hacia el frente deseando poder llegar y abrazar a su padre lo más fuerte que pudiera. Si bien, ya no pudo seguir cuando su cuerpo chocó contra otro.

La niña cayó hacia atrás debido al impacto, aunque aquel parecía no haber sido afectado. Jolyne con los notables gimoteos se talló los ojos queriendo disipar las lágrimas. Aun en el suelo, dio cuenta del corpulento cuerpo que le daba la espalda. En cuanto vio aquellos cabellos rubios, solo una persona le llegó a la mente.

-¡Papi! - Importándole poco el dolor por la caída, corrió y le abrazó sus piernas soltando los fuertes sollozos, estuvo así varios segundos sin tener algún abrazo o alguna palabra por parte de Dio. Jolyne al darse cuenta de ello, sus ojos llorosos le miraron perplejos. - ¿Padre?

Le llamó un tanto dolida por cómo este le ignoraba, pero en ese momento vio algo que no le cuadraba en su inocente raciocinio; este tenía una trenza rubia y su padre jamás usaba nada parecido o siquiera llegaba a tenerlo largo.

Al darse cuenta, sus pequeños brazos soltaron las piernas apartándose con cierta lentitud. Ese no era su padre.

El otro al ya no sentir ese tacto, volteó por fin dándole la cara, una que en un segundo hizo que las piernas de Jolyne temblaran; se parecía mucho a su padre, pero sabía que no era él.

-¿Por qué me temes? - Mordaz le preguntó inclinándose a la menor. Ella por su parte, estaba petrificada, no sabía que hacer o pensar.

Eran los mismos ojos de color carmesí, el mismo pelo, pero su cara y su voz no eran iguales. Incluso su mirada no era nada parecido a la que le llegaba a dedicar Dio, quizá parecía que no le agradaba y eso hacía sentir un largo escalofrió en ella.

Había silencio y la oscuridad de la noche ya era cada vez más presente.

El joven rubio alcanzó la mano hacia el tierno rostro de la pequeña, sintiendo lo tersa y cálida de su piel, muy a comparación suya por supuesto. A causa de esa acción, sus dedos se mojaron de ese líquido que salían de sus ojos, concibiendo el miedo en ellas y entonces sonrió ante eso.

Desde que supo de su existencia y de lo que provocaba en Dio había tenido constantes sueños, unos donde demostraba cuanto repudiaba a la niña. Viéndose a sí mismo y de recordar ese aniñado rostro, sus risas y su sola voz pronunciar el nombre de su progenitor, le asqueaba. Era tan pequeña e inocente, que deseaba ahorcarla y beber de su caliente sangre hasta dejarla seca como una pasa. La odiaba...

Y era aquel momento, donde a través de la ilusión que había creado, por fin la tenía ahí, a su merced. ¿Sería el momento? ¿Tendría que aprovecharlo? Estaba deseoso de hacerlo.

No obstante, antes desea satisfacer su curiosidad y descubrir la razón del por qué su padre estaba tan obsesionado con esa cría de humano. Por lo tanto, la observó a detalle queriendo dar con eso especial que le había encantado. Conocía a Dio y no era alguien que llegaba a cautivarse con tal facilidad.

Estuvo recorriéndola con la mirada hasta que algo le atrapó. De repente, la expresión de miedo que tenía Jolyne cambió y no supo en qué momento. Ahora mostraba algo parecido al enojo o fiereza, ¿Por qué lo haría? ¿Se sentirá amenazada? Y fue cuando un par de destellos aparecieron en sus ojos claros.

Llamas.

Fuego era lo que le dedicaba Jolyne al joven. Era una energía que antes había visto y un rostro que hace mucho no rememoraba llegó a sus recuerdos, entonces fue cuando lo supo.

-Eres su hija... - Dijo a lo bajo no siendo escuchado por la menor, no expresaba nada de asombro pero así se sentía.

Aquella llama en sus ojos, era lo que tanto había atrapado a Dio, debía serlo.

La noche ya era presente en su totalidad, Giorno ya poco se dejaba ver y Jolyne en ese momento sintió como todo se volvía negro ya no viendo nada ni a nadie...

-¡Ojos míos! - Los oídos de la niña percibieron a su padre llamándola mientras que sentía como este la tomaba en brazos. Sus parpados se abrieron y se encontró con el rostro preocupado de su padre. - Ojos míos, te quedaste dormida.

Jolyne no comprendió al instante, hasta que se supo bañada con la luz plateada de la luna y sus muñecas descansando en el pasto.

En verdad, se había quedado dormida.

Sin decir nada, la niña se abrazó a su padre quien a su vez también la estrechaba. Cuando supo que su hija no llegaba ya entrada la noche, fue a buscarla. Nada malo había pasado, después de todo, su amada Jolyne tan solo se había quedado sumida en un sueño ante el arrullador sol y el trinar de las aves. Sí, debió ser eso.

Dio la arrullaba un poco, quizá deba cenar lo más pronto e irse a la cama. Con sumo silencio, se adentró con su amor en sus brazos, acobijándola con su regazo dispuesto a pasar gran parte de la noche con ella.

Todo esto sucedía con tranquilidad, pero a lo lejos y en lo más alto de cierto árbol lejano. Giorno les miraba sentado y con el ceño fruncido al par que ya no se veían. Al ver a su padre amarla sentía un profundo dolor, pero a la vez, aun sentía intriga. Esa niña llamada Jolyne tenía esa llama muy característica de cierto tipo de humanos, uno que pocos llegaban a poseer. En verdad pensaba, ¿Ella era la hija de Jotaro Kujo?

-Huh... Princesa estúpida. - Expresó con molestia y despectivamente antes de desaparecer, si era hija o no de ese estúpido dejaba de interesarle.

Pronto volvería y ella dejaría de ser un estorbo para su corazón.

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Aquí este cap xd espero les haya gustado :3 y antes de irme quisiera hacer un pequeñisimo anuncio...

Quiero invitarlos a la Giolyne week 2020 (Septiembre 14-20) wooooh!

Como hay poquito de la ship, decidimos hacerla uwu 💙 Hicimos apenas una cuenta de Twitter para que ahi se puedan postear y podamos encontrarlos usando el tag de #giolyneweek2020. Puede ser fic, dibujos, playlists, cosplay, etc. Lo que ustedes quieran aportar :3

En mi perfil puse el link de la cuenta pa que vean cual es :3

Y si no tienen Twitter, pueden participar incluso aqui en Wattpad si gustan :3
Espero se animen y les gusten las prompts xd

Gracias por su atención uwu nos leemos prontisimo <3 💙❤️💜💚

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