ESPECIAL REYES

— ¡Pablo, baja a cenar! - grito mientras pongo el último plato sobre la mesa.

Mi hermano baja corriendo las escaleras, para la ocasión se ha puesto una camisa de color azul marino y unos pantalones negros de traje.

— Estás hecho todo un pincel.

— Nunca estaré más guapo que tú.

Sonrío y escucho como el timbre suena, le digo a Gavi que saque la comida a la mesa mientras yo voy a recibir a los invitados.

— Felices reyes, lunática.

Fer y Pedri se asoman por la puerta, el mayor de los dos tiene en la mano una botella de cava mientras que Pedri trae una bandeja envuelta en papel aluminio.

— No teníais que traer nada chicos.

— Mamá se empeñó en darnos estas croquetas y el enano quiso traer esto. - Fer me responde señalando a la botella.

— Pasad, anda, estáis en vuestra casa.

Ambos pasan y dejan el abrigo en el perchero que hay a la entrada.

Gavi está sentado en la mesa mirando el móvil, su relación con Pedri ha mejorado bastante, poco a poco vuelven a ser los mismos de siempre, los mismos pesados, si.

— Felices reyes a todos, espero que os guste la comida, el postre lo ha hecho Pablo, bueno lo ha intentado.

— ¡Mentirosa! Lo he hecho yo solo.

Todos reímos y empezamos a comer tranquilamente, estas navidades Gavi no ira a casa de mis padres, digamos que se pelearon la última vez, por mi, eso esta mas que claro.

Le exigían más tiempo para ellos, dicen que Pablo pasaba casi todo el tiempo conmigo a lo que mi hermano respondió que si ellos no tenían tiempo para su hija porque el debería tener tiempo para ellos.

Al fin y al cabo, Gavi siempre me pondrá primero a mi, a pesar de que nunca lo vaya a admitir lo sé.

— Luego te tengo un regalo. - Pedri me mira antes de volver a comer de su plato.

— Hablando de regalos, os hemos comprado una cosa. - mi hermano se levanta a por dos regalos que están debajo del árbol de navidad.

— No tenías que comprar nada.

— Venga, Fer, que es tradición.

Gavi le extiende un regalo a Fer y otro a Pedri.

El mayor de ellos es el primero en abrir su regalo, para Fer decidimos coger una bufanda del Barça para el mientras que a Pedri le cogimos una colonia, de las caras para impresionar, todo idea de Gavi.

— Ahora el mío para Pedri. - me levanto y cojo una caja negra que está sobre el sofá.

Pedri me mira sorprendido, en su mirada puedo ver que me reprocha el haberle comprado un regalo, pero, lo acepta igualmente.

En la caja hay una camiseta, no una cualquiera, es la camiseta que usó Iniesta en la Champions del 2015, la última.

Noto como Pedri abre la boca sorprendido.

— Me la dió a mi, pero, creo que tú la vas a guardar mejor.

El brillo que pude ver en sus ojos ese día se quedará en mi corazón para siempre.

Pedri se levanta y se tira hacia mis brazos levantándome levemente.

— Eres la mejor, la mejor del mundo. - y tras decir eso, me besa.

Recogemos todo y mi hermano dice que ha quedado esta tarde con Eric, Ansu y Ferran para ir a tomar algo así que se despide de los tres.

Fer dice que tiene que hacer unas cosas por el centro de Barcelona por lo que también se va dejándonos solos a Pedri y a mi.

— Quiero llevarte a un lugar.

— ¿A dónde?

— Lo de las sorpresas no es lo tuyo, lunática.

Río y cojo mi abrigo. El coche de Pedri está aparcado fuera, esta nublado y el clima acompaña a la época.

Nos subimos en el coche y entonces el canario arranca, la radio suena a un nivel bajo, lo suficiente como para que no haya silencio, pero, que tampoco sea difícil entendernos.

Y por un instante reconozco el camino, es el mismo de aquella noche bajo las estrellas, en la que bebimos una de las bebidas más caras de toda mi vida, la noche que me dio las gracias.

Bajamos del vehículo y Pedri pasa un brazo por encima de mis hombros para caminar hasta la encina que me hizo darme cuenta de que era el entre millones.

Hoy el cielo se tiñe de naranja, el sol está cayendo dejando unas vistas preciosas.

— Aquí supe que estaba mejorando.

— Yo supe que eras tú y no otro.

Pedri me mira con esos ojos marrones que me gustaron tanto la primera vez, esos que ahora tienen un brillo incalculable.

— No te haces a la idea de lo mucho que quería conocerte, la primera vez que Gavi dijo quien eras sentí...esas mariposas que salen en los cuentos, al principio pensé que mis intentos me nublaban la mente, que como cualquier hombre te quería para un polvo de una noche y olvidarme de ti.

Mis ojos se abren levemente.

— Pero cuando te vi...oh, dios mío, fuiste y como algo que no esperaba que me fuese a gustar tanto, a mis ojos fuiste como un suspiro de alivio cuando creía que todo iba a acabar mal.

— No me cansaré de repetirlo, te ha salvado tu solo, Pedri.

— Me he salvado porque estabas a mi lado.

Y cuando lo dice se que va enserio.

— Nunca voy a ser el mismo chico que debutó hace dos años, ni el que quiso parecerse a su ídolo, pero, esta versión me gusta más, se quien soy, se lo que quiero.

— ¿Y que es lo que quieres?

— Quiero que tú estés aquí siempre, quiero tener  todas las aventuras posibles contigo, quiero ser el mejor del mundo, quiero darle a mi yo de cinco años todo lo que soñaba en su habitación de Tegueste.

Pedri se aleja de mi levemente sin dejar de mirarme, sus ojos están cubiertos de una capa cristalina, lagrimas.

— Jamás podré explicar con mis palabras lo mucho que te debo, aunque tú no lo sepas.

El sol está en su punto más bello, justo antes de desaparecer en el horizonte.

— Quiero recorrer mil veces el universo de tu mano lunática, por eso, ¿ me harías el principito más feliz de todo el cosmos casándote conmigo?

Pedri está arrodillado en frente de mi con una cajita de color negro de la que asoma un anillo plateado decorado con una luna hecha de lo que parece que es rubí.

Mi mente no funciona, todas las emociones están rondando por todo mi ser sin lograr pronunciar palabra alguna.

Y en ese instante me acuerdo de todo lo que este chico me ha dado, me ha enseñado que el amor está bien en el corazón correcto, además de que me ha cuidado mejor que nadie en este planeta.

Ha sido el chico dorado que me hizo volver a amarme, y siempre lo será.

— Si, si quiero. - respondo lo más emocionada posible.

Pedri me dedica una de las sonrisas más bonitas que jamás habré visto y me coloca el anillo en el dedo para después lanzarse sobre mis labios.

Los finales felices existen, vale la pena tener días menos bonitos, porque esos te enseñarán a valorar la magia que se esconde tras el esfuerzo que los supones en algunos casos vivir.
















Les deseo una feliz noche, con este especial me despido de ellos, del chico de ojos marrones y de la chica de las mil inseguridades.

Gracias por todo el apoyo y por todos sus comentarios, nos leemos en mis demás historias, ¡muchos besos!

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