duelo

El día en que celebraron su funeral fue lluvioso, él odiaba la lluvia, todo el mundo lloraba, todos estában tristes, pero ninguno dijo nada.

Muchas veces me han dicho que la pérdida de un ser querido es lo más doloroso que te puede pasar, pero nadie te avisa del después, de las noches sin dormir y de las pesadillas, los sueños que antes eran de un chico que decidía saltar de un precipicio ahora los ha remplazado un jóven que nunca consigue llegar a la orilla.

Una metáfora en si misma, Pedri estaba mejorando, nunca logró disfrutarlo.

Y es eso mismo lo que me hace preguntarme, ¿merece la pena seguir o solo me mantengo viva porque mi hermano no soportaría perder a alguien más?

En muchas ocasiones el suicidio es la vía mas factible, la que más gusta para acabar con el sufrimiento, algunas veces funciona y en otras se queda solo en un intento. Pero nadie comprende lo que es hasta que lo sufre de primera mano.

Tras varios meses, vuelvo a la Ciutat, al llegar ya no hay tantas risas como antes, si que es cierto que hay algunos jugadores que lo están llevando mejor que otros, pero, ninguno ha pasado página todavia. Saludo a todos con una leve sonrisa, explico lo que haremos ese día y todo el mundo trabaja en silencio. Hace calor, les doy una pausa para que vayan al baño antes de continuar.

Todos vuelven a su sitio menos mi hermano. Le dejo su espacio, no está siendo fácil para él.

El ánimo general parece aliviarse un poco a medida que el entrenamiento sigue su curso. Una vez finalizado todos se van al vestuario.

No hay rastro de mi hermano por ningún lado.

Pregunto por él, pero nadie parece saber dónde está.

Lo encuentro en uno de los baños de la primera planta, nadie los usa y solo unos pocos saben que están funcionales. Pedri solía ducharse siempre ahí. No le gustaba irse tarde.

Entro despacio, está sentado en el suelo con las manos en la cabeza.  A su lado hay un objeto pequeño que no llego a reconocer, según me acerco puedo decir que es.

Una caja de pastillas.

— Estaba...iba a hacerlo, Maia, te juro que casi lo hago. - Su voz sale en un susurro que solo nosotros dos podemos escuchar.

De pronto la habitación parece enorme y yo siento que el mundo se me cae a pedazos. Envuelvo a Pablo entre mis brazos y lo estrecho tan fuerte que parece que lo quiero ahogar. Beso su cabeza y susurro que todo estará bien.

— ¿Y si ese día le hubiera dicho de irnos antes? ¿Y si me hubiese comido mi orgullo con tal de pedirle perdón? ¿Y si..?

— Hay cosas en esta vida que no dependen de nosotros, y esta es una de ellas.

— No tienes ni idea, tú no lo tuviste entre tus brazos, no sentiste como temblaba cada vez que trataba de hablar contigo.

— ¿Te crees que yo no me siento culpable?

La pregunta resuena en todo el baño, no ha habido día que no haya pensado en hacer las cosas diferentes.

— Yo tengo pesadillas, no sueños, pesadillas.

Gavi parece entender lo que quiero decir.

— Quitarte la vida no te devolverá el tiempo perdido, tampoco traerá de vuelta a Pedri, se que es complicado, pero muchas veces es mejor dejar que duela a intentar acabar con todo, ¿me entiendes?

Mi hermano hace el amago de decir algo, pero acaba por no decirlo.

— Pedri te perdonó, quizás es momento de que hagas lo mismo. Además, estoy seguro de que te hubiese pegado un puñetazo por intentar hacer esto.

Pablo sonríe levemente y vuelve a apoyar su cabeza en mi pecho, ninguno habla ni añade nada más, simplemente nos quedamos en silencio, abrazados. Quizás este baño haya sido de los últimos sitios en los que Pedro estuvo antes de morir por lo que se siente...¿familiar?

Son las doce de la noche cuando volvemos a casa. Pablo se va a la cama sin mencionar nada de lo que ha ocurrido, yo tampoco le presiono más. Salgo al balcón para tomar algo de aire. La noche es fría y el cielo está más despejado que otras veces, se pueden ver todas las constelaciones, la luna y los planetas.

"Amaia."

— Pablo, ya lo hablaremos mañana.

Me giro con la certeza de que mi hermano le esta dando vueltas a lo que ha pasado y que no puede dormir.

Sin embargo no es él.

— Pedro.

Reconozco su silueta frente a mi, tiene el mismo pelo, la misma cara, incluso la misma ropa que la última vez, pero se que algo es diferente porque sus ojos no son del mismo marrón que antes, están más apagados, casi grises.

"Os está costando, ¿eh?"

— ¿Y que esperabas?

"A lo que me refiero es que quizás ahora lo veáis más negro, pero al final del camino hay una luz. Algo que os guía."

— A mi me guiabas tú.

"Y lo sigo haciendo, lo que pasa es que tú no lo ves."

Pedri camina a mi lado, apoya sus brazos en la barandilla del balcón, casi rozando los míos, siento frío, mucho frío.

— Te echamos mucho de menos...

No me deja continuar.

"Lo sé, puedo verlo. También he podido ver la escena del baño."

— Sabía que tarde o temprano lo intentaría, estaba segura de ello.

"Yo también lo intenté varias veces antes de conocerte, sobre todo las primeras semanas lejos de casa. Nunca llegué lograrlo, ¿sabes por qué?"

Niego con la cabeza.

"Porque el dolor que sentía en ese entonces me hacía sentir vivo. Me recordaba que seguía siendo yo. Con el paso del tiempo comprendí que el suicidio sólo era una excusa para meterme miedo a mi mismo y seguir adelante."

— ¿Llegaste a ser feliz antes de...?

"La noche en la que nos besamos por primera vez, en la que te peleaste con tu hermano, planeaba hacerlo, quise quitarme la vida, pero tú llegaste antes, y en el momento en que te vi triste mis problemas se volatizaron, entendí que tú también lo pasabas mal y aún así tratabas de cuidarme así que lo hice, traté de mejorar y al final si, creo que conseguí ser feliz después de todo."

Una sonrisa se forma en mi cara de manera inconsciente.

— Sabiendo que te fuiste siendo feliz, aunque fuese poco, me hace sentir en paz.

"Pasarás página."

— ¿Y si no puedo hacerlo?

"¿No puedes? ¿O no quieres?"

— No quiero dejar atrás una de las etapas más bonitas de mi vida. - Me llevo una de mis manos a la cabeza.

"Tienes que hacerlo,  Amaia, tienes que seguir adelante."

Siento que un nudo se me forma en la garganta. Pedri me mira sonriente y por un momento puedo sentir su calidez y su energía. En esa noche fría de invierno pude sentirlo conmigo una última vez.

"No me queda mucho tiempo, pero quiero que vuelvas a vivir, que te enamores y que dejes ver al mundo lo maravillosa que eres, solo aguanta un poco, mi amor, pronto podremos volver a vernos."

Una lágrima cae por su mejilla, intento secarla con mi mano, pero es inútil, es como si fuese humo desvaneciéndose en la oscuridad de la noche.

— Todavía te quedan una vueltas a la Luna hasta que yo llegue, pero pinta la galaxia de los colores más bonitos por mi, ¿si? Tal vez en otra vida si que fuimos tú y yo, principito.

"Tal vez en esa tú me amaste y yo me deje amar. Solo tal vez lunática."

Poco a poco su silueta se vuelve más tenue, intento sostenerlo en mis brazos por más tiempo, solo unos minutos más, pero es inútil, se desvanece y desparece en la espesura del cielo, llegando hacia las estrellas y mucho más allá.

"Buena suerte,  Amaia."

Eso es lo último que llego a escuchar.

...

Hace calor, la primavera se está despidiendo, una familia camina por las calles de Tenerife. Son más de las ocho de la tarde, pero el sol todavía sigue aportando algo de calidez al día.

Los niños corretean mientras se ríen, sus padres los observan desde lejos con una sonrisa.

La madre en concreto sonríe más de costumbre, hace 5 años que tuvo a sus hijos, Luna y Pedro, la luz de su vida. Desde ese entonces su vida ha cambiado, y en cierto modo ese cambio...se siente bien.

Después de tanto tiempo puede decir que es feliz y que todo lo que su pasado conlleva ya no le duele, por lo menos no tanto como solía hacerlo en ese entonces. Hoy, 15 de octubre puede admitir que ha superado a su primer amor, aunque lo sigue viendo con el mismo cariño de siempre.

Quizás es la vida en sí misma lo que le ha hecho entender.

Una vez que esa chica de pelo marrón y aún mil inseguridades ha conseguido librarse de sus mil demonios y poder comenzar a disfrutar de su día a día y de su familia. Solo ahí comienza la paz.

Comienza la tranquilidad de cierto príncipe que sigue surcando todas las estrellas esperando a su lunática. Solo en ese momento el principito puede descansar y seguir velando por su amada, por su lunática que algún día volverá a recorrer el cielo de su mano.

Y espera con ansias que ese día llegue.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top