23-La máscara:

Cenamos una pizza en el más absoluto silencio. Había intentado muchas veces que Marcos hablara, pero se encontraba de mal humor y preocupado. Pensaba mucho y temía saber qué decisiones estaba tomando que seguro me afectarían. No podía entender como él la situación. En ese momento me parecía todo tan fácil. Supongo que estaba muy enamorada.

La fiesta ajena iba tomando proporciones extraordinarias, dos horas después y la gente no dejaba de llegar. Había visto a Pamela por un instante corriendo entre sus amigos, iba muy bonita. Sin embargo, dejé de observar la casa cuando Marcos me dijo que cerráramos todas las ventanas.

— ¿Tu jardín comunica con alguna calle lateral? —dijo de repente, rompiendo la monotonía que nos rodeaba.

— No, por un lado comunica con el jardín de la casa de Pamela y por detrás con la casa vecina. Hay un seto y una cerca de madera. No se puede pasar por allí.

— ¿Y hacia el otro lado?

— Está la pared.

Colocó sus manos en la cabeza y despeinó su hermoso cabello.

— ¡No puede ser! Necesito ir a ver.

Tiró un pedazo de pizza en el cartón y se levantó. Lo conduje hacia la puerta trasera, la misma que había usado para huir. Sólo se asomó unos instantes y regresó.

— Pensé que había una pared que los separaba de la casa de Pamela...

— No, no, sólo un seto alto.

— Por el cual puede mirar todo el mundo —agregó frustrado. Tenía razón, se veía claramente los invitados desde el jardín de José.

Nos volvimos a sentar.

— No me va a quedar otra opción que quedarme —manifestó luego de un largo suspiro.

Por un momento lo miré a los ojos y creí que "quería" quedarse, no obstante luego empezó a quejarse del cumpleaños de su otra alumna y cambié de opinión.

Poco después de terminar la pizza, quise decirle lo que pensaba de nosotros pero él me interrumpió, me dijo que necesitaba pensarlo bien, que cuando me tomara el tiempo pensaría como él. Me enojé y no pude evitar que las lágrimas cayeran por mi rostro. Después de discutir un rato terminamos viendo tele en el sillón. Me acurruqué a su lado. Marcos al principio se resistió pero después cedió, incluso me abrazó.

— Te quiero mucho, Ana, pero no quiero hacerte daño.

— ¡No me haces daño! Esto es lo mejor que me ha pasado en la vida —confesé con sinceridad.

Me miró a los ojos y volvió a abrazarme. Estuvimos así un largo rato.

— Las cosas mejorarán, ya vas a ver. Sólo este es un año malo que pasará como otros.

A mí me parecía que nunca "pasaría". No quería pensar en mi familia, porque me ponía muy triste, tampoco quería pensar que, cuando él se fuera de casa, todo sería peor. Así que cambié de tema. Quería que aquel momento durara el mayor tiempo posible.

Terminamos viendo una película. No sé si escuchaba los diálogos, ya que la música estaba muy alta, yo no los oía. Tampoco me importaba. Estaba a mi lado y había tomado su mano. No sé qué me pasó pero me quedé dormida y Marcos también, ya que nos despertamos con un ruido... había pasado mucho tiempo, la música se había extinguido.

— ¿Qué hora serán? —murmuró Marcos un poco adormilado, todavía estaba oscuro. Tomó el celular y comprobó que eran las 4.25. Tenía muchas llamadas perdidas—. Voy a subir al baño.

Asentí con la cabeza, mientras me levantaba también. Tenía entumecido el cuello y parecía no haber descansado nada. Miré por una pequeña ventana hacia la casa vecina. No se veía mucho, no obstante todavía parecía haber algunos chicos deambulando por el jardín. La mayoría se había ido. El profesor Brown volvió poco después.

— ¿Se han ido?

— No, quedan algunos —murmuré, agregando—.Mañana la tía de Pamela va a estar furiosa.

— Sí, su sobrina pasó los límites. Va a recibir un castigo cuando lleguen sus padres.

— No creo que les diga...

— Los vecinos llamaron a la policía —informó, mientras bostezaba—. Seguro ya les avisaron.

— ¡Oh! No me di cuenta.

— Vi las luces y oí las sirenas... No sé cuándo fue porque no miré la hora y me volví a quedar dormido.

Se sentó en el sillón de nuevo, recostándose un poco. Aproveché la oportunidad y me acurruqué a su lado. Me abrazó. Lo besé y esta vez no se resistió. Empezamos a acariciarnos, mientras nos besábamos, y hubiera llegado a más sino nos interrumpía el ruido del teléfono fijo.

— ¡Qué demonios! —exclamó sobresaltándose.

Me levanté del sillón y atendí...

— ¿Hola?

— Él está en la puerta...

Ni siquiera respondí, colgué el teléfono y fui hacia el comedor.

— ¿Quién era?

— Esos estúpidos niños, molestando.

— A esta hora —murmuró, frunciendo el ceño.

Casi de inmediato golpearon una de las ventanas que estaba a unos metros de nosotros. Ambos saltamos del susto. Luego, el ruido se repitió, pero ahora en la puerta trasera que daba al jardín. Marcos tomó mi celular de la mesa y me lo pasó.

— Ve a esconderte, voy a tratar de asustarlos. Si pasa algo y entran a la casa, llama a la policía... dudo que sean niños.

Corrí escaleras arriba y me escondí en el placard. Oí cómo el ruido en la ventana se repetía y cómo alguien intentaba entrar por la puerta trasera. Lo próximo que sé, me fue relatado por lo labios de Marcos al día siguiente.

El profesor Brown se escondió detrás de una puerta que daba al pasillo trasero justo antes que la puerta del jardín se abriera. Había olvidado por completo cerrarla con llave.

— La idiota la dejó abierta —rió una chica.

— Les dije que era muy tonta, se creyó todo. No saben la cara que tenía cuando apareció por mi casa —dijo obviamente Pamela.

Marcos miró por una rendija y se dio cuenta que junto a Pamela estaba Roxy, Melina y un chico bajito de cabello largo que no reconoció. Este llevaba una máscara de un monstruo.

— Esperen que me vea con esto —rió divertido, era evidente que había tomado mucho.

El hombre, que había planeado asustarlos, se quedó de piedra. No podían verlo ahí, me dijo, por eso decidió no actuar. Pasaron junto a él, mientras discutían dónde era mi cuarto.

— Seguramente estará dormida y... —decía Pamela.

— ¡Esperen! —intervino un chico que llegaba en ese momento. Marcos no lo reconoció al principio—. No pueden hacerle esto...

— ¿Por qué, Dani? ¿Te interesa todavía tu antigua novia? —replicó Melina muy enojada.

— ¡Nunca fue mi novia, te lo he dicho mil veces!...

— ¡Mentira! ¡Estoy harta! Te la has pasado toda la noche hablando de ella —lo atacó su novia.

— ¡No es cierto! Sólo pregunté si iba a venir...

— ¡Ya basta, Daniel! Si no quieres participar, vete —lo cortó Pamela.

Hubo un breve silencio.

— ¿Y si llama a la policía? —volvió Daniel al ataque.

— Está dormida... y seguirá así si no te callas —intervino Roxy, muy molesta.

— Se meterán en un lío, no pueden...

— Oye, cálmate, ¿quieres?... Vamos a darle un susto y ya... —intervino el otro chico.

— Así nos pagará lo que pasó en el colegio —manifestó Pamela.

— ¡Ustedes la atacaron!

— No es cierto, Dani, te lo dije mil veces, ella empezó todo y me pegó —mintió Melina.

— Oigan, ¿vamos a hacerlo o no? —cortó la discusión el otro chico.

— Obvio que sí, Gus —murmuró Pamela y luego miró a Daniel—. Vete.

— No me voy a ir. ¿Y si la asustan y... y le da un ataque o algo así?

— ¡Pero qué importa! ¡Mejor! ¡Así se muere y nos deja en paz, como la estúpida de Valerina! —rió Melina con frialdad.

Hubo un breve silencio.

— ¿Cómo puedes decir algo así? —replicó Daniel, asombrado.

— Perdón... ¿te dolió que hable de tu asquerosa amiguita muerta? —dijo Melina con burla.

— Ya ni siquiera te reconozco... Quizá mejor ya no... —murmuró Daniel, que parecía estupefacto.

— Basta de charla, ¡vete! —ordenó Pamela, mientras empujaba a Daniel fuera de la casa.

Marcos luego me relató que el chico terminó cediendo y yéndose.

— ¿Qué quiso decir con eso? —susurró Melina, asustada. Todo el enojo contra su novio se le había pasado.

— Nada, es un tonto. Mañana ni se acordará de esto. No ha dejado de tomar en toda la noche —comentó Roxy. Mientras empujaba a sus amigas hacia el comedor de la casa.

Las tres rieron por lo bajo. Aparentemente todos habían tomado bastante. El chico llamado Gus se puso la máscara y las siguió. Marcos me dijo luego que quiso avisarme pero pensó que yo ya había llamado a la policía, así que decidió salir por la puerta trasera. Gateando atravesó el jardín oscuro y se metió por entre las ramas del seto de la casa vecina, dejando un agujero. Allí vio que había una puerta hacia una calle lateral y la forzó para salir. Por suerte aquellos vecinos no tenían perro. No se enteró de que alguien lo había visto desde el patio de Pamela, pero de eso me enteré mucho tiempo después.

Marcos se equivocaba, no había llamado a la policía. Cuando entraron y luego pasaron al comedor, escuché risas. Entonces descubrí todo. Seguramente eran Pamela y compañía. Salí del placard, puse almohadas dentro de la cama y las tapé con una sábana. Luego me escondí en el baño. Había tomado el cuchillo que me regaló Marcos... sólo pensaba asustarlos.

Entraron a mi habitación, riendo y haciendo gestos con los brazos. Escuché un "la tonta duerme", seguido de risas. Detrás de ella entró el chico de la máscara. Se corrieron a un costado y, cuando el chico descubría las almohadas, entré a la habitación gritando y me colgué de él. El cuchillo se vio muy claro a la luz de la luna.

Todos gritaron, el chico desesperado, empezó a vociferar que no le hiciera daño. Debido al alcohol que había tomado y a mi peso, nos caímos de costado y rodamos por el piso. Su máscara salió volando. A todos esto, Pamela y sus amigas corrieron escaleras abajo sin dejar de gritar.

— ¡Tenía un cuchillo! ¡Está loca, loca! —decía Roxy sin poder creerlo.

— ¡Va a matarlo! ¡Tenemos que volver! —las detuvo Pamela, en el comedor.

— ¡No vamos a volver! ¡Nos va a matar a nosotras! —intervino Roxy.

— ¡Tiene razón, hay que salir de aquí! Que se joda, Gus... él quiso venir, no lo obligamos —replicó Melina mientras corría fuera de la casa.

Las otras dos la siguieron. Mientras tanto, en la habitación, el chico suplicaba para que no lo matara. Cuando pudo levantarse salió corriendo y yo corrí detrás de él, gritando como loca y con el cuchillo levantado, hasta que llegué a la puerta.

— No creo que vuelvan a querer asustarme —murmuré mientras ponía la llave a la puerta. Luego comencé a reír a las carcajadas. Si ustedes hubieran visto sus caras...

Allí fue cuando me di cuenta de que Marcos no estaba.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top