11-Cambios:

Desperté temprano, triste y con los pies adoloridos. Vi que en el celular tenía varios mensajes pero no me tomé la molestia de verlos. Increíblemente escuché ruido en la cocina. Por lo general mamá se levantaba algo más tarde. Temí que se hubiese quedado toda la noche despierta, esperándome, y que no se hubiese dado cuenta que ya estaba en casa... Tendría que enfrentarla tarde o temprano, así que decidí levantarme.

— Al fin te levantas. ¿Sigues enojada?

Me sorprendió la pregunta, lo admito. Le respondí que ya no y no dijo más nada. Actuaba tan normalmente que, poco a poco, la confianza volvió a mí. No había notado mi ausencia. Un problema menos que afrontar, pensé... Otro me esperaba en el celular.

Noté que tenía como diez mensajes que comenzaban aproximadamente a las cinco de la mañana. Eran de Daniel, por supuesto. Se disculpaba por no acompañarme a casa. Agregaba que pasados cinco minutos se había arrepentido de la pelea y había salido a buscarme pero no me encontró por ningún lado. Mentira o no, no lo sé, probablemente lo fuera. La confianza que había tenido en él había desaparecido por completo. Luego me decía un montón de tonterías: que no me enojara, que no fuera tonta, que yo también tenía que disculparme por haber sido egoísta; que le respondiera por lo menos para saber si había llegado bien a casa, etcétera. El muy idiota encima me llamaba egoísta... No respondí, estaba enojada y creía que nada bueno saldría si decidía perdonarlo. ¿No había visto esa actitud en mamá millones de veces? Cada vez que se peleaba con José y lo perdonaba, ¿qué había sacado de bueno con ello? José siempre sería el mismo, nunca cambiaría. Bueno, pensé lo mismo de Daniel. Ustedes se preguntarán por qué no le di una segunda oportunidad: me negué a ser lastimada de nuevo.

Lancé el celular a la cama y me recosté en ella, noté el diario de Soledad, que había dejado allí, y lo tomé. Comenzaba a comprender su sufrimiento, por primera vez entendía lo que significaba que el chico que te gustaba te lastimara. Me di cuenta que sólo me faltaban pocas páginas para terminar de leerlo lo que me sorprendió un poco.

Del diario de Soledad:

- 1 de Junio: Realmente Rocío comienza a asustarme. No sé qué pensar de ella. No sé qué quiere. Una de mis compañeras le dijo a Tami que al parecer estaba enamorada de L. No sé qué pensar. Corre rumores que anda con una chica menor. ¿Por qué tendría celos de mí y no de ella?

Pensé de inmediato en Melina. Entendía muy bien a Soledad, los celos de Melina me habían traído muchos problemas. Quizá Rocío no sabía que había "una nueva" en la vida de ese chico que le gustaba a ambas. Seguí leyendo:

- 10 de junio: Ayer vi a L. con "la nueva". Me sentí tan mal que he decidido hablar con él. Todavía lo quiero y no puedo seguir pretendiendo que nunca tuvimos nada. No es justo. Yo pensaba que podríamos tener una familia algún día. No comprendo lo que pasó. No sé por qué ya no me quiere.

Esa actitud me hizo acordar a mamá... siempre perdonando a José, sus egoísmos, sus insultos, sus golpes.

- 11 de junio: hoy traté de hablar con L. en el colegio pero me ignoró todo el tiempo e incluso huía de mí. Me enojé. Que actitud tan infantil. Así que al salir del colegio, tomé la bici y lo seguí. Notó mi presencia una cuadra antes de llegar a su casa. Se alteró tanto que me gritó en medio de la calle un montón de cosas. Me sentí humillada, así que también le grité. Me dijo algo que nunca olvidaré: me dijo que me odiaba. Que no quería saber nada de mí y que más vale que lo aceptara o habría consecuencias. Huí de allí. ¡Cómo lo detesto!

- 17 de junio: estuve todos estos días con miedo. ¿Qué haría? Si soltaba un rumor o alguna mentira, me metería en problemas. Sé que es capaz de provocar que me expulsen del colegio. Le tengo miedo. Por otra parte, parece que "la nueva" ya no le gusta tanto porque no volví a verlos juntos.

Rocío ha vuelto a acosarme. Me gritó que me cuidara la espalda. No tengo ganas de pensar en sus tonterías. Tengo miedo de él.

Me sentí mal por ella, una cosa era soportar los celos y el acoso de una chica y otra muy diferente tener miedo del chico que te gusta. ¡Debido a sus amenazas, para colmo! Pensé en Daniel. ¿Él me amenazaría por no perdonarlo? ¿Debería darle una segunda oportunidad? No lo creo... No confiaba en Daniel, sin embargo aún no pensaba tan mal de él. Ser capaz de meterme en problemas en el colegio era especialidad de Melina y sus amigas; no lo imaginaba involucrado en algo como eso.

- 25 de Junio: pronto serán las vacaciones y lo único que quiero es alejarme de todos. He estado muy triste. Susy se ha dado cuenta pero no quiero decir nada, le temo, todavía tengo en mente su amenaza.

Mi papá dice que este año iremos a las montañas, donde vive mi abuela, aunque no me gusta mucho la idea (es muy aburrido) me alegré porque no tendré que estar más en casa. Y estaré lejos de él.

Observé las siguientes hojas... sólo tres. Era extraño pero no quería adelantarme. Quería saber qué pasaba con L. y con Rocío. La vida de Soledad me había atrapado como una novela. No obstante, tristemente era cierta. Tomé los poemas, sólo había un último poema triste, que me pareció hermoso. Me hizo pensar en Daniel, en su conducta y en mi decepción. Se había disculpado, eso era cierto, sin embargo no era la disculpa que yo esperaba. Aún en aquellos mensajes había un rastro feo de su personalidad. Le había confiado mis más profundos secretos y ahora temía que los revelara. Pensé que no lo haría, de todos modos, era amigo de Vale. Ella también había confiado en él.

En ese momento sonó de nuevo el celular. Largué un suspiro... esperaba que no fuera Daniel. Estaba harta de él. Lo miré y noté que era un número desconocido. Era Sofía. ¡No podía creerlo! ¡Después de tanto tiempo! Comenzaba disculpándose por todo y me decía que sus padres le habían prohibido hablarme luego de que se enteraran que me negué a firmar el documento, donde estaba relatada una declaración que yo nunca había dicho. También me decía que Daniel le había escrito rogándole que me hablara para que lo perdonara. Ni loca quería perdonarlo, ¡estaba tan enojada, todavía! Sólo quería que no me hablara más. Sofía me dijo que le diera otra oportunidad y que la culpa no era de él sino de los amigos que hacían que tomara de más y fuera a esos lugares. No era tan ingenua como para pensar lo mismo. ¡Estuve allí!

— ¡Ana! ¿Quieres venir a ayudar? —me llamó mamá. Dejé el celular, ya no tenía ganas de hablar, y fui a ver qué era lo que quería.

Para sorpresa mía, estaba plantando unos malvones en el jardín. Era la primera vez que veía que hacía algo así. Normalmente no le agradaba mucho la jardinería. Le molestaba mucho ensuciare de tierra o barro.

— ¿Me ayudas, por favor? Son varios —dijo, mientras me pasaba una pala. Me arrodillé al lado de ella—. Quiero que cuando venga José vea que he ocupado mi tiempo en algo productivo. No le gusta que holgazanee.

— ¿Trabajar, cuidar de dos hijos, limpiar la casa, coser, lavar la ropa, cocinar y todo eso no es suficiente para él? Nunca te he visto desocupada, mamá, y menos holgazaneando.

— Tenemos diferentes modos de ver en qué ocupa uno el tiempo libre.

No me parecía, pensaba que precisamente esa era otra forma de controlar su vida. Ver en qué ocupaba sus ratos libres (como si tuviera muchos) le daría algo de poder sobre ella. Sentí mucha lástima, sin embargo no le dije nada. Aunque deseaba con toda mi alma aconsejarle que dejara a José, que le estaba destruyendo la vida, que la había cambiado para mal; no obstante, ¿cómo le decía algo así a mamá? Probablemente se enojaría.

— ¿Mamá?

— ¿Si?

— No me gusta José.

— ¡Otra vez con lo mismo, Ana! —se molestó.

— Pero...

— Mira, vas a tener que aceptarlo. Te guste o no. Me prometió que cuando volviera de sus vacaciones viviríamos todos juntos.

— ¡¿Vivir juntos?! ¿Acá? —pregunté, horrorizada.

— ¡Acá no! ¿Qué piensas? En su casa. Es mucho más grande. El problema es que su hermana vive al lado y... no le gustan nuestras relaciones. Tiene el temor que haya problemas. Por eso mismo no me lo ha pedido antes.

— ¿La madre de Pamela?

¡Era lo único que me faltaba! Vivir al lado de Pamela.

— Sí. No me agradará mucho su compañía, sin embargo creo que será lo mejor para nosotros. No tendré que pagar cuentas y tampoco tendré que trabajar.

Aquello me asustó. Irnos a vivir con José sería el final de nuestra libertad. Le tenía mucho miedo y sabía que en aquella casa las cosas irían de mal en peor. ¡Encima mamá pensaba dejar su trabajo y perder la única independencia que le quedaba! Las lágrimas acudieron a mis ojos. Tomé a mi mamá de los hombros y le dije en pleno rostro:

— Por favor, mamá... por favor, no dejes tu trabajo.

— Ana, tendré más tiempo para dedicarles. José piensa que una mujer debe dedicarse por completo a su familia y estoy de acuerdo. Habrá más oportunidades de ayudarles con el colegio...

— Por favor, mamá... No lo hagas... No quiero mudarme.

— Ana, todo va a mejorar. Sé que no quieres a José pero ¿puedes darle una segunda oportunidad? Sólo necesita amor y cambiará. Seremos su familia, todos felices.

— No cambiará, mamá —le advertí, llorado.

Verme así la conmovió, sin embargo negaba con la cabeza.

— No lo tomes así, Ana... Será para mejor, ya verás —me dijo, con una sonrisa forzada.

— No lo creo.

— Estaremos mejor todos juntos —insistió.

No podía discutir con una persona que se negaba a ver la realidad. Los golpes, los insultos, las humillaciones... nada de eso importaba y parecía que ni siquiera se acordaba de ello. Empezó a hablar de su querido José como si estuviera por completo ciega y me aseguró que nada iba a cambiar en mi vida, ya que sólo nos mudaríamos unas cuadras a una enorme y hermosa casa. Yo no pensaba en mí, ¡¿por qué no entendía?! Estaba pensando en ella. Vivir en la casa de un psicópata era muy peligroso.

Convencer de este nuevo cambio a mi hermanito fue un problema. Se largó a llorar y dijo que José iba a pegarle, que no quería vivir con él y que prefería morirse. Mamá se enfureció con eso, me pidió que interviniera para convencerlo. Sin embargo, no quise hacerlo. Manu tenía razón y dijo algo que yo nunca me habría atrevido a decirle, yo también prefería morir antes que mudarme a su casa.

Fue una pelea absurda, como siempre mamá ya lo había decidido y no habría argumento alguno que la convenciera de lo contrario. Como pasó con el viaje que hicimos a este lugar, nos avisaba del cambio cuando lo teníamos cerca. ¡No entendía por qué hacía eso! ¡No entendía por qué nunca nos consultaba nuestra opinión! Era mi vida y la de mi hermano, teníamos derecho a opinar. Me sentía como un perro que siempre sigue a su dueño aunque este lo pateara.

Calmar a Manu fue imposible, lloró durante días, gritaba, tuvo berrinches tan grandes como no tenía hacía mucho tiempo... largaba cosas para romperlas, insultaba a mamá continuamente e incluso una vez trató de pegarle. No parecía mi hermanito...

No obstante, como pasó el tiempo sin noticias de la prometida mudanza, llegué a tener esperanzas de que nunca se realizara. Las promesas del novio de mamá muchas veces no se habían cumplido y esperé que esta tuviera el mismo destino. Lamentablemente y a pesar de mis dudas, una semana después nos estábamos mudando a la casa enorme de José.    

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