10-Decepciones:

Luego de la conversación que tuve con el profesor de inglés, sentí mucho miedo de que éste le dijera a alguien lo que había visto y solía huir de él cuando me lo encontraba en los pasillos del colegio. Sin embargo, a la siguiente clase de apoyo no hizo alusión a mis problemas y sólo hablamos de los ejercicios. Me sentí más cómoda.

En casa mamá parecía más dedicada a la casa y a nosotros. Al parecer estaba cambiando. ¡Tenía tantas esperanzas de que cambiara! Sin embargo, esto provocó que se enterara de mis bajas calificaciones al exigirme que le mostrara mis cuadernos. Discutimos... pero no fue para tanto. Me dijo que desde ese momento sólo me pusiera a estudiar en las tardes y no hiciera otra cosa, por lo que cuando me veía leyendo el diario de Soledad o sus poemas, me retaba.

Se preguntarán qué pasó con José, la verdad es que no lo sé y tengo miedo de preguntar. Como si al poner en palabras aquel nombre estuviera invocando a un demonio... o al mismísimo diablo. Mamá no dio explicaciones de su ausencia, supuse que se había peleado y que no volveríamos a verlo... Ahora que lo pienso mejor me digo a mí misma: ¡qué ingenua fui! Sin embargo, ¿para qué preocuparse del pasado?

En ese entonces veía a Daniel casi todos los días, bajo la mirada de odio de Melina. Ésta seguía acosándome en el colegio y lanzando desagradables rumores (ahora todo el mundo creía que era lesbiana y debido a eso ninguna de mis compañeras se me acercaba). No obstante, si pretendía con eso alejarme de Daniel, no lo logró. Al escuchar el rumor, éste se rió con ganas.

— No les hagas caso, a Vale le dijeron lo mismo un tiempo. No son nada originales... Aunque reconozco que lo de "bruja" fue eficiente ya que alarmó a las monjas —comentó riendo.

— No es chistoso —repliqué.

— ¡Oye! Sabes, este sábado un amigo cumple años y nos juntaremos en su casa. ¿No quieres venir? —dijo, poniéndose colorado.

— Emmm...

Al ver mi indecisión se sobresaltó. Como si lo hubiera rechazado.

— Irá también Sofía... o al menos eso me han dicho —titubeó, tratando de convencerme. En su rostro apareció una expresión extraña.

— ¡Oh!... Podría ser, tendría que preguntar en casa.

— Bueno, después avísame.

Daniel se fue más contento y me dejó una sensación rara. Nunca lo había visto actuar así... ¿Y si le gustaba?... ¡Pero no! ¿Qué estoy diciendo? ¿Cómo podía gustarle? Estaba pensando en eso cuando llegué a casa. Allí estaba mamá, que por algún motivo se encontraba eufórica, y Manu, que me miró tan... extraño. Antes de que pudiera preguntarle qué pasaba, la respuesta llegó a mis oídos.

— José me llamó hace un rato, vuelve de sus vacaciones la semana que viene y quiere que nos veamos —comentó mamá, mientras colocaba los platos en la mesa.

— ¿Estaba de vacaciones? —pregunté, estupefacta.

— Claro... ¿qué habías pensado?

— Nada. —"Que habías recuperado la cordura", pensé decepcionada.

Cuando estábamos terminando de almorzar, le pregunté si podía salir el sábado.

— ¿Salir? ¿A dónde? —indagó, sorprendida.

Le conté sobre Daniel y su invitación al cumpleaños de un amigo.

— ¡Oh!... Bueno, me alegro que hayas hecho un amigo, Ana —titubeó indecisa, sin embargo sus palabras eran sinceras.

Al final y luego de insistir un poco, me dejó ir. Por supuesto que tenía sus condiciones:

— Pero vuelve a casa temprano. No quiero que andes en la calle sola muy tarde.

Se lo prometí sin dudarlo y le escribí a Daniel para confirmarle que iba. Me dijo que me daría la dirección y que nos veríamos allí.

Llegó el sábado y tan ansiosa estaba que no pensaba en nada más. Hasta que caí en la cuenta que nunca salía y que no tenía idea cómo irían vestidas las demás chicas. Eso bastó para ponerme nerviosa. ¿Estaría bien usar un vestido negro o sería demasiado? ¿Jeans y una remera? ¿Un top? No, no me gustaba cómo me quedaban. Pensé en hablarle a Sofía pero había cambiado el número de teléfono y no sabía el nuevo.

Al fin me decidí por un atuendo más casual. No obstante igual me iba a dar ir en pijama, porque cuando le nombré a mi mamá la salida luego del almuerzo, me enteré de que había cambiado de opinión.

— No me parece bien que vayas, Ana —comentó, mientras lavaba los platos.

— ¡Pero... pero me dijiste...! —repliqué molesta.

— Ya sé que te di permiso, pero no lo había pensado muy bien.

— ¡Pero mamá! Ya dije que iba a ir.

— Es peligroso, Ana. Además que no sé nada de ese chico y...

— ¡Es muy buena persona! Si lo conocieras...

— No lo dudo —me interrumpió y agregó—: Pero me gustaría conocerlo antes y además no sé quiénes van a ir. Mira si te pasa algo... Los chicos suelen emborracharse en esas fiestas.

— Sabes que no tomo nada, ma.

— Lo sé pero ¿y si se descontrolan los otros chicos y encima llega la policía?... José tiene razón, es peligroso dejarte salir sola. ¡Sólo tienes 16 años!

— ¿José? —balbuceé perpleja.

— Sí, consulté con él y me hizo ver bien la cuestión.

Creo que empecé a temblar de rabia... ¿Ahora tenía que preguntarle a José lo que podían hacer y lo que no sus hijos? Me di la vuelta y la dejé hablando sola... ¡Estaba furiosa! Luego me encerré en mi habitación.

— ¡Ana, lo entenderás cuando seas madre! —me gritó desde la cocina.

"Nunca seré madre", pensé.

Cuando logré calmarme le escribí a Daniel para decirle que no iba a poder ir y le expliqué bien lo que había ocurrido:

Dani: "¿No me dijiste que José estaba de vacaciones?"

Ana: "Sí, pero al parecer controla a mamá desde cualquier lugar"

Dani: "F.

Maldito idiota"

Ana: "Lo siento mucho.

Dale mi cel a Sofi para que me escriba, quiero saber algo de ella."

Dani: "Tiene que haber una solución."

Ana: "¡No me deja ir! A no ser que me escape porque mamá no va a torcer el brazo."

Dani: "Espera, es buena idea."

Ana: "¿Torcerle el brazo a mamá?"

Dani: "No, jaja.

Escaparte.

Podría ir a buscarte."

Ana: "¿Y si me atrapan?

No saldré en un año."

Dani: "No te van a atrapar.

Te paso a buscar.

¡Vamos!"

Ana: "No lo sé."

Dani: "¡Dale!"

Ana: "Está bien pero venimos temprano.

Antes de la cena.

Si no se dará cuenta."

Dani: "¿Tan temprano?"

Ana: "No queda otra"

Dani: "Bien.

Paso a las seis.

Te espero en la esquina."

Ana: "Ok"

Seguí encerrada, pensando cómo podía escapar. Pronto descubrí que no era algo difícil. Mi ventana daba al jardín y la pared posterior de este lindaba con un callejón, que desembocaba en una calle. Sólo tenía que treparla... Más animada, pero tratando de que no se notara, le dije a mamá que iba a estar estudiando y que no molestara. No respondió nada, me miró con lástima y creo que hasta le daba pena; mejor así, no sospechó nada.

Volví a encerrarme en mi habitación, trabando la puerta con una silla por las dudas de que mamá tuviera la mala idea de ir a ver cómo estaba. Luego comencé a prepararme, algo que ya no me parecía tan importante, el hecho de escaparme por primera vez en mi vida me estaba alterando los nervios.

Quince minutos antes de la hora acordada, trepé por la ventana y pronto me encontré en el jardín. Desde allí traté de oír si alguien lo había notado. En el televisor se oía claramente el ruido de unos dibujitos animados y me llegó la voz de mamá discutiendo con Manu. Al parecer quería que se pusiera a hacer los deberes y mi hermanito le replicaba que era fin de semana y que no tenía ganas... Aquella discusión me subió el ánimo, si mamá intentaba que Manu hiciera la tarea iba a encontrarse con una difícil confrontación... ¡A mí me pasaba lo mismo!... Por lo que me alegré, ya que la mantendría ocupada toda la tarde.

Mamá gritaba cuando me acerqué a la pared... Era más alta de lo que me había imaginado. Intenté escalarla, sin embargo fue imposible. Desesperada me empecé a pasear de un lado a otro... los minutos corrían. Entonces fue cuando noté que en un costado el terreno estaba más elevado y la falta de unos ladrillos en la parte superior me ayudó a escalar. Lamenté haberme puesto plataformas... ¡Malditos zapatos!

Como no tenía apoyo alguno del otro lado, tuve que dejarme caer... mala idea. Resbalé y fui a parar al suelo. Me llené de mugre la ropa. Un gato chilló por el susto y huyó lejos.

— ¿Quién anda ahí? —La voz aguda de la viejita que vivía al lado de casa me sobresaltó.

Me paré de golpe y empecé a correr, mientras intentaba quitarme unas hojas sucias que se habían adherido a mi jean. ¡Demonios! Ahora iba a estar horrible cuando viera a Dani. Sin embargo, cuando llegué a la esquina de casa... no había nadie. Miré el reloj... eran las seis y diez, no me había demorado tanto como para que se fuera. Esperé... Pasó media hora. Empecé a preocuparme y a ver cómo demonios iba a volver a casa sin que lo notaran. Era obvio que no podría subir por aquella pared del lado del callejón... ¡¿Cómo no lo había pensado antes?!

— Te ves bien.

Me di vuelta y vi que era Daniel... largué un suspiro de alivio. Sonreía. Estaba vestido con un jean y una remera negra. Se veía muy bien.

— Gracias.

— Tienes algo rojizo en la cara...

— ¡Oh!... Es polvo de ladrillo, tuve que escalar una pared —comenté con fastidio, mientras trataba de quitarlo.

— Vaya...

— ¡Pensé que ya no venías! —protesté.

— ¡Ah! ¡Es que Seba no llegaba nunca! Vamos. Nos están esperando.

— ¿Quién?... ¿Quiénes?

— Un amigo, el padre le prestó el auto y nos vamos con él —me explicó, mientras comenzábamos a caminar hacia el otro lado de la calle. Al ver mi confusión, añadió—: Tiene 18. Pasamos a buscar otros chicos y vamos al cumple.

Pronto me encontré dentro de un auto. Seba no parecía mayor que nosotros, para ser sincera, sin embargo no dudé de las palabras de Dani. Parecía simpático... Luego nos detuvimos en dos domicilios más. En el primero subió un chico llamado Carlos, que tenía la cara llena de granos. En el segundo subieron dos hermanos mellizos, Franco y Francisco (Fran 1 y Fran 2, les llamaban), aquellos traían una mochila y no tardaron en sacar una lata de cerveza de ella.

— ¿Quieres? —me preguntó Fran 1.

— No, gracias.

— ¿No tomas?

— Poco —dije, incómoda. Sin embargo, para ser sincera puedo decir que nunca la había probado. Mamá en eso era estricta, no le gustaba para nada que probara alguna bebida con alcohol.

— ¡Ah! Trajiste una santurrona, Dani.

Todos rieron, incluso el aludido. Eso me cayó mal... No me agradaban mucho aquellos chicos y el único que se salvaba era Seba, no obstante pronto perdió mi buen concepto al tomarse él solo una lata, mientras manejaba. No habíamos llegado al supuesto cumpleaños y ya me estaba arrepintiendo de haber ido. Dani era algo "diferente" cuando estaba con sus amigos. Reía, bebía y no me hablaba mucho.

Al llegar al cumple me di cuenta que se habían armado una fiesta, la casa parecía repleta de chicos; y pronto noté que no había ningún adulto presente. Era algo que me sorprendía porque siempre que había ido a alguna fiesta, se encontraban los padres en casa y en ninguna había alcohol. También noté que la mayoría de los presentes eran chicos mayores que yo.

— Allá está Alex, cumple 18... ¡Esto va a estar bueno! No pensé que hubiera tanta gente tan temprano —comentó Dani, cuando salimos del auto. Me señaló a su amigo y fuimos a saludarlo. Al verme sus ojos se posaron en mi remera. ¡Claramente me estaba mirando los pechos!... Saludó a Dani y le dijo algo al oído que hizo que se riera. A mí me ignoró. ¡Qué idiota!

Entramos a la casa. Estaba llena de gente y la música se oía a todo volumen. Me sentí muy incómoda, fuera de lugar. Había chicas que se habían vestido muy bien y yo apenas me había maquillado un poco.

— ¿Te sientes bien? —me preguntó Dani, claramente se dio cuenta de mi incomodidad.

— Sí... es que no conozco a nadie —repliqué, excusándome.

— Ya vas a conocer más chicos... Son re buena onda.

— ¿Ya habrá llegado Sofía? —comenté.

Daniel pareció no oírme ya que dijo, bastante emocionado, que había descubierto comida... y prácticamente corrió hacia la mesa llena de sánguches. Como en ese momento se le acercó Fran 2, no lo seguí. Me puse a buscar a Sofía entre los invitados. Había chicos bailando, otros sentados; todos en grupitos... No reconocí a nadie. Pasé a otra habitación más grande, donde estaba la música por lo que el ruido se incrementó. Sin embargo allí tampoco encontré a Sofía. Como vi que hacia un corredor había un grupo de chicas, me acerqué... Me detuve de repente... Eran chicas del colegio. Temiendo que me hubieran visto, huí de allí y volví hacia la habitación donde estaba la comida. Daniel ya no estaba allí. Lo busqué con la vista por el lugar pero no lo encontré, así que me quedé en un rincón... sola. Me sentía muy incómoda... y ya quería irme.

Pasó un largo rato y Dani no volvía. En ese momento pasó por mi lado Seba, el chico del auto.

— ¡Ey! ¿No has visto a Dani? —le pregunté.

— Está con Melina.

— ¿Melina? —Por un momento no comprendí a quién se refería.

— Ehhh, no tenías que mandarlo al frente —intervino uno de los mellizos Fran, mientras abrazaba a Seba. Había tomado mucho... y eso que hacía poco que habíamos llegado.

Seba se desprendió de su brazo y le respondió algo que no escuché... En ese momento apareció Daniel. Venía riendo y con un vaso en la mano.

— Aquí estás. Te estuve buscando —me dijo, como para salvar la cara.

Seba y Fran se fueron. Nos quedamos solos.

— ¿Estabas con Melina? —le pregunté, tratando de que la molestia no se notara.

— Sí, anda con las demás por ahí... No sabía que vendrían. Me saludó.

Hubo un breve silencio. Estaba enojada, él sabía que ellas me hacían la vida imposible en el colegio y, sin embargo, iba y las saludaba como si nada. No lo comprendía.

— ¿De dónde conoces a Melina? Vale nunca me dijo...

— De niños éramos todos amigos. Luego se pelaron... no sé por qué. ¿Nunca te lo dije?

— ¡Ah!

— Sabes, olvidé contarte —me dijo, mientras se servía más cerveza en el vaso—: ¿No quieres?... Bueno... Ella tiene una versión por completo diferente a lo que pasó cuando Vale... Bueno... Dice que forcejearon y que Vale tropezó y se cayó. Ella nunca la golpeó ni nada... Y no es que crea que Sofía miente pero... la odia mucho, tenlo en cuenta...

— ¿Qué quieres decir? —le pregunté, sorprendida.

— Que... nunca viste lo que pasó en realidad ese día, ¿no?

— No, pero...

— Sofía bien podría haber mentido sobre todo. Como te decía, ellas odiaban a Melina. Quizá inventó todo para vengarse —opinó Daniel.

— Sofía nunca haría algo así.

— ¡Pero no lo sabes! La cuestión es que conozco a Melina desde niño y la verdad que cuando escuché lo que dijo Sofía no me lo creí...

— Sofía no me mentiría —insistí, molesta.

— Melina nunca haría algo así, ¿comprendes? Es algo muy grave. No sería capaz.

— Pensé que estabas de acuerdo conmigo sobre lo que pasó y...

— La cuestión no es estar de acuerdo o no. Yo quería mucho a Vale pero no soy estúpido, sé que ella y Sofía odiaban a Meli.

Ahora era "Meli"... comenzaba a enojarme cada vez más. No podía creer que fuera tan ingenuo.

— Mira, cree lo que quieras pero yo sé muy bien que Sofía no mentiría de esa manera tan sólo por vengarse. ¡Es una tontería! La policía lo hubiese notado y...

— ¡Y eso fue lo que pasó!... Estaba muy molesto porque no investigaron, pero si escuchas a Meli dar su versión es obvio que iban a declararlo un accidente. Si tuvieran pruebas de lo contrario, hubieran hecho algo más.

— Melina es hija de un policía de poder... —le indiqué.

— ¿Y qué?... No hubieran pasado por alto algo tan grave...

— Tuvieron que retirar a Sofía del colegio por las amenazas a su padre... —dije, volviendo a la carga. ¿Acaso estaba ciego?

— ¡Amenazas que ella dice que ocurrieron! ¡En realidad ni sabemos si son ciertas o no! Pudo mentir, como antes —me interrumpió.

— ¿Entonces por qué la retiraron? —lo desafié.

Dani se encogió de hombros.

— No lo sé... puede ser cualquier cosa.

— Sí, claro —dije, sarcásticamente.

— ¡Estás decidida a ver conspiraciones por todos lados! ¿No? La vida no es así —dijo en tono burlesco, como si fuera corta de entendimiento. Aquello me molestó muchísimo.

— ¡Sofía nunca mentiría de esa forma, yo era su amiga y Vale también! —le grité.

— ¿Ah, sí? ¿Y por qué dejó de hablarte y cambió el número de cel?

Por supuesto que no lo sabía.

— Meli no es capaz de hacerle daño a alguien —insistió, defendiéndola.

¡Me sorprendió tanto aquella frase!

— Sabes, no quiero discutir más —repliqué, le di la espalda y me dirigí furiosa a la mesa donde estaban las bebidas.

¡Sólo necesitaba alejarme de él! ¿Qué pretendía? ¿Hacerme creer que Melina era buena y que Sofía una mentirosa? ¿Se había olvidado de cómo me trataba ella y sus amigas en el colegio? ¡Melina era muy capaz de hacer lo que hizo!... Daniel había comenzado a decepcionarme.

Miré por una ventana y las vi allí paradas. Reían y se divertían. Habían ido muy bien vestidas y, en particular Melina, se veía muy diferente. El maquillaje no le quedaba tan mal, al igual que la ropa de moda. Observé la propia y me sentí mal, no estaba cómoda y me parecía que tampoco me veía muy atractiva.

— Oye... No quiero que estemos mal —me dijo Daniel, se había acercado a mí y parecía genuino.

No dije nada y volvimos al lugar en dónde habíamos estado sentados. La verdad que me precio absurdo pelear en medio de una fiesta. Ya habría tiempo de discutir el tema. Al momento se nos acercó Seba y luego Carlos. Dani reía y parecía divertirse mucho, estaba un poco colorado. Creo que había tomado demasiado, sin embargo tampoco dejaba de hacerlo. Sus amigos estaban peor. Entonces me pregunté qué haría cuando aquello terminara. No quería terminar involucrada en un accidente automovilístico.

En eso estaba pensando cuando el trío fantástico me divisó en la fiesta. La cara de profundo odio de Melina fue la primera reacción que noté en ellas. Roxi negó con la cabeza, como si le diera lástima y Pamela me hizo un feo gesto... Las ignoré. Sabía que el lunes me esperaría algo horrible en el colegio, sin embargo no me importó. ¿Qué más podían hacer? Ya habían inventado todos los rumores posibles sobre mí. No tenía amigas y mis compañeras ni siquiera me hablaban. Incluso habían intentado que me echaran del colegio, hablándole a una de las monjas sobre "mi extraño y oscuro comportamiento". La mujer no se había preocupado. Creo que justo eligieron a la única que no era supersticiosa, algo que jugó a mi favor.

Cuando los amigos de Daniel se fueron, Melina intentó acercarse a nosotros, sin embargo Pamela la detuvo y le susurró algo al oído. Me pareció que cambiaba de opinión. Me alegré de no tener que hablarle.

— No encontré a Sofía... —comenté, luego de un largo silencio.

Daniel no me hablaba y sólo miraba a la gente que pasaba. Parecía bastante aburrido y sólo contestaba mis preguntas con monosílabos. Su actitud tan extraña me estaba comenzando a molestar. Mi humor había cambiado desde que subí al auto.

— Sofía no viene a estos lugares —replicó.

— ¡Oh! Pero me dijiste...

— Creí que venía... pero no —trató de defenderse, no obstante ¡era obvio que me había mentido! Agregó—: A ella y a Vale no le gustaban mucho mis amigos. No se llevaban bien.

"Me pregunto por qué será", pensé con molestia. No podía creer que me hubiera mentido. Estaba comenzando a pensar muy mal de Daniel... Quizá había sido una mala decisión ir allí con él. En realidad nos conocíamos poco y mis amigas nunca me habían hablado mucho de él.

Miré el reloj y vi que ya era muy tarde. Las diez treinta, exactamente. Me empecé a preocupar porque mamá servía la cena aproximadamente a esa hora.

— Deberíamos irnos...

— ¡Pero si es re temprano! —protestó con el ceño fruncido.

— Son las diez y media. Mi mamá debe estar preparando la cena... Si es que no la ha servido ya.

— ¿Tan temprano comen?

— ¡Claro, tengo un hermano pequeño! —Me estaba poniendo nerviosa.

— Más tarde —dijo, inclinando la cabeza, como una súplica.

— ¡Van a descubrirme! Recuerdas que me escapé, ¿no? —repliqué con ironía.

— No se va a dar cuenta.

Estaba enojándome...

— Tengo que irme, Dani.

Se molestó y largó un insulto, mientras daba vuelta la cara. Hubo un breve silencio.

— Vamos... un rato más —insistió, pero había enojo en la expresión de su rostro.

— Sabes que no puedo —repliqué y me levanté. La había pasado mal, estaba nerviosa por si me descubrían y sólo quería largarme de allí.

— Seba y los demás siempre se van tarde. Nunca antes de las cinco.

Lo miré sorprendida.

— ¡¿Las cinco de la mañana?! —exclamé.

Me hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

— ¿Y con quien pensabas que íbamos a volver?

— Con ellos, obvio.

— Pero... pero te dije que tenía que volver temprano. —A esa altura estaba muy enojada. Era evidente que había esperado que me quedara mucho más tarde.

Hubo un breve silencio. Mientras pensaba qué hacer.

— No puedo quedarme...

— ¡Bien! —me gritó y agregó—: Pero yo me quedo.

Lo miré perpleja. ¿Cómo demonios pretendía que me fuera a casa sola? ¿Caminando? Fue evidente que mal interpretó mis pensamientos.

— Y no te preocupes, no le voy a hablar a Meli. No tienes por qué ponerte celosa —dijo con ironía.

— ¡No estoy celosa! —me indigné.

Como vi que iba a discutir, lo interrumpí.

— Sabes que no conozco a nadie y que no tengo en qué irme a casa... Contaba con que...

— Nos fuéramos juntos con mis amigos, ¡pues sí! Así iba a ser... Pero como quieres irte antes... —me interrumpió.

— ¡Sabías que tenía que irme temprano! —le grité.

— ¡Pues vete en colectivo! —me gritó, mientras me señalaba la puerta. La gente ya comenzaba a mirarnos y algunos reían.

Tomé mi bolso y salí a la calle. Por suerte había traído la tarjeta del colectivo y algo de dinero le quedaba. En la calle, sentados en la vereda, había tres chicos. Les pregunté si sabían dónde era la parada de colectivo más cercana, no quería volver adentro a hacerle la misma pregunta a Dani, sin embargo ninguno sabía o no les importó porque estaban demasiado borrachos.

Caminé por la calle oscura y solitaria. Era un barrio de clase media en donde todas las casas eran iguales y sólo el color de la pintura externa parecía diferenciarlas. Con un horrible dolor de pié, gracias a las malditas plataformas, caminé un par de cuadras, hasta que la música se extinguió. No encontré cartel alguno que indicara que por allí pasaba un colectivo y menos vi uno. Había poca gente en la calle, no obstante al acercarse una señora con una bolsa de compras, me acerqué a ella. Esta vez la suerte me acompañó, doblando la esquina pasaba uno. ¡Hasta me dijo dónde bajarme y dónde tomar el siguiente para llegar a casa! Fue muy amable y eso cambió un poco mi ánimo... Había tenido unas fuertes ganas de llorar.

Llegué a casa una hora y media después, era muy tarde. El vecindario estaba tranquilo y las luces de las casas apagadas. Como no podía entrar por la puerta principal, caminé hacia el callejón. Estaba segura que a esa hora mamá ya había descubierto mi maniobra, sin embargo no quería arriesgarme. El lugar estaba muy oscuro pero pude dar con un bote roto de pintura que encontré allí tirado, este me ayudó a escalar la pared. Aunque no fue nada fácil.

Ya dentro de casa, en el jardín oscuro, noté que todas las luces estaban apagadas. Seguramente dormían, lo que me dio esperanzas. Rogué que mamá no se hubiera dado cuenta de mi ausencia. Entré a mi cuarto por la ventana y oí la televisión, que estaba encendida con el mínimo volumen. La puerta seguía trabada y, al parecer, mi escape no había sido descubierto. Largando un suspiro de alivio, destrabé la puerta. Intenté no hacer ruido. Me cambié, me puse el pijama y me acosté. Al otro día me enteraría si realmente mi mamá sospechaba algo...

Más relajada en cama pensé en todo lo que había pasado en la fiesta. Llegué a la conclusión de que nunca debería haber ido. Estaba muy desanimada... Daniel no era el chico que me había imaginado. Nunca pensé lo que iba a pasar... ¡No podía creer que me hubiese abandonado! ¡Tampoco que defendiera a Melina! Entonces me di cuenta de que estaba muy decepcionada, que había esperado algo más de él, que había comenzado a gustarme y que lo quería mucho. Sin embargo, todo había cambiado. Su conducta había destruido todo sentimiento dentro de mí... Comencé a llorar en silencio.    

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