Capítulo Siete

Ardah:

Escuchaba aún en la oscuridad el sonido que me había perturbado mientras dormía, era como el susurro de unas ramas que se rozaban con el viento, y pareciese que sus largos dedos rascasen las ventanas y la pared. Una voz espantosa resonaba en mi cabeza, y se abría paso serpenteante a través de la oscuridad, con una risa seca y chirriante, y se burlaba de mí. Veía a lo lejos un cuerpo abandonado en el suelo húmedo del bosque, rodeado de una charca de sangre, y en su agonía lloraba, y suplicaba, y yo corría, mas por mucho que intentase no se me permitía llegar a él.

-Sientes <¿tristeza? ¡Jamás volverán!>

-¿Anhelo? <¡Nunca te amó...oh...pero sí lo habías entregado todo!>

-¿Agonía?  <Aún te duelen los gritos...y los golpes...y el ardor del fuego en tu piel...>

-¿Miedo? ¿Odio? ¡Ese es el camino!

-¡CÁLLATE!

Me incorporé de un grito, con una opresión en el pecho y sintiendo como el terror me atenazaba la garganta y me adormecía el cuerpo. Me causaban horror las noches que me abrasaba la visión de un joven que perdía la luz de sus ojos, y me acosaba el eco de unas palabras crueles, irónicas y carentes de algún sentido. Era sólo un sueño triste que me provocaba angustia en el corazón, uno que se sucedía cada vez que me quedaba pensando en...

-¡Ardah! -sentí como unos dedos largos se postraron con fuerza en mis hombros y me levantaron de la cama. Tenía la voz ahogada, no podía siquiera gritar, quería salir corriendo de allí en cualquier momento, no obstante, mi cuerpo no estaba de acuerdo con eso.

Me giré rápidamente y vi la figura sombría de mamá a mis espaldas. Incluso en la penumbra, se podía percibir la preocupación en su rostro.

-¿Estás bien, mi amor? -me preguntó cuando encenció la pequeña lamparita de media noche que tenía al lado de mi cama-. Te sentí gritanto y....

-Sí...no pasa nada....tuve una pesadilla -le contesté tembloroso y llevándome una mano al corazón agitado-. Mamá -la llamé-. ¿Los sueños no se hacen realidad? ¿verdad?

Mamá me miró con ternura y me abrazó.

-Algunos sí y otros no -dijo suave, y comenzó a acariciarme el cabello-. Depende de cuanto lo desee tu corazón -me apuntó al pecho-. Y de lo que te esfuerces por conseguirlo.

-¿Y sí se trata de algo malo?

-Entonces no sucederá -me dijo-. Porque tu eres un niño dulce y nunca le desearías el mal a nadie.

-Hasta las personas más puras esconden algo oscuro...

Su mirada se tornó triste, y confusa. Luego se acostó a mi lado, y apoyé mi cabeza en su hombro.

-Sí -afirmó-. Todos lo hacemos. Pero no te preocupes, los malos sueños pocas veces llegan a cumplirse...porque intentamos todo lo posible por evitarlos.

Alcé la mirada y los ojos de mamá se hallaban titilantes y vidriosos como pequeñas estrellas en un cielo despejado, y sentí que los míos también.

-Veo que alguien muere...yo no sé quien es ese chico...nunca puedo ver su rostro.

-A lo mejor es alguien que conocerás pronto, y cuando lo hagas, tendrás miedo de perderlo -comentó y algo se agitó en mi pecho, algo extraño, como si colisionasen la amargura y la esperanza-. El tiempo es una ilusión, así como también lo es la muerte...a veces no es más que...un nuevo comienzo...

-¿Desde cuándo eres tan sabia? -reí y mamá me pegó un suave coscorrón.

-¿Desde cuándo tú te preocupas tanto por las cosas? -dijo con aire juguetón.

-Tienes razón...es una tontería -ella sonrío-. Gracias...mamá...

-Por nada, mi amor -dijo y me tapó con la manta, para que no pasase frío-. ¿Quiéres que duerma contigo?

-¡Sí! -dije emocionado-. ¡Por favor!

Me acurruqué en sus suaves brazos, y después que se desvaneciera la inquietud que acechaba en mis pensamientos, me dormí profundamente a su lado. La noche pasó rápidamente, y soñé con toda clase de tonterías, entre ellas que Clayton le robaba un novio a Tanner ¡Menuda arpía estaba hecha mi adorado gordinflón! y que la profesora de matemáticas le confesaba su amor al de historia británica ¡Amor a la tercera edad! ¡Qué romantico!

Me levanté y sentí la almohada blanda en mis manos, y suspiré con alivio. A mi lado, mamá dormía en sueños agradables, pero algo cambió de pronto y se volvió en la cama gruñendo. En seguida despertó.

-¡¿Qué hora es!? -gritó como loca-. ¡La alarma! ¡Se me olvidó poner la alarma! ¡Voy a llegar tarde a...al trabajo!

-¡Ay, cállate la boca vieja escandalosa! -le lancé la almohada-. Tranquilízate, deben de ser las seis por lo menos.

Mamá no me tomó en cuenta y descorrió las cortinas azuladas, y aparecieron las ventanas a ambos lados de la habitación. Miramos a través de ellas y vimos un estanque de brumas. Una niebla cubría el bosque. Era como mirar desde arriba un techo de nubes en pendiente, y sobre esas, el alba gris se alzaba, y el aire fresco entraba al cuarto, trayendo olor a lluvia.

Me eran dichosos los días en los cuales el cielo se tornaba triste y lloraba, pues eran los más tranquilos y hermosos de entre todos, y mis favoritos también.

-¡Es temprano! -exclamó eufórica-. Bastante temprano, apenas está amaneciendo -se giró hacia mí con el dibujo de una radiante sonrisa-. ¿Vamos a preparar el desayuno, corazón?

Mamá era tan alocada como cariñosa, y sólo con unas cuantas palabras era capaz de hacerme sonreír.

-¡Por supuesto! -le contesté animoso y ell me revolvió todo el cabello-. ¡Os voy a preparar la omelet más deliciosa que probaréis en vuestras vidas!

-Vaya, alguien se ha levantado muy feliz hoy -me lanzó una mirada provocatica y alzó las cejas-. ¿Puedo saber a que se debe, señorito?

Sentí un ligero cosquilleo en el estómago, y la luz de su rostro me llegó al pensamiento ¿Le podía contar a mamá que me hacía ilusión ver a Alessandro en el colegio? Porque él y yo...nos llevábamos mejor...¿no? ¡Podría incluso saludarlo! ¡No! ¡Mejor no! ¿Y si me veían los gorilas que tenía por amigos o el orangután de su primo? Ellos me detestaban como a nadie ¡Moriría de vergüenza! Pero...¿sería mucho pedir que al menos me mirase con sus ojos de cielo, y no me negase unas de sus hermosas sonrisas?

-¿Y bien? -inquirió ella de brazos cruzados.

-No seas chismosa -le espeté-. No te diré nada.

-Entonces vete preparando las manos para fregar y limpiar losas porque la señora Clayton me llamó anoche diciendo que como no tenías fractura te podía quitar las vendas en unos días.

-¡No! ¡Eso es injusto! -repliqué-. ¡Arpía! -rompió a reír cuando vio me expresión desolada.

-¡Desembucha mocoso! -me alentó y la miré sonriente. Que madre tan cotilla me había tocado.

-Es que...hoy...voy a ver a alguien en la escuela...

Mamá se sentó a mi lado y me miró con gran ternura.

-Ah, ¿sí? ¿Y quién es ese alguien? -tomó mi mano entre las suyas-. ¿Quién es el afortunado?

¿Afortunado había dicho? ¿Mamá sabía que era un chico el que se había robado mis pensamientos? ¿No le molestaba? Bueno...creo que no...su actor favorito era sir Ian McKellen que era gay, su diseñador favorito era gay...su escritor favorito era gay...su revista favorita era de chicos gays...y si sigo mencionando...

-Un muchacho ahí...ni siquiera lo conoces...-bajé la cabeza avergonzado. Le había mentido a mamá. Estaba seguro que sí le hablaba de Alessandro, me hubiera reprendido de gran manera.

-Ay, amor -me alzó el mentón para que le mirase a los ojos-. ¿Es el rubiecito que estuvo ayer aquí? ¿verdad?

-Ese mismo -me atreví a decir, esperando su rechazo.

-¿Y estás seguro que ese chico siente lo mismo que tú?

-No, no lo estoy -dije en un hilo de voz y mamá me envolvió en sus brazos-. Ni siquiera sé si le agrado.

-¿Cómo no le vas a agradar si eres el niño más bonito que verá en su vida? ¡Es un tonto! ¡Debería estar coladito por ti! -nos echamos a reír-. Sólo te daré un consejo, y espero que me comprendas:...no te precipites, no te ilusiones, ni le cuentes eso que sientes...si no estás totalmente seguro de que serás correspondido -me apuntó al corazón-. No te incito a que lo ocultes, sólo evita que llegue a sus oídos, lo digo por tu bien...muchos son los perjuicios que abundan en las personas de este mundo.

-Tranquila -le dije-. No pienso contarle nada, nunca lo aceptará...él tiene novia y es...muy pero muy...machista... y homofóbico -dije en voz baja y mamá me miró con lástima.

-¡Es un idiota! ¡No sabe lo que está perdiendo! -exclamó con brío en un intento por subirme los ánimos, y ciertamente lo consiguió-. Pero no tienes mal gusto, no te lo niego, está bastante grandecito y es bien parecido con esa edad que tiene. Aunque no me agrada ni un poco.

Me ruboricé al instante, pues me parecía extraño tener esa clase de conversaciones con mamá. Por un momento llegué a olvidar que era mi madre, y la tomé por una chica de mi edad, una amiga a la que podía contarle cosas profundas, y que sabía tomarlas y aconsejarme por la experencia.

-¿Por qué te cae mal?

-Mi nariz me lo dice -contestó-. Huele a perfume de hombre millonario.

-¿Y eso que tiene de malo?

-Ay, precioso...conozco a su familia -me dijo-. Y no son gente buena, corazón. No me gustaría que...

-No debes juzgar a un libro por su portada -la interrumpí-. Alessandro...y su familia no son malos...a pesar de que...

-A pesar de nada -replicó-. No te quiero cerca de él.

-¡Pero mamá! -protesté-. ¡No es justo! ¡No puedes prohibirme eso! Yo...yo..yo lo... amo.

-Tantos chicos que hay por ahí y tú tenías que escoger a un Milani -la miré de mala manera y ella detonó de risa-. ¿Por qué no te levantas y te arreglas un poco? ¿y sí hoy en el colegio conoces al chico de tus sueños? Ese que te va a dar miedo perder.

-¡No!

Mamá me observó con aire grave.

-Ay, tesoro, no puedes estar toda una vida esperando por ese muchacho. Te va a salir polvo allá abajo.

-¡Mamá! -el rubor me azotó el rostro de tal manera que me llegó a arder la cara.

Corrí y bajé las escaleras apresuradamente, tratando de escapar de toda clase de conversación a la que acarrearían esas palabras ¡Qué vergüenza! ¡Mamá ya había confirmado que me gustaban los muchachos! ¡Y peor aún! ¡Sabía de mi amor profundo por el chico de ojos de ónice! ¡¿Cómo se había dado cuenta!? ¿Era adivina? ¿Curandera? ¿Santera? ...aunque si le dierais una escoba con esa nariz de Barbara Streisand que se gastaba parecería una bruja...o bueno, seguro que algo debería de haber notado cuando él vino a casa y me perdí en la luz que irradiaba su rostro ¿pero por qué le tenía tan mala voluntad si últimamente se estaba portando dulce conmigo? No me podía prohibir quererlo...mi corazón jamás lo aceptaría...si me alejasen de él lloraría...y moriría de tristeza.

Había estado enamorado de él durante cuatro de los años de mi corta existencia, por así decirlo, y en los últimos días se me había hecho muy cercana su compañía. Alessandro era un libro en el que había mucho por leer, y faltaría verdad si dijese que había recorrido más que un par de páginas. Sin embargo, es posible que lo conociese tan bien como cualquiera, salvo unos pocos. Su primo Thomas era el único que lo conocía de veras ¿qué tan mala podría ser su familia para que mamá se pusiese así de reacia? ¡Tenía que averiguarlo!

Me dispuse a preparar el desayuno rápidamente, menudo nerviosismo tenía ¡Se me quemaron las tostadas! ¡Se me ahumó la leche! ¡Y casi me explota la cafetera en la cara! ¡Qué desastre! Mamá y Mathews...especialmente Mathews...me iba a matar por ello, pero por nada en el mundo quería mirarles a la cara en esos momentos.

Limpié el caos, aún más nervioso, y les preparé algo sencillo, pero que parecía digno de película. Nadie se negaría a esas horas de la mañana a un buen desayuno junto a la ventana abierta, al sol invernal: un plato de omelet con piña, acompañado de zumo y dulce café norteño.

-Pero ¿qué es eso que huele tan bien? -dijo Mathews apareciendo a mis espaldas y plantándome un sonoro beso en la mejilla-. Te esmeraste, hermanito.

Me sonrojé un poco por el halago del tonto en calzones, sólo estaba molestándome para sacarme mi parte del desayuno ¡Ni hablar! ¡Mi comida era mía y solo mía! ...aunque bueno...si llegase a descubrir que se me habían incinerado sus tostadas de miel me enterraría con vida...

-¡Chu! ¡Chu! ¡Chu! ¡Fuera! -lo espanté con la espátula en mano-. Échate para allá ¡no me toques! ¡aquí no hay nada para ti hasta que te sirva!

-Pero Ardah -hizo un pucherito que se me hizo demasiado tierno y por poco le termino dando la mitad de mi plato.

-¡Suficiente! -me mordió el cuello-. ¡Idiota! ¡Déjate de gaysedades! ¡Vete a morder a Cordelia si quieres! -le golpee tres veces con la espátula y se alejó riendo a preparar la mesa en el comedor.

A su partida, mamá, que era la persona que menos quería ver en esos aciagos momentos, llegó haciendo gala de su tan característica bata de dormir, con la cual parecía un samurái. Clayton tenía una idéntica. Esos dos eran amigos íntimos, y siempre se informaban sobre las últimas novedades de la moda parisina.

-Vete a ducharte, corazón, yo le sirvo a tu hermano -me dijo con la mayor naturalidad del mundo ¿acaso había olvidado lo que me había dicho en el cuarto? ¿ya la estaba afectando la demencia senil? ¿Falsa alarma? ¿no iba a ver charla de temitas incómdos? ¿esa era mi madre o me la habían cambiado por otra?

-Está bien...¿vale? -respondí con cierta duda y desaparecí de su vista lo más rápido que los pies me lo permitieron.

Con el agua caliente escurriéndome en la piel, volví a la inseguridad de mis pensamientos, y cuando terminé de recrearme me detuve unos segundos a observar sin rebozo mi reflejo a través de la imagen del espejo. Aún tenía el brazo roto, y los moretones del vientre, que mucho en sanar habían tardado. Mamá se hallaba totalmente equivocada, con tantas chicas hermosas que había en el colegio ¿cómo podría él quererme con ese aspecto tan denigrante y triste? ¿cómo podía haberme ilusionado de tal manera y cada noche yacer con el pensamiento de tun futuro alegre a su lado? Si no parecía más que un muerto al que se le habían concedido dos o tres días más de vida ¿cómo podía encontrar a alguien más? ¿quién se arriesgaría a entregar su amor a una sombra quebrada y afligida, que sólo podía sentir nostalgia ante un sentimiento no correspondido de largos años?

Nadie lo haría...

Me coloqué el uniforme y apenas me eché el cabello para atrás, porque a pesar de que aún me parecía hermoso, ya no era tan largo ni tan impresionante como para estarlo peinando tanto. El sol subía, y en las calles y en los bosques las nieblas se habían levantado, y se alejaban flotando como volutas nubes arrastradas por la brisa que soplaba del este, y que sacudía y encrespaba las hojas de los viejos árboles.

Llegué a las puertas del instituto y hallé a mis amigos discutiendo trivialidades bajo las sombra profunda del gran roble del parque. El gordinflón comía pan con mantequilla y queso, y manzanas  en una lonchera rosácea de princesas y Tanner sostenía en sus manos una vieja historieta de las Guerras de las Galaxias. Al verme, gritaron escandalosamente y corrieron a abrazarme como si mi llegada se tratase de un evento raro.

-¡Buenos días! ¡Pero que digo buenos! ¡Buenísimos! -exclamó Clayton con pasión tomándome por los hombros-. ¡Ay, cherry! Vas a gritar de emoción cuando te cuente el chisme suculento que azotó violentamente a la escuela durante las primeras horas de la mañana.

-¡Así es! -garantizó Sarah Tanner-. ¡Se te va a borrar esa cara de cementerio cuando te enteres, my love! ¡Fíjate que a mí se me quitaron las ganas de esterilizar al estúpido de Henri!

Nada como llegar acongojado durante una mañana lluviosa a la escuela y que tus amigos crean que un chisme brutal te podría hacer sentir mejor. Aunque la curiosidad me hacía cosquillitas en el estómago ¿de qué clase de rumor se trataría como para que yo me alegrase!

Clavé mis ojos en ellos aguardando impaciente que alguno de los dos abriese la boca. Examiné a uno, y luego al otro, y ambos se lanzaban miradas cómplices, como preguntándose en un lenguaje secreto quien me lo iba a contar primero

-¡Alessandro rompió con la ridícula de Morgan! -soltó Tanner y el viento frío me abrazó los brazos desnudos, y me estremecí por completo-. Me lo dijo la amiga de una amiga, y esa era amiga de una prima, que está con ella en el equipo de porristas. Y lo mejor de todo ¡no fue por otra! ¡Alessandro está soltero! Aunque seguramente se busque una en estos días o la semana que viene...o la otra...

-Ay, querida, no le quites emoción al momento, que cherry debe estar suspirando de éxtasis por el actuar de su sexy crush italiano -le dijo Clayton-. Aunque lo que más me extraña es que el troglodita no vino hoy a la escuela, aunque el neandertal de su primo sí.

Tanner le pellizcó los mofletes y Clayton la fulminó con la mirada, recordándole el temita del maquillaje.

-¿Eso es verdad o sólo me estáis tomando el pelo? -le pregunté-. Además, que yo tengo que ver con eso...puede romper con cientos de chicas que...

-No creas que quiero que sigas enamorado de él -dijo Sarah Tanner-. Pero como al menos me causó buena impresión su "no tan agrasivo" comportamiento últimamente, creí que sería bueno mantenerte al corriente de su vida diaria.

-Sí, querido. Además, mi sexto sentido de mujer me dice que hay cierta tensión erótica entre vosotros -dijo Clayton con aire de adivina árabe y me cubrí con las manos el rojo que me teñía el rostro-. Oh, puedo sentirlo, darling, recuerda que yo... "lo sé todo"

Sarah Tanner se giró hacia él con las manos a sendos lados de la cintura.

-¡Por supuesto que sí! ¡Eres el travesti clarividente! -estallamos a carcajadas-. ¿Dónde está tu bola de cristal? ¡Esa que revela toda clase de posibles futuros homosexuales!

-Osea, obvio querida mía, yo presagio y veo el futuro...hablo con los seres del más allá -le dijo con un gracioso gesto suyo y poniendo los ojos en blanco-. Comadreja...flacucha...envidiosa...te veo en tinieblas -la apuntó con desdén-. Te vas a quedar solterona el resto de tu vida...igual que Ardah...

-¡Urraca! ¡Pajarraca negra! ¡Ave de mal agüero! -le dijo pellizcándole una vez más, pero esa vez, en la panza-. ¡¿Cómo te atreves?! Aunque bueno, sí me podría ver soltera, como una mujer madura y exitosa, y totalmente independiente ¡Todos los gigolós de Europa caerían rendidos a mis pies!

-Vaya, pero que ambiciosa eres -le sonreí a su idea-. Yo me conformaría contrabajar en algo que me guste: como diseñador en alguna industria de videojuegos, o tal vez de pediatra, o quizá estudie alguna lengua como el ruso o... el italiano, y sea traductor. Lo importante es que quiero vivir tranquilo y en una pequeña casita apartada de todos los problemas.

-Una quiere ser presidenta y tirarse a todos los hombres de la Unión Europea y el otro se contenta con poco. Es que vais a los extremos, amores míos -dijo Clayton exasperado-. Menos mal que me teneís a mí, yo que seré diseñador en París, y me casaré con mi amado Francesco D'Macho -dijo con su tan típica vanidad, esa que tan bien le quedaba-. Y tú, Ardah, ¡Tu también estás loco por un italiano! ¡no por aprender el idioma! ¡Contrólate que te amarramos! A este paso te veo de ama de casa, limpiando calzones y pañales y aguantándoles los cuernos a tu cavernícola romano.

-¡Clayton baja la voz! ¡alguien podría escucharte! -le espeté ¡Qué bochorno por dios! ¡Sí cualquiera de sus amigos se enterase de eso serían capaces de contarle y luego ese salvaje me desfiguraría el rostro y me molería a golpes!

-Es cierto -dijo Sarah Tanner-. Aquí las paredes tienen agudos ojos y oídos por todas partes, y dímelo a mí, querido.

Salimos a andar por los pasillos y nos encontramos con la agradable señorita Merry que venía caminando junto con Thomas Milani, reprendiéndole por algo que no llegamos a escuchar, pero que claramente tendría que ver con peleas, golpes e insultos. Intercambiamos sonrisas con ella, y él nos lanzó una mala mirada, y una mueca de asco a las que poca importancia tomamos.

Según me habían contado, Thomas era el primo, y el mejor amigo de Alessandro. Teniendo su misma edad, habían estado cuidándose las costillas el uno al otro desde el jardín de niños, y por lo que podía notar era su fiel acompañante en las broncas de la escuela, en la oficina del director, y en las peleas callejeras que se veía involucrado quizá. Era alto y de cara hermosa, cabello claro y de ojos verdes, y de mirada orgullosa y seria. Nunca le tuve mucho aprecio, ni el a mí tampoco.

Llegamos al salón bajo la atenta mirada de la profesora de matemáticas, esa mujer religiosa de sesenta y tantos años, Fea con "F" mayúscula, delgada como una valla de jardín, y de un intenso mal carácter. Clayton la detestaba, y yo por mi parte, me hacia él de la vista gorda, aunque nunca llegué a agradarle a ese fenómeno de la naturaleza. A lo largo de la clase me acosó con preguntas que podrían resultar difíciles y complejas, pero que...debido al esfuerzo de largas horas extraescolares de estudio que mamá había impuesto, llegué a contestar. La delgada y casi cadavérica señora Rose, se halló sorprendida y extasiada, y me felicitó de gran manera pues me había convertido en uno de sus mejores estudiantes.

El día se despidió con tranquilidad y dejó llegar a la luz rojiza de la cansada tarde. No había visto a Alessandro en todo el día, y eso era triste, y me causaba angustia, pues mucho era el deseo que tenía de ver sus ojos de cielo, que eran más hermosos que las primeras luces del alba, y eran fríos y duros como las noches de invierno sin los claros de Luna. Aunque...a veces...cuando me miraba con desprecio...sentía que su filo me cortaba el alma.

Mamá nos había enviado a Matt, y a mí a hacer unas compras para la cena, y nosotros como buenos hermanos habíamos aprovechado el viaje para sentarnos un rato a despejar la mente en el parque, y respirar algo de aire puro. Matt miraba con anhelo a las escaleras de piedra que eran alargadas y puntiagudas, dónde a menudo solía practicar con su patineta.

-¡Que recuerdos, hermanito! Te juro que yo me las llevaba todas de un salto -se jactaba el tonto, claro, como si yo fuera a creerle.

-Sí -le dije-. Y luego ibas con tres o cuatro huesos rotos al hospital.

-¡Claro! ¡para que me bañasen las enfermeras! -reímos juntos.

Al rato sentí como me cubría una sombra, y un temor extraño se apoderó de mí. Levanté la vista y me encontré con la mirada fija de Thomas.

-¡Qué pasa Matt! -saludó a mi hermano-. ¿Qué mierda haces escondido con esta puta en el parque?-dijo con tono burlón, casi parecía un chiste. Aunque a mi hermano no le hizo ninguna gracia-. ¡¿No me digas que ahora te metiste a bugarrón?!

-¿Qué cojones te pasa con mi hermano, Tom? -le respondió Matt con voz áspera y ronca. Una voz que nunca me había dedicado.

Tom calló y por un momento hubo un pesado silencio, y luego se volvió hacia mí con sus ojos verdes.

-Este pedazo de mierda es una caja de sorpresas -exclamó-. ¡Ah! Porque es tu hermanito ¡No me creo nada!

Me causaba gran temor y tristeza que esos chicos que parecían ser amigos hacía largos años comenzaran una pelea por causa mía. Thomas podría tener mucha más experiencia que Matt en las broncas, y sé que sería capáz de hacerle daño, aunque Matt era notablemente más alto y más fuerte, y también más viejo. Ellos continuaban mirándose, como si cada uno tratase de descifrar el pensamiento del otro. Pero fue Thomas el primero en apartar la mirada.

-¡Maricón asqueroso! -me agarró el rostro con sus manos de un modo que me dejó los pies colgando del suelo. Sus dedos se incrustaban y se hundían en mi piel, y dolía, y se sentía que estaba a punto de gritar -. ¡Me tienes hasta los cojones! ¡Con tantos maricas que hay por ahí! ¡¿Por qué mierda tienes que mirar a mi primo y a un colega mío?! -me golpeó fuertemente en el estómago una vez, y luego otra, y la sangre me escurrió en los labios-. ¡¿No sabes qué me das asco?! ¡A Alessandro le das asco! ¡Sí te vuelvo a ver cerca de él te juro que...

Matt le dio un puñetazo en la cara y se le lanzó encima con furia, y con odio. Yo caí al suelo, y rompí en llanto. Thomas era como un espectro sombrío, y sus palabras eran oscuras y tenebrosas, y conseguían quebrarme por dentro. Thomas le devolvió los golpes a mi hermano, y le magulló la nariz y los ojos, pero no consiguió borrar los rasgos armoniosos de su rostro. Matt por su parte le dejó caer el puño repetidamente con fuerza, en sus mejillas y en sus sienes, y luego los dos se separaron iracundos, con un palpable deseo en los ojos de matar a golpes al otro.

-Menudo mierda estás hecho -lanzó un escupitajo de sangre al suelo-. Una madre puta y un hermano maricón.

Matt se bestializó y se le iba a arrojar encima, mas me levanté y lo tomé de los brazos. No entendía por qué ese chico ofendía a mamá.

-¿Qué mierda te pasa con mi madre? -le preguntó Matt, enrojecido de ira.

-Que está buena y me la he follado tantas veces que he perdido la cuenta -se carcajeó violentamente y se me heló la sangre al escuchar sus palabras-. ¿No me crees? ¡Es la mejor puta que me he comido!

Solté el agarre y Matt cargó contra él, pero no pudo llegar porque cuando se hallaba a centímetros de su rostro Thomas le apuntó con una pistola. El miedo me caló los huesos.

-¿Ahora no eres tan valiente, eh cabroncete? - le acarició el rostro con el arma-. ¿Vas a seguir defendiendo a la putita de tu madre y a tu hermanito maricón?

Matt ignoró el arma y lo golpeó en el abdomen. Sentí un gran temblor por lo que podría pasar y corrí hacia ellos con preocupación, y los empujé. Un viento frío me rozó el alma cuando sentí el estruendo de un disparo, y un cuerpo cayó y se sacudió con fuerza en las escaleras de piedra hasta tocar el suelo. Caí de rodillas y me llevé las manos a la boca para ahogar los gritos cuando vi que se apagó la luz de sus ojos.








(O///O)

¡Cap07 listo! 😁👍🏻

¡Gracias por leer!

¡Espero qué les haya gustado!😇✊🏻

¿Qué les pareció?😶🤞🏻

Bueno, me despido, ¡Besotes y abrazos!😊♥️👋🏻♥️



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