Capítulo Diez
Alessandro:
Cuando el mocoso de Ardah hubo aceptado mi gentil y humilde invitación, no tenía ni idea hacia donde lo llevaba. Marchamos un rato tropezando entre los estudiantes en los pasillos, que se detenían a observarnos atónitos, y salimos a las nieblas del patio, y vimos la luz de un sol erguido, que se extendía cálido y pesado sobre los bosques que habían más allá de los muros de piedra.
-¿Vamos fuera del colegio? -preguntó con voz baja.
Le guiñé el ojo, y le contesté con tono pícaro:
-Tú solo sígueme.
-Pero nos podrían expulsar -replicó-. Y de cualquier modo, tendría que regresar a por mis cosas...
-Vamos a por ellas -dije-. No te preocupes niñato, las he hecho peores que esta.
Entramos al salón, y tomé su mochila, y la mía, echándomelas al hombro. Correteamos hasta los muros y lo ayudé a escalar, y luego, agarrándolo del brazo, lo arrojé conmigo a lo profundo de la espesura. Anduvimos entre piedras, y raíces, y saltamos barrancos también, hasta llegar a los claros. En medio de ese lugar sereno, serpenteaba un río de aguas cálidas, y perezosas, bordeado por viejos sauces caídos, y moteado por miles de hojas marchitas, que espesaban el aire y caían revoloteando lentamente. Una brisa tibia, y dulce, soplaba en la hondonada, y le revolvía la negrura del cabello, y acariciaba con dulzura su rostro, y las hierbas murmuraban, y los árboles crujían, cautivos en su hermosura.
-Es...precioso -dijo con las pozas oscuras de sus ojos perdidos en los bosques.
-No mentía -me senté en la raíz de un árbol, y apoyé la espalda en la madera suave del tronco-. Suelo venir aquí a veces. Me ayuda a meditar en paz.
-Parece interminable... -estaba casi sin voz ante la majestuosidad de la naturaleza. Las arboledas, y las aguas adormecidas del río se perdían a lo lejos, e iban más allá del alcance de su mirada. Eran algo bello, y yacían ocultos, como el deseo, y los sentimientos que abrigaba por él.
Tiré las mochilas al pie del árbol, y me incorporé, y caminé hacia Ardah. Lo tomé de la cadera, y aferré mis dedos en él. Mi pecho colisionó con su espalda, y poco tardé en percibir su respiración agitada, y el trotar desbocado e incesante de su corazón. Latía casi tan rápido como el mío en esos momentos.
-¿Te gusta? -pregunté a su oído, y su piel se estremeció al calor del susurro.
Ardah se volvió a mí, y su rostro quedó a menos de un dedo del mío.
-Me encanta -agachó la cabeza, el rubor se había apoderado de él-. Es uno de los sitios más bonitos que he visto en mi vida.
Le sonreí, como nunca lo había hecho, y nos quedamos en silencio, observándonos durante largo rato. Ardah era un muchachito tímido, y no sabía que decir, y yo no era hombre de muchas palabras. Lo contemplé, y al perderme en él me percaté que su alma estaba llena de cicatrices. Sus ojitos titilaban, y sus lágrimas eran como nubes que ocultaban su ternura, y su belleza, pues ya no eran negros, eran como la luz del sol caído al atardecer. ¿Por qué estaba tan triste el pequeñin? ¿Acaso no se alegraba de estar conmigo?
Algo en mí ardía como el fuego al tenerlo cerca, y una idea traviesa me surgió en mente.
-El agua debe de estar buena -acaricié sus mofletes con mi nariz-. ¿Vamos a darnos un baño? A ver si nos quitamos toda esta mierda del comedor de encima.
-Pero... ¿y el uniforme?
-Quítatelo, vamos a estar mejor sin él.
Me saqué la camisa, el colgante y el pantalón, y lo tomé de la mano, conduciéndolo hasta la orilla de estero. Le miré, y noté que sus piernas flaqueaban. Temía y de gran manera dudaba, pero finalmente se despojó de sus prendas, y su piel desnuda entró al agua. Tenía la belleza de una plata común, pero era como si nunca se manchase, ni perdiese el brillo. Sentí mi cuerpo estrecerse de lujuria ¿estaría mal que me consumiese un deseo primigenio por un muchacho hermoso?
Por suerte, el río no estaba muy frío, y solté a Ardah cuando la corriente lo cubrió hasta la cintura. La humedad caía en su cuerpo, delgado y marcado, gentil y hermoso. Braceé hasta la otra orilla, ansiando calmar la corriente de excitación, de lo contrario, acabaría robándole el aliento al canto de los espíritus del agua. Parecía imposible someter el apetito venéreo, era como si despertase el fuego que se avivaba en mis sueños, y me urgiese a tomar eso que tanto anhelaba.
¿El querría yacer conmigo en el corazón de los bosques?
Me zambullí, y nadé por lo bajo, a ver si el agua fría me sacaba el calor de la mente ¡Estúpidos pensamientos gays! ¡No podía dejase que notase los notase por nada en el jodido mundo!
-¿Alessandro? -me llamó cuando vio que no estaba cerca-. ¡Alessandro! ¿Dónde estás? -en su voz había miedo, y preocupación-. Alessandro...
Salí por debajo del agua, lo tomé en mis brazos y lo lancé como un torpedo al lado hondo del río. Cuando emergió me azotó con la mirada, y me echó un chapuzón a la cara ¿Así que el niñito quería jugar conmigo? Sonreí de lado y se lo devolví con creces, y retozamos durante toda la tarde como un par de pequeñajos, y sus ojos resplandecieron tanto como su sonrisa, y me parecieron más hermosos que las mismas estrellas. No sabía por qué a su lado, las horas se desvanecían tan rápido como una llovizna de invierno.
La noche comenzaba a decaer temprano, y la oscuridad se asomaba en los cielos, y las nubes grises vagaban en su infinidad.
-Vamos -lo arrastré hasta mí, y con una mano rodeé lo más bajo de su cintura, y me mordí el labio cuando el mocoso se sonrojó violentamente-. Es tarde, no quiero que me pilles un resfríado.
Sus ojitos de carbón se volvieron tristes, y buscaron a los míos. Me rogaban con la mirada. Él quería quedarse a mi lado. Joder, no podía resistirme...era tan pequeño, tan puro, tan...tierno...
No quería mancillarlo, no quería corromperlo.
-¿Quién dice que nos vamos? -le revolví el cabello con aire juguetón, reprimiendo el ansia de robarle un beso-. Ahora te toca leerme los poemitas esos.
-¿De verdad? -sus ojitos brillaron con ilusión-. ¡Déjame buscarlos!
-Claro -respondí-. ¿Creíste que te ibas a librar? No tienes escapatoria conmigo, chaval -rompió a reír-. Me vas a tener que decir todo lo que sepas de ellos.
-Por supuesto -me sonrió con dulzura.
Una ligera sacudida en un arbusto cercano salteó mi atención del brillo argento de su rostro. Ardah se asustó, pero para mi sorpresa, en vez de salir corriendo hacia mí, se dirigió al sitio de donde provino el ruido.
Se acercó a paso de tortuga hasta que lo tomé del brazo.
-Olvídalo -dije-. Debe de ser una liebre o cualquier bicharraco de esos.
-Por eso mismo, me gustan mucho los animales -contestó-. Porque mamá no me deja tener mascotas.
Lo miré con ternura.
-¿Y sí... fuera un oso? -pregunté con aire burlesco, y el niñato me miró divertido.
-Tú me protegerías -dijo-. ¿Verdad?
-Sí -respondí-. Nos caeríamos a puñetazos y a zarpazos en lo que corres como una nena a tu casa -se carcajeó.
-Y después tendría que llevarte flores y visitarte en terapia intensiva.
-Todos los días -dije-. Y también tendrías que quedarte a dormir conmigo.
Me arrimé a él, embriagado por la belleza abismal de sus oscuros ojos. Malditos eran, quería arrancárselos, y arrojarlos tan lejos como lo permitiese el viento, pero ni con el pasar de cien vidas perecerían en el olvido ¿Por qué eran tan hermosos? ¿Por qué demonios me habían condenado a amarlos?
Nunca encontraría a alguien como Ardah, que liberaba con facilidad la bestia en mi interior, y me incitaba a juzgar, y a cuestionar. Me hacía dudar, me convertía en un infeliz impulsivo, que se divertía golpéandole, y quebrándole por dentro.
No me atrevía a romper el hilo que separaba nuestros labios, e impedía el beso. Con Ardah me sentía débil, y crecía el miedo, y las inseguridades. Sí le besaba...no podría volver a separarme de él...
Lo tomé de la mano, y lo llevé a sentarse conmigo. Hallamos alivio en la sombra y el frescor que tendían las ramas gruesas de un sauce viejo. El niño se apoyó en mi torso, y con voz baja y armoniosa me cantó los poemas:
Las sombras descienden a la tierra,
y los fuegos eternos bailan,
cuando las niñas y niños nacen,
y se ocultan de los eternos cielos del alba.
En los tonos más sombríos,
las luces despiden un nuevo fulgor.
Él le llama desde los reinos perdidos,
y en su angustia trae consigo lamento y dolor.
Cabalgó en corcel de plata.
Al aullido del lobo fiero enfrentó.
Y nunca más al amanecer escuchó su voz calmada.
Su mundo, en el olvido, se perdió.
Al principio, y tal pronto como le presté atención, la belleza de las melodías, y las palabras entremezcladas de su armónica voz, aunque entendía poco, obraron en mi como un encantamiento. Me pareció que sus palabras tomaban formas, y visiones de tierras lejanas, y objetos brillantes se abrieron ante mí.
Su canto cesó con la aparición de las primeras estrellas, rodeé sus hombros con mi brazo, y caminamos juntos, y hablamos de sus poemas bajo el dulce abrigo de los bosques.
Llegamos al parque, que se hallaba cerca de mi casa, y de la suya, cuando ya había oscurecido por completo. Él se detuvo, y se echó a llorar. Se quedó allí, desvalido, y tembloroso, con su piel de plata desnuda al aire gélido.
-Lo siento -murmuró con la cabeza gacha-. Yo...no quería...él...
-¿Qué te pasa? -contemplé sus lágrimas extrañado, y alcé la mano, y se las sequé rudamente con el pulgar encallecido.
¿Por qué mierda estaba llorando el crío? ¿No la había pasado bien conmigo?
Ardah me miró asustado, y retrocedió a paso lento, como si quisiese escapar de mí, hasta que su espalda se encontró con el tronco de un árbol. Llegué a él, y coloqué los puños a sendos lados de su cabeza, tratando de mantener la paciencia.
-Perdóname...por favor -me abrazó. Se arrimó a mi cuello y su sollozo se hundió en mi hombro.
-Sh, calla -puse un dedo en su boca-. Tú no me has hecho nada malo.
Le puse un dedo en su barbilla, y levanté su cabeza para que me mirase a los ojos. Ardah podría ser alto, pero me alzaba por encima de él, lo superaba en estatura, aunque no demasiado.
-No llores -lo rocé el cabello con suavidad, y acaricié con los dedos las hebras de azabache de su pelo. Quería calmarlo, detestaba verlo así. Ardah se arrimó mucho más, y me concedió un beso en el rostro. Sus labios temblorosos eran suaves, y cálidos, y me tocaron con una ternura que nunca hubiese imaginado. Mi pecho se estrujó, y mi corazón se sacudió como lo hacen la tierra cuando tiembla y se resquebraja.
-Te lo ruego...perdóname -insistió. Me estaba inquietando con tantas disculpas.
-¿Por qué? ¿Qué pasó?
-Yo...
-¿Tu qué? -pregunté con un susurro entre sus labios. Ardah se estremeció, y se le erizó cada rincón del cuerpo. Nos envolvió la niebla de un silencio inquietante, perturbado por mi respiración agitada, que latigueaba su rostro y devoraba la suya-. ¿Te quedaste mudo? Habla de una puta vez.
Fruncí el ceño. Me estaba comenzando a mosquear, casi demasiado.
-No puedo mentirte...yo maté a alguien...
-¿Qué mierda hiciste? -le propiné un puñetazo a la corteza del árbol, preso en la confusión-. ¿A quién?
-Yo maté a Thomas...-murmuró al viento, y nunca quise haberlo escuchado.
-No bromees con eso -le apreté el brazo con fuerza-. Mi primo está... desaparecido...sí, está desaparecido -desvié la vista, como si me estuviera convenciendo con esas palabras a mí mismo. Di un paso hacia atrás, y encontré entre mis sentimientos una mezcla de furia y desconcierto ¿Cuál era su problema? ¿Cómo cojones se atrevía a decir algo así?
-No quería...te lo juro...Thomas me...
-¡¡¡CÁLLATE!!! -rugí en su boca. Él rompió a llorar ¡Mierda y mil veces mierda! ¡Me iba a volver loco! ¡¿Por qué cojones me estaba contando eso?! Era imposible, Ardah era incapaz de tocarle un pelo a Tom-. No entiendo nada... ¿qué fue lo que pasó? -pregunté casi en un gruñido.
Se quedó callado, temeroso, sollozando en silencio. Verlo así me vaciaba la paciencia, y fomentaba en la cólera y el encono.
-Thomas me golpeó...-reveló con la voz quebrada, y abrí los ojos con sorpresa-. Estaba con mi hermano...ellos se pelearon por mi culpa...-le hice un gesto brusco para que continuara-. Sacó un arma y....me dio mucho miedo...y lo empujé...
Sentí que me atravesó un viento frío cuando apuntó a las alargadas escaleras de piedra, que conducían al nivel más alto del parque.
-No quería que le pasase nada malo...
-Lárgate -dije-. Antes que te parta la cara...
-Golpéame...mátame....haz lo que quieras...de cualquier manera...no valgo nada...-se quebrantó el cristal de su voz. Apreté con rabia los puños, para no dejarlos caer en su rostro. Estaba dominado por la cólera, le habría dicho más cosas, y le hubiera hecho peores, pero él se llevó las manos a sus ojitos negros, que parecían un horizonte vespertino y tormentoso, y lloró con angustia en mi pecho. En verdad se lo había cargado, como también era cierto que estaba arrepentido por ello-. Sé que lo querías...sé que era como tu hermano, y sé que preferirías que hubiera muerto yo en su lugar, ¡Pero si no llega a ser por Matt él me hubiera roto la cara! Él le iba a disparar a mi hermano, y después...de seguro... a mí también...
Su repentino arrebato de emoción me quebró la voz, y recordé que apenas era un niñito inocente. Ardah no sabía nada de la vida...Ardah no podía hacerle daño a nadie...
-¿Tú eres imbécil o te gusta que te meta? -le solté menos molesto, y el niñato alzó su mirada, y vi las cuencas de dos agujeros lóbregos que conducían al mar del abismo.
-¿No estás enfadado? -inquirió en un hilo de voz.
-Vete de una vez -dije en tono cortante. Me aparté y le lancé la mochila en sus manos-. ¿No me escuchaste? -repliqué bruscamente. Me mordisqueé el labio inferior, sintiendo espesos los ojos.
El mocoso al fin se fue, triste y apagado, y su figura menuda se extinguió en la bruma de la esquina. Me senté en el suelo, y contuvé las ganas que sentía de llorar, y de gritar. Tom era un cabrón, pero era parte de mi familia, era mi amigo. Recordé como nos reíamos a carcajada suelta cada vez que él decía que se convertiría en mi Consigliere, y me aconsejaría más de tías que de negocios, cuando yo fuese el Don.
Deseé de todo corazón estar de vuelta, en aquellos días antiguos, jugando con él y con otros críos y trepando en las ramas más altas de los árboles del bosque, y no haber escuchado nunca a Ardah, ni haber visto su sonrisa, ni sus ojos oscuros. Ni yo mismo sabía por qué no lo había pateado, y arrancado a golpes la vida.
Regresé a casa, y fue bueno que estuviese desolada, y sombría, pues no quería que nadie me viese con semejante amargura, y tampoco que a los oídos de mis parientes, y mucho menos de padre, llegase la noticia de la muerte de Tom. Para los míos, los lazos de familia cobraban gran importancia, eran sagrados, y si eran enterados que dejé escapar al que le robó la luz de su vida, me mirarían con ojos fríos y reprobatorios, y la pérdida de mi puesto de heredero, y la vergüenza, solo serían una ínfima parte del castigo.
Me arranqué la ropa y me lancé a la cama, quería dormir, y despertar de esa miserable pesadilla.
Apenas cerré los ojos, y el teléfono de los cojones comenzó a sonar con una cancioncita chillona que le había puesto Tianno. Al ver que era el número de John me dispuse a contestar de mala gana.
-¿Qué quieres a esta hora, payaso? -le dije medio adormilado-. Vete a tocar las pelotas a otra parte.
Escuché una estruendosa carcajada al otro lado de la pantalla. Al parecer ya había salido del hospital y quería desquitarse de alguna manera.
-¡Qué tal, sopla nucas! -me "saludó" entre risas...un momento ¿Sopla nucas? ¿acaso me estaba diciendo maricón?-. ¿No estás feliz de escucharme?
Arrugué la frente y le pregunté con creciente irritación:
-¿Que me dijiste, pedazo de mierda?
-¿Se te congeló el sentido del humor, Sandrito? -sonsacó con aire burlesco-. No sabía que encima de bugarrón eras sordo.
El aullido glacial del viento de la madrugada me erizó hasta el último vello del cuerpo.
-Uno de mis chicos me dijo que te vio en el bosque muy bien acompañado -continuó con sorna. Sentí una inquietud, demasiado parecida a la sensación infantil del miedo.
-No sé de que mierda estás hablando -escupí, dándome un tirón a la nariz.
-¡Qué sorpresa! -exclamó-. Y yo que te iba a decir lo mono que os veíais en una foto que salís abrazaditos en el río-se carcajeó-. Eres un asco, ya te aburriste de tantas tías, y te llevas escondido a los maricas para comértelos en el bosque.
-Te voy a....
-A nada -me interrumpió-. ¿Tu buen padre está enterado de esto? ¡Creo que estará encantado de saber que su preferido le ha salido medio mariquilla!
Contuve la ira para no acabar reventando en mil pedazos el teléfono.
-¿Qué mierda quieres de mí? ¿Territorio, negocios, dinero? -
-Tan listo como siempre, Sandrito -sabía que allá, donde fuese el lugar de mierda que estuviese ese cabronazo, sonreía complacido-. Me gustaría verte, para hablar con calma -propuso-. Mañana mismo estaría bien ¿Qué te parece?
En su tono había una tranquilidad, y una seguridad inquietante. Era una trampa, de eso estaba más que seguro.
-¿Te importaría darme un tiempo para pensarlo?
Realmente necesitaba pensar con la cabeza fría, había mucho en juego.
-Claro, claro, díselo a tus chicos, consúltalo con la almohada si quieres -respondió-. Tómate todas las horas que necesites, pero no nos hagas esperar demasiado.
-No lo haré.
Iba a colgar cuando el bufón de John continuó hablando.
-¿Cómo está tu noble primo? Lo he llamado unas cuantas veces para hablar con él ¿Por qué no me responde?
-No hay necesidad de ser sarcástico, John.
-¡Qué lástima por él, eh! Pero menudo favor nos ha hecho tu putita -se echó a reír.
Mi corazón latía tan rápido, como si estuviese en una autopista sin peaje. No podía ser posible ¿Él había escuchado cuando Ardah me contó que mató a Tom?
-¡Qué útil me ha salido el muerde - almohadas! Nunca había estado tan feliz de conocer a un gay -ya su risita me estaba dando asco-. Ah, lo olvidada ¡Qué desconsiderado soy! ¿Quieres mandarle un besito de buenas noches a tu niñito?
-¿Qué estás hablando? -por primera vez, en mucho tiempo, la voz me salía temerosa.
¿Qué sabía el de Ardah? ¿Qué tenía que ver con él?
-¿Por qué no lo escuchas por ti mismo?
De pronto, un intervalo silencioso se apoderó del otro lado de la línea, y me agobié de sobremanera.
-Mándale un saludo al bugarra de tu noviecito, mocoso.
-¡¡¡Soltadme!!!
-¿Ardah? -la oscuridad de la noche aumentó, y me atrapó en sus garras aladas. Se me cayó el teléfono, y la luz de mis días se apagó cuando escuché los golpes, y los gritos y el llanto ahogado del niño de los ojos oscuros.
(•///•)
¡Cap10 listo!😊♥️
¡Gracias por leer! 🤭
¡Espero que os halla gustado!😇🤞🏻
¿Qué os ha parecido?😶☝🏼
Bueno, arrivederci! 🥰♥️👋🏻♥️
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