ojos efervescentes ;; 151103
Anata (あなた): cariño, cielo.
Si ves anime, puedes reconocer esta palabra. En japón, es común que la esposa se refiera así a su marido.
Dedicado a LazyAlien91, que por ella hay actualización hahaha love u babeeeee!
Jungkook, de una forma u otra, ya estaba harto de hablar de lo mismo una y otra y otra vez.
Haciendo su mejor esfuerzo para no rodar los ojos y pararse de una buena vez, bajó la mirada a sus manos. Limpió la escasa mugre debajo de sus uñas y regresó la mirada ahora a su derecha, examinando los dibujos raros de su sobrina pegados en el refrigerador. Junggi miró a su hijo y después a Yuko, que se encogió de hombros en respuesta.
—Jungkook —dijo, llamando la atención de su hijo. El pelinegro lo miró, sabiendo perfectamente lo que iba a decir a continuación —Tienes que ser realista. Por tu propio bien.
—Y lo soy, papá. En serio —con la paciencia que no sabía que tenía, continuó —De verdad tengo talento y aquí no hay oportunidades.
—Kook —Yuko musitó entre dientes, también harta de la insistencia del menor de sus hijos por irse de casa.
El pelinegro bajó los hombros —Mamá — respondió, ya con la voz llena de desesperación —No me pidan que me rinda cuando ni siquiera he intentado.
—Está bien —La pelinegra se separó de la estufa y dejó el cucharón a su lado —Digamos que te dejamos ir a Seúl ¿de qué vas a vivir?
—Buscaré un empleo —respondió obvio.
—¿De qué? Tienes dieciocho años recién cumplidos ¿cuánto vas a ganar?
—¡Ya veré!
—¿Dónde vas a vivir, eh? —Jungkook rodó los ojos, listo para el discurso de su madre —¿Dónde vas a lavar tu ropa? ¿Qué vas a comer? ¿Qué camión tienes que tomar para ir a una de esas dichosas audiciones?
Jungkook apretó los dientes y gritó, con el ceño fruncido —¡MAMÁ!
—¡Sé realista por el amor de Dios! —respondió —¡No es nada fácil vivir por tu cuenta! ¡Menos solo en la capital! No lavas ni un plato y ¿quieres irte sin dinero ni madurez? Estás loco.
El menor se llenó de coraje. Porque aunque sabía que su madre tenía motivos de sobra para prácticamente asegurar que no sería capaz de sobrevivir en la capital, él estaba seguro de que era capaz de eso y mucho más. Se organizaría, haría hasta el más pesado de los trabajos, se conformaría con un lugar sin muebles y solo regresaría a Busan cuando todas y cada una de las agencias lo rechazaran.
Junggi negó repetidas veces, observando el rostro enfurecido del menor de sus hijos —¿Cómo te vas a ir a Seúl solamente por las audiciones, Jungkook? ¡Aquí tienes todo! ¡Dinero, comida, techo! ¡¿CUÁL ES TU AFÁN DE LARGARTE?!
—¡MI SUEÑO! —gritó. Junggi se paró de su silla en un segundo y le dio una bofetada al pelinegro. El estruendo hizo que Yuko diera un paso hacia atrás.
—¡Anata! —gritó de inmediato, hablando japonés.
El menor se quedó con la cara ladeada, sin haber procesado por completo que su padre lo había abofeteado.
—No me vuelvas a gritar. Ser famoso no puede ser tu sueño.
Las palabras de su padre le provocaron un nudo en la garganta. Contuvo la respiración para así esfumar las ganas incontrolables que tenía de llorar. Sintió el golpe de su padre como una apuñalada, porque significaba que ya lo estaba llevando al límite de la paciencia, era bastante obvio, pues era la primera vez en sus dieciocho años de vida su padre lo golpeaba. Pero no solo eso dolía, sino la falta de atención que notó por la última frase que le dirigió.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que mi sueño no es ser famoso? —respondió con hostilidad. Jungkook ya les había dicho miles de veces que no se trataba de la fama. Era el performance. Impactar con letras, hacer sentir con su voz, hipnotizar con sus movimientos, inspirar con sus actuaciones. Cautivar. Se los llevaba diciendo por lo menos tres años, cuando cenaban, cuando platicaban por la tarde o cuando se ponían al día en sus habitaciones.
Pero ¿de qué servía decir lo mismo una y otra vez si siempre era ignorado? Si sus padres escuchaban solo lo que les convenía.
—Vuélveme a hablar de esa forma y el golpe que te acabo de dar parecerá una muestra de afecto. Mejor ya bájate de la nube y avísale a tus hermanos que en diez minutos está la comida.
El pelinegro, amargamente, se puso de pie y caminó hacia las escaleras.
—Yo no tengo hamb-
—Tienes que comer algo —Junggi no le dejó ni terminar la frase, pero Jungkook ni siquiera volteó.
—No me pueden obligar —respondió monótono.
El mayor dio un paso al frente, pero la mano delgada de Yuko en su hombro lo hicieron detenerse.
—Déjalo —pidió, viendo como el pelinegro desaparecía por las escaleras —Y no le vuelvas a pegar.
—Perdí el control —se excusó —No puedo permitir que me grite.
—Lo sé, pero golpeándolo no ganas nada —negó —Él tampoco.
Después de mirarse, ambos tomaron asiento en el pequeño comedor de la cocina. Yuko bajó la mirada y Junggi presionó sus sienes con ambas manos, apoyando los codos en la superficie de la mesa.
—Ya no sé qué hacer para hacerlo entrar en razón, amor —dijo el hombre — No quiero que se vaya.
Yuko asintió —Lo sé, anata. Yo tampoco quiero que se vaya, pero ten paciencia. Kook es muy inteligente y verás él solo se dará cuenta.
En la planta de arriba, Jungkook, con la quijada tensada, caminó por el pequeño corredor. Abrió la puerta de la habitación de los gemelos y se dejó caer en la cama de Jungheon, que lo miró con una ceja elevada frente al pequeño televisor.
—Ya va a estar la comida —avisó el menor de los hermanos, prácticamente ahogándose a sí mismo en la almohada.
Junghyo, tirado en su cama, lo miró serio.
—Volviste a sacar el tema de Seúl ¿verdad, burro?
—¡Cállate! ¡No me digas así!
—Sí lo hizo — Jungheon soltó un bufido, mientras el menor se hacía un ovillo en una cama que no era de él.
Los gemelos se miraron a los ojos y leyéndose la mente, Jungheon le asintió a su hermano mayor (solo por sesenta y siete segundos) y se pusieron de pie, rodeando la cama por ambos lados.
—Kook ¿Qué parte de "deja de estar insistiendo" no entendiste? —dijo Jungheon prácticamente irritado —Los vas a hartar y cuando te den el "No" definitivo, ya nada los va a hacer cambiar de opinión.
—¡Hyung! —canturreó.
—Aparte estás bien idiota, ni sabes llegarles. Les hablas cuando andas de malas, les haces caras, les contestas, no les haces caso y para el colmo te enojas.
—¡Ya sé! ¡Ya sé! —canturreó de nuevo, como si hiciera un berrinche —Pero es que les digo mil veces lo mismo y mi mamá no deja de meterle cizaña a mi papá ¡Me enoja!
—Pues ya la conoces, ¿Qué te extraña? Tienes que hablarle a mi papá a solas, y cuando ya tenga como unas cuatro cervezas encima. Le llevas una bien fría con sal y limón y te sientas a su lado. ¿Cómo crees que me compraron el xbox?
Los hombros de Jungkook decayeron —Bueno, si es cierto.
—Si te quieres ir, no puedes llegar con ellos con las manos vacías. Busca departamentos en internet, alguien que busque un compañero de cuarto, busca trabajos desde aquí. Para que así si te preguntan algo ya tengas como contestar y no tengas que quedarte con la cara de pendejo.
—¡Pues ayúdame! —renegó —Solo me regañas.
—¿Por qué mejor no estudias allá?
El menor frunció el entrecejo —¿Cómo?
Los gemelos se miraron —La universidad...
Jungkook negó repetidas veces con cara de asco —No quiero estudiar.
—No te metas a una ingeniería, Jungkook —Jungheon habló a la par que Junghyo negaba —Busca una carrera corta. Te gusta la pintura ¿no? busca algo de eso, o una carrera técnica, algo así. En una universidad no tan cara y así mis papás estarán contentos porque estudias, y tú vas a las audiciones. Todos ganan.
El menor hizo una mueca —Pues no es una mala idea... ¿Me ayudarían a buscar?
Los mayores asintieron —Pero después de comer.
Jungkook blanqueó los ojos —Dije que no comería.
—Anda, vamos. No ganas nada haciendo eso. Mejor actúa como si nada y ya ¿Okey?
Jungkook no quería dar su brazo a torcer, pero si sus hermanos mayores se lo decían, entonces confiaría en ellos.
—Está bien.
Se paró de la cama y Jungheon lo envolvió por los hombros —Y pon una buena cara, conejo pendejo.
—¡NO ME DIGAS ASÍ!
///
Cuando el reloj marcó las seis de la tarde, el bullicio en el salón de clases se intensificó. Jimin guardó su carpeta en la mochila y caminó hacia la puerta, al igual que todos los demás. Tronó su cuello con una mueca en la cara y dio pasos cortos dentro de la multitud de alumnos, quienes tenían prisa para llegar a su siguiente clase a tiempo.
Por desgracia, el horario del castaño terminaba ahí, con química forense. Eso significaba que tenía una hora para llegar al restaurante. Cuando apenas cruzó el umbral de la puerta, se dirigió a las escaleras para apresurarse y empezar a caminar por la calle principal.
—¡Jimin!
El mencionado se giró y se encontró con Seokjin y su novia Yeein, amigos tres semestres adelante de él.
—Hola sunbaes —respondió con una sonrisa, apretando el tirante de la mochila como acostumbraba a hacer. Descansó su peso en uno de sus pies y miró a los mayores caminando hacia él a un paso sutilmente apresurado.
—¿Vas para el restaurante?
—Ajá —asintió señalando la salida del campus —Entro ahorita a las siete.
—¿Quieres un aventón? —preguntó el más alto con una sonrisa.
—¿No hay problema?
Yeein negó efusivamente —¡Para nada! Tenemos ganas de comida italiana, sirve que te molestamos un rato allá.
—Entonces muchas gracias.
Por estar corto de presupuesto, Jimin solamente podía darse el lujo de tomar el camión solamente cuando ya se le estaba haciendo muy tarde. Lo único bueno que sacaba de llegar caminado a todas partes era que no gastaba ni un won y que sin hacer nada más, sus piernas lucían muy bien.
Caminó hacia el estacionamiento con los rubios y se puso el cinturón apenas subió a la parte de atrás. El carro empezó a dar marcha y giró hacia la ventana, observando como poco a poco salían del estacionamiento del campus.
—¿Cómo te ha ido? —dijo Yeein con una sonrisa, girando la cabeza hacia donde Jimin yacía sentado.
—Bien —respondió, asintiendo para sí mismo —El profesor Kim dejó el examen final el mismo día que el profesor Cha y voy a tener que pedir el día para estudiar.
Seokjin frunció el ceño —Pero ya tienes pasadas esas materias ¿no?
—Si, con ochenta —confirmó —Pero me faltan los veinte puntos del examen para tener mi cien. Para mantener la beca necesito mantener mi promedio y de paso el primer puesto de mi generación.
—Tan genio y exigente como siempre —la pareja sonrió —Verás que sacarás cien. Siempre lo haces —dijo Jin mientras le daba vuelta al volante.
—¿Y crees que te den el día? —Yeein ahora lo miró desde el espejo retrovisor, Jimin se encogió de hombros.
—En la cafetería ya me lo dieron, pero no sé si en el restaurante. Pero bueno, ¿a ustedes como les ha ido?
—Pues yo estoy feliz con mis setentas —la rubia soltó una risa a la par de Seokjin.
—Y yo con mis terceras —agregó el mayor.
El castaño soltó una risa desaprobatoria y el camino siguió. Cuando vio por la ventana que ya estaban entrando a la plaza comercial donde se encontraba su trabajo, miró el reloj. Eran apenas las 18:28 de la tarde. Acostumbraba a llegar diez minutos antes y corría a los castilleros a arreglarse a contrarreloj.
—Muchas gracias, sunbaes —dijo, volviendo a poner el tirante de la mochila en su hombro y tomando la manija de la puerta —Ahorita se sientan donde les diga, ¿sí? Para así yo atenderlos y hacer que les sirvan más en su plato.
Los rubios se giraron rápidamente —¿En serio?
—Claro —sonrió —Ventajas de ser amigo del chef.
—¡Gracias! Haremos tiempo aqui en la plaza y llegamos como en una hora.
—Excelente ¡Ya me voy!
El castaño terminó de despedirse y caminó a zancadas largas hasta la puerta trasera del restaurante, haciendo reverencias breves a quien se encontrara por el camino. Fue hasta el cuarto de los hombres y después de abrir el candado de su casillero, Jimin comenzó a alistarse para el trabajo. Se puso el pantalón negro de vestir, la camisa blanca bien planchada, el chaleco, la corbata, el mandil negro y el auricular que utilizaban los jefes de meseros. Se peinó el cabello de lado con ayuda del gel y a las 18:49 ya estaba en la oficina de la gerente del restaurante.
—¿Somin sunbae? —dijo el castaño, abriendo un poco más la puerta entre abierta de la oficina.
La pelinegra levantó la mirada de unos documentos, bajó los lentes por el puente de su nariz y sonrió levemente al ver a su mesero más responsable.
—Pasa, Jimin —dijo haciendo un ademán con una de sus manos —¿Qué pasa?
—Venía a preguntar si puedo pedir el lunes —explicó, tomando asiento —Son los finales de la universidad.
—¿Lunes? —preguntó, hojeando la agenda sobre su escritorio.
—Si, lunes nueve.
Somin hizo una mueca —Lo siento Jimin, ese día no puedo perder ningún elemento.
—¿Y puedo cambiar turno con alguien?
—Claro —asintió con las facciones suaves —Solo necesito a mi jefe de meseros.
—Gracias, sunbae. Mi turno empieza pronto.
—¡Fighting!
Jimin sonrió y levantó ambos puños en respuesta. Salió de la oficina levemente abrumado y se sentó en una cesta lechera cerca de la cocina. Estiró un poco su espalda, tronó varias veces su cuello, y después de soltar un suspiro, se dirigió a la zona en la que debía estar.
Sooji, apenas lo percibió en el pasillo, levantó su mano derecha. Jimin, sonriendo de oreja a oreja, la imitó y cuando estuvieron lo suficiente cerca, las chocaron.
—¡Cambio! —dijeron al unísono.
La castaña se quitó el auricular de la oreja y bufó, mirando hacia la puerta donde los meseros salían con la comida.
—Gracias al cielo que llegaste, los de la mesa tres están insoportables, pero solo les falta pedir la cuenta. Hoy ha estado bastante tranquilo, entonces significa que estarás bien —sonrió, golpeándolo levemente en el hombro —Te paso la batuta.
—Gracias, gracias. Yo me encargo, tú ya vete con tus hijos.
—¡Fighting!
Cuando el castaño observó que el reloj de la pared marcó las siete en punto, salió por la puerta. Caminó entre todas las mesas con elegancia y la espalda recta, verificando que todos los comensales estuviesen satisfechos con su comida y las atenciones. Esa noche, tal como dijo Sooji, parecía que estaba más tranquila que nunca. Se acercó a varias mesas para preguntarles por el servicio y siempre fue recibido con sonrisas y halagos.
Por el vidrio, unos quince minutos después, vio a Seokjin y a Yeein caminar hacia la entrada. Entonces fue hasta Naeyeon, la recepcionista y le indicó qué mesa darles antes de que la pareja llegara.
Jimin dio varias vueltas por el lugar, mirando de reojo a sus amigos. Cuando se sentaron, vio que Wheein ya estaba en camino hacia ellos, entonces la detuvo suavemente.
—Yo me encargo, In —dijo sonriente.
—Claro, sunbae.
Igual de elegante que de costumbre, dio zancadas largas hacia el mostrador, tomó dos menús y se dirigió a la mesa de los rubios.
—Bienvenidos, mi nombre es Jimin y yo seré su mesero esta noche. Les entregaré la carta y les daré unos minutos para que se decidan —dijo sonriente, entregando un menú para cada quién — ¿Gustan algo para tomar?
—Hola, Jimin ¿cierto? —el castaño asintió sonriente —Ni necesitamos ver la carta, nos gustaría ordenar dos platos de Lasagna, por favor.
—Excelente elección —dijo, sacando una pequeña libreta y un bolígrafo del mandil —¿Y para tomar?
—Limonada mineral para la señorita y para mí una simple Coca-Cola, por favor.
—Por supuesto —respondió, terminando de apuntar —En unos minutos les entrego su comida ¿Algo más?
Los rubios negaron —Eso es todo, joven Jimin.
—No duden en llamarme si se les ofrece algo. Con permiso.
—Propio.
Con una sonrisa, Jimin se dirigió a la cocina, donde el humo y el pasar de los meseros y chefs hacían que el lugar pareciera un caos o hasta una mismísima jungla en todo su esplendor. Arrancó la hojita de su libreta y la colgó en el alambre donde se encontraban todas las demás.
—¡Pedido en la mesa quince! —gritó.
Jackson, el chef principal, lo miró con la ceja elevada —¿Y eso que andas de mesero? ¿Qué no eres el jefe desde hace un año?
—Son buenos amigos —explicó sencillo —Entonces sé generoso.
—Mesa quince —corroboró —Todo por ti, Jimin.
La noche para su suerte transcurrió rápida. Antes de su hora de descanso obtuvo una buena propina dirigida específicamente para él y no hubo ningún problema con absolutamente nada. En su hora de comida, como ya era costumbre, no llevó nada para comer. Los primeros diez minutos de los treinta que tenía, se la pasó sentado en la banca que les daban cerca de los casilleros.
Se tomó una pastilla para el dolor punzante en su espalda y pies y se la bebió en un conito de papel con el garrafón de agua que les dejaban en la esquina. Se iba a sentar de nuevo, pero Jackson no se lo permitió. Lo sacó de ahí apenas lo vio y lo sentó a su lado, para después pasarle un plato de macarrones con queso y una coca de vidrio.
—La quincena fue hace dos días —dijo casi como reprimenda, sentándose en una silla volteada. El pelinegro descansó los brazos en la parte de arriba del respaldo y levantó una ceja en dirección a Jimin.
—También el límite de tiempo para las cuotas universitarias. El pago de la renta también, hyung —levantó su plato —Gracias.
—¿Cómo mierda lo haces?
—Me administro. Arroz blanco una vez al día si no consigo cupones de comida y camión solo para emergencias —Juguetón, levantó su pantalón de vestir y modeló sus chamorros marcados —De puro ir a pie.
—Menso —dijo el mayor, negando al mismo tiempo.
Como siempre, Jimin no le permitió a Jackson sentir lástima por él y cortó el rollo ahí. Platicaron de otros temas relacionados con el trabajo y sobre la vida durante quince minutos solamente. El castaño, después de lavarse los dientes y retocarse el gel, regresó a las horas restantes que le quedaban del turno.
Cuando solo faltaba una hora, por suerte, se encontró con Yoongi, el otro jefe de meseros, que iba solamente a recoger su paga de la quincena.
—Oh ¡Yoongi hyung! —dijo Jimin caminando apurado hacia el rubio.
—Hola Jimin —dijo tan serio como siempre —¿Pasó algo?
—¿Puedo pedirte un favor? Necesito quien me cubra el lunes nueve, estoy en finales.
—Claro, yo te cubro. Ya solo te debería dos —sonrió, mostrando sus rosas encías —¿Quieres que le avise a Somin de una vez? Voy a su oficina.
—¡Sí, por favor! ¡Muchas gracias! Me salvaste.
—No agradezcas, te debo dos más. Cuídate.
—Igual, hyung. Adiós.
Después de una aspirina más, Jimin terminó su turno a la una de la mañana. Despidió a todos los meseros, corroboró que todo estuviese limpio para el día siguiente, se cambió de nuevo en los casilleros y cerró el restaurante junto con sus superiores.
Cuando estaba por emprender su camino hacia el pequeño departamento en el que vivía, escuchó como lo llamaban por lo lejos.
—¡Jimin!
Extrañado, se giró por sus talones y abrió los ojos de más.
—¿Hyung? —dijo al ver al rubio recargado en su auto —¿Qué te trae por acá?
—Estaba cerca y aproveché para venir a recogerte.
No era la primera vez que Seokjin hacía eso. Jimin sabía que el mayor a veces se quedaba más tiempo en la facultad para llevarlo a casa o a cualquiera de sus trabajos. También iba a "saludarlo" cuando estaba en turnos y le dejaba una propina, grande. Fue él quien le recomendó dar tutorías a domicilio y comenzó con su hermano, que estaba en secundaria, con clases de matemáticas e inglés.
Seokjin era hijo de un CEO y estaba demasiado bien acomodado económicamente. Con solo ver su casa de lejos o su carro, se notaba. Y lo acababa de recordar cuando entró a su carro, deportivo, llamativo y de último modelo.
Pero el rubio teñido no era como los demás ricos de la universidad. Era realmente una excelente persona y uno de sus pocos amigos. Uno de los tres que tenía.
—No estabas por aquí ¿verdad? —preguntó serio, pero sin escucharse molesto.
El mayor dejó de intentar ponerse el cinturón de seguridad y se giró a ver al castaño, que acababa de ponerse el suyo.
—¿Miento tan mal? —respondió con aires cómicos. Jimin, con una sonrisilla, negó.
—No. De hecho pareces actor.
Seokjin prendió el motor —Lo sé.
El menor se recargó por completo en el asiento y miró al rubio, que ya estaba comenzando a conducir fuera de la plaza comercial.
—No tienes que hacer esto, hyung. No te molestes.
—No es molestia —respondió —Todo lo contrario. Ayudas mucho a Eunhyuk con tus clases. Además, ya pasó de la una y mañana te levantas a las cinco, no puedo permitir que te vayas caminando a tu departamento.
Jimin entrecerró los ojos —¿Seguro?
—Y... me he dado cuenta de tu situación.
—Eso pensé —sonrió bajito, sin gracia —Los de la universidad pueden ser algo..
—¿Entrometidos? —agregó rápido.
—Observadores —corrigió —Se nota mucho que no soy como ustedes. Incluso se ve a leguas si me paro a tu lado.
—Ay, claro que no.
Se giró a ver a Jimin y al verlo con una ceja elevada, asintió blanqueando los ojos.
—Bueno, tal vez un poco. Pero me enoja que todo sea tan injusto.
—Si, a veces yo también me enojo, pero esto es lo que hay —se encogió de hombros, sabiendo que Seokjin lo miraba de reojo —Cada quien sobrevive como puede.
—¿Yo con solo estirar la mano y tú con tres trabajos?
—Ajá —asintió encogiéndose de hombros de nuevo.
—¿Y tu mamá? ¿Y tu papá? —preguntó el mayor, con la mirada clavada hacia el frente —¿No te pueden ayudar?
—Estoy solo... —soltó con aires de tristeza, pero Seokjin no lo notó.
—Que coraje.
—Pero hay que seguir trabajando. Cuando me gradúe dejaré de hacer todo esto, ganaré muy bien y viviré en un departamento más cómodo.
Seokjin asintió, sin saber que decir. Sentía coraje cuando veía a Jimin luchando por permanecer despierto en clases, luciendo oscuras ojeras debajo de sus ojos por llevar horas extra, cuando veía que los libros que tenía estaban usados y prácticamente ilegibles por su mal estado. Cuando notaba la actitud grosera y antipática de muchos estudiantes hacia él.
Él trataba de ayudarlo de todas las formas posibles, pero el menor difícilmente aceptaba esas ayudas. No quería recibir nada gratis, mucho menos lástima de los demás. Pero no por eso se rendiría. Por lo menos había utilizado el poder de su familia para expulsar a uno que otro clasista de sus aulas sin que el castaño lo supiera. Había comprado los libros que necesitaba para ciertas materias y se los dejaba en "objetos perdidos" para que él pudiera utilizarlos una vez que se enterara.
Seokjin seguiría apoyando a su amigo a sobrevivir en la universidad mientras Jimin sobrevivía por sí solo en el mundo laboral. Pero sobre todo, en el real.
Gracias por leer!!! Ya pasamos las 100 leídas jijijij
el cap estuvo medio aburridillo, pero es necesario para la trama
les amo un montón, gracias!!!
-hiena!
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