ojos efervescentes ;; 131122
Jimin no acostumbraba a desayunar, pero antes de salir de casa de los Jeon, Yuko lo obligó a comer algo. Juntos prepararon hotcakes y cuando terminó de lavar su plato, salió en dirección al supermercado para recoger el sueldo que le correspondía. Había renunciado días antes y le dijeron que para ese día ya tenían su dinero más aparte el extra de las vacaciones que nunca cobró.
Ya le habían dado el dinero del restaurante junto con su finiquito y tenía ahorrado varios miles de wones a escondidas de su padre, sumándole las propinas que estaban intactas en sus cosas y el dinero de cosas que vendió.
Ya tenía lugar donde quedarse por algunos meses, pero con lo que sobraba tendría que comer una vez al día para, al menos, resistir tres semanas desempleado.
Todo el camino de regreso lo hizo a paso lento, con un nerviosismo que afectaba directamente a su estómago. Estaba feliz porque por fin se largaba de la mierda que era Busan y se iba a la capital donde se graduaría de Criminalista y trabajaría con la policía donde junto con su equipo resolvería los casos más inéditos de todo Corea.
Pero primero necesitaba conseguir trabajo allá. Hacer amistades y hacerse de contactos con el paso del tiempo, Entre más pronto mejor.
Tocó la puerta de los Jeon y se tensó levemente cuando no fue Yuko quien le abrió, sino Jungkook. Apenas cerró la puerta, Jimin se quitó la bufanda que era la causante principal de su sofoque y plantó frente al perchero, ignorando ojos del menor clavados en su espalda.
Desde que le confesó su orientación sexual, Jungkook había actuado normal. Lo miraba un poco más de lo usual, pero todo estaba bien. No parecía haberle dicho a Jungheon o a Junghyo porque le hablaban como siempre y no había notado cosas o miradas extrañas en él.
Jimin quiso carraspear, para darle a entender al menor de los Jeon que notaba su mirada y se estaba incomodando, pero prefirió no hacerlo. Se giró y como los dos días que llevaba durmiendo ahí, no supo que hacer. Se meció junto a la puerta y miró la hora en su celular con la pantalla destrozada. Once y quince de la mañana. El tren directo a Seúl salía a las cinco de la tarde. Como no era su casa, por lógica, no se paseaba como si nada. Respetaba y solo se movía cuando alguien lo invitaba a alguna parte. No sentía correcto el subir las escaleras como si nada o sentarse en la sala o ver televisión sin haber sido invitado antes. Entonces notó que Jungkook lo seguía mirando, esta vez curioso, seguramente extrañado por la forma en la que se mecía con los ojos en el piso.
—Jimin-sshi.
De nuevo, el mencionado no se extrañó cuando Jungkook no lo llamó hyung. Al principio lo sintió raro, pero supuso que a los únicos hombres a los que llamaba así era a sus hermanos, a nadie más, por más cercano que fuera.
Jungkook señaló la puerta con su cabeza —Tengo mandarinas —levantó la bolsa de plástico que no había notado que llevaba —¿Vamos afuera?
El castaño asintió, relajado. Caminó con el hermano menor de su amigo hacia el pasillo que conectaba desde el frente hasta el patio, que no era pequeño, pero tampoco necesariamente grande. La mitad estaba pavimentado y la otra tenía un jardín cuidado, con el césped verde, flores en las orillas y dos árboles cerca de la esquina. Jungkook caminó hacia ellos y se sentó, recargándose en el tronco con la bolsa de plástico a su lado.
—¿A qué hora llegarás a Seúl? —preguntó, sacando una mandarina de la bolsa y comenzando a pelarla.
Jimin se sentó en el otro árbol, cerca del pelinegro, que le tendió una mandarina grande, dejando la suya en su regazo.
—Siete y media —respondió, estirando las piernas —Ocho a más tardar.
—¿Dónde pasarás la noche?
—En un motel —respondió rápido —No le digas a tu mamá.
—¿No quieres que se preocupe?
Jimin murmuró un "Ajá" con la mirada en la mandarina entre sus manos, sintiéndose de pronto con el estómago a tope.
—Mañana me veré con la rentera —explicó, porque de una forma u otra sintió que Jungkook también se podía preocupar —Ayer hablamos por teléfono y nos pusimos de acuerdo. Tengo que pagar tres meses por adelantado.
—¿Y sí tienes dinero? —habló con la boca llena, para después escupir una semilla.
—Sí —sonrió, comenzando a quitar la cáscara —Justo hoy lo conseguí completo, vengo de cobrar.
Jungkook aprovechó que el mayor estaba cerca para mirarlo. Por su perfil, notó que tenía la nariz recta y chata, que ya no estaba el arete dorado en la parte superior de su oreja y que ahora la remplazaba una arracada plateada muy pequeña y sobre todo vio que el golpe de la ceja por fin estaba cicatrizando.
—¿Alguien, además de tu papá y yo, sabe que eres gay?
Jimin dejó de quitarle la cáscara al cítrico apenas escuchó la palabra "gay". No era una prohibida, pero en definitiva no estaba entre sus favoritas. Giró su cabeza hacía la derecha, donde estaba el pelinegro, pero no lo miró. No pudo.
No le apetecía hablar del tema. No quería ni siquiera recordar las veces fallidas que intentó tener una erección viendo fotos y videos de mujeres tocándose los pechos o masturbándose. Pero una vocecita en su subconsciente le dijo que con nadie más podía hablar de ello y que, aunque le doliera, la verdad es que necesitaba hablar. Quería hablar.
Entonces lo hizo. Miró al pelinegro sin hacer ni una cara y habló.
—¿Por? —no había hablado, pero en definitiva, no había cortado el rollo ahí.
Jungkook, desde el día que escuchó la confesión del mayor, había tenido la idea de coquetearle. O al menos hacer el mínimo intento. El resultado fue catastrófico, y solo necesito unas cuantas frases para llegar a eso.
Primero se burló de su estatura. No sabía exactamente qué iba a lograr con eso, pero antes de siquiera meditarlo, ya estaba abriendo la boca. El punto era que la verdad Jimin no era bajo. Pero no era tan alto como Jungheon y Junghyo, que ya pasaban del metro ochenta. El mayor replicó que ambos tenían casi la misma altura pero se excusó de lo mucho que le faltaba por crecer. Jimin no se mostró molesto, pero era obvio que no estaba contento.
El segundo y último intento, fue llamarlo de una forma que estuviese acostumbrado. "Jimin-sshi" para ver si así notaba que era diferente al resto. Quitar la diferencia de edad para que lo tomara en serio, o al menos, ganarse un regaño de su parte por ser un igualado, pero de nuevo, no funcionó. Jimin no le dio importancia, hasta parecía que ni notó ese gesto.
Entonces Jungkook se dio a la idea que Jimin, lo más probable es que lo veía como "el molesto hermanito menor de Jungheon".
En esos momentos el castaño estaba sentado con y cerca de él por que no tenía nada que hacer.
Jimin no estaba interesado en él. Punto.
Hasta que le vino una pregunta a la cabeza: "¿Por qué me dijo que es gay?"
No lo tomó como una oportunidad o como una señal de que estaba interesado en él, pero, realmente sin querer, se hizo ilusiones.
Por eso preguntó. Porque si solo se lo confesó a él, podía significar algo más.
Por supuesto, Jungkook no iba a contestar esa pregunta con esa larga explicación. Mejor optó por el común:
—No sé. Solo se me ocurrió.
Jimin, como era de esperarse, no le creyó. Pero decidió hacerle caso a esa vocecita y contestó.
—¿Supongo que mi hermano? No sé.
—¿Puedo saber cómo tu padre te descubrió?
Jimin negó. No quería recordar las búsquedas, su historial o los mensajes. No quería recordarse a sí mismo mendigando por consejos, experiencias, excusas. Jungkook asintió lentamente, sin querer rascar más en el tema, hasta que, segundos después, el mayor habló.
—Tú fuiste a la primera persona que se lo dije. O, mejor dicho, eres a la única que se le he dicho.
Jungkook sonrió.
—Yo soy bi —dijo, mirando a directamente a Jimin, que giró la cabeza a él tan pronto escuchó la confesión.
—¿Qué?
—Soy bisexual —repitió, calmado —Me gustan hombres y mujeres por igual.
Jimin no le halló la gracia —¿Estás jugando?
—No —dijo con el rostro inexpresivo, ahora con la mirada perdida —Tú también eres la primera y única persona a que se lo digo.
—¿Estás seguro de que lo eres?
—Sí. Lo he sabido desde siempre.
—¿En serio? —preguntó atónito.
—Sí.
—¿Y no te da miedo?
—Todo el tiempo. Quiero guardar el secreto para siempre y evitar que me lastimen. Con solo pensar en decirles a mis papás me dan ganas de llorar. Y este país no está muy avanzado en estas cosas —sonrió por lo bajo, sin una pizca de gracia o felicidad —¿Y tú, Jimin-sshi? ¿Tienes miedo?
—Sí —soltó sincero, mirando la fruta sin terminar de pelar en sus manos —Siento que siempre estaré solo. La opinión de los demás la verdad no me importa. Mi miedo es que siento que nunca tendré una familia ni pareja. Que nunca voy a encontrar a nadie como yo y voy a estar solo por siempre.
—Hay mucha gente gay, Jimin-sshi. También hombres bi. Habrá alguien. Si te lo propusieras y salieras en busca, pudieras conseguir pareja rápido.
—¿Cómo puedo conseguir novio si no tengo los huevos de decir que me gustan los hombres? —Jungkook iba a contestar, pero Jimin vio sus intenciones y se hartó. Apretó la quijada y se giró, hablando rápido para no darle oportunidad —Ya no quiero hablar de eso. Ya quiero que sean las cinco.
El menor me mordió la lengua, pero habló.
—¿Cuál es tu urgencia por irte?
Tal vez era una pregunta un poco tonta de hacer, tomando en cuenta que él mismo había visto el maltrato de su padre. Además de que ya sospechaba desde antes, también que la relación con su hermano estaba bastante mal. Pero aun así tenía curiosidad. El odio y/o desprecio de Jimin era dirigido a Busan, según lo que entendió en la madrugada de varias noches atrás.
—No me gusta aquí. Es todo. —la verdad es que Jimin no sabía porque seguía contestando sus miles de preguntas, pero aun así continuó —Quiero ser citadino, vivir en mi propio departamento decorado como quiero y ver criminal minds con mi gato calicó en el regazo.
El menor sonrió ante la imagen mental —¿Cómo lo quieres llamar?
El castaño lo miró entre harto e incrédulo —¡Yo que sé!
Jungkook asintió sin saber si había metido la pata por hacer tantas preguntas y meterse en lo que no le importaba. O mejor dicho, en lo que no le debía de importar. Sin saber que decir, prefirió terminar de comerse la mandarina a mordidas, en lugar de gajo por gajo.
Jimin ladeó la comisura de su boca y, por ser amable, ahora él se dirigió al menor.
—¿Y tú, Jungkook-ah? ¿Qué quieres?
—Ser idol —soltó fuerte, sin vacilar —Cantar, rapear y bailar frente a millones de personas. Escribir canciones y mostrárselas al mundo.
Eso era lo último que Jimin pensó oír como respuesta. Ha decir verdad no sabía ni que esperarse. Lo único que sabía era su nombre, edad, que era muy envidioso y que era muy maduro para ciertas cosas y muy inmaduro para otras. Y nada de eso se lo había dicho él mismo. Todo lo supo por sus hermanos.
Pero ¿Idol? ¿Jungkook realmente quería ser idol?
—A ver canta —pidió, ya mucho más curioso que antes.
—No —Jungkook ni se molestó en mirarlo. Se terminó la mandarina y tomó otra de la bolsa, dejando botada la cáscara a su lado derecho.
—¿Por qué?
—Me da pena —respondió, encogiéndose de hombros.
—¿Qué no quieres cantar frente a millones? —cuestionó, dándole a entender con su tono de voz lo ridícula que había sonado esa respuesta. Pero Jungkook no se inmutó.
—Es diferente.
—Solo soy yo —le dio un codazo leve al pelinegro a pocos centímetros de él —Vamos.
—No.
—Anda, canta —Jimin ya estaba sonriendo. Volvió a codearlo y el menor en respuesta le arrojó un pedazo de la cáscara en su mano.
—Qué no —dijo, un poco harto —No insistas.
Jimin blanqueó los ojos, pero asintió —¿Has ido a audiciones?
—A una, pero la arruiné por los nervios. Las buenas están es Seúl.
Solo de recordar la forma en la que tartamudeó y olvidó la letra de la canción de Justin Bieber el año pasado, a Jungkook se le erizaron los vellos, por pura pena ajena.
—¿Y no has pensado en ir?
El pelinegro hizo un mohín —Necesito mejorar, luego ya pensaré en eso.
—¿Y para la universidad? ¿Hay algo que te interese?
—No quiero ir a la universidad.
Jimin frunció el entrecejo —¿Y qué piensas hacer?
—No sé —respondió encogiéndose de hombros, pronunciando su labio inferior.
No sabía y no le importaba ni lo más mínimo. Cada que le preguntaban en el bachillerato cómo se veía en uno, cinco y diez años, nunca sabía que contestar. No se veía como idol para no hacerse ilusiones, pero no podía pensar en otra cosa, porque no le gustaba nada en particular.
Jimin no agregó nada y Jungkook dio por muerta la plática. Comieron en silencio una que otra fruta más, o al menos el menor, porque Jimin seguía con la misma mandarina desde que se sentó. Se tendió al menor pelada e intacta y él la tomó sin rechistar.
Pasados los minutos entraron a la casa de nuevo. Comieron a la una de la tarde y Jimin empezó a hacer tiempo marcando a la universidad y la rentera para verificar que todo estuviese bien. Se sentó en la sala y por maps revisó las calles y las rutas de camiones de su universidad hasta su nuevo departamento, usando la laptop de Jungheon. Memorizó calles, anotó números y cuando terminó, regresó la laptop a su lugar y comenzó a revisar sus cosas. Contó el dinero y lo metió a su mochila. Dobló la ropa que Yuko le había dado recién lavada y junto con los gemelos, preparó su maleta. Le regalaron una mochila para gimnasio y metió lo que ya no cabía.
Yuko le preparó un bentō para el camino y le dio comida empaquetada para varios días, que Jimin no dejó de agradecer por muchos minutos.
Y antes de darse cuenta, ya estaba trepado en la camioneta, en la parte de atrás, sentado junto a Jungheon, que jugaba con su DSi. Junggi y Yuko estaban en los asientos delanteros y Jungkook y Junghyo en los de en medio.
El estómago le dolía como nunca. Observó la ventana en todo el camino, rumbo a la estación de trenes.
A los veinte minutos del viaje, Jungkook se asomó por la cabecera. Llamó la atención de Jimin, y cuando la obtuvo, sin decir ni una palabra, le ofreció un audífono. El mayor se acercó al asiento y descansó la cabeza en la parte superior, tomando el audífono ofrecido. Miró la pantalla del ipod entre sus manos y el menor, en lugar de abrir la aplicación de música o de YouTube, abrió la app de notas de voz. Le dio play a la que tenía como nombre "Nothing like us" que duraba más de tres minutos.
—No te rías —pidió con un hilo de voz.
Jimin asintió y sin dejar de mirarlo, un suave piano se comenzó a escuchar.
Al tenerlo así de cerca, Jimin pudo notar el lunar debajo de su labio inferior y lo redonda que era la punta de su nariz. También que la hilera de pestañas largas y tupidas estaban en picada. Miró sus labios delgados y rosas y sonrió por inercia.
Pensó en lo apuesto que Jungkook sería de adulto, y lo popular que sería en la escuela. Antes de que su mente pudiese divagar más, una voz suave como la seda lo envolvió.
Su inglés —algo mal pronunciado— le provocó mucha ternura. Era obvio que no era un profesional y que le hacía falta práctica, pero eso no le quitaba el mérito de cantar precioso. Supo de inmediato que se trataba de la canción más reciente de Justin Bieber.
—Tu versión me gusta más.
Jungkook sonrió, avergonzado por el halago. Se recargó en el asiento y se mordió el labio inferior, aspirando el olor que Jimin soltaba. La colonia de Jungheon y el champú de tapa verde en su baño.
Se dijo a sí mismo que era la última vez que vería a Jimin, porque estaba seguro que el mayor no volvería a Busan. No tenía motivos para hacerlo. Entonces lo miró un poco más, sintiendo las mejillas calientes cuando notó que Jimin seguía con los puestos en él.
—Eres muy interesante, Jungkook-ah —el mayor dijo en un susurro, que nadie, excepto el menor, pareció escuchar —Me hubiese gustado conocerte más.
Jungkook le dedicó una sonrisa sin mostrar los dientes, completamente sorprendido.
—A mí también, Jimin-sshi.
La canción acabó y Jimin regresó a su lugar para perderse de nuevo en la ventana, despidiéndose de Busan sin decir ni una palabra. Jungkook lo miró por varios segundos, luego se colocó el audífono y miró hacía el frente, arrepintiéndose por no haber sido directo desde el principio.
Pero no importaba. Aún si hubiese logrado conquistar a Jimin desde febrero, él aún se iría. Nunca hubiese funcionado.
Cuando llegaron, todos ayudaron con el equipaje. Jimin compró un boleto y salió disparado con los Jeon porque solo tenía siete minutos antes de tener que abordar.
—Es hora.
Primero abrazó a Jungheon. Luego a Junghyo. Antes de que pudiera abrazar a Jungkook, Junggi se atravesó y lo abrazó fuerte. Jimin se tragó el nudo en la garganta y le regresó el abrazo, fuerte y cálido.
—Gracias por todo, en serio —dijo con la voz entrecortada.
Junggi lo abrazó más fuerte, hasta que el contacto se sintió como uno paternal.
—No tienes nada que agradecer, Jimin.
Yuko fue la siguiente, y Jimin por primera vez, le correspondió. Soltó una lágrima al sentir el amor parecido al maternal que la pelinegra le estaba dando y se sintió en paz por varios segundos.
—Gracias.
Cuando se soltaron, Jimin sacó de su bolsillo varios billetes doblados, y sorbiendo su nariz, se los tendió a la mujer.
—Por favor —dijo cuando vio la cara de Yuko.
—No me insultes de esa forma, Park Jimin —advirtió, con los ojos acuosos.
—Señora Yuko...
—Si tanto quieres devolver el favor —dijo con firmeza —Entonces visítanos de vez en cuando.
—Es que eso no lo puedo prometer —respondió con voz baja y con la dicción levemente pausada.
—¿En serio no quieres volver?
Jimin negó, haciendo un mohín con aires de tristeza —Lo siento.
—No tienes que sentirlo, cielo. Aun así, aquí siempre tendrás una familia.
—Muchas gracias, pero por favor —extendió sus manos una vez más, pero Yuko las tomó y se las pegó de nuevo a su pecho.
—Lo necesitas más que nosotros, Jimin. No seas terco y mejor sube y búscate un buen lugar, cerca de una ventana.
—Nunca les podré pagar por su ayuda.
Intercambiaron unas pocas palabras más que Jungkook no alcanzó a escuchar por tomar la maleta con ruedas del mayor. Jimin lo miró curioso, pero prosiguió con su despedida. Le dijo unas cosas a Jungheon y caminó hacia Jungkook, que a estaba alejado unos pasos.
—Lo acompañaré hasta allá —le dijo a su familia, que en respuesta asintió y se quedó mirando cómo se alejaban, hasta que desaparecieron de su vista al dar vuelta.
Jimin lo siguió, cargando las dos mochilas en ambos hombros, mirando las instalaciones y buscando hacia donde tenía que ir para que su boleto fuese sellado. Cuando se topó con el torniquete enorme que tenía que pasar con su boleto, Jungkook habló.
—Hasta aquí puedo pasar.
Sintió los nervios a flor de piel, pero se dijo a sí mismo que era ahora o nunca. Entonces soltó la maleta y antes de que Jimin le pudiera agradecer, lo tomó de las mejillas y pegándose a él, le plantó un beso en los labios. Esponjosos, pero secos.
Tenía los ojos cerrados tan fuerte que no pudo ver la reacción del mayor en ese momento, y como era un simple pico, no supo exactamente si le correspondió o no. Sintió que todo en su interior se invirtió y se separó después de tres —cortos y al mismo tiempo largos— segundos.
Observó a Jimin con una pequeña sonrisilla, quien lo miraba incrédulo y con los ojos más abiertos que nunca. Dio un paso hacia atrás y le arrimó la maleta que había soltado a su lado.
—Suerte —dijo como si nada para darse vuelta y salir de ahí.
No supo si hubieron miradas curiosas o murmullos, pero de lo que estaba seguro es que no había ni una pizca de arrepentimiento en su ser. Acarició, lamió sus labios y se incorporó a su familia, que ya lo estaba esperando en el estacionamiento.
Jimin despertó del trance al escuchar el estruendo que hizo su maleta al chocar con el piso. Confundido, la recogió y después de que le entregaron su boleto, subió al tren. Guardó sus cosas donde le indicaron y se dejó caer en el asiento azul afelpado y cómodo junto a la ventana. Aún no llegaba la persona con quien se sentaría y aprovechó para soltar un suspiro y peinar sus cabellos hacía atrás, aun sin procesar por completo lo que acaba de pasar varios minutos atrás.
Jungkook le había robado un beso. Uno pequeño y breve. Jungkook, el hermano de Jungheon y la única persona a la que le había dicho que es gay. El pelinegro de dieciséis años. Ese Jungkook. Frunció el entrecejo y pensó en todos los escasos momentos que pasaron juntos, pero no recordó uno donde se pudieran malinterpretar sus palabras o acciones. No lo ilusionó.
El castaño hizo un esfuerzo por olvidar el tema, porque ahí, en el tren, comenzaba su vida, y por ende, sus problemas.
Para la primera hora del recorrido, el castaño revisó el mapa de Seúl que se les dio al subir al tren. Buscó el motel que había encontrado en internet para pasar la noche y durmió unos pocos minutos; para la segunda, ya se había comido el bentō que Yuko le había preparado. Arroz blanco, pollo empanizado y una variedad de frutas que acompañaban la ensalada. Se imaginó a sí mismo en la primaria, abriendo todos los días su lonchera para encontrarse con comida deliciosa y elaborada solo para él.
Pero no. Nunca había llevado comida.
Tratando de no recordar viejos tiempos, Jimin se enfrascó de nuevo en el mapa. Estudiando, memorizando rutas y calles para así no sentir tan fuerte el cambio de aires.
Pero la verdad era que, no importaba las horas o la dedicación que le pusiera al mapa, Seúl era aterrador. Enorme, repleta de gente y competencia, mayormente laboral.
Cuando Jimin salió del tren, con sus dos mochilas y su maleta roja, se enfocó en respirar hondo. Tenía miedo, un dolor de estómago terrible y un nudo en la garganta, pero no importaba. Prefería sentir eso a diario por años que pasar un día más en Busan con su padre y su hermano.
Intimidado por la capital y sintiéndose repentinamente diminuto, caminó unas cuadras lejos de la estación, tomando con fuerza todas sus pertenencias. Recordó las calles que había estudiado y siguió el recorrido en su mente. No quería tomar un taxi por dos razones: la primera era que no tenía dominado el dialecto y temía que le cobraran de más al reconocerlo como extranjero, y la segunda, no tenía tanto dinero para gastar. Tomar un taxi era un lujo que no se podía dar, tal vez, en varios meses.
Siguió caminando por las calles y, odiando la sensación de incertidumbre y lo desconocido que le resultaba cada metro de Seúl, por fin halló el motel. Más viejo de lo que se veía en internet. Tenía dos pisos y parecía sacado de una película de terror, pero sin duda, era muy útil.
Con todas sus cosas, caminó hacia lo que parecía ser la recepción. Al pararse frente a la ventanilla, divisó a una mujer en sus veinte, jugando una partida de solitario en un computadora vieja y ancha y con un cigarro de marca fuerte sostenido entre sus labios.
—Buenas noches —dijo para llamar la atención —¿Me podría dar la habitación más económica, por favor?
—Ocho mil wones —Jimin suspiró por lo barato que había salido y dejó el dinero en el mostrador. Apenas segundos después la señorita arrojó la llave frente a él, Jimin la tomó —La tiene que desocupar a las ocho de la mañana.
—¿Avisan?
La mujer negó, sin mirarlo —Usted tiene que estar al pendiente.
—Gracias, linda noche.
Sin recibir una respuesta, el castaño subió las escaleras de metal con todo su equipaje. Encontró la habitación doce y entró. Estaba mucho mejor de lo que imaginaba, una cama grande y bien tendida estaba en medio de la pequeña habitación con una silla de plástico a la derecha y un buró con una lámpara con luz amarilla a la izquierda.
Dejó las cosas en el piso y se adentró al baño, que gracias al cielo, estaba igual de limpio que todo.
Se tiró a la cama levemente incómoda, bajo el silencio que tenía su habitación y el motel entero. Puso a cargar su celular y puso la alarma a las seis y media de la mañana para así a las nueve estar listo para verse con la rentera como había quedado y después ir a la universidad para saber cuáles eran los pasos siguientes.
Jimin cerró los ojos y se dijo a sí mismo que todo estaría bien. Que ahora Seúl era su hogar y que solo se tenía a él. Cosa que amaba, pero le aterraba al mismo tiempo.
gracias por leer
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