15. Lobo con piel de cordero


Carraspeo. Con un gesto de mano permito que Peskov se sirva vino, aunque inmediatamente después de probarlo pone una mueca de disgusto. No le culpo, probablemente esté acostumbrado a la potente bebida de sus parajes. Y suspiro ante las nuevas bandejas de comida que entran por la puerta. Tantos banquetes y celebraciones están comenzando a dejarme el cuerpo pesado y flojo; nada que ver con lo que antes era el orgullo de la casa: mis músculos.

Sonrío cordialmente a los numerosos ojos atentos en mí, como todo Líder respetable haría. Estoy encerrado en la cámara con los diecisiete licántropos más peligrosos de Eops, más el silencioso Mask que espera tumbado junto a la chimenea, como siempre.

Antravick, el Líder de Voleus de piel morena, se apresura a atacar los emparedados de hojaldre en cuanto los ponen en la mesa, siendo imitado por la seria pareja de Líderes de Vanadium: Boreas y Gauna. Karim de Aquinate, el de los ojos negros, sigue mirándome como si no fuera más que una gota de lluvia en su parabrisas, y Royce de Kenewhalle se empeña en exigir a los cocineros una crema baja en grasas para acompañar a los taquitos de carne. Ya está empezando a hincharme la vena.

Peskov me mira de reojo; el Líder ruso de Annelisse se fía de mí tan poco como yo de él. El ambiente se relaja un poco gracias a las risas vivaces del trío gemelo de Taurania: Denai, Kenai y Kadei, que intentan enseñar a Rokku algunas palabras más en español. Kaiser, Líder de Astor, se mantiene al margen observando las bandejas de comida sin decidirse a probarlas, mientras el Líder de Adhara, Solem, mantiene una escueta conversación con el Líder más joven de la reunión y perteneciente a la ciudad australiana de Altaria: Sharp. También puedo percibir por el rabillo del ojo un leve acercamiento a Mask por parte del Líder de Avantine, un hombre robusto y elegante al que todo el mundo llama Dynamite.

Tuve que dar mis mejores esfuerzos para ocultar la mueca que indicaba que los desprecio a casi todos.

Esquivel. —Rosseaum llamó mi atención—. ¿No piensas ofrecernos asiento todavía?

El Líder francés soltó una carcajada, eligiendo una de las sillas junto a la mesa rectangular y posando sus reales posaderas sobre ellas.

—Queridos Líderes de las ciudades licántropas de Eops; les doy una cordial bienvenida a la mansión de mi linaje, el clan Gau Begiak de La Ciudad Que Nunca Duerme. Si son tan amables de sentarse...

—No necesito ser amable para sentarme. —Royce agrió su expresión—. Chabola, diría yo. La mansión de un Líder debería ser más exuberante que esta simple cámara con chimenea. Además de anticuada. ¿Dónde está el sistema de ventilación y de calefacción? ¿Dónde están los cuadros de tus antepasados?

—Quemados. En esa misma chimenea que ves —espeté—. No soportaba más la presencia de mis abuelos mirándome desde las paredes, no eran unos huéspedes que me agradaran. Mira, igual que tú.

El Líder inglés soltó un sonoro bufido, evitando contestar a mi amenaza.

—A mí me parece suficiente. Un hogar cálido solo necesita una mesa, bebida y un buen fuego... —comentó Peskov, quitándose los guantes negros por primera vez. Tenía las manos agrietadas por el frío de Annelisse.

—De todas formas este no es mi hogar, únicamente es donde recibo las visitas. Pero hablando de hogares... ¿Cómo os habéis sentido alojados en vuestras nuevas viviendas? Las casas en el aire han supuesto todo un reto para los constructores.

Bebí un trago de vino, mientras Antravick alzaba la voz con la boca llena de comida.

—Yo no tengo queja. Es espacioso y aireado, y me gustan las vistas desde el cielo.

—Yo no disgustado —pronunció Rokku lenta y dificultosamente—. En Chikara haber todavía menos espacio... Yo estar-estoy, acostumbrado a multitud.

—Es la peor mierda que he pisado nunca —opacó Karim hostilmente—. Las palomas se meten por la ventana y dejan todo lleno de cagadas... Por no hablar de todas las veces que tengo que subir y bajar esas malditas escaleras para ir a la calle.

—¿No puedes sobrevivir a un par de pájaros bobos y a unos escalones? Guau... Pues cuidado también con las abuelitas con las que te cruzas por el camino. Las he visto llevar en su bolso cosas sospechosas —se burló Sharp desde el extremo opuesto de la mesa. El líder pakistaní prefirió no mostrarse irritado.

—¿Qué sabrá un niño como tú sobre comodidades y bienvenidas adecuadas? Me pregunto si alguna vez habrás ojeado eso que llaman protocolo.

—De eso sé más bien poco, es cierto. Yo soy un líder más activo y belicoso. Que tú, podría añadir. De esos que se dejan ver el pelo en vez de encerrarse en su palacio bañado en oro y nieve comparando la calidad de los sillones. De hecho, lo que yo me pregunto es si tus soldados saben para quién luchan.

—¡Pues claro que lo saben! —Karim golpeó la mesa con los puños y las copas bailaron. El turbante se le descolocó ligeramente por el brusco movimiento de cabeza hacia mí—. ¿¡A qué se debe ese jodido ataque?! Esta reunión apuntaba a ser enormemente insultante desde que la vi venir, así que si no vigilas las bocas de tus invitados me largaré a convivir con mis sucias palomas hasta que este dichoso torneo se acabe.

«Mejor no lo propongas muy alto, las palomas te aguantan mejor...»

—Cálmate, Karim. —Mi severa mirada bastó para que Sharp alzara las manos inocentemente, mientras yo masajeaba mis párpados con pesadez—. No sé por qué siempre que nos juntamos os comportáis como si llevarais un petardo en el culo. ¿Por qué no os relajáis un rato? Venga, que os he traído un regalo para ayudaros.

Un camarero entró con una bandeja de plata, ofreciendo a cada Líder un puro de color tostado.

—Puros cubanos; los mejores. Recién importados desde la Superficie.

—Yo he dejado de fumar —rechazó Solem.

—¿Cuántas veces? —preguntó Dynamite con expresión divertida.

—Nueve. —Solem inspiró hondo, apartando el puro—. Pero esta vez es en serio.

Los Líderes esbozaron una sonrisa, mientras el ambiente comenzaba a llenarse de un humo pesado y acogedor.

—Bueno, muchachos, ahora mismo las tabernas estarán a rebosar de gente apostando por los competidores, y nosotros no debemos ser menos. ¿Apostaréis por vuestros propios representantes o seréis tan cabrones de hacerlo por otros ajenos? —Sonreí maliciosamente poniendo un papel y un bolígrafo sobre la mesa. Las cantidades de dinero que se estaban moviendo ahí abajo no tenían punto de comparación con las que se iban a mover aquí arriba.

—Llámalo como quieras, a mí me gustarla denominarlo «ser lógico». Nadie va a enterarse de en quién depositamos dinero, y tampoco es que estemos poniendo a nuestros hijos en juego. —Sharp alzó la cabeza con altivez, mesándose su recortada barba con los dedos.

—Ja. Lo dices porque ya eliminaron a tu participante de agua, ese tal Niro. Ya no te queda nadie por quien aplaudir; Altaria se ha quedado sin cartas demasiado pronto —incentivó Antravick, disfrutando del humo que salía de sus pulmones.

—No había ni una remota posibilidad de que Niro llegara a la cima. Si crees que estoy aquí por ese antiguo cadáver significa que te has golpeado la cabeza con algo antes de venir. —Entrecerré los ojos, adivinando las palabras de Sharp antes de que las pronunciara—. Estoy aquí para apoyar a Sony. Sus orígenes siguen estando en mi ciudad.

—Sony pertenece a La Ciudad Que Nunca Duerme. No tienes derecho a decir ni una palabra cuando tuvo que venir aquí por vuestra culpa; tuya y de tu maldito grupo de Évones.

—Yo no tuve nada que ver con los Fawkes; fueron ellos quienes se mataron los unos a los otros. Ya no sé cuantas veces voy a tener que repetírtelo. —El hombre me miró de reojo—. Tú eres libre de olvidar sus orígenes pero te aseguro que él no lo va a hacer.

—Altaria ya no es un lugar al que pueda llamar hogar. Lo único que Sony podría reconocer yace ahora bajo el lodo y los escombros —siseé.

—Venga, Esquivel... No intentes acaparar todo el triunfo del chico para ti solo. Al fin y al cabo, no puedes hacer nada porque yo apueste por el mismo bando que tú. —Sharp estiró la mano para acercar el bolígrafo y el papel y apuntar una cantidad junto al lado del nombre de «Sony». No quise contar los ceros.

—Por desgracia para ti, yo le conozco mucho mejor. Incluso podría aventurar que su próximo asesinato será con su ataque más divertido, el «Bailaparamí». —Repetí el nombre del chico en la hoja, junto a la cantidad superior de setecientos mil euros.

—Bah... —Rokku ganó toda atención, adueñándose de la hoja de apuestas—. Vuestro chico de lluvia es solo barro mojado bajo pies de mi competidora.

El nombre de Jaden quedó escrito junto a una cantidad de yenes desmesurada. El Líder japonés contaba con los enormes bancos de Takara para su diversión, los más copiosos de todo Eops.

—Confías demasiado en esa chica. El Talento de la Distorsión es muy destructor, sí, pero también es predecible. Tampoco puede usarlo en cualquier sitio, y ni siquiera la he visto entrenar en todo el tiempo que llevamos aquí.

La Líder italiana miró de reojo a Rokku. Dalaena poseía una expresión seria y apagada, probablemente después de haber visto morir a su mejor competidor a manos de Anouk.

—Jaden no entrena. No es necesario para Jaden. Ella solo sonríe... y el mundo agoniza. —Rokku esbozó una expresión siniestra. Esos ojos orientales se volvían inquietantes cuando se cerraban aún más de lo que estaban normalmente.

—Estrategia, querido Rokku. Estrategia es lo que vencerá, y no el ordinario poder. Yo, por mi parte, apostaré por mi querido Arakim de las Dunas —Antravick depositó una gran suma de dinero en el papel, con semblante orgulloso.

—¿Arakim? ¿Cómo puedes apostar por alguien que piensa más con la polla que con la cabeza? —Kaiser soltó una carcajada atronadora—. Acaba de llegar y ya anda por ahí inseminando a las muchachas españolas. Sin ir más lejos, antes de venir le he visto divirtiéndose con una pelirroja en un callejón. O más bien, oído. «Los de pelo llameante somos los más fogosos... Galarie» —decía. ¿Así es como se protege las espaldas?

Me llevé la mano a la cabeza emitiendo un resoplido. Iba a tener que decir a Gala que fuera más discreta si no quería levantar escándalos entre mis allegados.

—Mi competidor puede vivir como quiera mientras siga viviendo, ¿no crees? Si ha mantenido su corazón latiendo hasta ahora significa que algo estará haciendo bien —farfulló el Líder de Voleus con desinterés.

Durante la siguiente media hora, los Líderes estuvieron vanagloriando y apostando por los participantes a quienes habían entrenado con tanto esmero, —algunos personalmente—. El frío Peskov apostó una cantidad kilométrica por su niña rusa, alardeando como un pavo frente a la pobre Líder italiana pero sin desvelar qué era lo que acompañaba a Anouk exactamente. Kaiser defendió con uñas y dientes a su alemán: un tal Brunn de Talento y apariencia particular. La seria pareja de Líderes de Vanadium ofrecieron una cuantiosa cantidad por su competidora griega, una tal Némesis de la que nadie sabía nada todavía. Por supuesto, Et'Reum, Dominique y Kimbra fueron presa de altas cifras por parte de sus Líderes, y Dynamite excusó a Lizzard, un participante que no había podido venir por unos asuntos de última hora. Una lástima, pues el torneo ya había contado con él. Así que finalmente acabó apostando por Jaden a causa de las buenas relaciones que tenía con Rokku.

Por último, dos de las Líderes gemelas de Taurania apostaron por Daiki, y la restante apostó por su compañera Denya.

—Apuestas divididas, qué hermoso desafío. ¿Quién pagará la cena de la que acierte? —reí.

—Tú también deberías tener un poco de sensibilidad y apostar una parte por tu competidor emplumado, Esquivel, en vez de todo a Sony. Yo creo que es cuestión de educación y compostura más que de ambición —replicó Kenai con un bufido.

—¿Por quién, por Búho? —Solté una carcajada—. Es cierto que un miembro de Plumas Libres no se merece tal desdén, pero estando en el punto de mira no creo que dure mucho. Apostar por él sería una gran insensatez.

—¿En el punto de mira? —se interesó Denai—. ¿De quién?

Bebí un trago de vino con parsimonia.

—¿Acaso no te has enterado? Se ha formado la Primera Alianza entre un par de huesos duros de roer, y ya le han dado un ultimátum: Sony, Et'Reum, Jaden, Anouk y Dominique. Quedaron ayer en el Gran Café y lo dieron a conocer a la prensa que esperaba en la puerta.

—Sabía que no tardarían en fichar a Anouk. Como decía mi madre, el veneno siempre viene en frascos pequeños.

—Normal. ¿Quién no ficharía a semejante monstruo después de la actuación repulsiva del otro día? —espetó Dalaena rencorosamente, provocando la risa gutural del ruso.

Repasé el papel una vez terminado.

—Bueno. Recuerdo que las reglas dictaminan el reparto del bote acumulado entre los acertantes, con prioridad hacia el Líder de la ciudad originaria del competidor. La apuesta puede variar a medida que otros participantes anónimos se den a conocer y...

Me quedé inmóvil, en silencio. Inmediatamente caímos en la cuenta de que Royce y Dalaena no habían tocado el papel de apuestas.

—No me digáis que no vais a uniros a la diversión solo porque no os queden participantes vivos... —alentó Sharp, tendiéndoles la hoja y el bolígrafo. Los Líderes de Kenewhalle y Perdomo se quedaron pensativos y rumorearon algo entre ellos antes de escribir las mayores cantidades que se habían puesto en juego hasta ahora: nueve millones de euros repartidos entre ambos.

—Jaden es la mejor opción. Yo entendería que queráis...

Pero Rokku fue interrumpido cuando un nuevo nombre fue plasmado en la hoja, uno del que todos se habían olvidado incluir entre tanta presunción. Uno que dejó a todos los reunidos con la palabra en la boca.

—La Ley de Origen sigue vigente, ¿no? Pues apostamos por el ganador de la anterior edición del Div' Vulk.

◊ ◊

—¿Has averiguado algo más? —Sony metió las manos en los bolsillos mirando de reojo a la muchacha de pelo ondulado que lo acompañaba.

—No mucho. Por lo que sé, llegó aquí hace demasiado tiempo, casi el mismo que nosotros. Sabe ocultarse bien, su aroma dista mucho del nuestro y ya nadie le conoce por su apellido.

—¿No hay ninguna pista? —El chico entrecerró los ojos con irritación.

—Algo he encontrado. Al parecer hizo algún trabajito con una multinacional de arroz, pero el dueño ha cambiado desde entonces y los sucesores han perdido la información.

—La información nunca se pierde, solo cambia de manos. —Miró a su hermana directamente—. Sabes lo importante que es esto, ¿verdad? No sé hasta qué punto lo será para ti, pero en este momento es el único objetivo alrededor del cual gira mi estúpida vida. Yo seré quien clave mis uñas en su garganta; lo único que debes hacer tú es ponérmelo en bandeja.

—Lo sé, Sony. Yo... estoy haciendo todo lo posible.

—¿De veras? —El muchacho cerró sus dedos en torno al cuello de la chica, que abrió los ojos con fuerza y agarró su muñeca con expresión alterada. Afortunadamente, el chico no estaba apretando demasiado—. Porque te he visto bastante relajada estas últimas semanas. Yo tengo un torneo que preparar, pero no sé qué otra cosa tienes que hacer tú aparte de encontrar al asesino que ha dejado tu casa vacía desde que tenías siete años.

—No... No. Cálmate. Voy por buen camino... Creo haber encontrado a un compañero suyo de trabajo de la época en la que manejaba las tormentas. Quizás siga manteniendo contacto con él y...

—Entonces no entiendo por qué sigues aquí.

Sony la soltó con brusquedad, girándose rápidamente y dejándola sola y confundida en medio de la calle. El pelinegro tomó su majestuosa forma lobuna y emprendió el trote hacia la encrucijada de calles; ya se había retrasado lo suficiente por culpa de Dylan.

«Las seis y cuarto. Es una buena hora para que la alianza Roux-Sony entre en acción. De hecho, este torneo se está volviendo cada vez más aburrido sin mi participación».

Sony y Roux habían pasado dos semanas bastante tranquilas desde que Anouk había matado a Silvio, tiempo que les había servido para planear nuevas víctimas y nuevas estrategias de defensa por si eran atacados. Pero no había ocurrido ninguna novedad en todos estos días, hasta el punto de hacerse pesado para unos competidores continuamente en tensión y desesperado para un público continuamente a la expectativa.

No le costó demasiado dar con el aroma de su compañero en el ambiente, pues mantenía a Roux vigilado en todo momento gracias a los soplos de ciertos amigos. Quién sabía cuando podía necesitarle.

Bajó su enorme cabeza azabache para poder rastrear mejor el olor exótico del competidor, dejando caer la lengua rosada por efecto del calor. Apenas sin darse cuenta, llegó a su mente una canción que había aprendido hace muchos años en la Superficie, una canción que empezó a sonar suave y profunda entre sus dientes sin que nadie más pudiera escucharla:

—El radar encendido. Abre bien esos oídos. Mide bien el largo de los hilos... pero pasa inadvertido. Dicen que el buen cazador percibe el olor y sabe escoger lo mejor... pero espera el momento, se mueve muy lento, en esta partida es el gran jugador.

El espacio era recorrido a pasos agigantados, levantando miradas de respeto y abriéndose paso sin que fuera necesario pronunciar palabra. Una infinidad de ojos se clavaban en él con curiosidad, algunos siguiéndole descaradamente cuando creyeron que un nuevo duelo era inminente. Y a medida que ganaba espectadores, el rastro de Roux se hizo cada vez más claro.

—Y mientras se prepara, tú no te enteras de nada; tu naturaleza confiada del débil de la manada. No puedes anticipar lo que va a pasar, sus planes están más allá. Mejor guarda tus cartas, no muestres las alas, cuidado que él te las puede cortar.

Los ojos verdes buscaron a su presa una vez Colleges en los Jardines del Este. La masa de vegetación estaba cargada de plantas tauranianas con hojas tan amplias como manteles, que opacaban la luz de sol y producían una sombra fría y húmeda sobre el suelo. El lobo negro amortiguó sus pasos al pasar por la red de tuberías que regaban las plantas y que estaban camufladas entre el musgo.

—Ruedas dentro de ruedas... Cálculos en su cabeza y más... Decisión milimétrica. Es pura matemática. Él no deja nada al azar, estudia a fondo a su víctima, conoce bien su genética, tiene muy claro cuando atacar.

Los espectadores de Sony tuvieron el detalle de seguirle en silencio, como una fila de patitos detrás del pato más grande. El lobo les permitió que continuaran únicamente porque comprobó que el sigilo colectivo era perfecto. Y bajó aún más la voz si era posible.

—Ten cuidado, pues... Está más cerca de lo que crees... Lobo con piel de cordero, podría ser...

Un lobo rubio y joven se hizo visible entre las grandes hojas. Por su apariencia parecía estar cazando roedores, sin sospechar quién era el verdadero roedor en ese momento. El ángulo de visión fue perfecto allí donde Sony se situó, perfectamente camuflado en la frondosidad de una masa de helechos. Agazapado como el peor de los tigres, sus pupilas se agrandaron para captar mejor los detalles. Ya no supo si seguía cantando o solo estaba moviendo los labios.

—Y su mayor objetivo contigo, es hacerte creer que eres su amigo. Te adula, te engaña, te cuenta patrañas, pero él solo quiere sacar tus entrañas. No es nada personal. No creas que él piensa que eres especial; no vales más que un miserable animal. No es otro por la circunstancia casual de cruzarte en su camino, en el sitio adecuado, en el momento preciso...

El crujido de una ramita bajo los pies de algún espectador, —atronadora para cualquier oído atento—, interrumpió la cautela de Roux y el ataque de Sony en su momento álgido. Todo quedó en silencio después, pero ya era demasiado tarde.

—¿Quién anda ahí? —El lobo chino olfateó el aire al suponer que se trataba de algo más grande que el conejo al que perseguía—. Ah. Hola, Sony.

Roux se impacientó al percibir los aromas de varias personas más rodeando el lugar, mientras el lobo azabache se erguía por encima de los helechos con expresión antipática.

—Veo que tú también estás cazando, ¿eh? —continuó el animal rubio.

—Exacto. Pero algún estúpido pájaro levantó el vuelo y alertó a mi presa —espetó Sony irritadamente, evitando mirar allí donde los observadores estaban escondidos.

—Es normal en los roedores. Los animales pequeños se asustan muy fácilmente por cualquier tontería.

—¿Tú te asustas fácilmente por cualquier tontería?

El azabache caminó hacia su aliado con lentitud. Roux arqueó una ceja sin comprender la pregunta, visiblemente alterado por la obvia presencia de tantas personas.

—De cualquier manera... Aprovecho para decirte que he estado pensando en quién podría ser nuestra próxima presa.

—Yo también.

Sin previo aviso, el cuerpo de Sony volcó al de Roux en un peligroso silencio, situándose encima para impedirle huir. Sus dientes se enterraron ferozmente en el hocico de la víctima y provocaron un crujido agónico y electrizante. El aullido de dolor del oriental estremeció a cada licántropo que había en el lugar, apresurándose a rodearles como buitres ansiosos por la sangre y obligándose a preguntar quiénes eran allí los verdaderos monstruos.

«Uno menos. Uno menos...» —pensó Sony.

Pero Roux se retorció como una serpiente en llamas y luchó por liberarse de su agresor, que mantenía sus convulsiones a raya de manera inamovible. Solo cuando el pelaje del oriental escupió las primeras gotas de su Don, a Sony le flaquearon las fuerzas que le habían permitido doblegar a la víctima bajo su cuerpo: el doloroso ácido de Roux había encharcado el suelo marchitando cualquier planta y atacando las patas del lobo negro, que aguantó la respiración con la intención de partirle el cráneo a su víctima antes de separarse de ella. No lo consiguió. La sensación del líquido humeante corrompiendo su piel y sus músculos fue demasiado insoportable como para quedarse ahí, y Sony se retiró de su posición con un gruñido de dolor y de furia.

—Los traidores... son... la peor basura... que hay... —vocalizó Roux con dificultad, sintiendo como su hocico sangraba abundantemente y los trozos de hueso cambiaban de lugar con cada palabra.

—Se ve que no conoces bien la basura... —pronunció retrocediendo cautelosamente. Y jadeó un momento, limpiándose las patas en la hierba y dejando la piel en carne viva allí donde había caído el ácido. Era consciente de que en un combate cuerpo a cuerpo no sería capaz de ganarle.

El famoso Talento del Ácido de Roux había nacido en el clan Mendeléiev una centena años atrás, pero se había propagado hacia Shanghai mediante un antecesor de Roux de nombre demasiado complicado. Allí, el hombre se encargó de erguir la cabeza como un gallo de pelea y amenazar a cualquiera que dijera sobrepasarle, fundando un clan de altos aires junto a una mujer que podía manejar el agua. Para su desgracia, el Talento no se heredó correctamente y el líquido corrosivo solamente recayó en un hijo de cada tres generaciones, a los cuales se les distinguía por tener una «x» en su nombre y de los cuales Roux era el quinto afortunado. Lógicamente, el estado de Takara-Chikara se había encargado de preparar y proteger perfectamente a un bien tan preciado.

Sintió la punzante necesidad de arquearse cuando comprendió que el ácido había alcanzado su vientre.

«Uno menos» —pensó Roux.

El líquido goteaba abundantemente a partir del pelaje del lobo rubio, levantando siseos humeantes cada vez que tocaba la hierba, pero el sonido fue rápidamente opacado por los truenos que hacían agonizar al cielo justo encima de sus cabezas.

Apenas podían verse las nubes oscuras que se habían formado por orden de Sony, pero el insistente golpeteo de la lluvia sobre los presentes y las grandes hojas indicaba que estaban inmersos justo en el centro de una gran tormenta. El agua ayudó a lavar parte del dolor de ambos competidores, pero Roux parecía bastante más disgustado con el cielo rugiente que Sony. Al fin y al cabo, sabía que la lluvia estaba contra él.

—Sería enormemente estúpido lanzarme sobre ti ahora mismo, así que no esperes que lo haga. Mejor pon una sonrisa en ese hocico desfigurado; hoy vas a tener el honor de bailar conmigo —exclamó el azabache.

Su rival respondió con un férreo gruñido capaz de acallar a los truenos. Sony se limitó a retroceder lentamente, paso a paso, hasta dejar que una distancia de cincuenta metros les separara. Y entonces el lobo negro sonrió, con aquella hilera de colmillos burlescos y macabros pronunciando el veredicto de la gran encapuchada de la guadaña:

—Y ahora... Baila para mí.

La fama de los Fawkes no tenía nada que envidiar a la de los Lobos del Ácido, concretamente aquella que había construido Sony gracias a los ladrillos que consiguió durante su vida. El «Bailaparamí» quizás fuera la piedra clave de su bóveda, aunque no por su poderío ni por su importancia en la estructura, si no porque era la única que el público podía reconocer respecto al resto de silenciosos ladrillos. La única que había mostrado al mundo por qué las tormentas debían temerse, la única que le había impulsado en su pedestal. El «Bailaparamí» era su fama, su caligrafía, su firma. Ese edificio ya no se caería sin esa piedra, pero si faltara desde el principio, jamás podría haberse construido.

Roux se agazapó en posición defensiva esperando cualquier movimiento por parte de su tranquilo contrincante, pero el movimiento no llegó desde la dirección que esperaba. El cielo se abrió abusivamente para que una corriente de electricidad se estrellara contra el suelo con la fuerza de un titán, levantando humo, llamas y trozos de suelo quemados justo en la posición en la que el lobo castaño se encontraba. De haberse quedado ahí Roux abría sido calcinado en menos de un segundo, pero el competidor consiguió apartarse a tiempo y recibir solamente una parte de la onda expansiva.

—Adelante. ¡Adelante! —Los ojos de Sony brillaban con ansiedad, realmente disfrutando del violento vendaval y de su capacidad para enardecerlo.

El cielo tronaba, y Roux se inquietaba cada vez más sin poder despegar la vista de las nubes. Se sentía pequeño, vulnerable sin tener un blanco hacia el que lanzar su ácido y sintiendo cómo el monstruo de lluvia se retorcía pensando hacia donde lanzar su llamarada. Porque sabía que venía en camino, aunque no hubiera un indicio puntual. El indicio era todo el conjunto.

Comenzó a sospechar de qué se trataba el «Bailaparamí» cuando dos columnas más de electricidad reventaron el suelo, calcinando radios de dos metros y elevando la temperatura del lugar para favorecer la evaporación y las nubes. Los efectos de la segunda lograron tocar mínimamente su costado, provocándole profundas convulsiones de electricidad y una quemazón que mordió su piel más de lo que su ácido hubiera podido morder a la de Sony.

—¿Estás disfrutando de la alianza, Roux? —vociferó el rival con una sonrisa de niño travieso—. Siempre es tentador rodearte de gente poderosa que pueda respaldarte y apuntar tantos a tu marcador sin que tengas que mover un dedo... pero a veces es mejor aferrarte a una mano más débil pero que confíes en que te sostendrá, que una que pueda hacerlo sin esfuerzo pero te deje caer a la mínima oportunidad.

El lobo chino recuperó la movilidad de su cuerpo, y consideró que la única manera de frenar la agitación del cielo era asesinar a su manipulador. Confiaba en que Sony estuviera más distraído en controlar las nubes que en protegerse, pero no era así.

—Te voy a freír como si fueras un huevo en cuanto te toque —amenazó Roux.

—Es irónico que tú me digas eso a mí teniendo en cuenta como tienes el costado. ¿Por qué no te concentras en llegar hasta aquí sin que yo te fría a ti primero por el camino?

Meditó el juego expuesto abiertamente por Sony; parecía fácil. Únicamente les separaban cincuenta metros, distancia que podía recorrer fácilmente en diez segundos de galope lobuno, pero se imaginaba de qué manera pensaba interrumpirle. Las miradas de ambos se entrelazaron sin dar tregua a la vida ni un minuto más, mientras Roux emprendía un enérgico galope hacia su rival de ojos afilados y tétricos. Las nubes volvieron a tronar como nunca, lanzando sus rayos contra el terreno para evitar que Roux avanzara más de tres metros en línea recta.

Y Sony le demostró el lado más peligroso del baile, le demostró la manera de acabar con un rival sin que él tuviera que moverse siquiera. Roux tenía que correr con la vista fija en el cielo, visualizar dónde se iluminaba, anticipar donde caería, interpretar los sonidos que se cocinaban en las entrañas de las nubes. Y tenía que esquivar, desviarse, saltar, detenerse, y muchas veces retroceder, cuando los rayos caían demasiado seguidos delante de él e incendiaban grandes tramos de prado. Y abundaron las quemaduras, los golpes de los escombros al saltar, las corrientes eléctricas serpenteando por los charcos y la insistente lluvia siempre en los ojos.

«Puta lluvia. Puto torneo y putos muertos que arrastra. Y puta lluvia de nuevo. La lluvia nunca se marcha...»

La electricidad estallaba contra el suelo una y otra vez, en todas las direcciones. No eran simples señales de Stop, eran fenómenos que podían derretirte si no frenabas justo a tiempo, fenómenos que no podías evitar por completo porque su radio de acción era demasiado grande frente al radio de reacción de Roux.

No creía poder mantener el baile de Sony mucho tiempo más, y todavía le separaban diez largos metros de la figura de negro. No se había movido ni un milímetro; parecía una perfecta escultura inmortal, inmutable salvo por aquella sonrisa perversa.

—Estás comenzando a darme sueño —se burló Sony con semblante aburrido.

Roux le dedicó el más feroz de los aullidos, disolviendo la paz momentánea e incitando a la tormenta a actuar cuando emprendió el camino.

Para su sorpresa, los rayos pararon de interponerse en su camino y empezaron estrellarse alrededor de él, dejando un pasillo central perfecto para que el lobo pusiera sus patas. Sintiendo los pulmones a punto de estallar, ignoró toda probabilidad de trampa para coger su máxima velocidad, observando como la figura de Sony estaba cada vez más a su alcance.

Los espectadores aguantaron bajo la lluvia igual que los competidores, rodeando el área de acción sin miedo a ser dañados y atrayendo cada vez a más observadores gracias a las redes sociales. Las cámaras de sus teléfonos y de periodistas pudieron captar en primer plano el momento en que el lobo llegó frente a Sony y fue impactado por un estrepitoso rayo.

El olor a quemado se hizo evidente a pesar de la humedad, propagando un silencio solemne en todos los Jardines del Este, que habían resultado completamente destruidos. Todos los árboles centrales habían sido derrumbados, y el incendio se extendía lentamente sin querer sucumbir al diluvio.

Cuando finalmente el humo y las llamas se dispersaron, la lluvia lavó el esqueleto deforme y negro que había quedado de Roux.

—Es una pena que no puedas quedarte a ver quién más sucumbirá a mis traiciones... —susurró a su silencioso confidente, mientras le arrebataba su anillo con toda la elegancia del mundo.

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