Capítulo 21: Escape temporal
Ursa
—Es un guerrero —había insistido mamá. ¿No es lo que querías?
—¡No! No quiero unirme a nadie. Ya lo he dicho.
—Creímos que estarías feliz —intervino mi padre, preocupado—. Ya hemos aceptado de todas formas.
Mantenía mis brazos cruzados. Respiraba con algo de dificultad, pero había empezado a sentirme mejor mientras más nos alejábamos. Agradecía que Max no me preguntara qué pasaba. Ni siquiera sabía cómo reaccionaría.
Sabía que no era posible estar con él, pero, por primera vez, había hecho algo que yo quería, sin pensar en las reglas.
Y, oh, se sentía demasiado bien...
Solté aire en un suspiro y dejé caer mis brazos.
—¿Te sientes mejor? —quiso saber él.
—Sí. Gracias —comenté con la mirada un tanto baja todavía.
Tomó mi mano y la llevó a sus labios, dándole varios besos en el dorso mientras seguía conduciendo, haciéndome sonreír. Mi estómago era atacado de nuevo por bichos y mi pecho se tibiaba. Luego la devolvió a mi lado, sobre mi muslo, pero su mano se quedó entrelazada con la mía.
—Quiero quedarme contigo esta noche.
Su sorpresa fue mayúscula, quizá no creía lo que había escuchado. Me miró, estudiándome, y entreabrió los labios, volviendo a ver al frente.
—Eh, claro. —Le dio un vistazo a la pequeña bolsa de tela que llevaba conmigo. Eran solo un par de ropas—. ¿Cenaste?
—No.
Su sonrisa se amplió.
—Entonces te puedo hacer incursionar en el mundo de la hamburguesa con queso y papas fritas. —Movió las cejas con diversión y di una corta risa silenciosa—. Aunque —enfatizó levantando el dedo índice—. No quiero mal nutrirte, mi gatita, así que podemos ir por la que es de pavo. Menos grasosa.
—Oh, está bien. Tú mismo dijiste que una vez al año, no hace daño.
Rio entre dientes.
—Es un dicho. No es tan literal.
Luego de probar la dichosa hamburguesa, la cual pidió por una ventana, sin bajar de la camioneta, fuimos a un "supermercado", como lo llamaban los humanos. Él se disculpó por eso, pero a mí no me molestaba, al contrario, conocía más sobre ellos, sobre él.
Iba muy entretenida viendo cada cosa novedosa que había. Nos detuvimos frente a unas cajas con "cereales". Lo observé a él poniéndose pensativo, tratando de elegir cuál llevar.
Lo vi de arriba abajo, sin parpadear. Me fijaba en cada uno de sus detalles.
Quise llevar el carrito donde poner las cosas porque se me hizo divertido.
—¿Cereales con fresas? —preguntó mostrando la caja.
Asentí con mi leve sonrisa.
—¿Tiene la fruta adentro?
—Sí. Está cortada en rodajas y deshidratada.
Estaba maravillada. Tenían frutas también en su estado natural, jugos, leches de todo tipo, cosas para preparar, menestras, legumbres en congeladores especiales que las mantenían frescas e hidratadas.
Él puso algunos almuerzos "listos para calentar".
Me acerqué a un puestito en donde había un producto para probar. Eran unas frituras con una salsa nueva en el mercado. Así fue como empecé a ir a cada uno de esos para probar.
—Wow, cuidado con ese —dijo Max con diversión al verme ir a un puesto con unos vasitos—. Es energizante. No te va a dejar dormir. Si un día no quieres dormir, me avisas y yo con gusto te mantengo despierta, pero ese líquido no vale.
Observé el líquido de un color anaranjado muy llamativo y ladeé el rostro.
—¿Por qué las toman? ¿Quién no quiere dormir?
—Muchas personas, créeme —puso su mano por mi espalda baja al caminar y sonreí. Me gustaba su contacto—, pero no se siente tan bien. A veces solo quedas somnoliento todavía, con extra de ansiedad.
Algunas personas volteaban a verme y parecían cuestionarse si de verdad habían visto lo que vieron, si estaban alucinando o si solo les pareció.
Un humano pequeño, un niño, estaba tratando de leer una caja y alzó la vista. Me quedó mirando fijo sin disimularlo y sonrió apenas, con timidez.
—Mamá, una gata... —Se dio cuenta de que su madre se había adelantado y se fue corriendo de forma torpe—. Mami, mami, miraaa...
Había también cosas para el cuidado personal. Las cremas y perfumes olían fuerte aun en sus envases.
Max me iba hablando de algunos. Vi también otros que eran para el periodo, y me sorprendió que los humanos todos supieran de eso. No era que en nuestro pueblo no se supiera, pero no era algo de lo que habláramos abiertamente con alguien que no fuera nuestra madre o tutora.
Entre los humanos, no era necesario quedarse en casa si se estaba con el periodo, y sin duda sus productos para eso se veían más prácticos y eficientes. Aunque no tenía idea de cómo usarlos o cómo o dónde iban exactamente...
—Este es un buen enjuague bucal —decía Max. Había puesto un cepillo dental para mí, para cuando viniera a quedarme con él. Al parecer ya había aceptado que no sucedería solo esta vez, y yo, sin darme cuenta, también—. Yo lo uso porque sigue una fórmula similar a la saliva de los evolucionados y evita el mal aliento en la mañana —dijo orgulloso—. ¿Quieres?
Arqueé una ceja.
—Pero si imita mi saliva, no lo necesito porque yo ya tengo mi saliva...
—Ah —rio—. Sí, cierto. Oh, Dios. A veces soy tan tonto —siguió riendo—. ¡Ah, verdad...! —exclamó y me hizo dar un respingo—. Se vendieron el resto de los brazaletes.
Sonreí, sintiendo una extraña ilusión.
—¿Sí? —reaccioné—. Significa que tengo que hacer más.
—¿Quieres ver materiales aquí?
—¿Los tienen?
—El cuero no es de origen animal, pero sí.
—De prisa entonces.
Empujé el carrito de compras, acelerando el paso. Noté recién que algunos pocos humanos andaban en pareja también, y se llevaban de la mano, o juntos simplemente. Sentí de nuevo el toque de mi humano por mi espalda y sonreí.
—¿Sabes? —murmuré—. Estudiando mis sentimientos el día de la fiesta, creo que estuve decepcionada de que no pasara tanto tiempo contigo.
Me miró con incredulidad, pero luego sonrió ampliamente, satisfecho.
—Ya sabía que me querías a tu lado. Yo igual. —Me atrajo a él y besó mi frente, luego se inclinó, buscando mis labios, y yo feliz se los di.
También estaba sedienta por su contacto, por sus besos. Ver a esos otros humanos juntos me habían hecho preguntarme si él se portaría así, y ya iba descubriendo que sí, cosa que me fascinaba y me hacía querer más.
Rei entre dientes al sentir un corrientazo cuando sus dedos jugaron por mi cintura, y él me miró con sorpresa, para luego sonreír de forma traviesa.
—¿Tienes cosquillas?
—¿Cos qué? —Y reí un poco más cuando él volvió a jugar con sus dedos, esta vez con más intensidad—. ¿Qué es esto? —Seguí riendo.
Él me atrapó contra su cuerpo y reí, pegándome a él, aferrándome a su camiseta y, aunque giré, logró retenerme de espaldas. La sensación fue tan poderosa, que, por instinto y casi sin darme cuenta, logré atrapar su brazo y lo mordí.
—¡Au! —rio, liberándome.
No lo había lastimado, esa no era mi intención, solo fue un acto reflejo. Crucé los brazos y respiré hondo, recuperando la compostura mientras él reía.
—Es tu culpa —me defendí—. Me sobre estimulaste.
Él asintió todavía riendo.
—Perdóneme, mi gata fierecilla —jugó y volvió a mí para besar mi frente.
Conseguí solo un poco de material. No tenían mucho ni tampoco variedad. Lo que sí me gustó fue el cuero falso de distintos colores, aunque, viendo las reseñas en mi tienda, lo que les gustaba era el cuero real.
Luego de llegar a su departamento, estuve con Max en esa computadora plana y portátil, revisando eso. Él me enseñó a ingresar al portal desde el teléfono y manejarlo.
Los brazaletes, una vez hechos, debían ser mandados a la central en un paquete individual con un código que ellos mandaban para "imprimir" y pegar. Si alguien compraba uno, las máquinas ahí se encargaban de mandarlo. Por supuesto que todo costaba una comisión, incluyendo el vender en la web, por eso Max había sugerido subirle un poco más al precio.
Lo vi haciendo cálculos que yo hubiera podido hacer, ya que sí sabía matemáticas, pero él estaba tan inmerso en todo el proceso, que se me hizo entretenido.
Me había dado cuenta de que cerraba los ojos, fuerte, a veces, cuando quería concentrarse.
Llevé una cucharada con leche y ese rico cereal a mi boca. Sonreía a labios cerrados con cada bocado. Sabía muy bien.
—Okey. Ahora sí —dijo satisfecho—. Le vamos a poner este precio y veamos cómo le va. Así, cuando tengas los nuevos hechos, solo los agregas al sistema. —Me dio una tarjeta—. Aquí se ha juntado el dinerillo que viene de la web. Recuerda ver en la app cuánto te queda. No le activé la opción de sobregiro con el banco porque eso es hacer un trato con el diablo. —Rió.
—¿El qué con quién?
Negó y se acercó para dejar un suave beso en mis labios que se sintió muy bien hasta la punta de mis cabellos.
Quedó rozando mi piel todavía, con una leve sonrisa. Le correspondí el gesto y lo besé.
Disfruté despacio de esos labios firmes y suaves, carnosos, llenos de él, de su calor, su aroma y su sabor.
Su mano tomó y acarició mi mejilla. Sus labios cubrieron los míos una vez más antes de apartarse.
—¿Vas a decirme qué te pasó? —preguntó en susurro moviendo el cabello de mi rostro y acariciándome.
Apreté los labios y volteé a ver a la computadora.
—¿En verdad quieres saber?
Suspiró.
—Respeto si no quieres decirme, tranquila. Es solo que eres mi novia y me preocupo por ti. Quiero poder ayudarte, ser parte de tu vida, que confíes en mí. Eso es ser una pareja.
—¿Como un núcleo? ¿Como la unión en mi pueblo?
—Sí. Algo así, supongo. Sé que ustedes suelen hablar con sus futuras uniones para conocerse. Yo en verdad quiero que esto funcione.
Sonreí y pensé un segundo.
—¿Entonces vas a decirme también por qué no quieres a tu padre?
Su sonrisa se amplió y resopló.
—Ah, mi chica lista. No se te escapa nada. —Plantó un beso en mi frente, acariciando mi espalda—. Primero tú. Lo mío es algo pasado. Me preocupas tú ahora... —Reaccionó a mi toque por su pecho, ya que me tenía contra sí, y tomó mi mano—. ¿Ursa...?
—¿Qué?
Se apartó.
—¿Quieres distraerme del asunto?
—No. Solo tengo curiosidad. —Me crucé de brazos, sintiendo molestia—. Tú sabes cómo es el cuerpo de una mujer. —Se preocupó, pero continué—. He visto anuncios en todas partes dejando todas nuestras formas en evidencia. Incluso en el supermercado. Es obvio que todos ustedes lo saben, o al menos tienen una idea. Yo soy la que no sabe, así que, como mi novio, debes dejarme.
Soltó una carcajada, echando el rostro hacia atrás.
Su hermano llegó, abrió la puerta con su llave, y nos vio.
—Ah. Se perdieron de la diversión. Aunque quizá yo se las interrumpí —comentó mientras Max se le acercaba—. ¿La trajiste? ¿Qué pasó? —susurró, pero aún pude escuchar.
—Shh —Max lo intentó silenciar, pero, aunque hablaran más bajo, podía seguir escuchando—. Me lo pidió de favor. No quiero que se sienta incómoda, ¿sí? Va a dormir aquí, así que te vas preparando para dormir de cucharita conmigo. —Le dio un par de palmadas en el hombro y se alejó, empezando a hablar a su volumen normal mientras Jorge reía en silencio y negaba con la cabeza—. Traje cereal, y esos macarrones para calentar que te gustan.
—¡Yey!
Me puse mi ropa cómoda para dormir. Mi camiseta grande y sencilla, al igual que mis pantalones. Me atreví a quitarme la banda que me presionaba los senos, ya que me sentí con la suficiente confianza para hacerlo.
Vi contenedores con cremas raras, uno decía shampoo y hablaba de cabello así que asumí que era jabón para eso. Lo olí y sonreí porque era parte del aroma de Max. También otro pomo con una crema blanca, olor que reconocí del rostro de él a veces. Decía que era para "afeitar".
Mi cerebro se había guardado esos olores en un lugar especial. Mi estómago se ponía intranquilo, pero me sentía feliz.
Me miré unos segundos en el espejo. Era mucho más grande que el que tenía en casa.
Estaba con el cabello suelto. Apenas reconocía a la chica de ojos felinos que me miraba sin parpadear. Sí sabía cómo era, pero nunca tuve la oportunidad de observarme en uno tan grande.
Sonreí apenas, ladeando el rostro. Me puse de costado, revisando el perfil de todo mi cuerpo. Aplasté mi camiseta contra mi abdomen y mis senos se notaban como en las mujeres de los anuncios. Sonreí un poco más por eso, porque me gustaba cómo me veía.
Recordé uno de los anuncios en el que una mujer estaba abrazada a un hombre, sin aparentemente nada cubriéndola.
Eso era demasiado íntimo, muy privado, pero me pregunté si podía llegar a hacer eso...
Sacudí la cabeza.
No. Quizá el que ellos lo presentaran como algo normal era parte de su perdición. Si fuera normal, en mi pueblo no nos prohibirían todo contacto con alguien.
Y... y si era "normal" para los humanos, entonces... él... ¿habría hecho eso?
Salí del baño y Max y su hermano voltearon a verme, sonrieron y volvieron a lo suyo. Estaban tratando de pasar un nivel en un juego. Max animaba a Jorge, de pie detrás del sofá, con sus manos sobre sus hombros.
—¡Corre! —lo sacudió y Jorge empezó a soltar cortos gritos seguidos porque algo lo perseguía en el juego y él escapaba de forma torpe—. ¡Pero no te choques! ¡No te presiones! ¡Sí, presiónate! —lo sacudió de nuevo—. ¡Presiónate como si fueras ateo y tu familia ultra religiosa te pidiera bendecir la mesaaa!
Ambos gritaron mientras el gato en la pantalla se acercaba a una salida.
El gato cruzó y ambos soltaron un "¡Sí!" y celebraron. No pude evitar reír entre dientes. Siempre me había preguntado cómo sería tener un hermano o hermana repetidos. Aunque ellos tenían distintas edades. ¿Cómo hacían los humanos para recibir otro hijo luego de tiempo?
Max vino y me dio un beso. No pasé desapercibido el suave toque de sus manos en mi cintura, mi cuerpo presionado contra el suyo un par de segundos.
—¿Lista?
Me llevó a su habitación y encendió la luz.
—Ponte cómoda. Yo voy a estar con mi hermano. Peeero... —Volteé a verlo y él cerraba la puerta. Se acercó, sacándose la camiseta, y sonreí ante la vista de su pecho tan bien formado—. Te voy a dejar ver un poco más, ya que lo pediste y no quiero que sientas molestia solo porque sé cómo son las mujeres y bla bla... No es lo mismo que conocer el tuyo y no influencia en nuestra relación, cabe aclarar.
Llegó a mí y no dudé en tomar la medalla que colgaba entre sus pectorales y deslizar mi otra mano sobre sus formas, empinándome y cubriendo sus labios con los míos.
Me apretó contra su caliente cuerpo y mordí su labio, presa de las ansias, de la corriente que me recorrió al sentirlo contra mí.
Mi reacción me asustó y me detuve. Él reía entre dientes y se llevó la mano a la pequeña herida que le había causado.
—Okey. Esto va a ser costumbre al parecer —dijo sonriente.
Crucé los brazos.
—Muerdo si las sensaciones me desbordan.
Me miró de forma profunda manteniendo su sonrisa.
—Lo tengo en cuenta. —Resopló, como si quisiera quitarse el calor que de pronto hacía.
Me sentí algo culpable y bajé un poco la vista.
—Trataré de no hacerlo. Tengo sangre de cazadora y puedo tener un lado más salvaje de lo que lo tendría una artesana o...
—Hey, tranquila. —Negó y me abrazó, dejándome reposar la mejilla contra su caliente piel desnuda—. Eres mi fiera y me fascinas. —Sonreí—. Bueno, te dejo descansar.
Se apartó y me dirigí a la cama. Deseaba que esa fuera mi realidad, que ya no tuviera que irme, ya no volver... pero todavía extrañaba a mis padres y mi vida. No podía dejarlo todo de golpe y, de hecho, no iba a poder en verdad porque iba a...
—Mis padres aceptaron unirme a alguien —comenté, esperando en parte que no hubiera escuchado.
Él me miraba con sorpresa, aunque no de la buena. Ya había semiabierto la puerta, así que la cerró de nuevo.
—¿Qué? —Se acercó—. Pero no estás obligada a obedecer... —Mi silencio pareció responderle—. Ursa.
—Tengo que aceptar lo que mis padres dicen.
—¿Qué? No. No has venido a cumplir las expectativas de nadie. Diles de mí. ¿No les has dicho de mí?
—Eres humano.
—¿Y? Marien es humana y está con Sirio. —Se sentó en la cama luego de resoplar—. ¿Quién es?
—El que nos atacó.
Mantenía el ceño fruncido, lucía molesto, impotente y hasta indignado.
—¿Ese psicópata? ¿Qué edad tiene? ¿Cuarenta?
—Casi, pero sí...
—¿Qué?
Casi quería reír por su desconcierto.
—Les dije que no, pero ya han aceptado.
—¿Tu palabra no vale acaso?
—No entiendes mi cultura.
—Ja. Si cultura es casar a una chica con un sociópata evidentemente maltratador y urgido... —Pareció tener una idea y me miró—. Cásate conmigo.
—¿Qué?
—Sí. Podemos unirnos. Si te hartas de mí un día, hay soluciones, pero no voy a perderte ahora por esta tontería, Ursa. —Estaba tan serio de pronto, que caló en mí—. Tampoco dejaría que ese loco te tocara. Primero muerto.
Quedé sin palabras.
—Si hago eso, de seguro me castigan. Así como pasó cuando Sirio rompió la futura unión.
—¿Cómo castigo? ¿Y por qué no lo castigaron a él también?
—Es que no les dije a mis padres, y ellos, por no estar enterados, pasaron vergüenza. Eso fue una afrenta a su honor, así que...
Hice una leve mueca, bajando la vista.
—¿Te golpearon...?
Reaccioné, volviendo a encontrarme con su intensa mirada.
—Si vuelvo a hacerles pasar vergüenza, mamá enloquecería. Y si me uno a ti, eh... No quiero que las estrellas me manden un hijo tan pronto.
Quedó con los ojos muy abiertos unos segundos y soltó a reír.
Se puso de pie y vino a mí para rodearme y llevarme con él a la cama.
—No te van a dar un hijo así como así, y no es porque yo sea humano y tú una gatita.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque los niños no vienen de las estrellas, pero eso ya lo sabrás luego. Poco a poco.
Eso me confundió. Parpadeé un par de veces y él acarició mi rostro. Dio un suspiro y se dejó caer en el colchón, así que me recosté a su lado.
—Te toca hablarme sobre tu padre.
Dio una corta risa silenciosa.
—Ah, sí. Acompáñame a ver esta triste historia, ¿no? —rio, pero no le entendí. Al darse cuenta de eso, dejó de sonreír—. Okey. No bromearé. —Suspiró—. No quiero a mi padre porque es un loco maltratador también. —Miraba al techo con evidente dolor al recordar—. Siempre fue militar, por eso no quería seguir sus pasos, pero aquí estamos. —Sonrió apenas, con algo de amargura—. Maltrató a mi madre y durante un tiempo, yo estúpido, me resentí con ella por haberlo permitido, pero no fue su culpa. Nunca lo fue. Ella se enamoró y eso no es malo. El malo era él. Él a veces bebía y llegaba mal. Una vez nos persiguió molesto, buscando al supuesto hombre que mi madre "escondía". Yo ni siquiera sabía a qué se refería, solo estaba aterrado porque sacó su arma mientras nos perseguía, y disparó al cielo.
La tristeza en su rostro era palpable. Mis padres se respetaban mucho. El respeto era una de las bases del núcleo, pero sí, sabía que lograr algo así con Columbus iba a ser difícil... si no imposible.
Entristecí. En verdad no quería eso. Quería a Max... Sí. Lo quería. Él no era un mal prospecto, si se lo analizaba de esa forma, para ser un buen compañero. Me cuidaba y quería ser un equipo conmigo. Sí podía unirme a él, pero... Seguía ahí ese miedo a que lo que ellos sentían no era eterno...
—Mi mamá decidió dejarlo finalmente —siguió contando—. Quería trabajar también y antes él no la había dejado. En fin, la cosa es que tenía que dejarnos en donde mi tío. —Hizo una mueca rara como de culpa —. Digamos que fue de ayuda y a la vez no mucho, porque me hizo ver... cosas no aptas para niños con la idea de que me haría hombre. Porque ese era su pensamiento y según él me hizo un favor. Bueno. Eso ya no viene al caso.
Me miró y sonrió levemente, gesto que le correspondí.
—Creo que, si alguien en mi pueblo hace esas cosas prohibidas, es desterrado.
—Aquí pueden ir a la cárcel, pero somos tantos, como dicen, que no hay abasto, y mi mamá no lo denunció. Yo tampoco denuncié lo de mi tío porque, cuando crecí y supe que era una clase de "abuso", ya no quise causar problemas a la familia o que me dijeran exagerado. Y puede decirse que soy afortunado por no haber sufrido cosas peores, o "serias en verdad", supuestamente.
—Sí. Yo cuando tenía quince, vi a uno de los guerreros, el jefe, matar a un desterrado. Fue rápido, y nos enseñan que la muerte por honor es normal, pero sé que hubiera estado mejor si no lo presenciaba.
Sonrió apenas.
—Sí. Yo igual. Ya ahora estoy grande y ya... Ya lo superé y todo eso, pero entiendo tu punto.
—Entiendo por qué no respetas a tu padre. Él no respetó a tu mamá y eso es horrible. Perdón por enojarme contigo por... —Me silenció con un beso.
Sonreí ampliamente.
—Gracias por escucharme. Nadie sabe esto. Nadie. Bueno, Jorge un poco, lo de mi papá. En fin. —Rodó los ojos—. Regresando al tema anterior. ¿No hay alguna otra forma de hacer que ese tipo no te moleste?
Indagué en las normas que tenía en mi cabeza.
—Si otro hombre está interesado en mí para ser su compañera, lo puede retar a un duelo. Aunque eso no ha pasado en años.
Apretó los labios.
—Ugh. Claro. Tenía que ser.
—Pero es un guerrero muy fuerte.
—Y aunque no lo fuera, me rompería como a un palillo.
Sonreí apenas.
—¿En serio acabas de considerar pelear con él?
—¿Una remota posibilidad? —dijo con una expresión de culpa y al mismo tiempo diversión.
Reí entre dientes.
—Sería entretenido verlo.
—Oh, wow —rió. Asintió y me miró, envolviéndome con esa profunda mirada seria.
Lo traje a mí y continué con el beso. Iba dándome cuenta de que causaba estragos físicos en mí. Mi cuerpo reaccionaba, pedía más. Me presionó contra su cuerpo y giró, quedando sobre mí. Pude sentir su peso, sus leves formas. Me miró un par de segundos y se devoró mis labios, robándome el aliento con su repentina intensidad.
—¿Max? —Jorge tocó a la puerta.
Él se apartó y resopló luego de salir de la cama, yendo a abrir.
—Ya voy.
—No es eso. Es que nos están llamando.
—Ugh, ¿qué? ¿A esta hora?
—Anda, muévete. Ya mandaron al perro de ayuda al cuartel. Con esto de que los evolucionados parecen más accesibles a nosotros, tres personas han querido ir a verlos y se han perdido en el bosque.
—Ugh. Pendejos. —Max se fue a su armario, arrastrando los pies—. Es tardísimo —renegó—. Ahí bien perdidos deberían quedarse, por tontos...
Reí entre dientes. Yo me había sentado, tratando de disimular que nada había estado pasando. Esperaba haber engañado a Jorge.
Ladeé el rostro al darme cuenta de que Max no había cerrado bien el armario y podía verlo por una rendija. Mi cara estaba prácticamente horizontal, pero quería ver. Igual no era mucho, así que no consideré que fuera un problema. Se abrochaba un pantalón, luego se puso una camiseta.
Por todos los robles. Me lo perdí por distraerme.
***
Cuando desperté en la mañana, me intrigué al no escuchar ruido alguno. ¿No habían vuelto?
Me alisté con prisa, revisé mi teléfono, pero no había nada. Mi preocupación fue en aumento cuando escuché pasos conocidos por el pasillo de afuera.
Tania tocó la puerta, así que abrí. Ella me miró con sorpresa.
—Entonces es cierto. —Sonrió, pero su expresión seria regresó—. Vamos. Max está saliendo del hospital, me pidió que te llevara.
—¿Del hospital?
—Hubo una complicación con un evolucionado en el bosque.
Eso me preocupó aún más.
***
Pregunta. ¿Está bien la hora en la que estoy subiendo capítulo? xD O quizá puede ser un par de horas más tarde creo. Bueno. Igual hay cap a diario por ahora jeje.
Les dejo un meme.
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