Capítulo especial: ¿Playa? No, gracias

Me encuentro preparando un pescado, es un plato especial. Estoy casi seguro de que no he olvidado cómo hacerlo y que está quedando bien. Marien observa y la veo un poco renuente.

—¿Sucede algo? —le pregunto con una sonrisa.

Suspira.

—Es que no me gusta mucho el pescado.

Arqueo una ceja.

—Este te gustará —la calmo—. Además, le hará bien al bebé.

Ríe.

—Algo me dice que vas a seguir insistiendo.

Vuelvo a verla.

—Solo una probada.

—No te daré besos —amenaza con una sonrisa traviesa.

—Oh, sí lo harás. —Apago el fuego y me acerco a ella para rodearla con mis brazos.

—¿Cómo estás tan seguro? —reta.

—Me amas.

Abre la boca fingiendo estar ofendida, y aprovecho eso para apoderarme de su labio inferior y morderlo suave. Rodea mi cuello y nos besamos con pasión.

—¡Ay, ya pues! —reclama Max—. Estoy aquí.

Reímos un poco y nos separamos.

—Yo también estoy aquí —aclara Ácrux.

—A ver si se apuran, ya quiero irme.

Vuelvo a ver a mi chica con la pregunta en mi mirada y ella asiente luego de suspirar. Tomo un poco del pescado con una cuchara y se lo doy a probar.

Sonríe.

—Um, bueno, te salvas. Es la primera vez que pruebo un plato de pescado tan rico.

Eso me llena de felicidad.

—Es el licor que le ha puesto —dice Max, recostado en el mueble—. No te engañes.

—Es un licor suave hecho con maíz malteado de los agricultores —defiendo—, sirve para dar muy buen sabor.

—Lo prefiero así solo. —Y se toma su vaso hasta el fondo.


***

Veo el mar y la brisa sopla contra mi rostro. Ya llevamos casi dos horas aquí, y ya comimos. Mi Marien se fue a un vestidor o algo así para cambiarse. Esta playa no está lejos de la ciudad de humanos, pero está algo vacía felizmente. Tampoco es que me haya fijado mucho en el resto. Max cuenta que ellos suelen divertirse aquí, aunque lo contaminaron bastante, pero lo han limpiado.

¿Divertirse, con la arena metiéndose a los ojos? Me remuevo un poco incómodo en mi sitio, procurando que no se me meta arena por los zapatos.

La voz de mi chica, que viene en camino, me hace voltear a verla, y quedo pasmado. ¿Está en ropa interior? No sólo ella, Rosy también, así que evito mirarla más de un segundo. Veo de reojo a Ácrux y también está con la boca abierta.

Voy deprisa al lado de Marien y la cubro con la toalla, sorprendiéndola.

—¿Qué es eso? —pregunto en susurro, casi sin poder creerlo.

Frunce el ceño.

—¿Qué cosa?

¿Es que no se ha dado cuenta?

—Estás en ropa interior —vuelvo a susurrar, confundido.

Ríe un poco y mira a un costado. Sigo su vista y me arrepiento porque está mirando a Rosy, así que retiro nuevamente mis ojos más rápido que enseguida.

—Es un bikini —me dice.

—¿Bi qué? Pero estás casi desnuda en público. —Se ha ruborizado mucho y vuelve a suspirar—. Me encanta ver tu cuerpo, lo sabes, pero si no me es difícil imaginarte desnuda ahora, no me imagino lo que otros...

Ríe apenas y posa su mano en la frente.

—¿No me vas a dejar moverme? —pregunta arqueando una ceja.

—No —suelto sin bacilar.

Me percato de que un grupo de adolescentes están observando cerca, así que les gruño fuerte y salen huyendo. Marien resopla.

—Es para entrar al agua un rato, no creas que me siento muy cómoda tampoco, ya sabes que no me considero una modelo, pero es que no tenía más...

—¿Has usado esto antes?

Tensa los labios y hace un gesto de negación.

—¿Sabes? Sí, olvídalo. —Se aleja y la sigo para cuidar de que la toalla no se le caiga. Aunque me preocupo, ¿se ha enojado conmigo?

Max nos ve y ríe en silencio. ¿Es que acaso lo que estoy reclamando es tonto? Quizá para ellos es ridículo, pero no para mí, no entiendo. ¿Debo dejar que otros la vean? ¿O en caso contrario, que otras me vean? ¿No le molestaría? Rayos, no entiendo en verdad.

Una vez más nuestras diferencias culturales vuelven a entrometerse. Me es difícil asimilar. Marien toma sus cosas para cambiarse y quedo frente a la puerta tras la que entró sin decirme nada.

Escucho cómo Ácrux y Rosy ríen, y puedo verlos en al agua jugueteando. Frunzo el ceño. Quizá eso quería Marien, no sabría decir, pero no tengo ropa para entrar al agua... Ni siquiera Ácrux.

Vuelvo a verlos, confundido, y no sé qué lleva abajo, pues el agua lo cubre.

Marien sale luego de un rato, está vestida otra vez, pero no me mira. Siento un frío recorrerme, lo he arruinado.

La sigo.

—Perdón...

—Ya no importa —murmura.

—Claro que me importa, estás enfadada. Si gustas ve, cámbiate y...

—No, será otro día.

—Chicos, ya hace algo de frío —dice Rosy, que viene cubierta con una toalla—. Max dice que ya debe volver, además.

Marien asiente.


***

Mi dulce chica no me ha hablado durante el camino de regreso, ha sido la hora más larga de mi vida tal vez.

Cierra la puerta y voltea a verme, tiene el ceño fruncido, puedo olfatear su leve cólera. Todo eso me duele en el alma.

—Marien... —murmuro con tristeza.

Pero no puedo decir más. Me besa con fuerza y me hace retroceder hasta caer sentado en el sofá. Se sienta a horcajadas sobre mí, y me da uno de sus besos tan intensos, que me eleva la temperatura enseguida. Me saca la camiseta, y claro, colaboro para facilitarle la tarea, pero no entiendo por qué actúa así, de todos modos, no la cuestiono.

Sus manos recorren mi pecho y muerde mi labio con fuerza. Desnuda su torso en segundos y puedo ver que aún conservaba ese tal bikini ahí debajo. Apenas puedo saber que es de un bonito color rojo granate, porque enseguida se lo retira y lo avienta lejos.

Quedo fascinado, y a final de cuentas, terminamos teniendo una tarde ardiente en el sofá.


***

Se recuesta boca abajo sobre nuestra cama, tras un largo suspiro. Recorro su hermosa espalda a besos hasta llegar a su rostro. Beso su mejilla, y estoy prácticamente acostado sobre ella. Apoyo parte de mi peso en mis antebrazos, ya que por ser evolucionado peso más de lo que un humano con mi contextura lo haría. Marien dice que nuestros huesos son más consistentes y somos pura fibra, en fin, cosas de sus estudios.

Su gran sonrisa mi llena de vida.

—Perdón por lo de hoy —susurro—. Es que... Es que me tomaste por sorpresa.

—Tranquilo... Otro día volveremos y usaré algo más cómodo, ¿sí? Entiendo cómo te sentiste. Sí sé lo que otros hombres han de pensar al ver a las mujeres así, pero tampoco es que se pueda evitar. También entiendo que has crecido con otras ideas.

Escucharla decir eso me alivia.

—Aunque todavía no entiendo por qué hicimos el amor, si estabas molesta...

—Son cosas aparte. —Ríe en silencio—. Y porque me frustró molestarme y a la vez no molestarme, porque te veías adorable todo celoso.

Frunzo el ceño con extrañeza. Se gira y la dejo acomodarse bien, queda aún debajo de mí, pero ahora cara a cara. No me da tiempo a preguntarle más, vuelve a besarme. Todavía está desnuda, rodea mi cuello con los antebrazos y sus piernas pasan a aprisionarme contra ella.

Jadeo.

—Dime. ¿Qué cosas imaginaste al verme? —cuestiona de forma tentadora.

Sonrío de lado.

—Esto. —Me remuevo contra ella y cierta parte empieza a despertar de nuevo. Aunque eso hace que vuelva mi expresión seria un segundo, y suspiro—. Por eso... Es que, si los hombres humanos han visto a muchas mujeres, no quiero pensar en todo lo que pueden imaginar con solo verte...

Acaricia mi cabello.

—Ya sé. Tranquilo. Y no solo eso, muchas mujeres también te recorren con los ojos cada que te ven, ¿eh? —dice con diversión—. Ellas también. Así que no estás a salvo. —Me toca la punta de la nariz y río en silencio.

—No veo el por qué.

—Porque eres un bombón. Y yo aprovecho eso para presumirte.

Vuelvo a reír en negación.

—Pero los hombres...

Muerde su labio inferior mientras niega.

—Así como me veías, toda callada y virgen, te imaginé desnudo también. —Arquea las cejas con diversión.

Quedo con los labios entreabiertos y ella ríe.

—Pero... Pero...

Termino debajo de su cuerpo tras un giro. Se reincorpora, dejándome apreciar sus hermosas formas, y jadeo corto de aliento de nuevo.

—¿Ya ves? Pasa siempre. —Sus manos recorren mi pecho—. No te preocupes por lo que pasa solo en la mente de las personas. Deja que se imaginen lo que quieran, pero yo soy solo tuya y todos lo saben. —Se inclina y sus cabellos caen como cascada sobre mí. Jadeo una vez más mientras me hace enterrarme suave en ella de nuevo—. Y tú eres solo mío...

Sonrío y me devoro sus labios mientras le correspondo esos movimientos que me hacen perder la cordura.

Me alegra el haber logrado entender, que al menos llegáramos a un punto medio. Su cultura es parte de ella y la mía parte de mí. Ambos entendemos eso, y aun así podemos sobre llevarlo y seguir juntos.

Verla gozar sobre mí de forma casi desenfrenada es un elixir. Me fascina. Hemos hecho el amor tantas veces y, aun así, mi deseo por ella solo crece. Hacerla disfrutar hasta que queda rendida, eso es lo más sublime que puedo hacer.

Nunca voy a dejarla, voy a hacerla muy feliz y, sobre todo, voy a entenderla. A ella y a su cultura.


***

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