Capítulo 9: Contra el tiempo
Ella me cuenta todo lo que recuerda y yo solo puedo fingir que no sé nada. No me sienta bien el tener que ocultarle, pero es lo mejor ahora. Todavía está muy asustada y sé que ese sentimiento tarda en salir de los humanos.
Y aunque antes era motivo de burla entre mis compañeros lo asustadizos que los humanos son, casualmente ahora solo quiero acercarme y decirle que no voy a dejar que le pase nada, que puede dejar de temblar, que, aunque lo hace de forma casi imperceptible, no quiero que siga.
—Eso no pasó así —aclaro—. No lo sé, asumo que no quiso matarme sin un motivo real. Y de algún modo recuerdo que sé pelear contra ellos. Si les das en la cabeza los atontas y son un poco más vulnerables. Quizá eso ayudó.
—¡Wow! —exclama—. Ese es un buen dato.
Se ve entusiasmada de repente y, al verla así, la calma regresa a mí. Ella es capaz de hacer a un lado mi lado tosco y salvaje también.
—No se aprende mucho sí sólo te dedicas a estudiar sus cuerpos —le informo—, creo que hay muchas más cosas para aprender de ellos.
Cosas que quizá la entusiasmen más si llega a saber que está frente a uno.
—Es verdad, no sé cómo se comportan en sociedad o a qué edad maduran. En fin, tantas cosas.
—Quizá pueda ir recordando y diciéndote más —la tiento mientras me acerco.
Está decidido, puedo irle soltando información sobre mi especie, así tal vez deje de odiarnos y pueda aceptarme con más facilidad. La cuidaré y protegeré, no voy a dejarla sola.
—Oh, sería genial si me hicieras ese favor.
Me detengo muy cerca de ella. Quiero... No. Muero por tenerla cerca. Su suave aroma me envuelve y le sonrío con ternura, como solo con ella lo he hecho. Nuestras miradas se han conectado y puedo escuchar levemente su palpitar. Ya no está asustada, pero sus latidos se aceleran por alguna otra razón y los míos también, a causa de su cercanía.
Me gusta eso, me gusta esa reacción, y ahora estoy completamente seguro de que no es susto o cólera lo que siente, es algo más parecido a los "nervios", pero no es malo. Su bonita e inocente mirada baja unos centímetros hasta detenerse en mis labios y me siento extraño luego de sentir un leve hormigueo.
Sacude la cabeza de pronto.
—¡Vaya, qué sueño tengo! Debería irme ya... —murmura mientras se aleja.
Me alejo también, extrañado por la forma en la que acaba de hablar, no quiero que su nerviosismo aumente para mal, pero no dejo de sonreírle. Somos buenos ocultando algunas cosas.
—Descansa —la despido.
—Tú también —me mira y sonríe, para mi alivio.
Se retira y cierra la puerta en su detrás. La oigo alejarse de prisa. Me siento vacío ahora que se fue. Mi mente trae nuevos pensamientos raros, quisiera dormir con ella, así podría vigilarla mejor...
Suspiro y sonrío. No puedo hacer eso, pero es lo que me causa pensarla. Ya estoy mal.
Me quito la camisa y retiro las vendas. Mis heridas ya han cicatrizado. Me tumbo en la cama y vuelvo a recordarla. Mi capricho... La quiero a mi lado, la quiero, la quiero... Pensar en su frágil, delicado y fino cuerpo a mi lado me hace ruborizar. Giro y quedo boca abajo.
—Cálmate —reniego contra la almohada.
Sí que estoy mal de la cabeza, estar así de obsesionado no puede ser bueno. Entonces, si no es un simple capricho, ¿qué es? ¿Qué me pasa?
De pronto siento un leve dolor en los ojos y se me enfría la sangre. No... No, no, no...
Voy de prisa a verme en el espejo, pero no están diferentes. Alivio. Quizá me pareció. Si vuelvo a la normalidad tan pronto, no voy a poder hacer nada. Tengo que darme prisa.
***
Por leve temor, o precaución, ya no he vuelto a salir. Me mantengo atento a ver si siento algo más, paso la punta de mi lengua por mis caninos para comprobar que no han crecido todavía y respiro hondo.
Como muero de hambre y no hay cambios en mi cuerpo, me atrevo a salir. Sé que Marien y sus compañeros de trabajo ya no están por la cafetería así que voy para tomar algo y volver.
—¿Por qué compraste eso con mi dinero? —pregunta una voz conocida. Marcos está hablando con Rosy.
Quedo quieto antes de voltear por el pasillo. No están en la cafetería, pero al parecer justo hoy tienen que rondar por aquí.
—Ay, es bonito, a ella le va a gustar.
—Pues qué casualidad que le des como regalo de cumpleaños un collar de gato. Precisamente para hacerla pensar en él.
—Nnnooo.
—No sabes disimular.
¿Cumpleaños? Orión me dijo algo sobre esa palabra. Es... Es... ¡El día en el que nació! Claro. Cumple – años, porque es una vez al año.
Ah, caramba. Él me dijo que ellos sí celebran y que todos saben la fecha, no como nosotros que no celebramos. Los padres lo hacen y lo recuerdan porque es el día en el que les entregaron al hijo, pero el hijo no tiene motivos para celebrar, ya que no es su logro. Al menos eso dicen los ancianos.
De algún modo me siento mal por no poder saludarla. Es un día que ella ha de considerar especial, de acuerdo con sus costumbres.
Espero a dejar de escucharlos y continúo mi camino hacia la cafetería. Mientras agarro lo que queda, ya que la hora ha pasado, pienso en cómo puedo introducir el tema de que conozco a los evolucionados y que soy uno. Quizá decírselo de una forma diferente ayude, sin decir que yo específicamente soy uno. Al menos todavía.
Me encuentro en el jardín, en donde no huele tanto a químicos, y una niña ya lleva rato hablándome sobre los insectos que ha visto ahí. Es una paciente, al parecer, y una enfermera la vigila de cerca. Los humanos son frágiles, ahora lo veo con más claridad. Pueden romperse los huesos fácilmente, sienten mucho dolor, se enferman fácilmente... Se mueren fácilmente...
¿Por qué entonces actúan como si fueran inmortales?
—Felizmente mamá dice que me pondré bien pronto.
Le dedico una leve sonrisa. Es pequeña y rubia, en parte me recuerda a Ursa, a quien conozco desde que recuerdo, ya que es hija de la amiga de mamá. Ojalá su cuerpo supiera cómo hacerles frente a las enfermedades como lo hacen los nuestros.
—Eres como un gato —murmura de pronto.
—No —respondo manteniendo mi sonrisa. Si supiera.
—Hace un rato me pareció ver tus pupilas como las de un gatito.
Se me baja la temperatura de pronto ante su casual comentario. Maldición, ya empezó, y no he logrado nada, pronto volveré a tener mi apariencia natural. La niña se despide feliz y se va con su madre quien me mira con recelo.
Aquí he comprobado que es verdad, los humanos no confían en otros, pues nadie parece tener intensiones honestas. Me da lástima porque, por lo que veo, sus niños sí son buenos, es su misma sociedad la que los termina arruinando y convirtiendo en los monstruos de los que los líderes nos han advertido tanto.
En fin, que ahora tengo una nueva preocupación. En poco tiempo luciré como un H.E y Marien me odiará, ¿qué puedo hacer? Quizá sacarla de aquí con alguna muy buena excusa antes de que cambie mi apariencia. No quiero que me odie, pero si ya me conoce y confía en mí, no lo hará, ¿verdad?
Doy la vuelta y me espanto al encontrarme cara a cara con Rosy.
¿Pero qué? Ugh, tengo que evitar desconcentrarme así. Aunque el que esté en contra del viento ha favorecido.
—Marcos me ha comentado algo, y ahora mismo se ha quedado a solas con Marien para comentárselo también. —¿A solas con ella? De algún modo eso retuerce algo en mi interior—. Es acerca de los evolucionados, pero yo no le creo —continúa—, lo que sí creo es que tú tienes cierto interés en mi amiga Marien.
Me mira de forma sospechosa y me preocupo. Aprieto los labios en una sola línea. ¿Se ha dado cuenta de mi misión? No entiendo, ¿cómo puede ser eso? No.
—N-no, para nada. Te ha parecido, no tengo interés en ella...
Eso parece desconcertarla.
—¿Estás seguro? ¿Ni un poco? —Niego, a lo que ella arquea una ceja con diversión—. Uhmmm... Entonces no te molestarías si... —Toma parte del cuello de mi camisa con una mano mientras la otra se posa en mi pecho, haciéndome sentir extraño.
Empieza a empinarse mirando hacia mis labios y vuelvo a preocuparme, dando un paso hacia atrás.
¡¿Ya tengo colmillos?!
—¿Q-qué? —murmuro—. ¿Tengo algo en la boca?
No espero a que responda y me deshago de su agarre, saliendo disparado.
Cierro la puerta de mi habitación y me dirijo al espejo de nuevo. He palpado con mi lengua y no sentí nada, pero quiero estar cien por ciento seguro.
Después de revisar bien mis ojos también, suelto un suspiro de alivio.
Me quedo pensando seriamente en lo que hizo Rosy. ¿Por qué se me acercó si no tenía nada raro en la cara?
En fin, mi apariencia natural volverá y Marien no sólo me odiará, sino que me temerá. ¿Qué puedo decirle?
"Oye, ¿sabías que algunos evolucionados tienen nombres de estrellas? Me llamo Sirio, por cierto..."
Ugh. No. ¿Qué puedo hacer?
En unas horas, tal vez, ya ni podré asomarme por aquí sin que todo el mundo suelte el grito al cielo por haber visto a un H.E. Y Marien... ¿Qué diría ella? Pienso en la posibilidad de hablarle sobre mi especie primero, de tal forma que pueda hacerla aceptarnos.
Maldigo por lo bajo y me arrepiento de no haber hecho eso en todo este tiempo. Ahora no sé cómo reaccionaría, y si lo hace de forma negativa... Los recuerdos de lo que le pasó vuelven y sé que así será. Estaba tan asustada que es obvio, no sé por qué me empeño en creer lo contrario.
Todo es por culpa de ser como soy y haber permitido que este extraño sentimiento crezca sin control. Se supone que debía reprimir cualquier emoción y fallé, soy un desastre, un fracaso para mi especie. Debí retirarme de la misión en cuanto pude...
—Antonio... —la oigo hablar y me pongo de pie enseguida—. ¿Podría... pasar? Ah, pero si gustas me voy y me avisas cuan...
Le abro la puerta.
—¿Por qué crees que no te quiero aquí? —le pregunto. La veo confundida y preocupada. La hago pasar. No parece ser un buen momento para insinuarle cosas, pero debo hacerlo, tal vez mañana ya no pueda. No cierro la puerta por si sospecha y decide irse, ni para que se sienta acorralada como los pequeños venados a los que maté. Que las cosas sean como tienen que ser—. Escuché que hoy fue el día en el que naciste —agrego.
Ella me muestra su leve sonrisa.
—Sí, bueno, no es que lo celebre.
—¿Por qué?
—No encuentro muchos motivos... —se lamenta encogiendo los hombros.
—Los podemos buscar —ofrezco de inmediato.
No es nuestra costumbre, pero sí la de ellos. Ella no ha de sentirse muy animada quizá como para darle la espalda a una de sus costumbres y eso me preocupa.
—No estuviste hoy en el almuerzo —responde apenas.
Ou...
—Lo que pasa es que... —recuerdo mi supuesta pérdida de memoria—. Recordé algo. —Voy a la silla y ella se sienta en mi cama, aún confundida, pero le ofrezco una leve sonrisa—. Bueno en realidad ya lo sabía —empiezo—, sólo decidí contártelo hoy, seguro será de tu interés. —Eso espero.
—Oh... Eso es bueno, ¿qué es?
—Estuve un tiempo viviendo en una colonia de H.E.
—¿Qué? —se asusta, lo sabía— ¿Estás seguro?
Río entre dientes. ¿Cómo no estaría seguro? En fin. Ruego en mis adentros que se lo tome con calma.
—No eran tan malos como crees —intento suavizar las cosas—, unos cuantos llegan a perderse bajo su instinto salvaje, pero en general son una sociedad más civilizada que la de los humanos.
—¿Civilizados? ¡Sí, claro! —se enfada de pronto—. ¿Por qué no me lo contaste antes?
—No te lo dije porque los odias... y yo no —suelto.
—¡¿Tú no?! ¿Cómo puedes decir eso?
Su enojo me frustra. No tengo salida, ahora lo sé. Y aunque está todo perdido, quiero insistirle.
—Es la verdad, la sociedad humana está acabada, está podrida, he visto cómo viven ellos... —le ruego con la vista, pero sus ojos clavan rencor en mí. Lo siento como una daga en el pecho—. Deberías reconsiderar tus prejuicios, ellos rara vez matan.
—Ya basta.
Sin duda me odiará si ve mi apariencia normal.
—Deja de odiar, olvida ya —le pido.
—No... No, no dejaré de buscar desaparecerlos.
Trago saliva. Esto no está nada bien, y entiendo que ella esté dolida, pero lo que dice tampoco me gusta. ¿Ordenará matar de todas formas a todos? ¿Mi pueblo? ¿Mi familia y mis amigos? Humanos... La decepción que siento ahora duele incluso más que su enojo.
—Son seres vivos, ¿los matarías? Serías peor que ellos —le recrimino.
—No me compares con ellos —dice casi con asco.
—Quién sabe, quizá un día alguno de ellos te salve. —Yo lo hice, ¿y para qué?
—Primero muerta.
Suspiro. Me rindo. Y, tal y como lo imaginé, se pone de pie.
Tras un impulso la sigo y la detengo, sin siquiera pensar. No quiero que desaparezca y no quiero que esté mal, al menos hoy, porque luego no lo sé, debo llevarla a Orión, o podría cargar con la muerte de toda mi especie por iluso.
Apenas ella voltea a verme tomo su rostro con mi mano y se congela, empezando pronto a mostrar un leve color rojo en las mejillas.
—Entiendo que estés dolida. Olvida lo que dije, ¿sí? Lo siento. —Ella entristece y niega, apartándose apenas. Orión tenía razón, los humanos se dejan llevar mucho por sus sentimientos y actúan y hablan sin pensar, no son capaces de enfriar su mente—. Tranquila, no quiero que mueras, no era necesario tanto drama.
—Olvídalo... Yo me lo busqué, quizá por habladora también terminen acabando conmigo.
Y que piense eso vuelve a preocuparme. Pero es que todo lo que siento se ha vuelto en subidas y bajadas con ella.
—No, no lo harán. Nunca negué que hay H.E malvados, pero también hay buenos, créeme, lo sé. Pero no hablemos ya de eso, si algo pasa te protegeré.
Finalmente, su leve sonrisa regresa.
—Sacrificarías tu vida por nada...
—Recuerda que sé cómo pelear contra ellos —la animo y eso le saca una suave risa.
—Claro, supermán.
Caramba, ahora no puedo sentirme enojado con ella por querer matarnos a todos. Qué mal estoy. Aunque debo recordar que en poco tiempo voy a lucir como lo que soy y que de todas formas tengo que enfrentar ese momento. Ahora no puedo, ya vi que no ha salido bien, pero quizá...
—Hay algo más que debo decirte.
—¿Sí?
—Pero... Mañana...
—Oh, bueno... —Se confunde, pero entiende—. Puedes confiar en mí, además como que quiero saber sobre los evolucionados... —Oh, ¿en serio? ¿Así de pronto? Quizá ha pensado en lo que ha dicho y sabe que no estuvo bien—. Te dejo descansar entonces.
Sonrío con la esperanza renovándose.
—Sí. Buenas noches, señorita.
Cierro la puerta y apoyo la frente contra ésta. Bueno, ya que al parecer tengo oportunidad, voy a buscar a Altair. No está todo perdido, se supone que estoy aquí para llevarla a Orión, no para ganarme su confianza. Bueno, en parte, pero igual. No voy a fallarle a mi madre solo porque siento algo extraño, ni ceder a un capricho. La llevaré y punto, para eso estoy aquí.
Salir del hospital nunca fue difícil. Luego de correr hasta la muralla de la ciudad, por donde me indicó Altair que estaría, como a una hora del laboratorio ese, encuentro algunas casas y arboles tan cerca de esta, que no me es problema trepar y saltar al otro lado.
Ando por el bosque, buscando, hasta que veo muy a lo lejos una especie de fogata. Corro, pero justo antes de llegar, soy embestido.
Caemos a la tierra y no puedo evitar reír. Nos ponemos de pie y Altair me saluda.
—Creí que ya no vendrías.
—Tuve algunos percances.
—Oye, ¿encontraste a la humana?
—Eh, sí...
—Bien. Espero que estés por sacarla ya. Escuché que los guerreros de otro pueblo iban a atacar, ya saben en dónde está la toxina.
—¿Qué? —Lo sabía, ella es el objetivo de muchos ahora, está en peligro.
—¿Y tú por qué te preocupas?
—Eh, nada.
—La toxina no es tu objetivo, es la persona que puede hacerla funcionar. Deja que los perros persigan al hueso, nosotros ya tenemos la carne.
—Lo sé.
—Bien. Por cierto, tu mamá tuvo un percance.
Siento que mi temperatura baja.
—¿Cómo?
—Ya sabes que ella nunca se queda callada, es una dama muy rebelde. Le molestó que siguieran vigilándola tanto, haciendo que se levanten los rumores en el pueblo de que tú no pareces estar cumpliendo tu misión. Le respondió a Columbus que se burlaba de ti frente a ella y él casi la golpeó, pero Tornado lo detuvo.
Quedo perplejo sintiendo que mi sangre empieza a hervir de pronto. ¡¿Cómo se atreve ese maldito?!
Gruño y doy unos cuantos pasos llevando las manos a la cabeza.
Mamá, Mamá... ¡Estoy demorando mucho, he cometido un error!
—Mira, ella está bien, y ahora que te he visto puedo llevar las buenas noticias al pueblo y decirles que vienes en camino. Porque ya vienes, ¿verdad?
Respiro hondo, tratando de calmarme. Lo que siento por la humana tiene que parar, y la única solución que se me ocurre es dejar de verla lo más pronto posible.
—Sí. Bueno...
—Qué.
—He pensado... Quizá hay una forma de hablarle civilizadamente a la humana sin necesidad de que tenga que llevarla. Así acabamos esto más pronto. Ya he perdido muchos días y ya ves lo que ha pasado en el pueblo.
Frunce el ceño de repente.
—¿Qué?
—Ella... No sé... No parece ser tan mala.
Niega.
—¿Qué estás diciendo? ¿Ya sabe lo que eres acaso?
—No, pero va a saberlo, ¿no?
—Y te odiará, créeme. ¡Quieren hacernos volar en pedazos, mandarnos toxinas en bombas! ¡¿Y tú tienes una crisis existencial?!
—¡No es una crisis existencial! ¿Qué hablas?
—¡Los humanos son malvados! ¡¿Acaso Orión no te lo repitió miles de veces?!
—¡Me dijo que quiere saber sobre nosotros...!
—¡¿Y le crees?! —Apoya sus manos en mis hombros dándome una leve sacudida—. Sirio, es humana, es una mujer de veinticinco años ya. —Oh, es algo mayor que yo, y no lo parece—. No existe bondad en los humanos a esa edad, entiéndelo. Lo que quiere es llegar a nosotros para poder saber en dónde estamos y mandar sus bombas a destruirnos, ¿qué no lo ves? Sabe perfectamente cómo engañar.
Parpadeo un par de veces y bajo la vista.
Quizá tiene razón... ¿Tan estúpido soy? ¿Tanto me entrenaron para hacerme duro, y que al final crea las palabras de una humana?
¿Ha sido una trampa entonces?
—Oye. Escúchame —continúa él—. Saca a la humana y tráela. Esa es tu misión para con tu gente. Para con nosotros, tu familia. ¿Entendido? No es tan difícil.
...Es verdad... No es tan difícil...
-----------------------------------
Página en facebook: https://www.facebook.com/ojosdegatotentador
Instagram: mhazunaca
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top