Capítulo 51: Vida o muerte
Max lleva la camioneta a toda velocidad. Ha habido un ataque y su hermano ha avisado que es Orión. Abrazo a Marien, ya que la noto asustada por el caos del exterior. Caramba, yo que había pensado en dejarla en el hospital con sus amigos o en el lugar de entrenamiento.
Ugh. Debí prever esto, a pesar de todo no he aprendido al parecer.
Chocamos con brusquedad contra toda la horda de H.E, y enfurecidos, se nos lanzan y vuelcan la camioneta. Envuelvo con mi cuerpo a Marien mientras rodamos de forma violenta. Ahoga sus gritos contra mi pecho, pero sé que está a salvo entre mis brazos. Aunque recibo todos los golpes, no voy a soltarla.
La camioneta se detiene al fin, con las llantas hacia arriba, aun girando a toda velocidad y el motor acelerado.
—¡Salgamos! —ordena Max, apagándola.
Me muevo con rapidez, llevando conmigo a Marien, salimos y corremos para resguardarnos del caos. Algunos evolucionados pasan corriendo y los esquivo. Los fuertes zumbidos de las naves de pelea humanas se escuchan en el cielo.
—¡Ahí hay otro! —grita alguien avisando a los demás.
Enseguida me doy cuenta de que se refieren a mí, así que acelero para huir de los posibles disparos mientras otros soldados se unen a la persecución. Nos ocultamos dentro de un edificio semi destruido.
Los escucho amontonarse cerca de la entrada, incluidas sus naves en el cielo.
—H.E, entrégate y suelta a los rehenes.
¿Rehenes?
—Basta, saldré —refunfuña Marien, pero la detengo.
—Ni lo sueñes.
—Les demostraré que no soy tu rehén, además al verte bien podrían reconocerte, has estado en las noticias todo este tiempo...
¿He estado en sus noticias?
—Haremos volar la edificación —avisan desde afuera otra vez.
Ay, pero son tontos. Si fueran mis rehenes no me importaría que explotaran lo que quieran. Yo puedo escapar el doble de veloz.
En ese momento escucho los gruñidos de cientos de humanos evolucionados. Sin duda atacarán a todos esos hombres incautos y los matarán. Todos ellos deben saber quién soy, todos deben conocer mi aroma, Orión debe haberles ordenado a todos y cada uno de ellos que me busque. No puedo permitir que más personas mueran.
Salgo disparado y ataco sin pensar al primero con el que me cruzo, que estaba a punto de atacar a muerte a un hombre. Sé que Marien quiere que me aleje, la escucho gritar preocupada.
Viene otro y logra morderme el hombro por distraerme un segundo. Giro y lo golpeo. Empiezan a acorralarme, pero corro y embisto para apartarlos. Solo siguen las órdenes de Orión, no es justo atacarlos.
Sin embargo, el ver que más naves humanas nos tienen acorralados desde el cielo, quedo quieto un segundo, contemplando que de pronto todo podría acabar para mí.
Un punto rojo se hace presente en mi pecho y abro mucho los ojos.
—¡NOOO! —chilla Marien y, para mi horror, se aferra a mi torso, cubriéndome con su cuerpo.
Mi temperatura baja de golpe y la respiración se me corta. Pero se forma un silencio casi absoluto y, para mi alivio, no nos disparan.
Respiro nuevamente.
—Retírese —ordenan los hombres de la nave más cercana—. ¿Qué rayos cree que hace?
—Marien... —murmuro apenas con el poco aliento que he recuperado.
—¡No me voy a apartar! —Les da la cara a los sujetos—. ¡NO PERMITIRÉ QUE LO TOQUEN!
Estoy con la boca abierta.
Aunque, no solo yo. Los humanos bajan sus armas y a nuestro alrededor todo es silencio.
—¡Es el H.E de las noticias! —exclama un joven de pronto.
Todo un grupo viene acercándose con cámaras y equipos raros. Los evolucionados que nos rodean están estupefactos y levantan las manos con lentitud en señal de rendición. Me alegra que vieran que no todos los humanos son crueles como Orión les ha estado diciendo.
De pronto olfateo algo más, algo que no me agrada mucho: más evolucionados. Empiezan a rodear a todos y sé por sus miradas que éstos no están dentro de sus cabales. Son controlados por alguien.
¿Cómo...?
—Sirio —susurra Marien.
La tomo en brazos antes de que alguien más reaccione y salgo corriendo lo más veloz que puedo mientras la nueva pelea se desata. Los controlados contra los normales que, para sorpresa, han decidió defender.
Miro a Max que sigue oculto y le doy a entender que me siga con un gesto. De seguro alguien ha mandado a esos controlados a atacar a los que han entrado.
¿Pero cómo? ¿Cómo es que saben controlar a tantos...?
—¡Debe ser una fuerte señal como para que alcance a todos!¡La torre de radio quizá! —habla Max y reacciono.
¡Por supuesto!
—¡Orión debe estar ahí, de algún modo ha conseguido evolucionados para controlar aparte de los de su ejército!
Dejo que me guie. Me sorprende que corra rápido, aunque todavía no me alcanzarían si acelero a mi máximo. Veo una torre, que es lo que asumo su radio. Se parece a la nuestra, pero más grande. Parece más un faro en el borde de un lago.
Me detengo al ver una pantalla. Es Orión, y tiene al gobernador.
—Ya sé que estas aquí —habla—. Si no vienes ahora mismo, Sirio, mataré este llorón, ¿y sabes que ocurrirá si hago eso? Una guerra estallará y tu ciudad será destruida.
Dejo a Marien con Max y corro, ya que lo olfateo cerca. Y tal y como lo supuse, está en la entrada a la torre.
—Nuevamente te encuentro —está impaciente como siempre—, espero ya no tener que perseguirte de aquí, me encargaré de que no sea así. Hoy te haré pagar tu deshonra en verdad.
—Bien, ahí lo tienes —dice el gobernador humano, sorprendiéndome—, ¿ya me puedo ir?
—Sí.
¿No estaba en peligro? No entiendo. ¿También quiere caos para su gente?
Por distraído, Orión me embiste.
Marien grita y me angustia mientras nos arrastramos sobre el asfalto. Toda mi piel arde tras eso, pero empiezo a gruñir, llenándome de rabia y adormeciendo mi cuerpo gracias a la adrenalina. Tal y como me enseñó él mismo.
Logro escurrirme de su agarre antes de que me muerda y corro, alejándome para que me siga, lejos de Marien.
—¡Deja de huir! —gruñe furioso.
Arranco la puerta de un auto y se la aviento, tomo el neumático y también se lo arrojo antes de que pueda reaccionar, luego la otra puerta. Gruñe más furioso aún y parte en dirección contraria, hacia Marien.
No... ¡No, no, no!
Corro como nunca y logro apartarla de sus garras, lanzándola hacia los aires en un intento desesperado, y es que si la toca la va a matar. Recibo el fuerte golpe de Orión y se lo devuelvo, lo pateo lejos y atrapo a Marien con las justas, pero se resbala un poco y detengo su caída completa sosteniendo sus manos.
Veo sus inocentes ojos llenos de angustia por un segundo, antes de que Orión me embista de nuevo.
Ruedo con brusquedad sobre el asfalto, ahogo un quejido y empiezo a gruñir de nuevo, pero Orión aprovecha ese segundo de dificultad y me muerde en el acto. Me toma del cuello y empieza a estrellarme contra el suelo. Arañando el piso y tratando de bloquear el dolor, logro escurrirme otra vez de sus garras y lo pateo en la cabeza al quedar completamente libre, es más macizo que yo así que tarda un poco más en levantarse.
Ataco hecho una fiera, pero me arranca literalmente de su hombro y me lanza sin problemas contra el suelo. Me apresa del cuello y empieza a gruñir, ese pesado gruñido. Yo dejo de hacerlo porque se me acaba el aire.
Cierro los ojos y me avienta. Siento el metal de un auto abollarse bajo mi cuerpo, las ventanas estallan y el choque y el estruendo me dejan tonto. Vuelve a tomarme y me estrella contra el suelo, el dolor se dispara. Su fuerza es letal, casi pierdo el conocimiento, escucho a Marien llorar.
No tengo la fuerza para ponerme de pie, y se me avienta sabiendo eso. Me arranca carne al instante con una mordida y grito. Vuelve a morder y ríe entre dientes con la boca ensangrentada.
Parece un verdadero monstruo con esos ojos amarillos y las pupilas contraídas. Más fiero que un animal salvaje.
—¿Vas a rogar que pare esta vez? ¡Vamos, di algo!
Mantengo los dientes apretados mientras aguanto prácticamente todo su colosal peso. Pero, aunque me falta oxígeno, logro hablar de forma entrecortada.
—Qué bueno que mi mamá te rechazó...
La sonrisa se le borra al instante y se enfurece de nuevo. Me toma del cuello y vuelve a golpearme contra el suelo.
Veo luces. Sin embargo, soy lo suficientemente consciente de Marien...
—¡Déjalo, maldito! —Reacciono abriendo mucho los ojos al verla intentar golpear al enorme hombre para que me suelte—. ¡BASTA!
—¡Marien, corre! —logro gritar.
—¡No!
Orión la lanza a unos cuatro metros de un solo manotazo y la rabia vuelve a surgir en mí.
¡¿Cómo se atreve?!
Lo golpeo, pero todavía me tiene contra el suelo así que no puedo hacer mucho daño. Intenta morder en el cuello, algo que podría rompérmelo o romper la arteria, pero logro esquivarlo poniendo el hombro. Intento seguir golpeando, pero algo más me distrae.
—Sirio —murmura Marien.
Veo de reojo los alrededores y me invade la angustia. Ahí está ella de pie con Max, y parece estar bien, pero estamos siendo rodeados por los evolucionados controlados. No voy a soportar si la matan aquí por mi culpa.
Gruño furioso intentando liberarme, pero Orión vuelve a morderme y ahogo un grito. Apresa mi cuello con fuerza y apenas puedo respirar.
—La harán pedazos y te dejaré ver cómo ella sufre —amenaza regocijándose por eso—. Luego te reventaré la cabeza contra el asfalto.
Le gruño con más furia, desesperado porque no puedo escapar. Doy una mirada más a mi amada, quien también me mira, lágrimas corriendo por sus mejillas. Max está dándole la cara a los evolucionados, apuntándoles con su arma, pero eso no los salvará de todos, son muchos.
Desesperación, por no ser lo suficientemente fuerte para librarme y correr a protegerla, porque está a punto de morir ante mis ojos.
Gimo en frustración mientras le entierro las garras en los antebrazos a Orión, de forma inútil, ya que eso no me libera.
No. ¡Mi amada, mi Marien...!
Los evolucionados se lanzan y dejo de respirar. El tiempo se hace lento, no desprendo la vista de sus bonitos ojos, aquellos que me conquistaron desde que los vi. Ella no mere vivir esto, y la verdad, yo tampoco. No es justo, no puede terminar todo aquí.
No dejo de hacer fuerza contra el brazo de Orión, y cuando veo que Max tiene dos armas, reacciono. La mirada de mi dulce Marien es determinante, sé que tiene un plan.
Por mi parte, dije que no iba a dejar que nada le pasara, que íbamos a tener una familia y vivir en tranquilidad, y eso voy a hacer.
Las milésimas de segundo pasan. Aprieto los dientes y mi furia se concentra en Orión. Gruño y hasta grito, logrando romper la articulación del brazo. Él se distrae por el intenso dolor y araño el asfalto para ponerme de pie a toda velocidad mientras grita. Intenta a atraparme, pero lo alejo de una patada y voy hacia Marien.
Me alivia ver que Max le ha dado esa otra arma eléctrica y puede defenderse. ¿En qué momento aprendió a usar eso?
Sorprendentemente, los evolucionados también atacan a Orión. Los golpea con fuerza, dejando inconscientes a la mayoría de un golpe, pero con un solo brazo no es suficiente. Están como una jauría en descontrol, cegados y salvajes por completo. Sé que no sirve pelear contra ellos porque no se van a detener hasta morir, así que solo golpeo y trato de apartarlos.
—¡Malditos! —grita Orión—. ¡No me ataquen a mí!
Mi Marien me llama, preocupada porque la horda de evolucionados no me deja avanzar. Esquivo y golpeo a los que me atacan y corro hacia ella, que también viene hacia mí. Está bien, eso me devuelve el alma.
Sigo apartando a los atacantes para que no toquen a mi chica, así noto que Orión se ha liberado de uno que lo retenía con una mordida y se viene a Marien.
Lo atajo, embistiéndolo con todas mis fuerzas.
—¡NO VUELVAS A TOCARLA O AMENAZARLA, NUNCA! —gruño con furia y le doy un fuerte puñetazo.
El dolor se dispara por todo mi brazo, pero lo tiene merecido. Cae, intenta ponerse de pie, pero la horda de evolucionados ya está prácticamente sobre él.
—Iluso H.E —la voz del gobernador se oye por los parlantes de la torre—, ¿creíste que te apoyaría así sin más? Ahora tengo la toxina bajo mi poder...
—¡Traidor! —ruge Orión mientras los evolucionados atacan sin piedad.
Intento alcanzarlo, pero otros me empujan, golpean y quieren atacarme. Marien me llama muy preocupada, la puedo escuchar a pesar de los rugidos y gritos. Vuelvo a ver hacia donde arrastran a Orión, queriendo ir por él, pero reacciono. Marien también corre peligro y a él no le importó. Incluso estuvo a punto de matarme a pesar de que sí he sido como su hijo.
Él ha sido como mi otro padre, a pesar de todo, pero doy un paso hacia atrás. Debo proteger el ahora, esta ciudad, y mi futuro, que es Marien, y no ser como él. Quise ayudarlo, pero a pesar de que pasaron los años él siguió con lo mismo. Estoy seguro de que este es el camino que escogería una y otra vez, incluso sabiendo cómo termina, porque así de orgulloso es...
Cierro los ojos apretando los puños y doy media vuelta.
Me acerco a Marien, que está bien, tiene el arma y Max también ha ayudado bastante dejando inconscientes a muchos evolucionados, pero también necesitan mi ayuda. Así nos abrirnos paso y salimos.
—¡Vamos hacia la cima de la torre! —dice—. ¡Hay que detener al gobernador, estoy seguro de que ha puesto la toxina en aquel misil experimental que hicieron los del ejército!
—¡¿Misil experimental?!
—¡Sí! ¡Creo que, si lo intentas detener, explotará!
Entramos a la torre y cerramos la puerta, asegurándola para que esos evolucionados no entren.
Detengo a Marien.
—Quédate aquí.
—¿Qué? ¡No!
—¡Marien, hazle caso, llevamos prisa! —ordena Max—. ¡Si esa cosa lanza la toxina, todos en la capital morirán!
—¡No! ¡No! —Se aferra a mi cuerpo.
—¡No pienso arriesgarme a que esa cosa explote estando tú ahí! —exclamo tomándola de los hombros.
—¡¿Y crees que saber que tú sí, me hace sentir aliviada?!
—Si explota podré soportarlo —trato de calmarla, aunque la verdad, no lo sé.
Sacude la cabeza en negación, angustiada.
—Vamos juntos, por favor —pide desarmándome con esa mirada—. Somos uno, ¿recuerdas? Y te amo demasiado como para dejarte. Podría ver cómo detener el misil sin que explote o neutralizar la toxina, por favor —ruega, y la verdad es que separarme sin saber si volveré a verla, me atormenta—. Terminemos o no esto, será juntos, somos un equipo.
Es verdad, estamos juntos, somos uno. Yo la seguiría a donde fuera y ella de igual forma. Pero sigue siendo triste. La abrazo fuerte, pensando en lo que podría pasar si algo sale mal.
—Sí... juntos —le susurro.
—¡Me hago viejo! —exclama Max.
Subimos corriendo unas escaleras hasta esa oficina. Al llegar encontramos al hombre cobarde al lado de la máquina.
—Gobernador —le habla Max—, deténgase.
—Es mi gran momento, señor —contesta—. Si todos en la capital mueren, el presidente ordenará borrar a los evolucionados de la faz de la tierra.
—Piénselo, si esa cosa lanza la toxina, usted también morirá —trata de razonar con el hombre.
—Con tal de que todos los malditos H.E. también mueran, no interesa, son una especie peligrosa y nadie quería tomarlo en serio. Me dejaron sin familia. Me tomó años lograr que todo esto sucediera, los evolucionados ayudaban sin darse cuenta a que los humanos los odiaran, pero con mi proyecto exitoso de poder controlarlos las cosas mejoraron. —Esto no parece mejorar. El rencor también lo ha segado como a Orión. Me pongo delante de Marien y ella se aferra a mí. La siento temblar apenas—. Ustedes amenazaron con sacarlo a la luz, felizmente me capturaron aquel día y pude razonar un poco con ese salvaje, y así lograr poner las cosas a mi favor nuevamente. Por cierto, ¿qué fue de él? ¿Ya murió en manos de los suyos? —se burla.
—La muerte no es algo que deba celebrarse —le reprendo.
Eso parece molestarle, orgulloso como la mayoría de los humanos, y pone la mano sobre el botón.
—¡No! —Max advierte—. ¡Le dispararé y la desactivaré!
—Lo siento, niño, pero si intentas desactivar esta máquina, explotará. Quizá salves a la ciudad, pero no tu pellejo.
Max reacciona y dispara, pero el hombre también ha actuado al mismo tiempo y ha apretado el botón antes de caer inconsciente.
—¡NO!
La máquina empieza el conteo regresivo.
—¡Salgamos de aquí! —grita Marien.
—No servirá, ¡lanzará la toxina antes de que hayamos podido siquiera asomarnos por la salida del edificio!
Corremos hacia la máquina. Observo el tablero y empezamos a ver si podemos hacer algo para detenerla sin que explote. Max desactiva el control de los evolucionados y toma un micrófono para empezar a ordenarles a todos en la ciudad que deben huir.
—No queda más que desactivarla y esperar a que no explote —murmuro.
—No, no. Debe haber forma de desarmarla —dice desesperada.
El conteo va en treinta segundos.
—¡Si no la detengo ahora, todos morirán!
Siguen disminuyendo los segundos, sin que podamos hacer nada. No voy a dejar que miles de personas mueran, además de que luego atacarían a mi pueblo y a muchos otros. Mi familia, mis amigos...
Esta vez no hay salida.
—Marien —digo casi en susurro—, voy a presionar el botón. Por favor, corre.
Me mira angustiada, yo estoy igual. Desearía que estuviera lejos, desearía haberla dejado en mi ciudad y venir yo solo a arreglar mis asuntos. Mi dulce dama no puede pagar junto conmigo por mis faltas, aunque venir me hizo conocerla y amarla. Agradezco eso y ha valido la pena.
Las lágrimas corren por sus mejillas, pero parece decidida.
—No —susurra y toma mi mano—, estamos juntos al final después de todo. No hubiera querido terminar en ningún otro lado.
Sonrío con tristeza. No estoy solo, ella está conmigo, consolándome en esta situación. Junto mi frente a la suya mientras pongo mi mano sobre el botón. Se empina y me da un suave beso, calmando mi ansiedad, ayudándome a encontrar la paz que sólo con ella siento.
—Gracias por todo. Te amo, y si hay algo después de esto te buscaré, lo prometo.
Aunque no me rindo, pienso protegerla. Solo espero que pueda entenderme un día si es que lo logro. Que mamá también comprenda, que papá cuide de las dos...
Mi Marien me abraza fuerte y la aprieto contra mi cuerpo con mi brazo libre.
Presiono el botón.
La rodeo con ambos brazos e intento darle la espalda a la máquina, pero reacciono más que enseguida al ver que tiene otro conteo de cinco segundos y salgo disparado sin siquiera pensar. Tiro de Max y giro para romper la ventana con la espalda.
Los cristales revientan a mi alrededor, justo con la explosión. La fuerza de esta me lanza y caigo con los dos. Max grita, pero yo giro para encontrar balance y golpeamos el agua.
La corriente me arrastra, pero tengo la adrenalina a mil. Tomo a Marien y la llevo a la superficie. Max sale también más allá y me concentro en ver a mi dama, que traga toda una bocanada de aire y se aferra a mí, tosiendo.
—¡Marien! —la llamo y me alivia ver que está bien.
Me mira.
—Sirio —murmura con débil voz.
Sonrío ampliamente. Está viva, estamos vivos, estamos juntos, no tuvimos que morir. La guerra se ha podido detener.
La abrazo fuerte.
—Lo logramos. —Junto mi frente a la suya sin dejar de sonreír.
Reacciona y sonríe también. Se lanza a mis labios, abrazándome. Nos damos un gran beso. Siento que un gran peso ha salido de mí, las cosas mejorarán.
—¡Lo logramos! —exclama feliz alzando los brazos.
Río y me dirijo a la orilla con ella aferrada a mí. Continúo agradeciendo que esté bien. Llegamos y nos sentamos.
—¡Hey! —grita Max que se acerca nadando—. ¿Están bien?
—Todo bien —respondo.
Sonríe, se hace hacia atrás y queda flotando boca arriba en el agua.
—Bueno, supongo que tenemos suerte de estar vivos. Gracias por tirar de mí, pero ¿saben? Dejaré de juntarme con ustedes, los persigue el drama —chapotea un poco—, santo Dios...
Rِío entre dientes y Marien se sube a horcajadas sobre mí, sorprendiéndome.
—Hey, tranquila —reclama Max.
—Quiero ver sus heridas —contesta ella.
Sonrío y arqueo una ceja. Me fascina verla tan decidida, y sobre mí. A pesar de que mi cuerpo duele, todavía tiene el valor de emocionarse al tenerla a ella.
—Ya deben haber cicatrizado un poco —ronroneo—. Pero si gustas, examíname...
—Señal de salida —reniega Max y se va nadando.
Marien lo ve irse y ríe. Tomo su mentón con delicadeza, la hago mirarme y la beso, perdiéndonos un buen rato en nosotros. Disfruto de sus suaves y ricos labios, el aroma de su piel húmeda. Ella gime apenas contra mi boca y reacciona.
—¿Seguro que estás bien? Tienes muchas heridas —dice preocupada.
Acomodo algo de cabello mojado detrás de su oreja y asiento.
—Tranquila.
Sonríe aliviada, junta su frente a la mía y cerramos los ojos. Su suave respiración acaricia mi piel, me deleito con su suave aroma y disfruto en silencio.
Está bien. Al final todo se ha reducido en esa lección, que, aunque parezca insignificante, puede significar la diferencia entre vivir o morir. Dejar el pasado, no vivir del rencor. Cuidar el futuro.
Es eso lo que voy a hacer.
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