Capítulo 5: Espiando

Ella sacude la cabeza y parece confundida ante lo que he dicho.

—Ah, sí —murmura y puedo detectar algo de nerviosismo.

Viene a mi cama a sentarse y sonrío aliviado. Acomodo mi silla en su dirección.

—Así que no más pruebas —le digo.

—No, descuida, hablaré con ellos y te haré salir pronto de aquí.

¿Salir? No, no quiero salir...

He fruncido el ceño ante lo que acaba de decir. Debo enfocarme y cumplir con mi especie, con mi gente. Debo encontrar una solución, una que no requiera lastimarla. Quizá Orión solo quiere hacer preguntas...

Miro al suelo buscando una excusa, una forma de hacerle ver que no puedo salir. Además, tengo curiosidad hacia ella, conocer solo un poco más a los humanos. Quién sabe quizá sí es mala como dice mi tutor y estoy arriesgando el honor de mi familia por nada.

Recuerdo enseguida lo de la pérdida de memoria y eso me trae varias posibles excusas.

—No han venido por mí, eso significa que no tengo a nadie... ni a dónde ir. No sé qué pasó, no puedo recordar nada sobre eso. Sin embargo, sí recuerdo otras cosas... Todo es muy confuso.

—Era por eso que... —señala su mejilla.

Suelto aire, se refiere a mi lágrima. Sobo mi cabello sintiéndome avergonzado. Caramba, sí lo notó, no puedo creerlo.

—Me viste, ¿verdad? —Recuesto el rostro en mis brazos sobre el respaldo de la silla con desgano—. Sí... era eso, la incertidumbre... —Si supiera la encrucijada en la que estoy a causa de ella.

—Descuida, entiendo. Mis padres tampoco están.

Oh no...

—Lo siento.

—No... Es decir, ya pasó. Yo... —puedo detectar el profundo dolor en su voz—. Es culpa de los humanos evolucionados... Odio a esos seres.

Quedo viéndola perplejo, apenas sin parpadear. Todo en ella me dice que fueron asesinados por mi especie. Nos odia... Me odia. Pero no es eso lo que me deja tan desconcertado, pues lo comprendo, yo estaría igual. Es el par de lágrimas que quieren recorrerle el rostro.

No me agrada verla así. ¿Todos los humanos son así de sensibles? No... No. Ella no ha tenido problema en mostrarme su debilidad, algo que nosotros no hacemos, no tan pronto por lo menos. Tal vez es porque yo estoy contándole sobre mí, y de pronto me siento mal porque en parte estoy mintiéndole. Bueno, no voy a usar esto en su contra, no tiene por qué temer.

Me pongo de pie con lentitud y me acerco, pero ella se limpia las lágrimas enseguida y parece avergonzada.

—Y... ¿Qué paso? —quiero saber, quizá estoy apresurando mis conclusiones, ya que ando fallando en todo desde que la vi.

Me siento a su lado y puedo olfatearla mejor.

—Mis padres siempre estuvieron fascinados con esos humanos especiales. No eran partidarios de ideas como intentar amarrarlos y hacerles experimentos, creían que podrían apelar a su lado humano. No creían que, habiendo evolucionado, o mutado, habían perdido su humanidad o bueno... como dije, eso creían, pero... —Al estar tan cerca casi escucho cómo su corazón de acelera—. Hubo un ataque y los seres que estaban a su custodia aprovecharon la distracción y los mataron... o quizá fueron otros. De todos modos, el plan de los que atacaron era rescatar a los que estaban ahí presos.

Eso me sorprende demasiado, qué falta de honor. Siempre nos han advertido de que no debemos atacar a humanos desarmados, siempre nos repiten eso, ¡qué cobardes! A menos, claro, que hayan sido guerreros como yo siendo guiados por un líder como...

Se pone de pie de pronto, sacándome de mi corta reflexión sobre mi misión, y la sigo.

—Perdón, no necesitabas escuchar eso —dice arrepentida.

—No, está bien. Debes desahogarte de vez en cuando —la animo y poso la mano en su hombro, sintiéndola tan frágil...

La retiro levemente, pasmado ante los raros latidos de mi corazón. ¿Por qué la he tocado? Es decir, me enseñaron que para ellos es normal tocarse y que podía hacer cosas así para no parecer un raro, pero esto lo he hecho sin premeditarlo.

—Esto no lo he contado —continua sin notar mis actos—, salvo a Marcos.

—¿Tu amigo el posesivo? —suelto sin querer al recordar que se la llevó prácticamente a la fuerza.

Me mira con algo de sorpresa y sonrío fingiendo inocencia, así que ella sonríe también y sacude cabeza en negación.

—Sólo se preocupa por mí, es mi amigo desde la universidad.

Puedo aprovechar esto, escuché a unos humanos hablando en el parque y justo cuando una joven mencionó algo similar, la otra le dijo algo como:

—Ah, en la "zona del amigo".

Ríe y sé que di en el blanco.

—No, no he pensado en esas cosas —dice mientras suelta esa hermosa y dulce risa. Se aclara la garganta y deja de reír. Intenta ponerse seria, es tan curiosa—. Eso ya vendrá por sí solo.

Bien, ahora por distraído no sé a qué se refiere, pero solo sigo el juego.

—Claro —y me atrevo a volver a hacer contacto dándole suaves palmadas en el hombro, para luego alejarme.

Quedo viéndola a ver qué más hace, me agrada contemplarla porque es algo pacífico. Su cabello me sigue recordando al dulce de cacao.

—Gracias. —Sus mejillas se han tornado rosáceas y me preocupa que quizá la haya avergonzado al mirarla mucho porque ellos no hacen eso, o le molestó, o... Espera. Es extraño, está en completa paz y a gusto—. Bueno, te dejo descansar. Aquí ya te han dejado bastante ropa y veré que de ahora en adelante estés como uno más de nosotros.

Reacciono y me siento aliviado.

—Gracias. —Le sonrío con toda libertad.

—Descansa.

—Buenas noches, señorita —la despido con la educación que me enseñó papá, para, según él, agradar a las personas.

Con ella cobra sentido de pronto al saber que quiero agradarle. Es una joven que emana dulzura e inocencia. No quiero que se vaya, pero si la retengo será muy mal visto.


***

Me he quedado unas horas despierto, salí por la ventana y ahora estoy en el techo. Hay algunos helicópteros y demás cosas, es bastante grande. Observo la luna, y me molesta el hecho de que el ruido de la ciudad no ha disminuido ni un poco.

¿Qué estará haciendo Altair? ¿Mis padres? Ursa... Hoy hay un festival en el pueblo, pero yo ya no puedo cumplir con esas cosas ahora, y menos estando aquí.

De nada sirve pensar en eso ya. Me dispongo a volver, ya que debo encontrar dónde desgastar las puntas de mis uñas. Como estoy en transición crecen algo lento, pero no puedo descuidar ni un poco que empiecen a verse diferente.

Entro a mi habitación y siento la necesidad de meterme debajo de la cama así que solo lo hago. Total, ningún tutor me va a sermonear por hacer algo que solo los niños hacen. Necesito tranquilidad para pensar en cómo debo actuar de ahora en adelante y encontrar una solución y el momento adecuado para llevar a cabo la misión.

Empiezo a rascar la madera de uno de los tablones de la cama y enseguida me percato de que no es madera del todo, es un extraño material. Suspiro y salgo. Olfateo el velador y este al parecer si es madera pura, así que tiro de este para separarlo de la pared y me pongo a rascar su parte posterior.

Aunque esta madera no es suficiente y no es tan dura como la del árbol, sirve. De todas formas, tengo que encontrar algo con qué cortarlas de forma civilizada. Al finalizar, regreso el mueble y listo, aquí no pasó nada. Ahora sí, iré a verla.

Salgo por la ventana y camino tranquilamente hasta la suya, y es que me es imposible confundir su aroma. La abro con cuidado y entro.

No es que no sepa que está mal invadir así, pero Orión siempre dijo que se conoce a alguien también por cómo duerme. Solo quiero dar una mirada y ya está. Conocer un poco más a la joven, eso es todo.

La veo tendida de costado hacia mí. Sus manos cerca de su rostro que reposa sobre la almohada. Tiene una expresión dulce y pacífica, y no puedo evitar sonreír con ternura. Me acerco para apreciarla mejor. Al estar así puedo observar el bonito perfil de su cuerpo bajo la sabana. Sus caderas anchas, su fina cintura, sus delicados hombros.

De algún modo extraño me veo tentado a pasear mi mano por ese curvilíneo cuerpo, pero por supuesto que no lo hago.

Caramba, ¿pero qué pensamientos son esos?

Estoy aquí de pie a su lado, imaginando como sería tocarla. No pensé que esto me pasaría, es sólo una chica, no debería verla diferente a Sinfonía, mi amiga, o incluso a Ursa, pero lo hago y eso me preocupa.

Imaginar que podría ser su amigo y estar cerca de ella me quita la angustia. Imaginar que podría quedarme a su lado varios días, conocerla, reír y jugar con ella, a lo que sea que jueguen los humanos, me hace olvidar que no estoy aquí para distraerme, que soy un guerrero, los malos de sus historias... y que moriré si fallo.

Me pongo de rodillas y recuesto el rostro sobre el colchón, cerca al suyo. Su cercanía me pone nervioso y a la vez me apacigua. Todo es tan raro, quizá sí me he enfermado de algo, me siento extraño.

Mi respiración se profundiza y tengo un leve rubor en las mejillas al mirarla tanto. Quisiera despertarla y preguntarle si quisiera ser mi amiga, decirle lo que soy, y esperar a que no salga huyendo. Pero debe estar soñando cosas muy bonitas, su expresión me lo dice.

Dulce dama, dulce de cacao.

Suspira y gira, espantándome. Me pongo de pie veloz mientras me debato entre salir disparado o quedarme, pero, para mi alivio, sigue dormida... Oh.

Ahora está recostada boca arriba, su rostro aún mira hacia mí, y me ha revelado sus otras curvas.

Me quedo viéndolas con curiosidad... ¿Serán muy delicadas? Tonto, claro que lo son. Los líderes ancianos en mi pueblo nos prohíben preguntar más acerca de eso, y las mujeres cuidan de que no las notemos. Según sé, son de cuidado. ¿Cómo serán? ¿Serán muy suaves al tacto?

Esos pensamientos de algún modo quieren llamar a otros similares y la tentación por tocarla aumenta en un segundo de forma imprevista. Mi corazón se acelera y siento cierto calor... Ay no.

Me doy la vuelta y respiro hondo. Sé para dónde va esto, pero no sé bien por qué sucede, no he descubierto un motivo fijo. Solo debo despejar la mente o ignorarlo. Mi padre me dijo que es un poco complicado de lograr pero que no debería preocuparme.

Lo sabía, tengo algo, aunque no creo que sea alguna enfermedad, es un sentimiento. Raro, muy raro, de hecho, sé que ella me agrada, es similar a lo que me provoca el dulce de cacao, aunque no siento esta nueva y rara sensación en el estómago cuando lo pruebo. Y no sé qué tiene que ver la tensión que puede provocarse ahí abajo con mi deseo de tocarla.

Le doy una última mirada y salgo. Sueña con las mariposas, como decía mamá. Llevo grabada su imagen, tan fina, delicada, curvilínea, inocente e inofensiva. Quizá sí es buena, no me equivoco. Podría irme ahora mismo y desaparecer de su vida, pero la esperanza de que quizá pueda salvarnos a los dos surge de pronto.

Quizá logro engañar a Orión y salir de esta. Poder quedarme junto a ella luego si es que no me odia por ser un H.E y/o engañarla, ya que si le digo lo de Orión podría huir y no quiero eso.

Sí, tal vez puedo lograrlo, pero debo seguir conociéndola.


***

A la mañana siguiente no olfateé nada atractivo en la cafetería así que preferí quedarme en la habitación y esperar a la hora del almuerzo. Era terriblemente aburrido, quería verla y ahora me arrepiento de haberme saltado el desayuno, y es que aparte de todo, muero de hambre. Si sigo así perderé fuerza.

Uno de los doctores me había dicho que podía andar libre, tal y como Marien me ofreció, así que decido pasear por ahí. Para mi suerte aún hay algo en el comedor. Paso tomando un pote de avena, ya que es lo que huele más natural y normal. Después de eso encuentro una biblioteca. Algo interesante finalmente para saber más sobre esta especie.


Me hallo buscando entre los libros de humanos.

¿Historia? No, ya sé todo lo que hicieron los imberbes.

¿Anatomía?... Um... No, ya sé cómo es mi cuerpo.

Etiqueta social puede ser. Lo tomo y voy a sentarme. Veamos cuáles son sus reglas...


***

Finalmente es hora de almuerzo. Después de leer y andar por ahí, recibiendo incomodas miradas de algunas mujeres y hombres, me dirijo al comedor. Pronto quedo perdido en la gran cantidad de aromas, de humanos y comida. Apenas puedo distinguir el de ella, pero sé que está por aquí.

Paso sirviéndome la comida que menos apeste a químicos, logro ubicar una mesa en un extremo y voy. Al sentarme la busco con la vista y la encuentro, ¿cómo no distinguir su cabello?

Voltea a mirarme y mi corazón brinca, le sonrío apenas sin poder evitarlo. Ella retira la vista luego de mostrar su sonrisa también, quizá intentando que no la vea, y eso me agrada. Quizá le produzco lo mismo que ella a mí.

Su compañera se levanta casi de un brinco y viene.

—Ven, siéntate con nosotros —dice mientras intenta jalar de mi brazo.

Me pongo de pie y la hago soltarme para tomar mi bandeja. La repelo sin querer, se le ve buena pero huele a químicos, creo que el aroma viene de algunas pinturas que tiene en los ojos y labios, ¿no teme quemarse la piel con eso?

Vamos a su mesa y me siento frente a Marien, la señorita dulce de cacao, ella huele muy bien. Me sonríe y yo a ella. Cómo me gusta que lo haga. Me fascina el hecho de que no tenga colmillos, ni garras, es tan fina y delicada. Claro, los otros humanos también pero no me interesan, solo ella me atrae de esa forma. Muero por saber si me aceptaría como amigo y poder hablarle más, preguntarle qué le gusta hacer, quizá pueda acompañarla a rodar por el pasto o perseguir mariposas, lo que sea, quiero.

—Así que... ¿Jonatán o Antonio? —pregunta la amiga.

Ah, verdad, son mis nombres falsos.

—Um. Suelo usar más "Antonio", creo. —Ya qué, está primero en orden alfabético.

La chica sonríe.

—¿Puedo llamarte Antoni? —suelta.

¿Qué?

—Eh... buen...

—¡Genial! —exclama de pronto.

Bueno, esta es rara, debo mantener distancia.

—¿Y por qué te apellidas igual que aquí mi amiga Marien? —pregunta Marcos—. Ramos. Qué coincidencia.

Orión fijó mi objetivo así. De algún modo le pertenezco a mi misión, le pertenezco a ella. Así marcó su sentencia.

—Marcos, es un apellido común —me defiende ella de pronto.

No puedo evitar sonreír ahora. Mi atención vuelve a la hermosa y distinta humana que tengo en frente, ignorando al joven.

—Creo que te debo las gracias —le digo.

Sonríe y asiente de forma educada.

—No fue fácil, pero tal y como te dije, mejoré las cosas para ti —baja la vista y sigue comiendo.

—¿Que tú qué? —le reclama su amigo.

Ay, humano, tranquilo. Al parecer le molesta que le hable, y de algún modo eso me hace sentir bien, egoístamente bien.

—No seas así Marcos, Marien ha hecho algo muy bueno —habla la otra chica.

Marcos suspira y sigue con lo suyo. Sonrío de forma triunfal, pero pronto la necesidad de ver a Marien insiste y lo hago. Para sorpresa mía, me encuentro con sus ojos y parece que la he tomado por sorpresa, un cambio casi imperceptible. No quiero ponerla incomoda, quizá ya no debería mirarla tanto, así que mi vista se dirige a una extraña botella con un líquido blanco.

Eh, ¿será leche de soya? La tomo con curiosidad.

—Es leche, prueba un poco —me dice.

Me doy cuenta de que por culpa de las pupilas pequeñas y redondas no puedo ver muy bien las letras pequeñas, el ambiente está muy iluminado.

—¿Eres corto de vista? —pregunta la tal Rosy.

Rayos, debo tener cuidado o podrían darse cuenta de que tengo algo raro.

—No, no... —respondo y abro la botella.

Un extraño aroma brota de ella.

—Es curioso —habla el espeso humano otra vez—. Animales como los felinos, por ejemplo, tienen pupilas rasgadas. En el día las tienen contraídas para evitar que el exceso de luz les impida ver bien... al igual que los H.E. —Ahora es él el que tiene un gesto triunfal.

No tiene ni idea el humano. Si supiera en verdad lo que soy, de seguro huiría.

Marien resopla.

—Marcos —le recrimina, para gusto mío

—Yo sólo decía —se defiende este.

Suelto una corta risa por el bajón de moral que acaba de tener el pobre, sin duda le pone celoso el hecho de que la dulce Marien me hable y defienda. Los celos son como la envidia, me pregunto a qué se debe.

—Saben bastante sobre ellos, me sorprende —les digo.

—Oh sí, he abierto muchos de sus cuerpos también —cuenta Marcos intentando sonar amenazante.

¿Intenta intimidarme el humano? No funciona.

—Ya lo creo —respondo.

Vuelvo a lo que estaba, la botella extraña, la miro y tomo un sorbo...


¡Wow!


—Qué rico —murmuro mientras la observo.

—¿Nunca has probado la leche? ¿De qué planeta eres? —vuelve a atacarme el de sobre peso, ahora sonríe triunfante de nuevo.

—N-no, no recuerdo haberla probado —sacudo la cabeza, debo tener cuidado—, probablemente está dentro de las tantas cosas que no recuerdo —continúo con mi mentira.

—Tómala toda si gustas —me dice esa melodiosa voz, calmando mi preocupación.

Ella me está mirando de forma dulce, mi corazón vuelve a acelerarse por eso y le sonrío sin contener ni un poco la felicidad que eso me produce.

—Eres como un gato —dice Rosy— tienes esos ojos verdes tan atractivos y te gusta la leche...

La veo y sonrío incrédulo. ¿Atractivos ojos? No los ha visto como son en realidad. Le aterraría. Niego con la cabeza y vuelvo a agarrar la botella.

Tomo de sorbo en sorbo con tranquilidad mientras ellos siguen comiendo. Es muy diferente, ellos hablan bastante más que nosotros. Yo a veces incluso comía de prisa para cumplir con mis horarios, pero estos humanos están tan relajados...

Puedo sentir la mirada de Marien sobre mí. ¿También pensará que mis ojos son atractivos? Si me lo dijera no sé qué haría, creo que me alegraría mucho. Lamentablemente, como dije, su actual apariencia es temporal. Si me llega a ver como lo que soy, ¿se asustará como dijo Altair?

En fin, está por verse. Tomo el último sorbo de leche y relamo mi labio superior. ¿Leche de qué será? ¿Algún animal? Sé que la leche de los animales es para sus bebés y nadie más.

¿...Será de humanos? Esa última idea me hace estremecer apenas así que la desecho.

Oigo reír en silencio a la joven dulce de cacao y vuelvo a mirarla. Ella es como todos los dulces que he probado y este líquido. Me atrae, aunque de una forma un tanto distinta, eso me gusta.

Creo que me empieza a agradar estar con los humanos. Quiero ver qué pasa y por qué me siento tan extraño...

Vuelvo a alzar la vista, encontrando la de ella. Acomoda su cabello detrás de la oreja, mirando a la mesa, ocultando así su sonrisa de nuevo.

...Tan extraño, cuando la veo...


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