Capítulo 46: Te amo, por siempre
De un codazo contra el de mi izquierda, y un puñetazo contra el otro, me libero y me lanzo contra el que se ha atrevido a tocar a mi chica. Escucho a Ácrux y a los hermanos lanzarse a pelear también, seguidos de Max y sus hombres.
Suena el grito de Marien y Sinfonía, y veo a dos hombres dirigirse a ellas. Embisto a uno y golpeo al segundo, apartándolos. Corro hacia otro y brinco, cayéndole y aplastándolo contra el suelo. Lo levanto y lo aviento hacia un cuarto que también venía.
—¿Están bien? —les pregunto.
Ambas asienten.
Vuelvo a la lucha, gruñéndole a un controlado más y mostrándole los colmillos. Le muerdo el brazo y me aparta de un golpe. Otro me muerde el hombro por detrás y ahogo mi grito, giro con fuerza y lo golpeo. Me vuelvo y, de un zarpazo, aviento al suelo al que estaba adelante.
No vienen más, y puedo ver que los H.E del gobernador han sido abatidos por los hombres de Max. Han usado los sedantes especiales en ellos.
Miro alrededor, ya que me parece haber escuchado una especie de descarga, explosión o algo así, pero no veo efectos.
El gobernador y sus hombres están estupefactos, agarran sus teléfonos y comienzan a intentar realizar llamadas.
—Bien señores, ahora negociemos —se les acerca Max—. Desistan de usar el arma, lo tengo todo grabado, esto podría ir al presidente.
Los hombres están muy tensos ahora, mientras insisten en sus llamadas. Se me hace raro que no funcionen sus teléfonos, pero en todo caso, ahora es algo bueno, ya los tenemos.
—Señor, al parecer ha habido un corte de luz general —murmura uno.
—¿Qué han hecho con las líneas? —pregunta el gobernador— ¿Acaso poseen un arma de shock magnético?
—Deje de cambiar el tema —amenaza Max.
—Debemos ver qué sucede.
—¡Usted no irá a ninguna parte!
Marien se acerca, preocupándome, así que la sigo, manteniéndome alerta.
—Por favor... —pide con la tristeza impregnada en su rostro—. ¿Dónde están los cuerpos de mis padres?
La rabia me inunda. Esa escoria no merece las lágrimas de una mujer tan buena como ella.
—No lo sabemos.
—No mienta —le gruño en amenaza, ya que puedo saber que oculta algo.
El hombre suspira con pesadez.
—Los evolucionados que mandamos debían destrozar todos los cuerpos que hubiesen para que no pudieran ser reconocidos y luego se dio orden de incendiar todo para que nadie pudiera investigar. Justo unos minutos antes de que llegase la policía. Ya le dije, tener evolucionados de tu lado no sirve.
Marien está llena de tristeza, no aguanto verla así. Es hora de volver y refugiarla en mis brazos hasta verla sonreír otra vez.
Ya todo terminó, ya podemos dejar esto e irnos a vivir a otro lado.
—Sinfonía —la miro—, ve ya...
Ella titubea un poco, pero al ver mi vista seria, obedece. Max hace señas y sus hombres se acercan a esposar al gobernador y a sus acompañantes.
—¡No pueden hacer esto! ¡Soy el gobernador!
—No después de que el presidente y las personas vean esto —refuta, refiriéndose a la grabación.
—¿Tú crees que a alguien le va a importar? —se burla.
—¡Sirio! —grita Sinfonía desde afuera.
Corro veloz a su llamado, mientras al parecer, todos me siguen. Al salir, encuentro algo que nunca pensé ver. Un ejército de evolucionados, como unos cien de ellos, pero, sobre todo: Orión.
La sangre se me enfría de golpe al ver que me ha encontrado después de todo, y que estoy en el lugar justo para que no tenga que entrar a la ciudad a buscarme y no dar conmigo y mi amada.
Siento una gota de sudor frío bajar por mi sien, y miro de reojo a Marien. Está aterrada.
Tal parece que las estrellas decidieron favorecerlo a él, no a mí...
No... ¿Por qué? ¿Por qué no a mí...?
—Cuánto tiempo. —Mantiene a Sinfonía atrapada con su brazo, ella forcejea, pero sé que es inútil. Me empiezo a llenar de angustia al verme abandonado por mis antepasados en el firmamento, me han dado la espalda, pero también me lleno de rabia, terco, no dispuesto a aceptar eso—. Qué fácil fue seguir a esta niña... —Mira a su costado—. Altair, tenías razón, aquí estaba, era de suponer que no se iba a ir más lejos. Debía quedarse con su humana, no era capaz de dejarla —se burla—. Perdón por desconfiar, pero debía cerciorarme de que aún me fueras leal.
Empiezo a gruñir.
—Suéltala —digo entre dientes.
No importa si mi familia antigua entre las estrellas desaprueba lo que he hecho. No voy a dejar de pensar que haber salvado a Marien ha sido lo correcto, así que voy a pelear.
—¡Oh dios! —grita el gobernador—. ¡Los trajeron aquí, traidores!
Los hombres de Orión vienen corriendo y, sin pensarlo siquiera, envuelvo a Marien en mis brazos, recibiendo empujones. Toman al gobernador, mientras grita desesperado y se lo llevan.
—¡Pagarán por esto!
—Calla o te descuartizamos ahora mismo —le responde Altair.
—Bueno, es hora, Sirio. Entrégate y no mataremos a nadie —habla Orión.
Marien se aferra a mi brazo y la siento temblar, la siento aterrada, puedo sentir incluso sus latidos al estar tan pegada a mí. Me angustia, pero debo ser fuerte.
—¿Acaso los ancianos líderes continúan diciendo que debo morir? —cuestiono.
—Tú ya cargas con una deshonra, la de tu madre, así que se te ha negado una segunda oportunidad.
—No. Si eso es cierto, muéstrame la carta de permiso.
—¿Estás negando tu deshonor? Qué vergüenza.
Doy un hondo respiro al verlo asentirle a Altair, y me preparo.
Los H.E se lanzan al ataque. No permito que la preocupación me deje abatido, y me lanzo también, lleno de furia, más que dispuesto a todo si es que se atreven a tocar a Marien.
Estos son tan agresivos como yo, pero no tan hábiles, así que uso colmillos y garras para atacar. Muerdo, desgarro y golpeo sin piedad. Ellos hacen lo mismo, así que me concentro en dejar inconscientes el máximo número posible, con la esperanza de que mis acompañantes también puedan darles pelea y ganar.
Lamentablemente, los hombres de Max no tienen la capacidad, pues empiezo a escuchar gritos, y me estremezco. Sin embargo, no me detengo en la sangrienta lucha. Noqueo a otro de un golpe y corro hacia el gobernador, que no lo tiene muy lejos de mí, para intentar liberarlo de Altair. Lo embisto y dos hombres me separan. Golpeo a uno, pero dos más aparecen y me muerden de forma salvaje por los brazos.
—¡NOOO! —grita Marien.
Volteo al mismo tiempo en el que suena un disparo, y veo que Altair arroja al gobernador al suelo, quedando este inerte. Me apunta con el arma, pero Marien llega.
—¡NO, POR FAVOR! —chilla mi desesperada chica entre lágrimas, empujándole el brazo para desviar el arma en un segundo.
Reacciono, pero ya la ha golpeado, y le dispara.
El mundo entonces se detiene, se detiene como la primera vez que la vi, pero ahora no es para nada bueno, es el principio del final.
He quedado con los ojos muy abiertos viendo cómo mi mundo entero se desploma.
No...
Ella termina en el suelo y mi corazón se hace trizas. El odio me inunda, el mundo se destruye, la vida desaparece. Me encuentro corriendo hacia ella tras un grito de dolor, el dolor que me ha causado verla caer.
Caigo de rodillas a su lado y la sacudo.
—¡Marien! —Sus ojos están abiertos, pero no parpadea. Mi alma se desgarra y empiezo a sentir que me falta el oxígeno. No puede estar muerta, ¡no!—. No... ¡NO, NO! —La abrazo con fuerza.
Me rompo, la desolación me inunda. Ahogo el fuerte sollozo que empuja en mi garganta, y se convierte en lágrimas que empiezan a caer a mares por mis mejillas.
No, no. Esto no está pasando, no está pasando, tiene que ser otra pesadilla, ¡otra de esas malditas pesadillas!
—Eso fue muy fácil —dice Altair.
De lo que estaba respirando de forma agitada, dejo de hacerlo un par de segundos al escucharlo.
¡¿Cómo se ha atrevido?!
He apretado los dientes y he empezado a gruñir como una bestia sin control. Ya no tengo vida sin ella, así que la bestia a la que mantenía retenida no tiene nada que lo ate. Alzo la vista para encarar a ese desalmado, quien me mira con molestia, dejo a Marien con suavidad en la tierra y salgo disparado a atacar.
Me recibe con un golpe, pero se lo devuelvo, y mis garras hacen su trabajo en su cara. Muerdo, arranco la carne de su hombro y lo golpeo con furia. En algún momento logra esquivarme y atrapa mi antebrazo con sus garras, rasgándome la piel.
Se lanza a mi hombro y muerde, pero gracias a la tela, no me arranca carne. Al darse cuenta, logra golpearme otra vez y me arranca la carne del brazo, pero el dolor ya no puede ser más grande que el que siento.
Me estrella contra el suelo de una patada lateral y se me abalanza, pero lo esquivo, haciéndolo estrellarse contra el suelo también y tragar tierra. Gruño más lleno de furia, atrapo su pierna con una llave, antes de que pueda reincorporarse, y le rompo la articulación.
Su grito alimenta mi ira. Se arrastra para librarse de mí y ponerse de pie, así que me levanto también antes de que pise bien y me lanzo a morder su costado. Le arranco más carne y lo golpeo, volviendo a tirarlo al suelo. Ahí donde debe estar.
Intenta ponerse de pie, pero grita fuerte al no poder por su articulación rota, y cae de nuevo. Estoy completamente cegado. Aprisiono su cuello con el antebrazo mientras sigo gruñendo. Será lo último que escuche...
La sonrisa hermosa de Marien viene a mi mente. Su aroma, su risa, la forma en la que me decía "te amo", completamente extasiada y embriagada por mis interminables besos, sus traviesos dedos enredándose en mi cabello.
Flanqueo.
No podré volver con ella y protegerla en mis brazos de las penas, no podré decirle nunca que era mi dulce de cacao. ¡Y todo por culpa de estos desgraciados!
No... por mi culpa. Por no haber salido de su vida cuando aún podía, por haberla arrastrado hasta este punto, por haberme encaprichado con ella. Yo la he matado.
Dejo de gruñir y empiezo a jadear por el cansancio.
—Vamos, mátalo —escucho que murmura Orión. Está expectante.
Reacciono finalmente y suelto a Altair, quien se deja caer, también agotado.
—No... —Mi mirada de odio se dirige a Orión. Él es quien inició todo esto.
—¿No pensaras enfrentarte a mí, o sí? —se burla.
—Lo haré, créeme que lo haré —gruño.
—¿Vengarás a tu humana? Estás rodeado.
No. No es una venganza lo que tengo que hacer. Todo esto es mi culpa, desde un inicio lo fue, desde que tuve curiosidad por conocer a esta especie, desde que acepté la misión. Desde ahí condené a esa hermosa humana. No voy a vengarme, haré lo que tuve que hacer hace mucho: pagar.
—¿Qué esperas entonces? Mátame...
—No es así de fácil, voy a hacer que me ruegues, que desees no haber nacido. Que tu irresponsable madre no te hubiera tenido.
Aprieto los dientes. Sabía que el maldito se gozaría con esto. Empiezan a rodearme algunos de sus hombres, pero no pienso darle el gusto. Saco la navaja de mi pantalón, la cual sólo usé una vez por falta de costumbre, y la acerco a mi cuello.
—¿No me matarás? Lo haré yo mismo —amenazo.
—Te ofrezco un trato —dice sonriendo satisfecho. Gruño, pero dejo que continúe—. Si haces lo que yo digo no mataremos a tus amigos... Echa un vistazo, todos y cada uno de ellos está rodeado ahora mismo. —Veo de reojo y lo corroboro—. ¿Ves? —Bajo lentamente la navaja, me frustra, pero Max y sus hombres no tienen por qué pagar mi error—. Nadie vendrá a ayudarlos, hemos desactivado sus teléfonos con nuestra arma de shock magnético. Si no vienes conmigo te mataremos aquí y ahora, y no solo eso, les haremos a tus amigos lo que planeábamos hacerte a ti. Incluyendo a tu adorada humana.
Escuchar eso último es como una descarga de vida a mi interior agonizante. Miro a mi Marien, que aún yace en el suelo. Entonces... ¿Está viva? N-no entiendo...
Sin embargo, la diminuta chispa empieza a encender mi corazón.
—Así es —se regocija Orión—. Qué débil te has vuelto al encapricharte con ella, te enseñé siempre a actuar con la cabeza fría, pero mírate ahora. Está viva, inconsciente pero viva, y tú estás tan alterado que no te diste cuenta. Así que... Tú decides.
Siento que vuelvo a respirar y mi mano empieza a temblar, no puedo retirar la vista de mi chica. Está bien, está viva, este mundo todavía tiene sentido entonces.
Arrojo la navaja.
—Iré... Pero no vuelvas a aparecerte en la vida de ella. Júralo.
Él solo asiente.
—Por supuesto. Lo juro, ella no tiene por qué seguir metida en nuestro asunto
Doy un respiro hondo, saber que está bien me ha devuelto la fuerza, pero el destino me trae el hecho agridulce de que debo dejarla.
Voy a ella y cierro sus ojos, que no volveré a ver, y junto mi frente a la suya. Disfruto de su aroma por última vez, y ahora, más calmado, oigo el lento, bajo y débil latir de su corazón.
Me hace suspirar aliviado luego de creer que estaba muerto en vida.
—Perdóname... —susurro—. Te fallé. De ahora en adelante vivirás tranquila. Y por favor, no te preocupes por mí, no llores por mí, no lo merezco. Perdón por lastimarte así, perdón por romper mis promesas. Perdón por haberte metido en todo esto. —Sin darme cuenta, nuevas lágrimas han brotado de mis ojos, y una le cae a su mejilla—. Gracias por hacerme conocer tantas cosas. Tú siempre estarás en mi mente hasta mi último aliento. Adiós, mi amada.
Quiero besarla y abrazarla, decirle que todo estará bien, que volveré. Pero mientras más tardo, más insoportable vuelve a hacerse el dolor, así que respiro hondo y me alejo, sintiendo que mi ser vuelve a morir, y que mi corazón es arrancado y puesto a su lado.
No podré verla despertar, no estaré para consolarla. No podré cuidarla toda la vida, no seré yo el que la ame durante las noches, tampoco el que la despertará con besos, ni mucho menos el padre de sus hijos.
Lo único que hice, al pretender escapar de mi sociedad y sus reglas, fue prolongar la misma situación, posponer el inminente desenlace. Al final, yo era el que estaba condenado.
—Así me gusta —ronronea Orión.
Dos de sus hombres me atan las manos y me empujan con brusquedad para que avance. Oigo a Sinfonía sollozar mientras también la llevan a la fuerza, y olfateo algo más. Mis captores no tardan en darse cuenta.
—Ustedes, nadie les ha dicho que vengan —le dice el de mi izquierda a Ácrux.
Veo a los hermanos Alpha y Centauri a su lado.
—Sirio merece que lo escoltemos —responde Ácrux sin bacilar—, se ha sacrificado por todos, es lo mínimo que podemos hacer en su honor.
—Como quieran...
Continuamos avanzando.
—Gracias —les digo, y los tres asienten.
Miro sobre mi hombro y puedo ver a Max llevándose a mi primer y único amor en brazos, y con ella, a mi existencia.
La distancia entre nosotros aumenta con cada paso. Su vida ahora continuará sin mí, es lo que merece, aunque saberlo ha acabado con lo último de mi ser. Estará en mi mente mientras muera, e incluso después, siempre la voy a amar.
****
Página en facebook: https://www.facebook.com/ojosdegatotentador
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top