Capítulo 45: Ataque
Me mantengo acariciando los suaves cabellos de mi dama. Ella ha estado comentándome acerca de sus dudas, sobre si podría adaptarse a mi mundo, ya que ha visto que yo me he adaptado bien al suyo. Teme que mi gente no la acepte por la diferencia cultural.
En parte me alivia que crea que me he adaptado bien a su ciudad, yo todavía no lo siento así, pero hago lo que puedo. Aunque, por otro lado, me preocupa que se estrese por las reglas en mi pueblo.
—Está bien, recuerda que te dije que seas tú misma —la calmo—, no necesito ni quiero que acates las normas, te quiero a ti con todas tus muestras de afecto. Llévame de la mano, abrázame, e incluso bésame, si es eso lo que se te antoja.
Y así, se alivia finalmente, ofreciéndome su dulce sonrisa.
—¿En serio?
—Te llevaré a los festivales que tenemos, aunque no sean muchos. Podemos danzar juntos como aquella vez.
—Eso suena bonito.
Continúo acariciándola para que deje esos pensamientos. Entiendo que piensa mucho algunas cosas, así es ella, incluso ella misma me lo ha dicho, y yo solo quiero apoyarla en todo. Si tiene las mismas dudas mil veces, mil veces se las aclararé con amor y paciencia.
—Podemos venir a visitar también, o incluso vivir un tiempo aquí, y un tiempo allá. —Tomo con suavidad su rostro—. Podremos hacer lo que queramos, ir a donde queramos, ¿está bien? —Asiente y le doy un corto beso—. Te voy a cuidar siempre, no voy a dejar que nadie te lastime...
No debí dejar que la situación escalara hasta esto. Llegar al punto de amenazar a personas que solo buscan hacer las cosas correctamente no es para nada honorable. Voy a hacer que me escuchen de una vez por todas.
***
Un beso sobre mis labios me hace abrir los ojos por la sorpresa, pero enseguida sonrío al verla, y le correspondo. Mi adorada chica, esposa mía, mi mundo. Giro y le acaricio el abdomen, causándole cosquillas y haciéndola reír en silencio.
Termino de alistarme y Marien se planta frente a mí con una leve inquietud en el rostro. Tomo su mentón y le sonrío con dulzura.
—¿Qué sucede, mi hermosa?
Sonríe también.
—Am... me preguntaba si puedes darme un poco de tu saliva. —Arqueo una ceja y me muestra un pequeño depósito de plástico, cerrado—. Marcos quiere examinar sus propiedades cicatrizantes y desinfectantes.
Suelto una carcajada y recibo el frasco.
—Con gusto.
Sonríe aún más y me besa con mucha pasión.
***
Al entrar al comedor para desayunar, los hermanos y Ácrux nos miran desde una mesa cercana. Puedo ver sus preguntas sin responder en sus rostros, y eso me hace sonreír satisfecho. Hice gozar mucho a mi hermosa mujer, así que ya me esperaba esas reacciones, si es que han escuchado algo.
...Esa habrá sido mi cara cuando le preguntaba a Marien qué ocurría...
Nos sentamos junto con Rosy, aunque también está Max.
—Bien, esto es lo que haremos —me dice ni bien he agarrado el tenedor—: dejaremos a la chica rara mientras tú vas y amenazas al gobernador...
—¿Qué? —interrumpe Marien—. ¿De qué están hablando?
—Por cierto, habla con ella —me insiste.
Tenso los labios. Toca convencer a Sinfonía de que ya debe irse...
Voy a su habitación y me recibe con su sonrisa de siempre, pero al verme serio esta vez, deja de hacerlo.
—Aún no quiero irme —suelta.
—Sinfonía...
—No quiero saber que te metiste en otro problema. No sabes cómo me puse cuando me enteré de tu traición a Orión.
—Bueno, ya no tienes por qué preocuparte, estoy bien, ¿no ves? Debes volver a casa, piensa en tus padres...
—No tienes idea —interrumpe con un débil murmuro—. Yo... yo siempre te... —Su vista se dirige a mi anillo y suspira—. Eres mi amigo, por eso me preocupas. —Baja la vista y ciérralos ojos.
Me confunde un poco su actitud, pero al menos ya dio una especie de explicación.
—También me preocupo por ti, por eso debes entender que quiero que vuelvas. Mi vida está aquí, y la tuya allá con tu familia.
—Escuché que harán algo después de dejarme.
—No es de tu incumbencia.
—Sí lo es, ya lo dejé en claro —reta, pero al parecer su poco valor desaparece y vuelve a bajarla vista—. Por cierto, me siento mejor como para poder ir contigo abajo. —Sale de la cama.
Resoplo y la guío.
Al estar cerca al comedor, me toma del brazo, como solía hacer antes cuando estábamos en mi ciudad, pero esta vez, mi cuerpo lo repele. Llegamos a la mesa y me suelta, para mi alivio, pero Marien la ha visto.
Oh... Algo me dice que acabo de cometer un error.
—Quiero ir con ustedes a lo que tengan que hacer —anuncia una vez que se ha sentado. Vaya, le enseñé a ser un poco más asertiva, pero no pensé que tanto—, luego ya me dejan en la salida, sólo quiero asegurarme de que Sirio no se meta en más problemas.
Max rueda los ojos y sigue comiendo sin hacerle caso. A los pocos minutos terminan y se retiran todos, excepto nosotros y Marien.
—¿Qué es lo que harás? —me susurra mi chica.
—Iré a hablar con ese gobernador —afirmo.
—Iré contigo.
La miro con preocupación.
—No quiero arriesgarte...
—Iré contigo quieras o no —insiste—, te seguiré a donde vayas. Además... Debo saber qué ocurrió con mis padres...
—Si algo te pasa por mi culpa no podré soportarlo —digo en tono amargo.
—Y si algo te pasa a ti... tampoco podré soportarlo —su voz se debilita.
Entristezco de pronto. No, mi dulce dama, no pienses así.
—Quiero volver a mi habitación —interrumpe Sinfonía—, pero también voy contigo, ya sabes.
Suspiro con pesadez y me pongo de pie. Aviso que ya vuelvo y avanzo. Sinfonía se aferra a mi brazo mientras camino, pero esta vez me aparto.
—No me agradó que interrumpieras mi conversación con ella —le reprendo con seriedad—, y hazme el favor de no agarrarme del brazo.
—¿Cómo puedes decirme eso? Soy tu amiga...
—Y ella es mi mundo, aunque te suene raro.
Se detiene unos segundos y luego vuelve a darme alcance, con la cabeza un poco baja. Llegamos a su habitación y entra sin hablarme, cosa que me hace reaccionar.
—Oye... disculpa, creo que fui un poco duro...
—No —se recuesta en su cama, dándome la espalda—. Ándate ya con ella.
Eso fue exactamente lo mismo que me dijo cuando se enteró de que Ursa estaba diciendo por el pueblo que iba a unirse a mí.
Tenso los labios y me retiro. Está bien, ya que no puedo hacer nada con eso. No es mi intención lastimarla, solo quería plantear los límites, pero quizá no es posible sin ofenderla.
Salgo al campo de entrenamiento, buscando a los demás, y veo a Marien conversando con Rosy, ella le hace señas y Marien voltea a verme.
Se ruboriza y eso me encanta, pero al parecer recuerda algo, exaltándose, bajando la vista y tapándose la boca, buscando en su mente. Me preocupo.
Llego a su lado, acaricio su rostro y alza la vista, reaccionando.
—¿Todo bien?
Respira hondo y asiente con una bella y dulce sonrisa. No puedo evitar confundirme por eso.
Hace un momento estaba completamente preocupada por algo y ahora sonríe feliz. No sé si insistirle o no, pero me toma por sorpresa, empinándose y dándome un beso. Eso me hace despreocuparme y sonreírle también.
No ha de ser grave, yo lo sabría, ya que ella es muy expresiva. De todas formas, puedo preguntarle luego. Max avisa que ya casi es hora de empezar con los quehaceres, así que voy.
***
Tomo las armas de siempre, con sedantes, aunque algunos sugieren que deberíamos cargar balas, pero no me parece tan correcto. Si somos seres capaces de hablar, no entiendo por qué tiene que ser necesario matarnos.
Mi dulce Marien viene y le dan un casco, sólo por si acaso. Sigo en desacuerdo, no quiero que ella se arriesgue, pero no puedo detenerla, así que voy a protegerla.
Subimos a las camionetas y partimos. Primero iremos a dejar a Sinfonía, a pesar de que sigue renuente, y luego iremos a hablar con el gobernador, adentrándonos por su entrada secreta, ese es el plan.
Llegamos a la edificación cercana de donde rescatamos a Sinfonía. Según Max, el lugar ha sido abandonado por ahora, por los destrozos. Los principales de seguridad andan buscando a los responsables en las otras instalaciones, por suerte a nosotros aún no por ser un local nuevo.
Max la hace bajar.
—¿No me acompañas? —me pregunta— Me refiero a que vengas conmigo unos días...
—Sabes que no.
Bajamos todos y, para sorpresa, la puerta está semi abierta. Entramos despacio y detecto algo, así que detengo a mi Marien.
—Hay alguien aquí... —Sin embargo, Max me hace señas para que continúe, pero me resisto—. Son varios, también hay evolucionados, creí que ya no habría nadie.
—Nos acercaremos de todos modos —insiste—, aquí tenemos resguardo. Quiero ver qué es lo que están haciendo aquí.
Aprieto los labios y procuro mantener a mi dama detrás de mí. No quiero que esos evolucionados sean lanzados contra ella. Me pongo muy alerta mientras continuamos hasta uno de los ambientes más grandes.
Nos encontramos con un hombre de cabello encanecido y traje gris. Lo había visto en noticias, es el gobernador. Está con otros hombres más y dos evolucionados con casco. Voltean a vernos.
—¿Tiene autorización para estar aquí? —pregunta uno de los hombres.
—Claro que sí —habla Max—, justo queríamos tener la oportunidad de hablar con el señor gobernador, si no le molesta.
—Ahora no, estamos viendo otros asuntos...
Gruño y los de mi especie lo hacen también, eso espanta a los hombres, y los H.E que están con ellos devuelven el gruñido.
El gobernador ve a Marien y sonríe.
—Conozco tu rostro, jovencita.
Volteo para verla también.
—Sí, debe ser —responde—. Fui la última en aceptar formar parte del equipo de investigación de la toxina.
—Sí, esa misma. La señorita Ramos, su tesis sobre toxinas ganó varios premios. Incluso salió en la sección de ciencia en las noticias.
—Sí, bueno, no lo esperaba, nadie ve esa sección.
—Pues nosotros sí, usted dijo que solo requería de la toxina correcta, y se la dimos, pero ha estado ocasionando algunos problemas con base en eso... —Los hombres se acercan así que me pongo parcialmente entre ellos, haciéndoles saber que la protejo—. Quiero pedirle personalmente que deje de causar problemas. Créame que tener a un evolucionado de tu lado no le va a ayudar —agrega dándome una leve mirada.
—No, quiero que por favor usted entienda. No debe usar la toxina, nos matará a todos, además, los H.E. no son el problema.
—Oh, lo son.
—No, el problema lo causamos nosotros al atacarlos.
Los hombres ríen, confundiéndome. ¿No se lo están tomando en serio o qué?
—Está loca la pobre... —murmura uno y le gruño, asustándolo.
—Si mal no recuerdo, sus padres murieron por culpa de unos evolucionados —ataca el gobernador.
Me preocupo y veo a Marien, comprobando que le ha afectado. ¿Cómo puede ser tan insensible ese hombre?
—Lo sé —murmura ella con débil voz—. Eso también quería preguntar...
—Me intriga, jovencita.
—Quiero saber dónde están sus cuerpos, sé que no están en donde deberían.
—¿Y yo cómo iba a saberlo?
—Usted debe saberlo.
Pero el hombre hace caso omiso y pone una expresión burlesca. Uno de sus secuaces da un paso al frente y empieza a hablar.
—Ustedes quedan bajo arresto por irrumpir ilegalmente en las instalaciones del gobierno y por promover caos. Ahora, por favor, los evolucionados se deben entregar por las buenas o por las malas.
¿Qué? ¿Acaso nada de lo que ha dicho es válido para ellos?
En ese instante, el aroma de muchos más de mi especie me enfría la sangre. Una puerta se abre e ingresan.
Oh, no. No, no, no...
—Jovencita —agrega el gobernador—, usted no quería aceptar ingresar a la investigación. Su presencia era primordial por sus conocimientos, como ya ve, nos había fascinado su perfecta tesis. Por otro lado, sus padres amenazaron con divulgar lo que pasaba, por eso ocurrió ese accidente, así usted aceptó, y ellos estaban fuera del camino. Dos pájaros de un tiro.
Vuelvo a sorprenderme.
—¡¿Qué?! —Ella está muy afectada ahora, y eso me duele.
—Sí, tal y como lo supone, nuestros evolucionados iniciaron el ataque... Ah, espere. —Se acerca unos pasos más—. ¿Usted creía que podrían haber estado vivos? No fantasee.
Junto las cejas en angustia y miro a mi dama. Lágrimas inundan sus ojos, quiero abrazarla y retenerla, pero reacciona.
—¡Cómo se atreve! —grita intentando darle un empujón al sujeto.
Es entonces cuando, en un milisegundo, veo al hombre levantar la mano para golpearla, y me le abalanzo. Lo embisto y estampo contra el suelo mientras le gruño de forma salvaje, el tipo se espanta y estoy por continuar mi ataque, pero soy separado de él a los pocos segundos por sus H.E controlados.
—¡No se atreva a tocarla! ¡¿Escuchó?! —amenazo mientras me retienen con fuerza, pero continúo gruñendo como un perro rabioso.
El hombre se levanta del suelo y se sacude el traje. Está aterrado, tiembla como una sucia rata, pero lo disimula.
—Arréstenlos —ordena— y maten a los H.E.
Uno de sus evolucionados agarra del brazo a Marien y se me corta la respiración, disparando a mi bestia interna y desencadenando toda una pelea.
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