Capítulo 44: Amenaza

Jugueteo con la mano de mi amada, quien reposa sobre mí. Estoy extasiado, más que eso incluso. Juego con sus finos dedos y no puedo evitar comparar su mano delicada con la mía, grande y tosca.

—Ustedes siempre cortan sus uñas, ¿verdad?

—Uhm —responde ella mientras observa nuestras manos juntas.

Mantiene una bella sonrisa de satisfacción, sus mejillas rojas.

—Si siempre se las cortan, ¿cómo saben si quizá también crecen en punta como las nuestras?

Ríe entre dientes.

—Créeme, no lo hacen. Algunas personas sí las dejan crecer, a lo mucho que llegan a veces es a una punta redondeada.

—Oh, ya veo. —Tomo su mano y la traigo a mis labios para darle un beso—. Me encantan tus manos traviesas —susurro y ella vuelve a reír.

—¿Traviesas?

—Porque me gusta que me toques...

—Lo sé.

—También me gusta tocarte... Y ahí abajo...

—Bueno —se acomoda cruzando los antebrazos sobre mi pecho. Por cómo estoy sobre las almohadas tengo una parcial vista hermosa de su cuerpo desnudo sobre el mío—. Te enseñaré vocabulario. Al menos un poco.

Se irgue sobre mí y acomoda su cabello hacia un costado. Hermosa. Sonrío y llevo mis manos a sus suaves formas.

—Sé que estos son tus senos —murmuro con la picardía que me produce el tocarlos y apretarlos de forma suave.

Ella suelta una corta y leve risa y arquea una ceja.

—Ah, sí sabes —susurra inclinándose y besándome con pasión.

Gime suave contra mi boca mientras mis pulgares juegan con sus bonitos pezones.

—Algo —logro murmurar entre besos—. Uhm... —libera mi labio luego de morderlo y sonrío—, pero tenía otra duda. La otra vez uno de los soldados habló algo sobre posiciones, claro que no a mí, a alguien más, es solo que a veces escucho porque así son mis oídos, mas no porque quiera oír y... —ella ríe y asiente—. Bueno. Eso. Me pareció que hablaban sobre estar con sus parejas, y por eso me pregunto si tiene algo que ver.

—Uhm, bueno, sí, puede ser. Somos unos inexpertos probablemente, y es que hay muchas formas de hacer el amor.

—Yo creo que esta es una. —Me mira algo confundida así que explico—. Estar así contigo, hablando. Tú misma dijiste que hay muchas formas.

Sonríe con ternura y me da un beso.

—Sí, por supuesto que sí, pero también hay otras "formas" —hace las comillas con sus dedos—. Formas físicas. O sea, posiciones en las que puedes estar adentro de mí.

—Oh... —Frunzo el ceño con extrañeza y ella ríe.

—Es complicado explicar, creo que mejor te muestro lo poco que sé por ahora, del internet, ya sabes...

—Tenías razón cuando dijiste que los humanos no lo hacen para tener hijos.

Vuelve a reír y asiente.

—Porque es para entrar en conexión con nuestra pareja. Y a mí me encanta estar contigo —murmura de forma tentadora moviendo su dedo sobre mi pecho.

—Y a mí. Me encanta cuando disfrutas.

—Es por eso por lo que existen tantos métodos para evitar un bebé. Al menos por ahora, porque yo sí quiero intentarlo, pero luego.

—¿Hay más que pastillas? ¿Hay algo que no intervenga con tu cuerpo? —quiero saber, todavía un poco preocupado por lo que un químico puede hacerle.

—Hey, tranquilo. Antes las pastillas podían afectar, pero hoy en día ya no. La medicina avanzó. Incluso hay para hombres, pero tú no eres completamente humano que digamos, así que no sé. También hay condones de todo tipo, pero luego de sentirte piel con piel dudo mucho que quiera algo en medio. Y tú igual. —Me da un par de besos—. No te preocupes por eso.

La palabra se me hace conocida de inmediato. Eso era lo que decía aquella caja que vio en la farmacia cuando compramos los tapones de oído.

—Condones... Eso es...

—Sí. Lo pensé, pero hubiera sido más lío —ríe—. No me imagino enseñándote a ponerlo.

—Aprendo rápido.

—Sí, pero... con eso puesto me sentirías diferente, al menos eso creo, ya que es un látex que te lo cubre por completo.

—Oh —frunzo el ceño sin querer y ella ríe de nuevo.

—Además, eres mi esposo, mi amado, mi pareja por demás estable. No es necesario más cuidados —ronronea y se acomoda sobre mí, besándome.

Me devoro sus labios deliciosos, su caliente cuerpo contra el mío me eleva. Mis manos bajan para tocarla y ella sonríe.

—Me encantas.

Y vuelvo a entregarme a esa pasión. Las preocupaciones se van, me siento seguro, ella es mi hogar y yo el suyo. Ya no temo tocarla y lastimarla, sé que no lo haré. Me entrego a toda la pasión sin miedo a quemarme.

...

Despierto y sonrío al verla a mi lado. Ha sido una noche hermosa con ella. Aprendí un poco más también, y me siento satisfecho por eso. La acaricio y beso y ella se queja de forma tierna, riendo apenas a labios cerrados.

Nuestro aroma se ha mezclado en su piel, la olfatearía todo el día. Sonríe y entierra su nariz por mi cuello.

—Vaya noche... —suspiro extasiado—. Nunca se me hubiera ocurrido que fuera así...

Ella ríe contra mi piel.

—¿Y cómo pensabas que era? —pregunta entre besos por mi cuello—. ¿Cómo pensabas que aparecían los niños?

Eso me hace meditar.

—Nunca me detuve a pensarlo con seriedad... —explico—. Simplemente pensaba que de algún modo aparecían, que quizá por alguna especie de contacto especial de la pareja del núcleo o algo. —Me encojo de hombros—. Los deberes y nuestra sociedad nos mantenían distraídos con otras cosas... ya sabes...

—Hum... sí, lo suponía.

Continúa con sus dulces besos por mi cuello para luego subir despacio por la línea de mi mandíbula. Llega a mi oído y juega apenas con la punta de su lengua, estremeciéndome de esa tan buena forma que ahora conozco muy bien.

—Si sigues así ya sabes qué es lo que conseguirás —ronroneo, haciéndola reír entre dientes.

—Me consuela el hecho de saber que te veré más tarde —susurra con su traviesa sonrisa—, y podré hacerte lo que quiera...

Sonrío ante su promesa y la dejo alejarse para empezar el día.

Mientras ella se alista, me dedico a ordenar un poco la cama y recoger las dos prendas de las que nos deshicimos anoche.

La puerta del baño se abre y volteo a verla. Ahí está mi hermosa, se muerde el labio inferior y le sonrío arqueando una ceja.

—¿Vienes un momento? —Voy a ella sin dudarlo y toma mi mano—, dúchate conmigo de nuevo —susurra traviesa llevándome.

Con mucho gusto la rodeo y aprieto contra mí mientras nos besamos y el agua tibia cae sobre nosotros. Mis manos la recorren y las suyas hacen lo mismo. Toma el jabón y me dispongo a ayudarla con esa tarea. No es que sea algo arduo para ella, pero todo lo que tenga que ver con tocarla me trae como loco.

Su cuerpo no deja de parecerme hermoso y atractivo, pudiendo admirarlo en todo su esplendor y de todas las formas. Me siento pleno, completo, feliz.

Ella disfruta y eso es lo más importante. Aunque la noto agotada. Mantiene los ojos cerrados con su rostro levemente hacia atrás mientras le doy suaves masajes en la cabeza.

Termina abrazándome y queda así mientras sigo.

—Estás muy agotada.

—No... bueno... algo —murmura.

Aprieto los labios. Sí, tal vez yo, que tengo más resistencia física no lo siento, pero probablemente ella sí. Después de todo, hemos dormido poco. Tomo su mentón dulcemente y le doy un beso.

—Perdón. Más tarde descansas...

Sin embargo, ella niega enseguida y hace que su labio inferior se ponga adelante del superior en un gesto que he visto en pocos niños y me hace sonreír.

—Yo quiero hacerte el amor —reclama de manera tierna.

Río de forma suave y la rodeo en mis brazos.

—Ya lo veremos —le digo y la tomo de los hombros—. Ahora a enjuagarte, te harás tarde...

—Ah, sí...


***

No puedo dejar de pensar en ella y en todo lo que hemos pasado. Me endulza la vida por completo. Mi cuerpo todavía late con todos los recuerdos, pero ya estoy acostumbrándome a que sea parte de mis días también, y me encanta.

Se acerca la hora de almuerzo y Max se adentra en el edificio al recibir una llamada telefónica, luego vuelve con algo de mal humor, pero no le doy importancia, ya que suele estar enojado.

Observo a los hermanos Alpha y Centauri pelear, cuando olfateo el aroma de mi amada, la miro enseguida y se queda quieta del otro lado de la reja que rodea el campo. Parece meditar sobre algo, y yo pienso que es extraño que haya salido un poco más temprano, aunque me alegra verla más pronto.

Pero al segundo, mi atención es momentáneamente robada por un aroma en particular. Volteo hacia el bosque y salgo disparado al notar que los otros de mi especie están alertas también con los ojos muy abiertos. Diviso al venado y acelero gruñendo bajo y sonriendo apenas.

Brinco la cerca sin problemas y caigo de cuclillas al otro lado para luego seguir veloz en mi persecución. La adrenalina que surge por darle caza a un animal, hace mucho que no recorre mi cuerpo y se siente bien.

Bajo la velocidad y los otros me alcanzan. No es necesario que alguno hable, ya sabemos que debemos acorralar al animal en silencio, siempre nos han enseñado eso. Ni siquiera parpadeamos y cada paso que damos no emite ningún ruido, cuidamos también que el viento esté en nuestra contra.

El animal sigue pastando sin percatarse, pero alza la cabeza y sale disparado de pronto, provocando la inmediata reacción en nosotros. Ya no hemos podido evitar que nos vea, claro. Corremos tras él y no tardo en lanzarme a su cuello para darle una muerte rápida e indolora.


Llevo el cuerpo del venado a cuestas, regreso al campo con los demás, y veo a Max conversando con Marcos, Marien y Rosy. Me percato de que están algo tensos, pero sobre todo mi hermosa dama.

¿Eh? ¿Por qué? ¿Cómo no lo noté al verla hace unos momentos?

Dejo al animal en el suelo y me acerco a ella, quien viene de forma apresurada y me abraza fuerte.

—¿Qué sucede? —le pregunto mientras acaricio su cabello. Niega con un rápido movimientos de la cabeza. Miro a los otros—. ¿Qué ha pasado? —exijo saber.

—Me temo que están en problemas —murmura Marcos.

—Nos amenazaron... —susurra Marien contra mi pecho.

Mi cuerpo se estremece con la noticia que me cae como agua helada, pero, como suele pasar, la sangre empieza a hervirme al siguiente segundo.

—¿Quiénes? —Intento retener mi enfado—. ¿El gobierno?

—Sí —dice Rosy—. Vinieron a vernos, un tipo en traje con dos evolucionados con casco...

—¿Qué? —Mi Marien indefensa cerca de dos potenciales asesinos... Planto mi mirada furiosa en Marcos—. ¿Por qué no avisaste? —reniego.

—Lo hice —se excusa, asustado, levantando las manos.

—Gracias, gracias —dice Max, y enseguida asumo que eso fue la llamada que recibió, así que lo miro con enojo también—. Escucha, si te lo hubiera dicho hubieras ido a meterte en problemas, a revelar tu identidad frente a la gente y a arriesgarte a que los mataran ahí mismo.

—No digas tonterías —gruño, y es que estoy perdiendo la compostura—, hubiera podido acabar con ellos.

—No —la voz angustiada de Marien me estruja el corazón. Alza la vista y toma mi rostro con suavidad, calmando a esa otra bestia que solo sale cuando ella está en peligro. ¿Cómo alguien puede querer eliminarla?—. La gente también hubiera corrido a avisar a los de seguridad o al mismo gobierno.

—Según Marcos, ahora no podrán estar más en el hospital —continúa Max—, así que se quedarán aquí.

Ellas se sorprenden.

—No es necesario —interviene Marcos—, pueden seguir en el hospital.

Estoy por reclamar por su falta de prevención, pero Max se adelanta.

—Olvídate de eso, volverán a buscarlas y también a Sirio. Sin embargo, nunca sospecharían que estén aquí, ellos esperarían que se fueran a algún lugar más lejano.

Lo analizo y tiene razón. Puede funcionar, además así voy a estar cerca y protegerla. Suspiro en frustración de todas formas.

—Bueno... solo por ahora —aviso—. Si es necesario, yo mismo iré a hablar con ese tal gobernador a acabar de una vez con todo esto. Y que me sigan los que gusten.

—¿Qué? —Marien se aferra a mi camisa—. No te dejaré hacer eso.

Cubro sus delicadas manos con las mías y la veo a esos inocentes ojos.

—Lo haré, no pueden venir a amenazarte. O dejan a un lado su actitud temerosa hacia mi sociedad o yo mismo me dedicaré a divulgar sus cosas y a desaparecerlos.

—No, no, no...

Me duele hacerla sentir preocupada, pero ahora no tengo opción. Debo cuidarla.

—Es la única forma, ¿cuánto tiempo más tendré que permanecer oculto? Ellos no desistirán en su búsqueda de una guerra, no puedo quedarme a esperar y menos aguantar que te amenacen como si fueran los amos de las personas, dueños y señores del planeta. —Paso saliva con amargura—. No les permito que vengan a amenazar con arrebatarte de mi lado. No les permito —insisto.

Ella queda mirándome con la angustia marcada en su rostro.

—Solo hay una habitación extra que era para Sirio, cuando se animara a quedarse aquí —comenta Tania.

—Está por demás decir que ellas se quedan conmigo —aclaro. No quiero que tengan problema alguno.

—Gracias —Rosy nos abraza de pronto a ambos.

—Bueno —acepta Max—, traigan sus cosas...

Se va con su gente y froto la espalda de Marien, quien sigue junto a mí. Suspira.

—Tranquila —le pido—. No van a tocarte. Estoy aquí contigo. —Ella sonríe levemente, pero baja la vista luego de entristecer de nuevo. Beso su frente—. Vamos por las cosas.

—De hecho, prefiero evitar volver ahí por un rato.

—Oh, claro, como te sientas mejor. Ven —tomo su mano, sonriéndole para que deje de estar así. Ella merece más que una vida de angustias—. Ya están sirviendo la comida en la cafetería.

Me sonríe finalmente más animada y se deja llevar.


Entramos al lugar, que ya es un bullicio como de costumbre, aunque lo considero un ambiente más dinámico que el restaurante del hospital.

—Señor evolucionado —me saluda el joven y aprieto los labios—. Oh, señora —saluda a Marien como lo hacen ellos de forma "militar", y ella ríe entre dientes.

Eso me alegra.

Cuido de que ella se mantenga así, la guio para que se sirva lo que guste de las bandejas. En el pueblo solo tenemos esta cantidad de comida en fechas especiales y festivales, pero muchos humanos la tienen a su disposición todos los días. Es increíble.

La veo emocionarse por los postres y sonrío. Sé que le gustan, aunque no lo admite mucho, es por eso que me propuse invitarle los dulces que conozco. Los que hace mamá, los que he hecho yo incluso. No importa si en mi cultura esos dulces son para fechas concretas, para ella, cualquier fecha la puedo hacer especial.

Aunque de vez en cuando algunos me hablan y saludan, incluso los otros evolucionados, no dejo a mi dama de lado. Ella poco a poco vuelve a brillar, y eso me alivia.

Max me hace llevarle su plato a Sinfonía, que no permite que nadie que no sea yo, se le acerque. Quisimos llevarla esta mañana a la salida, pero ella insistió en que aún no se sentía del todo bien.


Luego de ayudarlas a traer las pocas pertenencias que tenemos, la dejo con su amiga Rosy en la habitación que me han asignado.

—Te veo en unas horas —me despido mirándola con dulzura.

Espero que se relaje un poco más, mientras tanto voy a encargarme de todo.


Max ha conseguido unos planos de la alcaldía, y nos muestra las salidas que tiene, incluso las secretas que son sólo para el gobernador. Planea entrar de algún modo por esos pasadizos y hablar con el hombre, llegar a un acuerdo, o amenazarlo en todo caso.


***

Salgo de la ducha, luego de una larga jornada. Marien y Rosy han estado por ahí observando, luego aquí en la habitación, conversando y relajándose.

Juiii —escucho a Rosy hablando mientras me seco con la toalla—, debí hacerme la monja y esperar igual que tú.

Me pregunto a qué se refiere. Niego con la cabeza y busco mi pantalón de pijama.

—No has hecho nada malo —la reconforta Marien en voz baja—, solo debes saber explicarle, ellos han sido criados de otra forma.

Uhm... ¿Se refiere a nosotros los evolucionados? ¿Hay algo entre alguno de ellos y Rosy?

Busco mi camiseta, pero me doy cuenta de que la olvidé afuera. Ugh... Caramba.

...En fin.

Salgo y las veo. Ambas semi recostadas en la cama, conversando. Les sonrío.

—Creí que ya dormían —comento, ya que están con sus pijamas.

—Eh... —Marien se sienta—. ¿Y tú, dónde dormirás?

Estoy por decir lo obvio, que puedo ir a otro lado sin problema, pero Rosy sale de la cama de un brinco.

—Oh, descuiden, duerman juntos, yo me acomodaré por ahí.

—Claro que no. Pueden usar la cama, no hay problema —insisto.

En eso tocan la puerta y me acerco para abrir, sabiendo ya quiénes son. Ácrux está delante de ellos.

—Aquí están, los condenados a muerte —se burla de forma recatada como evolucionado que es, aunque a mí, por primera vez, esas cosas ya no me causan mucha gracia como antes. Mucho menos si es referente a mi Marien. De todas formas, sonrío apenas—. Max dijo que esta habitación no era más grande que las otras, así que pensé que podía cederle mi cama a alguien.

Tania interviene.

—Las chicas pueden dormir juntas y Sirio puede venir con alguno de nosotros.

—Marien —le habla Max a ella, ignorando por completo lo demás—, si gustas ven conmigo, así tienen una cama cada uno.

Me sorprendo y termino gruñendo, espantándolos.

—Oh, no señores —Rosy viene y me aparta apenas de Ácrux, que fue el primero en recibir mi mal humor—. Ellos son esposos, así que duermen juntos, yo iré con ustedes.

Los hace retirarse y se alejan. Suspiro y cierro la puerta.

Quizá yo también necesitaba relajarme, ahora que lo pienso, ya que no me ha sentado nada bien esto. Miro a mi dama que se ha acercado.

—¿Qué sucede? —pregunta.

Voy hacia ella y termino acorralándola contra el escritorio.

—Tú no estás condenada a muerte, no lo estás —aseguro en susurro.

Me encargaré de que no sea así. Rodea mi cuello y acaricia mi cabello, calmándome por el momento.

—No te preocupes por mí, me preocupas tú. —Ha usado lo que yo suelo decirle.

Le sonrío apenas, negando en silencio.

—Estaré bien.

Es ella quien me preocupa. Nunca pensé que llegaría a sentir que dependo de que ella esté a salvo para yo estar tranquilo.

Tira de mi rodeando mi cuello con sus brazos y mis labios rozan los suyos.

—Estaremos bien —susurra—. Nada malo va a pasar, ¿sí?

La beso sin poder resistirme. Me devoro sus ricos labios con calma, sintiendo cada detalle, disfruto de esa deliciosa sensación que causan al moverse con suavidad entre los míos, y acariciando su piel. Ella me sonríe y le correspondo el gesto, para luego continuar. Es tan hermosa, tan dulce, no puedo imaginar un mundo sin ella.

La abrazo con fuerza y luego bajo a su cuello para darle otro beso ahí, gozando de su suave aroma.

¿En qué momento, desde que la vi, se volvió mi vida entera?

—Me atraes tanto... —confieso, tomando su cabello sedoso entre mis dedos—. Y hueles tan bien... Cuando te veía caminar a mi lado, tan libre, admirando el bosque. Cuando vigilaba tus sueños y te veía tan apacible, siempre sintiéndote segura conmigo a pesar de lo que yo soy, me preguntaba por qué no podía decírtelo, ¿por qué no podía declararte mía de algún modo?

—Yo pensaba lo mismo de ti —dice con el adorable rubor en sus mejillas—, ¿por qué no me atrevía a besarte? Quizá el hecho de que no lo supieras me hacía dudar.

—Me hubiera encantado saber sobre los besos antes, yo te habría besado sin dudarlo.

Ríe entre dientes.

Suspiro sintiéndome más calmado y me atrevo a juguetear con el botón de su pijama. La miro y ella sonríe de forma traviesa.

—Eres tan... deseable...

¿Deseable?

Sacude la cabeza en negación y la abrazo. Como ya despertó mi lado juguetón de nuevo, mis manos se van a sus suaves senos. Su aliento se profundiza contra mis labios y me dirijo por su mejilla hacia su oído.

—Me gustan. ¿Sabes? Me tienen fascinado, los observaría todo el día.

—Bueno, puedes hacerlo...

Sus manos también me tocan, y me encanta la forma tan posesiva en la que lo hacen.

—Eres preciosa.

Me besa, y siento que la mala situación al fin ha empezado a quedar de lado, al menos por ahora. Me siento mejor y solo quiero que este momento con ella dure para siempre.

—Te amo demasiado —murmura—, no quiero que te separen de mí.

—Sabes que yo también te amo, y no lo harán, tranquila. —Suspira y vuelve a relajarse, tocándome de nuevo. Sonrío al sentir la piel de su cintura debajo de su pijama—. ¿Sabes? Conté los pequeños lunares de tu piel, bueno... —Suelto una muy corta risa—. Los que he logrado ver en esos momentos de desenfreno.

Ella también ríe.

—Bueno, ya que estamos solos, puedes terminar de contarlos...

—Debo dejarte descansar bien.

—Hey, ya descansé todo el día como una marmota —dice divertida colando sus manos debajo de mi pantalón.

Me toca y frunzo el ceño juntando mi frente a la suya, resoplando apenas entre los dientes. Me caliento enseguida, tensándome en sus manos de inmediato mientras mis prendas caen. Aunque ya estaba esperando listo al parecer. Ya ni sé.

Sonrío de lado y la beso de forma arrebatada, aunque con cuidado todavía de no lastimarla con mis dientes caninos. Se baja de un salto del escritorio y levanta su camisón del pijama, dejando a la vista sus bellos senos, los cuales beso sin siquiera esperar a que ella se haya deshecho de la prenda.

Ríe y gime al mismo tiempo del puro gusto, y sonrío contra su piel para luego seguir, succionando y logrando hacerla gozar más. Me doy cuenta de que ha dejado caer su pantalón y ropa interior cuando se cuelga de mí, rodeando mi cintura con sus piernas desnudas.

Ardo, gruño y sonrío, avanzando hacia la pared del costado, entrando en ella al tiempo en que la tengo contra esta, recordando que anoche me mencionó que quizá podíamos hacer eso. Ella gime contra mi boca, corta de aliento, pero muy satisfecha.


Le hago el amor todo el tiempo que ella quiere, sin que me importe que haya tres de mi especie en esta edificación que pueden oírnos tal vez. Al final de cuentas, estarán tan confundidos como yo lo estuve.

Tenerla contra mi cuerpo, piel con piel, haciéndola arder y disfrutar de todo lo que puedo darle, me hace olvidar la situación problemática en la que estamos, me hace sentir poderoso, y que nada ni nadie me va a separar de ella.


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