Capítulo 43: Una noche caliente

***Nuevamente hay algo de +18 aquí, pero ya hasta aquí por ahora, ya va a bajar, no se me asusten xD***


Mientras camino hacia la escalera, mi Marien se detiene de pronto, tomando mi mano, así que la miro. Tiene la vista baja, pensando unos segundos. No puedo evitar pensar en lo tan mía que ha sido y que es. Su aroma me trae a esos momentos, no puedo evitar sonreír apenas sin dejar de observarla.

Alza la vista y se encuentra con mis ojos, así que su expresión de leve preocupación se esfuma y sus mejillas se tornan algo sonrosadas. Sonríe y suspira.

—Así que... —Baja la vista otro segundo y vuelve a mis ojos—. Mira, no estoy celosa, pero... ¿Quién es ella?

... ¿Eh?

Oh, bueno, sí pensaba contarle, aunque más tarde, pero está bien. Es mi chica, por supuesto que se lo puedo contar ahora. Quizá es porque no le dije que me uní a ella.

—Ella es una amiga que tuve cuando era más joven. —Me encojo de hombros, ya que no hay mucho que decir—. Por ser menuda y temerosa los demás disfrutaban molestándola hasta que me enteré y les di su merecido. A partir de ese momento anduve con ella a veces, acompañándola, le enseñé a defenderse de a pocos. Los profesores se enteraron y me tenían como el favorito en las peleas, además de ser entrenado por Orión.

Ella arquea una ceja.

—Y Ursa te apartó de ella.

Aprieto los labios en una leve sonrisa de vergüenza.

—Bueno, no sabía eso, pero sí sé que hay una regla entre las chicas, que las ancianas les enseñan, que, si tienes una futura unión ya pactada, ellas deben alejarse. Lo cual creo que es algo exagerado. Además, nada es oficial hasta que los padres hacen el acuerdo, así que...

Ella ríe entre dientes.

—Vaya, apartan y cuidan a su hombre como leonas.

—Hey —tomo su bello rostro y niego despacio—, yo soy solo tuyo —le aseguro.

Su dulce rubor vuelve y sonríe.

—Perdón. Es que se me hizo muy obvio que ella te... Nada. —Suspira.

—¿Ella qué?

Piensa un segundo bajando la vista y volviendo a verme.

—Te aprecia mucho, eras su amigo. —Se encoje de hombros—. Y pues, no le agrada Ursa por haber tenido que alejarse por su causa.

—Sí, quizá... —Lo acepto y la veo con dulzura—. Creí que estabas molesta porque no le dije que me uní a ti.

—Ah, no. Descuida, lo entiendo, debes tener tus razones.

—Por el estado en el que está, no creí conveniente que tuviera que asimilar el hecho de que un evolucionado se podía unir con una humana. Pero todos van a tener que saberlo tarde o temprano.

Asiente.

—Eres muy bueno, por eso te aprecian... Y yo también, mucho. —Vuelve a suspirar hondo—. Eres un protector nato, ¿eh?

Qué extraño. Dijo que no estaba celosa, pero ahora que lo pienso bien, pareciera que sí lo estuvo, al menos un poco. Como sea, no tiene nada de qué preocuparse.

Junto mi frente a la suya para sentirla cerca,

—Quizá, pero ahora estoy para protegerte a ti, también para darte todo lo que esté a mi alcance.

Me aparto y ella mantiene una espléndida sonrisa.

—Por cierto. ¿Qué le pasa a Max?

—Er... —Me rasco la nuca. Sí se ha dado cuenta de su actitud—. Lo sé, está molesto, pero no le presto atención, es que ayer me escapé y lo amenacé.

—Solo le dijiste que no te interesaba salir con otras mujeres.

Ay no...

—Sí —murmuro con vergüenza—, eso... y...

¿Debería decirle y sonar como un psicópata o...?

—¿Y? —insiste arqueando una ceja, pero sonriendo con algo de diversión.

—Yyyy... —Ay no, bueno, no puedo mentirle, así que aquí voy—. Le di a entender que si se atrevía a invitarte a salir, le rompería todos los huesos... —Aprieto los labios y bajo la vista. Ya no suena tan bien ahora que lo repito, pero estaba molesto, por eso lo dije. Ella ríe, sin embargo, entonces pienso que quizá, si no le enoja, es porque ella también está molesta con él—. No te ha estado molestando, ¿o sí? —quiero saber, volviendo a ponerme serio.

Pero niega y se acerca.

—Eres un celoso —susurra tomando el cuello de mi camisa, y me inclino para recibir su rico beso.

—No lo soy —murmuro—. Solo no quiero que te molesten.

—Estoy bien... Solo te amo a ti.

Sonrío.

Bueno, me alivia. Entonces me doy cuenta de que quizá sí, quizá me puse algo celoso. Ya no sabría decir.

—¿Vamos? —pido tomando su mano—. Quiero acabar pronto con esta jornada.

—Sí, yo también.

Al volver al primer piso, la dejo ir con su amiga mientras nosotros continuamos con algunas cosas.


Max nos habla de un plan. Ir a hablarle a alguien cercano al gobernador, alguien que estuvo más informado sobre los ataques, solo para ver si sabe algo. Marien hablará.

—¿Por qué? —interrumpo—. Puede ser peligroso...

Entonces Max me hace a un lado.

—Escucha. Si una mujer le habla al tipo, puede que suelte información. Si vamos solo nosotros a lo macho a los disparos y los insultos, no va a funcionar. Va a ser peor y puede que mas bien se cierren a todo y la posibilidad de saber pistas aunque sea, se nos vaya.

—Voy a ir.

Suspira y ve al cielo un segundo.

—Sííí. Vamos a ir todos, ustedes van a estar "disfrazados" ya sabes. Ellos no saben que somos nosotros los que hemos atacado las otras instalaciones, vamos a usar eso también para disuadirlos sobre la información que puede salir a la luz, y hacerlos hablar primero para que crean que van ganando o tienen ventaja.

Suspiro y acepto.

—Bueno, espero y funcione, solo no quiero que ella corra peligro.

—Todo va a salir bien. Ah y, por cierto, luego de eso vamos a sacar a la chica, tu amiga, a que vaya a tu pueblo.

—Oh...


***

Al terminar estamos por dirigirnos hacia el hospital, pero Ácrux invita a Rosy a cenar con ellos aquí, así que Marien y yo nos vamos.

Caminamos en silencio y observo el bosque que hay al fondo. Ya está cada vez más verde y tupido, seguramente se acerca el otro festival... A veces me da la impresión de que, si me adentro y voy más allá, encontraré mi pueblo, pero sé que no es así. De todas formas, espero poder ir pronto, y con ella.

Miro a mi chica, pero la noto preocupada.

—¿Estás bien?

—Sí... Bueno... no, solo estaba pensando. —Me mira—. Después de comer te lo digo, ¿sí?

Ay no...

—¿Pasó algo? ¿Hice algo? ¿Es por lo que ocurrió más temprano?

Ríe entre dientes.

—No, no, no es nada malo, tranquilo.

Se empina y me da un dulce fugaz beso cerca de mis labios, haciéndome sonreír en alivio.

Entramos al hospital y ella se emociona.


Me consigue un pedazo de un extraño pastel, lo pruebo y quedo encantado, es de cacao, o como dicen aquí: chocolate. Es como ella...

—Yo había pensado volver a intentar hablar con el gobernador —comenta mientras terminamos de comer—. Igual, pensaba pedirte que me acompañaras...

—Eso me alivia... Me habría preocupado si no me lo decías y te volvía a pasar algo... —Bajo la vista, recordando lo que dijo Tania, y vuelvo a verla—. Me angustié, quizá no lo demostré mucho, pero me angustié muchísimo.

—Perdón...

—¿Por qué pides perdón? No es tu culpa. Más bien, perdóname tú... Quizá haya cosas que tú quieres que yo haga y no hago, quizá no te complazco en todo lo que te ha de gustar en una relación. Sí, quizá soy terco, no lo sé, quizá te he herido más de lo que creo. Quiero aprender más, hago lo que dicta mi sentimiento, pero tal vez tampoco soy muy expresivo y...

—No —interrumpe—, no necesitas cambiar, eres perfecto así. Te amo así.

Quedo con los labios entreabiertos unos segundos, mi corazón latiendo feliz. Le sonrío con dulzura.

—Yo también —murmuro—. Te amo con todas esas cosas que te hacen ser tú. No eres solo una humana para mí, eres mi humana, mía... —Y siento que mis mejillas se calientan al pensar en lo tan mía que es—. Más mía que de las formas que pude imaginar —agrego en susurro y sonrío con algo de vergüenza—. Quizá hoy Max estaba molesto también porque estuve distraído, y es que no puedo... —Cierro los ojos y resoplo por lo que voy a admitir—. No puedo dejar de pensar en eso... Y todavía puedo sentirte encima de mí. Lo he hecho todo el día.

Ella, que ahora parece más ruborizada que antes, baja la vista y palpa sus mejillas.

—¿Vamos a nuestra habitación? —pide en voz baja.

—Oh, verdad que querías hablar sobre algo...

Asiente y se pone de pie. Vaya... tiene prisa. Dejamos las bandejas en su sitio, aunque ella termina de un par de bocados la avena que quedaba y ríe apenas para encaminarnos. La sigo y toma mi mano mientras vamos por el pasillo.

La noto nerviosa, pero su dedo pulgar acaricia lo que alcanza de mi mano. Sé que quiere hablar de algo, y yo no puedo evitar preocuparme un poco de todas formas, a pesar de que ella dice que no es nada malo.


Al entrar cierro la puerta y, al voltear a verla, recibo su sorpresivo beso.

Oh, sí...

La tomo contra mi cuerpo y le correspondo con intensidad. El aroma de su piel me vuelve a traer los recuerdos, cómo ardía adentro de ella, como todo mi ser estaba caliente, más que extasiado. Ella tira de mi labio inferior con esa fuerza que me desarma.

—Te amo —susurra.

Mantengo mi sonrisa, pero quiero saber ya qué es lo que sucede.

—Yo a ti también... Y bien, ¿qué ibas a decirme?

Baja la vista unos segundos.

—¿Cómo me ves ahora? —Me mira—. Quiero decir... después de lo que hicimos, ¿tu imagen de mí ha cambiado?

Me confunde. No esperaba una pregunta tan... extraña.

—Claro que no, ¿por qué te vería distinto?

—Eh, bueno... —Sus manos se pasean por mi pecho—. Lo... lo que hicimos... Te pedí que me desnudaras y... me entregué a ti de esa forma...

Niego mirándola con dulzura. Si lo que hicimos fue de lo más hermoso.

—Eres mi compañera eterna —la calmo—, puedes hacer lo que te plazca conmigo: reír, conversar, darme besos... —sonrío al pensar en lo siguiente— ... o desnudarte —agrego—. Todo lo que haces me encanta.

Se ve aliviada. ¿Cómo es que eso le preocupaba?

Vuelve a besarme, esta vez más lento y delicioso. Sus manos se pasean por mi cabello y me acuerdo de que en algún momento caí y me llené de tierra.

—Bueno... —murmura con algo de travesura en su tono—. ¿No quieres saber qué fue lo que hicimos exactamente?

Sonrío extrañado.

—Es que ya lo sé, ¿recuerdas que te dije? Es lo de los hijos, ¿verdad?

Suspira y me abraza, levantando mis sospechas de nuevo. Parece que ha vuelto a preocuparse.

—Sí... es eso, pero... no los tendremos aún. Además... —alza la vista—, tampoco sé si podremos... por cuestiones de compatibilidad genética. —Siento como si algo pesado cayera en mi estómago al pensar en la imposibilidad. Entonces qué. ¿No va a pasar? ¿Ni aunque haya estado en ella dos veces?—. Intenté decírtelo cuando me dijiste que querías unirte a mí —ha entristecido. ¿Entonces por eso pareció dudar?—, también quería hablarte de esto antes de hacerlo, pero... anoche no pude detenerme.

—¿No tendremos hijos entonces...? —murmuro, tratando de asimilarlo.

Me ha dejado en blanco. ¿No soy compatible con ella? ¿A pesar de todo, a pesar de que nuestros cuerpos encajan a la perfección?

No es que crea que estábamos listos, tampoco es que tenga la estabilidad necesaria para cuidar de uno... pero al menos en un futuro o algo... Bueno, quizá me hice ilusiones sin darme cuenta...

—No lo sé, es decir... —respira hondo—. Para empezar, las pastillas... Una de las que he tomado, esas son para no concebir un niño por el momento. —Eh ¿qué? ¿Qué clase de pastilla del mal es esa? ¿Concebir? Entonces estaba en lo correcto al pensar en que los hijos vienen de uno mismo y no de las estrellas...—. A lo que me refiero es... que a ustedes les dicen que lo hagan con fines exclusivamente reproductivos seguramente, pero yo me entregué a ti por otra razón. Es que te amo. Llámalo instinto si gustas, quizá lo es, no lo sé, solo sé que quería entregarme a ti y recorrer tu cuerpo, hacerte sentir mi amor.

La noto más angustiada, incluso su bonito labio inferior tiembla apenas, y eso me hace preocuparme.

—¿Por qué hablas como si tuvieras miedo? —pregunto bajo, acariciando su rostro.

—Miedo... a que pienses que solo quiero gozar el momento o algo así... sin tomar en cuenta la verdadera función de ese acto, no lo sé...

Suspiro.

—A ver, según lo que me dices entiendo que los humanos no lo hacen solo con ese fin, ¿verdad? —Asiente—. Lo hacen por amor...

—Sí, bueno, a veces tampoco por eso —masculla y reacciona, mirándome con susto—. ¡Pero yo sí! —aclara.

Sonrío ante su actuar y le doy la razón.

—No seré humano del todo, pero, créeme, también sentí lo mismo que tú.

Vuelve a aliviarse y sus ojos parecen brillar.

—¿Sí?

—Sí, descuida —la abrazo y respiro por sus suaves cabellos—. Te amo y también siento esas ganas desmedidas de besarte y tocarte toda. —Siento su corazón empezar a golpear contra su pecho y también el mío, y sonrío contra la piel de su cuello—. Me gusta cuando digo algo y tu pulso se acelera.

Ella libera aire en un signo de sorpresa.

—¿Qué puedo hacer? Eres todo un seductor, me derrites...

La miro con diversión.

—Así que seductor, ¿eh? He escuchado esa palabra... —Además leí un poco luego de que papá me lo dijera—. Eso es nuevo, y tomando en cuenta que usted es la que me seduce.

Ríe.

—¿Yo, jovencito? —me sigue el juego.

—Sí, tú con tu forma de ser, de hablarme, besarme, tocarme. —Arqueo una ceja sin miedo a ser directo—. Con tu cuerpo hermoso, tu piel, tus labios que me hicieron ruborizar cuando tocaron mi mejilla por primera vez...

—No podía evitarlo, me gustaste desde que te vi. —Parece recordar algo y reacciona—. Hum... ¿Me disculpas? Debo tomar una pastilla...

—Claro —la dejo libre finalmente—, aprovecharé en darme una ducha rápida. Estoy lleno de polvo, perdón. —Ella niega y me manda un beso como ya lo ha hecho antes aquella vez cuando hablaba con Rosy. Me encanta, mi dulce... Oh—. Por cierto —saco el chocolate que le compré y ella lo recibe muy contenta. Voy a darle todos los dulces que quiera—, te guardé esto. Lo compré para ti en el camino de vuelta aquí, después de intervenir en el edificio de seguridad ese. El cacao me hace recordarte también —le confieso—, es del color de tu cabello.

—Gracias, me encanta... pero, ¿no se asustaron de ti?

—Entramos varios con casco, nos habrán creído soldados normales.

Ríe.

Entro a la ducha. Me siento feliz de que haya despejado sus dudas, ya no es como antes, que me ocultaba sus preocupaciones. Somos compañeros, soy su confidente, y eso me encanta. Me encanta descubrirla, conocerla, ayudarla.

Ahora... tomará la pastilla. Oh... ¿significa que volveremos a hacer amor? Bueno, creo que es obvio, claro que sí. Sonrío y me apresuro.


Salgo solo con el pantalón. Ella está sentada en la silla con el respaldo de esta hacia mí. Me siento al borde de la cama y la observo. Sus ojos me recorren, su bello rostro recostado en sus antebrazos sobre el respaldo. Huele a cacao y observo el chocolate casi entero en la mesa de al lado.

Le sonrío.

—¿Qué?

—Recordaba... cómo me gusta verte así. —Río en silencio. Lo sabía, le gusta mi cuerpo como a mí el suyo—. Tu cuerpo me dice: ven aquí, hazme tuyo...

Arqueo una ceja y apoyo las manos hacia atrás, sobre el colchón, invitándola.

—Qué esperas entonces, ven aquí —ronroneo.

Sus mejillas se tornan algo rosadas y se pone de pie, viniendo a mí.

Quedo con la boca entreabierta, mirando con fascinación. Está desnuda y lo único que lleva es mi camisa semi abierta. Mi camisa... Oh... wow...

Empiezo a arder bajo las pocas gotas de agua que quedan en mi piel. Ella sube a horcajadas sobre mí y la aprieto contra mi cuerpo, besándola con ese ardor, haciéndola gemir bajo. Perdí el control así de pronto. Mis manos ya están apretando sus suaves formas, sus curvas, sus muslos, su cintura. Mi respiración está acelerada.

Me doy cuenta de que mi camisa se ha caído por sus hombros mientras lamo su cuello y ella lleva sus brazos hacia los costados, así que se la quito más rápido de lo que cae y la tomo de la cintura, girando y recostándola en la cama con prisa.

Ella ríe y gime al segundo siguiente cuando me devoro su seno. Gruño bajo, es que pareciera que me lo quiero comer, solo que no cabe en mi boca. Succiono y sé que le encanta, pero recuerdo que puede que mis uñas en punta y colmillos la lastimen de nuevo, así que trato de retomar el control. Ya no quiero ser el tosco y torpe, quiero hacerla disfrutar.

Ahí abajo ya está completamente apretado contra mi ropa, pero no importa, me concentro en ella, en que goce tanto, que me de otro espectáculo de su disfrute, ese que suena a gloria.

Bajo besando despacio, su aroma me tiene en lo alto, es adictivo. Su vientre suave, acaricio y aprieto suave sus senos. Bajo más, su pierna roza con mi brazo así que lo muevo y termino con su muslo sobre mi hombro. Pierdo el control por un segundo y muerdo de forma suave ahí, haciéndola gemir un poco más.

La observo y sonríe apenas entre jadeos. Sí disfruta...

Mi vista baja, recorriéndola, hasta llegar a su intimidad, esa que me hizo tocar en la ducha. La observo y mi tensión de abajo late, haciéndome jadear. Me gusta el hecho de que prácticamente no tiene nada ahí, es discreto, elegante, tan diferente a mí, que tengo una cosa extraña que parece tener su propia mente y está gritando porque lo deje respirar ahora mismo...

—Hey, travieso —reclama entre risas, contrayendo las piernas, más ruborizada que antes.

Sonrío de lado. Ella misma me hizo tocarla, su cuerpo es natural, hermoso, no tiene que tener vergüenza. Voy hacia adelante y cuelo mi brazo debajo de ella para levantarla sin problemas y giro para quedar debajo y que me haga suyo como le plazca.

La beso y mis manos le recorren y aprietan todo lo que alcanzan.

—Me fascinas, quiero explorarte más —susurro entre jadeos.

—Primero déjame hacerte mío —pide.

Y más que gustoso, la dejo.

Muerde mi labio inferior y se aparta tomando el borde de mi pantalón y ropa interior. Respiro entre los dientes sintiendo esa corriente, esa urgencia porque me desnude. Me baja la ropa, liberándome al fin, y sus ojos me recorren. Brillan con algo más, le fascina tanto como a mí.

—Eres tremendamente sexy —murmura algo corta de aliento.

—¿Qué? —Río entre dientes y niego—. Ven aquí.

Sonríe ampliamente y viene. Retrocedo un poco hasta quedar semi sentado gracias a las almohadas sin dejar de mirarla a los ojos. Sonríe con complicidad mientras se acomoda sobre mí y jadea contra mi boca mientras entro despacio en ella.

Resoplo y la beso, ahogando su suave gemido. Ardo adentro. Ella se mueve despacio y gime de nuevo. Se levanta apenas y baja. Vuelve a hacerlo, y otra vez, empezando con un exquisito ritmo, ahogando más suaves gemidos contra mis labios.

Se aparta apoyando los antebrazos contra mi pecho y da un profundo respiro. La miro jadeante y le sonrío mientras ella sigue haciendo eso, subiendo y bajando, moviéndose de forma deliciosa, arrastrándome a esa locura.

Sonríe y se deja caer en mí y me besa con fuerza, sin dejar de disfrutar. Gruño mientras aprieto sus caderas que suben y bajan con gracia, recorro sus muslos, vuelvo a su cintura.

Empiezo a grabar qué es lo que la hace disfrutar más. Se aparta apoyando sus manos en mi pecho, aprieta mis pectorales y muerde su labio inferior. Es tan hermosa, solo verla así me hace sentir en el cielo. Acomoda su cabello hacia un costado y jadea.

No puedo evitar reincorporarme y devorarme sus senos que no dejan de tentarme, haciéndola disfrutar todavía más, y por supuesto, guardo nota de esto también.

Esta forma de hacer amor es tan intensa, tan física y al mismo tiempo tan íntima. Solo ella y yo, disfrutando el uno del otro.

Lo malo es que siento que va a terminar. Ella está en un frenesí de gemidos sobre mí, moviéndose. Siento que estoy por irme de mis cabales, así que giro, terco, queriendo que ella llegue primero y así no perderme del espectáculo, y quedo sobre ella.

La beso con pasión, empezando a moverme, entrando lento y profundo, jadeando y gruñendo. Ella me rodea con sus piernas, y sus manos recorren mi espalda. Su ceño se frunce entre sus quejidos y abre la boca, dejando de respirar.

Sí... Sí, sí.

Sonrío y resoplo entre dientes ante el largo y alto gemido que suelta. Se curva contra mí y vuelvo a entrar profundo, todo, mientras ella sigue gozando. Sus uñas se clavan en mi piel y jadeo satisfecho sin detenerme, al contrario, no paro, y la observo presa del gozo que le he provocado, corto de aliento, pero feliz conmigo mismo.


Respiro hondo por su cuello, ella también recupera el aliento y acaricia mi cabello.

Todo en mí late, me remuevo todavía adentro de ella, sintiendo los rezagos de todo lo que he disfrutado, de todo ese poder, de esa intenta satisfacción... Ronroneo extasiado.

—Sí —jadeo—, me encanta esto, me encanta escucharte disfrutar de esa manera. —Ella ríe entre dientes removiéndose también—. Me encanta tu sabor, el olor, el sonido. Tu hermoso cuerpo haciéndome tuyo, tus hermosos senos, no puedo evitar derretirme en ti, y perderme. Podría jurar que soy el hombre más poderoso del mundo cuando pierdo la cordura adentro de ti... —hablo sin parar como si estuviera embriagado, como si hubiera bebido de ese líquido del mal que nos prohibían los ancianos.

Beso su piel y ella ríe.

—Me siento igual —murmura acariciándome—. Exploto alrededor de ti y mi mundo pende de un hilo que solo tú sostienes...

Doy un hondo respiro para relajarme un poco más y me apoyo en los antebrazos para juntar mi frente a la suya.

—Te amo —susurro—, al hacer esto... siento realizado ese sentimiento, siento que es otra nueva forma de demostrártelo también... siento tantas cosas.

—Lo sé, yo también siento todo eso y más...

La beso y me remuevo de nuevo en ella, gruñendo bajo, a lo que ella vuelve a reír de forma dulce. Salgo despacio, respirando entre los dientes y giro, tomándola y llevándola conmigo. Ella se acomoda y recuesta el rostro en mi pecho.

Suspira y juguetea con sus dedos sobre mi piel.

—Uh, dame un segundo —dice de pronto—. Yo también quiero darme un baño rápido. No quiero incomodarte...

—¿Qué? Me fascina tu olor. Así como estás, te recorrería de nuevo, no importa.

Ríe entre dientes.

—Okey, bueno, yo también te besaría con sudor y todo, ¿recuerdas que te dije? Espérame aquí.

Aprieto los labios recordando cuando le corté los besos por querer darme una ducha. Okey... punto a su favor. Pero igual, que sí le haría de todo...

Mi mente se queda en blanco de nuevo al verla erguirse sobre mí. Sus senos un poco enrojecidos por tanto que los toqué y besé, pero muy hermosos. Rodeo su cintura, sentándome y enterrando la cara entre esos dos.

Uhmmm. Oh sí...

Vuelvo a tumbarme todavía con ella, respirando contra su piel, metido en mi propio cielo.

—Sirio —ríe ella, a lo que solo ronroneo en respuesta.

Continúa riendo y se apoya en el colchón para apartarse. Tomo su bello rostro y le doy un beso.

—Me fascinas —susurro—. Me fascina tu cuerpo.

—A mí me fascina el tuyo, lo sabes... Ya vuelvo.

Suspiro y la dejo ir, no sin que mis ojos la recorran de arriba abajo mientras mantengo mi sonrisa. Todavía vuelo en el ensueño, todavía estoy extasiado, pero sin duda, con ganas infinitas de seguir en esta intimidad con ella.

Entra al baño y escucho el agua de la ducha empezar a correr. Suspiro y me acomodo en la cama, cubriéndome parcialmente con la sabana. Miro al techo y vuelvo a suspirar, sonriendo.

Si esto es algo que vamos a hacer seguido, por ser pareja, estoy más que dispuesto. Es místico el entrar en ella, en rodearme de su ardor, disfrutar su cuerpo y que ella disfrute del mío. Voy a darle todas las noches que ella quiera, toda mi vida.


Ella sale, termina de secar su cuerpo, apaga la luz y viene a mí, así hermosa, libre y desnuda. Sonrío ampliamente y le hago espacio en la cama. Se acomoda contra mí y la abrazo con fuerza.

Me da un suave beso y suspira. Empiezo a acariciar sus cabellos, ya que le gusta y relaja.

—Tengamos otra cita —murmura—. Podemos ir al bosque que está cerca, y tener un picnic.

Sonrío ante esa idea.

—Sí, me gustaría.

—Hoy te vi observarlo... ¿Extrañas tu ciudad?

Aprieto los labios en una línea. Sí, pero no es que sea para siempre.

—Está bien —la calmo—, sé que voy a volver, no te preocupes por mí, yo me preocupo por ti.

—Sabes que no puedo evitar preocuparme por ti, no quieras cargar con todo tú solo.

—Estoy bien, como dije, voy a volver... Y contigo. Es decir, si todavía gustas...

—Sí, por supuesto. —Me da un par de besos seguidos, haciéndome sonreír.

—Hoy recordé que se acerca el día de las abejas.

—¿Eh?

Apoyo el codo en el colchón para mirarla mientras acaricio su cabello y le cuento.

—Es el día en el que algunos le bailamos a las abejas.

Sonríe con ilusión.

—Oh vaya, ¿le bailan a las abejas? Quiero ver eso. ¿Cómo es?

—Bueno, los músicos tocan, por supuesto, y pues creo que todos los jóvenes se saben los pasos. Son simples, algo como mover los hombros, ir de aquí para allá dando brincos y cosas así. Los adultos ya no lo hacen, sin embargo, lo hacen los chicos.

—Aw, me hubiera gustado verte.

Río en silencio recordando esa época.

—No estuve en algunos, por cuestiones de entrenamiento, pero... —encojo un hombro—. Sí, era una de las pocas cosas que son consideradas como diversión, ya sabes, no nos divertimos a menudo. Hay trabajo que hacer. —Acaricio su mejilla—. Te llevaré a mirar cuando estemos ahí, también al festival de la luna.

Bailaré con ella bajo la noche... tal y como lo quise hace mucho.

—Te amo demasiado —susurra volviendo a besarme.

Recibo esos ricos labios con gusto. Estoy extasiado, pero con ansias de más. Satisfecho, pero sin límites.

Su beso suave y pasional empieza a calentar mi piel. Sube parcialmente su pierna sobre la mía y queda parcialmente sobre mi cuerpo, cosa que me da más libertad para tocarla. Jadea bajo y devora mis labios.

Aprieto su hermoso trasero, es que toda ella me fascina. Mi mano baja por su grueso y apetitoso muslo y lo traigo más sobre mí.

Ella lo baja un poco, sin embargo, y me doy cuenta de que su mano está de camino hacia...

Jadeo cuando me agarra ahí, de forma encantadoramente atrevida, tan segura de lo que me provoca, disparando la sensación. Está tenso de nuevo. Pero ¿en qué momento...?

—Vaya —murmura—, eres un joven vigoroso e insaciable...

—Lo siento —trato de excusarme—, como dije, no es voluntario...

Ella niega sonriendo y vuelve a besarme.

Aprieta suavemente su agarre y gruño. Pronto se acomoda sobre mí. Mis manos recorren sus muslos y llegan a sus pechos. Baja besando todo lo que puede, estremeciéndome, amándome. Se detiene por el lado izquierdo de mi cadera y me planta un corto y rápido beso.

La miro un poco intrigado.

—Tienes un pequeñito y sexy lunar aquí —murmura apenas, sonriendo. ¿Sexy? Esa palabra otra vez—. Me atraes, me encantas.

Se muerde el labio y le sonrío.

—Ven aquí. —Lo hace enseguida.

La beso, giro para quedar sobre ella. Toma mi mano y la hace recorrer su bonito seno, jugueteo con su punta y ella se remueve en gozo. La sigue bajando, recorro su suave piel, hasta incluso más abajo.

La miro para ver si está segura, y sí que lo está. Me sonríe traviesa mientras acomodo mi mano y la toco ahí con delicadeza. Ella entreabre los labios rojos y hermosos y jadea. Junto mi frente a la suya mientras continúo y ella gime apenas, cerrando los ojos.

Me aseguro de que voy bien, que no la lastimo con mis uñas. Está caliente, suave, húmedo. Ahora quisiera cortar estas garras para invadirla incluso más, quiero... quiero...

Quiero que me enseñe más, quiero aprender, hacerla disfrutar sin límites, incluso durar más en ella, aprender a controlarme y durar todo lo que ella quiera.

Jadeo contra su boca y ella muerde mi labio.

—Ven —susurra y me besa—. Te quiero adentro...

Con gusto...

La beso de nuevo, acomodándome y sin esperar, y la conquisto de nuevo, ahogando su glorioso gemido en mi boca.

Esta es, sin duda, una noche muy caliente adentro de ella...


****

Una ilustración de la diosa Ann Rodd :v xD 

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