Capítulo 40: Una bella cita

Al llegar al campo de entrenamiento recibo la tarjeta que el banco envió, y me presentan un automóvil. Ya lo han programado con el sensor de mis camisas para que se desactiven los seguros sólo con mi cercanía. Vaya, cómo adoran ser bombardeados por todo tipo de radiaciones.

No puedo evitar estar pensando en ella. Me encantaría llevarla lejos de aquí, lejos de los problemas, donde podría vivir más feliz y sin preocupaciones.

Llegué a pensar que mi deseo por curiosear en su cuerpo es normal porque otros también lo presentan, sin embargo, luego me he dado cuenta de que lo hice comparándome con esos hombres que quisieron tocarla y hacerle daño. Así que no quiere decir que mi deseo por ella sea en realidad normal o bueno, ya que esos hombres sin duda no lo son. Ugh, soy un tonto.

No quiero decepcionarla ni ofenderla, mucho menos lastimarla y dar una mala imagen de mí. Todo por no ser capaz de controlar este fuerte deseo. Quizá sí tengo algo malo después de todo.

Voy a la cafetería y me siento a pensar, pero Max y Tania se acercan, rompiendo mi poca paz.

—¿Pasa algo? —pregunta ella.

—No.

—Oye, ¿qué cosas le gustan a Marien? —pregunta Max—. Digo, solo por si alguien deseara invitarla a salir o algo así.

Frunzo el ceño. ¿Salir?

—Esas cosas no tienen por qué importarle a alguien más que no sea yo —respondo—. ¿Y a qué te refieres con salir?

—Vamos, no te hagas. Que ustedes pueden salir con otras personas, de hecho, tú deberías buscarte alguna H.E, ya que la unión que dices tener con Marien no es posible. Ni siquiera han tenido luna de miel.

—Sí —agrega Tania y se sienta a mi lado—. Incluso ni siquiera tienen algún documento oficial que lo certifique —se acerca más—. Así que, si te atrae alguna chica, así no sea H.E, eres libre de salir con ella.

—Aléjate —le digo con seriedad haciéndola sorprender.

Desde que apareció le gusta acercarse a mí y eso no me agrada, lo aguanto porque lo hace para darme algunas indicaciones, pero sé que las cosas deben tener un límite.

—Ella tiene razón —se burla Max—. Ustedes ni siquiera llevan una vida de pareja, sólo paran juntos, eso no es. Hay muchas cosas que no entiendes sobre las parejas humanas...

Siento el roce del dorso de la mano de Tania sobre mi brazo y me pongo de pie, soltando sin querer un bajo gruñido. Ambos quedan estáticos.

—No me interesa ni causa curiosidad salir con alguna otra mujer, así sea H.E. Sólo Marien tiene permitido acercarse y tocarme —miro a Tania—, ¿escuchaste?

—Exageras —ríe Max.

Volteo a verlo.

—Y si alguien se atreviera a querer salir con mi esposa, le rompería todos los huesos —agrego.

Se queda helado y salgo de ahí. Mientras junto mis cosas escucho que Ácrux les explica el significado de mi anillo.

—Es eternidad. Ese anillo de núcleo es uno de los símbolos que más respetamos, puede decirse que es sagrado, nadie tiene porqué ponerlo bajo duda...


Salgo de la edificación luego de guardar algunas cosas, y voy hacia el hospital. Ya quiero estar con ella, quiero estar con mi preciosa dama y hacerla sonreír. Ella es mi mundo, ¿por qué se empeñan en molestar? No saben cómo somos cuando estamos juntos.

—¡Sirio! —me detengo de golpe y volteo.

Ácrux viene empujando un automóvil.

—Este es el tuyo, ¿recuerdas?

Le da un empujón más y éste rueda hasta quedar a mi lado, los seguros se desactivan al detectar el sensor en mi camisa.

—Ah, claro, gracias.

Empiezo a caminar mientras lo hago rodar y lo dejo cerca de la puerta posterior del hospital. Al alejarme vuelve a sonar, indicando que los seguros se han activado. Vaya cosa rara, se lo daré a Marien, espero que le guste, total Max dijo que es "sexy" que lo tenga, o algo así.


Como voy a salir con ella, quiero estar lo mejor presentable posible. Me he duchado rápido, me pongo el jean y escucho a Marien en la habitación. Sonrío queriendo terminar de vestirme, pero me doy cuenta de que olvidé la camiseta afuera. Resoplo por distraído, así que salgo y me encuentro con ella.

La veo tan bonita, vestida con una blusa rosa y un pantalón pegado a sus curvas...

—¿Todavía no has ido a ver a Max? —quiere saber, y es que es algo temprano.

—Lo hice para decirle, pero, me escapé al rato. —Ríe entre dientes y viene a abrazarme, así que la retengo contra mi pecho desnudo—. Me pongo una camisa y nos vamos, ¿sí? —le pido, pero olfateo algo—. ¿Te has puesto algo en los ojos?

Escaneo detenidamente y ella ríe de nuevo.

—Es delineador.

—¿Por qué?

—Quise verme más linda para ti.

¿Eh? Vaya, pero si soy yo el que quiere estar a la altura. Sonrío y beso su frente.

—Siempre te veo hermosa —le aseguro—. Eres la criatura más hermosa que he visto.

Veo de nuevo su bello rostro y me percato de otra cosa. Un pendiente de metal cuelga de forma graciosa de su oreja, me llama a jugar, y lo muevo con la punta de mi uña, cosa que me distrae por un segundo al verlo moverse.

—Vamos, gato salvaje —pide entre risas, alejándose.


Después de salir y dejarla algo impresionada con la cosa rara-auto, termino contándole lo que pasó con Max y Tania, aunque me ahorro la amenaza extra que le dije a Max, no quiero que me tema o me vea como a un verdadero salvaje.

A pesar de todo lo que me ha visto hacer, agradezco enormemente que me siga amando, y es que es tan comprensiva y amorosa conmigo, que no sé cómo hace caber su enorme corazón en ese hermoso y pequeño cuerpo.

—¿Y entonces saliste de ahí? —pregunta divertida mientras conduce, ya que no tengo permiso aún.

—Sí, no sin antes gruñirles y decirles eso... que no quiero a otra cerca, sólo tú tienes permitido acercarte y tocarme.

—Ya no pienses en eso, lo que tenemos es mucho más oficial que lo que se puede tener acá, aquí se hace y deshace con una simple firma. Las cosas ya no son como antes.

—Bueno... Ya sabes que en mi mundo no es así. Al ir por mis cosas escuché que Ácrux les explicaba lo que este anillo significaba —observo mi anillo y luego el suyo—. Eternidad.

Nos miramos de forma profunda e intensa por varios segundos, hasta que el auto empieza a frenar sólo al haber detectado a otro adelante al parecer. Ella regresa su vista al frente.

—Te amo, Sirio —murmura mientras sus bellas mejillas se tornan rosadas—. Me haces demasiado feliz.

—Tú me haces feliz.

La observo conducir, o al menos mantener a esta máquina a raya, y lo hace bien. Mantengo una sonrisa de tonto mientras acaricio su suave mejilla, luego acomodo su cabello y me percato del pendiente en su oreja de nuevo, cosa que me distrae mientras juego un poco y ella ríe entre dientes.

Sale de la autopista y continúa por una vía más delgada. Al poco tiempo esta se rodea por vegetación y entramos a un estacionamiento que tiene unos dos autos por ahí a lo lejos, frente a un enorme campo cercado por una elegante reja blanca.

—Cementerio —susurro al ver el arco de la entrada.

—Aquí están mis padres —dice con suavidad.

La miro, preocupado porque esté triste, pero me sonríe, aliviándome. Me ha traído a visitarlos, esto significa mucho. Bajamos del auto y entramos. Me veo forzado a cubrirme la nariz por el olor a muerto que emana de alguna tumba fresca. Quizá de hace cuatro días o menos. Toma mi mano y nos alejamos de ahí.

Llegamos a la tumba de sus padres, lo sé por los nombres en la gran piedra blanca, que parece mármol.

—Estarían felices de ver que te tengo y que su teoría de que ustedes eran algo más que seres salvajes era cierta... A pesar de lo que les pasó —noto que entristece, así que acojo su mano con la mía—, fue por eso que acepté iniciar la investigación con la toxina, después de que el gobierno me insistiera tanto. No quería hacerlo porque respetaba la idea de mis padres, pero cuando murieron creí que no valía la pena seguir defendiendo esa idea.

—Es lógico, entiendo...

—Los trajeron aquí, me dijeron que estaban irreconocibles y que no servía de nada que viera sus cuerpos. No los vi y no me importó, yo estaba destrozada así que ya no me importó nada. Ahora creo que me arrepiento.

Bajo la vista sin evitar sentir su tristeza, la culpa que siente, pero no debería ser así.

—¿Sabes? En mi pueblo tenemos la creencia de que nuestros familiares no nos dejan después de la muerte. Solo es un viaje —comento—. Mientras su esencia nos cuida, la materia se transforma, vuelve a la tierra en cenizas, y luego vuelve a nosotros en la naturaleza.

Recuesta su cabeza contra mi brazo y observamos el lugar en silencio un poco más.

Los evolucionados quemamos a los fallecidos, ellos se van en cenizas a regresar a la tierra que nos prestó su forma para vivir un tiempo, en cambio los humanos, muchos todavía, prefieren ponerlos bajo tierra, adentro de contenedores.

Los ancianos dicen que eso dificulta la labor de la naturaleza, y además lanza olores durante años... Pero aquí hay algo raro, o, mejor dicho, falta algo. Justamente los olores. Me pongo de cuclillas y frunzo el ceño. Definitivamente faltan.

—¿Qué sucede?

—No logro detectar ningún olor de cuerpos aquí...

—Pasó hace mucho, ¿recuerdas?

—Sí, pero... —me arrodillo y pego mi nariz a la hierba para estar más seguro—. No detecto ni el olor de huesos... nada, solo madera.

—¿Los habrán enterrado en otro lugar? No... ¿Cómo puede ser? Aquí está la lápida... ¿Cómo puede ser? —suena angustiada, así que me pongo de pie enseguida.

—Tranquila...

—Descuida —sacude la cabeza—, perdón... es que es algo muy raro.

—Lo sé... —suspiro—, ven...

La abrazo con fuerza queriendo calmar todas sus penas. ¿Por qué pasan estas cosas?

—Investigaré luego lo que ocurre aquí —susurra.

—Me avisas, por favor, no quiero que vayas sola —le pido. No quiero que le pase algo, ahora que veo tanta artimaña entre humanos.

Asiente, aliviándome al menos en eso.

—Estoy casi segura ahora de que quizá el ataque fue ocasionado por el mismo gobierno, controlando a esos evolucionados, quizá luego no querían ninguna evidencia, quizá han hecho algo... en fin, ya lo averiguaré, como dijiste tú... Ellos siguen conmigo.

—Así es —acaricio su cabello y ella me mira, presentando una muy leve sonrisa—. Además, me tienes a mí, puedes contarme todo, si estás feliz, si estás triste. Puedes contar conmigo para todo lo que quieras hacer. También, en su momento, podrás contar con mis padres. El núcleo familiar es muy importante para nosotros, y ellos te cuidarán como a una hija, porque eres mi compañera eterna.

—¿Sí? —se ve más animada, cosa que me alegra—. Les he agradado, ¿verdad?

—Por supuesto. Mi madre ese día me dijo que olías a buena persona. —Ella ríe entre dientes y me mira con ilusión mientras sigo contando—. Y que le hacía feliz que yo hubiera seguido a mi corazón, dijo que descubriría cosas hermosas contigo, y tenía razón. —Suspiro apenas, pensando en sus padres y su trágico destino—. Aunque no los conocí en vida... Tus padres también son importantes para mí, así que no te preocupes, no vamos a pasar esto por alto, ¿está bien?

Asiente y me abraza, escondiendo su rostro por mi pecho. La contengo en brazos y acaricio su cabello, dejando que su tristeza se vaya poco a poco.

—¿Vamos? —murmura contra mí—. Voy a mostrarte más de esta ciudad, ¿sí? —Me mira ahora más alegre y se empina tomando mi camisa, sonrío apenas sabiendo lo que significa, y recibo su dulce beso.


Estaciona el auto en otro lugar ya más en el centro de la ciudad, por lo movido que es por aquí al parecer, y andamos por las calles.

Miro alrededor, con algo de sorpresa. Los edificios son enormes, muchos brillan y tienen anuncios sobre sus cosas humanas. Me ha dado los lentes oscuros para que nadie vea mis ojos, pero estos también me muestran pequeños anuncios.

¿Todo es anuncios para ellos o qué? Uhm... de repente ganan dinero con eso, quién sabe.

Mi Marien suspira feliz andando a mi lado, me tiene del brazo, ya que debo esconder las uñas en punta también, pero está bien, me gusta todo contacto con ella. Además, me percato que no somos los únicos. A los humanos les encanta el contacto por lo que veo, hay muchos caminando de la mano o abrazados.

Vienen ruidos y olores de todos lados, sobre todo de los restaurantes. Son agradables, hay felicidad, escandalo, comida...

—¿A dónde nos dirigimos? —le pregunto.

—Bueno... te dije que aquí las cosas no son tan oficiales, pero igual quiero hacerlo —me mira manteniendo su bella sonrisa—. Haremos oficial nuestra unión aquí.

Sonrío. Luego recuerdo cómo fue que yo se lo dije así de improvisto también y ella pareció espantarse.

—¿En serio? ¿Estás segura? —me atrevo a jugar.

Ella abre la boca y ríe. Me encanta. La tomo de esa fina cintura y me inclino para darle muchos besos. No importa si nos ven, total al final tenía razón, aquí son un poco más libres.

—Sí, lo estoy —asegura rodeando mi cuello con sus brazos y devorándose mis labios.

—Uhm, no lo sé —ronroneo—. Vas a tenerme de por vida —la amenazo de forma divertida.

—Eso es perfecto. —Besa la punta de mi nariz—. Vamos, estamos cerca.

Avanza con emoción casi sacando mi mano del bolsillo al tomar mi brazo, y continuamos. Sin embargo, noto que desacelera su paso al pasar por una tienda en particular. Dice "helados, chocolates y más..." Uhm...

—¿Quieres probarlo?

Ella me mira sonriente.

—Sí, ¿me esperas unos segundos?

—Espera. —Me aseguro de que nadie está atento para que no vean mis uñas en punta, y saco la tarjeta—. Me toca a mí.

Ella ríe.

—Bueno, pero yo la paso por la máquina. —Mueve sus dedos y entiendo a qué se refiere.

—Oh... Claro.


Paso un rato sintiéndome un humano más. Con ella frente a mí en la pequeña mesa circular en una esquina, lejos de otros para que no se fijen en mí, pero lo olvido pronto, solo puedo verla a ella, tan hermosa y feliz. Me invita a probar y sí es delicioso. Le comento que en mi pueblo hacemos algo similar, aunque solo es fruta congelada así que quizá no es tan similar...

Luego de eso, finalmente llegamos al edificio. Ella se tensa apenas y es que al parecer estuvo por aquí antes de que esos hombres se la llevaran, pero es un lugar enorme. De todas formas, estoy con ella, y no voy a dejar que nadie se le acerque.

Nos dejan pasar sin siquiera preguntar. Mi camisa blanca con las siglas de la organización nacional de seguridad aleja a los posibles molestosos, excepto a estos lentes, que ahora me están sugiriendo diversos hoteles con habitaciones especiales "luna de miel". ¿Qué...?

—Hola, dulzuras... ¿En qué puedo ayudarles? —pregunta una mujer de piel morena desde su escritorio.

—Queremos firmar para...

—Sí —interrumpe—. Muy bien, enseguida.

Sale y Marien me mira, tiene la ilusión en su bonito rostro. La señora regresa.

—Eh, él tuvo una cirugía en los ojos y...

—Oh no, bebé, no hay problema alguno. Aquí... lean y firmen, y necesitaré sus identificaciones.

Le paso la mía a Marien por debajo para que la mujer no vea mis uñas. Luego de eso aprovechamos que sale a escanearlas o algo así, y firmamos. Leemos además algunas pautas. Me percato de la palabra "cónyuge" que se refiere a mi compañera, también "esposa", que sí la he escuchado antes.

—Se ven lindos juntos —murmura la señora, que ya ha regresado y llena algunas formas—. Bueno, eso es todo. Aquí tienen su partida de matrimonio.

Marien recibe el papel con algunas decoraciones celestes y doradas.

—Gracias. —Lo guarda bien y nos ponemos de pie.

—Espero que se mejore de la vista, jovencito —me dice con entusiasmo.

—Gracias...


Caminamos por las calles.

—Eso fue rápido. Ella fue muy amable.

—Lo sé.

—¿Hay más humanos que hablen así, de esa forma dulce a los demás?

—No muchos, pero sí, algunos lo hacen. Por ejemplo, la madre de Rosy.

—Interesante. —Y tiene sentido, ya que Rosy como que habla así a veces.

Me sorprende, y es que las personas mayores en mi pueblo no te dedican ni una sonrisa a veces. Son muy estrictos.

Los lentes siguen mostrándome cosas y recuerdo...

—¿Los humanos hacen algo especial después de casarse?

—Uhm, sí.

—Porque Max preguntó si habíamos tenido una "luna de miel" o algo así, luego de unirnos, y la verdad, no sé en qué consiste.

—Bueno, usualmente la pareja viaja a algún lugar nuevo para conocer, suelen quedarse en algún hotel, y también... Hacen el amor...

—¿Hacer amor?... Interesante forma de llamar a las cosas. Es lo que hacemos, ¿verdad? Es decir, siento que es así, cada vez que te toco o te beso, es mágico.

Ríe entre dientes.

—Sí, hay varias formas de hacer amor.

—En todo caso, llevarte a mi ciudad cuenta como algo nuevo también.

—Mientras esté contigo, soy la mujer más feliz del mundo —asegura con su dulce sonrisa.

—Siento lo mismo.

—Así que, ¿a dónde te gustaría ir? —pregunta feliz.

—A donde tú gustes, haremos todo lo que tú quieras, quiero consentirte. Además, nadie me nota con estas cosas en la cara —digo señalando los lentes.

—Aún no se oculta el sol, ¿qué tal si vamos a ver una película? Así no tienes que usarlos.

Me encojo de hombros.

—Sí, me gustaría. ¿En dónde es que ven películas? ¿No hay nadie ahí que pueda verme?

—Es que es un lugar oscuro y todos miran a una pantalla gigante.

—Oh wow, sí, quiero ver.

Ríe y me insta a avanzar.

Vamos al cine y le digo que escoja cualquier película, también le hago recordar que yo invito. Ríe y asiente. Quiero consentirla mucho, amo su risa. Sin embargo, lamenta el haberse olvidado de algo.

—Tus oídos... El volumen es muy alto. ¡Lo sientooo! —Me abraza fuerte.

—Hey, está bien, puedo aguantar.

—¡Lo tengo! Todavía tenemos veinte minutos, vamos a comprar tapones de oídos.

—¿Eh?

Vamos con prisa hacia otra tienda que queda cerca, una "farmacia", aunque no solo hay medicinas, hay incluso comida embazada en bolsas, latas y demás. La veo tomar los tapones de oído y luego pasamos por otra sección. Ve por un par de segundos extra una caja negra y pequeña con colores brillantes. Lo piensa un segundo más y sigue de largo luego de negar en silencio.

Trato de leer lo que dice, "cond...", pero prefiero seguir su paso para salir rápido y volver al cine.


—¿No quieres algo de comer? —pregunto una vez que hemos regresado, ya que veo bastante gente pidiendo cosas ahí en el mostrador—. Puedes pedir lo que gustes...

—¡Sí, sí! ¡Debes probar las palomitas de maíz! —Toma mi mano, relajada sin pensar en mis garras, y me lleva, haciéndome reír de forma leve.

Es feliz y me hace sentir que podría tocar el cielo el verla así.

Se compra algunas golosinas y un pote con maíz, al que lo han hecho reventar. Enseguida me da a probar y le doy la razón en que también sabe muy bien.

Mientras dan la película conversamos sobre los niveles de contaminación en los que se vive en estas ciudades, a causa de que le conté que los lentes me muestran figuritas. La rodeo con un brazo y ella se recuesta en mi hombro. Mi dulce esposa. Rozo mis labios en su frente y me acerco a su oído.

—Descuida, entre las montañas, en nuestros territorios, no entran bien las señales —le susurro y me mira.

—Lo sé —responde y roza sus hermosos labios con los míos.

Me da un dulce y corto beso, vuelve a hacerlo y no puedo resistir más. Ladeo el rostro y la beso, disfrutando de poseer sus labios entre los míos. Sigo, no quiero detenerme, pero ella lo hace.

—Más tarde te besaré más, ¿sí? —susurra.

—¿Mucho? —pregunto esperanzado y es que muero por ello.

—Mucho —responde luego de reír de forma dulce.

—¿Toda la noche? —«por favor, por favor».

—Ya lo veremos —responde, y en su tono hay una promesa.

Sonrío ampliamente sin poder evitarlo. Acaricia mi cabello, eso me gusta, me provoca ronronear. Continúa viendo la película. Yo casi no puedo prestar atención, ya quiero volver al hospital.

Aunque luego de un rato, la película se torna entretenida, y entiendo por qué a los humanos les gusta. Supongo que, para ellos, volar lejos de la realidad no es algo raro, y tienen muchas formas de hacerlo.


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