Capítulo 4: Atrapado sin estarlo realmente
Al despertar noto enseguida que algo me mantiene apresado. Reacciono soltando un leve ruido de sorpresa viendo a ambos brazos atados al metal de una camilla y tratando de moverlos. No, no, no...
—Tranquilo —pide alguien y lo miro, clavando sin querer alguna especie de amenaza, ya que se asusta.
Quizá mis ojos se ven como los de ellos, pero nuestra forma de mirar sigue siendo ligeramente diferente. La diferencia entre un depredador y una presa. Solía escuchar a Orión y sus colegas, así que sé que para los humanos nosotros podemos lucir realmente aterradores cuando nos lo proponemos. Claro que con los ojos que tengo ahora, no creo que sea para tanto.
Y entonces aquí estoy, atrapado, perdido, y atado como un animal, a pesar de que luzco como ellos. Orión tenía razón...
Mis mejillas empiezan a arder porque ya no llevo mi ropa, sino una bata. Si bien me prepararon para no sentir tanta vergüenza mostrando el torso, mostrar todo lo demás me hace sentir peor. Me observan y revisan sus tableros raros en las manos, haciendo anotaciones.
¿Me harán experimentos?
Empiezo a luchar contra la preocupación y el miedo por ser descubierto incluso antes de que pueda hacer algo por mi gente, mi misión... Sin embargo, trato de controlar mi respiración. Puedo salir de esta, puedo romper las ataduras en mis brazos y piernas y escapar.
Aquí está Gómez, mi otro objetivo. Bueno, no todo es malo, al menos llegué al laboratorio.
—El sujeto despertó a las cinco de la tarde, por inducción del medicamento —murmura uno de ellos, lejos de mí y en voz muy baja, no sabe que puedo oírlo bien—, el día número tres de la investigación.
¡¿Número tres?! ¡¿Me han tenido sedado?!
—La doctora Marien ya viene en camino —anuncia una chica de cabello ensortijado que acaba de entrar.
—Gracias señorita Rosy —responde Gómez.
—No parece un H.E —dice ella.
—De hecho, no —responde otro de los humanos—. Pero Julio jura que sí.
—Podríamos intentar la prueba de resistencia Ósea —susurra otro más.
—No, romperle un hueso no es legal en los vivos, tendría que ser un cadáver para hacer esa prueba.
—Ya le saqué sangre de todos modos para hacer la prueba genética —avisa uno mayor.
Están hablando de mí como si fuera algún espécimen extraño. Me matarán y abrirán tal y como contó uno de mis maestros.
—Apenas hemos podido empezar a examinarlo ayer, por esto del ataque y la reinstalación del personal. Pero hasta ahora, los exámenes no dicen nada, los rayos "x" no muestran colmillos en el cráneo.
Me alivia escuchar eso, y es que aún no están desarrollándose. No saben de nuestra etapa transitoria, mis caninos crecerán luego. La chica que no dejaba de mirarme se retira.
Ahora puedo parecer más relajado, ya que sé que sigo teniendo oportunidad.
—¿Podrían soltarme? —pregunto—. No soy un H.E.
Uno arquea una ceja y el otro se ríe en silencio mientras hace anotaciones.
—¿De dónde vienes? —el hombre tiene mi identificación en la mano— ¿Estudias, trabajas? ¿Dirección de domicilio?
—No recuerdo —respondo.
Frunce el ceño.
—¿Como que no recuerda?
—Estaba en la universidad —finjo recordar—, pero el resto no. Creo que he perdido la memoria.
Vuelven a reír en silencio mientras tocan las pantallas de sus máquinas. Me enfurecen, ¿cuánto tiempo más me van a tener así? Orión vendrá si tardo, y aunque ellos ya me hayan matado hasta ese entonces, Orión me vengará.
Pero yo no puedo permitir que todo eso pase, no porque me importen los humanos, sino porque si fallo van a castigar a mamá.
Todos hablan y murmuran cosas sin importarles cómo me siento aquí sin poder moverme. No puedo evitar mirar hacia las correas que me mantienen prisionero. Con suficiente fuerza podría romperlas. Tenso los puños debatiéndome en si hacerlo y mostrarles que soy un evolucionado, y al mismo tiempo develar lo de nuestra etapa de transición, o esperar a ver si surge otra oportunidad antes de que ellos con sus exámenes me descubran. Un gruñido se quiere salir de mi garganta, pero me contengo lo más que puedo a pesar de que mi frustración está cada vez más difícil de aguantar.
De pronto detecto un suave aroma. Los hombres se apartan de golpe y me dejan a la vista de una humana.
Al verla... mi respiración se detiene unos segundos y todo es silencio.
¿Qué?
Ella me mira fijamente y yo no puedo ni parpadear.
Esto debe ser un error, ella no puede ser la doctora, es solo una joven.
Me regala su mirada inocente que parece brillar, libre la maldad humana, aunque ella no está feliz precisamente, pero tampoco deja evidente su tristeza. Me examina un efímero segundo. Su cabello marrón como el dulce del cacao cae en ondas, su rostro es suave y dulce. Bastante agradable a mi vista.
Ladeo el rostro levemente, sin parpadear todavía, al tiempo en el que mis ojos la recorren observándola como si de la criatura más extraña pero hermosa se tratara, mientras ella les habla. Toda ella es bastante agradable, lo cual me parece extraño. Los humanos no son... agradables.
—Le hemos hecho muchos exámenes —irrumpe la voz de Gómez—. Todo parece estar en orden, pero sigo sin entender... Podría jurar que era uno de ellos.
Reacciono, borrando mi muy leve sonrisa, que espero nadie haya notado y que no debí poner desde un principio, y parpadeando de nuevo. No sé en qué momento dejé de mirar con rencor, pero ya me recuperé. El mundo ha vuelto a correr. Debo dejar de pensar en cosas raras, es una humana, y bien podría dar la orden de matarme ahora mismo...
—Entonces libéralo, ¿qué esperas? —dice ella, negando con la cabeza.
Me sorprendo y mi corazón late aliviado y alegre al escuchar que seré liberado, lo que significa que tengo oportunidad de continuar con mi misión...
Se acerca a mí y su aroma se intensifica, distrayéndome de nuevo.
Por primera vez siento que estar lejos de mi pueblo es bueno, ya que, si allá me distraigo, solo recibo algún castigo. Pero ahora ya no hay eso, estoy por mi cuenta, y qué bien se siente. Empiezo a reaccionar ante el pensamiento nuevo de que puedo distraerme y hacer lo que quiera sin tener que darle cuentas a ningún superior.
¡¿Cómo no lo pensé antes?!
Una extraña y refrescante sensación se apodera de mi ser. No solo eso, puedo darme el lujo de distraerme conociendo un poco más a la joven, saber por qué siento calma al verla, y Orión no va a enterarse de nada de eso. No va a enojarse y esperarme con muchas piedras para ponerme en la espalda.
Miro a la joven mientras empieza a desatar las correas que sostienen uno de mis brazos, sin poder evitarlo. El roce de sus delicadas y finas manos me hace estremecer y al mismo tiempo relaja. No es cualquier humana, no tengo cómo describirla... No sé qué pasa.
—Eso no es posible —habla otro humano del que no me había percatado—, no hasta que salgan los resultados del examen de ADN.
Vaya, ¿no tendrá problemas de salud al estar así? El sobre peso es malo. Ahora que he abierto los ojos, y recuerdo todo lo que vi en la ciudad, sí noté que los humanos son casi todos fofos, de aspecto blando, sin firmeza en la piel, y mucho menos en los músculos. No cuidan sus cuerpos como nosotros.
—Claramente es un humano —insiste Marien—. los H.E no pueden ocultar su forma, sobre todo las pupilas rasgadas. Además, si fuera uno, ya habría roto estas correas y nos habría asesinado en cuestión de minutos, prácticamente eso no lo pueden controlar
Um, ya veo, esa es la imagen que damos, tiene razón en lo de poder romper las cuerdas, pero piensa que no nos controlamos como las bestias. No tiene idea de que tiene uno a su lado, sin embargo, ahora más que nunca, no quiero que la joven sepa lo que soy.
—Pues no sabemos si han evolucionado o cambiado de algún modo...
¿Ah?
—Sí, claro —suelto sin poder evitarlo y todos me miran—. ¿En serio creen que la evolución se da rápido en la naturaleza? Ya les he dicho, pierden el tiempo, no soy uno de ellos.
—No mientas —insiste Julio, quiere agotar mi paciencia—, te vi, no puedo equivocarme. Me empujaste y...
—Y se golpeó la cabeza —respondo.
—Pero vi tus pupilas, eran rasgadas.
Ya lo suponía, por eso se espantó. Debí haber esperado unos días, pero Orión y su apuro, como siempre. Como sea, ahora debo defenderme.
—Le salvé la vida —reclamo.
—Déjame esto a mí —habla el que vino con Marien y se dispone a leer algo en una de sus maquinitas chillonas—. ¿Quid vis?
Wo... Parpadeo un par de veces, pensando en qué decir. Veo que parecen saber más de lo que aparentan. Los ancianos hablan latín a veces, nos dijeron que hace unos siglos todos los evolucionados lo hacían, pero hoy en día es diferente.
—Los evolucionados ya no hablan Latín.
—¿Ah, sí? ¿Cómo lo sabes? —reta enseguida.
Vaya. ¿Se atreve a cuestionarme?
—Caballeros —interrumpe de pronto ella, posando sus manos en el borde de la camilla y rozando la piel de mi brazo, volviendo a distraerme—. Todos saben eso, Marcos, además ¿acaso acabas de traducir eso en tu teléfono? —Al menos ella dice cosas más coherentes—. ¿Cómo fue que lo capturaste? —le pregunta a Julio.
Oh no. ¿Y si le cree lo de mis ojos? Voy a estar en problemas.
—Después del golpe se me nubló la vista, y cuando me repuse él estaba a mi lado, le había caído una viga de madera encima. Creí que estaba muerto, pero no, así que lo trajimos.
Marien suelta aire en silencio y vuelvo a observarla mientras ella atiende a lo que le dicen. Es extraño, pero felizmente parece no creerles.
Hablan y hablan y de algún modo he dejado de prestar atención nuevamente, buscando insistente la forma de describir a esta joven que está a mi lado. Inocente, buena tal vez. No significa que lo sea, es humana, pero lo parece, y quiero comprobarlo.
En eso baja la vista y sus ojos conectan con los míos, provocando un brinco de mi corazón. Me quedo plantado ahí, su color también es como el dulce de cacao, pero mucho más claro, tienen bonitos destellos. A pesar de que su iris no es grande como el de los de mi especie, solo quiero seguir viendo para ver qué más descubro sobre ella.
Sin duda emana pureza y bondad. No suelo equivocarme con las personas de mi pueblo, no ha de ser diferente en humanos. Me han entrenado para leer intensiones, así lo hacen muchos animales en el bosque, y puedo saber que ella no tiene esa pesadez que los demás sí.
Es delicada, frágil, pareciera que si intento atraparla como sugirió Altair, la voy a lastimar. Yo que soy algo salvaje y extremadamente fuerte, mientras que ella es como una de esas aves inofensivas, o las mariposas que revoloteaban, se las puede ver, pero no tocar.
Es, es... hermosa.
Soy consciente de que hay cosas hermosas en la naturaleza, y además las mujeres evolucionadas también son bonitas. Papá siempre ha dicho que toda joven lo es, y debemos cuidarlas. Claro que sé apreciar eso, pero para mí, era algo normal de ver.
Quizá pienso esto de ella porque no se me había ocurrido que los humanos también podrían ser hermosos. Sí, eso debe ser. Solo estoy intrigado porque su hermosura es muy diferente y nueva.
El humano molestoso que vino con ella empieza a hablar y la hace retirar su vista. De todos modos, yo no lo hago. Veo el suave quiebre de su mandíbula, sigo a su mentón, y me quedo en sus labios. Esos labios... se ven tan delicados, como todo en ella.
Reacciono de nuevo. Basta. Ya admití que es hermosa, pero todo lo demás no tiene cabida. ¿Qué me está pasando?
—El sujeto dice no recordar mucho de su pasado antes de ser traído aquí. Tiene veinte años, responde al nombre de Jonathan Antonio —ah, ese nombre humano que me han puesto, qué horror—, y estaba yendo a la universidad, pero no hemos hallado documentos o información que validen eso.
Ella me mira, mostrándome por primera vez una sonrisa que me llena de calidez, es amable, y nuevamente mi corazón late demás. Esto me preocupa de pronto, no debería hacer eso, tal vez me han contagiado alguna enfermedad...
—Lo siento —dice, y en verdad lo parece—, me encargaré de que las cosas no vayan a peor para ti.
Quiero responder, pero me he quedado tonto. Su compañero hace un ruido con la garganta y de un momento a otro se la ha llevado.
Parpadeo un par de veces y termino frunciendo el ceño. ¿Por qué se la llevó? Estaba hablándome a mí, ¿acaso no sabe que no se debe interrumpir? ¿O tirar del brazo de una dama así sin más?
Sin embargo, puedo oírlos hablar afuera gracias a mi buen oído, pero eso no me alivia.
—¿Qué haces? Es sospechoso de ser una de esas cosas asesinas ¿y tú empiezas a fraternizar con él?
¿Cuál es su problema?
—Entiende, he estudiado bien a esos seres. Él es una persona normal, ¿no lo ves?
Perfecto. Ella no sospecha... Aunque ahora ya no me siento tan orgulloso de estar engañando...
—Hay algo raro en él, no me gusta.
No, humano, tú tampoco me gustas.
—Oigan, ya está todo listo para su estancia —habla algún desconocido.
—¿Q-qué? No nos han dicho nada.
—Supimos que sus viviendas fueron casi destruidas por las fuerzas del ejército, con su afán de acabar con los seres esos —Los seres esos. Wow.—. Sin embargo, el personal consiguió algunas de sus pertenencias y ya tenemos... Bueno, mejor síganme.
Se van y quedo frustrado con los otros humanos, que, para mi sorpresa, empiezan a terminar de liberarme. Bien, ahora iré a verla.
Gómez me ataja cuando me pongo de pie.
—Toma —me entrega ropa y recuerdo que solo tengo esa bata de hospital. Caramba—. Vístete. Voy a enseñarte tu habitación.
Resoplo en silencio y no me queda más que aceptar. En parte agradezco que me regrese a la realidad. ¿Qué iba a verla? ¿En qué estaba pensando?
"Los humanos son distintos. Se tocan más, pero si los miras mucho podrían notar que eres raro, o diferente. Nosotros no nos acercamos, pero sí solemos mirar fijo. Ten cuidado.", había dicho Orión. Sí, debo controlarme o voy a arruinarlo todo. Ya llegué al laboratorio por pura suerte, no puedo perder mi camino. Aunque nada me impide curiosear, después de todo, estoy lejos de ellos y sus castigos.
Gómez me muestra una habitación, lejos de ella, Marien, ya que su aroma se iba hacia otro lado cuando salí al pasadizo. Al parecer me van a tener bajo llave, pues para llegar aquí, él ha usado algún código para que la puerta se abriera.
Entonces asumo que van a esperar a esos resultados de ADN, lo que significa que siguen sospechando. Debo admitir que son listos. Paranoicos, aunque no en vano en este caso, pero listos.
—Ahí tienes ropa, también está tu mochila —Oh, había olvidado que la traje con un par de cosas no sospechosas—. Ahí el baño, y bueno, eso es todo.
Se retira y miro a mi alrededor. Todo es tan lúgubre, ahora entiendo por qué viven estresados. También pienso en la joven, y recuerdo que va a quedarse porque destruyeron su casa. Torpes.
Me acerco a la mochila y luego de mirar esas cuatro paredes, decido darme una ducha. Desde siempre me han inculcado el estar limpio todo el tiempo, así que es importante. Y ahora, de pronto, lo es más.
Encerrado en el baño, me desvisto y observo las marcas de los pinchazos que me han hecho en el brazo. Han tenido el tiempo de examinarme, y eso me incomoda demasiado. Mis uñas que crecen en punta están cortadas, y las he mantenido así para no levantar sospechas, pero todavía me preocupa que de algún modo hayan notado que son más duras. Ojalá que no.
Entro al agua fría y cierro los ojos apoyando las manos en la pared. Sí me siento agotado, ha de ser efecto de la sustancia que han usado para mantenerme dormido. Hugh. Montón de locos. Ahora debo desintoxicar mi cuerpo de todo eso.
"Me encargaré de que las cosas no vayan peor para ti..."
Abro los ojos y sonrío levemente al recordar sus suaves palabras. Vuelvo a relajarme y suspiro. Levanto la mirada para recibir el agua y sobar mi rostro, empezando a sentirme mejor.
¿Cómo estará? ¿Si logro salir y la voy a ver, se molestará? Según sé, los humanos no son estrictos en esos asuntos, así que tal vez no.
Termino de ducharme y me visto. Si pudiera ir, no sería difícil. Puede que esté encerrado, pero no cuentan con que pueda salir por la ventana y recorrer el techo hasta llegar a ella.
Me acerco a la ventana, miro hacia afuera y algo me detiene.
¿Pero en qué estoy pensando?
El recordar de pronto que Orión la quiere viva me cae como agua helada. ¿Por qué la quiere? ¿Va a lastimarla? Llevaré a esa inocente y vulnerable joven a que la maten esos enormes y salvajes H.E, aquellos que son capaces de desgarrar vivo a un venado. Aquellos que han aprendido a bloquear por completo todo sentimiento.
Orión lo sabía, por eso en algún momento dijo que sería fácil, sabía que era una jovencita. No la llevaré, me niego. Que me mate si gusta...
No... No puedo hacer esto, no puedo... Mamá... La van a castigar si no lo hago. No. No, no, no.
Mis puños se cierran sobre el marco de la ventana.
"Confío en que no vas a fallar, hijo. Ve tranquilo"
Las últimas palabras que me dijo mi madre vienen a mi mente. Me crió con mucho esmero, a pesar de los rumores bajos de otros de que yo era un "error", y no le devolví nada, esperando tontamente a que alguna misión de Orión lo compensara todo.
"Eres un hombre, Sirio. Por favor, si Orión te hace atacar humanos, no te lances en contra de sus mujeres. A las mujeres no se les lastima, no importa si son humanas." Papá me enseñó cosas muy diferentes a las que Orión decía.
"Eres un evolucionado guerrero, y vas a luchar por tu pueblo, vas a morir por ellos. Los humanos son todos malignos, nunca dudes cuando se trate de atacarlos. Todos son desechables." Las palabras de Orión vuelven. "Es por tu honor, y eso es lo más valioso que tenemos. Los humanos nos han atacado antes sin distinciones, así que ahora se van a arrepentir."
Nunca cuestioné la misión porque siempre me repitió lo mismo, y me llené de rabia olvidando las palabras de mi padre. Pero ahora me pregunto si en verdad estoy haciendo lo correcto.
De lo que me sentía libre, ahora vuelvo a estar encerrado. Las ataduras de mi nación han vuelto a recordarme lo que soy y lo que debo hacer. Que mi honor y vida están en juego, y el de mis padres también. Por mi pueblo, como tantas veces me hizo jurar mi tutor. Por mi pueblo debo cumplir...
Pero...
No puedo...
Papá, ¿qué puedo hacer? No te volveré a ver...
El corazón se me estruja con fuerza al recordar su angustia y pena cuando veía en lo que me convertía bajo los entrenamientos de Orión. Mis ojos arden, se me ha formado un nudo en la garganta, y al parpadear, una lágrima se desliza por mi mejilla.
Perdón mamá. Padre, debí escucharte más...
Miro al cielo vacío y brillan unas pocas estrellas, pero ya no me acompañan como en mi pueblo. El sentimiento de desolación me invade. Estoy atrapado, lejos de mis amigos. Me hallo solo y moriré solo.
Si voy, castigarán a mamá, y me van a matar mientras todos ellos se burlan de mí por haber fracasado. Las palabras y enseñanzas de mi padre tienen más pero ahora, y me alivia sentir eso, pero estoy seguro de que también se enfadaría si dejo que lastimen a mamá.
En verdad no sé qué hacer. Cumplo con la misión, yendo en contra de lo que siento, y ver cómo Orión y sus hombres apagan la vida de una mujer indefensa que no merece nada de eso, o bien puedo retirarme, regresar y pedirles a los ancianos que me maten con dolor y así librar a mi madre de su castigo, no importa. Pero ¿y si no aceptan?
En ese instante siento el aroma de la joven y la puerta cruje, haciéndome reaccionar. Volteo para verla, limpiando mi traidora lágrima, esperando que no lo haya notado, ya que sé que no ven bien en la oscuridad, y ella parece asustada.
Me espanto también al darme cuenta de que he estado tan acorralado en mi mente que no noté su presencia. Por otro lado, mi corazón vuelve a dar un brinco extraño, y el sentimiento de soledad se desvanece.
¿Ha venido a verme? ... Ha venido a verme.
—Perdón. —Me dirijo a sentarme luego de volver a reaccionar—. No sabía que vendrían a hacerme alguna otra prueba. —Quizá solo es eso.
—Ah... no, no, perdón. Sólo pasaba inspeccionando, no más exámenes.
Alzo la vista, ya que ha sonado nerviosa. Entonces en verdad ha venido a verme, y quizá el nerviosismo es porque le han dado algún resultado que indica lo que soy. La observo con cuidado, pero el alivio vuelve al ver que da un par de pasos, entrando a la habitación.
El deseo de ir a su lado me impulsa, quiero estar a su lado. No. Quiero que entre y se quede acompañándome. Es lo único que tengo ahora, la promesa de su fugaz compañía antes de irme y desaparecer de su vida.
Oh, debo recordar que yo tampoco debería ver bien de noche, así que me pongo de pie y me acerco para encender la luz, así de paso poder olfatearla mejor y grabarme bien su aroma, para guardarlo y tenerlo presente mientras muera, sabiendo que valió la pena.
La habitación se ilumina y su mirada dirigida hacia la mía se mantiene. Sigue demostrando esa inocencia, como la de las aves, mientras estudia mi rostro. Debo admitir que de todos modos estoy sorprendido por su visita. Sonrío levemente, no puedo evitarlo y aquí no parece ser un problema sonreír a los extraños.
He recuperado la compostura, bloqueando todos mis pensamientos y sentimientos, como me han enseñado siempre.
—Hola, creí que ya te habían castigado por hablarme —murmuro apenas y sonríe, eso me agrada mucho. Ese amigo suyo parecía haberse enojado bastante, no sé si algunos humanos son tan estrictos como nosotros, aunque lo dudo—. ¿Quieres llevarle la contraria a tu amigo? —pregunto y me dirijo a la silla, girándola y apoyando los antebrazos en este al sentarme—. ¿Y bien? —la invito a pasar, rogando que acepte, y señalo mi cama—. Si gustas sentarte... No muerdo —le aclaro en una especie de ironía.
Claro que muerdo...
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