Capítulo 39: Rescate

Hemos estado pensando en inmiscuirnos en una instalación de otra parte de la ciudad, aunque, mientras Max habla, yo no puedo concentrarme bien pensando en lo que pasó anoche. Tener a mi chica sobre mí devorándose mis labios, con la libertad de tocarla, quizá no todo lo que mi inmoral cerebro quisiera, pero al menos...

En fin, debo irme temprano para llevarla a pasear, así que voy a revisar mis cosas y tocar esa pantalla para marcar mi salida. Aunque vuelvo a distraerme recordando en dulce beso que me dio mi adorada al despedirse de mí, cómo su mano tardó en dejar la mía mientras se encaminaba hacia el pasillo principal del hospital...

—¡Señor evolucionado! —me llaman y bufo en silencio frunciendo el ceño—. Señor, mire —el chico se acerca y me muestra un video en donde aparentemente se ve a un evolucionado en una ciudad cercana salvando a un niño de que un auto lo golpeara.

Me doy cuenta de que soy yo, de aquella vez que estuve con Marien en esa ciudad, aunque mi mente está en otro detalle.

—Disculpa, pero ¿qué edad tienes?

—Dieciocho, señor.

—Y yo veinte —intervengo—. Aunque me da la sensación de más estatus, no necesito que me llames así, estamos al mismo nivel.

—Pero usted está casado, señor.

Arqueo una ceja y escucho a Max reír. Viene y se cruza de brazos.

—Casado, pero, dime... ¿Ya tuvieron luna de miel? —Aprieto los labios unos segundos. ¿Qué significa luna de miel?—. Ah, lo suponía.

—No es que te interese —comento—. Por cierto, voy a irme temprano.

—¿Qué?

—Saldré con Marien. Quería ir a un edificio importante o algo así...

Reviso el teléfono, encontrando un mensaje de mi Marien. Sonrío levemente.

"Trataré de sacar cita y luego estaré por la ciudad con Rosy, te llamaré más tarde, te amo."

Oh... ¿Ya se fue?

—¿Cita con quién? —pregunta Max a mi lado, espantándome.

—¡Oye! —reacciono alejando el aparato de su vista—. Eh, dijo que quería hablar con el gobernador —medito volviendo a mirar su mensaje—. Por un momento pensé que podría ir con ella...

Max me quita el teléfono, haciéndome reaccionar de nuevo, pero veo su cara de preocupación y algo se asienta mal en mi pecho.

—Oh no, ¿está loca? ¿Qué acaso es así de confiada? Puede ser peligroso, ¡todos son unos corruptos!

La angustia me invade, así que decido llamarla. Max pone altavoz y eso me angustia más, ya que al parecer él en verdad sospecha. Temo que no responda, pero lo hace, aliviándome apenas.

—Hola...

—Marien —sonrío al saber que está bien—, ¿ya fuiste a hablar con el tal gobernador?

—Ah, sí. Descuida.

—Quería acompañarte...

Puedo oír su leve respiración entre el ruido de fondo, y noto que está diferente. Está angustiada.

—Otro día será, gracias. Hasta pronto —cuelga.

Frunzo el ceño y Max niega con la cabeza.

—Las tienen —asegura con seriedad.

La sangre se me congela y el mundo se me quiere venir abajo. No, no a mi dama, no a mi vida, ¡no!

Empiezo a acumular rabia, esa rabia salvaje que es parte de mi naturaleza, mi verdadero ser al que aprendí a dominar. Rabia porque existen hombres que se creen con la potestad de llevarse a un par de indefensas mujeres en contra de su voluntad...

Sin embargo, recuerdo que yo también le hice eso, yo también le mentí, la llevé con Orión, y la escuché llorar amargamente, la escuché sufrir, la vi rota, la herí.

Se me hace un nudo en la garganta y no puedo respirar pensando en ella pasando por eso de nuevo. Pensando en que ya tiene bastantes malos recuerdos con los que lidiar, en cómo tiembla cuando pasa por mucho estrés y miedo, la recuerdo confesándome por qué se disculpa incluso por llorar, cuando nunca tendría que hacerlo...

Me niego. Esta mañana la tuve conmigo, no pueden arrebatármela. ¡No pueden lastimarla más...!

Avanzo, pero al sentir que me quieren detener, libero un fuerte gruñido que retumba en eco en el ambiente.

Reacciono.

Todos los que hablaban amenamente de sus cosas han quedado en un silencio de penumbra y ahora me miran con susto. Entra Tania corriendo con más personas siguiéndola y quedan observando.

—Tranquilo —dice Max con las manos levantadas, como si intentara calmar a un animal salvaje.

Aunque al final, sí lo soy.

—Voy por ella. —Lo hago a un lado.

—Aguarda, ¡aguarda! —intenta detenerme, y dos hombres más también.

—¡No puedo perder tiempo!

—Mira, sin un plan, no vas a poder tú sólo —continúa—. Escúchame, este país es enorme, solo tenemos una oportunidad, si fallamos, te juro que jamás vas a volverla a ver. ¿Acaso quieres que muera?

Mi respiración se detiene un segundo y aprieto los puños.

—No, si eso pasa los mataré, estoy seguro.

—No será necesario. Ahora colabora con nosotros y no les pasará nada a las chicas, ¿bien? Conozco esto, pero debes recuperar el control. ¿Lo tienes? —Respiro hondo y, aunque con duda al inicio, asiento—. Bien. Vamos.


***

—Escúchenme —ordena Max—. Iremos a las instalaciones de la salida oeste. Han llevado a dos amigas incautas. —Frunzo el ceño unos segundos por lo que dice—. Está más cercano a la alcaldía así que es muy probable que estén ahí. ¡Traigan los explosivos y los sedantes! ¡Salgan a las camionetas! ¡Corran! ¡Corran!

Partimos. Voy en la camioneta que guía al resto por la ciudad, aquí también van los tres de mi especie. Max toma el micrófono de la radio.

—Sirio se encargará de olfatear. Haremos volar la entrada y atacaremos. Pónganse los cascos, los sedaremos a todos, la idea es que no vean quiénes somos. Por la hora, no hay muchos hombres, sólo los más calificados para quedarse a los entrenamientos secretos.


El recorrido se me hace eterno. No puedo dejar de pensar en ella y en cómo estará. Si se atreven a lastimarla solo para que hable, voy a desconocerme por completo...

—Llegamos.

Vuelvo a la realidad y me pongo el casco. Es especial, ya que se puede respirar a la perfección y además puede filtrar gases tóxicos.

Estamos en una entrada que no es la principal, por lo que veo. Bajo y detecto el aroma de mi Marien. ¿Cómo confundirlo? Si está impregnado en mí, si prácticamente lo reconozco como mío. Miro a Max y asiento, da la señal y todos los hombres bajan.

Con velocidad y silencio, posicionan los explosivos mientras nos alejamos. Los guardias que ven por la ventanilla se exaltan y corren hacia el interior. Pero es muy tarde para que alerten. La puerta se destruye y entramos corriendo. Empiezan los disparos y un grupo de hombres corre por otro sector para abarcar más espacio.

—¡Guíanos! —pide Ácrux.

Corro veloz, siguiendo el rastro del aroma. Le disparo sedante a los que vienen y mis acompañantes se encargan de los que aparecen por los costados. Pasamos por una arena similar a la de aquel día en el que los H.E eran usados en sus enfermas exhibiciones y entrenamientos, y escuchamos otra explosión. Los soldados han liberado a los evolucionados.

Salen corriendo por todos lados, casi fuera de control, pero no me distraigo en ellos. Continúo mi búsqueda con los que me siguen, ya que el resto de pocos hombres que también seguían se quedan a ayudar a mantener el orden.

El lugar está repleto de olores distintos, pero a ella la olfateo cada vez más cerca, alimentando mis ansias por encontrarla pronto, por evitarle un segundo más de sufrimiento. Me guía a través de pasadizos que dan a pequeñas prisiones enrejadas. Doy la vuelta por una esquina y logro verla a lo lejos.

Mi corazón da un brinco.

Está fuera de una celda cuya reja está rota y abierta, Rosy está atrás, ambas asustadas, pero pronto me reconoce y corre a mi encuentro.

Me retiro el casco y lo dejo caer sin desacelerar el paso.

—¡SIRIO! —grita.

Extiendo mis brazos y salta, aferrándose a mi cuerpo. La abrazo con fuerza mientras ahoga su llanto por mi cuello.

—Tranquila —la calmo en susurro—. Ya estoy aquí.

Está en mis brazos ahora, no permitiré que nada le pase. Cierro los ojos y siento que vuelvo a respirar. No olfateo su sangre. Me alivia verla sana y salva, aunque llore y tiemble, la vida regresa y el mundo recupera el sentido. Hemos llegado a tiempo tal y como dijo Max.

—Casi nos abusan —llora Rosy mientras Ácrux trata de consolarla, para mi sorpresa.

Pero la duda queda. ¿Abusar? Entonces casi las hieren para hacerles hablar... Mi bestia interna quiere volver a salir, pero lo controlo. Ya están a salvo y es lo que importa.

Marien, algo más tranquila, se separa un poco de mí, pero no la suelto aún.

—¿Cómo nos encontraron? —pregunta.

—Luego te cuento, debemos irnos... No puedo soportar que hayan querido abusar de tus derechos humanos, de la forma que fuese —retengo la rabia, aunque sé que posiblemente lo nota—. No puedo soportarlo —admito.

—Ahora estoy bien —susurra—, vámonos.

Max recibe una llamada y nos hace seguirlo. Mi dulce dama tiene su mano aferrada a la mía, así que no la suelto. Ya no tiembla, pero sigue asustada. llegamos a la arena y se tensa al ver a los soldados en el suelo.

—Están sedados, tranquila —murmuro para calmarla.

Veo un reducido grupo de evolucionados, muchos mal heridos, rodeados por los miembros del equipo, y un hombre se abre paso de entre la multitud. Altair.

—Sirio.

Aprieto los dientes y gruño de golpe como perro rabioso y todos a mi alrededor se exaltan, incluso mi frágil Marien, así que guardo silencio. Un soldado le apunta y lo hace retroceder un poco.

Veo lo diferente que está. De pronto ya no parece el joven que creció conmigo, tiene una mirada muy distinta, y sé que no le importó lastimar a Marien aquella vez, por lo que probablemente tampoco le importe ahora. ¿Qué demonios hace aquí?

—Traidor —continúa.

Vuelvo a gruñir en forma de amenaza y Marien se aferra a mi brazo.

—¿Lo conoces? —pregunta Max.

—Cómo te atreviste a traicionarnos, a nosotros, que éramos prácticamente tu familia.

—Pues dos de ustedes, mi familia, intentaron matarme sin siquiera tener el permiso de los ancianos lideres —reto—. Así que ustedes ya no significan nada para mí.

—¿Y qué hay de mí? ¿Hermano? —reniega con rencor.

—No tengo mucho en contra de ti, pero no tuve opción. Esperaba que entendieras, pero ya veo que no.

—No, no lo entiendo. Orión te apreciaba como un padre.

—Orión atacó a mi padre, yendo contra las reglas también, y eso no se lo voy a perdonar.

—Orión atacó al cobarde tu padre porque le quitó lo único que le importaba. Tu madre fue en contra de las reglas también, al rechazarlo. —¿Qué? He abierto mucho los ojos al atar los hilos, al recordar las tantas veces que escuché que en el pueblo decían que yo era un error, que debí ser hijo de otro hombre, de Orión—. Por eso eras el favorito de Orión, porque hubieras sido su hijo. ¡Pero eres una basura y rechazaste ese honor que él te estaba dando!

Me lanzo contra él como una bestia y se inicia una lucha.

Golpeo, gruño, e intento morder. Altair logra tirarme al suelo de un golpe y se lanza a morderme. Lo hace tan fuerte que no puedo evitar gritar, pero gracias a la tela especial de la camisa, no me arranca la carne y logro patearlo.

Me lanzo otra vez al ataque, logrando retenerlo, pero me da un codazo y me embiste. Ambos golpeamos alguna caseta metálica y caemos. Gruño como una bestia, poniéndome de pie de un salto, dispuesto a seguir peleando...

—Sirio —la suave voz en ruego de Marien me hace reaccionar—, por favor.

La miro, y su angustia me desarma. Ella no debería estar sufriendo por nada. Empiezo a enfriarme de la rabia que me cegaba y a respirar hondo. Recién soy consciente de las dos enormes manchas de sangre en mi costado derecho y mi hombro.

Altair entonces la mira y vuelve a verme.

—Todo esto es por culpa de ella...

Y mi temperatura cae.

Apenas da un atisbo de moverse, me lanzo a detenerlo, pero como he dejado que la angustia me domine, no lo logro, y se acerca peligrosamente a ella, veloz.

No... No, no, ¡no!

—¡Marien!

Gruño acelerando como nunca lo he hecho, disparado por la adrenalina, y embisto a Altair antes de que su zarpazo letal toque a mi amada.

Lo he hecho tan fuerte que mi propia velocidad me lanza junto con él, rompiendo el ventanal del costado.

Miro a Marien con mi aguda y certera vista, sintiendo que el tiempo se detiene unos segundos, respirando hondo mientras los cristales empiezan a volar a mis costados.

Ella me mira con los ojos muy abiertos, asustada, pero está a salvo, Altair no ha logrado tocarla, para mi alivio, así que nada más me importa.


Pronto el sol me ve caer y la gravedad me hace volver a la realidad.

Giro en el aire con un movimiento que no dura ni un segundo y veo las copas de los árboles. Me aferro al tronco de uno, luego de romper unas cuantas de sus ramas y Altair cae con un golpe sordo contra la tierra al no haberse agarrado de algo.

Se pone de pie al instante, gruñéndome, pero le respondo de igual forma, como una bestia completamente amenazante de entre la copa del árbol.

Mantiene el gesto de furia y finalmente se va.

Mis garras dejan de estar tan clavadas en la corteza y me relajo apenas, bajando la vista y entristeciendo un poco, ya que recuerdo las veces en las que nos dijimos el uno al otro que éramos un buen equipo, que nunca íbamos a dejarnos atrás. Las pocas veces en las que rompí su amargura y le hice reír con alguna de mis travesuras a los ancianos líderes.

No entiendo cómo es que todo ha llegado a este punto, es probable que Orión haya seguido diciéndole cosas sobre los humanos, además de que él siempre los odió más que yo. Como sea, ahora tengo que proteger a mi Marien. De nada sirve intentar hablar con él porque no va a entender.

Una puerta metálica se abre y salen los soldados apuntando y mirando a los alrededores.

—¿Habrán caído en otro lado? —escucho que dicen.

—Estén atentos por si ataca ese evolucionado.

—Se fue —respondo y bajo de un salto del árbol—. Se fue corriendo luego de caer. Huyó...

—¡Sirio! —Marien me abraza fuerte, luego de venir corriendo, y me deja sin habla. La contengo en respuesta, porque siempre voy a contenerla en mis brazos si viene a mí, y la escucho ahogar un sollozo—. ¡¿Por qué hiciste eso?! —reclama, confundiéndome.

—Tranquila, estoy bien.

—¡Dijiste que no me dejarías! ¡Y casi te sacrificas por causa mía!

—Hey —niego con sorpresa—. Siempre vale la pena morir por tu dama.

Ella sacude la cabeza con lágrimas en los ojos.

—No digas eso, ¡no digas eso!

Esconde su rostro contra mi pecho y la siento temblar.

Suspiro en silencio bajando la vista. Caramba... otra vez fui un descuidado, he hablado sin darme cuenta y creo que ya sé qué le preocupa. Jamás la dejaría así sin más.

—Tranquila, sabía que no iba a morir —le aclaro—, esa caída no me mataría si sabía cómo caer. Había árboles, además. —La siento relajarse apenas—. Más me preocupas tú, si él te alcanzaba yo no iba a tener ni un segundo más para salvarte. —Aprieto mi abrazo a su alrededor, ya que la sola idea me atormenta—. Además, ya sabes que quería romperle la cara desde hacía tiempo.

Suspira tranquila apartándose apenas y tomando mi mano para darle un dulce beso. La lleva a su mejilla y cierra los ojos con más calma, disfrutando de la caricia que le doy. Aprieto los labios, sintiéndome culpable por no haber pensado en que ya está alterada por lo que le ha pasado como para que yo le cause más preocupaciones.

Me inclino y junto mi frente a la suya. Sentir la punta de su nariz contra la mía, su suave aroma y su respiración acariciando mis labios son de las mejores sensaciones. Para mí es muy íntimo, o quizá es porque en mi cultura es así. Claro que la lista de cosas íntimas para hacer ha ido creciendo.

—Debemos irnos, tortolitos —escucho que dice Tania.

Ni siquiera me interesa saber ahora qué quiere decir eso, no importa. Las referencias humanas serán otro día, ahora solo quiero llevar a Marien en donde se sienta a salvo.

Ella se aleja y va a recibir un casco para salir sin que otros la vean, los demás también lo hacen mientras los de mi especie guían a los evolucionados que estuvieron presos aquí.


Durante el regreso, la tengo recostada contra mí, rodeada con mi brazo. Ya ha anochecido y no tiene el casco puesto. Está con los ojos cerrados, pero la expresión de leve angustia no ha dejado su bello rostro. Frunzo el ceño y bajo la vista, solo puedo pensar en una cosa...

Ojalá tuviera un lugar a donde pudiera llevarla sin que corriera peligro, en donde pudiera vivir tranquila, en donde pudiera ver todas las cosas bellas de esta vida, de este planeta, en donde olvide todo lo malo que le ha pasado, que sus padres no están, que intentaron matarla.

Vuelvo a sentir que conmigo no tiene paz. Aprieto el puño sobre mi muslo manteniendo la vista baja.


Cuando me doy cuenta, ya hemos llegado y, para mi alivio, ella se ve un poco más relajada. Max aseguró que va a estar bien, que ya había hecho bloquear los teléfonos de ellas por lo que contiene su información. Vaya, ¿quién pone su información en una de esas cosas?

Cura mis heridas causadas por Altair. La veo concentrada, a veces suspira, pero nota que la observo y termina sonriendo apenas.

—La tela de la camisa de los de seguridad es bastante especial —dice.

—Sí, así decía Max y ya lo comprobé. Altair me hubiera arrancado la carne de no ser por esta tela —medito.

Aprieta los labios, toma mi rostro y besa mi frente, endulzándome.

—Estarás bien —susurra.

Veo sus bonitos labios tan cerca, que ladeo el rostro acabando con la poca distancia, solo para tocarlos con los míos y recobrar algo más de su dulzura.

Ella, sin embargo, corresponde con pasión, apoderándose de mi boca, pero somos interrumpidos.

—Bueno, es hora de dormir —dice Marcos en una extraña voz alta luego de aclararse la garganta de forma también escandalosa.

Resoplo en silencio y me acomodo la camisa sobre los hombros.

—Buenas noches —me despido bajando de la camilla y tomando la mano de mi dama.

Ella se despide sonriente moviendo su mano y nos vamos. Ese Marcos debería saber que voy a seguir besando mucho a esta hermosa mujer.

Sonrío también al escucharla reír bajo entre dientes luego de mirar a su amiga. Me alegra que se sienta mejor y que su amiga también. Pero todavía tengo que corroborar que no le hayan hecho algo más, como un golpe.

Aunque... No puedo examinarla debajo de su ropa...


Luego de tomar una ducha, espero a que ella acabe, y una vez que sale, me mira tendido en la cama y viene a recostarse a mi lado. No espero nada y la tomo entre mis brazos, pegándola a mi cuerpo. No puedo creer que por poco ya no la iba a tener esta noche conmigo.

Empiezo a acariciar su cabello, ya que logro sentir que en realidad sigue afectada.

—¿Cómo nos encontraron?

—Le dije a Max que quería salir a verte y el porqué, a él le pareció peligroso y cuando vimos en tu mensaje que ya te habías ido, dijo que te llamara. Él puso altavoz para escuchar. No sabes la angustia que sentí al darme cuenta de que estabas en peligro. Max dijo que el edificio de la salida oeste estaba más cercano a la alcaldía, así que hizo un par de llamadas a unos amigos suyos y confirmó que las habían llevado allá.

Todavía puedo escucharlo hablarles de manera desinteresada y burlona para sacarles esa información a esos otros hombres. La verdad, me ha sorprendido su habilidad.

—Ya veo. Gracias... Había llegado a pensar que no te vería más... —Le doy un beso en la frente para relajarla—. Pensé que la vida me quería arrebatar más cosas, pensé en mis padres... ¿Mañana podrías decirle a Max que te deje ir?

—Por supuesto.

—He decidido iniciar la vida que quiero contigo, no importa si estamos aquí, no voy a esperar, quiero pasar más tiempo contigo.

Entonces ella también quiere alejarse todo, y lo entiendo. Yo quiero protegerla de todo.

—Tranquila. Siempre voy a protegerte y consentirte. —Me ofrece su dulce sonrisa—. Mañana serás mi cita entonces —le prometo haciendo que su bella sonrisa se ensanche. Amo hacerla reír, no puedo descuidarme—. Perdóname por hacerte llorar, en serio, lo siento muchísimo.

—Descuida, es que no soporto la idea de perderte. Además, yo ya estaba bastante alterada por todo lo que me había pasado. Debí deducir que sabías caer como un gato. —Sonríe cerrando los ojos y acurrucándose contra mi cuerpo.

La observo, veo sus curvas. Su rostro está bien, pero no puedo ver debajo de la ropa para saber si quizá tiene raspaduras, aunque no huelo sangre.

—Dime... ¿A qué se refirió Rosy exactamente cuando dijo que casi las abusan? ¿Te lastimaron? ¿Te golpearon?

Se tensa apenas.

—N-no, bueno, un poco. No te preocupes, ya pasó, no nos hicieron nada grave.

—¿Qué te hicieron? —lamento hacerla recordar, pero tengo que saber.

—Trataron de... tocarnos. —Y eso me cae como un balde de hielo. ¿Cómo que tocarlas? No entiendo. ¿Qué...? Tocarla... Pero cómo... ¿Su cuerpo? ¡¿Tocar qué?!...—. Pero no pasó, descuida —aclara al darse cuenta de mi expresión.

Entonces, sí, se refiere a su cuerpo.

—¿Cómo se atreven? ¿Con qué derecho? —reniego.

Me mira directo a los ojos y sonríe con dulzura, logrando bajar a la bestia que estaba empezando a despertarse.

—Hey —sus labios tocan los míos regresándome finalmente a la calma—. No pasó. Di buena pelea, creo. No dejaría que ningún otro hombre que no seas tú me toque. Primero muerta.

Entonces sí, definitivamente se refiere a cómo yo la toco. No puedo creerlo. No puedo creer que haya tenido que forcejear con alguien para proteger su integridad. Mi hermosa dama no tendría por qué haber repetido siquiera, su negativa a que la tocaran.

Atrevidos, desvergonzados, inmorales animales, imbéciles, asquerosos...

"Pero tú también te mueres por tocarla" me recuerda mi subconsciente... Entonces me doy cuenta de que esas ganas por el cuerpo de una mujer, específicamente ella en mi caso, no solo viven en mí, sino también en otros hombres...

"Tú mismo lo dijiste, inmoral."

¡Ugh! Calla, que ella acaba de aclarar que yo sí puedo tocarla.

Suspiro y cubro su bonita boca con mis labios para luego abrazarla, sentirla, saber que está bien y aquí conmigo.

—No entiendo... ¿Qué clase de valores les enseñan aquí? —reclamo con más calma acariciando su mejilla, y es que ahora veo que hice bien en preguntarle si puedo tocarla, que esos otros hombres no están bien educados—. Me lo hubieras dicho.

—Lo habrías matado con tu fuerza.

Vuelve a dejarme sin habla. Parpadeo un par de veces, pensando en esa bestia que mantengo controlada. Ahora sé que ella lo conoce, que le teme, tanto, que dudó en decirme lo que pasó. No quiero eso, pero... Tiene razón.

Si alguien se atreviera a tocarle siquiera un cabello...

—... Sí, quizá —acepto finalmente—. Pero no a propósito. —Para mi alivio, ella ríe en silencio y me da otro beso—. Perdóname. No pienses mal de mí. Es que no logro asimilarlo...

Lo último que quiero es que piense que permitiría que la bestia llegue a lastimarla a ella, esto no tiene nada que ver.

—Entiendo. No pasa nada, ¿sí? Ustedes les dieron su merecido a todos, también a los que estaban maltratando a los evolucionados, y me protegiste de Altair. Ya eres mi héroe, no necesitas angustiarte por cosas que no han pasado. Estoy agradecida de que estoy contigo después de todo.

Proceso lo que ha dicho, y eso me hace sonreír, sintiendo como si bichos revolotearan en mi pecho.

—¿Soy tu héroe? —murmuro—. Me siento una mejor persona ahora.

Ella ríe.

—Mi amor, eres una buena persona. —Me besa antes de que pueda refutárselo, así que me dejo convencer fácilmente de que, al final del día, tal vez lo soy—. ¿Y tú cómo estás? Acerca de lo que dijo Altair, sobre tu mamá...

Ugh. Altair. Respiro hondo. Lo que dijo me hizo entender todo finalmente, aunque su intensión haya sido molestarme.

—No lo sé, está loco, es decir, entiendo, al parecer mi mamá iba a unirse a Orión, pero se negó al final y se unió a mi padre, lo cual causó que los ancianos líderes la castigaran dándome a Orión a cierta edad para que fuera mi tutor y así no ser desterrados o quién sabe qué.

—Lo siento.

Reacciono al ver que ha entristecido levemente.

—Hey, no, no te preocupes por mí, estoy bien, yo me preocupo por ti. —Le doy un par de cortos besos y sonríe nuevamente—. Me alivia que estés aquí conmigo. No puedo hacer nada por lo que ya ha pasado, además gracias a eso, no solo sé el oficio de mi padre, sino que también fui entrenado como guerrero, y no todos reciben ese entrenamiento. Y de todos modos, si nada de eso hubiera pasado, no te habría conocido.

Piensa unos segundos bajando la vista y volviendo a mirarme con esa inocencia.

—De saber que todo esto iba a pasar, te habría besado ese día en el que te hable por primera vez. —Sonrío al pensar en eso. Que si me hubiera dado un beso aquel día...—. ¿Qué habrías hecho?

—Wow. No lo sé, pero sin duda, detenerte no —aseguro—. Creo haberte dicho que me causaste algo cuando te vi. Me gustaste desde que te vi, solo tardé en descifrarlo.

—Buenas noches —susurra luego de darme otro beso dulce—. Mañana serás mío todo el día —agrega con cierta picardía que me suena a una hermosa promesa.

Quiero darle mucha felicidad, quiero consentirla... Y sí, tocarla también. He descubierto que quizá no es que haya algo malo en mí. Lo que sí debo hacer, es mantenerlo bajo raya.

Si fuera malo, ella ya me lo habría dicho, pero, al contrario, ha mencionado que estaré atento a cada roce con su piel, que no quiere que esté con heridas cuando hagamos "eso". Se refiere a tocarnos, que solo yo la toque y nadie más. Lo desea...

Ya quiero que amanezca... 

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