Capítulo 38: Tensión de la buena
—Buenos días —me saludan un par de soldados que llegan y marcan su entrada.
—B-buenos días —respondo con algo de sorpresa y sigo con lo mío.
Es extraño haber empezado una vida aquí, rodeado de humanos, o al menos intentarlo. Me saludan, me hablan, no todos, claro, algunos me odian por ver en mí el reflejo de lo que los tiene en esta situación.
Aunque, la verdad, ellos solos se consiguen los problemas. Lo que decían los ancianos es cierto, los humanos son problemáticos, y si no tuvieran un problema con nosotros, volverían a tenerlos entre ellos. Yo veo que son muchísimos, pero ellos dicen que su población disminuyó en gran medida por causas que ellos mismos provocaron, pero no admiten.
—Señor evolucionado —pasa diciendo uno de los más jóvenes y frunzo el ceño.
¿Cómo que "señor"?
Me cruzo de brazos y resoplo.
En fin. Estoy bien aquí. Lo único malo de su ritmo de vida es que al estar todo el día aquí en el campo de entrenamiento, sólo tengo tiempo de estar con Marien en las noches.
En cuanto al asunto de la grabación, a pesar de que salió en noticieros, la gente no muestra interés o simplemente no se muestra en desacuerdo, los únicos que reclaman y hacen marchas son los que pertenecen a las asociaciones protectoras. Mientras tanto los de seguridad niegan todo, alegando que el video no es auténtico.
No me sorprende. Si total, somos "bestias" para ellos. Max quiere conseguir más pruebas.
—Hey, Sirio —me llama. Está con una joven a su lado. Me acerco—. Ella es una amiga, Tania Lopez, y entrena aquí también con otras mujeres.
—¿Sus mujeres también forman parte de las fuerzas armadas?
Arquea una ceja, incrédulo, y se miran, riendo entre dientes.
—Pues claro. ¿Las de ustedes no?
Niego confundido.
—Es que los líderes no quieren ponerlas bajo ningún peligro, ya que son muy importantes y el sustento de la especie —explico.
—Aw —dice ella de pronto y le da un palmazo en el brazo a Max, quien se queja—. ¿Ya ves? —Me mira de arriba abajo y sonríe—. Qué exótico —le susurra.
Max ríe y se alejan para seguir hablando, aunque pareciera que se olvidaron de que yo todavía puedo escuchar.
—Pues te vas a caer para atrás cuando te diga que tiene algo con alguien... de nuestra especie.
—¡¿Qué?! —responde ella en susurro—. Ay, en ese caso yo también quiero.
—Sí, sigue soñando.
—No seas egoísta.
—¿Qué? —piensa un instante—. Mira, haz lo que quieras. Total, a mí me gusta ella y no me he quedado callado. Invítalo a una cita. —Le palmea un hombro y vienen de nuevo hacia mí.
Los sigo mirando con molestia y brazos cruzados. No quiero pensar mal, pero podría jurar que hablaban de lo mío con Marien. No entiendo.
—Bueno, creo que podemos continuar con el entrenamiento.
Reviso la hora en el teléfono que me han dado, que tiene alarmas que no sé cómo desactivar y me avisa del clima, aunque no le pregunte. Como si yo no tuviera la capacidad para saber esas cosas.
—Oh, yo también tengo uno —dice la chica—. Veo que tienes mensajes, pero han de ser comerciales y cosas así. Mira —lo toma de mi mano y se pone a mi lado para mostrarme—. Si tocas este ícono verás lo que dice.
Veo a otras chicas llegar, quienes se detienen y dejan de hablarse al verme, me miran también de arriba abajo. Supongo que no han visto evolucionados seguido.
—Sus ojos —le susurra una a su amiga y ambas pasan por mi lado sin dejar de verme directo.
Regreso mi vista a mi teléfono y parpadeo confundido. Sí, les asusta, pero yo me mantengo en paz con saber que a Marien más bien le gustan.
—... Y así los borras —continúa Tania.
Reacciono.
—Oh... Claro. Gracias —lo tomo y lo guardo.
—Vamos, te presentaré a las chicas junto con tus amigos los fortachones.
Palpa mi brazo y me aparto enseguida. Ella también se aparta ante mi reacción.
—Wow —dice un tanto alarmada—, no vayas a morderme. —Olfateo su leve miedo, pero pronto se le quita y sonríe—. Podrías intentarlo luego, de forma muy suave —susurra.
Frunzo el ceño.
—Seguro te parece inofensivo —comenta Max luego de reír—, pero sigue siendo un H.E.
Viene con los otros evolucionados a los que ayudamos. Han decidido unirse al equipo al ver que yo ya estaba aquí. Sé que ver alguien de su especie les ha dado el valor.
Para la tarde, sé que Marien ha terminado su jornada. La veo junto con Rosy, sentadas a lo lejos, del otro lado de la cerca. Sonrío levemente. Aunque yo tenga que seguir aquí, no importa si sé que ella está teniendo un día tranquilo, y la verdad me anima bastante verla ahí.
—Oye, felino —dice Tania y volteo a verla—. Pelea conmigo, quiero ver qué tan fuerte eres.
Me sorprendo, pero pronto niego.
—No, podría herirte. —Además, Marien está ahí...
—Ursa se ha molestado porque estuviste acompañando a Sinfonía —había dicho Ganímedes—, no olvides que, si tu compañera te ve con otra joven, es probable que se incomode. Y no quieres que eso pase. Créeme.
Tenso los labios mirando de reojo hacia donde está Marien.
—Hay, vamos, solo mide tu fuerza —insiste Tania dándome un toque en el hombro, haciéndome reaccionar.
—No. Lo siento.
Ella suspira y sus amigas ríen entre dientes. Entonces de pronto me lanza un puñetazo, pero la detengo sin problemas. Lanza su otro puño, pero también lo detengo.
—¡Oh vaya! —ríe e intenta liberarse, así que la suelto—. ¡Pero qué fuerza!
Lanza una patada y retrocedo veloz. Felizmente Max interrumpe viniendo a hablar conmigo, aunque logro ver que Ácrux accede a su petición. Suspiro con algo de alivio.
Al fin termina la jornada y todos empiezan a retirarse.
Quedamos los tres de mi especie, Tania y Max. Empiezan a conversar sobre las instalaciones de los de seguridad en donde probablemente tienen a más H.E prisioneros. El interés es ver si podemos entrar y liberarlos.
Detecto el suave aroma de Marien y volteo a verla. Sonrío ampliamente sin poder evitarlo y me le acerco.
—Hola.
Se empina tomando el cuello de mi camisa, para grata sorpresa mía, y me da un corto pero dulce beso.
—Hola, amor —susurra.
Mira de reojo a los demás y suspira juntando las manos hacia adelante.
—¡Ah, hola! —exclama Max, y lo oigo venir con Tania mientras los otros se despiden—. Los evolucionados se están hospedando aquí, igual que Tania y yo —comenta—, así que estábamos pensando en que Sirio también podría quedarse aquí.
¿Eh?
—¿Por qué? —pregunto.
—Vamos —insiste Tania—, así podrías entrenar en estas instalaciones, a tiempo completo, sacar más músculos, ser más fuerte.
Tenso los labios. Marien no dice nada, pero a mí me afectaría mucho el no pasar las noches con ella. Además, no necesito ser más fuerte.
—No gracias, estoy bien así —respondo—. Mi ventaja es la velocidad, eso es algo muy útil en cuanto a pelear contra los de mi especie. Además, ya tengo dónde quedarme.
—Bueno —acepta Max.
—Umm —se queja Tania—, veré si luego te convenzo.
Me sonríe, pero sigo tan neutro como siempre, y se van. Ja, en sus sueños. Tomo la mano de mi hermosa dama. La he extrañado todo el día.
—¿Vamos? —pregunto y ella asiente.
Caminamos en silencio hacia el hospital, cruzando el descampado. Ella no habla y su piel no está tan cálida. Está preocupada. Algo le pasa y no me lo dice. ¿Por qué no me lo dice?
Quiero cumplir la función de su confidente. No por ser una obligación por ser su pareja o porque los ancianos así lo dicen, sino porque quiero, porque ella lo es todo para mí.
Deduzco que tiene que ver conmigo. Quizá no reaccioné bien a lo que me contó sobre ella, quizá porque la toqué y no le agradó. Ay, caramba... Quizá se ha dado cuenta de que tengo algo no muy normal queriendo dominarme. No quiero perder el control si la toco.
—¿Estás bien? —pregunto finalmente.
Ella parece reaccionar.
—Sí, perdón.
—Andas algo pensativa —murmuro volviendo a mirar hacia el frente.
Entrado a la cafetería.
—Ah, vaya que caminan lento —dice Tania.
—Ya vengan —nos llama Marcos.
—N-no sabía que se conocían —murmura Marien.
—Pero claro, conozco a todos los amigos de Max —dice ella tomando a Marcos de los cachetes.
Quedo pasmado.
Cenamos en silencio, al menos Marien, ya que Tania me hace algunas preguntas de vez en cuando, y me mira de una forma extraña.
Al llegar a nuestra habitación, ella entra sin mirarme, parece molesta con algo. Estoy por hablarle, pero el sonido de mi teléfono móvil me hace exaltar. Lo saco del bolsillo y lo observo.
Parece tener mensaje. Ugh. Okey. No tengo cabeza para recordar cómo ver esa cosa.
—¿Qué significa esto? —pregunto y miro a Marien, quien ya está atenta—. ¿Lo puedes ver?
—Ah, claro —se acerca, y su aroma me envuelve, quiero abrazarla—. Te enseñaré a usarlo, descuida.
El saber que en su mente todavía contempla el seguir conmigo me alivia de pronto. Sonrío, sintiendo que quizá yo estoy sobre pensando las cosas, o que tal vez lo que le molesta no tiene que ver conmigo, pero de todas formas quisiera saber.
Logro ver que en la pantalla en una esquina dice Tania.
—¿Es un mensaje? Ella ya me había enseñado cómo verlos, pero no presté atención —explico algo avergonzado.
Muy rara vez me distraigo. Ella asiente.
—Tania quiere saber si quieres salir... Así que si gustas ir...
Arqueo una ceja. No entiendo bien, estoy cansado, pero quizá ella quiere relajarse o algo. Si así vuelve su hermosa sonrisa, no tengo problema.
—Si gustas vamos —le propongo.
Sonríe muy poco, sin embargo.
—No es así como funciona, solo te lo están pidiendo a ti. No será lógico que yo vaya.
Una muy fea sensación se asienta en mí. Esto no está yendo bien por alguna razón, y en verdad no estoy interesado en salir,
—Dile que no entonces. Igual tengo cosas que hacer.
Sacude la cabeza.
—Hey, no. Si gustas ir no te detengas por mí...
—No quiero ir —interrumpo más preocupado—, quiero estar contigo. No te veo en casi todo el día. —¿Ella no lo siente? ¿No me extraña? ¿No le importa en verdad que salga con otra?
No entiendo.
—Bueno, está bien...
—Te noto rara. —Entonces lo entiendo. Está así desde... Caramba, debí darme cuenta—. ¿Estás... celosa? —pregunto con cautela, pero no responde—. Sé que tu compañera puede ponerse celosa si te ve cerca a otra mujer, es por eso que no interactúo con ella.
Ella pasa saliva con dificultad. La situación no mejora.
—No es eso. No creas que soy una celosa empedernida, puedes tener amigos y salir. Además... estás diciendo que, si yo no te viera, sí lo habrías hecho.
—¿Qué? —Demonios, qué tonto soy—. No, tampoco —sentencio acercándome—, no necesito nada de eso, te quiero cerca solo a ti, te amo.
Me besa con fuerza mientras sus brazos rodean mi cuello. Se apodera de mis labios con pasión, y le correspondo de la misma forma, abrazándola y pegándola a mí. Siento su hermoso cuerpo y el alivio recorriéndome.
¿Qué es lo que ha pasado? No lo sé. Pero ella me estremece, me desarma, me derrite. El aroma de sus ricos labios húmedos es el aire que respiro, que me da la vida.
Me estremezco más al sentir la punta de su lengua recorrer mi labio inferior y sonrío. El teléfono vuelve a sonar, pero ni lo miro. Me atrevo a imitarla, pasando la punta de mi lengua por su labio. Siento su suave textura, me provoca morderlo, pero antes de que lo haga, ella pasea su lengua por mis colmillos y luego la introduce en mi boca, produciéndome toda una corriente que me congela y calienta al mismo tiempo.
El rubor sube un poco a mis mejillas mientras jugueteo con su lengua. Se siente extra raro, pero extra delicioso también. Muerde mi labio inferior con fuerza y una especie de fuego se enciende más en mi interior. La disfruto por completo. Su suavidad, su aroma, su sabor.
Ella empieza a desabrochar los botones de mi camisa y nuevamente la alarma en mi cerebro se prende, y no sé qué indica. No deja de besarme y eso me encanta. Sin querer, mis manos se han colado por debajo de su blusa y disfruto de su caliente y suave piel. Termina su labor y sus manos se pasean por mi pecho, jadea contra mi piel mientras baja besando.
Entonces reacciono sin poder evitarlo.
—Eh, espera... —estoy corto de aliento, pero tomo su rostro con suavidad—. Debo darme una ducha.
—No —reclama de modo tierno tirando de mí para darme más besos.
—Estoy cubierto de polvo y sudor, y...
Muerde mi labio inferior provocándome.
—¿Crees que me importa? —susurra.
Sonríe mordiendo su bonito labio y siento sus finas manos por mi piel, colándose debajo del pantalón.
Gruño muy bajo en mi garganta y la tomo, cayendo en la cama sobre ella y devorándola, casi fuera de control, jadeando, respirando hondo porque mi corazón se quiere escapar.
Su mano recorre mi espalda por debajo de la camisa, mandando una fuerte corriente por mi cuerpo que llega a concentrarse ahí abajo. Me mira, su respiración es profunda. Veo sus mejillas y labios enrojecidos, y no puedo detener mi siguiente acción. Beso su cuello, pero es mi lengua la que termina recorriéndolo, haciéndola soltar un suave gemido y enredar sus dedos por mi cabello mientras se curva contra mí, como entregándose.
El aroma de su piel húmeda dispara más mis ansias y quiero seguir jugando así. Su traviesa mano empieza a recorrer mi abdomen... y más abajo. Mi respiración se agita, esto es un nivel más allá de lo que puedo controlar. Aquella zona, que ya está tensa y ni siquiera me había percatado, ahora lo está aún más. Y la llama, la llama a ella, llama a sus manos. No sólo estoy caliente ahora, empiezo a hervir, quiero que me toque más. Tan sólo pensarlo empieza a cegarme.
Cuando vuelvo a ser parcialmente consciente de la realidad, ella está deslizando su dedo sobre la costura del pantalón.
Caramba, se dio cuenta.
Reacciono, sintiendo que me enfrío de golpe por el pudor, porque es un asunto muy extraño lo que sucede ahí, y temo que le parezca malo, o tan raro como me lo parece a mí.
—Eh... eso... —Me aparto, sé que mis mejillas están rojas, aunque no solo por lo que le pasa a mi cuerpo—. Lo siento. Eso... a veces pasa —la vergüenza me quiere devorar, pero debo explicarle—. Según mi padre es... tensión. Tú me pones tenso, pero de una muy buena forma. —Me encojo levemente de los hombros, tratando de excusarme y saliendo de la cama—. Perdón si te asusté, esto es...
—No, no, tranquilo —viene al borde del colchón.
—No es algo que pase de forma voluntaria.
Ríe en silencio.
—Hey, lo sé.
La miro un par de segundos, extrañado. ¿Cómo que lo sabe? Entonces es más común de lo que creo...
—Algo me dice que sabes algo más sobre eso —murmuro intrigado.
Ella sonríe y se pone de rodillas sobre el colchón para darme un suave beso.
—Te mostraré. No tienes que tener vergüenza conmigo, ¿sí?
—Lo sé, es solo que... Lo siento. En verdad... En verdad quiero que me toques mucho —confieso—, pero le temo a estas ganas desmedidas.
—Descuida —me da otro beso, rodeando mi cuello con sus brazos y aprovecho para pegarla a mi cuerpo y sentirla de nuevo—. Es normal, yo también quiero tocarte, tocarte todo. —Esa idea me hace fantasear y sonrío sin poder evitarlo—. Esta sensación tan fuerte también es nueva para mí, sé que crees que te va a cegar, que vas a perder el control de algún modo, pero no lo harás, vas a querer estar atento a cada roce con mi piel.
—Me agrada esa idea —digo mientras ella roza su nariz con la mía.
Siento que mis ojos brillan ya que solo pienso en ella tocándome más.
—Oh, es verdad —se aparta un poco—, ¿dijiste que tenías algo que hacer?
—Bueno, vi que la ropa se ha juntado en esa cesta, así que pensaba lavarla.
—No te preocupes, te ayudaré, al final del pasillo hay una máquina que lava, seca y desinfecta.
—Oh, ¿en serio? ¿No quieres que lo haga aquí en el lavado?
Me da un beso más y toma mi mano, así que me dejo llevar.
Tomo la cesta de ropa y la llevamos hacia una muy pequeña habitación en donde hay dos máquinas. Ella parece más animada y eso me alegra. Me indica cómo poner la ropa y a programar al aparato ese para que haga lo suyo.
Me gusta verla explicar cosas, lo hace con paciencia, y además, me concentro en cada uno de sus detalles. Sus labios, sus pestañas que, desde mi perspectiva, le cubren los ojos de manera delicada. Además, son largas. Se acomoda en cabello y veo cada fibra moverse y brillar apenas, reflejando la luz del cuarto.
Sonrío levemente sin dejar de observarla.
—Y listo. Presionas el botón de empezar. —Toca el botón. La miro con dulzura y suspira correspondiendo el gesto—. Mañana iré a ver si puedo sacar una cita para hablar con el gobernador —comenta apoyando la espalda en la pared.
—¿Ah sí?, ¿por lo de los de seguridad?
—No, por lo de la toxina, ¿recuerdas?
—Ah. —Río apenas. Ando muy distraído, qué vergüenza.
Ambos nos deslizamos hacia abajo para terminar sentados. Como la habitación es lo suficientemente pequeña como para que quepa la máquina y nadie más, nuestras piernas de entrecruzan.
Mi mano roza la suya que está sobre su rodilla y le sonrío. Juego un poco deslizando mi dedo sobre su dorso y ella me mira de forma profunda.
—Te amo —susurra.
Sonrío ampliamente.
—Te amo —respondo de igual forma. Entonces, ¿qué le preocupaba antes? La miro, tratando de descifrarla, aunque sé que probablemente nunca llegue a hacerlo y no hay nada malo en eso, pero vale intentar—. Algo más te pasaba hoy, ¿no me lo dirás? —pregunto suavemente.
Ella se tensa. No quiero eso. Acaricio su cálida y delicada mejilla y luego voy a su cabello sedoso.
—Tuve miedo... —confiesa luego de suspirar.
—¿A qué?
—No tiene sentido ahora, solo estaba estresada, ya pasó.
—Puedes decírmelo de todos modos. No recibí la clase sobre los núcleos, pero no importa, confió en ti, somos dos partes de uno solo, ¿verdad? Siento que debe ser así, quiero ser así contigo. —Sonríe y vuelve a suspirar. Quiero consolar todas sus preocupaciones—. Ven aquí...
Viene a mí sin dudar ni un segundo y se acomoda entre mis piernas, recostándose contra mi pecho. La rodeo y acaricio su cabello.
—Tuve miedo de que quizá un día te aburras de mí. —Suspiro en silencio. No. No, mi amor, mi dama. ¿Cómo piensa eso?—. Descuida —continúa—, son tontos pensamientos que se me cruzaron, al ver que tu forma de ver la vida es algo diferente a la mía. Si pasa lo entendería, porque... bueno, esas cosas pasan...
—Te equivocas, mi unión contigo es indestructible. Veo que en tu mundo no es así, así que entiendo por qué dudaste desde el primer momento, pero ya lo irás comprobando con el tiempo.
Alza la vista y me da un beso. Adoro sus dulces y fugaces besos.
—No dudé... bueno, no lo sé, es que no todos los días un sexy chico de veinte años te dice que quiere unirse a ti para toda su vida.
Oh wow. Soy un señor para otros, pero un chico para ella. Sonrío y niego.
—Tú eres mi vida —le recuerdo—. No necesito más edad para entender eso.
Vuelve a recostarse contra mí.
—También... me sentía triste porque no paso mucho tiempo contigo, prácticamente todo el día.
Me alivia saber que siente lo mismo que yo, después de preocuparme por eso.
—Sí... también me duele eso. Había pensado... —Vuelve a alzar la vista—. ¿Saldrías conmigo uno de estos días? Me escaparé de Max, no importa.
Puedo casi escuchar su pulso acelerarse y es como si su rostro brillara en alegría de pronto.
—¿Me quieres llevar a una cita?
—Sí, bueno —me rasco la nuca—, así lo llaman ustedes. Pensaba decírtelo mañana pero ya que estamos hablando de ello...
Me besa.
—¡Sí, sí! —Me da otro beso haciéndome reír de forma fugaz, ya que vuelve a besarme y esta vez es más profundo e intenso—. Nunca me dejes —ruega de pronto.
—No lo haré... —respondo apenas antes de que vuelva a silenciarme reclamando mis labios.
Sus dedos recorren y se enredan en mi cabello. Cómo me encanta que haga eso. Sonríe y se separa, levantando la cintura y quedando de rodillas. Desliza la puerta para terminar cerrándola al tiempo en el que se acomoda a horcajadas sobre mí, haciéndome jadear, y poseyendo mi boca de nuevo.
La ayudo a acomodarse bien tomando sus muslos, que me llaman a tocarlos más. Se remueve contra mí cuando mis manos suben por su fina espalda, sus manos han vuelto a mi cabello y nos besamos, nos besamos mucho, demasiado. Me he vuelto a tensar ahí abajo, pero como ella sabe que pasa y que aparentemente es normal, me siento un poco más tranquilo.
Sonríe de forma fugaz y jadea. Me da una mordida y yo aprieto su suave cintura debajo de su camiseta. Las ansias por tocarla más, por subir, por sentir la piel de sus suaves senos que ahora están contra mi pecho, con la ropa estorbando, me quema en vida.
Pero como no quiero espantarla, lucho por controlarme. También descubro que ella tiene razón, casi no pierdo el control porque quiero estar consciente y grabar en mi memoria cada roce con ella, cada beso, cada gesto.
Así, nos envolvemos en un beso tan largo, profundo e intenso, que mi ego celebra al recordar cuando ella dijo que nunca había besado así. Ahora solo somos ella y yo, en intimidad, disfrutando sin interrupciones, experimentando cosas nuevas.
Soy completamente suyo, mis labios son todos suyos, y voy a dejar que los bese todo lo que quiera.
----------------------------------------------
Página en facebook: https://www.facebook.com/ojosdegatotentador
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top