Capítulo 31: Encrucijada

Estoy cada vez más cerca, no mido mi velocidad, así que los humanos saben que soy un H.E y me apuntan con sus armas desde lejos. Derrapo en la tierra y levanto algo de polvo por detenerme junto a mi padre. Sus dos compañeros de trabajo al parecer lo han traído hasta aquí.

—Papá —murmuro hincándome en una rodilla a su lado y tocando su hombro—. ¿Qué pasó? —les pregunto a los otros.

—¡Deténganse! —grita Marien.

Volteo y la veo llegar, les hace señales a los humanos del muro y voy a ella para apartarla en caso de que la ataquen, con el pulso todavía golpeando mi garganta. Para mi buena sorpresa, los humanos terminan bajando sus armas, y me alivia. Sé que Marien está a salvo con los suyos, por lo menos por ahora.

Ella se apoya en sus rodillas, está respirando hondo muy agotada.

—¿Estás bien? —Me lamento haber salido corriendo sin decirle que me esperara...

—Sí, descuida —jadea—. No pueden atacarnos.

Con la seguridad de ello, regreso a ver a mi padre. Ha perdido mucha sangre, me preocupa.

—Un conocido nuestro nos atacó sin dar razones —dice Phoenix, haciéndome sospechar.

—Necesita atención médica, pero no sé si llegaremos a tiempo a nuestro pueblo —agrega su otro compañero.

—Lo llevaremos al hospital de esta ciudad —interviene Marien de pronto y la miro con sorpresa.

El otro niega.

—Imposible, es de humanos.

—Ya verán que sí, síganme.

Ahora ella es la que se va corriendo. Miro a los dos hombres y me encojo de hombros levemente. Ellos acceden y levantan a mi padre con cuidado.

—¡Déjenos pasar! —le pide mi determinada chica a los guardias.

Una puerta metálica se abre a un costado y salen tres hombres.

—Son monstruos, no pueden pasar.

Estoy por gruñir, pero ella insiste.

—Son tan humanos como nosotros, ¡ignorante! —Oh, wow, esa es mi Marien—. Debes dejarnos pasar, están conmigo, ¡trabajo en el hospital central!

—Usted puede pasar, pero ellos no. Total, si se muere mejor, uno menos.

Ella lo toma de su camisa sorprendiéndonos a todos.

—¡Está loco! ¿Ve esto? —Enseña su anillo—. Ese hombre es el padre de mi esposo, ¡así que por ley tienen derecho a pasar!

Sonrío sin querer, aunque estoy atento. Si la tocan siquiera, me van a conocer.

—¿Qué habla, señora? ¿Está usted en drogas?

—¿Lo ve? —Muestra su identificación—. Trabajo en el hospital y ellos están conmigo. Soy parte de la investigación de la toxina para el gobierno.

El guardia mayor la revisa y nos ve de reojo.

—El gobierno y sus cosas —susurra—. Es verdad... Es del gobierno. Dejen que pase.

Finalmente acceden y entramos a la ciudad. Lo primero que hace Marien es usar su mochila para romper la ventana de un auto y subimos a él. Los guardias exclaman amenazas de multa mientras partimos.

Acelera y entra por una vía.

—¿Quién los atacó? —quiero saber.

—Orión... —Aprieto los puños. Lo sabía, cobarde—. Apenas pudimos escapar, no sabemos por qué lo hizo.

—Yo sí —murmuro con la rabia haciendo nudo en mi garganta.

—Estará bien —me tranquiliza Marien.

Su dulce voz hace efecto en mí.

—Es mi culpa... Pero no entiendo, no tenía por qué atacarle a él, eso no está permitido, su problema es conmigo.

—Es obvio que a Orión le gusta jugar sucio.

Y ahora es que empiezo a darme cuenta.


Al llegar al hospital, entramos por una puerta secundaria que dice "emergencia", y La poca gente que hay empieza a gritar y a salir corriendo despavorida. Ugh, estos humanos.

Un joven médico voltea a vernos sorprendido y espantado.

—Marien, ¡¿qué?! —se esconde tras el mostrador.

—Este hombre necesita atención médica urgente —le dice ella.

—¿Qué? —Se asoma—. ¡Es un evolucionado! —Y siento que lo dice como si fuéramos algún animal.

—Lo haré yo entonces. —Lo aparta y nos guía hacia alguna sala especial.

—Hey, ¡pero espera! —exclama el joven y la sigue.

Marien empieza a dar ordenes a todo el que está ahí. Acomodan a mi padre en una camilla de esas que ellos usan y me mantengo cerca. Lo escucho quejarse.

—Estoy aquí —le aviso en voz baja.

—Qué... ¿Qué hiciste ahora?

¿Eh?

Trago saliva con dificultad y bajo la vista. ¿Qué le ha dicho Orión? ¿Qué soy un traidor? Probablemente...

Una encargada nos dice en dónde debemos esperar, con mucho miedo, y se va corriendo, así que retrocedo y salgo con los otros, dándole una última mirada a mi Marien, quien está por ponerse a lo suyo.

Siento que mi padre está en muy buenas manos, y de pronto también me doy cuenta de lo mucho que admiro a esa hermosa mujer, lo competente que es en lo que hace, y el gran carácter y fuerza que tiene.


***

—Estará bien —anuncia Marien con una dulce sonrisa.

Han pasado un par de horas.

—Gracias —susurro con alivio.

—¿Y ahora qué hacemos nosotros? —habla el amigo de papá.

—Tranquilo Phoenix, esperaremos aquí.

—Pueden quedarse todo el tiempo que gusten —sugiere mi dama, de nuevo para mi sorpresa—. Mi compañero ya les habló a los guardias de que no avisen a seguridad ni nada por el estilo. De todos modos, todos los pacientes huyeron o fueron reubicados.

—Gracias.

—Llamaré a Rosy, conseguiré que pasen la noche aquí. Mañana en la mañana él estará recuperado casi por completo. Será mejor que esperen escondidos, primero debo explicarle a Rosy todo antes de que los vea.

Ellos aceptan y se alejan a observar por las ventanas. Las ventanas dan curiosidad por lo que se puede ver afuera, muchas cosas de humanos que nosotros no conocemos o que no hemos visto.

Escucho a mi Marien hablando con su amiga y luego con su tía, quien nos acogió esa noche luego del ataque en la otra ciudad. Sonrío levemente al verla alegre, pero el gesto desaparece al recordar que casi muere por mi culpa. Casi no llega a darle esas buenas noticias a sus amigos y a su familia.

A pesar de todo, se preocupó por convencerme de no entregarme al castigo de la muerte, aceptó unirse a mí, y ahora le ha salvado la vida a mi padre.

Suspiro y niego en silencio. Es demasiado buena, quiero ser mejor para ella. Voy a hacer todo por ser mejor, para cuidarla, protegerla.

Ya ha acabado de hablar, así que voy a ella, pero sus amigos aparecen por la puerta bastante pronto. Con prisa. Rosy la abraza mientras Marcos me queda mirando algo pasmado. Aprieto los labios en una sonrisa de disculpa, o algo así, por mi apariencia.

Rosy viene a querer saludarme también, pero al verme bien recién, grita y se tapa la boca, haciéndome dar un leve respingo.

—¡Lo sabía! —exclama Marcos mientras se acerca y Marien ríe entre dientes por las reacciones de ambos—. Oh, mierda, ¡lo sabía! ¡¿Pero cómo?!

—Disculpen —les digo—, esta es mi verdadera apariencia, siento haberles mentido.

—¡Oh... por... Dios! —exclama Rosy ahora, saliendo de su sorpresa.

—¿Y cuándo fue que cambió de forma? —quiere saber Marcos mirando a mi dama.

Pero ella, como acostumbra a ser, le da una respuesta recatada.

—Tenías razón en tu teoría.

—¡Sí! ¡Lo sabía!

Vaya, veo que es como muy emocionante para él el haber acertado en lo que fuera que sospechara sobre mí, pero lo entiendo.

—¿Te asustaste cuando te lo dijo? —Rosy empieza a cuestionar a Marien, llevándosela un par de pasos aparte—. Dios, ¡debes contármelo todo!

Ella, sin embargo, se apresura en pedirles que hospeden a los compañeros de mi padre. Aunque Rosy vuelve a asustarse al ver que son evolucionados, pronto lo acepta.

—Pero, solo tenemos dos habitaciones más —aclara Marcos.

—Descuiden —me apresuro a decir—. Voy a cuidar a mi padre durante la noche.

—Bueno, les daremos una de las habitaciones. Síganme por favor.

—Gracias, son los mejores —dice Marien mientras se lleva a los hombres.

Entonces veo que Rosy vuelve a insistirle con la mirada en busca de respuestas, así que sonrío ante su curiosidad.

—Las dejaré solas si gustan —murmuro.

Marien niega, pero Rosy insiste. Me alejo manteniendo mi sonrisa, me alegra ver a mi hermosa dama tranquila, le doy un vistazo más y la veo ir a sentarse con su amiga mientras hablan.

Llego a la puerta de la habitación en donde está papá y lo observo por la alargada y vertical ventana. Aprieto los labios sin poder evitar sentir que ha sido mi culpa. Orión sabe que he escapado y quiere hacerme salir.

De todas formas, ahora me he dado cuenta de que tendré que ocultarme todo el tiempo, o podría meter a Marien en problemas. Soy un evolucionado, si las personas me ven, me temen...

Un gritillo me hace reaccionar. Rosy está observando el anillo de Marien. Se pone de pie de un salto y viene hacia mí. Observa mi anillo también y vuelve corriendo para abrazar a Marien.

—¡Felicidades! —exclama eufórica—. Espera. ¿Es acaso eso legal?

Sonrío ampliamente. Marien ríe y sus ojos se posan en los míos. Me manda un beso, sorprendiéndome, y vuelve a reír. Está tan feliz, y yo también. Continúan hablando y puedo escuchar apenas un poco, pero no presto atención, hasta que Rosy murmura algo que me intriga.

—Y... ¿Ya lo han hecho?

Observo de reojo a Marien y ella está completamente ruborizada. ¿A qué se refiere? ¿Besarnos, tal vez?

—No... No... —balbucea mi chica.

—¿Qué tal es? —insiste.

—No, aún no... —baja más la voz para seguir diciéndole cosas y ya no puedo escuchar nuevamente.

¿Algo que aún no hemos hecho? ¿Qué será?

Marcos entra en la sala y queda mirándonos.

—Así que... —respira hondo—. Eras un H.E., ¿no? Interesante. Aquí al lado unos hombres de seguridad han creado una especie de campo de entrenamiento. A ver si un día de estos haces una exhibición de tus habilidades, quiero investigarte.

—Estás loco, Marcos —interviene Marien, viniendo—. No te dejaré experimentar con él.

—No, está bien —la calmo—. Le demostraré lo que quiera, con tal de quedarme aquí sin que quieran abrirme la panza.

—Tranquila, amiga —continúa él—. Son cuestiones con fines científicos.

Ríen.

—Excusas, excusas. Igual vigilaré por si te quieres pasar de la raya.

—Ya, como sea —siguen riendo bajo. La noche ha caído, hay cada vez más silencio, excepto que puedo escuchar las máquinas esas que ellos tienen... y sigue oliendo a hospital, claro—. Es tardísimo, a dormir, ven te enseño tu habitación.

—Sí, solo denme un segundo —la veo venir y vuelvo a sonreír—. Me quedaré contigo si gustas —murmura.

—No, ve y descansa, estaré bien. —Acuno su dulce rostro para acariciarla y ella toma mi mano desviándola y dándole un beso—. Ve, te veo luego.

Asiente luego de suspirar y se va. Marcos ha arqueado una ceja, pero solo mira con extrañeza la situación antes de irse con ellas.

Respiro hondo y entro a la habitación en donde está papá. Hay un pequeño sofá al lado, así que me siento ahí sin dejar de observar. No puedo dejar esto así. Sé que Orión quiere hacerme salir, sabe que no voy a dejar que haga esto. Sabe que me ha hecho enojar.

Tengo que cobrar lo que le ha hecho a mi padre, por honor. Eso es lo que dicen siempre los ancianos líderes y lo que siento que tengo que hacer.

Aprieto los puños sintiéndome en una encrucijada. Como no me he entregado de acuerdo a las reglas de mi gente, Orión cree que también puede hacer lo que le da la gana. Iría por él, sí que lo haría, pero tengo a Marien y no puedo dejarla. No quiero dejarla.

Resoplo y me recuesto contra el respaldo del sofá, cerrando los ojos.

Si Orión ha sido capaz de romper su honor y las reglas, atacando a papá, puede irse contra mamá ahora, si no voy a buscarlo, si vuelvo a romper las reglas y no salgo a vengar el honor de mi padre.

Mamá. Ella ha hecho mucho por mí, me dio la calidez y el aprecio que otras madres no les han dado a sus hijos, sin importarle que siempre le dijeran que no debió tenerme, o que su honor estaba por los suelos. A ella nunca le importó que le dijeran que me consentía.

He sido un mal hijo. Tuve que dejar que la vigilaran y molestaran... No puedo dejar que la golpeen o la humillen en la plaza central por mí. Ganímedes dijo que lo que haga ya no le afecta, pero con lo que ha hecho Orión, ahora ya no sé qué creer.

Tengo que evitar que le hagan daño, tengo que volver al pueblo.


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