Capítulo 3: Ciudad de humanos

Me toma unos días llegar a las cercanías. Puedo ver la muralla. Durante el camino he tenido que correr, cazar, darme baños rudimentarios en el rio, y estoy algo agotado, ¿cómo se supone que regresaré con una humana de la tercera edad hasta allá? ¿Cargándola? ¡No gracias!

"Regresa con honor y tu madre va a quedar en paz, podrás unirte a tu compañera, y serás reconocido en todo el pueblo."

Eso dijo Orión, y la verdad no sonaba tan difícil, pero al encontrarme con la muralla de la ciudad, me pregunto si van a dejarme pasar, para empezar...

Decido entrar por el lado más cercano al laboratorio, aprovechando la noche. Puedo ver a dos hombres humanos armados tras unas casetas blindadas. Me acerco de forma natural pero enseguida se alarman.

—¡Oye tú! ¡Entra rápido! —me llama uno mientras hace abrir la puerta.

Entro y la luz casi me ciega. Tardo unos segundos en acostumbrarme ya que mis pupilas están pequeñas y redondas.

—Hemos avistado a algunos H.E cerca, ¿cómo es que has llegado? —pregunta el otro— ¿De qué ciudad vienes?

—Identificación por favor —interrumpe el primero.

La saco con alivio al haber esquivado esas preguntas por suerte. El hombre mira hacia el exterior con sospecha mientras el otro se frota los brazos.

—Es una noche algo fría, ¿eh? —comenta.

—Prende el reflector —le ordena el que me atiende—, algo se ha movido por ese matorral, seguro uno de esos salvajes.

El hombre enfoca con el reflector y puedo ver un par de ojos destellar antes de que su portador salga huyendo, mientras suelta un fuerte gruñido. Los hombres tensan los labios. Tienen algo de miedo, puedo olerlo.

Me hacen pasar y quedo pasmado.

Al ser las "afueras" de este horroroso lugar, solo hay algunas casas, muy pegadas a la muralla, lo cual en verdad me hubiera facilitado el trepar un árbol, saltar, y caer al techo de alguna sin lastimarme, pero ya qué, no he tenido problemas.

Las viviendas, por cierto, son deplorables, su calidad de vida debe ser pésima. Pero conforme avanzo va cambiando la vista. ¿Será que esos humanos hicieron algo mal?


Mi pueblo está lejos ahora. Cerca de la capital de la de los humanos, pero lejos de esta ciudad más pequeña que es en donde tienen la toxina. Asumo que saben que tenerla en la capital es muy arriesgado, y asumen que nadie más que ellos, sabe en dónde está.


Reviso el mapa de la ciudad que me han dado y repaso el camino a seguir para encontrar al primer objetivo. Pero alzo la vista y quedo pasmado con la altura de un par de edificios a lo lejos. Parpadeo un par de veces, ya estoy cerca de la zona central, y en vez de un mercadillo ellos tienen unos edificios asombrosamente grandes.

Por supuesto que ya lo sé, y los he visto muy, muy de lejos una vez un par de veces, pero de cerca es muy diferente.

—Ha de ser de otra ciudad —escucho que murmuran.

Frunzo el ceño y vuelvo a lo que debo hacer. Debo tratar de no parecer impresionado por estas cosas o me voy a meter en problemas.

Pero vuelvo a detenerme al verme pasar en una pared gigante, llena de esas cosas que ellos usan para ver sus "películas" y demás. Me veo a mí mismo completamente pasmado, es como un espejo. No me reconozco al ver mis ojos tan diferentes.

¿Me está grabando? Miro a los costados y noto que me algunos otros humanos me están viendo así que mejor me apresuro a seguir.

Vaya, ¿cómo pueden respirar? Casi no veo áreas verdes, todo es edificaciones.

Bueno. ¿Qué haré con los humanos?

"Dile que te atacaron y perdiste la memoria", era el plan Orión. Luego de ganarme su confianza me llevará al laboratorio, más si le digo que los H.E me tuvieron cautivo. Querrá saber sobre ellos y así me hará conocer a más de sus compañeros.

Si bien Orión no me hizo matar a nadie para no manchar mi honor por ser muy joven, ahora que paso a edad adulta siendo un guerrero me aconsejó hacerlo si las cosas se complican demasiado. Especialmente a humanos. Toda mi vida, prácticamente, me ha repetido que son malignos, así que no me importa lo que les pase.

Mi verdadero objetivo es la mujer. Será fácil convencerla, y es la única humana a la que me han prohibido matar.


—Cuando vea lo que eres se va a espantar, va a querer gritar, escapar, pero vas a tener que atraparla y dejarla inconsciente —dijo Altair aquella vez, hace unas semanas—. ¿Crees que puedas?

—¿Cómo no? Ha de ser tan sencillo como atrapar a un pajarito —me burlé para luego detenerme al recordar.

La última vez que había atrapado a un ave, solo lanzándome con agilidad, algo pasó. Y era que, aunque me gustaba atrapar aves porque eran un reto, yo había sido algo agresivo, y vi en sus pequeños ojos el terror mientras intentaba moverse en mis manos, sumamente frágil e inofensiva. Quedé pasmado mientras Altair reía, pero yo solo me di cuenta de que me estaba comportando como un monstruo.

No, yo no era así, no soy un monstruo, no soy un asesino... Así que solo dejé de apretar al ave y pareció aliviarse, se sacudió y se arregló un par de plumas.

—Perdón —murmuré.

Se fue volando, dando un par de cantos al tiempo en el que Altair me daba un par de palmadas en el hombro.

—Oye, no vayas a dejar libre a la humana si de pronto no sientes que eres lo suficientemente depredador —se burló.

Sonreí y lo aparté.

—Los humanos son una cosa muy aparte.


Puedo ser salvaje sí, pero eso no significa que me vuelva cruel. No tengo porqué atacar a los humanos si no es necesario. Mi padre y los maestros dijeron una vez que no era nada honorable atacar a otro que no poseyera armas.

No seré alguien que no soy, pero tampoco puedo dejar que me maten... Mi madre, le rompería el corazón, deshonraría por completo su nombre, tengo que hacerlo por ella. Pero no mataré a nadie, traeré a la humana y eso será todo, no es tan difícil.

De todas formas, no puedo comparar a esas bestias con las inocentes aves, así que no voy a tener problema...


Al llegar por el centro finalmente me sorprendo y espanto mucho más.

Esto es de locos. ¡Qué caóticos y desordenados que son! ¡Y son tan emotivos! ¡El aire apesta a emociones y a estrés! Ahora entiendo porque nos acostumbran a bloquear eso y a vivir tranquilos.

Otro problema es que mi voz es algo grave en comparación con la gran mayoría de ellos, y ¡argh! ¡Cómo chillan! ¿Es que acaso nadie les ha enseñado a hablar de forma correcta? ¿Cómo es que no se quedan sin voz? Sólo hablan por el puro gusto de hacer ruido.


Y aquí estoy, en medio de su ciudad y ya me estoy desorientando. Recurro a una de sus tiendas al olfatear carne recién cocida, y una jovencita que atiende sonríe al verme.

—Buenas noches —saludo y su sonrisa se ensancha—, ¿tendrá algo que contenga carne? O de preferencia, sólo carne...

Se muerde el labio inferior y no hay cuándo me dé una respuesta. Bah, quizá hice o dije algo mal.

—Sí —habla al fin—, gustas... ¿aquí o en otro sitio?

Junto las cejas, confundido. No te entiendo, voz chillona.

—Disculpe...

—Disculpe usted, joven —habla un hombre. Con tantos olores no me percaté de que estaba aquí—, creo que mi trabajadora entendió otras cosas —la mira con desdén y ella se retira—. Le venderé un pan con asado de res.

Res, al fin.

—Gracias —respondo con una amable sonrisa.

Felizmente Orión me ha dado dinero de los humanos, si bien no sé de dónde lo ha conseguido, tampoco es que me preocupe. Tengo hambre.

Termino comiendo cinco de esos panes y me llevo otro para el camino, gastándome el poco dinero humano que tenía. La carne no está mal pero el pan sabe a artificial, sabe y huele a puro químico. En fin, no puedo quejarme de la comida, no es bueno.

Me dirijo al que parece el único parque cercano que hay en este horroroso lugar y me quedo decepcionado al ver que este está atiborrado de más piso de cemento.

Es de noche y no tengo opción más que sentarme en una banca. Escucho hablar a los humanos un sinfín de cosas sin importancia así que no les tomo mucha atención.

Orión y sus colegas me han contado que los humanos se "coquetean" y cosas, y por eso están contaminados y se contagian enfermedades. Así ganan sus confianzas y hacen amigos y hasta logran sus uniones, o similar, y a quien no quieren lo dejan como amigo especial.

Orión me enseñó lo necesario para pasar desapercibido. Frunzo el ceño al recordar cómo hizo que entre todos rompieran mi camiseta luego de golpearme, cuando tenía quince años, según él para que me vaya acostumbrando a ser como los humanos, que no tienen vergüenza de mostrar su torso desnudo ante las mujeres. Aunque entrené así algunas veces, forzado por él, sigo sintiendo leve incomodidad.

Como sea, tantas cosas.

Me dispongo a comer lo que queda del pan y un perro se acerca. Enseguida siento lástima por él, y sé que acaba de darse cuenta de lo que soy pues baja las orejas y se atreve a llorar a su modo, rogándome algo de comer y que no ataque también. Está casi hueso y pellejo, es lamentable. Sin duda le doy el resto de carne que queda y come moviendo la cola.

—Mira cómo te tienen —susurro—. No le tienen pena a nadie, ¿verdad?

Olfateo un fuerte perfume y oigo unos pasos que se acercan. La humana esta vestida con una ropa que creo que se equivocó de talla, necesita una medida más, o tres.... No la miro de frente, no sería buena educación.

—¿Estás solo? —pregunta mientras se desliza sobre el asiento, acercándose.

Bueno, intentaré ser amable. Quizá me ayuda a ubicarme bien en el mapa. Debo acostumbrarme rápido al constante bombardeo de ruidos y aromas o tardaré mucho.

—Sí, de hecho, busco una dirección. —Volteo y me mira de un modo que casi no puedo descifrar.

¿Expectativa? ¿Emoción? No lo sé. ¿Será por mi voz? Ay no, ¿habrá notado que no soy humano con eso? No debo olvidar que son muy listos.

—Muéstrame, puedo ayudarte —dice mientras termina de acercarse y queda hombro con hombro conmigo.

Me remuevo con la excusa de sacar el mapa. Enfermedades y plagas, no debo olvidar eso. Claro que rara vez enfermamos, pero no es agradable.

Le muestro una edificación cercana al laboratorio y ella se acerca más, inclinándose para ver. Posa su mano por mi rodilla.

Oh no... Enfermedades.

—Umf —se queja—, lo siento —dice, aunque sé que no—, no conozco. Pero si no tienes en dónde pasar la noche, puedes quedarte conmigo. —Mueve su mano sobre mi muslo y me pongo de pie enseguida.

—No, gracias —respondo amable y me alejo.

¿Pero qué tiene? No tenía por qué tocarme. Ya sé que suelen hacerlo, pero igual. ¿Es que acaso no temen enfermar? ¿No saben que es de pésima moral tocar a un desconocido? Aunque no sé por qué empezó a mover su mano, ni que mi pierna tuviera algo interesante o pudiera contagiarme con algo específico.

Me paro en seco. Quizá sí.

Volteo a verla y me guiña un ojo mientras muerde su sonrisa. Rayos, es malvada, parece saber algo que yo no.

En fin, debo encontrar al tal Gómez, no importa si no duermo.


Sigo buscando en el mapa, perdido en la madrugada, pero al parecer los humanos no duermen, ya que sigue casi igual de poblado. Unos de muy mal aspecto pasan cerca y se hacen extrañas señales.

—Oye, amigo —dice uno mientras se acercan—. ¿Estás perdido?

No necesito tener un buen olfato para darme cuenta de sus malas intenciones. Tienen suerte de que no tengo ganas de dejarlos inconscientes. Estoy por salir corriendo cuando ellos lo hacen primero. Me preocupo al pensar en que quizá mis pupilas se hicieron rasgadas o algo pero unos gritos llaman mi atención.

Un grupo de H.E viene persiguiendo a las personas.

¿Pero qué? ¿Cómo entraron tantos?

Los humanos huyen, me pasan de largo chocando conmigo a veces, aunque no logran moverme mucho, son ellos los que son repelidos, quizá porque soy más macizo a pesar de todo. Los H.E también me pasan de largo y algunos voltean a verme de manera fugaz.

Estoy realmente frustrado. Este ataque podría hacer que mis objetivos se muevan de su ubicación marcada en el mapa.

Debo apresurarme, y como ya estoy cerca del tal Gómez, corro sin que me importe que algunos humanos vean lo veloz que soy.

Al llegar a las cercanías encuentro lo que temía, y reconozco el aroma del hombre que está viniendo hacia mí, huyendo de los H.E.

—¿Qué haces? ¡CORRE! —grita.

No puedo perderlo de vista.

—¡Por aquí! —respondo, guiándolo por la fea calle de mi costado.

Corremos y algunos de mis congéneres se sorprenden. Otros gruñen furiosos y vienen tras de nosotros. Debe ser porque saben lo que soy.

—¡No quieras matarlo tú solo! —grita uno.

Quedamos cerca de un montón de tablones de madera que se apoyan contra una pared, uno de los evolucionados nos alcanza y el hombre que está conmigo empieza a pedir por su vida.

Ruedo los ojos. Qué valiente.

El evolucionado nos mira a ambos y sonríe apenas.

—Bueno, este no es mi objetivo —dice—, te dejo al llorón, no será mucho para ti.

Gómez calla sus ruegos en ese instante y queda mirándome perplejo desde el costado, volteo a verlo y da un salto de espanto hacia atrás, golpeando los tablones, y preocupándome.

—¡Eres uno! —se exalta.

—¡Espere! —Los tablones caen—. ¡Cuidado! —exclamo mientras me lanzo a empujarlo para quitarlo.

No mido mi fuerza, así que cae y algo me golpea al mismo tiempo que lo veo quedar inconsciente. Todo se vuelve oscuridad.


Entonces así es como quedo atrapado...


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La hermosura que me gané xD

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