Capítulo 28: Mi compañera eterna
Como a las cinco de la mañana, horas usuales en las que muchos despiertan, ayudo a mamá a hacer el desayuno mientras ella sale. Alimento a los pollos y recojo algunos huevos de las gallinas para preparar. Al volver por el otro jardín, miro de reojo los ventanales de mi habitación en donde está mi dulce Marien.
Sonrío apenas al ver que parece estar descansando bien. Al haber estado con humanos, ahora sé que suelen dormir un poco más. Yo entiendo, por supuesto, también aproveché para dormir más cuando estuve allá.
Al regresar a la cocina para ver cómo va la leche de soya, los gemelos llegan.
—Buenos días —saludan.
—¿Y la señora Enif?
—Fue a hacer algo... —explico mientras muevo la leche para que no se pegue en el fondo de la olla.
Ambos se miran y se sonríen.
—La vimos yendo hacia la oficina de Ganímedes.
—Si ya saben, ¿por qué preguntan? —les reprocho con diversión.
—¿Vas a unirte a alguien? ¿A Ursa?
Guardo silencio y eso le hace entender. Abren los ojos con mucha sorpresa.
—¡Vas a unirte a...!
—¡Shh!
Se tapan la boca, y Deneb se la descubre para seguir hablando.
—No puedo creer que una humana quiera unirse a un evolucionado.
Aprieto los labios y sigo con lo mío. No le he dicho a Marien, ¿debería? Creo que se sobre entiende que, si queremos estar juntos, debemos unirnos primero, es lo que es. Es decir... Bueno, no lo sé.
Mamá regresa y ambos van a saludarla. Suspiro.
El desayuno va bien, incluso Marien nos invita un poco de leche, pero mamá me dijo en la mañana que debía apurarme en irme, ya que luego de un día, es más que obvio que Orión podría aparecer para querer hablar también con los ancianos. Por otro lado, su orgullo no le hará venir así de fácil, pero vale prevenir.
Luego de que mamá nos da contenedores con algo de comida para llevar, ya que la ciudad de los humanos no está muy lejos, partimos finalmente.
—¡Sirio! —me llama Ursa y volteo—. Claro, no piensas despedirte.
—No es necesario, trataré de visitar.
Baja la vista.
—Sí, más te vale que no te mueras.
Sonrío levemente.
—No lo haré —aseguro.
Se va finalmente luego de asentir. Nosotros seguimos caminando, acompañados por los gemelos. No sé por qué nos siguen, imagino que no tienen que ir de cacería con Ursa o con sus padres, pero está bien. Siempre me agradó su compañía.
O es que quieren ver cómo me uno a Marien. Uhm... Debería decirle, aunque sus padres no están y no puedo hablar formalmente con ellos. No quiero decirle de frente que nos uniremos, quiero que sea como debe ser, pero no se puede... ¿Cómo lo hacen los humanos? Quizá...
Bueno, queremos estar juntos, así que se sobreentiende que debemos unirnos, así soy suyo de forma oficial y...
—Si seguimos por esta dirección creo tardaremos más en llegar al límite de la ciudad —murmura Marien.
—Lo sé, vamos a registrarnos primero —respondo.
—¿Qué? —susurra y quedo mirándola.
—Marien, te unirás a él —avisa Rigel y lo miro con molestia.
Este parlanchín. Así no se dice...
—¿Uh? —Marien me mira—. ¿A qué se refiere?
—Iremos a hacer oficial lo del núcleo —le hago recordar.
—Espera. ¿Estás seguro? —Quiero decirle que por supuesto que sí, pero continúa—. Piénsalo por favor, soy humana, ¿qué clase de futuro podrías tener conmigo?
Frunzo el ceño con confusión. Sí, quizá debí decirle antes, pero era obvio que quiero estar con ella así.
—Creí haberte dicho que quería darte todo de mí...
—Mira —suspira con cierta tristeza—, yo no puedo hacer las cosas que tú haces. Solo te estorbo, sé que te gusta pelear, te gusta correr y hacer todas esas cosas... que yo no podría hacer contigo.
La calmo con una leve sonrisa.
—No me moriré si no hago esas cosas.
—Es que no es eso, no quiero que te prives de tu plena felicidad.
—Tú me haces feliz.
—¿Qué pasa si luego de unos meses cambias de opinión?
—¿Por qué dices eso?
—La gente cambia.
—Yo no.
—Claro que sí, lo harás.
Bueno, es verdad, Altair cambió, pero eso es diferente.
—Pues será para mejor, ¿no crees?
—No me refiero a eso. No nos conocemos mucho en realidad.
—Te conoceré más en la marcha —le trato de explicar—. ¿Crees que no sé qué la unión significa trabajar en nuestra relación?... Y aun así, sé ciertas cosas. Sé qué te afecta, sé que te gusta la naturaleza, que has salido a delante a pesar de las cosas que te han pasado, sé que... —me acerco y tomo su mano bajando un poco la voz—. Sé que a veces en las noches sollozas, y mencionas a tu madre. —Ella me mira con sus bonitos labios entreabiertos con algo de triste sorpresa—. Te cuidaré todas las noches de ahora en adelante —prometo.
Sonríe apenas y suspira.
—Es que... Pensar en casarte a los veinte es algo... apresurado...
Si supiera que para los ancianos a mí ya se me está pasando la oportunidad de tener compañera, aunque no es eso por lo que quiero hacer esto.
—No es así, no aquí, y quiero pasar el mayor tiempo posible contigo, ¿para qué esperar a pasar la mitad de mi vida en soledad? ¿Cuando ya te encontré? Eso es en lo que te has convertido, las parejas de un núcleo son uno solo y se acompañan toda la vida, no creía en eso hasta que te conocí y empecé a querer protegerte de todo.
—Mi Sirio... —mantiene su sonrisa y eso me da esperanza—. Me honra que quieras estar conmigo, pero... piensa a futuro, ni siquiera sabemos si podremos tener hijos o...
—¿Cómo así?
Aprieta los labios y mira hacia atrás, hacia los gemelos que se mantienen lejos, aunque sé que escuchan. Están ahí atentos sin parpadear siquiera.
Niego en silencio.
—Escucha —murmuro con suavidad—, iba a pedírtelo, es más, incluso hubiera hablado con tus padres primero para obtener su aprobación. Ahora, si quieres que te lo pida como lo piden los humanos, solo dime cómo lo hacen y lo haré.
—Descuida, estar contigo es lo que más quiero, te siento como mi hogar, no tienes que pedírmelo, pero...
—No quiero que te sientas mal por hacer algo que creas que va contra las normas —agrego, ya que anoche incluso insistió en dormir en el sofá—. Y siento que así no te me escaparás ni me dejarás.
Sonríe de forma más amplia ahora.
—No te dejaré, a menos que tú quieras. Además, tú eres el que no ha querido dormir junto a mí, así que creo que eres tú el que se sentirá mejor.
—Eso también, probablemente —admito. Y es que quiero que al menos esto que es con ella, sea oficial en todos los sentidos—. Y descuida, no voy a dejarte, no parece que lo creyeras, pero te lo demostraré.
—Eres un muchacho terco e insistente —dice con su dulce tono de voz y suspira—. Disculpa por hacerte creer que no quería, es que... en mi cultura es diferente, pero no miento cuando digo que sí quiero estar contigo, así que sí, acepto. Aceptaría sin importar qué.
Me hace feliz. Sí, entiende que esto es importante para mí. Sin soltar su mano, nos encaminamos de nuevo. La unión es eterna, los humanos no lo sienten así, pero mi devoción hacia ella es irrompible, no tiene que preocuparse de que cambie de opinión.
Llegamos al edificio blanco en donde están los ancianos, a la zona de Ganímedes, que además de concejero y líder, es el que une a las parejas. Entramos a la oficina y nos sentamos frente al escritorio de mármol negro que tienen, que contrasta con las paredes blancas que están cubiertas con cal. Lo sé porque papá y yo les hemos ayudado algunas veces en arreglar una que otra cosa.
Su compañera Calisto entra y nos sonríe levemente.
—Sirio. —Mira a Marien un par de segundos—. ¿Al fin te animaste? Es algo tarde...
—Sí. Está bien, no necesito ceremonias.
Olfatea el aire.
—No es la joven... Mi olfato no es el mismo que el de hace unos años, pero ella huele un tanto a...
—¿Humano? —comento con cierta diversión.
—Oh, ya veo, es una jovencita en transición.
Quiero explicar, pero Marien toma mi mano y la miro. Con sus expresivos ojos me hace entender que está bien, así que ya no digo nada. Y bueno, no importa lo que Calisto piense al final, lo importante es que Ganímedes nos una, que lo hará.
—Usualmente no debo hacer esto sin la ceremonia grupal con todos y sin la presencia de los padres que aprobaron esto, pero tu madre me habló, y yo como sabrás, le tengo mucho aprecio así que...
La señora empieza a llenar los papeles que luego pondrán en el libro de las parejas del pueblo.
—A ver... Sirio, hijo de Arcturus y Enif... Acepta formar un núcleo con la señorita... —Se dirige a mi dama.
—Marien...
—Un nombre peculiar.
Veo que ella quiere seguir hablando.
—Solo Marien —le explico con una sonrisa—, no usamos apellidos, no tenemos.
—Oh... ¿que?
—¿Nombres de tus padres? —pregunta Calisto.
—Jorge y Micaela.
—Firmen. —Lo hacemos y se pone de pie—. Bien, pasen por aquí.
Le sonrío a mi dama tomando su mano y seguimos a la señora. Pasamos por el jardín y mi dulce amante de la naturaleza lo admira, ya que es enorme, tiene arboles con flores blancas. Llegamos al pequeño salón que es bien iluminado por la luz del día y quedamos frente al escritorio de Ganímedes.
—Sirio. —Recibe los papales de Calisto y nos mira a ambos—. Eres un caso, siempre lo fuiste de algún modo. —Sonrío con culpa por las veces en las que fue víctima de mis travesuras. Va a sacar una caja del estante y se acerca—. Estábamos guardando esto para ti. —La abre mostrando los anillos que hicieron los artesanos del pueblo—. Felicidades, juren que estarán juntos por siempre, cuidando el uno del otro.
—Sí —respondemos al mismo tiempo.
—Lo juro —agrego.
—Lo juro.
Marien aprieta mi mano. Su respiración flanquea, la miro y me sonríe. Está feliz y yo también, tengo una sonrisa de tonto. De pronto estoy tan deseoso de ser suyo, su compañero eterno, y la veo tan radiante y hermosa con los árboles del jardín detrás y por los costados, que siento que mis nervios me van a fulminar.
Voy a unirme a esta hermosa mujer y no sé qué hice para ganarme tal honor.
Ganímedes me da la caja, saco el anillo para mi dama y se lo pongo en el dedo, ella hace lo mismo y me inclino para juntar mi frente a la suya, cerrando los ojos y respirando hondo su dulce aroma.
—Muy bien, eso es todo. Ya que no hay ceremonia, pueden retirarse —dice Ganímedes.
Se retira, no sin antes ofrecerme una leve sonrisa cómplice. ¿Eh?
Marien me abraza fuerte y le correspondo. Los gemelos también se acercan.
—¡Bien! —Exclama Deneb—. Lástima que lo hicieron un día tarde.
—Está bien, ya vimos el baile anoche —le recuerdo—. Ahora ya podemos ir a la capital.
Marien toma mi mano feliz y volvemos al camino.
Mis sentimientos por ella son sólidos como el diamante, estoy tan seguro de esto como lo estoy de lo que siento por mis padres. Mi compañera eterna es así de importante. Ella es mía y yo soy suyo. Le voy a dar mi protección, la voy a consentir, le daré todo de mí.
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