Capítulo 26: Con ella
Nos encontramos bastante cerca de mi pueblo, ya en nuestros territorios, y e divisado un venado para el almuerzo. Sé que Ursa y los gemelos han estado o están cerca. No puedo saber, han mejorado bastante en ser sigilosos.
¿Estarán enfadados conmigo? Al venir por lo de mamá, no llegué a saludarlos ni nada, estaba apurado por regresar y sacar a Marien de ese lugar. Le pido a mi chica que no se aleje de mí por si acaso, ya que ellos quizá crean que ella es peligrosa y quieran emboscarla.
Me lanzo a la caza y el animal corre, pero no podrá huir por mucho. Paso cerca de la vegetación y me percato de Ursa. Ella sale de golpe y me embiste. No caigo así que forcejeamos.
—¡Ese animal es mío! —advierte y me tumba al suelo para retomar la carrera hacia el venado.
Me sorprende, pero me divierte. Hace mucho que no peleábamos por ver quién caza primero a un animal. Me pongo de pie y corro también. Alcanzo a Ursa y me da un empujón, se lo devuelvo en un gesto de juego y en ese instante el venado da una curva cerrada.
Haberla empujado me ayuda a tomar ventaja, pero pronto la siento saltar a mi espalda y caemos. Río, pues solíamos jugar así. Se siente bien el rodar por la tierra y estar respirando agitado por la persecución. Retomamos la carrera enseguida y me asusto al ver al venado ir hacia Marien.
Se acabó el relajo. Acelero y lo embisto antes de que tope si quiera un poco a mi chica, el animal cae y Ursa se lanza a su yugular. Quedo entre ellos y Marien. El venado deja de luchar y Ursa se reincorpora para observarnos. Sonríe ampliamente como muy, muy rara vez lo ha hecho en todo el tiempo que la conozco.
—¡Sirio! Ya volviste.
Me sorprende más, está feliz de verme. Rodea mi cuello con sus brazos y pega su frente a la mía. Un estremecimiento me recorre, pero no es agradable como con Marien, este repele a mi amiga. No es como antes, cuando se despidió.
Se separa y su vista se dirige a Marien.
—¿Y esta humana?
—Viene conmigo —respondo y me mira sorprendida.
—¿Qué? —parece ofendida—. Escuché que habías vuelto a ver a tu madre, pero se supone que a la humana la dejabas con Orión.
Bueno, ya no me agrada la forma en la que se refiere a ella, pero incluso yo me he expresado así antes, por lo que no puedo reclamar.
—No, la dejaré en la capital.
—¡Estás loco! —vuelve la cólera a su rostro—. ¿Quieres que te maten? Esto no estaba en el plan, ahora era cuando debías unirte a mí, no morirte.
Niego restándole importancia, ya que tengo claro mi objetivo. Además, ya le había dicho que no me uniría a ella, no sé por qué dice eso.
Olfateo a los gemelos y volteo para llamarlos.
—Rigel, Deneb, salgan. —Ambos obedecen y se asoman desde un matorral para venir. Como lo supuse por sus aromas, están en etapa de transición. Lucen humanos, pero mantienen los ojos de distinto color, verde y celeste—. Perdóname —le digo a Marien, quien parece pasmada—, no te los he presentado. Ellos son los hermanos Rigel y Deneb, y ella es Ursa, mi amiga. —Le sonrío a labios cerrados al verla saludarlos en silencio todavía con duda—. Voy a mostrarte mi cuidad, antes de que los hombres de Orión pasen buscándome —agrego.
Es extraño, ella parece tener muchas cosas en la mente ahora. Quiero que se relaje, que deje de pensar en lo que le ha pasado, el susto de estar en ese lugar. Los gemelos se apuran en levantar al venado que Ursa cazó.
Nos encaminamos y procuro estar cerca de Marien para guiarla, pero pronto me percato del temor y estrés que está sintiendo, así que tomo su mano con suavidad como ella lo hizo más temprano.
—Todo irá bien —le susurro.
—Sí, bueno... Si no intentan matarme es algo bueno, ¿no?
—No lo harían —sonrío—, yo no lo permitiría, y en verdad ellos no querrían enfrentarse a mí por muchas razones.
Nos adentramos en mi pueblo y nuevamente me recibe con su olor a tierra húmeda, cocinas de carbón, algunos animales andando por ahí, además de las edificaciones con madera que se alzan, que papá y yo hemos ayudado a construir en su momento.
Marien está asombrada, sé que esto es por lejos lo más diferente a su ciudad. Cómo quisiera poder ofrecerle más que unos días, pero el deshonor me perseguiría. Ya he aceptado pagar por traicionar a mi gente, así que voy a procurar que ella disfrute estos días.
—Edificios —murmura.
Le sonrío.
—Sí, te lo dije.
Ella me corresponde el gesto y sigue caminando sin soltar mi mano. Ni siquiera me importa que otros vean que vamos así de juntos, no voy a desaprovechar el estar en contacto con ella.
Nos detenemos afuera de mi casa y mi madre se asoma tras la puerta. Ella no puede ocultar su leve sorpresa, y es que no le dije la exacta razón por la que volvía con Orión a pesar de que este ya me había dejado ir. Pero ella debe conocer la razón de mis acciones.
Siempre me dijo que me esperaba algo más grande que este pueblo, algo mejor, que mi vida no se reducía a obedecer reglas y a Orión. Aunque eso signifique morir siendo libre.
—Sirio.
—Madre.
Mira de reojo a Marien.
—Creí que habías vuelto con Orión.
—He decido dejarlo.
Puedo escuchar cómo traga saliva con algo de dificultad luego de que su respiración flanquea.
—Traición.
—Ya he aceptado las consecuencias —aclaro para que no se preocupe por ella y mi padre.
Asiente, aunque parece haber empalidecido un poco.
—Pasen, por favor.
Su tono me indica que está ofendida con mis acciones, pero también preocupada. No puedo evitar eso, pero espero lo entienda. Pasamos y nos sentamos en los muebles.
—Ella se ha convertido en alguien muy especial para mí —le presento a mi dama sin tardar, ya que quiero que entienda mi razón y presentársela—, es humana, se llama Marien.
—Es un enorme gusto conocerla —habla ella enseguida— y disculpe las incomodidades. —Está bastante nerviosa aún.
—El gusto es mío —responde mi madre, observándola con detenimiento—, siéntete como en casa, si mi hijo siente que eres especial entonces no voy a refutárselo.
Sonrío con alivio. Quizá no vea todavía cómo puede un humano ser especial, pero que lo acepte ya me causa una gran alegría.
—Gracias. —Marien se relaja notablemente y me mira.
—Te enseñaré mi ciudad más tarde —le susurro, y sus ojos brillan de felicidad. Vuelvo a dirigirme a mamá para seguir explicando—. La llevaré a la capital y la dejaré a salvo. Luego me entregaré a Orión.
Ella respira hondo y entristece, aunque casi no se le nota en el rostro, puedo oler su estrés.
—Así que eso es lo que decidiste al final. ¿Por eso estabas tan intranquilo? ¿Por eso volviste a desaparecer?
Me hace sentir mal el tener que angustiarla. Nunca quise esto, pero no pude decidir no sentir nada cuando vi a Marien, simplemente pasó. Y si no fuera porque me ata un código de honor a la misión, a mi gente, y a ser un guerrero, no tendría que morir, pero esa es la realidad.
No puedo no ser. No puedo negar mis orígenes, no puedo negar lo que soy. Y soy un evolucionado, un guerrero, por lo tanto, debo morir por honor, por haber fallado en la misión.
—Ya lo he decidido y estoy dispuesto a ello. —Siento el agarre de Marien en mi mano con más firmeza—. Solo vine a despedirme, no te preocupes, ellos no van a molestarte más.
Mamá respira hondo tratando de calmarse.
—Bien, como digas. Bienvenido nuevamente. Prepararé la cena.
Alza al venado que trajimos e intento ayudarla, pero no se deja, y se va a la cocina. Aprieto los labios sintiendo tristeza por ponerla así, pero ya lo entenderá. Al menos su honor ya está levantado y mis acciones ya no les afectan.
Aunque no es la única. Noto la expresión de enfado de Ursa que está apoyada contra la pared del costado y resoplo en silencio.
—Quita esa cara, Ursa, por favor —pido.
—Es que no puedo creerlo, Sirio —reniega.
—De antemano te pedí disculpas porque iba a fallarte, creí que te había quedado claro que no iba a unirme a ti, lo siento. —Ella me retira la vista. No entiendo, lo que yo haga ya no le afecta tampoco. En fin, no puedo complacer a todos, las cosas son como son. Niego y decido dejar de perder tiempo tratando de explicar—. Hey, chicos —le hablo a los gemelos—, ¿quieren ir a pasear?
—Sí, ya nos estábamos estresando.
Les sonrío y vuelvo a ver a Ursa.
—Puedes venir si gustas.
Le pido un segundo a Marien y voy a mi habitación para cambiarme la camisa, que está de polvo y de olor a venado, y sacar algo del dinero que me daban algunos luego de haber hecho algún favor como guerrero o al finalizar alguna construcción con papá y su equipo.
Le muestro a Marien las calles, las subidas y bajadas que hay por ser montaña, hasta llegar mercadillo del pueblo, que es en donde muchos vienen a vender sus cosas. Los ancianos reparten todos los recursos por igual, lo suficiente para vivir, pero si alguien quiere algo extra o destacar con sus productos, puede venderlos y obtener algo más que solo lo básico. Ahí consigo algunas especias que mamá gusta usar y las guardo en mi bolsillo para darle más tarde.
Mi hermosa Marien parece fascinada con todo, e incluso, de lo que no me ha soltado la mano en todo el camino, lo hace para ver los productos de uno de los panaderos. Me le acerco al verla meditar observando un paquete con galletas recién salidas del horno.
—¿Lo quieres?
Ella me sonríe con algo de recato.
—Creo que mi dinero es inservible —confiesa.
Y claro, es que no usamos dinero humano.
—Pero el mío no —la animo con una sonrisa a lo que ella se calma.
Me gusta la sensación de poder darle algo que quiere probar. Lo toma feliz mientras yo pago. El hombre la mira con extrañeza, ya que ella no tiene la apariencia de un evolucionado. Algunos piensan que está en transición como los gemelos, pero otros la miran por más tiempo de lo normal, seguro preguntándose si es una humana de verdad.
Ella le ofrece galletas a todos, sorprendiéndome por su deseo de compartir, algo que en mi pueblo poco se hace, ya que como depredadores que somos, muchos son celosos son sus "presas", o comida, mejor dicho. Ursa es la única que no le recibe.
Llegamos a la plaza de música, justo a tiempo. Empieza la melodía y uno de los gemelos se lleva a Ursa. En grupo de amigos no está mal visto danzar así que ella no lo rechazará y eso me alivia.
Marien queda mirando con una leve sonrisa, aunque también le siento cierta tristeza.
—Celebran la unión de algunos nuevos núcleos de familia —le comento—. Mañana les van a dar su primera charla individual y secreta sobre lo que lo que conlleva la unión. Luego todos ellos se irán a quedar en sus nuevos hogares por un tiempo, como ya te había explicado.
—Entonces, esas parejas... ¿son recién casados?
—Sí, puede decirse, esa es la palabra que ustedes usan.
La observo, tan bella, apreciando la danza. Esto era lo que quería, con lo que soñé. Tenerla aquí conmigo, aunque fuese solo un día, aunque fuese momentáneo, es mil veces mejor que nunca haberla traído.
Respiro dándome valor, y me pongo frente a ella. Hago la clásica reverencia que es la que vi que los jóvenes usan para sus compañeras, inclinándome para mostrarle mi respeto, y me enderezo para ofrecerle mi mano.
Ella me mira con los labios entreabiertos, sus mejillas volviéndose rosadas apenas, sonríe y acepta mi invitación.
La llevo hacia el centro con las demás parejas sin que me importe que en realidad nosotros no estamos unidos. Siento que lo estamos, que esto que siento por ella es suficiente para ser suyo hasta que muera.
—No sabía que bailabas —murmura con su leve sonrisa.
—No sé mucho —me excuso encogiendo los hombros brevemente.
Seguimos con el lento vals. No puedo dejar de ver a sus ojos que brillan de una forma indescriptible. El leve rubor que tiene me hace querer abrazarla y besar esas mejillas. Sonríe tímida. Le doy una suave vuelta y ella termina pegada mí luego de reír en silencio.
Recuesta su rostro contra mi pecho y mi corazón late casi frenético. La abrazo y quedamos así. Tener su delicado cuerpo entre mis brazos es una sensación grandiosa, su aroma me envuelve. No quiero que acabe nunca, pero ella se separa un poco de pronto y ve preocupada a los costados.
—¿Sucede algo? —quiero saber.
—Creo que no deberíamos estar tan juntos, creo que está mal visto en tu sociedad, ¿no?
Sonrío aliviado, por un milisegundo pensé que no me quería tan cerca.
—Bueno, ahora mismo se estarán preguntando qué significa.
—Y... ¿Qué significa?
—Hum... no sé, siento que quiero estar así contigo, no veo el problema —confieso, quiero ser muy sincero—. Quiero darte todo de mí, si me das la oportunidad, eso es lo que siento.
Su rubor se intensifica y parece preocupada de pronto.
—Pero...
—El sol ya casi se oculta —interrumpe Ursa—, deberíamos volver a tu casa.
Ella nos observa con cierta molestia, pero no creo que sea porque estamos muy cerca. Si las cosas hubieran sido diferentes, ella y yo estaríamos ahora mismo en esta danza luego de haber sido unidos, pero las cosas no son así, y no quisiera que fuera diferente a pesar de que mi final no va a ser el de esa otra posibilidad.
Al volver a casa, ofrezco ayuda a mi madre para servir la cena y así aprovechar en hablarle y calmarla.
—Madre, no esté angustiada —murmuro mientras corto una porción de carne—. Su honor ya no va a ser afectado por lo que yo haga.
Ella frunce un poco el ceño, se ha detenido con el cucharón con arroz en la mano a medio servir, pero en segundos retoma su actividad.
—No es mi tonto honor el que me preocupa cuidar.
Parpadeo un par de veces, confundido.
—¿Entonces?
—Llevaré esto a la mesa.
Me deja con la intriga. Tenso los labios y sigo cortando las presas de carne. Cuando vuelve, parece seguir igual de angustiada.
—Madre... Por favor, no estés así.
—Te conozco y sé lo terco que puedes llegar a ser. Solo quiero que lo pienses bien.
—Mamá, he traicionado a mi gente, los ancianos van a decretar mi castigo, y sabemos cuál es. No hay nada que se pueda hacer. —Vuelve a irse con molestia y niego—. Mamá —murmuro al verla regresar.
—Siempre te dije usaras el ser un guerrero para salir de este lugar, ampliar tus horizontes, pero no así. Me has decepcionado.
Y eso me duele. Sí, quizá al sentir algo por una humana he traicionado todo lo que soy, incluyendo incluso a mis padres. Al haber fallado la misión por eso...
—Espero un día me perdones —susurro.
—Ursa está hablando con ella, por cierto. —Eso me deja sin habla—. Parece estar enfadada también, y no me sorprende.
A ella también le molesta que sienta algo por Marien, y yo sigo sin entender.
—Ursa entendió que no íbamos a unirnos. Incluso me dijo que mejor así, muy molesta, por cierto.
—Sus palabras no corroboraban su sentir.
—¿Qué sentir?
—Olvídalo. —Termina de poner el arroz en el plato.
Padres, como siempre, ocultado cosas.
Me apresuro a continuar con el otro plato. No sé qué tiene Ursa para decirle a Marien, eso me preocupa. El sonido que viene hasta acá son solo murmullos, por culpa del viento proveniente del jardín que se lleva las ondas sonoras, y estas paredes de grueso barro cubierto. Trato de captar algo, pero solo logro distinguir algunas frases.
Pareciera que Ursa intenta preguntarle a Marien qué a hecho conmigo. ¿Cómo? ¿Por qué le reclama esas cosas? Mi dama es muy discreta, no creo que le haya dicho nada, pero ¿por qué Ursa quiere saber? Aunque más parece reclamarle, y entiendo que es por causa de nuestras reglas.
Sí, Marien ha roto algunas al tocarme, al darme uno de los besos más deliciosos, pero yo en ningún momento sentí que fuera malo.
Mamá suspira.
—Fuera de todo, pues... ella huele a buena persona —comenta y sonrío. Ella es buena para conocer a las personas, y a veces trataba de enseñarme a hacerlo.
—Lo es, por eso la quiero salvar. La aprecio de forma desmedida, tanto como a usted, madre —trato de explicarle de la forma más transparente posible para que entienda el porqué de mis decisiones.
Asiente bajando la vista.
—Ya veo. Bueno, a comer, yo llevo los últimos platos.
Me encamino hacia el comedor y finalmente puedo escuchar algo de lo que están diciendo.
—Sé lo grandioso que es —dice Marien—, a pesar de que lo conozco poco como dices... por eso... Si por mí fuera yo lo dejaría aquí a que continúe con su vida, pero por mi culpa ahora Orión lo perseguirá, por eso es mejor que vaya a la capital conmigo. Ya que tú no quieres salvarlo, yo lo convenceré.
Quedo con los ojos muy abiertos, sintiendo una especie de nuevo malestar. Si por ella fuera, ¿me dejaría? ¿Ursa la he hecho llegar a esa conclusión al hacerla sentirse culpable por las reglas?
—Ursa, ella no tiene la culpa de nada —la defiendo—, y ella no ha hecho nada que yo no haya permitido o pensado que estuviera mal —agrego, ya que sé que le ha estado recriminando sobre las cosas que ha hecho conmigo.
—No me asustes, Sirio. No me digas que ha hecho alguna cosa inmoral y a ti te ha parecido bien.
Quedo mirándola con enfado y ella a mí.
—Pueden pasar —dice mi madre, que ya terminó de servir.
Estoy seguro de que olfatea la cólera en el ambiente, tanto como yo, pero no interfiere como cuando antes peleaba con Ursa por su mal carácter. Y bien, porque no me hará reconciliarme con ella, no esta vez.
Suspiro con pesadez y ella también. No sé porque se ha puesto así, pero es mejor dejarla a que se le pase sola. Mi Marien está completamente tensa y es su culpa. Mientras todos se aproximan a la mesa, yo me acerco a ella y rozo mi mano con la suya. Reacciona y me mira.
—¿Todo bien? —le pregunto preocupado.
Asiente, y no sé por qué miente, si es obvio que no está bien, pero se dirige a la mesa con prisa, así que la sigo.
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