Capítulo 20: Aprecio en un beso
Marien corre peligro por culpa de mi debilidad de nuevo, así que gruño y volteo con fuerza, golpeando al que me retiene. Otro golpe y me lanzo, embistiéndolo y cayendo hacia el edificio también, rompiendo el vidrio.
El dolor de esos cortes son atenuados por la urgencia de proteger a mi dama. Golpeo y rodamos haciendo un desastre. De un salto ya estoy de pie entre ellos y Marien, y el sujeto se pone junto a su hermana.
Me mantengo alerta y ellos igual, todavía listos para atacar ante cualquier mínimo movimiento. Son desterrados, aunque más jóvenes que los otros con los que nos hemos cruzado. Ojos verdes similares a los míos y piel morena. Han de ser de un pueblo de la costa del norte.
—¿A dónde la llevas? Si quieres matarla solo dilo y te ayudamos.
Vaya, veo que están dispuestos a hablar. Si puedo convencerlos de irse, va a ser mejor. No estoy muy fuerte, aunque si piensan seguir con la lucha, no voy a retroceder tampoco. Marien respira muy agitada y sé que está asustada, así que, si lo mejor para ella es que yo no pelee, eso trataré de hacer.
—Lo siento, pero no voy a dejar que la toquen.
—¡Ellos nos atacan! —reclama la joven—. ¡Merecen morir!
—¡Yo lo sé! ¡Pero ella es la única que puede ayudar a detenerlos, si la matan arruinarían la oportunidad!
Parece que les convenzo...
—Cómo saber si no mientes.
—¿Por qué otra razón protegería yo a un humano?
En verdad no debería haber otra razón, aunque la hay, y es este raro sentimiento por ella.
Al final, parecen entender y bajan la guardia. Deciden retirarse sin dejar de mirar, sin embargo, asumo que porque todavía se cuidan de que no salte a atacar de nuevo.
Una vez que escucho sus pasos alejarse corriendo, suelto aire con alivio.
—¿Estás lastimada? —le pregunto a Marien.
—Un poco. —Eso me preocupa, ¿esa mujer llegó a herirla? Volteo a querer revisarla, pero ella me evita sin mirarme y se aleja—. Vámonos, por favor.
Quedo confundido. ¿Está molesta? ¿Triste? Pero ¿por qué? Ahora no puedo descifrarla.
—Uh... Ok. Iré por tu mochila.
La veo seguir caminando mientras se abraza como si tuviera frío. Me preocupa. Busco la mochila que cayó por ahí con la vista y voy a recogerla lo más rápido que puedo. Al volver a ver a Marien, ella está intentando a traer a un pequeño zorro. Uno que había estado por ahí antes.
Pero ¿qué? ¿Por qué? Es decir, quizá el no haber visto mucho la naturaleza le haga tener curiosidad, así como a mí me daba curiosidad ver humanos un día, pero sabiendo que eran peligrosos no lo hacía.
Me acerco rápido a ella.
—¿Qué haces? Ten cuidado, puede estar enfermo. —Lamentablemente los animales salvajes suelen tener problemas si tienen la confianza de acercarse a alguien. No quiero que intente morderla o algo.
—Eh... Ya lo sé, soy humana, pero he estudiado, ¿sabes?
Río entre dientes. Entonces solo es curiosidad por parte de ambos, quizá el animal quería acercarse a ella, así como yo.
—Tú tienes algo que atrae a los animales salvajes, y eso me incluye a mí —suelto.
Eh, pero ¿qué acabo de decir?
La miro y ella tiene una leve sonrisa, algo que me alivia, ya que parecía estar triste por algo. Quizá eran estragos del susto. Es por eso que no me gusta ponerla en esas situaciones, y es la primera vez que pienso en ese detalle. La única vez que me he preocupado por no angustiar a alguien, fue con mis padres.
Luego de avanzar un poco, y notar que empieza a hacerse tarde, entramos a una de las casas abandonadas de la periferia, ella parece haber escogido una habitación para descansar, así que la ayudo a sacudir el polvo.
—Buenas noches —murmura.
Asiento, incapaz de responder, y salgo. Tengo algunos cortes así que es mejor si los trato para que sanen mucho más rápido. Ella ha dejado una vela encendida en la mesa. Parece más animada, pero algo le falta a su rostro. Le falta ese brillo que la caracteriza. No sé qué pasa.
Quizá finalmente se ha dado cuenta de que ha estado en grave peligro porque no he podido protegerla como es debido. Eso me avergüenza, yo debería ser capaz de hacer mucho más. Si tan solo hubiera tomado el entrenamiento con mucho más ahínco... Aunque ni siquiera sé si exigirme más de lo que ya lo hacía hubiera sido posible.
No puedo empezar a curarme sin agua ni esas cosas, además ella también la ha de necesitar. Tampoco estoy a gusto sintiendo que ella está molesta o decepcionada de mí por mi bajo rendimiento, así que voy de nuevo a verla.
Quedo en el umbral de la puerta, observándola acomodar algunas cosas, ya tiene puesta su pijama.
—Marien... —la llamo, ya que parece no notarme.
—¿Sí?
—Traeré agua en uno de esos contenedores de abajo, si gustas.
—Gracias... solo ten cuidado, por favor.
Asiento, pero no me retiro todavía, debo remediar mi falta.
—Quiero disculparme por haber fallado antes. No va a volver a pasar. —Su mirada no cambia, al contrario, parece más preocupada—. También saliste lastimada al enfrentarte a ese humano que manipulaba a los evolucionados, no debí dejar que te involucraras, debí ser más fuerte.
No espero a que me diga que sí, que debería ser mejor, y me voy.
Luego de conseguir el agua, y dejarle un pocillo con un poco al zorro que todavía rondaba por ahí, he regresado. Marien usó algo de agua en "su" habitación.
Sonrío ante el hecho de cómo ella parece adaptarse a las situaciones. Hace cada cosa y lugar suyos, incluso a mí me ha hecho suyo de alguna forma. Aunque la incomodidad de saber que la he decepcionado y que parece estar molesta conmigo me está acabando.
Me acerco a la vela mientras me saco la camisa, está en lo que parece ser la barra de una cocina. Hay polvo, pero no importa. Marien parece pensar en todo y por supuesto que lleva alcohol en la mochila. Uhm, es raro que algo que se usa para desinfectar y curar también se lo beban. Aunque este huele un tanto distinto, como más químico, no como el que hacen en mi pueblo.
Llevo un rato limpiando uno de los cortes ocasionados por el vidrio cuando la escucho venir despacio. Se queda un rato cerca, en silencio.
—¿Todo bien?
Pero no obtengo respuesta. Suelto aire despacio, entristeciendo de pronto, pero la escucho acercarse. Quizá solo quiere ver lo que hago.
Tal es mi sorpresa cuando siento su fina palma contra mi espalda, que me detengo con el algodón con alcohol todavía en la mano.
Su toque se desliza por mi espalda, sus dedos se pasean por mi brazo y junta su frente contra mí, acariciando mi piel con su dulce aliento.
¿Se siente mal? ¿Por qué no me dice qué le pasa en realidad?
Me gusta sentirla, pero giro para asegurarme de que está bien. Observo su bonito rostro ahora viendo hacia arriba, hacia mis ojos, y compruebo que sigue mostrando preocupación. Quiero preguntarle, pero sus manos llegan a mis mejillas. Me ha atrapado, parece que es ella la que quiere decir algo, sin embargo, no lo hace, y sus manos bajan recorriendo mi piel.
Sus caricias me producen todo un sinfín de sensaciones. Siento una fuerte corriente, quiero que siga a pesar de que está rompiendo una de las reglas más importantes de mi pueblo, el no tocar a nadie, mucho menos así de forma tan... privada.
Sus dedos delinean mis formas, parece admirarme como lo ha hecho antes solo con la vista, ahora con el tacto, pero soy yo el absorto en ella y en lo que hace. Entonces noto algo más, al estar tan cerca, casi que escucho su corazón muy acelerado.
Tomo su rostro con delicadeza para observarla bien, acariciando también parte de su mejilla. Ella ha dicho que soy hermoso, pero está equivocada, ella es la hermosa.
Su piel está caliente, quizá se ha enfermado.
—¿Te encuentras bien? Tu rostro está rojo —comento con preocupación.
Sonríe y toma el algodón de mi mano. Me hace retroceder y sentarme en uno de los bancos de la barra de la cocina.
—Estoy bien. Solo no debes morirte, ¿sí? Yo seré solo una humana, pero me preocupo por ti, y no voy a dejar que te lleven...
Acaba de repetir esa palabra de más temprano cuando le dije lo del zorro.
—No eres solo una humana, ¿por qué...? —Entonces mi lento cerebro reacciona. ¡¿Es por lo que le dije a esos nómadas?!—. Le dije eso al hombre para que se fueran, y si no lo hacían yo iba a pelear hasta las últimas consecuencias... —me apresuro a explicar—, por ti... porque quiero cuidarte. Creí habértelo dicho ya.
¿Acaso nunca me creyó cuando se lo dije en su ciudad? No entiendo.
—Perdóname tú también... —murmura bajando la vista—. Soy presa fácil.
—Claro que no, hiciste un buen trabajo.
—Desde antes... solo me puse en peligro por causa de la toxina, solo te estorbo, y ahora...
Entonces no está molesta conmigo sino con ella misma. No, no tiene por qué sentirse mal de ninguna forma.
—No digas más. Me alegra que estés aquí, no te quiero en ningún otro lugar, en serio. —En ese instante se acerca, intento alejarme para no invadir más su espacio personal, queriendo ver qué es lo que ha visto o quiere, pero su dulce aliento roza mi mejilla y lo siguiente que siento dispara mi corazón. Sus suaves labios sobre mi piel.
De pronto se separa. Estoy pasmado con mi pulso como loco.
—¿Qu...?
—¡Perdón! —exclama queriendo alejarse—. Perdón, no debí hacer eso...
—Espera —pido tomando su brazo con suavidad—. ¿Qué fue eso? —Ella solo me mira asustada. No quiero que piense que me he enfadado, nunca me enfadaría con ella—. Mi mamá hacía eso también cuando era muy, muy pequeño —explico recordando esos buenos pocos días de infancia pacífica—, es un símbolo de aprecio maternal, solo que ella me lo daba en la frente... solo recuerdo un par de veces...
—Oh... —suelta aire pareciendo aliviada—, bueno. Aquí... los humanos nos besamos también. A veces, claro, rara vez —agrega rápido luego de aclararse la garganta. ¿Uhm? ¿Cómo que ellos...?—. Un beso... significa que también te aprecio y quiero que confíes en mí, así como yo confío en ti.
Y eso hace que sienta esa sensación tibia en el pecho. Me ha hecho feliz al decirme que confía en mí, que me aprecia. Entonces es por eso que le preocupo, porque me aprecia, así como a alguien cercano.
Ahora en verdad siento que no estoy tan solo como antes, que la tengo a ella, que es mi amiga de verdad y que el ser de diferentes especies no se interpone.
La traigo a mí, bajando del banco, y la rodeo en brazos juntando mi frente a la suya. Su suave aroma femenino me fascina, su suave y frágil cuerpo contra mi piel.
—Siento lo mismo. Y este gesto significa lo mismo también, pero... —Como desde hace mucho siento que nada de lo que me es posible hacer es suficiente, quiero demostrarle a su manera que es verdad todo lo que digo, por eso ladeo el rostro e imito ese dulce gesto, dándole un beso también sin soltarla ni un poco—. Esto se siente mejor contigo —susurro sin alejarme mucho de su piel, para luego finalmente librarla.
Ella me mira con sorpresa y felicidad al mismo tiempo, sus mejillas rosadas y hermosas. Sonríe.
—Eso me alegra —confiesa con voz levemente temblorosa.
Sé que está muy feliz. Si hubiera sabido antes que esto ayudaría a su ánimo, le hubiera dado un beso más temprano. Le daría muchos, muchos besos en todo su bonito rostro para hacerla sonreír así y borrar las pesadillas que la acosan.
—Buenas noches, señorita —ahora sí puedo esperar que descanse bien.
Ella sigue sonriente.
—Eh, ¿no duermes?
—Sí, quizá. Voy a mantenerme en vigilia, no quiero arriesgarme a que venga algún otro nómada o que esos hermanos regresen.
—Oh —parece entristecer levemente, pero pronto recupera su mirada dulce—, bueno, pero trata, ¿sí? Ahí hay camas... Aunque... si gustas dormir a mi lado...
—Sí, vigilaré en la puerta de tu habitación, no te preocupes.
—Uh... Ok —como que quiere decir algo más, pero termina asintiendo de nuevo y yéndose finalmente.
Durante la noche, todo parece tranquilo. Todo excepto yo, que he recordado que ya estamos muy, muy cerca de Orión.
Resoplo apoyando las manos en el borde de una ventana. Miro al cielo estrellado y pienso en mis padres que han de estar esperándome. Mi pueblo. Ojalá las cosas no fueran así, pero he decidido que voy a salvar a esta joven.
Eso significa que van a matarme...
Está bien, de algún modo lo supe desde que la vi, que de algún modo moriría por ella. Primero tengo que asegurarme de que mamá va a estar bien, que mi traición a mi especie ya no le va a afectar.
Marien confía en mí, sé lo que hago, nunca la lastimaría. Claro que, si me aprecia como a alguien cercano, le va a poner triste que yo muera, no quiero eso. De todas formas, siendo entrenado para ser guerrero, Orión siempre nos repitió que nuestra muerte es casi un hecho, que puede suceder cualquier día, en cualquier misión o protegiendo a mi pueblo.
Así que sí, me he hecho a la idea desde pequeño, el morir con honor. Es por eso que los guerreros no están obligados a unirse a nadie, aunque, por otro lado, le dejaría honor a mi compañera si muero por mi especie. Quizá debería unirme a Marien para dejarla protegida de algún modo...
Sacudo la cabeza. No. ¿Qué estoy pensando? La muerte por traición no le va a dejar honor a ella, al contrario.
Entonces la escucho y regreso rápido a la habitación que está cerca de la ventana. Al entrar, me doy cuenta de que ha sollozado en sueños de nuevo. Suspiro con preocupación.
¿Por qué? No, Marien... No quiero que sufra así.
Me acerco despacio y me arrodillo al lado del colchón. Ella tiene la expresión de tristeza en su rostro y abraza la almohada en donde reposa su cabeza.
Me atrevo a acariciar con suavidad su mejilla y poco a poco su expresión se relaja apenas.
Ella ya ha perdido mucho. Quiero que se sienta fuerte, aunque me pierda a mí, la verdad es que recién he entrado a su vida, y según los evolucionados, la verdadera amistad es la que dura años.
¿Cómo puede entonces ella haberse hecho tan especial para mí en tan poco tiempo?
Al final nada de eso importa, ella tiene bastante apoyo en sus amigos, en la chica de risos, en el loco posesivo del bisturí. Sé que la aprecian tanto o más que yo. Voy a salvarla, no voy a dejar que Orión la lastime, y confío en que va a poder seguir sin mí, al igual que mis padres.
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