Capítulo 18: En peligro
Me enfoco en el venado a lo lejos, quiero perseguirlo un rato y quitarme el fastidio. Ese Altair... Aunque no es la primera vez que quedamos en desacuerdo, antes no sentí que hubiera sido tan serio. Me preparo, aprovechando que el venado ha bajado la cabeza y que el viento no le lleva mi aroma. Alisto los músculos empezando a gruñir muy bajo, pensando en lo divertido que va a ser correr y...
—¿De cacería? —me sorprende Marien de pronto haciéndome reaccionar.
El venado escucha y sale corriendo. Siento que hasta mis hombros se bajan por la desilusión.
—Marien... —La miro, había creído que estaba lejos.
Ella se tapa la boca con culpa y me sonríe, haciéndome olvidar mi decepción y cólera con Altair enseguida.
Oh... Era así de simple...
—¡Perdón! Vamos, no necesitamos un animal tan grade de todas formas, recuerda que tengo bastante comida y carne en la mochila.
Suspiro y la sigo sonriente. Acaba de salvar al animal y a mí, de alguna forma.
Mientras comemos algo, ella no tarda en seguir preguntando sobre mí, lo cual me pone alerta de nuevo, porque, quién sabe, quizá sí vio o escuchó a Altair. Como es muy lista, podría no decírmelo e intentar sacar información de otra forma.
Felizmente solo quiere saber quién me enseñó a cazar. Mamá... Ella es una de las cazadoras del pueblo. Los demás rara vez cazan, son los cazadores los que consiguen algo de carne extra, junto con los ganaderos.
Cómo olvidar aquellas tardes luego de estudiar, cuando me llevaba a la pradera y me indicaba las mejores técnicas.
—¿Cómo se llama tu mamá?
—Enif.
—Oh... es el nombre de una estrella.
Había olvidado ese detalle.
—Sí, lo es.
Es muy lista. Estar con ella me agrada mucho, pero no sé si decirle que mi nombre no es Antonio. Ahora mismo quizá se pregunta el por qué del nombre... O quizá no. Quizá los humanos también tienen tantos diversos nombres, que no se le hace algo raro.
Si le confieso mi nombre, ¿qué pasa si le disgusta? ¿Qué pasa si, al ver que le he ocultado eso, piensa que podría estarle ocultado más cosas? Lo cual es cierto, para mi desgracia.
Prefiero dejarlo de lado. Puedo ser Antonio para ella, por el resto de mi vida, no importa, mi nombre me es irrelevante. Después de todo, me recuerda que estoy cerca de Orión y no de mi padre. No es justo.
Voy a mantener silencio. No quiero que dude de mí ni por esa pequeñez. Quiero que confíe más hasta el punto en el que se dé cuenta por sí sola de que, por más que parezca, no le haré daño.
***
Retomamos el viaje y la dejo observar el campo. Se entretiene mirando a algunas flores e insectos, ya que éstos son los únicos que no huyen al detectarme. Me encanta verla así tan en paz y feliz. Sigue siendo libre mientras que yo no lo soy. Cómo quisiera decirle que siento que es mía... y al mismo tiempo no. Que la quiero conmigo de una forma extraña y nueva.
Encuentro una enorme y peculiar araña y se la enseño. Para mi sorpresa, ella pega un brinco soltando un corto grito y no puedo evitar reír. Ella también ríe por su reacción.
—Me tomó por sorpresa —comenta entre risas.
—Ajá. —Me aproximo a un árbol "ceiba". Es como el que tengo en casa, en estas épocas del año florece todo rosa.
Tomo una de las flores, feliz por haber encontrado algo hermoso y perfecto como ella, y se la doy.
Deja de reír, sus mejillas se tornan rojas y sonríe ampliamente, adorable. Quiero decirle que la veo como a esa flor, que no voy a tocarla ni lastimarla, aunque pensar en que podría no funcionar, me preocupa.
Quizá es mejor si le digo todo lo que me pasa. Sí, podría, aunque no quiero soltar nada de lo malo, como que su cuerpo me causa una rara y para nada sana curiosidad.
Puedo confesarle que quiero que esté conmigo siempre... Pero traería a colación lo de Orión. No fue mi intención nada de esto. Ugh. No, eso es peor. Es como decirle que no era mi intención, pero que, si no la hubiera conocido bien, quizá sí. Soy malo.
Mejor quizá solo le digo que me gusta tenerla a mi lado y que no voy a lastimarla.
—Eh... Quería... —pero me doy cuenta de que ella ha seguido caminando. Va sonriente mirando la flor que le di, así que le doy alcance—. Quería decirte algo —digo con un repentino nerviosismo que no sé de dónde salió.
—¿Uhm? —murmura ella, oliendo la flor.
Sigue sonriente y se ve tan hermosa disfrutando de su regalo, que también quedo en silencio finalmente.
Entonces ella reacciona.
—La ciudad... —y avanza.
Suspiro y la sigo.
Al acercarnos, me doy cuenta de que hay un muy leve aroma de gente de mi especie, como si pasaran por aquí también. Sin embargo, es de humanos, cosa que aclaro cuando Marien se pregunta si quizá es un pueblo de evolucionados.
Sigo confundido. Orión dijo alguna vez que otros guerreros de otros pueblos contaron historias sobre los humanos buscando convivir con evolucionados, pero también que nos quieren estudiar y cosas así, por eso mi miedo de que me hagan "cosas".
Estos humanos no parecen temer ante mi presencia, lo cual se siente como ver a una rata enorme intentar saltar a morderte en vez de esconderse. Son pocos, el pueblo está casi vacío, pero igual. Hay incluso un par de niños corriendo por ahí.
En eso, olfateo algo más.
Volteo y la gallina me queda mirando, completamente quieta. Sonrío de lado mientras mis ojos se centran en el objetivo y saco despacio la mochila de mi hombro sin retirar la vista. La gallina estira la cabeza, mueve una pata, y salgo disparado.
Siempre perseguí pollos en casa, es muy divertido, así que no he podido resistirme al instinto de perseguir. La gallina brinca aleteando como puede y salto detrás de ella, atrapándola en el aire y cayendo.
Río a pesar de que me he arrastrado en el suelo, levantando polvo, para que el ave no se lastime. Aletea botando plumas y se aleja completamente ofendida luego de hacerme que la suelte golpeándome con sus patas.
Esas aves tienen carácter. Me doy cuenta de que Marien se acerca y regreso a mi modo alerta luego de jugar un poco, aunque sea.
—Así que te gusta perseguir pajaritos y gallinas, ¿eh? —comenta mirándome con ternura—. Vamos, la señora vende comida. Me parece haber visto leche —agrega tentativamente.
Eso me entusiasma y la sigo.
Parece un restaurante humano como los de las otras ciudades, aunque este parece más rústico, y se nota que cuando no viene nadie, es también la vivienda de la mujer que nos atiende. Puedo olfatear el paso de evolucionados incluso aquí, así que asumo que algunos congéneres se animaron a probar comida humana. Quizá los desterrados que no tienen a donde ir.
Una vez que nos sentamos, nos sirve los platos.
—¿Se dirigen a algún lugar? —quiere saber la mujer.
—A la capital —Marien contesta eso.
Yo prefiero no hablar.
—Vaya... ¿Él estará seguro ahí?
¿Eh?
—Sí, bueno, está conmigo. —Marien también está confundida—. No voy a dejar que le hagan algo. Además, es la capital, ¿qué podría pasar?
—No lo sé, a veces escuchamos cosas, historias...
—¿Historias? —hablo finalmente.
¿Será lo que Orión decía?
—Historias sobre presuntos lugares donde tienen prisioneros a los evolucionados y hacen experimentos con ellos, o los torturan, o los usan para entrenar a los soldados, experimentando técnicas para matarlos... un sinfín de cosas.
Entonces me doy cuenta de que todo coincide con las historias de los desterrados, de los guerreros de otros lugares. ¿Pero por qué lo cuenta?
Mi instinto me llama a pensar mal, ahora sí. Como antes lo quise hacer. "Solo las personas malas esperan reacciones malas de los demás". Quizá lo dice porque cree que Marien me está llevando a uno de esos lugares, lo que significa que...
Olfateo bien la comida y, apenas siento una mínima diferencia, empiezo a gruñir con agresividad.
—An... —Marien susurra. Para mi horror, suena débil. Ha probado la comida, no tuve tiempo de advertirle.
—Ya veo. —La mujer me mira sin que le importe que su igual está sufriendo por causa de algún químico—. Has estado con humanos y ahora sabes diferenciar los aromas de sus comidas, a diferencia de otros H.E. que vienen aquí.
Me enfurezco más y, por ende, luzco mucho más amenazante, lo que finalmente asusta a la rata. Me pongo de pie al escuchar algo más, ya que mis sentidos se agudizan.
Unos cuatro hombres ingresan al lugar, tres son evolucionados, tienen armas y me apuntan con ellas. No entiendo qué creen que hacen. Mi corazón late rápido y no se me ocurre una solución para salir de aquí sin que Marien se lastime. Me angustio.
—¡Antonio...! —Ella cae al tratar de ponerse de pie.
La veo con los ojos muy abiertos, la preocupación devorándome. El químico de la comida entumece el cuerpo, por lo que veo. ¡Tengo que sacarnos de aquí!
Escucho a la mujer comentar algo sobre alguna recompensa. ¿Entonces eso es lo que soy, algo que ellos pueden "vender"?
—Buenas tardes —dice el hombre de en medio—. Le vamos a pedir que venga con nosotros.
Pero solo vuelvo a gruñir como clara advertencia de que no soy ningún animal dócil.
Los pasos torpes se acercan, y pronto Marien está intentando mantenerse de pie entre ellos y yo.
—No se lo van a llevar —reta.
Quedo perplejo. Ha tenido la fuerza de venir a defenderme. Así no es como debe ser. No la quiero frente a esas armas.
—Marien...
Ella tiembla levemente y eso hace que la furia continue. Miro al hombre intentando hacer que retroceda, pero no lo hace.
—No está drogado, así que lo llevaremos vivo o muerto. Apártese.
Mi dama niega.
—Ya he dicho que yo no iba a dejar que le hicieran nada, así que no voy a apartarme.
El sujeto saca algo del bolsillo, presionando un botón, y los tres hombres dejan las armas, se quitan los cascos y empiezan a gruñir.
Se lanzan al ataque y aparto a Marien al mismo tiempo, tras reaccionar en un milisegundo. Ella huye y eso me alivia.
Recibo una mordida, pero respondo golpeando. Me torno salvaje. La furia bloquea el dolor, y no me importa desatar una carnicería.
Noto que estos evolucionados no parecen estar en sí, pero tampoco me preocupo por ser gentil por eso. Me embisten y caemos afuera del lugar. Corto piel con mis garras, golpeo, muerdo. No me importa que también me arranquen carne. Mi furia es tal, que nada duele, solo quiero proteger a Marien y evitar que me separen de ella.
Mi pulso va a mil. Golpeo a uno y aparto al otro, pero el tercero se dirige a Marien, quien, para mi horror, está forcejeando con el hombre, quizá queriendo quitarle ese aparato que usó. El tipo tira de su cabello, haciéndola gritar, y el deseo de golpearlo me invade. El evolucionado casi la alcanza y corro.
No, no, no, ¡no!
La embiste, pero lo ataco antes de que vuelva siquiera a acercarse de nuevo a ella. Rodamos, le arranco carne, lleno de furia y recibo su zarpazo. Todo es bastante rápido, los otros dos ya están dando pelea. Escucho a Marien en su propia lucha y solo quiero protegerla de todo.
La frustración por no poder me invade. Ella no debería estar en esta situación. El hombre la aprisiona contra el suelo y me lanzo a atacarlo, hirviendo en rabia. Los evolucionados tiran de mí, rasgando piel para evitarlo, pero no me detengo. Embisto al tipo y los otros me siguen atacando.
Marien es arrastrada a la lucha por uno de ellos así que la empujo fuera. Todo es tan rápido y caótico, que, sin darse cuenta, el evolucionado mata a su jefe de un solo golpe por querer apartarlo y llegar a mí para seguir atacándome. Marien grita asustada. Sin duda están fuera de sí.
Si bien he entrenado para esto, tengo un tiempo límite. Puede que no sienta el dolor de todas mis heridas, pero sé que estoy sangrando mucho, y me empieza a faltar fuerza. Sin que me importe, y también cegado por mi fiera interior, sigo peleando como un león rabioso.
Entonces, de pronto se detienen, sus pupilas se dilatan un poco y empiezan a observar de verdad. Sin embargo, sigo gruñendo, todavía en una lucha, sintiendo que van a lanzarse de nuevo a mí, sintiendo que Marien todavía está en peligro.
No puedo dejarla a merced de estos peligrosos hombres. ¡No puedo fallar!
Pero... El frío me recorre. Doy un paso hacia atrás... Y todo se vuelve oscuridad.
Marien...
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