Capítulo 15: Cosas de humanos

—Ahora vas a aprender algo que los humanos siempre hacen —había dicho Orión aquella vez.

Yo todavía era joven, pero eso no importaba, ya había iniciado mi entrenamiento real, ya que un evolucionado guerrero debía ser "hombre" a partir de los quince años y entrenar de forma muy dura. Todos debíamos ser ya autosuficientes.

—¿Qué es? —A veces me habían reprendido por hacer muchas preguntas.

Algunos hombres de Orión rieron en silencio, entre ellos, Apus y Antares. Altair solo miraba cruzado de brazos a un costado. En ese momento, se me abalanzaron a golpes. Un puñetazo me tumbó hacia otro quien me dio un golpe y así me usaron como saco. Sus garras rasgaron mi camiseta y, por intentar cubrirme mientras reclamaba, caí, siendo víctima de fuertes patadas.

Reconocí las risas de burla de algunos mientras el dolor me invadía. Empecé a gruñir. Por cubrir mi estómago, me lastimaron el brazo. La punta de un zapato golpeó mi espalda, otra me dio un pisotón, y yo solo podía cubrirme.

De pronto finalmente se detuvieron y empecé a respirar hondo, cansado a pesar de no haber peleado. El dolor a veces causaba eso. El enojarme y gruñir ayudaba a aplacarlo, pero luego el dolor volvía.

Estaba sin camiseta. Los empecé a mirar con rabia sin dejar de gruñir.

Orión mantenía una sonrisa de suficiencia.

—Los humanos están acostumbrados a mostrar su cuerpo, así que de ahora en adelante tú también debes hacerte a la idea de mostrarte.

Sentí las miradas de todos en mí, así que inútilmente seguí queriendo cubrirme.

—Ponte de pie. No es para tanto. No tienes nada que esconder, recuerda que tu cuerpo es tu arma.

Con dificultad, y todavía muy incómodo, obedecí, porque eso era lo que debía hacer siempre. Obedecer...


En realidad, no fue tan malo, me hicieron aprender, aunque de mala manera, que no había problema, excepto, claro, por el hecho de que ninguna chica del pueblo debía verme así. Lamentablemente, alguien siempre me espiaba de vez en cuando. Ursa.

Estaba entrenando con Altair y ella solo apareció queriendo hablarme y se espantó y me dio la espalda enseguida. Yo solo me disculpé y me cubrí mientras Altair reía. Entonces descubrí la otra ventaja: ella ya no aparecería así tan de pronto. Desde ese entonces ella avisaba desde lejos si estaba acercándose, ya que no quería "ver cosas desagradables".


Hasta que Marien me vio de esa forma esa vez... y me di cuenta de que no era incómodo en su caso... Desde entonces, la poca incomodidad que quedaba se fue, aunque solo con ella. Así que ya no me sentí raro cuando ella me vio al darle mi camisa, tampoco me siento raro estando así frente a ella, si va a mirarme de esa forma que me hace sentir... que no le soy una "cosa desagradable".


Mi pecho vibra suavemente, pero entre despierto y dormido, me detengo. ¿He ronroneado acaso? No tengo ni idea, solo sé que me siento muy tranquilo. Parpadeo apenas y veo a Marien tomando algunas cosas. Lo último que recuerdo es que vinimos a este hotel y ella salió, dejándome a que me acomodara.

—Volviste —murmuro.

Ella voltea y sonríe con esa dulzura que desarma.

—Descansa, voy a ducharme.

Le devuelvo la sonrisa y me reacomodo. Cuando ella entra al baño, giro. Aunque quiero seguir durmiendo, mi mente ya se activó.

En el pueblo muy pocas veces pude dormir todo lo que quise. De niño quizá un par de veces, luego ya nunca más. Siempre me tuve que levantar como a las cinco de la mañana, e incluso eso para algunos ya era tarde.

El agua de la ducha corre y vuelve la imagen de Marien intentando cubrirse bajo el agua poco profunda. ¿Ese desterrado la habrá visto? Antes había dicho que soy solo un niño y dio a entender que hay cosas que no sé. ¡Ugh, pues será que no las sé porque no soy un indecente como él!

Ahora me siento molesto, he fruncido el ceño con solo recordar lo que dijo. "Quiero a la humana, huele bien".

Suspiro y quedo mirando todo lo que ha traído. Hay bolsas en la mesa cerca de ese aparato que los humanos usan para verse a sí mismos en "películas" como les llaman.

Giro de nuevo y veo el techo, algunas de las raras luces que tiene están apagadas, pero parece que, si se las enciende, brillarían de un color distinto a la principal, que es blanca. Hay un espejo que sube y es parte del techo sobre la cama.

Me quedo mirando un rato, es raro. ¿Por qué pondrían eso ahí? Ni siquiera es útil estando tan lejos de sus ojos. Un aroma delicioso viene de una de las bolsas, así que al final mi curiosidad gana y salgo de la cama para ir a investigar.

Reviso y encuentro algunas ropas, lo que me sorprende y me hace recordar que no tengo más que lo que tomé del hospital. ¿Será para mí? Muevo un poco las telas y logro ver una prenda bastante pequeña. Eso definitivamente no es mío, así que cierro la bolsa casi de golpe en un acto reflejo.

Con los labios formando una sola línea, dirijo mi vista hacia la otra bolsa y sonrío al detectar que el rico aroma viene de ahí, además hay algunas botellas que reconozco enseguida, lo que me hace sentir más contento.

—Hey —dice Marien detrás de mí, ya que ha salido del baño.

—Hey —la veo con emoción—, trajiste leche.

Ella ríe entre dientes y se acerca. Está vestida con ropa nueva y se acomoda el cabello húmedo.

—Sí, pero traje más cosas. —Pone unas camisetas en la cama—. Espero te guste... —También saca la comida de la otra bolsa, el resto lo guarda en su mochila.

Tomo una de las camisetas y me la pongo mientras ella arregla sus cosas.

—Genial, gracias.

Aunque no estoy incomodo mostrándome a ella, me ha dado ropa, y ese es un gran gesto. Debo ponérmelo para que sepa que me gusta. Me da la comida que ha traído y se dispone a comer.

—Creí que la piel de ustedes podía curarse por completo...

Su comentario me sorprende, entonces recuerdo que tengo marcas, algunas cicatrices por entrenamiento y peleas que fueron heridas en su momento, que ya sanaron. Parece que los humanos saben que nos curamos bien, pero no saben que no siempre.

—Supongo que nada es perfecto. Si la herida es muy grave, puede quedar una leve marca.

Ella asiente y parece levemente afectada por algún motivo, pero no tarda en seguir queriendo saber más de nosotros.

—¿Ustedes cómo se organizan? Es decir, ¿por familias, grupos grandes o... de a dos? —vuelve a tomarme por sorpresa mientras olfateo el delicioso olor de la carne del pan que tengo en las manos.

¿Por qué específicamente de a dos? ¿Sabe lo de los núcleos? ¿Ellos también tienen algo así de sagrado?

—Entrenamos duro desde niños y aprendemos el oficio de nuestros padres. Después de terminar los estudios en la escuela y que te hayan enseñado a hacer de todo un poco, pues... Decides con tu familia con qué joven podrías unirte para formar un nuevo núcleo. Luego nos enseñan nuevas cosas sobre eso...

—Así que... no les hablan de eso hasta que lo hayan puesto en marcha.

—Sí, eso ocurre con todo en general. Los mayores no tienen permitido hablar sobre los conocimientos que les dan cuando son... mayores, valga la redundancia. —Abro el empaque que cubre el pan con carne que tengo, debo pensar en no hablar mucho, nada que le haga sospechar de mí y de esa misión. Aunque no me sienta bien mentirle, quizá por ahora, solo por ahora, es mejor—. Yo escapé antes. Como dije, uno debe ser lo que su padre fue, cada grupo de familias se encarga de hacer una cosa. Por ejemplo, hay los que hacen la ropa, los que hacen comida, los que hacen artefactos, y yo... —Bueno, debo ser convincente, tener su empatía—. Lo siento, mentí, no escapé. Fui desterrado, al igual que los evolucionados que están ahí afuera. Y es una vergüenza para mí tener que admitirlo.

—Lo siento... Pero descuida, no necesitabas mentir, no debes tener vergüenza conmigo.

—Es un deshonor no obedecer, los castigos no son para nada agradables.

—Ya me lo imagino.

Paso el trago amargo de haberle engañado. Debería decirle, pero si huye y no la vuelvo a ver me frustraría más. Caramba, soy tan egoísta que la sola idea de dejar de verla me hace querer mantenerla a mi lado como sea. Sé que no está bien, pero ¿qué puedo hacer?

Quizá soy tan malo e indecente como ese desterrado. Al menos él supo retirarse a tiempo...

—Pero... ¿qué pasa si vuelves? —pregunta.

Suelto aire despacio, y me encuentro a mí mismo siguiendo con la mentira. Diciendo lo que pasaría en el hipotético caso de que ese fuera yo.

—Si eliges ser desterrado te vas sin honor, porque la otra opción es morir.

—Entonces...

—Si vuelvo recobraría el honor que mi familia ha perdido por causa mía, dejando que me maten. Bueno, salvo que haga algo muy, muy importante para mi pueblo. —Entonces recuerdo lo que dije antes, para convencerla de que no escapara—. Por eso quería hacerles desistir de usar la toxina... Pero eso no va a pasar... Y, sí, sí he pensado en volver...

—No. —Quedo en silencio—. No. Yo te voy a ayudar. Iremos a la capital y evitaremos que usen la toxina, ¿entendido?

Oh... ¿Haría eso por mí? Es decir... si es que fuese mi caso, pero no lo es. O quizá sí, quizá podemos hacer eso...

—Gracias —murmuro.

Luego recuerdo que de todas formas Orión está esperando. Si tardamos sospechará, y sé que sabe bien en dónde estoy. No puedo permitir que lastime a mamá de ninguna manera si cree que me he escapado, o que la humillen siquiera un poco. Tengo que seguir con esto y olvidar mi capricho...

—Nosotros tenemos algo que se llama matrimonio —ella continúa hablando.

Me alegra que ya no se trate de mí.

—Ya veo. Y ellos pueden dormir juntos, ¿no?

—Sí.

Lo sabía, es como lo nuestro. Como dijo su primo cuando dijo que dormiríamos juntos.

—Quizá podría decirse que cometí una falta al dormir contigo, pero no eres una H.E. y no estamos en mi ciudad, así que no hice nada ilegal. —Guiño un ojo a modo de juego como lo hacen ellos a veces, y sus mejillas toman ese tono rosado.

Mira hacia otro lado y continua con su comida. Rebusca algo en la bolsa y me da una botella. Dice leche.

—Gracias, pero... ¿Por qué es marrón? —cuestiono mientras la abro.

—Es chocolatada, si no te gusta no te preocupes. —Le doy un sorbo y... Oh, es cacao—. ¿Te gusta?

—Sí, ya lo había probado. Lo llamamos "dulce de cacao". —Como tú—. Aunque, claro, nunca lo probé con leche y este es más dulce.

Admito que han hecho una buena combinación. Es como ella, perfecta, pero no tengo el valor de decírselo. Mi dulce leche, mi dulce de cacao, mi Marien...

En eso, los murmullos de la habitación de al lado, a los que no les prestaba atención como suele suceder cuando no es de importancia, se tornan en especie de gritos o quejidos de una mujer. Quedo mirando hacia el muro que da a ese lado.

¿Estarán peleando? Aunque no suena a pelea, no sabría decir... Suena a como cuando alguna chica se quejaba cuando su compañera la golpeaba en los duelos en mi pueblo, aunque es diferente, en este caso parece ser más de gozo... "extremo", o algo así.

—¿Qué? —pregunta Marien al notarme pensativo.

—¿No escuchas? —le señalo a la pared.

Yo los escucho bastante claro, pero parece que ella no. Se acerca y pega su oreja al muro para poder hacerlo, y es en ese momento que su rostro se vuelve más rojo y me mira con espanto.

—¿Qué le pasa?

—¡NADA! —Se tapa la boca luego de haberse apresurado a responder.

Sonrío arqueando una ceja apenas. Sé que sabe, no parece que fuera algo malo, solo quiero saber qué es. ¿No va a decirme?

—Hey, yo respondo a todas tus preguntas.

—¡Sí, sí, pero es que no es nada grave, está feliz!

—Está feliz... —Puesss, sí lo parece, aunque no haya escuchado esa clase de felicidad en el pueblo, ha de ser cosa de humanos... Pero ¿cómo y por qué? ¿Podría hacerla así de feliz a ell—

—Oye, eh. —Interrumpe mis pensamientos—. ¡Quiero que me enseñes a pelear! —¿Eh?—. Quiero serte útil en vez de estar siempre corriendo a esconderme.

Arqueo una ceja y me pongo de pie.

—¿Crees tener oportunidad en una pelea contra un evolucionado?

—De algún modo podría hacer algo, ¿no? Por favor, hay tantas opciones: esquivarlos, golpear un punto débil, lo que sea.

—Bueno, veamos qué tan rápida eres esquivando. —Se pone de pie. Puedo ver que tiene algo de miedo, no quiero eso, así que le sonrío para hacer más ameno esto. No la lastimaría, esto es un juego, solo eso—. ¿Lista?

Asiente y me lanzo. Para sorpresa mía, ella ha reaccionado casi al mismo tiempo que yo y ha logrado esquivarme. La miro y me sonríe satisfecha mientras mueve las cejas. Oh hermosa, ¿ya te gustó el juego?

Sonrío y vuelvo a lanzarme. Me esquiva, intenta correr, pero la rodeo con mis brazos y se lo impido. Alza la vista a mis ojos y su aliento golpea mi mentón. Arqueo una ceja.

—Si te atrapan así, podrían romperte algunas costillas —le advierto con suavidad.

La libero. Luego de que está en posición, vuelvo a atacar y me esquiva, pero mis reacciones son más rápidas así que la atrapo al segundo movimiento, quedando ella de espaldas a mí.

Aprieto su delicado cuerpo contra mi pecho. No puedo resistirme a su aroma, me llama.

Su cuello está a mi alcance, eso podría ser mortal, pero justo en este momento, es la tentación pura para despegarme de mis principios. Me inclino un poco y deslizo la punta de mi nariz por su suave piel. Su corazón se acelera y, por algún motivo, me gusta que eso pase.

—Si un evolucionado alcanza tu yugular, estás muerta —le informo en un susurro.

La suelto, aunque sin muchas ganas, pero es que mi mente empieza a querer seguir con fantasías extrañas.

—Bueno, quizá estando muy cerca no tenga oportunidad —murmura—, ¿pero podría golpearlo?

Sonrío ampliamente ante su entusiasmo.

—Adelante, inténtalo con toda tu fuerza.

Da un débil puñetazo, el cual detengo con facilidad con mi mano, a lo que enseguida empieza a tratar de liberarse tirando de forma graciosa, pero no puede.

—¡Bien! Es inútil, ya me di cuenta —la suelto—. Pero y si lograra darle un golpe, ¿por pura suerte?

—Bueno, dame un golpe en el estómago a ver qué tan duro puedes golpear.

—¿Seguro? Usaré toda mi fuerza —advierte, y eso me causa más gracia. Ha visto evolucionados golpearme.

—Podré soportarlo.

Golpea mi estómago y es como si un pequeño niño lo hubiera hecho. Río.

—No seas cruel conmigo —se soba el puño y me preocupo—, una vez dijiste que podías golpearlos en la cabeza y los atontabas.

Tomo su mano y la froto con delicadeza.

—Muy bien, creí que no recordabas. Pero debes conseguir algo realmente duro y tener la fuerza, y en tu caso la suerte, para poder darle.

—¡Bien! Al fin logré un avance —exclama feliz y sonrío.

—Entonces ya sabes, dependemos de nuestros sentidos así que un buen golpe en la cabeza puede darte unos minutos de ventaja. Debes procurar coger algún objeto grande y pesado. Si un H.E viene por ti, lo primero que puedes hacer es agacharte, girar y golpearlo con todas tus fuerzas en la cabeza.

—¿Y luego?

—Y luego huyes por tu vida.

—Ja, ja —se ríe de forma extraña.

Acaricio su mano mientras la observo. Se percata de ello, sonríe y planta sus bonitos ojos marrones en los míos. Le sonrío también.

—¿Sucede algo?

Parece reaccionar.

—No, todo está bien... —Se separa de mí y la veo acomodar sus cosas.

Me comporto como depredador a veces, no soy capaz de retirarle la vista, soy el colmo. Mis comparaciones han sido acertadas con ella. Es frágil como un ave inofensiva, no puedo dejar que le pase nada. Voy a hacer todo lo que esté en mi alcance para que las cosas salgan bien... Y debo dejar de tener estos deseos extraños con su cuerpo.


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