Capítulo 14: Tentación
La veo salir de la oficina de la muralla, ha dejado al niño. En parte me sorprende, es decir, yo me he sorprendido por mi descuido. La he dejado sola, pudo haberse escapado de mí. Pudo haber pensado que soy muy salvaje y peligroso y cambiado de parecer.
Sin embargo, ahí está, buscándome con la mirada mientras se abraza a sí misma. Pudo haber escapado, si piensa que soy un monstruo, pero no lo ha hecho... Nuevamente me pregunto si es porque quiere saber sobre los evolucionados.
Niego y me le acerco. Ella, apenas siente movimiento, voltea y me ve. Sonríe con esa dulzura que me desarma y camina hacia mí.
Caramba. Soy un lío cerca de ella.
—¿Lista?
Ella asiente y empezamos a caminar. La veo observar los lentes de sol oscuros, rotos, suspira triste y trata de repararlos mientras andamos. Yo ni siquiera recordaba que los tenía puestos cuando me lancé a pelear.
Está afectada. Muchos humanos sí son empáticos con los suyos, no como Orión dijo.
—¿Estás bien?
—Sí, tranquilo —murmura apenas.
No es posible. Sé que miente, pero solo quiero consolarla. Bueno, debo respetar eso, además es mejor. Al final, también soy malo, un monstruo, voy a llevarla con Orión, no necesita contarme nada.
—Busquemos en donde comer, ¿sí? —pregunta de pronto con su sonrisa, ya más tranquila.
—Claro...
Tomamos asiento cerca de un río y sonrío al detectar un aroma conocido en el matorral más cercano. Sale un conejo y me preparo, no parpadeo si quiera, me he agazapado tan despacio que no se ha dado cuenta, así que antes de que lo haga, me lanzo.
Entierro los colmillos en aquel preciso lugar de su cuello y ruedo por el impulso que había tomado. Me pongo de pie con el animal ya muerto.
—¿Te gusta el conejo? —le pregunto a Marien.
—Sí, ¡pero vivo! —reclama.
No puedo evitar reír por su cara de espanto. Es normal cazar, si no, ¿cómo viven? He sido considerado con el pobre.
—Vamos, no sufrió —le aclaro.
—Eres...
—Tú comes carne, ¿no es así?
Quiere decir algo, pero solo aprieta los labios con las palabras atascadas en la boca. Se gira para no ver y vuelvo a reír. Ella no es vegetariana como algunos humanos dicen ser, entonces ¿por qué le asusta? ¿Acaso ellos no los tienen que matar también? Um... En fin.
Me dedico a preparar al animal mientras ella come lo que su tía nos dio.
—Bueno —parece resignada—, supongo que podrás cazar el almuerzo cuando nos haga falta.
Le regalo mi sonrisa una vez más y le doy un poco de carne para que coma también, con la ilusión de que le guste lo que he hecho. Otra sensación nueva.
Luego de eso, nos alistamos para seguir. Jugueteamos un poco en el río, al lavarnos los dientes, lanzándonos pequeñas gotas de agua y riendo. Me siento mejor al verla más calmada y con ganas de jugar. Lo que nuevamente me hace dudar en si piensa que soy un monstruo de verdad o solo estaba muy asustada.
Mientras andamos, pienso en la ruta a tomar. Ella se deja llevar por mí, en verdad no sospecha, o es que, como dijo Altair, no le importa porque tiene el control de la situación y de mí. Aunque quizá debería dejar de pensar como si todo fuera el campo de pelea...
—Espero que no te hayas comido alguno de los pajaritos que atrapabas en el jardín del laboratorio —comenta con diversión en la voz.
Sonrío un poco, saliendo de mi mente perturbada.
—No, solo lo hacía por puro gusto. Además... mucha pluma.
Ríe, y me fascina.
—Oh, qué exigente.
No soy de aves, prefiero perseguirlas, son como un reto. Lamentablemente, cuando era niño, por mucho jugar maté a uno. Estuve intentando ponerlo de pie durante una hora, pero la pobre avecilla ya no despertó. Nunca más volví a jugar más de la cuenta.
Marien toma un aparatito que llevaba con ella en un bolsillo y me da una cosita blanca que, por lo que veo, va en el oído.
—Woah... Había escuchado historias sobre estos aparatos.
—En serio, ¿en qué época creen que están ustedes? Bueno, esto es un reproductor. Te lo voy a regalar para que escuches todo lo que tiene, ¿está bien?
Eso me llena de ilusión, saber que piensa en darme algo. Ugh, espera, yo no tengo nada para ella. Bah, ya veré qué le doy. Tiene que ser hermoso, como ella...
Caída la noche, ella quiere armar una fogata.
—No ahora —le pido—, puede alertar a los depredadores, o peor, evolucionados.
Ella suspira y asiente.
—Es verdad, qué tonta —susurra al final.
—No. No lo eres.
Sonríe. Mira a los costados con preocupación, parece incomoda, quizás por la oscuridad. Yo veo claro y por eso no tengo problema.
No conozco esta ruta, no es la que había tomado para llegar a su ciudad, me he desviado un poco para no hacerla sospechar, para pasar por otras ciudades, y para alargar el camino.
—Me daré un baño —dice de pronto.
¿Qué? ¿En medio del campo, con todos esos depredadores cercanos?
—¿Justo ahora? Quédate donde pueda verte.
—¿Estás loco? —exclama, sorprendiéndome—. Olvídalo, creo que no entiendes. Ya vuelvo.
Se va y me deja absorto.
¿La molesté?
En ese momento me doy cuenta de lo que dije. ¡¿Que se quedara donde pudiera verla?! ¡Me expresé mal! No quiero ver su desnudez... Bueno, rayos, sí, pero no lo dije pensado en eso...
¡Soy un inmoral! ¡¿Cómo puedo haber pensado en que sí quiero verla?!
Miro hacia donde se fue e intento relajarme, pero no funciona, ahora que esa nueva idea ronda mi cabeza.
¿Cómo será ver su cuerpo? ¿Cómo será tocar su piel? Mi mente vuela, no es difícil imaginar, esa suave y bonita piel que apenas me he atrevido a tocar. Pasear la punta de mi nariz por sus curvas desnudas, admirándola, porque en verdad soy consciente de que la veo como una obra de arte maestra.
El calor se hace presente en mis mejillas y siento vergüenza conmigo mismo por no poder contener aquellos pensamientos de perdición. Los ancianos del pueblo me desterrarían. He hecho distintas travesuras cuando estaba en mi pueblo, pero esto ya es pasar el límite. Esto jamás me había pasado.
El asunto es que ella está desnuda ahora, a pocos metros, y la tentación por espiar me carcome.
Sólo sería saciar mi curiosidad...
No, no es correcto.
... Pero sé ser muy silencioso...
No. No puedo, no debo.
Sacudo la cabeza. Respiro hondo y me baja la presión. ¡Maldición, el H.E! Echo a correr de un salto y maldigo por lo bajo cada milisegundo por mi distracción.
Hice lo que Marien pidió y no lo até a una roca para que meditara y se fuera sin buscar pelea, pero debí obedecer a mi instinto, ya que es el mismo. ¡Nos ha seguido!
Irrumpo en la orilla y la veo, ella se oculta de mí bajo el agua hasta el cuello. Ubico al intruso a mi derecha y corro hacia su dirección. Éste sale de su escondite a atacar a mi chica, pero no llega muy lejos. Lo intercepto y caemos en el agua poco profunda. Nuevamente me desconozco y me torno agresivo. Gruño, muerdo y golpeo sin importar qué.
El muy malnacido quería dañar a mi dulce dama, y peor, ¡seguro la ha visto desnuda!
Le marco la cara de un zarpazo, pero me devuelve el golpe y caigo. Salta y me presiona contra el fondo, el agua me cubre. No puedo con su fuerza, no puedo respirar, le araño los brazos y pataleo, pero no me deja. Ha descubierto que pierdo los cabos cuando se trata de ella y ha tomado ventaja a pesar de tener un brazo mal.
De pronto me suelta al fin, pero, para horror mío, Marien está sobre él, golpeándolo. El hombre intenta atraparla así que vuelvo al ataque. Tiro de él y lo trato de sofocar con mi brazo contra su cuello. Forcejea y caemos, le doy otro golpe y queda en el agua.
Le divierte y ríe a duras penas.
—¿Quién...? ¿Quién te enseñó a pelear así? —Tose y trata de recuperar la respiración. Retrocedo un par de pasos, manteniendo la guardia. Sin duda sabe que no soy alguien común del pueblo, pero no pienso responder—. Está bien. Tú ganas. Me iré. Solo tuviste suerte esta vez.
Al fin decide rendirse y se pone de pie para irse. Respiro hondo con más calma cuando ya está fuera de mi vista.
—¿Estás bien? —le pregunto a Marien.
—¿Y tú?
—Descuida, sanamos rápido. —Volteo y la veo cubrir su cuerpo con las piernas recogidas contra su pecho y con sus brazos, bajo el agua poco profunda—. Vámonos de aquí, traeré tu ropa. —Me saco la camisa para darle y ella queda mirando un par de segundos extra mi torso—. Vamos, prometo que no te miraré. —Le extiendo la mano mirando a otro lado—. Tampoco pensaba hacerlo antes, creo que me malinterpretaste. No lo haría... no sería nada honorable.
Voy por su ropa mientras ella se cubre. Siento vergüenza por las cosas que pensé antes. Aun me sorprendo a mí mismo, pero no puede volver a pasar. No está bien. Ella merece mi respeto. ¿Qué rayos me pasa?
Tomo su ropa y se la llevo.
Luego de secarse y vestirse mientras la cuido de espaldas, me da mi camisa. Su aroma se ha impregnado en la húmeda tela y la imagen de ella cubriéndose vuelve mi mente. Sus piernas contraídas, la curva de su cintura, las curvas en su pecho escondidas tras sus finos brazos...
Sacudo la cabeza. Debería sentirme indigno, ya no debo seguir pensando.
Luego de caminar un buen tramo, termino llevándola en mi espalda para que no pase muy mala noche. Su calor me abriga y terminamos llegando a la siguiente ciudad en la mañana.
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