Capítulo 13: Un monstruo en mi interior
Una suave caricia en mi mano me hace despertar, y lo primero que veo es su bonito rostro muy cerca al mío. La miro detenidamente, pero ella empieza a enrojecer. Oh no. Es que estoy muy cerca, pasados los límites del espacio personal, me quedé en donde desperté después de esa pesadilla.
Y peor. Escuchamos unas risillas y resulta que sus pequeños primos nos miran asomándose por el borde de la cama. Marien entonces se espanta y se aleja, cayendo de la cama.
Ouuu...
Creo que no me había sentido tan avergonzado conmigo mismo en toda mi vida. Quizá ella ha creído que tenía espacio para alejarse, pero no, por mi culpa, por haber venido hacia su lado de la cama. Qué desvergonzado.
Voy y la ayudo mientras sus primos salen corriendo y ella se arregla las ropas diciendo que está bien y sonríe. Eso me alivia.
Luego de probar un tremendo y delicioso desayuno, ya estamos listos para salir. En parte no quiero porque es como volver a la realidad, afrontar mi indecisión de si llevarla con Orión o no, si es que lo hago y las cosas salen mal, o si es que logro engañarlo de algún modo y llevármela.
Cuando me doy cuenta, ya estamos de camino a la salida de la ciudad. Entonces ella me saca de mis pensamientos entregándome algo: lentes oscuros. Vaya, son raros, pero los he visto antes, algunos humanos los usan.
—¿Por qué? —quiero saber.
—Tus ojos.
—Ah... Claro.
No me queda opción que ponérmelos para que nadie note mis raros ojos, y ella parece emocionarse.
—¡Luces genial!
—Bueno, no me adapto a tener algo en la cara.
—Oh, lo harás —me anima dándome palmaditas en el hombro—. Así que... te escapaste, ¿eh?
Quiere saber de mí, y yo solo tengo mentiras para contar, mientras pienso en cómo solucionar todo.
—Sí...
—¿No intentarán buscarte?
—No. No les interesa lo que cada uno haga, casi. No había planeado terminar atrapado. Esa noche me puse a pensar en mi madre decepcionada...
—¿Ya ves? Entonces a tu mamá sí le importas.
—No, ella... Está bien, no debo deshonrarla más, eso es todo.
No quiero hablar más de mí, así que cambio de tema y hablamos sobre las sospechas del sujeto que me atrapó, y demás cosas. Eso me trae una nueva duda.
—¿Y tú? ¿Sospechabas de mí?
—No al inicio, la verdad... Me gus... —Se queda en silencio un segundo, intrigándome. ¿Gus qué? ¿Gustar? ¡¿Le gusta algo de mí?!—. Yo pensaba que el color de tus ojos era muy deslumbrante como para ser normal.
—¿Te gustan mis ojos? —suelto lleno de repentina curiosidad e ilusión.
Pero luego me arrepiento, esperando una negativa, ya que sé que luzco aterrador...
—Sí, me gustan. —Me guiña un ojo y siento el calor volando a mis mejillas.
—Creo que me gusta que te gusten, creí que te asustaban...
Ella solo sonríe. Hoy es uno de los mejores días de mi vida, no sólo dormí con ella, sino que dijo que le gustan mis ojos. Eso me hace completa y extrañamente feliz, lo cual es nuevo también. Había creído que le aterraban y estaba conforme con eso, pero saber que no, me alegra.
***
Más pronto que tarde llegamos cerca de la muralla esa que cerca la ciudad y puedo ver los techos bajos y altos que me ayudaron a escapar para ver a Altair. Sin embargo, detecto el aroma de él y me preocupo. ¿Será que sigue en el bosque?
¿Acaso está esperando para atacar?
—Sin duda usaron los techos de esas casas, si me acerco quizá puedo olfatearlos aún —murmuro, tratando de tener una excusa.
Ella dice algo más, pero como me deja ir, solo sigo, absorto por mi preocupación. Si Altair está por ahí, podría arruinarlo todo. Aunque cuando me acerco más me doy cuenta de que quizá me ha parecido. Total, hay aromas similares, aunque nunca el mismo, pero como ya ha pasado tiempo, quizá es solo mi mente.
Niego y respiro con más calma. Es mi amigo, y le pedí que por favor no interviniera o podría asustar a "la humana" y arruinar la misión. Confío en que sabe lo importante que es todo esto para nuestro pueblo.
Al voltear para regresar con Marien, me doy cuenta de que protege a un niño y está rodeada de sujetos. Me vuelvo a preocupar y corro hacia ellos.
El tipo está por atacarla y lo detengo en seco para luego darle un solo golpe que lo tira lejos unos tres metros.
Lo miro con enojo mientras sus cómplices escapan como los covares que son, pero el sujeto ya no se levanta. Sí lo he dejado inconsciente, aunque pudiera haberlo matado... Pero Marien llamándome me hace regresar.
—¿Estás bien? —quiero saber.
—El niño ha perdido a su padre. —Y se pone a consolarlo.
Arqueo una ceja. Bueno, al menos sé que está bien, además no olfateo sangre. No puedo dejar que mis preocupaciones me distraigan de nuevo, pudieron lastimarla en verdad.
—Debemos irnos.
—Vamos a preguntar en dónde puede estar tu papá, ¿sí? —le murmura al niño.
Al llegar a la salida, nos piden identificaciones, yo tengo la falsa que me dio Orión, el único problema es que Marien insiste en cargar con el niño, el cual no puede salir por ser menor de edad. Pero, para suerte nuestra, las puertas se abren para dejar entrar algunos buses y el niño corre, lo cual aprovecho para tomar la mano de ella y salir lo más rápido que puedo también.
Marien termina agotada así que nos detenemos y podemos caminar casi con calma por el bosque. Me siento libre de algún modo, excepto que ahora estoy con ella.
Ayudo con mi olfato para ver si el padre del niño está cerca, ya que dijo que no ha salido hace mucho. Marien, muy dulce, va hablando con él.
—¿Por qué tu papá buscaba dinero aquí afuera?
—No lo sé... Pero yo sé que él va a conseguirlo, así podremos curar a la abuela. Es solo que estoy asustado, aquí afuera están los monstruos.
Oh, vaya. Sí, los monstruos como yo, lamentablemente para ellos.
Entonces olfateo sangre, lo cual no es para nada bueno, y les pido silencio. Avanzo con ellos siguiéndome despacio, y al ver a alguien en el suelo inerte, que huele similar al niño, los detengo, pero el pequeño corre hacia el hombre y Marien lo sigue.
Caramba. Miro con preocupación a mi alrededor, ya que el evolucionado no está lejos tampoco, y pronto lo escucho venir. Me preocupo por una posible pelea y voy por Marien, quien está de rodillas al lado del niño que llora desconsoladamente.
No es su culpa, pero el escandalo no ha ayudado a pasar desapercibido.
Tomo al niño y se lo entrego a Marien para cargarla en brazos.
—¡Suéltame! —pide en llanto, sorprendiéndome un segundo.
Está muy alterada, pero no hay tiempo para consolarla. La arrojo a un matorral y volteo a darle frente al evolucionado que ha venido, gruñendo de inmediato en forma de amenaza.
Tiene la sangre del hombre todavía por la mejilla, se la limpia y sonríe apenas, mostrándose satisfecho. Es algún desterrado que ha perdido el camino, pero no le perdono lo que hace, no es honorable.
—¿Te quieres robar a mi presa? ¿No te es suficiente con la que tienes?
Mi gruñido se intensifica y me lanzo al ataque.
Me recibe con un golpe, haciéndome chocar contra un árbol, y ataco de nuevo como una fiera. Ha hecho llorar a Marien, ha matado a un humano sin motivo alguno. Es solo otro monstruo más.
El ser más muscular lo hace más lento que yo, así que no me es problema esquivar y atacar de forma salvaje. Sin embargo, el quejido de angustia de Marien se cuela por mi oído y el milisegundo de distracción me cuesta una mordida por parte de mi enemigo.
Gruño y lo alejo de un zarpazo. Su cara queda marcada por mis garras, pero no le importa, escupe la sangre y regresa al ataque. Arremeto contra él y caemos, empiezo a golpearlo, pero me bota a un costado, quiere lanzarse de nuevo, pero lo esquivo y termina en el suelo, tragando tierra.
Veloz, me lanzo a seguir estampando su cara contra el suelo, pero al escuchar como el niño solloza y Marien respira de forma entrecortada, mi furia quiere cegarme. El evolucionado intenta alcanzar mi cara con sus garras, aunque es inútil, presiono su cabeza contra la tierra para así desmayarlo por asfixia y no dejo de gruñir como una bestia.
Poco a poco va funcionando, y siento como si ese monstruo rabioso de mi interior me exigiera seguir...
—¡Antonio, para! —pide Marien de pronto—¡ANTONIO!
Reacciono y me detengo.
Escucho mi respiración profunda, la de ella, y al niño todavía llorando. El hombre tose.
—Te mataré a ti y a tu humana —amenaza con dificultad.
Siento el enojo volver y se me escapa otro gruñido. No voy a permitir que toque a Marien. Tomo su brazo enseguida y lo tuerzo, dislocando la articulación como me han enseñado, usando mucha fuerza.
El hombre grita como desquiciado y se retuerce en el suelo mientras me pongo de pie y me alejo.
—Antonio... —La suave voz de Marien.
La miro, pero está aterrada. Me mira con miedo, tal y como lo hacía en mis pesadillas... Oh no...
El niño llora y ella va enseguida a consolarlo luego de recorrerme con sus ojos asustados.
—También es un monstruo —solloza el pequeño, y quedo más quieto de lo que estaba.
Marien me da una rápida mirada cargada de miedo, pero fuerza una leve sonrisa para seguir consolándolo.
—N-no. No, él está de nuestro lado, tranquilo. Vas a estar bien. Te llevaremos de regreso, ¿sí?
Retrocedo un paso y bajo la vista.
Soy un monstruo también para ella, no importa cuanto diga que no. Me tiene miedo todavía. Lo entiendo, sí lo soy, soy muy agresivo, siempre me felicitaron por eso en el pueblo, pero para ella parece ser algo muy, muy malo.
Suelto aire. No puedo hacer nada, solo seguir con mi misión, eso es lo que debe preocuparme. Vuelvo a respirar hondo, recobrando mi compostura.
—Adelante, me desharé de él —le aviso. Así al menos puede estar sola y recobrarse también del susto.
—¿Lo matarás? —pregunta de pronto, asustada.
¿Qué? No entiendo. Arqueo una ceja. No sé si es malo o bueno que esté asustada por eso ahora. ¿Tan monstruoso me cree como para matar sin motivo? Es decir... Si algo le pasa a ella, no sé que haría, pero en este caso...
—Sé que lo estás pensando, pero no soy un psicópata asesino —aseguro, así calmarla—. Solo lo dejaré inconsciente, si es que el dolor ya no lo hizo, luego lo dejaré atado a una roca. —Y esa idea me divierte.
Ugh. Sí, soy un monstruo...
—Okey, eso ya es bastante psicópata. Solo déjalo lejos, por favor.
Asiento luego de soltar una leve risa con algo de alivio, al escucharla levemente mas calmada y porque, a pesar de todo, se preocupa por la vida de otro evolucionado.
Respira hondo y mantiene su sonrisa apenas, mientras le sostengo la mirada un par de pasos antes de voltear a ver al sujeto que sí yace inconsciente.
—Eh —ella me interrumpe cuando me dispongo a mover al hombre—. Si te vas lejos, ¿cómo te alcanzo?
Le vuelvo a sonreír de forma leve.
—Te encontraré, descuida. Ya conozco tu aroma. No tardo.
—Oh. —Baja la vista con un leve color rojo en sus mejillas y asiente—. Claro...
Se lleva al niño de regreso a la entrada de la ciudad que no está muy lejos.
Me apresuro y, de espaldas, tomo las piernas del hombre para arrastrarlo. Pesa, pero igual voy a paso ligero. Los evolucionados pesamos. Según escuché, pesamos algo más que los humanos, ya que nuestros huesos son más fuertes y tenemos cierto porcentaje más de músculo o algo así. No me he dedicado a estudiar todo eso.
Solo viví entrenando. Y es esta misión la que no debo arruinar, porque significa mi vida y la de mi gente. Debo ser fuerte, no dejarme vencer por mis raros sentimientos. Así como ella muy en el interior sigue sintiendo que soy un monstruo, así debo yo permanecer firme con mi misión.
Escucho el quejido del hombre y me detengo.
—Esto no acaba —murmura, y volteo a verlo con molestia—, quiero a esa humana, huele bien. —Ugh. ¡Este...!—. No creas que no sé que también piensas eso... Solo eres un niño.
Dejo caer sus piernas, me acerco, y mientras intenta seguir amenazándome y diciendo tonterías, lo dejo inconsciente con otro fuerte golpe.
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