Capítulo 12: Una noche especial
Marien me ha traído al hogar de una familiar suya, lo cual me preocupa, parece que de pronto se ha olvidado de lo que soy. La mujer abre la puerta y la abraza aliviada.
—¡Gracias al cielo estás bien! Vimos las noticias, el ataque a tu laboratorio ese y... —Voltea a verme y se horroriza—. Sus ojos... —murmura.
Marien también me mira y da un respingo para luego resoplar y empezar a explicarle.
—No es malo, tía, en serio, lo conozco desde hace un tiempo, además me ha salvado la vida. —No entiendo, ella también parece haberse asustado, o es que acaso no lo había asimilado ya. Quizá es la luz del pórtico lo que hace mi apariencia más visible y recién puede espantarse—. Por favor, necesitamos quedarnos aquí, solo esta noche.
—Si en verdad confías en él... los dejaré dormir aquí. —Marien le agradece con alivio.
Ella me teme, pero hace esto por Marien. Veo que no todos los humanos se desentienden de sus familias como dijo Orión, y en parte me alegra, así sé que esta dulce joven no está tan sola.
Al entrar, puedo saber que tiene hijos, una chica y un niño comentan con ilusión sobre mi naturaleza y su madre les advierte que tengan cuidado. Sigo sin entender. Marien pone en peligro a su familia trayendo a alguien como yo a su casa. ¿Tanto confía en mí? ¿Acaso no piensa mal de mí ni por un segundo?
Nos guía a una habitación hasta el fondo del pasillo y entro mientras ellas se dicen unas cuantas palabras más.
Pongo la mochila en el colchón. Es una sola cama, pero está bien, puedo dormir en el suelo, no es como si nunca lo hubiera hecho. He tenido que dormir en el bosque, en el frío de la montaña, entre rocas y más.
—Me debes muchas explicaciones —me habla Marien y me doy cuenta de que ya estamos solos.
—Adelante, pregunta.
—Déjame curarte primero.
Oh... Pero ya no estamos solos de nuevo...
Intento decirle, pero ella me hace retroceder poniendo sus manos en mi abdomen y eso me distrae por un segundo. Quedo sentado y su prima le alcanza lo que asumo es las cosas que usan para curar, por el olor.
Entonces vuelvo a distraerme al sentir las finas manos de Marien desabrochar mi camisa. Un dulce estremecimiento me recorre, pero no puedo evitar mirar de reojo a sus primos que están mirando, nuevamente saliendo de ese extraño ensueño y poniéndome incomodo.
Ella observa mi herida del costado y parece preocupada.
—Te dije que estaría bien, me regenero rápido además. No tienes que angustiarte...
Marien suspira y asiente. Se apresura a empezar a desinfectar y solo puedo observarla. Sus delicadas facciones me siguen atrapando, es un problema, y al mismo tiempo una satisfacción. Nadie se preocupó por curarme antes, ni Ursa, ni mamá, pero no es que sea algo malo, todos sabemos que nos curamos solos, así que es algo bastante nuevo que ella quiera cuidarme.
Algo muy nuevo que me hace sentir una extraña calidez.
Una vez que acaba se siente satisfecha y se sienta a mi lado. Ya veo que está en su naturaleza querer arreglarlo todo para estar tranquila, pero en verdad no es necesario que se preocupe por mí, puedo aguantar muchas cosas, es normal para nosotros los evolucionados.
—Siempre has tenido buen olfato y oído... —comenta de pronto.
—Sí, ya sabía de antemano cuando estabas cerca de mi habitación.
—¿Cómo es que parecías humano?
Uhm. No. No puedo decir esto, va en contra de mi gente. Aunque ella ha demostrado confiar en mí, puedo decirle, pero los niños siguen aquí. Los niños humanos hablan demasiado.
—¿Haces ejercicio? —pregunta la niña, y solo quedo mirándola con intriga.
¿Por qué pregunta eso? Todos hacen ejercicio...
Al menos, mientras medito sobre sus costumbres físicas, Marien le explica que los evolucionados somos fibra, y que nos dejen solos un momento. Sí, al fin.
—Ahora puedes decirme. Puedes confiar en mí —insiste ella en un dulce y suave tono de voz que me hace querer decirle incluso más cosas.
Ya que merece saberlo, y ha notado que no quiero que nadie más sepa, le cuento sobre mi etapa de transición, que ha durado poco y, de paso, le confieso que siempre tuve curiosidad por su especie, aunque no era tanta como la que tengo ahora por ella... solo ella.
—Ya veo. Te arriesgaste, pudiste terminar en la mesa de Marcos, listo para abrirte la panza, en serio... —dice entre suaves risas y no puedo evitar reír también.
De pronto se pone de pie y toma mi mentón, produciéndome todo un sinfín de sensaciones al hacerme verla a los ojos, bonitos ojos. Su pulgar se pasea por mi labio inferior y más estremecimientos me recorren, pero pronto entiendo que quiere verme los dientes, así que abro levemente la boca. Mientras observa mis caninos su pulgar vuelve a recorrer mi labio con suavidad y otra vez soy víctima de la corriente. Sacude la cabeza y se aleja.
—Tus caninos superiores miden casi tres cuartos de pulgada desde la encía, los inferiores son casi normales, pero sí sobresalen un poquito. —Me mira con ¿ternura?—. Eres un joven y salvaje H.E. saludable.
Le sonrío ampliamente y su tía se asoma para avisarnos que ya está servida la cena. Sigo a mi dama hacia el comedor. Aún no asimilo que me haya aceptado tal y como soy, a pesar de haberse asustado, creo que no tiene idea de lo feliz que me ha hecho.
La cena transcurre amena. Los hijos de la señora son bastante entretenidos, el niño se emociona por mis colmillos y la niña... bueno, ella cree que soy simpático. No me había detenido a pensar en eso, creí que era aterrador para ellos.
Miro de reojo a Marien y mantiene una leve sonrisa. ¿Pensará eso de mí? Algo en mi interior quisiera que sí, y no sé por qué. En realidad, soy consciente de que quiero muchas cosas, quiero ser el único para sus ojos, que me vea diferente como yo a ella, quiero atraerle, gustarle más que su dulce preferido.
Antes de darme cuenta ya terminé la leche que me dieron y también la de Marien. Creo que ella me encanta tanto o más que la leche. Relamo mi labio superior y a causa de eso y la chica Lucia me compara con un gato, a lo que el niño contradice, diciendo que los H.E somos como leones. Ja, no lo había pensado así tampoco. Su madre los calla y Marien les da unas cuantas advertencias sobre mi especie.
—¿Y cuál es su dieta normal? —la pregunta me toma por sorpresa.
Los niños me miran, esperando.
—Es sobre todo proteína. Desde la infancia, casi todo es carne.
—Genial —habla el niño—. ¿Carne cruda?
¿Qué? No puedo evitar soltar una leve risa. Recuerdo las palabras de Orión cuando dijo que los humanos son medio "sádicos", que hallan divertidas o "geniales" cosas que no deben, pero, en fin.
—No, sí la cocinan, a veces de forma parcial y a veces por completo, no somos tan salvajes —aclaro.
—Yo sé que no —murmura la niña esta vez—, a pesar de que Marien siempre decía que eran unos monstruos.
Ou.
Siento a Marien tensarse a mi lado y hasta puedo escucharla ahogar alguna exclamación. Entonces, sí, piensa eso de nosotros, pero esta vez la entiendo. Sus padres no están con ella y es por causa de mi especie. Un evolucionado los vengaría, pero ella...
—Antes no lo conocía a él —balbucea con vergüenza.
—No, tienes razón —quiero calmarla. Aquí el que siente vergüenza por su especie, soy yo—. No lo puedo negar, somos monstruos.
Ella me dirige su inocente mirada aun con preocupación, aprieto los labios asintiendo apenas y regreso a mi comida.
Después de terminar, Marien va a hacer algunas llamadas a sus amigos. Eso me preocupa de pronto, quizá va a llamar al helicóptero. Sin embargo, solo habla con su amiga Rosy y le insiste en que va a ir a su modo.
Asumo que después de lo que ha pasado en la mesa, ella va a preferir estar sola, después de todo, soy de los malos, así que trato de mover el mueble, cuando el niño se sube de un salto.
—Si eres fuerte, lo vas a mover igual —quiere jugar.
Sonrío apenas y empujo el mueble, haciéndolo reír.
—Bueno, vamos a dormir —dice Marien—, mañana partimos hacia la capital. Antonio... ¿Qué haces?
—Dormiré aquí.
—¿Qué? No, ve a la cama, lo necesitas.
—Pero...
—Anda, yo iré en un momento.
—¿Dormirán juntos? —quiere saber la niña.
—Son esposos —dice su hermano, a lo que mi dulce y reservada humana reclama bajo.
Me intriga de pronto el uso de esa palabra y el hecho de que ella haya vuelto a avergonzarse.
—Esposos... ¿Y eso cómo es?
—¡Nada! —Marien me hace avanzar en dirección al dormitorio—. No es nada. ¡Ve a dormir yo voy en un rato!
Quedo mucho más intrigado, pero decido complacerla por ahora, haciendo lo que me pide.
Al entrar a la habitación, la encuentro oscura, recuerdo que ellos no ven sin luces, así que la prendo para que Marien no se sienta extraña cuando venga. Quizá puedo dormir en el suelo, no tengo problema, así además la vigilo.
Mis ojos encuentran un cuadro en uno de los veladores y me acerco. Es ella en la foto, mucho más chica, y asumo que la mujer que la abraza es su madre. Veo lo afectivos que los humanos son con solo una imagen, y me vuelvo a sentir culpable, a pesar de que no tuve nada que ver con eso.
Ah... Pero sí que tengo algo que ver con lo de Orión.
Caramba...
Bajo la vista y me alejo. Debo despejar la mente, además de ahorrar tiempo, así que aprovecho que hay un baño para tomar una ducha y ya no estorbar más tarde.
No tardo y salgo, encontrando a la dulce Marien entrando a la habitación con un semblante que me preocupa.
—¿Estás bien?
—Sí, descuida. —Miente.
No. No me gusta verla así para nada.
—Estás triste —le hago saber. A veces no sé por qué quiere negar lo obvio. Ella merece todo el afecto del mundo, ya no tiene los abrazos de su madre, pero puedo darle todo el afecto que tengo. Me inclino sin pensarlo dos veces para juntar mi frente a la suya y cierro los ojos, respirando de su suave aroma, logrando escuchar además sus latidos, su dulce aliento en mi piel, y la punta de su pequeña nariz con la mía—. Vas a estar bien. Tú también puedes confiar en mí —aseguro olvidando por completo todo.
Como el hecho de que yo estoy poniendo su vida en peligro, o que lo haré...
Me aparto al recordar y recibir la punzada de fastidio en el pecho, pero me alivia verla sonriente con sus mejillas rosadas.
—Es tu mamá, ¿verdad? —Señalo el cuadro y ella asiente.
De pronto reacciona.
—Eh, voy a darme una ducha también.
—No hay problema. Voy a acomodarme por ahí...
—No. Por favor usa la cama.
—Pero no voy a dejar que duermas en el suelo.
Ella niega luego de reír entre dientes.
—Podemos compartirla, anda.
—¿Estás segura de que podemos dormir... en la misma cama? —Dormir tan cerca de ella no se me hace nada desagradable... pero las reglas.
—Claro. En verdad, no hay problema. Anda, recuéstate, y salgo en un rato, ¿sí? Debes descansar.
Parpadeo un par de veces y termino correspondiendo su sonrisa.
—Bueno, como usted diga, señorita.
Eso aumenta el color rojo en sus mejillas y parece más feliz.
***
—Te dijimos que la durmieras, o iba a querer escapar de ti. Ya ves lo que sucede por no obedecer.
Orión... La tiene en brazos... Ella no se mueve, ¿qué ha pasado?
—Debiste dejarla inconsciente y traerla así para evitarte escándalos.
Altair...
Despierto después de tener un mal sueño, el pecho aún me duele por la angustia que sentía en éste. Había empezado a sentir demasiada rabia de pronto. Miro hacia su lado y me la encuentro bastante cerca, duerme sobre su costado, su aliento casi roza mi piel.
He rodado hasta ella, me atrae incluso dormido, al menos eso quiero creer. Giro un poco más y quedo de costado también, respiro hondo con alivio y la observo. Está a salvo, conmigo. Acaricio su rostro con el dorso de mi mano y la dirijo a sus cabellos, sonríe apenas y me derrito.
Se ve tan dulce, frágil. Mi mano continúa su recorrido por su delicado hombro, baja por su brazo, y queda en su fina cintura. Me estoy pasando de atrevido, así que dejo de tocarla de golpe.
No tengo porqué tocarla así, por más curiosidad que su cuerpo me cause, y no debo abusar del hecho de que esté dormida.
—Antonio —murmura apenas, y me sorprendo.
Mi corazón se dispara y sonrío ampliamente. Quisiera tenerla más cerca, pero no quiero despertarla. Así está bien.
¿Debería dormirla de algún modo y llevarla? Así no pasaría lo de mi sueño.
Es verdad que me advirtieron que mejor la dejara inconsciente y no tuve problema aceptando eso, pero ahora sé que soy incapaz de lastimarla de ninguna forma, o ser brusco con ella.
Además, si de algún modo la duermo sin causarle daño, todavía no podría llevarla porque si desaparecemos así sin más, levantará sospechas en su tía. No puedo hacerlo.
Ahora en lo único en lo que puedo pensar es en cuánto deseo estrecharla en brazos, que nadie la lastime, ni siquiera yo, volverme su escudo, pero es justamente lo que no puedo hacer. Decidí seguir con esto solo porque creí que podría ser mala, porque es mi misión, es para mi pueblo, para mi honor, y ahora no sé cómo voy a seguir adelante.
"Es una humana adulta, va a saber cómo engañarte" las palabras de Altair otra vez.
¿Es eso? ¿Es todo un engaño? ¿Qué es lo que ella pensará en realidad? Quizá solo soy otro evolucionado que parece perdido y lo suficientemente joven como para ser manipulable. Al menos eso es lo que siempre dijo papá, que me cuidara de ser manipulado, para luego decirme que al final me dejé manipular.
Ugh.
Por otro lado, si cumplo la misión olvidando este extraño capricho que tengo con esta joven humana, entonces recobro el honor, sí, pero también debo unirme a Ursa, y de algún modo, no quiero.
Una vez me pregunté sobre los núcleos, no entendía por qué era tan especial, yo solo me incomodaba por el hecho de que es casi obligatorio. Creo que ahora entiendo más. Si formar un núcleo significa que te acostumbrarás a estar con una joven, y tendrás paz cada vez que despiertes y la veas a tu lado, pues, sin duda quiero... pero...
...Con Marien.
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