Capítulo 10: Misión o capricho

Corro de regreso sin poder dejar de pensar en lo que dijo Altair.

Es verdad, Marien es una humana, y aunque yo también la ofendí al no entender que seguramente todavía le duele lo de sus padres, es probable que ella haya reafirmado su deseo de acabarnos tras eso. Soy un descuidado total, como siempre dijo Ursa...


Me dejé caer sobre la hierba, tras suspirar de cansancio. Todos mis músculos dolían después de haber sido castigado por Orión. Sin embargo, sonreí.

—No sé por qué estás tan feliz —murmuró Altair—. Deberías estar reflexionando sobre lo que hiciste. Hacer tropezar a uno de los ancianos es una grave falta.

Gruñí.

—Él se cruzó cuando tensaba esa trampa, tú lo viste.

—Bueno, es tu deber estar atento, no el de ellos. Así que razona y deja de sonreír.

—Me reiré en mi mente entonces —me burlé, recordando cómo se cayó y sus túnicas blancas se le levantaron hasta las piernas. Altair solo resopló y se cruzó de brazos—. Y estoy feliz porque cuando me castigan, lamentablemente no puedo ayudar a mamá a hacer la cena, y aunque no me agrada dejarla sola, cuando regreso, ella ya me espera con algo muy delicioso.

—Descuidado como siempre —renegó una voz femenina y me apoyé en los codos para voltear a ver.

Ursa venía, enfadada.

—Bueno —dijo Altair dando la vuelta—, nos vemos.

Tensé los labios al verlo irse, sabiendo que lo hacía a propósito. Ursa se sentó a mi lado.

—Sé que también ya debes ir a casa —dijo—, pero es tu deber hablar conmigo, como mi futura unión.

Solté aire con algo de pesadez y puse los antebrazos sobre mis rodillas, viendo el lago a lo lejos desde la colina.

—Es verdad...

—Aunque si quieres que Orión te mate porque fallaste, entonces sigue siendo tan irresponsable como ahora.

—No voy a dejar que eso pase. Sabes bien que no importa qué misión me pongan, voy a superarla.

Le ofrecí una leve sonrisa para despreocuparla y ella retiró la vista luego de fruncir el ceño.


Un tiempo después, cuando le dije que probablemente no volvería y que no prometía unirme a ella, le conté a Altair, y él dijo que yo simplemente no quería hacer lo suficiente.

Era verdad, no hice lo suficiente, no me nació hacerlo. Pude haber prometido, pude haber trabajado en ello, pero no lo hice.


"Ursa todavía te espera" había dicho mi amigo.

Resoplo. No esperaba que ella todavía siguiera con esa idea, pero ya que me han hecho pisar tierra, solo debo volver a mi camino y cumplir la misión. Ya que la humana quiere tanto conocer sobre nosotros para seguramente atacarnos, como dijo Altair, la haré conocernos.


Al regresar al hospital, sin embargo, encuentro que están atacando. Unos evolucionados están persiguiendo a las personas y enseguida me preocupo. Corro buscando a Marien, pero no está por ningún lado.

—¡Marien! —la llamo, pero solo puedo ver como uno de mis congéneres mata a un humano de un zarpazo.

Tenemos la fuerza suficiente para hacer eso. Vuelvo a correr a toda velocidad, espantado. No sé por qué, a pesar de que Altair me convenció de que ella es mala, no quiero que la lastimen. ¡No quiero!

En eso la veo y paro, ella viene corriendo y corro a ella, pero cuando está cerca se detiene.

—Tus ojos... —murmura asustadísima.

—¿Qué? —Ella niega y retrocede—. No, no, ¡espera!

—¡Aléjate de mí!

—¡Marien! —Corro tras ella, pero otro evolucionado la alcanza—. No, no, no, ¡no! —Y me horrorizo al ver lo rápido que la mata.


—¡Marien! —suelto en grito ahogado.

Respiro agitado y pronto me doy cuenta de que estoy en la habitación del hospital. Estaba durmiendo boca abajo, preocupado porque mis ojos ya lucen como verdaderamente son, y mis dientes caninos molestan. Ya están creciendo. Me dejo caer tras resoplar y cierro los ojos.

Qué horrible. No entiendo, si ella es mala, ¿por qué sigue preocupándome?

Olfateo algo y abro los ojos de nuevo, notando algo en la mesa de noche. Levanto la cabeza, intrigado, y me siento para ver. La sangre se me enfría al detectar su aroma. Ella ha estado aquí.

Veo una botella de leche y un pan relleno con alguna cosa de esas artificiales. He dormido mucho y no me extraña, volví bastante tarde luego de hablar con Altair.

Ruego en mis adentros porque no haya balbuceado algo mientras dormía y ella lo haya escuchado. No creo. Tomo lo que me ha dejado y sonrío, se ha dado cuenta de que no he comido y se ha preocupado por mí.

En eso dejo de sonreír y resoplo. No. Ugh. No puede ser.

Vuelvo a dejarme caer en la cama mientras palpo con mi lengua mis caninos. No sé si la misma ansiedad me hace sentirlos un poco más largos que antes o ya lo están. Quedé en hablar más con ella esta noche, decirle mi verdad, a ver si me acepta, pero si luzco así, va a escapar y delatarme.

No tengo opción que esperar a que venga en la noche, y en ese instante robármela...

Ugh. No puedo creer que en serio voy a hacer eso.


Pero el momento no llega.

Las alarmas retumban recién entrada la noche y todo se vuelve un caos. Me preocupo enseguida por ella, recordando esa horrible pesadilla, y salgo a buscarla. Todos corren y exclaman cosas. No me importa si me ven tal y como estoy ahora, solo sigo corriendo en su búsqueda.

No puedo dejar que se me escape...

Las luces se apagan y algunos nuevos gritos surgen. Miedosos humanos. Pero no me detengo a burlarme de ellos y su debilidad, debo encontrar a la única humana que me importa. Aunque, por otra parte, se supone que debo llevármela.

Esa idea desaparece pronto al verlos venir, y es que ahora veo incluso más perfecto en la oscuridad que antes cuando mis ojos estaban limitados. Además, como felizmente todo está oscuro, sé que ellos no van a notar nada de mi apariencia, ni aunque pase bajo las luces de emergencia, están muy distraídos.

—¡Debemos huir! —grita Marcos.

—¡No sin él! —responde ella y el corazón me brinca.

¿Se refiere a mí?

Choca contra mi cuerpo y la aprieto entre mis brazos ahora que tengo la oportunidad, al mismo tiempo me avergüenzo por no saber contener mis impulsos, soy un desastre en ese aspecto.

Recupero la compostura, sabiendo que ella solo quiere escuchar lo que yo iba a decirle sobre los evolucionados mas no se preocupa por mí, y me enfoco en cumplir la misión.

—Aquí estás —digo aliviado—, ya debiste haber huido —le recrimino con suavidad.

Y es que una parte de mí todavía quiere que ella huya y se salve de lo que pueda hacerle.

—Eso le dijimos —informa Marcos. Se escucha un fuerte estruendo y corremos—. ¡Rápido, debemos guardar la toxina!

Nos cruzamos con Gómez.

—¡Tengo un helicóptero arriba, debemos llevar la toxina! —avisa.

Entonces me doy cuenta. Se irán de la ciudad llevándose a esa cosa. No creo que yo esté en sus planes y en parte me parece lo mejor, no estoy aquí para nada bueno, pero no puedo perder a Marien.

Otro estruendo se escucha y puedo olfatearlos relativamente cerca gracias al aire que ya entra del exterior.

—¡Escuchen, señores! —dice uno desde afuera—. Sabemos qué es lo que tienen y lo queremos ahora, o los mataremos a todos, así de fácil.

—Qué educado —comenta Marcos, aunque su tono de voz se me hace extraño, como si no lo dijera en serio.

Pues yo sí creo que está siendo educado, qué puedo decir.

Entramos al laboratorio donde guardan la cosa mientras esos H.E golpean los cristales del exterior, hasta que logran romperlos. Escucho cómo entran furiosos y gruñendo, trabo la puerta con una de las mesas y se estrellan contra esta.

Lo hacen con fuerza, pero yo también soy fuerte, aun así, flanqueo apenas. Les escucho murmurar claramente que me olfatean y miro con preocupación a los demás para comprobar que ellos no han escuchado.

Empiezan a embestir la puerta y tengo que poner todas mis fuerzas para que no entren. Marcos viene a ayudarme también.

—Listo, la tengo, ¡vamos! —ordena Gómez.

Dudan que haya otra salida, pero Gómez retira una vitrina, revelando una pequeña puerta.

—Vaya, debimos suponer que tendríamos algo así —dice Rosy.

Subimos corriendo y seguimos la ruta mientras que los H.E avanzan destrozando todo a su paso.

—¡Corran, corran! —los apura Julio—. Oscar ha logrado infiltrarse en el estacionamiento privado del sótano para huir en su auto con una falsa toxina, con algo de suerte los H.E se irán siguiéndolo.

Me mantengo cerca de Marien, tratando de pensar rápido en qué hacer, si dejarla ir, o aprovechar y llevarla. En ese momento un grupo de evolucionados vienen del otro lado, y como son muy rápidos, todos se asustan, así que por puro instinto tomo a Marien para protegerla y llevarla hacia otro lado.

—¡Marien! —la llaman sus amigos.

—¡Salven la toxina!

—¡Te enviaremos un helicóptero!

La llevo conmigo, y solo puedo pensar en que no van a necesitar enviar nada. Ahora la tengo y tengo que cumplir mi misión.

Veo una puerta abierta así que enseguida la hago entrar y cierro. Es un espacio bastante reducido y apesta a químicos mucho más que afuera.

Ella respira muy agitada, de pronto se pega a mí, temblando, y quedo en blanco. Caramba, está muy asustada. Sin duda es muy delicada, siempre que algo la asusta, tiembla, y eso solo despierta un instinto protector que yo no sabía que tenía, al menos no para con los humanos, solo para mi familia.

Suelto aire despacio y la rodeo apenas con mi brazo.

—Está bien —la calmo—, buscan la toxina, no a nosotros...

Ella respira hondo y la siento relajarse apenas.

—Sé en dónde hay armas, por si acaso...

Humanos y sus armas. Bueno, igual me pueden servir, no puedo dejar que nadie la ataque, no pienso dejar que una tonta pesadilla me asuste. Tampoco puedo dejar que mi misión se arruine.

—Bien, muéstrame.

Salimos del lugar y caminamos mientras ella me guía. La miro de reojo, es tan fina, mira a los lados preocupada, pero parece sentirse segura conmigo. No se ha detenido a verme bien a los ojos, por supuesto, y la oscuridad me ayuda. Ella no sabe que ya camina al lado de un monstruo, alguien que entrenó arduo para este entonces, y que, al mismo tiempo, solo quiere tomar uno de sus largos mechones de cabello y juguetear en tranquilidad...

El viento sopla desde atrás y la sangre se me enfría, saliendo de golpe de mis cavilaciones. ¡Un evolucionado! Me pongo enseguida delante de Marien para protegerla y el hombre se deja ver. Ríe de forma siniestra.

—Mal, muy mal —se burla.

—Vete. —En mi voz hay una advertencia que todos conocemos.

Aquella que nos dice: "o te alejas de mi presa o hay pelea."

Un ruido, apenas perceptible, proveniente de atrás, delata la presencia de otro y pongo a Marien contra la pared, para protegerla con mi cuerpo lo más que puedo. Estoy acorralado. Siento a mi indefensa dama temblar contra mi espalda de nuevo y quiero gruñirles a esos dos en forma de amenaza, aunque parezca león cuidando a su presa. No temo mostrarles los colmillos, pero sí temo asustarla más a ella.

—¿Es en serio? —pregunta el primero—. ¿Piensas protegerla?

Ríen. Eso me saca de foco, no quiero oírlos reír, quiero oírlos gritar de dolor. Mi furia quiere aumentar para pelear, como he sido entrenado para eso, pero no... No debo permitirlo todavía.

—Qué ingenuo, los cuatro sabemos que no podrás con dos de nosotros —habla el otro.

—No importa, disfrutaré matando a este pequeño traidor —agrega el primero.

Y así, se lanzan al ataque sin más. Recibo a uno con un golpe, haciendo que se estampe contra la pared de en frente. El otro me atrapa por detrás y forcejeo para liberarme, lo logro y lo golpeo también pero el otro me embiste con fuerza. Me cae un puñetazo y lo próximo que siento es que me estrellan contra la pared.

Ríen mientras que cada golpe que me dan contra el concreto me saca el aire de los pulmones y me conmociona casi por completo.

Otro puñetazo, y lo siguiente de lo que me percato es que estoy en el suelo. Marien grita y la furia me invade al saber que la tienen.

—¡Suéltala! —exijo.

Salgo disparado hacia ella, pero soy embestido nuevamente por el otro, nos estrellamos contra la pared y se lanza a morderme el hombro. Sentir los colmillos incrustarse de golpe y sin piedad me hace soltar un grito al que pronto callo.

—No... —murmura Marien y puedo detectar su voz quebrada.

Ella no tiene por qué ver esto, no lo merece, ¡sus ojos sólo deberían ver cosas bellas, cosas dulces!

Giro con todas mis fuerzas y le doy un codazo a mi contrincante para sacármelo de encima. Me reincorporo veloz y corro hacia ella. El hombre que tiene a Marien empieza a reír por lo bajo y no puedo evitar ver la imagen de mi pesadilla querer hacerse realidad.

No, no. Marien... Esto no es por la misión, simplemente no puedo dejar que la mate. ¡No!

Y entonces me horrorizo al ver cómo tira de su cabello hacia atrás y la lanza al vacío. Dejo de respirar, acelero lo más que puedo y, sin siquiera pensarlo ni dudarlo, me lanzo tras ella.

¡Marien!



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