Capítulo 1: Dos años antes...
Corro alrededor del lago, una rutina diaria que me ha implantado Orión, mi tutor, y la verdad, me gusta correr así que no le veo el problema. El viento sopla, es un día hermoso en las montañas, algunas se han llenado de plantas y se ven con motas verdes a lo lejos, el cielo de un celeste azul intenso, y el lago brilla en todo su esplendor.
Desde que tengo cinco años inicié una vida de "guerrero", como le dicen en mi pueblo. Y es que nos dividimos por grupos de familias quienes hacen todo, algunos cazan, otros hacen ropa, otros pescan, otros siembran cosas... Los guerreros protegen al pueblo, pero mi papá no es uno, así que no entendí por qué yo sí debo serlo. Claro que tampoco puedo preguntar.
—Verá, ese niño carga su deshonor, así que ahora que tiene la edad, va a ser entrenado por Orión.
—¿Qué? —Mamá me acercó a sus piernas aquella vez, yo tenía cinco años, y no comprendía—. No. Ya suficiente con lo de su nombre, ¿por qué...?
—Nosotros los líderes lo ordenamos. ¿Acaso quiere asumir las consecuencias de desobedecer? Ya bastante piedad le hemos demostrado.
Ella solo se puso a mi altura, mirándome con preocupación con sus felinos ojos verdes, y me abrazó.
—Mami...
—Vas a entrenar con un señor de ahora en adelante —me explicó acariciando mi cabello, y forzó una sonrisa—. Puede que sea duro, pero te va a dar mucho honor. Ya sabes lo que decimos sobre el honor...
Asentí. El honor era lo más importante, y si podía obtener honor para mi madre y hacerla feliz y orgullosa de mí, iba a hacer lo que fuese.
—¿Qué hace? —reclamó el hombre—. No tiene por qué explicarle nada. Los mayores ordenan y los niños obedecen.
—Mi pequeño merece explicaciones.
El viejo resopló apenas y negó con desaprobación.
—Su niño es un problema. Ojalá y no le manche más la vida.
—No lo hace.
—Ya se arreglará con Orión. Ahora déjelo. No se consciente así a los niños.
Me había hartado de que le hablara así a mi madre. Ese viejo no era nadie para andar dándole órdenes. Papá siempre me había inculcado el proteger a mi madre, y eso haría. Sin darme cuenta, había empezado a gruñir bajo, amenazando con la mirada, y el anciano se ofendió.
Mamá solo me hizo a un lado y se reincorporó para irnos de ahí.
Cierro los ojos ante el recuerdo y acelero. No es que no me guste haber entrenado duro, me ha hecho fuerte. Ahora con dieciocho años, estoy casi listo, y Orión dice que pronto me tendrá una misión muy importante.
Voy a traerle honor a mamá...
—Tranquilo, no eres un problema...
—Le estaba hablando feo ese hombre. Perdón, madre.
Ella posó su frente contra la mía.
—Gracias por defenderme —susurró—, vas a ser alguien grande, Sirio.
—Reglas... —Otro recuerdo, esta vez de Orión, mi tutor, cuando lo conocí, viene a mi mente—. El niño no tiene porqué mirar fijamente a un mayor, no debe alzar la voz a un mayor, no debe faltar respeto, ni decir malas palabras. No tiene por qué desobedecer a sus padres ni en la más mínima orden, siempre cuidará de honrarlos con sus actos y enaltecer sus nombres. Debe andar limpio y presentable ante todos, saber realizar todo tipo de tareas de casa... ¿Estás listo para ser parte de nuestra élite y cuidar a tu gente?
—Sirio —me llama mi amigo, y me hace alzar la vista.
Aunque está lejos, puedo escucharle, ya que tenemos muy buen oído. Altair, lo conozco desde que tengo cinco años y empecé a entrenar con Orión. Él nos inculcó a estar juntos el mayor tiempo posible y cuidarnos las espaldas como lo hacen los hermanos.
Detengo mi trotar y voy caminando hacia él.
—Es tarde, creí que Orión te había dicho empezar a las seis de la mañana.
Me encojo de hombros y hago una mueca.
—No se va a enterar.
Él sonríe apenas y empieza a caminar a mi lado. Me lleva casi cinco años de diferencia, ya es un adulto, su cabello es negro, y los ojos de un celeste intenso, y felinos, claro, como los de todos nosotros los evolucionados. Conforme hemos ido creciendo, la diferencia de edad ha dejado de ser evidente.
Los H.E escogen los nombres de acuerdo con el origen de los de los padres, o la ubicación de las estrellas o constelaciones en el día de la entrega, que es cuando según dicen, entregan al hijo a la pareja. Por supuesto también hay los nombres inspirados en fenómenos naturales y demás, de todo un poco.
Nos basamos en algunas cosas de los humanos para continuar nuestra existencia aquí. Como en su tecnología y conocimientos, sólo algunos. Nuestra sociedad es muy cerrada y considera que los humanos ya están para desechar, no han hecho ningún bien al planeta y deberían haber desaparecido siendo nosotros los herederos de este.
Es por eso por lo que nuestros líderes filtran lo que consideran que debemos saber los demás y lo que no. Pero eso no me basta, yo quiero conocer a los humanos, ¿cómo es posible que hayan logrado tanto? Es admirable, y quisiera ver cómo son.
—Es tan obvio que no tienes la sangre de guerrero —se burla mi amigo.
Y claro, es que él sí viene de una familia de guerreros, yo vengo de los constructores. Eso me hace sentir que tengo más peso encima. Si no estoy entrenando tengo que ayudar a papá y a sus colegas e hijos a construir. No me quejo, eso me ha ayudado a ser fuerte y soportar los entrenamientos sin tener la "sangre de guerrero" que tanto dicen.
***
—Felizmente hoy es día de descanso. —Nos sentamos en el pasto y respiro hondo el aire puro.
Ya es de tarde, y como es día de descanso, solo hemos tenido que entrenar en la mañana.
—Va a ser el festival —dice Altair, mirando al otro lado del lago cómo están juntando la leña para prender una fogata.
Él ya no entra por su edad, pero yo sí tengo que ir. El festival de la luna en el cual las jóvenes de entre dieciocho y veinte sin unión realizada, le danzan a la luna. Se supone que quien se acerca a ellas debe ser su futura unión, o lo será. Creencias.
Resoplo y me dejo caer sobre el pasto. No puedo tener la mente en otra cosa que no sea entrenamientos duros. Recuerdo cuando tenía quince y todo se volvió más difícil. Mi espalda tiene algunas marcas dejadas por las heridas de peleas, y aunque nuestra piel cicatriza y desaparece la mayoría de las heridas, las más graves pueden quedar como un recuerdo.
Como es difícil conseguir cicatrices, es un honor tener unas cuantas, significa que eres muy peligroso. Aunque nosotros todos lo somos, ya de por sí, somos más fuertes que los humanos, somos letales para ellos, pero, de todas formas, nos llevan ventaja con sus armas y demás cosas.
—¿Crees que sea buena idea unirme a una joven? —me pregunta de pronto Altair.
Lo miro con algo de intriga. Los jóvenes nos podemos unir a partir de los dieciocho años, con alguien que haya sido elegido por nuestros padres, o que hayan llegado a un acuerdo. Los guerreros no están obligados, claro, porque nuestra posible muerte es una realidad constante.
—¿Piensas dejarnos? —respondo.
Forma una línea con los labios, frunciendo el ceño levemente.
—He hablado con Orión y no parece tener nada planeado, al menos no para mí. Dice que te necesita porque pronto vas a entrar en etapa de transición, yo ya la he pasado hace mucho.
La transición es algo curioso que nos pasa a todos. Es una etapa de unas cuantas semanas en las que lucimos como humanos completamente a excepción de las uñas en punta que nos crecen en las manos, un detalle que se puede arreglar si son cortadas.
Planea hacerme entrar a una de sus ciudades quizá, y me preparo para ello con ahínco. Por otro lado, me hubiera gustado ir con mi amigo, o que le den mejores trabajos que solo cuidar al pueblo de alguna amenaza menor.
—Además —continúa—, antes no quería unirme a nadie, por supuesto, son tonterías, pero... Ahora... a veces me da mucha curiosidad saber... cómo es...
—¿Cómo es qué? ¿Eso que tanto nos ocultan?
—Sí, la clase sobre el núcleo, lo que pasa después de unirte a una chica —murmura apenas.
—No te morirás si no la sabes —me burlo.
Mira a los costados y vuelve a murmurar:
—Es que escuché que hay una parte en la que tienes que estar sin ropa. Es decir, Antares lo dijo hace un tiempo... y lo escuché.
Me sorprende esa idea.
—¿Para qué? —pregunto confundido, y es que no le hallo razón salvo que sea por el puro gusto de sentir vergüenza, porque eso es lo que sentiría.
—Para que te den un hijo —responde, sorprendiéndome aún más.
—Qué raro. —Suspiro.
—¿No quieres saber cómo son... —vuelve a mirar a los costados— ellas... sin ropa?
Eso despierta mi imaginación. Me lo había preguntado claro, son completamente diferentes, al menos en un par de cosas. Aunque claro, tenemos prohibido tocar, dicen que es de mucho cuidado y son para una determinada función especial. Pero ¿cómo sería exactamente?
Sacudo la cabeza y Altair vuelve a romper el silencio.
—Antares y su hermano hablaron sobre algunas jóvenes, sé que es incorrecto, pero... También me he preguntado si ver el cuerpo de una chica es algo hermoso, como dijeron...
—¿Hermoso? —me burlo— Solo la naturaleza pura es hermosa, nosotros los seres inteligentes estamos llenos de imperfecciones, incluyendo humanos.
—Bueno, ellos lo son aún más, recuerda que son crueles y casi destruyen este bello planeta.
Frunzo el ceño al recordar. Humanos, creyéndose los dueños de todo desde tiempos inmemoriales. Nuestras ciudades están en valles, protegidas por algunas montañas de la cordillera de los andes, es por eso que es más fácil bloquear sus señales.
Escuchamos una suave melodía y me preocupo.
La fogata está encendida del otro lado del gran lago. ¡Caramba, ha empezado el festival y no estoy ahí! Me pongo de pie de prisa y Altair me sigue luego de soltar una exclamación.
Aunque corrimos lo más rápido que pudimos, el lago es tan grande que tardamos en llegar. Cuando me acerco puedo ver a Ursa gracias a su cabellera rubia, mi futura unión, danzando despacio el vals con otro joven, Sol. Suelto aire y tenso los labios. Ella logra verme y frunce el ceño, retirándome la vista enseguida, muy molesta.
Resoplo, y Altair posa su mano en mi hombro, dándome una leve sacudida.
—Solo tú podías arruinarlo con estilo —se burla.
Ursa...
—Me haré más fuerte para ser una digna compañera para ti. Desde hoy, tú vas a ser mi futura unión. —Había dicho aquella vez, hace tres años, dejándome pasmado—. También espero que te hagas más fuerte, no admitiré a un débil como mi compañero...
Estamos prometidos a unirnos desde los quince años, y aunque tenemos algo así como una amistad, admito que soy un descuidado total. De todas formas, tengo mucho que hacer, y quiero estar preparado para ver humanos, lidiar con ellos. Es muy probable que no regrese, y aunque eso le trae honor a mi familia, ella se quedará sola...
***
Orión pone otra roca grande y aplanada sobre mi espalda mientras yo trato de levantar mi cuerpo del suelo con los brazos. Ya tengo cinco encima y no puedo evitar jadear.
—Escuché que empezaste a trotar después de las seis de la mañana.
—¿Qué? —gruño—. ¡Altair!
—¡Yo no he dicho nada!
Me detengo jadeando a mirar con molestia al tiempo que Orión lo mira también.
—Los atrapé —dice con suficiencia—. Así que es verdad, y ni siquiera tú me lo has dicho —le reprocha a mi amigo.
Altair gruñe bajo. Ambos vemos a Antares y Apus sonreír apenas y sabemos que ellos han sido.
—Otra roca para ambos —ordena Orión.
De camino a casa, muerto de cansancio, veo a Ursa afuera y suelto aire. Paso mi antebrazo por mi frente y me acerco.
—Perdóname —le digo.
Ella sigue molesta, pero también puedo detectar cierta tristeza en sus felinos ojos celestes.
—Qué mal augurio me has traído.
—Hey, no es tan necesario, de todas formas, se supone que nos vamos a unir un día. Que no haya llegado a tiempo no significa nada.
Su expresión se suaviza y baja la vista un segundo.
—¿Te han castigado?
Suspiro.
—Sí.
—Bueno, al menos ahora eres más fuerte que ayer. —Suelto aire en una fugaz risa y eso hace que ella me de la espalda, cruzando los brazos—. La próxima vez... Demuéstrales que eso no va a detenerte.
—Sí. Gracias.
Se va, y entro a casa a saludar a mis padres, quienes me esperan con la cena.
Con los años, han aprendido a disimular sus expresiones de impotencia cuando llego herido o agotado por algún castigo. Lamento lastimarlos, pero es lo que soy, un guerrero, y sé que hace mucho que han aceptado que quizá un día no vuelva.
Pero lo hago por mamá... sobre todo por ella, porque siempre estuvo para mí, siempre me trató con tanta amabilidad.
Los humanos son peligrosos, y no puedo darme el lujo de estar pensando en otras cosas. Si voy a ir a su ciudad, debo estar preparado para hacer todo lo posible por volver, y así no hacer sufrir a mamá.
Tengo uno o dos años más, apenas empiece mi etapa de transición, y debo estar preparado...
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