Capítulo 40: Muerte interna
Marien
Altair me disparó, pero, por alguna retorcida razón, la bala que usaron había sido un sedante que me mantuvo consciente, desgarrándome con el sufrimiento de Sirio, gritando por dentro porque no se fuera con ellos...
Quedé destruida, queriendo escapar de mi propio cuerpo. Escuché los pasos en retirada de todos los evolucionados, incluido él. El dolor me invadía.
Al cabo de un rato escuché que alguien corría hacia mí, se arrodilló y me sacudió.
—¡Marien! —Era Max.
—Debemos llevarla al hospital —sugirió alguno de sus hombres.
Sentí que me alzaban y me llevaban. Me recostaron en el asiento trasero de alguna de las camionetas y arrancó. El dolor me consumía cada vez más, era una pena no poder morir del dolor por una pérdida, y así acabar con el abrazante sentimiento de ser desgarrado en vida, o quizá sí... sí era posible morir de tristeza.
Durante el camino iba escuchando las disputas de los hombres.
—Se llevaron al gobernador también, esto es una declaración de guerra, sin duda —dijo temeroso uno de ellos.
—La luz aún no vuelve...
—¿Cómo íbamos a suponer que pasaría algo así?
***
Volvieron a trasladarme en brazos y me recostaron en una camilla. Escuché la voz desesperada de alguien, alguien conocido. Sin duda, Marcos.
—¡Pero qué rayos! —exclamó.
—Marien —murmuró asustada Rosy.
—Asumimos que está con una especie de sedante —les explicó Max.
Me trasladaron nuevamente a algún lugar. Sentí dolor en mi brazo al cabo de un rato, pero el dolor por haber perdido a Sirio era insuperable, inalcanzable. Lo único que quería era poder deshacerme del efecto de la droga y gritar con todas mis fuerzas.
***
Al cabo de casi una hora estaba en una habitación silenciosa. Entraron dos personas y se sentaron cerca.
—¿Crees que podamos hacer algo? —preguntó Rosy, estaba angustiada, y mucho.
Alguien suspiró.
—A estas alturas... ya no sé qué pensar. Por cómo actúan ellos, él podría estar muerto ahora, o quizá no, pero pronto lo estará —murmuró Max.
¿Por qué simplemente no me mataban y dejaban de hablar esas cosas en mi presencia?
Alguien más irrumpió en la habitación.
—La sedaré. —Era Marcos.
—¿Cómo? ¿No está sedada? —preguntó Max, preocupado.
—No —respondió mientras me inyectaba algo—, según los análisis, tiene una droga que no desactiva su mente, así que nos está escuchando probablemente...
—Ay, caramba —dijo Max en tono de culpa.
Poco a poco la oscuridad me invadió y me perdí por completo en ella.
***
"Perdóname..."
Abrí los ojos ante el recuerdo de su voz y me encontré en una habitación del hospital, vacía y neutra. El dolor en mi pecho me golpeó con fuerza, extendiéndose como veneno por todo mi ser.
Ya no estaba conmigo.
Lágrimas empezaron a correr por mis mejillas. Apreté los dientes y moví mis manos hacia mi boca para silenciar el fuerte sollozo que surgió de mi garganta haciendo que me contrajera del dolor.
Se había ido, me dejó...
—¡NO! —solté en otro gran sollozo.
No pude contenerlo más y me eché a llorar de forma amarga y desconsolada, contrayéndome más del dolor mientras lloraba y gritaba con fuerza, mucha fuerza. No había nada ni nadie que pudiera calmarme ahora.
Marcos entró corriendo a la habitación.
—Dios, Marien —exclamó sorprendido.
Se acercó y me envolvió en sus brazos. Su toque me hirió en lo más hondo del alma al saber que no estaría más en los brazos de mi Sirio. Seguí llorando con fuerza como si eso fuese a traérmelo de vuelta.
—Marien —susurró—, Marien, relájate.
—¡Mi Sirio! —logré gritar entre mi llanto incesante.
—Todo estará bien...
Sacudí la cabeza en negación. ¿Cómo podía decirme eso?
Alguien más irrumpió en la habitación.
—Debe calmarse o le dará un ataque de histeria o algo —era John.
Otra cosa que me dolió en el alma, escuchar esas voces y saber que no escucharía la suya. Me sentía egoístamente mal que hablaran a mi lado, el mundo estaba destruido para mí, ya nada tenía sentido.
Esto me dolía, quería ir con él. Ya no existía nada para mí si me quedaba. No era como con mis padres, ahí me aferré a la investigación. Ahora Sirio se había convertido en mi vida y se la había llevado con él.
"Perdóname por lastimarte..."
Se fue con ellos para que lo mataran solo a él y nos dejaran en paz. Me separé de Marcos.
—Me voy —dije entre sollozos.
—¿Qué?
Intentó detenerme, pero le di un empujón y me puse de pie, tambaleándome. John me atajó en la puerta, empecé a empujarlo, pero se resistía.
—¡Déjame salir! —grité con la voz terriblemente quebrada.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Marcos horrorizado.
—¡Ir a por él!
—No es posible, y si Orión te encuentra te mata...
—¡Ya lo sé! ¡No me importa! —chillé. John me rodeó con sus brazos—. ¡No! ¡Suéltame!
—El sedante —le pidió a Marcos.
—¡No! ¡NO! —empecé a chillar.
Me inmovilizaron y me inyectaron el sedante. Por más que había forcejeado y luchado no había podido zafarme de ellos. Empecé a calmarme enseguida, fuera de mi voluntad. Marcos me recostó en la cama y empezó a acariciar mi cabello, me estremecía por los espasmos del llanto.
Me percaté de que era de día, al parecer me habían mantenido sedada toda la noche y ahora tal vez también todo este día. Moría del dolor y pronto la oscuridad me invadió.
Estaba igual que él, me habían enseñado a no alterarme en situaciones de alta tensión, y ahí estaba, como una triste loca, presa de las emociones, perdiendo el control de mi vida por completo...
***
Escuché una hermosa y melodiosa risa varonil.
"Qué esperas entonces, ven aquí..."
Su dulce aroma me envolvió. Abrí los ojos y me volví a encontrar en la habitación. Él no estaba, fue una ilusión. Apenas ayer lo tenía entre mis brazos y ahora no volvería.
Las lágrimas volvieron a correr por mi rostro.
Devuélvanmelo, que alguien me lo devuelva... por favor...
Quería retroceder el tiempo y detenerme a su lado. Empecé a llorar otra vez, tratando de guardar silencio mientras me contraía de dolor aguantando los sollozos más fuertes. Rosy entró en la habitación y se acercó a mí con mucha tristeza. Cielos. Si la tristeza que sentían los otros por ti pudiera devolverte a tu ser querido... sería muy bienvenida. Pero nadie podía ofrecerte consuelo en estos casos.
—Amiga —dijo casi en susurro—, tranquila.
No me pidas que esté tranquila, no lo hagas.
Solté otro sollozo fuerte y me tapé la boca apretando los dientes. Tragué saliva y traté de articular algunas palabras, sintiendo que la garganta me ardía y se desgarraba mientras lo hacía.
—Debo ir... quizá aún podamos...
—¿Salvarlo?
—¡¿Dónde está Max?! —pude hablar al fin, pero aún con la voz quebrada y el dolor en la garganta.
—Están con el asunto de revelar al mundo lo que pasó... lo del gob...
—¡Por qué se distrae! Debería haber ido tras Orión y tratar de recuperar a Sirio... —La voz se me fue apagando hasta que fue solo un triste susurro.
Rosy me miró con más tristeza. Me limpié las lágrimas de los ojos hinchados y me dispuse a ponerme en pie.
—Discúlpame. No importa, iré yo —dije con rabia.
—Han pasado casi dos días...
—¡Qué!
—Te han tenido sedada... —murmuró asustada.
—¡Cómo se atreven! —volví a chillar y a llorar de nuevo.
Me tapé la boca otra vez, contrayéndome ante los sollozos que me consumían. Lo había perdido todo, si no me hubieran disparado y drogado hubiera salido tras él ahí mismo, si no lo salvaba me habrían matado con él y al final no importaba porque hubiera estado a su lado.
Y ahora por haber perdido el control en histeria y llanto, había perdido valioso tiempo. Me quebré.
Rosy me abrazó.
—Tranquila —trató de consolar de forma inútil mi fuerte llanto—. ¿Recuerdas lo que te dije?... la vida sigue.
Perdí la noción del tiempo.
***
Me encontraba apoyada en la pared, mirando a la nada, vacía, muerta en vida. No había querido comer nada. Mis ojos hinchados se dirigieron a mi mano, estúpidamente, clavándose en mi anillo.
...Eternidad.
El recuerdo de su hermosa voz me hizo cerrar los ojos mientras me desgarraba en lo más profundo. Los abrí nuevamente, ya era como un zombi, y me puse de pie, tambaleándome.
Salí al pasillo y miré hacia los costados de forma paranoica antes de salir. En algún momento o día me habían puesto una bata de hospital, me sentía como un ente más del lugar. Las personas me veían pasar como si fuera una loca. Quién sabe, quizá ya lo era. ¿Cómo saber si estabas loco? No había forma, y mi cabello largo hasta la cintura era un complemento que realzaba esa imagen.
Vi un pajarito posarse fuera de una ventana. Sonreí. A Sirio le gustaba cazarlos. Me acerqué al animalito manteniendo mi triste sonrisa mientras un par de nuevas lágrimas se asomaban por mis ojos.
Querida Rosy, a veces la vida no seguía, a veces... solo pasaban los días. Pasan... y pasan... y pasan...
—¿Qué diría Antonio si te viera así? —preguntó una voz.
Apoyé mi cabeza en el vidrio haciendo que el pajarito se fuera y me dispuse a responder, enfadada porque no fuera la voz que tanto deseaba escuchar.
—Él lo sabía, por eso me pidió perdón antes de dejarme... a que muera en vida...
Mi amigo suspiró y se acercó un poco, retrocedí por instinto. No aguantaba tener cerca a nadie, me dolía en el alma el toque y aroma de otra persona, mi cuerpo lo rechazaba y reclamaba a gritos que le diera el calor de mi amado, y no podía darle lo que tanto deseaba.
—No puedes seguir así toda la vida —murmuró penosamente.
—Marcos... —interrumpió una voz femenina, Rosy—. Déjala, esto requiere tiempo, ¿qué te pasa?
Él volteó para encararla.
—Ya lo sé, solo intento animarla.
—Sabes que no es posible —le reclamó ella—. Se recuperará como lo hizo con lo de sus padres, pero deja de molestar.
Miré por la ventana, completamente absorta y ajena a lo que ellos dos comentaban. Dijeran lo que dijeran, sentía que el tiempo no iba a arreglar nada, nuevamente, como cuando mis padres fueron atacados.
Saber que las personas que más amaba habían sufrido antes de morir... Saber que el amor de mi vida habría sufrido de las torturas más horribles antes de morir... me destruía el alma.
En cierto punto de nuestra vida, todos en el fondo deseábamos que nuestros seres amados murieran rodeados de felicidad, que cerraran los ojos y volaran en paz. No era justo. No lo podía aguantar. Mis padres habían muerto juntos, luchando por lo que querían. Yo no había podido estar al lado de él, y era tan joven, no merecía nada de eso.
Lo habían considerado muy joven como para seguir sus propias metas, en lugar de eso, cumplir castigos absurdos, pero no lo consideraron muy joven para morir de una manera horrible. Habían decidido por él hasta el final de su vida.
Me habían arrebatado todo, el gobierno, y su gente... Me vengaría.
Apreté los puños, tanto que temblaban. Tenía que salir, buscarlo y darle la despedida que merecía. Si Orión me encontraba, iba a querer matarlo, pero si no lo lograba, que me enterrara con él, no me importaba.
Los dejé hablando solos sobre llevarme a alguna terapia, y me alejé lentamente. Me crucé con John y le sonreí de forma falsa, quedó algo confundido, pero no me siguió, qué bien.
Una voz en alguna televisión o radio cercana me hizo reaccionar.
«Por el momento, la búsqueda del gobernador continúa en pie, no sabemos a dónde se lo han llevado, pero tenemos una unidad especial trabajando en ello... Así que dígame, ¿cree que esté con vida?... Esté o no esté con vida, esto es una guerra, señores. Nuestros hombres están preparando sus mejores armas...»
Y en otras noticias... ¿Qué significa todo esto? El oficial Max Turner nos reveló una cinta sobre lo que ocurrió ese día... No lo sé, las asociaciones se han levantado he intentan evitar el uso de armas, es un caos... El presidente ha hablado y deja a nuestro criterio el uso de las armas, pero recomienda tener cuidado y de preferencia no hacer nada... Ah, son patrañas, mi estimado. El presidente no puede decir que usemos las armas porque quedaría mal, es obvio que esto se acabó, los H.E. deben desaparecer... Y así es señores, podríamos ser el primer Estado libre de evolucionados en el mundo...»
«No estoy de acuerdo, y creo que hablo en nombre de todas las organizaciones protectoras al decir que en la grabación se ve claramente cómo esos evolucionados pelean por defender a nuestros oficiales... En las grabaciones más antiguas se ve cómo los H.E. son controlados por hombres de nuestro gobierno, ¿cómo saber entonces si los ataques que ocurrían en su mayoría eran inducidos por el mismo gobierno?... No venga con esas cosas, esto no es ciencia ficción... ¿Y qué me dice de los abusos que se cometían en los edificios de los de seguridad, ¿eh? Ahora podemos decir que son completamente ciertos...»
De algún modo terminé en mi antigua habitación, la que compartí con Sirio por unos días aquí en el hospital. El mundo ahí afuera se estaba volviendo un caos, Max estaba haciendo bien las cosas, al parecer.
Abrí la puerta esperando sentir alivio a mi inmenso dolor, pero fue todo lo contrario. Caminé hacia la cama y caí de rodillas a un costado. Me senté apoyándome contra el colchón y abracé mis rodillas mientras el llanto me quemaba la garganta.
Abrí lo ojos y me encontré con los suyos, tan verdes y hermosos. Sonreí con tristeza, tratando de aguantar la angustia. Apoyó la espalda contra el colchón mirándome con ternura.
—Hey... —dijo acariciando mi mejilla con suavidad. Sonreía tratando de consolarme—. Creí que te había pedido que no te angustiaras si algo me pasaba. ¿Recuerdas?
Volví a abrir los ojos para encontrarme sola de nuevo, con el vacío acabando conmigo. Observé a mí alrededor, recorrí la habitación con mis ojos inundados de lágrimas.
—No puedo. Lo siento... —Sollocé enterrando mi rostro entre mis rodillas—. ¡No puedo, no puedo!
Apreté mis manos contra mi rostro, tratando de detener el llanto.
Divisé la mochila que llevé mientras veníamos hacia acá y me puse de pie, rebusqué en ella y encontré el collar que me había regalado Rosy hacía mucho, en mi cumpleaños. ¿Cómo era posible que haya sido tan feliz esos días y no lo había apreciado del todo?
Apreté el collar con dije de gato en mi mano y volví a sentarme en el suelo, llorando amargamente. Era patética. Solo quería a mi Sirio de vuelta, sus ojos intensos, su hermosa sonrisa, su calor en las noches, sus caricias al amanecer.
No aceptaba lo que estaba ocurriendo, ¿qué pasaba si seguía vivo? ¿Había esa posibilidad? Quizá los ancianos lo habían perdonado... pero entonces ¿por qué no veía la forma de hacérmelo saber? Quizá no podía volver...
Respiré hondo, cerrando los ojos, exhalé por la boca y repetí el procedimiento.
Me puse de pie con dificultad, motivada por mi retorcido pensamiento de ir a romper todo en venganza. Puse el collar alrededor de mi cuello y limpié mis lágrimas. Me eché un vistazo en el espejo y me horroricé.
Esa no era yo, estaba despeinada, con la nariz y las mejillas rojas, los ojos horriblemente hinchados, flaca, con una bata blanca de ultratumba, incluso no había notado que estaba descalza. Loca, loca por completo.
Cerré los ojos, respiré hondo y salí de ahí.
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