Capítulo 34: El amor es ardiente
Sirio
Llegamos al edificio. Ella se tensó apenas y era que, al parecer, estuvo por aquí antes de que esos hombres se la llevaran, pero era un lugar enorme. De todas formas, yo estaba con ella, y no iba a dejar que nadie se le acercara.
Nos dejaron pasar sin siquiera preguntar. Mi camisa blanca con las siglas de la organización alejó a los posibles molestosos, excepto a estos lentes, que ahora me estaban sugiriendo diversos hoteles con habitaciones especiales para "luna de miel". ¿Qué...?
Uhm. Era de lo que habló Max hacía poco.
—Hola, dulzuras... ¿En qué puedo ayudarles? —preguntó una mujer de piel morena, desde su escritorio.
—Queremos firmar para...
—Sí —interrumpió—. Muy bien, enseguida.
Salió hacia otra oficina y Marien me miró. Tenía la ilusión en su bonito rostro. La señora regresó con unos papeles, se percató de mis lentes oscuros, al parecer. Mi chica lo notó y se apresuró a explicar.
—Eh, él tuvo una cirugía en los ojos y...
—Oh no, bebé, no hay problema alguno. Aquí... lean y firmen, y necesitaré sus identificaciones.
Le pasé la mía a Marien por debajo para que la mujer no viera mis uñas. Luego de eso, aprovechamos que salió a escanearlas, o algo así, y firmamos. Leímos, además, algunas pautas. Me percaté de la palabra "cónyuge" que se refería a mi compañera. También la palabra "esposa", que sí la conocía.
—Se ven lindos juntos —murmuró la señora, que ya había regresado y llenaba algunas formas—. Bueno, eso es todo. Aquí tienen su partida de matrimonio.
Marien recibió el papel que tenía algunas decoraciones celestes y doradas.
—Gracias. —Lo guardó bien y nos pusimos de pie.
—Espero que se mejore de la vista, jovencito —me dijo con entusiasmo.
—Gracias...
Caminamos por las calles.
—Eso fue rápido. Ella fue muy amable.
—Lo sé.
—¿Hay más humanos que hablen así, de esa forma dulce a los demás?
—No muchos, pero sí, algunos lo hacen. Por ejemplo, la madre de Rosy.
—Interesante. —Y tenía sentido, ya que Rosy hablaba así a veces.
Me sorprendió, y era que las personas mayores en mi pueblo no te dedicaban ni una sonrisa a veces. Eran muy estrictos.
Los lentes siguieron mostrándome cosas y recordé...
—¿Los humanos hacen algo especial después de casarse?
—Uhm, sí.
—Porque Max preguntó si habíamos tenido una "luna de miel" o algo así, luego de unirnos, y la verdad, no sé en qué consiste.
—Bueno, usualmente la pareja viaja a algún lugar nuevo para conocer, suelen quedarse en algún hotel, y también... —Bajó la vista, enrojeciendo apenas—. Hacen el amor...
—¿Hacer amor?... Interesante forma de llamar a las cosas. Es lo que hacemos, ¿verdad? Es decir, siento que es así, cada vez que te toco o te beso, es mágico.
Rio entre dientes.
—Sí, hay varias formas de hacer amor.
—En todo caso, llevarte a mi ciudad cuenta como algo nuevo también.
—Mientras esté contigo, soy la mujer más feliz del mundo —aseguró con su dulce sonrisa.
—Siento lo mismo.
—Así que, ¿a dónde te gustaría ir? —preguntó feliz.
—A donde tú gustes, haremos todo lo que tú quieras, quiero consentirte. Además, nadie me nota con estas cosas en la cara —dije, señalando los lentes.
—Aún no se oculta el sol, ¿qué tal si vamos a ver una película? Así no tienes que usarlos.
Me encogí de hombros.
—Sí, me gustaría. ¿En dónde ven películas? ¿No hay nadie ahí que pueda verme?
—Es que es un lugar oscuro y todos miran a una pantalla gigante.
—Oh wow. Sí, quiero ver.
Rio y me instó a avanzar.
Fuimos al "cine" y le dije que escogiera cualquier película. También le hice recordar que yo invitaba, a lo que rió entre dientes y asintió. Quería consentirla mucho, amaba su risa.
Sin embargo, algo le preocupó de pronto.
—Tus oídos... El volumen es muy alto. ¡Lo sientooo! —Me abrazó fuerte.
—Hey, está bien, puedo aguantar.
—¡Lo tengo! Todavía tenemos veinte minutos, vamos a comprar tapones de oídos.
—¿Eh?
Fuimos con prisa hacia otra tienda que quedaba cerca, una "farmacia". Aunque no solo había medicinas, había incluso comida embazada en bolsas, latas y demás. La vi tomar los tapones de oído y luego pasamos por otra sección. Vio por un par de segundos extra una caja negra y pequeña con colores brillantes. Lo pensó un segundo más y siguió de largo luego de negar en silencio.
Traté de leer lo que decía, "cond...", pero ella fue de prisa a pagar y seguí su paso para salir rápido y volver al cine.
—¿No quieres algo de comer? —pregunté una vez que regresamos, ya que vi bastante gente pidiendo cosas ahí en el mostrador—. Puedes pedir lo que gustes...
—¡Sí, sí! ¡Debes probar las palomitas de maíz! —Tomó mi mano, relajada y entusiasmada, sin pensar en mis garras, y me llevó, haciéndome reír de forma leve.
Estaba feliz y me hizo sentir que podría tocar el cielo el verla así.
Se compró algunas golosinas y un pote con maíz, al que lo habían hecho reventar. Enseguida me dio a probar y le di la razón en que también sabía muy bien.
Mientras empezaba la película, conversamos sobre los niveles de contaminación de señales en la que se vivía en estas ciudades, a causa de que le conté que los lentes me mostraban figuritas. La rodeé con un brazo y ella se recostó en mi hombro. Mi dulce esposa. Me acerqué a su oído.
—Descuida, entre las montañas, en nuestros territorios, no entran bien las señales —le susurré y me miró.
—Lo sé —respondió.
Rozó sus hermosos labios con los míos y me dio un dulce y corto beso. Volvió a hacerlo y no pude resistirme. Ladeé el rostro y la besé, disfrutando de poseer sus labios entre los míos. Seguí, no quería detenerme, pero ella lo hizo.
—Más tarde te besaré más, ¿sí?
—¿Mucho? —pregunté esperanzado.
—Mucho —respondió luego de reír de forma dulce.
—¿Toda la noche? —Por favor, por favor.
—Ya lo veremos —y en su tono hubo una promesa.
Sonreí ampliamente sin poder evitarlo. Acarició mi cabello, provocándome ronronear, y continuó viendo la película. Yo casi no podía prestar atención, ya quería volver al hospital.
Aunque luego de un rato, la película se tornó entretenida, y entendí por qué a los humanos les gustaba. Supuse que, para ellos, volar lejos de la realidad no era algo raro, y tenían muchas formas de hacerlo.
Al salir, yo no podía dejar de comentar acerca de la película.
—Eso fue divertido. Es increíble cómo ustedes han logrado filmar cosas que no están ahí, simplemente creándolas en computadora. Y se me hace gracioso también cómo nos ponen en sus películas y nos muestras todos híper salvajes y animalizados. —Reí—. ¡Oh, y cuando ese sujeto voló disparando ese láser! Fue genial.
Marien me miraba con ternura y eso me hizo reaccionar.
Ay no. ¿Me veía como un niño?
—También me gustaban esas películas —comentó con cierta nostalgia en la mirada.
—¿Y qué pasó?
—Uh... mientras más mayor me hacía, más ocupada estaba, y pues, olvidé hacer las cosas que amaba hacer...
Quería ahuyentar todo lo malo de su vida, quería seguir cuidándola. La rodeé y besé su frente.
—Vamos a hacer todo lo que amabas, entonces.
Rió entre dientes.
—Bueno, ya hicimos algunas, pero tengamos otra cita, ya que amo estar contigo también.
Las calles de noche lucían muy llamativas. Anuncios entretenidos, olores a comidas de todo tipo, y, claro, olores variados de toda índole. Marien se detuvo parcialmente cuando pasamos por un restaurante, olía bien...
—¡Ya sé! Comamos algo aquí, luego vamos por el auto para dejarlo en el estacionamiento del sótano y pasemos la noche aquí, ¿por favor? —pidió de forma dulce.
Oh, no noté que era un hotel también. ¿Quería dormir lejos de todos? Estaba perfecto por mí. Sabía que quiere alejarse de la realidad y distraerse, después de todo lo que había pasado, y me honraba que me quisiera a su lado en ese momento.
—Por supuesto, como usted diga, señorita.
La comida fue muy buena, debía admitir, y vi que a ella le encantaba. Luego fuimos por el auto para traerlo.
Marien iba muy pensativa.
—¿Estás bien? —quise saber.
—Sí, solo estaba... pensando. —Miró hacia el volante con cierta tristeza, suspiró y sonrió apenas—. Ya sabes... mis padres... y... mi sueño de tener una vida tranquila contigo. Si alguien llegara a hacerte algo...
—Tranquila —la calmé enseguida.
—¿Puedes... preguntarle a Max si puede ayudar? Sé que, por su posición, puede acceder fácilmente a información de esa clase... Así, además, no te metes en tantos problemas.
—Sí. Le diré a Max sobre esto, descuida. —Tomé su mano—. No creo que pase nada, estoy para protegerte, todo estará bien.
Sonrió aliviada.
Al llegar al hotel, dejamos el auto en un nivel inferior al suelo y subimos. Cuando entramos a la recepción me fijé en la decoración. Era bastante pintoresca, sin duda de otra cultura de los humanos. Como ella se distrajo mirando a unos gordos peces enormes, y yo pasaba desapercibido con los lentes oscuros, fui a pedir una habitación.
—Buenas noches...
Traté de recordar cómo Marien pidió habitación esa vez en la otra ciudad, pero la joven interrumpió.
—Tengo una habitación matrimonial perfecta para ustedes.
—Sí, muchas gracias.
Ella asintió, inclinando la cabeza, y me sorprendió levemente. Decían que había culturas humanas que tenían cierto parecido a la nuestra, pero no pensé que fuera verdad.
Olvidé por completo mis uñas en punta y le di la tarjeta, lo cual, para suerte mía, no la espantó. Al mismo tiempo, Marien vino de prisa y saludó a la joven, pero, al ver que ella no estaba asustada, se relajó.
Cuando subimos, ella me explicó que muchos asiáticos admiraban las características de los evolucionados.
Vaya... Eso era nuevo.
Nos encontramos con un letrerito que indicaba dejar los zapatos afuera, así que lo hicimos. Al entrar a la habitación, ella sonrió, respirando hondo, y me encantó verla tan relajada y feliz. Así era como quería verla siempre.
Revisó algunas cosas mientras yo volví a ver la decoración en las paredes.
—Tienes que probar esto —avisó con entusiasmo, y me mostró una lata—. Con las fresas, sabe como helado.
—¿Es leche? —Eso me entusiasmó también. Me saqué los lentes y la tomé para leer lo que decía el logo.
Ella la abrió y el aroma me lo confirmó. Era leche... O algo derivado. Agarró una fresa, la sumergió parcialmente y la mordió. Al parecer era delicioso. Me dio aprobar también y lo hice.
Ambos sabores explotaron en mi boca y quedé pasmado.
—Oh, esto está bueno.
Todavía no salía de ese asombro y ella me empujó con suavidad, con una sonrisa traviesa y un leve rubor. Choqué contra la cama y me senté al tiempo en el que ella se subía a horcajadas en mí. Caramba, sí sabía que me fascinaba de extraña forma tenerla así, y lo usaba muy bien a su favor.
—Me gustó salir contigo, mi joven esposo.
Junté mi frente a la suya.
—Me alegra que le haya gustado, mi bella esposa.
Se dejó algo de esa leche dulce en los labios y luego en la punta de mi nariz, divirtiéndome con ese extraño nuevo juego. Me besó con suavidad y descubrí el objetivo de este. Limpió la leche de mi nariz con un beso, produciéndome una sensación que barrió conmigo, y volvió a mi boca.
El beso se prolongó, se movió con suavidad contra mí y, de algún modo, algo me dijo que esta noche era sumamente especial, que algo iba pasar... ese algo...
Me deleité con su aroma, su aliento. Sus labios deliciosos, tibios, suaves, carnosos y perfectos. Sus dedos recorrieron mi cabello, produciendo esa suave corriente que me empezaba a arrastrar hacia algo. Acarició mi cuello y mordí su labio inferior.
Empezó a desabrochar los botones de mi camisa. Sí quería, eso y más. Quería sentirla. Me había encontrado a mí mismo fantaseando con esas cosas, carcomido por la curiosidad, incapaz de controlar mi mente... Besé su bonito mentón mientras sus manos delicadas empezaron a recorrer la piel de mi pecho.
Deslizó la prenda por mis hombros. Era la primera vez que me la quitaba por completo mientras nos besábamos, y no me importó, al contrario. Retiré mis manos y la dejé en la cama. Tenía la necesidad de estar así, de despojarla de su ropa también, sentirla junto a mí, piel con piel. Hacerla arder con mi cuerpo, despertar ese instinto que aún no sabía cómo calmar.
Me recosté en el colchón, trayéndola conmigo. Colé mis manos por su cintura y mordió mi mentón. Cómo me fascinaba que hiciera eso. Empezó a bajar, besando toda mi piel y, al llegar a mis pectorales, volvió a dar sus suaves mordidas, encendiendo algo.
Regresó a mis labios y la recibí con fuego. Me senté y me atreví a subir mis manos hacia sus costillas, sintiéndola estremecerse.
Necesitaba saber si podía tocarla y besarla ahí.
—¿Puedo besarte...?
—Sí, hazlo —pidió sin siquiera dejarme finalizar mi pregunta—. Bésame todo lo que quieras.
Mi alarma mental se encendió. Mi más oscura fantasía estaba por cumplirse, pero no dejé que eso me controlara, pues también quería admirarla, amarla. La tomé de la cintura y la tendí por completo sobre el colchón. Sus finas manos recorrieron mi espalda, dejando esa dulce corriente recorrerme.
Besé su cuello y empecé a desabotonar su blusa. Bajé besando y saboreando su piel mientras mis manos se encargaban de dejar al descubierto esos dos suaves bultos de su pecho, sus senos, que ahora eran mi obsesión.
Sin embargo, descubrí algo más, una especie de prenda pequeña los sostenía y protegía. Aun así, solo verlos de esa forma me prendió de manera extraña.
Besé toda la piel que no estaba cubierta por la extraña prenda, y bajé a su abdomen. Sus suaves jadeos me alimentaban. Continué hasta su vientre bajo y ladeé el rostro hacia su cintura, para hincarle mis colmillos en una suave mordida, haciéndola jadear y curvarse un poco.
No podía resistirme a hacer ese tipo de cosas. Su piel era tan bonita, suave y tersa. Con ese aroma que me enloquecía y el extra delicioso de que ahora estaba húmeda por mis besos.
Recorrí mi lengua en su abdomen y volví a sus labios. Nuestra piel se unió y la sentí ardiente. Acaricié su cintura y sonreí. Ella también lo hizo. Las nuevas sensaciones eran indescriptibles.
Esto era lo que mencionó que íbamos a hacer, el por qué iba a querer estar atento a cada roce con su piel...
—¿Me ayudas? —cuestionó.
Sentí un leve roce por mi vientre bajo y eché un vistazo. Se estaba desabrochando el pantalón. ¿Quería que se lo quitara? No me detuve a preguntar, me reincorporé e introduje los dedos con cuidado debajo del borde. La miré una vez más para asegurarme de que no entendí mal, y deslicé la prenda hacia abajo.
La vi tendida, a mi disposición, con esas diminutas prendas, y sus mejillas ruborizadas. Me deleité con sus hermosas piernas. Me acerqué, besé su rodilla, y empecé a bajar por su muslo, casi devorándola a besos. Era preciosa.
Cerré los ojos y rocé mi mejilla por su piel, subiendo por el interior de su muslo a su rodilla otra vez, y soltando un bajo y grave ronroneo. Mi hermosa me estaba dejando apreciar su cuerpo, me había abierto las puertas a lo que era prohibido. Ahora que éramos un solo ser, ya no había barreras entre nosotros.
Mis ojos se plantaron en los suyos. Volví a sus labios y rodeé su cintura, pegándola a mí. Me faltaba el aliento, nuestra piel quemaba al contacto. El ambiente se había calentado y nuestro aroma se había mezclado.
—Eres muy hermosa —dije con la respiración algo entrecortada.
Me besó, me hizo girar y salió de la cama, tomando mi mano y llevándome con ella.
—También debes quitarte esto —murmuró con una traviesa sonrisa mientras se disponía a sacarme el pantalón.
Le correspondí la sonrisa, dejando que me hiciera lo que le plazca. La prenda cayó y temí que se fijara en la tensión de ahí abajo, aunque, como ella parecía saber qué pasaba y que era "normal", dejé la vergüenza.
Me hizo volver a la cama y caí sentado, recibiéndola sobre mí, tal y como me gustaba. Nuestros cuerpos ardieron al juntarse así, sin tanta ropa que estorbara. Nos besamos y me robó el aliento. La rodeé y la aferré a mí, ya sin poder controlarme tanto como antes.
—Desnúdame —pidió con una urgencia nueva—, bésame y tócame todo lo que quieras —agregó con necesidad entre besos, para luego morder mi labio con fuerza.
Todo un sinfín de pensamientos se me cruzaron por la mente, en un par de segundos que parecieron eternos. ¿Desnudarla? ¿Se refería a todo? Sin embargo, quería, sí quería desnudarla. Todos aquellos deseos que alguna vez tuve y que jamás creí que se cumplirían, que los taché de maliciosos e indebidos, ahora se materializaban.
Volvía besarla y no me fue problema deshacerme de esas dos pequeñas prendas. Cuando pude darme cuenta, ambos estábamos igual. Ella debajo de mí, sus formas contra mí, su aroma, su calor. Su cuerpo hermoso, delicioso, suave, rico... Ya no podía controlarme. Sus jadeos alimentaban mis ansias.
Mis fantasías no podían haber sido más que solo eso, fantasías. Esto era completamente distinto y arrollador. Parecía que había olvidado hasta mi nombre, estando perdido en ella.
Cuando llegó un momento muy intenso, me di cuenta de que el gozo y el placer que sentía, eran apenas el inicio. Ella me guió y herví en placer, quejándome en un grave y bajo gemido. Entré en su cuerpo y sentí calor, presión. Era la más dulce de las torturas. La vi, jadeante, con las mejillas rojas, su cabello esparcido en el colchón, y la besé, terminando de unirnos.
Me entregué a ella. Fui jadeos, gruñidos, suspiros, caricias, besos. Fui suyo, muy suyo, y correspondí esa enloquecedora danza de amor hasta casi perder la cordura.
La poderosa sensación se empezó a disipar. Jadeaba todavía, con los ojos cerrados, así que los abrí despacio y miré al techo, tratando de recuperar el aliento. Sentí sus manos recorrer mi pecho, mientras yo intentaba volver a conectar todos mis pensamientos.
No sabía qué me había hecho, pero me sentía pleno. Me había desarmado en ella y, de algún modo, me sentía realizado. Era su hombre, podía hacerme lo que quisiera. No iba a negarle nunca nada.
Ella intentaba recuperar al aliento al igual que yo, que estaba todavía medio perdido en el ensueño, luego de haber "explotado" de alguna forma.
Ahora sentía que podría enviciarme con esta nueva forma de hacer amor, como dijo ella, que había varias formas de hacerlo.
Esta sin duda era... Pero ¿cuál era el objetivo? Entonces recordé...
Me besó, sacándome de mi mente, y la estreché contra mí, ronroneando del puro gusto al sentir su suave cuerpo, recibiendo su hermosa risa. Giré, trayéndola conmigo, y respiré hondo por sus cabellos. Quedé mirándola, perdido en sus ojos.
—Wow...
—Lo sé —susurró en respuesta.
Me dio otro beso y sonreí.
—Bueno, creo que ahora entiendo el porqué de un par de cosas que ocurrían con mi cuerpo a las que no hallaba explicación... Creo que no era tensión, no del todo. —Ella rió y me dio otro dulce beso. Esto sin duda tenía que ser...—. ¿Puedo preguntar algo?
—Sí, pero si es sobre un bebé, no.
—Uhm, bueno.
La seguí besando, cuando de pronto rió entre dientes de nuevo.
—¿Así que sí ibas a preguntar sobre eso?
Sonreí con culpa.
—Bueno, estamos sin ropa.
Rio otra vez y me besó, pero pareció meditar sobre algo luego de un par de segundos.
—¿Estás bien?
Asintió, volviendo a sonreír.
—Todo bien, solo algo adolorida...
¿Qué?
—Oh, no. Perdóname...
—No, tranquilo, es normal.
Trató de restarle importancia, pero mis ojos captaron enseguida las tenues marcas que le había dejado, probablemente con las puntas de mis dientes caninos, las uñas... Ay no, era una bestia.
—Te he lastimado. Lo sabía, sabía que no iba a poder controlarme —renegué de mí mismo.
—Hey, no, estoy bien, en serio. Me encanta, es tu huella, es superficial, no me pasa nada, en serio.
Me regresó al calor de su cuerpo, lo poco que me alejé, y solté aire en un suspiro. Sabía que, así como yo la adoraba con todo, ella también lo hacía. Ella además entendía mi naturaleza, pero no era justo. La abracé, no podía creer lo descuidado que fui...
—Oye —me miró—. No vaya a ser que ya no quieras hacérmelo solo por esto.
¿Hacérselo? Sonreí.
—No, pero no va a volver a pasar, seré más cuidadoso, lo prometo. —Entonces mi mente conectó—. Espera, ¿significa que lo podemos volver a hacer? —No pude evitar sonreír ante la idea de volver a tenerla así, y ella rió.
—Por supuesto —aseguró, volviendo a besarme.
Ahora en verdad éramos uno, a eso se referían con la intimidad que solo debía existir entre una pareja, aunque sentía que a nosotros nos unía algo incluso más fuerte. Sin duda era el amor que sentía por ella.
Si quería, iba a hacerle el amor de esta forma, cuidando de no ser tan brusco y torpe como lo había sido. Sentía que mi amor se materializaba al hacerlo de esta forma también.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? —quise saber, porque parecía haber estado esperando para esto, dándome pistas sin decirme todo, buscando el momento sin encontrarlo—. ¿Tenías miedo?
—No, claro que no, es que... es un gran paso, y... también es la primera vez que lo hago.
¿Primera vez? Por supuesto que era la primera vez, también para mí... Era por eso que las parejas se unían, para tener una intimidad primera y única, ¿o no?
—¿Que no es normal que sea así?
Suspiró y acarició mi rostro.
—No en mi mundo, no es así. Yo en realidad soy una rara, ¿sabes? —sonrió con vergüenza—. Pasé la escuela estudiando como psicópata para terminar lo más pronto e ingresar mucho más joven a la universidad, con becas y honores. Y luego, pues, medicina es una carrera muy fuerte. Nadie iba a fijarse en una nerd como yo. Y en realidad yo no tenía tiempo para nada tampoco, puede decirse que, al igual que tú, no viví mi adolescencia.
Eso me descolocó en cierta forma. Por un segundo pensé en lo que los ancianos líderes siempre habían dicho de los humanos, que estaban perdidos, que había mucho desapego hacia todo, incluso a sí mismos.
Pero ella... Ella no... Y de algún modo... me alivió.
A veces no entendía su cultura, pero ella hacía lo mejor por entender la mía, así que entendí la suya, por supuesto. Era solo que a veces era difícil, sobre todo en los puntos en los que cada una se iba hacia el otro extremo de la balanza.
Respiré con calma y sonreí levemente. Sí, entendía, pero, al mismo tiempo, me aliviaba que ella no se hubiera dado antes de esta forma tan privada a alguien más. Una forma de hacer amor que solo podía ser para tu eterna compañía.
—Me alegra. Me alegra que me hayas esperado. —La besé, sacando todos esos pensamientos ya inservibles de mi mente.
—Sí, yo también, no podría haber pedido algo mejor. Eres el amor de mi vida, y también te quiero dar todo de mí.
Volví a abrazarla y suspiré. Sí, también iba a darle mi vida entera sin dudarlo.
Casi no podía dormir pensando en lo que acababa de pasar...
Ella descansaba contra mi pecho, lucía hermosa con esas mejillas sonrosadas. Acaricié su cabello, su cuerpo. ¿En verdad pasó eso? Todavía no podía creerlo. La observaba, no podía dejar de hacerlo, infinitamente hermosa, se me acababa de entregar de esa forma, me había hecho suyo de tantas maneras.
Continué acariciándola, rogando que traspasara hasta sus sueños. La sensación aún me latía ahí, todo mi cuerpo latía con los recuerdos. No sabía que podía entrar en ella.
Era sin duda lo que dijo Altair, lo sabía. Tanta intimidad debía tener un fruto. ¿Ahora nos llegaría un hijo? ¿Sería una pequeña parte de ambos? Pues quizá crecía en su interior, por eso fue por lo que al final...
Um, eso significaba que mis padres... Oh.
Sacudí la cabeza, suspiré y miré hacia la ventana mientras peinaba sus cabellos con delicadeza. Esperaba no fallarle nunca, no dejarla desprotegida si llegaba a pasarme algo. En fin, no importaba pensar en eso ahora.
La amaba con locura, y pensar que no sabía lo que sentía hasta no hacía mucho. Ella me mostró todo eso: abrazos, caricias, besos, y ahora esto, wow. Nuevamente no podía creerlo, me fascinaba. Me tenía loco, sin cura. Me había dado el mejor día de mi vida, o, bueno, uno de los mejores. Todos con ella.
***
Hola 7u7 ¿quieres la parte sin censura? Pues está en mi grupo de Facebook, en archivos, y en mi canal de discord. Links en comentarios y en mi perfil :3 jejeje
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