Capítulo 19: Confesiones

Marien

Nos dio la noche y me alisté para dormir. Tomé una roca del suelo y la llevé conmigo.

—No te haré daño —dijo al ver mi acción.

—Lo siento, pero ya te he oído decir eso antes —respondí enfadada.

—No te haré daño, Marien —insistió—. Además, eso no me detendría.

—Me subestimas, Sirio.

Suspiró con pesadez.

—Sí, quizás...

Se sentó al pie de un árbol, estaría toda la noche alerta seguramente. Recordé que él no había comido nada, así que saqué una botella de leche y se la di. Requerí de mucha fuerza de voluntad.

—Suponiendo, claro, que en verdad te guste y no haya sido otra mentira —le dije.

Me miró con seriedad, pero había algo más en sus ojos que indicaban resignación, aceptando mis ataques sin reclamar. Volví a mi sitio para dormir.

—No me gusta tanto como tú...

Lo miré sorprendida, después de haber sentido el brinco de mi corazón adolorido, al escucharle decir eso. ¿Lo había dicho en verdad?

Él miraba al suelo, estaba con las piernas flexionadas y los antebrazos sobre las rodillas, sostenía en una mano la botella.

—Eso fue lo que te salvó de ellos y de mí, que me gustaste desde que te vi.

Mi corazón se aceleró, ¿estaba declarando su amor por mí, o lo que fuera que sintiera? ¿No se suponía que ellos no sabían sobre eso? Aunque quizá era obvio que supiera al menos sobre el gusto.

—Como ya dije, toda mi vida me entrenaron para odiar a humanos, mi tutor me entrenó desde chico, ya que era una cuestión de honor. Él decía que le pertenecía y me llenó de ideas sobre ustedes. Y por un tiempo lo creí, mi padre me dijo que yo sí merecía ser hijo de otro, al ver que yo me había dejado influenciar por las ideas de Orión. —Parecía triste con eso—. Hubiera preferido ser como él y no como Orión, pero crecí teniéndole respeto, . Pero sigo sin entender, ¿por qué les traicioné por ti? Traicioné a gente que ha estado conmigo casi toda mi vida... por ti.

—Pues no debiste si sabías que no podías.

—Iba a poder, estaba decidido a limpiar el honor de mi madre. La misión era fácil, ganarme la confianza de una tal doctora Ramos y traerla, las circunstancias ayudaron y tenía que deshacerme de cualquiera que se interpusiera —hizo una leve pausa—. Pero apenas te vi... parecías la criatura más frágil e inocente que había visto. No parecías ser lo que Orión había descrito, y en verdad parecías preocupada por mí, arriesgándote, además. —Frunció el ceño—. Mil veces pensé en desaparecer y venir a que me mataran, pero no podía alejarme de ti, no... No podía dejarte. —Pasó su mano por su cabello con frustración—. No entiendo qué ocurre conmigo, siento que si te pasa algo me moriré así sin más... Esto no puede ser bueno ni normal... —Noté la angustia en su rostro—. No tienes idea de todo lo que me provocas...

Tal y como lo suponía, era capaz de sentir amor, pero no le hallaba explicación. Sentí mucha tristeza porque aún no podía perdonarlo y ahora me moría por poder hacerlo, olvidar y correr a él para explicarle y decirle lo que yo también sentía. Pero tenía miedo.

—Me gustas más que el chocolate o cazar, te aprecio como a alguien muy cercano, pero a la vez es algo muy, muy distinto. Me sentía feliz cuando tú mostrabas preferencia hacia mí, cuando me sonreías, cuando me abrazabas, cuando me diste un beso en la mejilla... Cuando... —Me miró algo avergonzado— ...me diste ese raro beso en los labios... yo... Me hiciste volar. ¿Qué fue?

Me ruboricé más de lo que estaba, al recordar, y dejé de mirarlo.

—Olvida que pasó eso, Sirio.

Lo oí suspirar con frustración y volví mi vista hacia él.

—Puedes volver a llamarme Antonio...

—No, gracias, ese nunca fue tu nombre, así que no viene al caso. Fue un invento tuyo, y ese beso fue mi despedida para él. —Quiso decir algo, pero continúe—. Ahora estoy con alguien que no conozco.

—No me digas eso, por favor... Pero entiendo, no me crees y me lo merezco. Me gusta ese nombre también... y no siento apego por mi nombre real.

—¿Y qué pasaba si tu pequeño plan no funcionaba y yo terminaba muerta? ¿Ah?

Su mirada se tornó seria.

—Me habría lanzado a matarlos, aunque eso suponía un suicidio, pero no me habría importado. He sido entrenado para matar, y aunque no me han permitido hacerlo porque también ensucia tu honor, si algo te llegara a pasar, lo haría...

—Ja, vaya solución.

Dejé de mirarlo y me acomodé bien para dormir. Después de unos segundos rompió el silencio.

—Despedida... —murmuró—. No te despidas de mí, sigo siendo yo...

—Eso también lo he oído antes —dije sin mirarlo.

—¿Puedo guardar las esperanzas de que te despidas de Sirio cuando te deje en la capital?

No respondí. No quería mentirle porque en verdad deseaba besarlo, ese sentimiento no se había ido, pero sentía mucho dolor aún. Me quedé dormida enseguida otra vez por el cansancio.


***

Al despertar veía algo borroso, solo podía detectar algo de oscuridad a mí alrededor, así que parpadeé para aclarar mi visión. Estaba en la celda, el vacío reinando en mí y abriéndose paso. Apreté mi pecho y la angustia me devoró. ¿Había tenido el sueño más real y feliz de todos?

—No... no, NO —exclamé mientras me acurrucaba en el colchón.

Me senté y miré a mí alrededor. Empecé a llorar, apreté los dientes para no hacer tanto ruido. Orión irrumpió en la celda bruscamente y tiró un cadáver ensangrentado a mi costado.

—¡OH, DIOS! —Grité con la voz en llanto, mientras me cubría los ojos.

—Va otro día —dijo.

—¡No, esto no puede estarme pasando! ¡NO, NO! —grité llorando.


Me encontraba gritando y alguien me sacudía. Desperté de golpe y pude reconocer esos ojos destellantes bajo la tenue luz de la media luna, llenos de preocupación.

—¡Antonio! —grité y me lancé hacia él. Lo abracé fuerte, llorando descontroladamente. Enterré mi rostro por su cuello, aferrándome más—. Antonio, ¡mi Antonio! —sollocé—. No me dejes volver ahí, por favor, no... ¡No me dejes volver ahí! No dejes que vuelva, no dejes que vuelva, no dejes que vuelva... —le pedía envuelta en llanto.

Me tenía fuertemente abrazada también y acariciaba mi cabello.

—Tranquila, todo está bien —susurrando—. Estoy aquí, no te dejaré, nada va a poder hacerte daño.

—No me dejes, no me dejes, no me dejes... —seguía sollozando contra su cuello, casi sin sentido y sin parar.

Sentí que me alzó en brazos. Me dejé envolver por su aroma y su calor. Cuando volví a estar consciente noté que estábamos bajo el árbol, él me tenía rodeada y aprisionada contra su pecho.

Fui calmándome poco a poco bajo sus caricias, que con suavidad iban despojándome de los sollozos y temblores. Me di cuenta de que eso había sido un sueño, una pesadilla, él en verdad me había sacado de ahí.

Vi de reojo a mi alrededor, estábamos en el bosque en medio de la noche, ahora estábamos lejos de esa horrible prisión. Terminé durmiéndome nuevamente.


***

Sentí el leve calor del sol filtrarse entre las hojas del árbol. Una suave caricia recorría lentamente mi mejilla, a los pocos segundos un travieso dedo jugueteó un poco con un mechón de mi cabello. El bosque seco se extendía ante mi visión. Otra nueva caricia en mi mejilla, ladeé mi rostro y enterré mi nariz en su pecho.

—Debemos continuar —dijo con tono suave y tierno.

Suspiré y me reacomodé en su regazo girando mi cuerpo. Miré hacia el frente, él aún me tenía rodeada con sus brazos.

—Perdón por lo de anoche, fue una pesadilla —dije—, no volverá a pasar.

Me apretó contra su cuerpo y deslizó su nariz por mi cabello cerca de mi oído.

—Perdóname tú, esto es mi culpa —respondió.

Miré hacia mis manos, me sentía avergonzada de mi corazón que estaba latiendo tan rápido e insistente.

—No estás perdonado aún —susurré.

—Está bien. —Recostó su mejilla en mi hombro—. Creo que no quiero salir de tu vida.

—Te entregaré a los de seguridad entonces —murmuré en respuesta.

Se estremeció con una corta risa silenciosa. Quizá estaba siendo muy orgullosa, no me importaba, me sentía a salvo, pero aún tenía miedo de que esto siguiera siendo alguna otra especie de engaño o lo que fuese, quizá me hundiría en la locura.

Me puse de pie, y él me dejó salir de su regazo sin oponerse. Le di otra botella de leche, era la última, y nos alistamos para seguir.


Caminé frustrada. ¿Cómo era que terminé durmiendo con él otra vez? Yo y mis sueños tontos, pero este trauma nuevo era su culpa. Crucé los brazos mientras caminaba.

—¿Qué tan lejos estaremos de la capital? —pregunté.

—Estamos bastante cerca, quizá un día.

—Vaya, ¡al fin! —Esperé unos segundos más y luego decidí hablar—. Entonces tu plan siempre fue llegar al laboratorio donde estaba yo, y protegerme durante el camino para llevarme con vida hasta tu prisión.

Frunció el ceño.

—Suena bastante mal si lo dices así... Pero sí, mi objetivo era el laboratorio.

—Entonces al principio fingiste que te agradaba...

—No.

Suspiré.

—Bueno, para acortar las cosas... dime qué cosas fingiste y cuáles no.

Sonrió y arqueó una ceja.

—Todo lo que tenías que saber ya te lo dije. Nunca fingí contigo, solo con ellos.

—Por lo que oí, si no hubieras sido tú, Altair sí me hubiera matado.

—Probablemente.

—Supongo que gracias —dije con tristeza.

—No creas que todos son crueles... Quizá pienses que estoy defendiendo a mi especie, pero no, simplemente están dolidos. Aun así, no tienen por qué actuar de esa manera. Orión es conocido en mi ciudad por hacer esas cosas, supuestamente preocupado por prevenir un ataque de parte de los humanos. Además de recibir reconocimiento por ser uno de sus hombres, podría conocer humanos y saciar mi curiosidad. Ya sabes, caprichos míos.

—Ya veo...

Soltó una leve risa, no pude evitar sonreír, pero no dejé que me viera.

—Cuando te vi por primera vez fue un duro golpe. Porque enseguida me di cuenta de que quizá no iba a poder hacerlo, ese no era yo. Había dejado a mi madre en peligro, y a todo lo que conocía, me había metido en un buen lío. Y si me iba me matarían, castigarían a mi madre, y mandarían a otro por ti.

—Así que te quedaste —susurré.

—Por eso y porque me gustas. —Me empezaba a ruborizar, maldición—. Aunque al inicio no quería creer que fueras buena y trataba de convencerme de que solo fingías, como Orión me había advertido, y yo hacía lo mejor para mi pueblo si te llevaba. —Me miró y retiré mis ojos para que no se cruzaran con los suyos.

—Ahora igual serás perseguido a muerte... —murmuré, ocultando mi preocupación.

—Sí. Bueno, primero él tiene que hablar con los ancianos lideres, ellos por supuesto van a aprobar mi muerte...

Suspiré. En la capital podría mantenerlo a salvo.

—Así que... Sirio, ¿eh? —le dije sonriente.

Me ofreció una espléndida sonrisa, seguro por verme sonreírle, así que miré hacia el frente e intenté ponerme seria.

—Lo sé, los nombres que escogen los H.E. son raros —se excusó.

—Sirio es el nombre de una estrella, Sirius del latín. Es una de las más brillantes del cielo nocturno, me gusta...

Él mantenía una leve sonrisa.

—Orión me dijo que venía de la palabra griega "Seirios" que significa cruel, y también le agradaba que esa estrella estuviera cerca de la constelación de Orión. —Rió un poco—. Como si fuera casi su hijo. Vaya ironía.

—Hum... interesante.

Su semblante cambió, ahora estaba serio otra vez.

—Pero... olvídate de eso, ya dije que puedes seguir llamándome Antonio, anoche lo hiciste y me gustó...

Me puse seria también.

—Pero no eres tú...

Resopló frustrado.

—Soy yo —insistió.

—Sí, entiendo que eres tú, pero... acepto tu verdadero nombre...

—Solo quiero que sientas que sigo siendo yo, que no he cambiado ni soy otra persona, por eso...

—Lo sé, no te he perdonado por haberme engañado, pero... eres tú, ¿no? Dices que no fingías conmigo, entonces sigues siendo tú, entiendo por qué lo hiciste.

Me miró con algo de duda, sonrió levemente aliviado y sacudió la cabeza.

—Bien, bien... Si así estás feliz.

—Lo estoy —dije sintiéndolo de verdad.

Continuamos caminando en silencio.

—¿Puedo llamarte de las dos formas? —pregunté—. No es que te sienta alguien diferente, solo que no sé... solo por costumbre, me gustaría llamarte de las dos formas. Claro, si gustas.

Sonrió.

—Me gusta.

Sonreí también.

Después de unos minutos sacó el reproductor de música y me pasó un audífono, sentí de pronto algo de nostalgia, le sonreí y me acerqué. Las horas eran fáciles de pasar con él a mi lado, seguía siendo el mismo. Aunque con lo que ahora sabía de él, estaba sorprendida y al mismo tiempo algo temerosa, pues él también era salvaje, su naturaleza estaba dada así. Un depredador capaz de congelar con su mirada inexpresiva.

Al caminar juntos mi mano rozó fugazmente la suya. Mi corazón palpitó fuerte. Volví a juntarla, esta vez de forma voluntaria, la moví un poco más y entrelacé mis dedos con los de él.

Me miró sonriéndome de forma dulce. Seguía siendo él, a veces manso y dulce como un gato, y a veces un fiero depredador como un puma... y aún lo amaba, pero nuestros mundos y culturas eran distintos.


***

Casi daba el medio día. Sirio iba atento por si lograba olfatear alguna posible presa para cazarla.

Me encantaba verlo tan concentrado, tenía esa mirada calculadora, observando los alrededores. Caminó con lentitud hacia adelante, dejando la mochila en el suelo, así que me senté en una roca para no causar ruidos que pudieran espantar a lo que fuera que hubiese visto u olido.

Un venado se asomó por un alto arbusto a lo lejos.

—¿Podrás con ese? Es algo grande... no necesitamos tanto.

Sonrió.

—Sí es grande, por lo menos me hará perseguirlo un rato, quizá me guie hacia algunos más pequeños —dijo con satisfacción, haciéndome reír en silencio. Miraba a los alrededores algo preocupado—. No te quedes lejos de mí —agregó.

Empezó a avanzar hacia el venado, cuando ya estuvo a una distancia bastante moderada me puse de pie y lo seguí. Quizá podía oler si había algo más cerca, quizá más animales salvajes y eso le preocupaba.

Él se quedaba estático cuando el venado alzaba la vista, y yo intentaba hacer lo mismo, pero, cielos, los humanos no servíamos para esto.

Dio unos cuantos pasos más y echó a correr de golpe como una bala, haciéndome sobresaltar de la sorpresa. El venado alzó la vista y corrió levantando polvo en su desesperación.

Estaba cerca de alcanzarlo cuando vi que giró su rostro hacía unos árboles y al instante salió una chica H.E., embistiéndolo. Me preocupé y empecé a correr, tal fue mi sorpresa al ver que la chica lo tumbó al suelo y fue a correr tras el venado mientras Antonio se puso de pie rápidamente y retomó su persecución.

Seguí acercándome. Quizá la conocía, ¿cómo era eso posible? Ugh, Pero claro que era posible, él tenía una vida en su mundo.

Antonio la alcanzó enseguida, ella le dio un empujón y él se lo devolvió, el venado dio una curva cerrada haciendo que ambos derrapasen en el suelo. Antonio tomó ventaja de esto y se adelantó. El venado venía casi en mi dirección.

La desconocida brincó sobre Antonio y ambos cayeron y rodaron por el suelo, le oí reír apenas. Me di cuenta de que el venado ya estaba a unos metros de mí y solté un grito porque en pocos segundos pasó por mi costado. En ese mismo instante Antonio lo embistió, la chica hizo lo mismo y el animal cayó rendido al suelo. Ella se le lanzó.

Miré al costado unos segundos, no quería ver al pobrecillo morir. Antonio se puso de pie dejándola con el animal y se acercó amí, quedándose entre ella y yo, quizá para protegerme de algún ataque. Me preocupé.

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