Especial 2: Un nuevo inicio
Me reuní con Max y Sirio en la terraza de mi casa, luego de haber estado en una celebración pequeña y tranquila por mi reciente unión con mi pequeña rulitos. Ya me sentía completamente suyo, pero no dejé de querer unirme a ella, capricho mío.
Supimos que H.E y humanos sí podían concebir un bebé, pero por el momento no estaba en planes, sobre todo ella, quería primero ejercer en su carrera, estar conmigo, y yo sin duda iba a complacerla, además de que también empezaba a trabajar en lo mío, y a pasar tiempo con mi madre.
—Héctor anda ganando puntos por buen comportamiento —comentó Max.
—Seguramente.
—Al menos no volverá a molestar.
—Sí, ya acabó —dijo Sirio apoyándose en el borde de madera de la terraza, mirando al cielo nocturno.
Tomé un sorbo del jugo que tenía en la mano.
—Bueno, puede decirse —habló Max.
Eso se nos hizo extraño.
—¿Cómo que puede decirse? —pregunté.
—Nada, nada, como nada está dicho...
—No, tú sabes algo, dilo —insistió Sirio.
—Uch. No es importante pero bueno, digamos que al final recordé que le perdimos la pista al virus que se robó. —Nos preocupamos—. Pero naah, descuiden, ha de estar por ahí, ni que se pudiera hacer gran cosa con eso. Ya lo encontraremos. Ya hemos capturado a todos los hombres problemáticos así que olvídense de eso.
—Hum... —Volví a tomar del jugo.
Algo me decía que tal vez sabía algún dato sobre ese virus, pero tal vez no, y quizá no era importante o solo me parecía. Me encogí de hombros y tomé más jugo.
Marien vino y se fue con Sirio, Max volvió también diciendo que tenía que conquistar a una pobre evolucionada, que, aunque no parecía interesada en él, no lo alejaba, así que tampoco me pregunté más sobre el asunto.
Alguien se aferró de mi brazo y tiró con suavidad para darme un beso, mi Rosy.
—¿Vamos a bailar?
—Por supuesto, amor —susurré besando su frente.
Mordió su labio, traviesa.
—Y luego nos vamos por ahí a mezclarnos de forma rrrica.
—Mmm —ronroneé—, encantado, preciosa.
***
El tiempo pasó, viví de aquí allá con Rosy, por casi cinco años, la acompañé, le hice el amor incontables veces, y lo seguiría haciendo. Me había enseñado tanto sobre casi todo. Éramos como uno solo, y no temía demostrar mi cariño, sin importar mucho si estaba en mi pueblo, con mamá.
—¿Cuándo me vas a dar descendencia? —preguntó ella una vez.
Quedé pasmado.
—M-mamá... No quiero presionar a Rosy.
Y la verdad, a veces me daba miedo. Ella siempre mencionaba lo mucho que le gustaba tenerme solo para ella y que no estuviéramos atados por niños como lo estaban sus amigos. Ella veía que ellos ya casi no se divertían, y ella todavía quería vivir.
Yo entendía que era algo que debía pensarse bien, aunque sí quería tener a una mini Rosy, dudaba en comentárselo. Ella había estudiado maestría, y estaba buscando un trabajo que le diera la posibilidad de entrar desde donde estuviera, y así vivir conmigo en el pueblo, cerca de su amiga, además, quien estaba aquí.
—Rosy no responde, así que me preguntaba si tú podías hacerme el favor... —preguntó su amiga por teléfono.
Parpadeé un par de veces.
—¿En qué consiste?
—Solo cuidar a mi Leito, será un rato, no más, vigilarlo, es un bueno niño, no hace desastres.
—Uhm... está bien...
Cuando llegué, ella me hizo pasar.
—Te lo agradezco mucho —decía mientras alistaba algunas cosas en su bolso—. No tardo, ¿sí? Solo voy a la ciudad y vuelvo. Leo está durmiendo, sino me lo llevaría, no quiero interrumpir su sueño. —Iba de aquí para allá—. Dudo que se despierte antes de que yo vuelva. En fin. Gracias —me dio una palmadita en el hombro y se fue.
Quedé en el silencio de la casa.
Solté aire y revisé mi teléfono. ¿Por qué Rosy tampoco me había respondido? Me estaba empezando a preocupar. ¿Y si tenía algo que ver con que Marien también tuviera que salir así de pronto?
Suspiré e intenté llamarla de nuevo.
Nada...
Alcé la vista y me encontré con un par de ojos verdes mirándome fijamente, asomándose por una puerta en una habitación de por al fondo. Levanté la mano levemente y le saludé. Salió de su escondite y vino corriendo, arrastrando un peluche de tigre.
—¡Tío Ácrux!
Me puse de pie y lo recibí, alzándolo en brazos. Él me decía tío porque así le habían acostumbrado, también le decía así a Rosy y ella lo adoraba. Ella decía que éramos sus "padrinos" o algo así. También apreciaba al niño, era hijo de buenos amigos al final de cuentas, y todos eran lo que yo consideraba mi familia ahora.
—Sí, hola.
—Tío Ácrux, ¿has venido a jugar?
—¿No deberías estar dormido? —pregunté mientras me dirigía a la cocina.
—Yo no duermo.
—¿No? —Eso me causó gracia.
—Ah, ah —negó sacudiendo la cabeza—. Yo cuido a mamá, y por eso no duermo, para asegurarme de que está bien.
—Así es, es lo que un buen hombre hace. —Lo senté en su silla alta. Esa era una de nuestras reglas en el pueblo—. Por cierto, ya que andas atento, ¿sabes a qué ha salido tu mamá?
Rebusqué los snacks que había visto que Sirio a veces le daba, y los encontré sin problemas gracias a mi olfato. Eran unos cereales o algo así decía. Sirio podía ser muy cariñoso con los suyos, pero a veces me preguntaba si yo podría lograr eso, si en realidad no sabía si podía nacer en mí esa dedicación, al haber estado tanto tiempo sin padre, sin familia, y siendo alguien peligroso que solo había cegado las vidas de otros, destruyendo familias...
—Mami quizá solo fue a traer a papi. —Me sacó de mis pensamientos que empezaban a tornarse oscuros.
Suspiré.
El tiempo había pasado volando, como decían, y a veces, rara vez, la nube negra hacía su intento de volver. Pero ya no dejaría que eso pasara.
Me senté mientras el pequeño comía los cereales uno por uno.
—Papá pelea mucho con el auto, a veces no se entienden.
Sonreí a labios cerrados.
—Sí, bueno, es algo raro para nosotros. A veces la máquina no quiere colaborar.
—En un par de años dice papá que puedo empezar la escuela, y podré ser más fuerte y aprender nuevas cosas.
—Sí.
Aunque no sabía si lo estaba preparando para eso. Nuestra escuela era dura, lo poco que recordaba, no era como había visto que los humanos lo llevaran. Estaba seguro de que él sabía eso, y más al haber entrenado como un guerrero.
Revisé mi teléfono, y suspiré de nuevo.
—Tía Rosy se ha ido.
—¿Eh?
—Les escuché hablar. Tía Rosy dijo que no sabe cómo decírtelo.
Sentí que un peso frío caía en mi estómago y se me cortó la respiración. Sacudí la cabeza y volví a respirar.
—¿E-estás seguro?
¿Mi Rosy se había cansado de mí?
¿Me había abandonado?
No... es decir, me había unido a ella, y eso era eterno, ¿o no?
Escuchamos llegar un auto y el niño bajó de un salto y corrió hacia la puerta. Fui tras él, intrigado porque no era su madre, sino...
—Hey —lo recibió Sirio y lo alzó mientras el niño celebraba y besaba su frente.
—Creí que mami fue a verte.
—Eh... —me miró de reojo.
Reaccioné. No le dijo porque nosotros podíamos saber a veces si nos estaban mintiendo, así que no le había dicho nada al niño para que no la delatara sin querer. Quizá había ido a ver a Rosy.
—Rosy te espera en tu casa —dijo Sirio de pronto.
Parecía preocupado y eso me dejó más frío. Asentí y me despedí a duras penas.
Mientras caminé a casa solo pude pensar en todas las veces en las que la hice sufrir. Había sido sin querer, y a veces habíamos tenido nuestros percances pequeños, pero nada que no se hubiera solucionado luego, a veces de maneras muy calientes... ¿Entonces en dónde fallé?
Quizá no había hecho lo suficiente, y aunque había recordado casi todo, quizá la había dañado.
Estando cerca vi a Marien Salir y me sonrió.
—Gracias. Suerte —dijo feliz.
Se fue y quedé más confundido. Al entrar vi a mi chica en medio de la sala y no pude evitar sonreírle con alivio y dulzura. Ella se veía algo angustiada y mi gesto le hizo sonreír apenas, eso me levantó el espíritu, aliviándome de algún modo.
Yo la amaba, tanto que cuando abrí los ojos aquella vez sin poder recordar nada, confundido y perdido, ella había sido mi ancla. Saber que una mujer tan hermosa y buena se había unido a mí, un monstruo, me había hecho sentir afortunado, halagado.
No podía permitirme el perderla, ella era mi amanecer. Me acerqué y la abracé con fuerza, haciéndola reír suave.
—Cariño —murmuró ella.
—Perdón, lo que sea que haya hecho, no lo hice a propósito... —hablé con prisa.
Ella me miró apartándose.
—No es eso... es que... yo —bajó la vista—, estaba muy nerviosa. No sé cómo vas a reaccionar.
—Solo hablemos, y ya veremos cómo lo resolvemos como siempre lo hemos hecho —acaricié su mejilla.
Ella asintió y sonrió de forma fugaz.
—Estoy embarazada.
—Q-qué...
Ella entristeció y quiso apartarse, pero no la dejé.
—Lo siento, no lo planeamos, no sé qué pasó. Siento venir con eso sin haberlo planeado contigo. —La besé interrumpiéndole.
Tomé su rostro y le di un par de besos más, sonriendo sin poder evitarlo. La felicidad de pronto me había inundado. ¿Qué mejor noticia que esa?
—Rosy. Mi Rosy —dije con la voz quebrada por la felicidad y volví a besarla—. Está bien, está perfecto.
Ella sonrió ampliamente, tenía un par de lágrimas que habían querido caer.
—¿Lo crees? —preguntó—. ¿Te sientes listo?
—¿Qué dices? Estoy listo para todo contigo.
Mi chica sonreía. No entendía por qué le había dado miedo, o había creído que me molestaría, si en verdad venía deseándolo desde hacía mucho tiempo.
—Yo era el que tenía miedo de tocar el tema...
—Pues debiste. Yo creí que quizá tú no querrías...
Negué y pegué mi frente a la suya, ambos reímos brevemente.
—Prometo no ocultarte ninguna otra duda.
Asintió y me besó.
—Eh —se alejó para verme a los ojos—, pero... puede que me ponga hormonal.
—Hey —acaricié su rostro—, no importa, voy a cumplir todos tus caprichos. Mamá se va a poner muy feliz también, ella seguramente me va a dar consejos.
—Y Marien también.
Abracé a mi chica y ella volvió a reír entre dientes, feliz.
***
Los nueve meses pasaron demasiado rápido, pero verle crecer en el interior de mi hermosa mujer, tan acogido, amado, y protegido, era algo mágico. Los amaba con mi vida, todavía no sabía qué iba a ser, pero las matronas del pueblo venían de vez en cuando a chequear el estado con sus estupendos oídos. Estaba seguro de que ellas sabrían si pasaba cualquier cosa, habían entrenado sus sentidos para eso.
Mi chica trabajó desde casa, de todas formas, en el pueblo nunca le faltaba nada a nadie, así que podía descansar lo suficiente, relajarse, y dormir feliz en mis brazos que siempre la protegerían.
Cuando el día llegó, la ansiedad, que siempre aparecía en los momentos inoportunos, ahí estaba para acabar conmigo.
—No te espantes cuando escuches que sus huesos crujen —me había advertido Sirio un tiempo antes—. Es normal, vas a ver que todo va a salir bien.
Lo que dijo no ayudó, por supuesto. Escuché a Rosy gritar y se me escarapeló el cuerpo. Sostuve su mano todo el rato, sintiéndome impotente por no poder hacer más que mirar. Rosy también era un tanto nerviosa, y había traído con ella el peluche tigre de Leo, quien se le dio para que le "ayudara a cuidar al bebé". Ella se mantenía aferrada a esa cosa y a mí.
El llanto del bebé me hizo retirar la vista de mi amada, y ella también soltó aire con alivio, mirando al frente.
—Una niña —anunció la líder de las matronas.
Una niña. Una mini Rosy como había querido tanto. Sonreí y jadeé cuando terminaron de limpiarla y me la dieron envuelta en una sábana.
Mis brazos temblaron y mi respiración también, al verla. Se la acerqué a mi Rosy y ella solo irradiaba felicidad a pesar de estar agotada. Besé su frente.
—Lo lograste —susurré aliviado.
Ella giró el rostro para darme un beso también y volvió a ver a nuestra bebé. Era simplemente perfecta.
—Mi hermosa princesita —murmuró Rosy.
Nuestra princesa. Ella tenía los bellos risos de su mamá y mis ojos. Yo iniciaba una familia, y eso te cambiaba la vida. Una nueva etapa, como volver a nacer todos juntos. Las protegería, protegería a mi familia, nada ni nadie iba a romperlas. Yo quise volverme un muro impenetrable para que ni siquiera las pesadillas las atormentaran.
Tal vez era una tarea imposible, pero iba a dar lo mejor de mí. Renací limpio, dejando el pasado enterrado, e iba a amarlas por siempre, a esa hermosa mujer y a la hermosa bebé que habíamos tenido. Fruto de toda nuestra historia juntos.
***
Casi no podía respirar, era perseguido y al mismo tiempo me ahogaba. Desperté y el silencio me recibió. Respiré hondo y cerré los ojos. Los malos sueños eran raros, pero entendía que estuvieran ahí, no era nada de todas formas. La suave respiración de mi dulce Rosy acariciaba mi pecho, como una suave brisa, reconfortándome incluso estando dormida.
—Papi —susurró una vocecita.
Volteé enseguida y ahí estaba mi pequeña, cargando el peluche de tigre, con su cabellera de risos alborotada.
—Hola, hermosa —le susurré de vuelta.
—Soñé con un dinosaurio malvado que nos perseguía.
Me reincorporé despacio, para no despertar a mi dulce esposa.
—Oh, no, no. No hay dinosaurios malvados que persigan a mi princesa, ven —la calmé alzándola y llevándola a la cocina para darle agua.
Ella se sentó en una silla y empezó a mover sus piernitas que no llegaban al suelo, pero vio algo y se fue al ventanal que daba al jardín.
Me acerqué con su vaso especial de agua y ella se mantenía distraída mirando a las luciérnagas entre las plantas.
—Son muchos ojitos —dijo.
Sonreí.
—Son insectos.
—Pero tus ojos a veces brillan.
—Solo reflejan la luz, los tuyos también.
Deslizó la puerta y salió. Sentí unas suaves manos abrazarme y recibí el beso de mi Rosy con una sonrisa.
—¿Qué hacen? —quiso saber.
—No podemos dormir como dos ancianos —comenté en son de broma.
Ella se sentó a mi lado y apoyó la cabeza en mi hombro, abrazándose a mí, y yo rodeándola también, mientras contemplábamos a nuestra pequeña correr detrás de los pobres insectos.
Ver a mi niña crecer poco a poco, sus rabietas, sus risas, sus llantos, y yo corriendo a atenderla y consentirla, fueron la fuente de mi vida. Era como Rosy, y más perfecta no podía ser.
La vida no era todo oscuridad como alguna vez lo creí. Era quizá más afortunado de lo que alguna vez merecí, era feliz, era pleno, y mi Cassiopeia, mi niña, era el resultado de todo lo que había hecho bien en este mundo.
****
Nota: Gracias ^_^ espero les haya gustado. Cassiopeia sale en la historia de Aguila en caso de que les guste saber un poquito más sobre ella. Dejo este bonito edit que me hicieron *-*
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