Capítulo 9: El recuerdo
Rosy me dio un beso. No, dos tal vez, uno solo fue roce. No importaba cómo, me los había dado, pasamos una tranquila noche, y estuvo bastante cerca de mí. Fue muy distinto a cuando pasó con Tania, esta vez no me sentí incómodo en extremo, solo tenía que quitar de lado la sensación de electricidad extraña que me inundaba cuando estaba con ella. Su aroma me agradaba, eso podía estar haciendo la diferencia.
Le enojó saber que Tania había estado cerca también, no entendí bien por qué, pero me causó mucha gracia. Por otro lado, sentí malestar, justo en ese momento pensé en que hubiera querido que fuese Rosy la que me tocara y diera besos esa vez, y no Tania.
Suspiré.
Estaba tendido en mi cama, sin saber por qué había suspirado, ni por qué llevaba más de una hora pensando en ella, en ese fugaz beso que me dio. Mi estómago fastidiaba un poco, y más cuando estaba con ella...
Tal vez tenía una enfermedad y nunca me la habían tratado, si estuve encerrado, tenía lógica. Lo raro era que no parecía afectarme físicamente, en ese caso entonces solo eran reflejos de mis malos recuerdos.
Me entretuve mirando al techo, viendo la forma de las vigas, estaban pintadas de blanco y apenas se notaban. De un segundo a otro esa vista se me hizo conocida, en algún momento de mi vida estuve tendido mirando vigas en un techo, y no sabía dónde.
Recordé que tenía papeles por revisar así que me puse de pie percatándome de lo fácil que me era olvidar los problemas si pensaba en la rulitos. Fui a sacar los documentos de la pequeña bolsa en donde los escondí.
Pasé hoja por hoja, buscando si no había algo sobre mí, hasta que di con una. Estaba yo, sin duda había estado en aquella edificación durante mi encierro. Mencionaban los múltiples exámenes que me hicieron: rayos X, examen visual, examen de olfato, de audición, fuerza, resistencia ósea...
Se me escarapeló la piel al leer que me rompieron algún hueso para saber cuánto peso resistía. La punzada de dolor me recorrió todo el cuerpo tras el recuerdo de algún grito mío. Sacudí la cabeza y respiré hondo, mi visión se había puesto borrosa. Tras unos segundos volví a la normalidad, retomé la lectura y el último renglón me dejó frío.
"El sujeto escapó"
¿Qué?
Algo en mi mente afirmó eso, algo ahí me decía que sí, que escapé. ¿Entonces cómo regresé a su encierro? Con ese extraño sentimiento volví a tenderme en la cama y miré al techo. Las vigas... Abrí los ojos por completo al recordar.
¡Las vigas!
Estas tomaron otra forma, se hicieron de acero descubierto, el lugar era oscuro, algunos gruñidos en las lejanías. Era mi oscura celda, me habían arrojado aquí, mi cuerpo latía con dolor, mi mirada estaba perdida en las vigas.
El grito de la chica de ojos verdes me hizo dar un respingo.
Estaba en el frío suelo, mirando las vigas del techo. El terror y la angustia me devoraban, el recuerdo de su grito me había hecho reaccionar. Debía salir de ahí y evitar que le hicieran o le siguieran haciendo experimentos. Pensar en eso me angustió muchísimo más, busqué con desesperación un modo de salir, y ver las vigas me dio la respuesta.
¿Cómo no lo vi antes?
Me puse de pie veloz. Observé la litera en donde dormía, o intentaba hacerlo, y me era perfecto que estuviera en el rincón en donde casi no llegaba luz, que de por sí ya era escasa en ese apestoso lugar. Acomodé mi dizque almohada y la cubrí con la sábana. Como la luz no llegaba bien, sería difícil que notaran que yo no estaba.
Les escuché, eran dos humanos, ya venían por mí. Miré a las vigas en el techo, me agazapé un poco y brinqué, aferrándome a las vigas con brazos y piernas, apretando las garras causando un leve chirrido, procuré pegar mi cuerpo lo más posible al techo para que no me notaran. El espacio era escaso, con suerte no caí.
Aparecieron los tipos.
—Hora de más diversión —dijo uno.
Como no respondí con un gruñido como de costumbre, se inquietaron.
—Bah. ¿Se habrá muerto o algo?
—No me extrañaría.
Abrieron la reja y entraron. El de la derecha sacó su bastón eléctrico y le dio un hincón a la almohada en la litera, fruncieron más el ceño y les caí de sorpresa. Aplasté a uno y al otro lo noqueé de un puñetazo. Ambos quedaron inconscientes en menos de tres segundos. Tomé el manojo de llaves y lo guardé.
Aunque quise matarlos, debía darme prisa. Salí con cautela, mi olfato me ayudaba, debía encontrarla a ella primero, a la joven en transición. Ella, ella... significaba mucho para mí.
Fui en absoluto silencio por los pasadizos, varios de mis congéneres me vieron, y cuando pasé por el lado de uno que parecía estar más enfocado y no fuera de sí, usé el manojo de llaves para liberarlo. Una vez que estuvo afuera, se lo di, tras darle la orden de liberar a los otros procurando no hacer ni el más mínimo ruido.
Seguí por el pasadizo y escuché humanos.
—Ya deberían haber vuelto con esa cosa.
Me oculté y preparé para atacar. El tipo pasó por mi lado y me lancé.
Me senté de golpe saliendo del recuerdo. El eco de mi gruñido se escuchaba en mi mente pero la habitación estaba en completo silencio.
¿Qué? ¡No! ¡Debía saber qué más ocurrió!
La cabeza me dio una fuerte punzada y me obligó a apretármela con las manos.
***
Completamente frustrado me encontré aguantando otro nuevo día. Los hermanos Alpha y Centauri tenían un duelo amistoso. Cruce los brazos y suspiré. Tan solo quería recordar qué había pasado conmigo, con esa chica, pero el dolor de cabeza me obligó a dejarlo de lado otra vez.
Quizá si me iba recordaría algo más. Claro, buscando tal vez los lugares que estaban en mi mente.
Un aroma llamó mi atención, aunque no solo la mía, la de los otros también. Era un venado. Estaba en el bosque ralo de al fondo, detrás de la cerca. Como los otros tres de mi especie también lo habían visto, pude olfatear de forma leve la adrenalina que empezaba a correr por su sangre. Querían cazarlo, y yo también, el deseo de perseguirlo empezó a quemar.
Sin más demoras nos lanzamos, así que eso se convirtió en una nueva especie de competencia. Sirio tomó ventaja con su velocidad otra vez y brincó la cerca sin problemas, le seguimos al segundo. Sonreí, se sentía bien cazar, se sentía bien correr.
Bajamos la velocidad y quedamos en grupo. No era necesario que alguno hablara, ya sabíamos que debíamos acorralar al animal en silencio. No sabía si era instinto eso de cazar como manada, o en algún momento nos lo enseñaron. Cada paso que dábamos no emitía ningún ruido, cuidábamos también que el viento estuviera en nuestra contra para que no llevara nuestro aroma al animal, que seguía comiendo hierba sin percatarse.
Estábamos casi a su alrededor. El venado alzó la cabeza y salió disparado levantando polvo, pero fue muy tarde para el pobre.
Volvimos. Sirio cargaba al animal, yo había querido hacerlo pero se adelantó como siempre. De un momento a otro dejó al venado en el suelo y aceleró el paso dejándonos atrás, lo recogí preguntándome qué le habría pasado y avancé. Mi leve cólera se esfumó al ver a Rosy con su amiga y otro humano esperando. Sonreí pero al acercarme y notar su angustia, dejé al pobre animal en el suelo también.
Les escuché decir que ahora el gobierno les había mandado una amenaza por haber estado "buscándoles" problemas. ¿Por qué se hacían los ofendidos? Si eran ellos los que ocultaban cosas, eran ellos los que las raptaron por haberles ido a ver. Me molestó saber que les querían hacer daño, Rosy no merecía amenazas de muerte ni nada por el estilo.
Hablaban sobre dónde se ocultarían y demás cosas, cómo contra atacar a los sujetos esos, lo cual se me hizo una locura, hasta que aceptaron quedarse con nosotros, y eso se me hizo interesante. La pequeña Rosy más cerca de mí. Quise aproximarme pero Tania vino.
—Sólo hay una habitación extra que era para Sirio, cuando se animara a quedarse aquí —dijo.
—Está por demás decir que ellas se quedan conmigo —respondió él.
Rosy y su amiga se alegraron y lo abrazaron. Abrí mucho los ojos.
Oye, ¿por qué lo abrazó a él, si yo también estaba?
Crucé los brazos y resoplé. Algo en mi estómago quemó y se me hizo como un nudo.
Almorzaron con nosotros, pero ya no invité a Rosy a que se sentara conmigo, ella tampoco pareció esperarlo. Puse mi bandeja con comida de mala gana en la mesa y caí sentado en la banca. Centauri terminó de masticar lo que había mordido mientras me veía de reojo.
—¿Qué pasa? —preguntó finalmente.
—Nada.
—¿Desde cuándo "nada" es la cólera que tienes que puedo olfatear a la perfección? —Suspiré—. Qué raro que no le hayas dicho a la rulitos que venga con nosotros.
Miramos de forma fugaz a su mesa. Estaba con Max, Sirio, Marien, y Tania.
—No. Está feliz ahí con sus amigos.
Los hermanos se miraron con confusión, pero terminaron restándole importancia. ¿Qué me pasaba? No tenía idea. Estaba algo triste porque no estaba aquí, sino allá, y enojado porque de seguro prefería estar allá. Urgh.
—He pensado... —agregué cambiando de tema—, ya que no hay mucho avance por aquí, irnos unos días, mañana, de ser posible, o lo más pronto, y buscar recuerdos en lugares... ¿No tienen sueños o recuerdos?
Entristecieron un poco.
—Sí —dijo Alpha—, alguna que otra visión.
—Entonces sería mejor olvidar la venganza por ahora e irnos —sugirió Centauri—. Luego, si queremos, volver.
No supe qué decir. ¿Quería volver? Si encontraba a alguien conocido para mí, ¿volvería?
***
Para la tarde, Max hablaba y hablaba de cosas pero yo apenas me concentraba. Miré de reojo a Sirio, y parecía estar distraido igual que yo, me miró de reojo también y fruncí el ceño. Le retiré la vista tensando los labios con molestia.
¡Jum!
Resoplé. Rayos, parecía niño. ¿Qué me pasaba?
Estaba molesto porque la rulitos lo había abrazado, eso pasaba. Pero él estaba casado, no iba a tocar a mi humana, ¿verdad? Ya no sabía qué pensar.
Un momento, ¿"mi humana"? Ya. Sin duda estaba muy, muy mal.
Demoré casi toda la tarde en darme cuenta de que mi molestia era irracional, y que era mejor dejarla de lado. Era porque de algún modo me importaba mucho Rosy, tenía ganas de verla, o era eso, o era una especie de efecto secundario producido por esas raras corrientes eléctricas, de la supuesta enfermedad que podía estar padeciendo.
Agarré un cuchillo, observé su doble filo y suspiré al olfatear a Rosy luego de que la puerta se abriera y cerrara de forma automática a mis espaldas. Sonreí apenas, era un gusto que estuviera viéndome.
—¿Los lanzas? —preguntó.
—Sí.
Lo hice y el cuchillo se clavó con fuerza al segundo, justo en el centro del cuello del maniquí. Rosy aplaudió y la miré con sorpresa para luego volver a sonreír.
—¿Puedo intentar? —preguntó acercándose con entusiásmo.
Le di pase para que agarrara otro cuchillo. Tomó uno y manteniendo esa emoción que se estaba queriendo colar en mí, lo lanzó. Este hizo una curva y no cayó ni cerca del maniquí. Apreté los labios en otra sonrisa tras ecucharla lamentarse de forma tierna.
—Jaaiii —se quejó—, parecía fácil.
—A ver, pequeña —dije acercándome y dándole otro cuchillo. Sus mejillas habían enrojecido y me miraba con ilusión. Se me instaló un cálido sentimiento—. Siente su peso. Estos están balanceados, pero en otro caso, ten en mente que debes lanzar la parte pesada primero. —Asintió. Acomodé el mango del arma en su mano y la cerré—. El agarre debe ser firme pero delicado, no mucho para que no se te caiga antes de tiempo. —Acomodé su pulgar sobre el costado del mango—. Bien.
Era increíble cómo cada roce con ella hacía flanquear mis nervios. La corriente se disparaba, y lo peor era que al parecer esa me gustaba, no era como la electricidad con la que me castigaban. Otra cosa que me traía como tonto era su aroma. ¿Qué me estaba pasando?
Se puso en posición y lanzó. El cuchillo le golpeó al maniquí apenas y cayó. Solté una suave carcajada que enseguida silencié temiendo ofenderla, pero al mirarla, ella también me observaba con una sonrisa que me transmitía su dulzura.
—Practicaré más —aseguró poniendo sus manos hacia atrás. El movimiento afuera y el palabreo, indicaban que era hora de cenar—. Me gusta cuando ríes, no te fuerces a parar cuando lo hagas. Me encanta.
Eso aceleró mis latidos. El calor subió a mi rostro. ¿Qué? Cuando me di cuenta, estaba junto a mí, me hizo señales para que me inclinara, creí que quería decir algo más, pero se empinó y sus suaves labios volvieron a dejar su calidez en mi mejilla. Se fue feliz, canturreando algunas notas, como si hubiera logrado algún cometido, dejándome con el estómago hormigueando otra vez, y mi corazón queriendo hacer fiesta sin aparente motivo.
***
Estaba recostado en mi cama, viendo las vigas, sin lograr volver al recuerdo y saber cómo escapé, así que me rendí. Recordé que dijeron que la habitación en donde se quedaría la pequeña no tenía espacio, así que una rara idea se me cruzó por la cabeza: Rosy podía quedarse conmigo... No. Era ilegal. Bueno, no dormiría conmigo, le podía ceder mi cama e irme, claro, eso sería un buen gesto de mi parte. Eso haría.
Salí de mi habitación con prisa. Tania y Max empezaron a caminar detrás de mí de repente.
—No sé qué ideas raras tienes tú —le murmuró Max a ella—, pero no sé por qué vas por el mismo camino que yo.
—¿Acaso no puedo caminar por la edificación sin que quieras controlarme?
—Por cierto, Ácrux también está yendo en la misma dirección.
No les hice caso. Quedé frente a la puerta de la habitación en donde estaba Rosy y toqué. Sirio abrió.
—Aquí están, los condenados a muerte —me burlé tratando de disculparme por mi rara actitud de más temprano—. Max dijo que esta habitación no era más grande que las otras así que pensé que podía cederle mi cama a alguien.
Caí en la cuenta de que él estaba sin camisa, estuve por fruncir el ceño, confundido, pero Rosy me miró con entusiasmo y no pude evitar sonreírle apenas, olvidando pronto el asunto.
Tania se asomó.
—Las chicas pueden dormir juntas y Sirio puede venir con alguno de nosotros.
La miré con molestia. Ese no era mi plan, aunque lamentablemente era mejor.
—Marien —la llamó Max asomándose también—, si gustas ven conmigo, así tienen una cama cada uno.
Desvergonzado. Me dio cólera que hubiera sido más directo que yo. Sirio gruñó de repente, haciéndonos retroceder sorprendidos. Rosy vino y los apartó, para mi sorpresa, diciendo que ella venía con nosotros y que los dejáramos a ellos.
Cerró la puerta.
—Bueno, asumo que Tania tiene espacio —se libró Max de la situación.
Tania al parecer estuvo por decir algo, pero Rosy habló primero.
—No, iré con Ácrux —dijo sonriente.
Wow, no lo creía, funcionó.
Me fui con ella, bajo la mirada atónita de los otros, e incluso me pareció ver que le dedicó una mirada como de triunfo a Tania.
Puso su mochila con sus cosas a un costado, estaba lista para dormir ya porque tenía una ropa suelta y suave. De la nada, y sin saber por qué, empecé a sentirme nervioso.
—Puedes dormir en la cama.
Me miró un poco dudosa.
—¿Y tú?
—Descuida, no me acercaré, dormiré aquí —le aclaré. No quería incomodarla.
Sin dejar que respondiera jalé mis cosas y entré a la ducha.
Salí al rato, con un pantalón y camiseta de tela suave. Se suponía que no era permitido enseñar el cuerpo, aunque Tania había dicho que sí, creí que me había mentido. De todos modos no tenía costumbre y no quise meterme en posibles problemas. La vi tendida, mirando al techo. No quería irme dejándola sola, supuse que con que no durmiera en la misma cama, bastaría.
—Buenas noches.
Se apoyó en los codos, al parecer para decirme algo, cuando unos extraños ruidos surgieron desde otra habitación lejana. Eran como... gemidos o algo así, pero no de dolor ni nada por el estilo, al menos a mi parecer. Fruncí el ceño con confusión y Rosy se tapó la boca ruborizándose.
—Por Dios, lo sabía —susurró para ella, pero claro, pude oírlo.
—¿Lo sabes, sabes qué pasa? —pregunté.
Se ruborizó más y de pronto eso se me hizo encantador.
—Eh... Bueno, cuando una pareja son novios... —¿Novios? Al parecer notó mi creciente confusión y sacudió un poco la cabeza—. Cuando están casados, ellos... eh...
—¿Se dan besos?
Tensó los labios.
—Um, algo así. —Soltó una leve risa.
—¿Algo así? ¿Hay más?
—Bueno, no solo hay besos, hay... eh...
Fui me senté a su lado.
—¿Qué hay? —Me mataba la curiosidad—. Porque pareciera que esos dos estuvieron gozando mucho.
Su pulso se aceleró, me miró con ese rubor que me estaba agradando bastante ya, estando cerca pude deleitarme mejor con su olor a fresas... y a ella.
—Mmm... pues, se tocan...
—¿Así? —Le toqué el hombro.
Soltó una risa corta.
—No. Se tocan... se desvisten...
—¿Y por qué querría desvestir a alguien?
—Quizá cuando llegue cierto momento querrás hacerlo —explicó con una leve sonrisa.
Bajé un poco la vista sintiendo ese hormigueo.
—No te molestes pero... Por simple curiosidad... —Volví a sus ojos con algo de temor—. Te desvestiría para ver cómo eres. Pero claro, no lo haré, jamás, jamás —aclaré para que no se ofendiera—, no es correcto.
Su corazón se aceleró más. Mis mejillas se calentaron, quizá se habían puesto rojas también, no supe por qué rayos había soltado algo así. Era el colmo de la vergüenza.
—Bueno. —Su voz fue casi un susurro—. Es que cuando pasa eso... es porque ella también quiere que lo hagas, ¿no crees? Es algo mutuo.
Me di cuenta de que estábamos a centímetros. Sus ojos se fueron a mis labios, mi estómago volvió a hormiguear, algo de ansiedad vino, era como la última vez que estuvo así de cerca. La pregunta dio vueltas en mi cabeza, vueltas y vueltas, hasta que sin casi pensarlo hablé.
—¿Tú quisieras? —Me arrepentí al segundo y me alejé—. Perdón, no acabo de decir lo que crees que acabo de decir. —Me miraba casi atónita, seguro la había ofendido, era el colmo—. Disculpa, en verdad. No planeo desvestirte ni nada por el estilo.
—Eh...
—Es tarde. —Apagué la luz y fui a sentarme contra la pared—. Buenas noches.
—Buenas noches —murmuró en voz baja.
***
Vi a dos hombres inconscientes, yo los había derribado. Corrí por el pasadizo siguiendo el aroma de esa joven, debía recuperarla. Mis congéneres ya estaban corriendo por ahí y atacando a algunos sujetos, sabía que era de noche por la poca cantidad de humanos que olfateaba cerca.
Un llanto me hizo detenerme y estrujó mi corazón. Era ella, no quería escucharla llorar, no. Seguí en su dirección, un ruido ensordecedor golpeó en mis oídos y me los tapé tras soltar un corto grito. Me estallaba la cabeza, eran los humanos intentando que no nos moviésemos más, pero no me iba a dejar vencer. Avancé con dificultad, tratando de hacer a un lado el ruido que me dejaba prácticamente inutilizado el sentido de audición.
Mi concentración se fue a mi olfato, guiándome con eso. Llegué a un grupo de celdas y la vi, mi corazón se aceleró, angustió y quebró. Estaba tendida de costado en el piso, con lágrimas en las mejillas, al verme sus ojos dejaron ver desesperación y esperanza a la vez.
Destapé mis oídos, aunque el ruido me hiciera sufrir en exceso. Tiré con fuerza de la puerta y gruñí al no poder, tuve que salir corriendo a buscar al H.E al que le había dado las llaves, fui un completo tonto. Sabía que quedaban escasos minutos hasta que aparecieran más humanos y nos detuvieran a todos. Mi pulso iba a mil, estaba contra el tiempo. Encontré con el olfato al que le di las llaves, también corría tapándose los oídos, confundido. Se las quité y regresé veloz.
Probé llave por llave con desesperación sin encontrar la que abriera la puerta. Escuché a los humanos entrar por algún sitio, gritando sus órdenes y se me enfrió la piel. Una de las llaves entró pero no giró, la saqué de un tirón mientras la joven estaba frente a mí, aferrada a los barrotes, mirando la cerradura con miedo. Otra llave entró y giró.
Respiré hondo, con alivio, como si el tiempo se detuviera. Tiré de la puerta y la chica se me abalanzó. La abracé fuerte.
La abracé...
Sollozaba contra mi pecho pero no había tiempo para consolarla. Tomé su mano y echamos a correr en dirección contraria a las voces y gritos de los hombres. Un leve aroma conocido se hizo presente. Era el bosque, era el olor de las plantas en la noche. Era el bosque, no pude creerlo.
Mi corazón me golpeaba el pecho, no podía creerlo en verdad. Mi olfato me guió por unos pasadizos y terminamos corriendo hacia una puerta abierta. Al parecer otros ya habían salido y la habían dejado así. La chica que iba conmigo estaba agotada y de seguro adolorida, pero tiré de ella con la vista plantada en el exterior, la esperanza y adrenalina corriendo por mis venas.
Vi la noche ahí afuera, vi los árboles bajo la tenue iluminación de las estrellas.
—Vamos, ¡vamos, Pradera, un poco más! ¡Ya casi estamos afuera!
***
Abrí los ojos de golpe, sudaba frío, respirando de forma agitada como si hubiera estado corriendo. La pesadumbre en mi pecho.
Pradera... Pradera. Ella...
Los recuerdos vinieron. Sus leves y tímidas sonrisas por educación, las veces en las que intentaba batirse a un duelo conmigo, sus bonitos ojos de verde oscuro. Escapé con ella, ¿qué pasó entonces? Quizá no, quizá no escapé. Pero en ese papel decía que sí. No entendía.
Rayos, ¿dónde estaba ella? Quizá esa sensación de que alguien me esperaba en alguna parte era...
Tenía que buscarla, tenía que ir por ella. Me puse de pie con la cabeza dándome unas pocas vueltas. Me saqué la camiseta de un tirón luego de suspirar, caminé hacia el baño mientras me sacaba el pantalón, lo dejé caer al suelo con todo y me froté el rostro. Abrí la puerta.
—¡Ah! —Rosy se cubrió con su toalla enseguida haciéndome dar un respingo. Su rostro se volvió rojo a medida que sus ojos me recorrieron.
El trapo ese le cubría del pecho hasta la parte alta de sus muslos. Me ruboricé del golpe y quedé con la boca semi abierta. Esa piel que parecía ser tan suave... Reaccioné.
—Demonios, ¡perdón! ¡Lo siento!
Salí y cerré la puerta. Quedé mirando espantado hacia la nada. ¿Cómo olvidé que ella estaba aquí? Pasó la noche en mi habitación, era el colmo. Aunque no pude evitar traer a mi mente su imagen, sus curvas, su piel. Incluso un pequeño lunar por sus caderas. Me ruboricé otra vez y mi presión arterial se aceleró. El extraño calor se movió por mi cuerpo, dirigiéndose a cierto lugar más abajo de mi ombligo. ¿Qué pasaba ahora? Mi vista también bajó.
Reaccioné otra vez al darme cuenta de que estaba solo en ropa interior.
¡OH RAYOS, CENTELLAS, COMETAS Y DEMÁS!
Tapé mi boca, espantado, la vergüenza me cayó como agua helada y me enfrió de golpe. Me vestí veloz con las mejillas quemando, debía estar tan rojo como un tomate o algo. ¿Qué había hecho? No podía ser. ¡Qué había hecho!
Caí sentado en la cama y respiré hondo.
No pasaba nada, también la había visto, así que podía decirse que estábamos a mano... pero era mi culpa, así que no. Si no hubiera cometido esa imprudencia no hubiera violado dos reglas al mismo tiempo, enseñar mi cuerpo y ver otro. No tenía perdón, era un inmoral completo. De seguro por algún descuido similar me habían expulsado de mi ciudad y por eso terminé viviendo en el bosque, para luego pasar a manos humanas.
El recuerdo de Pradera volvió. No, no había forma de que me hubieran expulsado con ella, estaba en transición, a ellos se les mantenía en resguardo. La pena y la soledad vinieron, la tristeza me inundó.
Pradera.
Esa chica no merecía sufrir lo que había sufrido. ¿Dónde estaría? Debía ir y encontrarla. Si quizá la tenían otros humanos en algún sitio, debía hallar la respuesta, debía saber por qué terminé aquí de nuevo, por qué me separé de ella.
Vino la esperanza de que estuviera en algún lugar o colonia nuestra. Si estaba a salvo me aliviaría. Si quizá la dejé en algún lugar seguro y me fui a buscar quién sabe qué, me quedaría tranquilo.
Claro que pensaba volver, Rosy estaba aquí. La idea de dejarla de ver para siempre me hacía sentir inmenso temor y no supe bien por qué, pero tampoco lo cuestioné.
Salió vestida al rato, con un pantalón y una camiseta ceñida a su cuerpo. Pasado lo que pasó, ya no me era tan difícil imaginar su piel tras la tela. Sacudí la cabeza. Otra vez con esas cosas. Estaba ruborizada y yo también de nuevo me puse así.
Nos miramos con incomodidad.
—Um... Por favor no le digas a nadie esto —pedí con un murmuro.
La vergüenza me atacó. Me había visto casi sin nada de ropa, no podía estar al lado de ella sin sentirme incómodo y avergonzado, sin sentir que se estaba acordando de mi cuerpo. Ni siquiera tenía nada bonito para mostrar, no como ella. Rayos, no podía estar a su lado, y estaba seguro de que se sentía igual.
—No, no diré nada —respondió con un hilo de voz.
Suspiré.
—Gracias.
—No sabía que tenías tatuajes.
Junté las cejas con confusión pero pronto fruncí el ceño por completo.
—No sabía que así se llamaban, pero no importa porque los odio, por más que he intentado, no se borran.
Bajó la vista, manteniendo el enrojecimiento en sus mejillas.
—Se pueden borrar pero, ¿sabes?... El siete es mi número favorito.
Saber eso me hizo querer flanquear en la decición que había tomado de borrarlo al escucharla decir que se podía. Sin embargo, mi odio hacia él era más fuerte que eso.
—Haré que los borren, pero a mi regreso. —Eso la sorprendió—. Me iré.
—¿Qué?
Su semblante cambió, entristeció. No quería verla triste, si ella siempre estaba alegre, eso me incomodó muchísimo más que cualquier cosa. No lo soporté así que me acerqué, tomé su rostro y mis labios mostraron una leve sonrisa, que podía considerar... ¿dulce?
—Volveré, ya lo dije, no estés triste, solo serán unos días. —Se alivió y eso me alegró—. Recordé algo, así que debo buscar unas cuantas respuestas, eso es todo.
—Está bien. Me alegra saber que quizá encuentres de dónde vienes.
No exactamente de dónde venía... sino a una chica. Pero algo me decía que no debía decirle ese detalle a Rosy. Asentí.
—Te veré en poco tiempo entonces.
—Bien. —Se empinó y me dio un beso en la mejilla.
Estaba un poco esperanzado en que hiciera eso, y lo hizo, mi corazón dio un pequeño brinco de satisfacción. Rodeó mi cuello y me abrazó, colgándose de mí, aunque no pesaba nada. Dudé unos segundos como la última vez, pero terminé rodeándola también y pegándola contra mí.
Sentir su cálido y frágil cuerpo junto al mío, me gustaba eso.
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