Capítulo 8: A tratar con el gatito
Narra Rosy
Me preocupé mucho al ver que era golpeado, aunque él también lo hacía y era fuerte, no podía evitar querer cuidarlo. Volvió a atacar pero fue inmovilizado por Sirio. Gruñían mientras forcejeaban, y cuando entramos, quizá eso les distrajo por unos segundos, ya que bastaron para que Ácrux le diera un codazo a Sirio y se librara.
Max se acercó a hablarle a Marien y quedé quieta y nerviosa cuando vi a mi "ojos mieles" venir a mí.
—Buenas tardes. —Quedó a la expectativa a ver qué hacía.
Quise tratar de lucir normal, aunque con los buenos sentidos que tenían, se decía que podían escuchar incluso nuestros latidos si estábamos muy cerca y oler la adrenalina.
—Hola. Lo venciste —comenté.
—Ah —pareció dudar un segundo—, sí. —Se cruzó de brazos con orgullo—. Sí, lo vencí.
Sonreí. Rebuscó algo en su bolsillo y me sorprendí al ver que era un dulce de fresa. Mi sonrisa se ensanchó cuando me lo dio.
—Gracias. —Me había ruborizado.
—Dije que olías a fresas, esto me recordó a ti.
Solté una muy corta y medio boba risa. Ese shampoo que tanto detestaba había resultado trayéndome buena suerte.
—Bueno, escuché por ahí que han ido a atacar a otra instalación.
—Así es —respondió satisfecho—. No saben qué los golpeó.
—¿Encontraste algo de utilidad? Ya sabes, sobre tu pasado.
—No sé, más tarde reviso lo que guardé... ¿Por qué no viniste ayer?
Esa pregunta inesperada me sorprendió.
—Eh... Bueno, como mi amiga salió a otro lado, pensé que no tenía motivo para venir. —Sentí algo de vergüenza porque no tuve el valor de venir a verlo sola, esa no era la Rosy que siempre había sido—. Quizá estorbaba o incomodaba... no sé...
Juntó las cejas con algo de preocupación.
—¿Estorbar? No, eso no —aseguró con suave voz.
Mi corazón se aceleró. Max los llamó para que continuaran con lo que tenían que hacer y se fue luego de ofrecerme una última mirada.
De rato en rato volteaba a verme y mi estómago hormigueaba. Se le veía mucho más atractivo cuando estaba buscándome con esos bonitos ojos.
***
Cuando acabaron vi que Marien ya estaba por irse. Le sonreí a Ácrux a pesar del leve nerviosismo y por primera vez también me correspondió, sonriendo a labios cerrados, haciéndome feliz. Había un cambio, ya que incluso me había saludado desde lejos cuando llegué.
Salí de la edificación junto con mis amigos. Luego de dar unos pasos sentí un suave toque en mi hombro.
—Hey, jovencita. —Era él, mi corazón se disparó. Volteé a verlo—. ¿Gustas cenar con nosotros?
Oh Dios. Me estaba invitando a cenar... bueno, no solos, pero era una invitación. Miré a mi amiga y ella me dio ánimos con su expresión para que aceptara.
—Claro —respondí sonriente.
Lo vi sonreír, era la primera vez que me sonreía así, y su sonrisa era muy seductora. Incluso con los caninos algo más largos que los de un hombre normal, era sexy. Caminé embobada a su lado y entramos otra vez al lugar, dirigiéndonos al comedor.
Max y Tania quedaron mirándome con la comida a medio comer en sus bocas. Me provocó reír, sobre todo de Tania, claro que estaba ardida por lo melosilla que se había puesto con mi H.E cuando pelearon. Él lo había hecho sin saber, pero seguramente ella quiso seducirlo con eso de algún modo.
Muere, zorra.
—Tengo algo para mostrarte —habló él, llamando mi atención. Me dio una bandeja para que me sirviera algo de comer—. Pero primero comemos.
Asentí feliz y eso hizo que volviera a sonreír. Sí, sin duda haría lo que ese precioso gatote me pidiera. Me serví algo de arroz con pollo, mientras él y los otros prefirieron carnes rojas y casi nada de lo demás. Claro, debía recordar que eran depredadores.
Cuando nos sentamos, los evolucionados hermanos me miraron y luego dejaron de prestarme atención para concentrarse en mi plato de comida, al igual que Ácrux.
—Eso es bien poco —murmuró uno de los hermanos con su grave voz señalando lo que me había servido.
—Descuida, para mí es suficiente.
—Quizá por eso eres tan pequeña —murmuró el otro.
Reí y negué en silencio.
—No creo que sea por eso —dijo Ácrux. Mostró una traviesa sonrisa—. Pequeña rulitos. —Enredó su dedo índice en uno de mis rizos y me ruboricé de golpe.
Me acababa de decir "pequeña rulitos". Hizo rebotar mi rizo y jugueteó así un par de veces, me mantuve completamente quieta y roja, sintiéndome como juguete de gato.
Regresaron su atención a la comida, hice lo mismo, aunque en el estómago me revoloteaban muchos bichos.
Luego de terminar, Ácrux me llevó al estacionamiento.
—Esto era. —Señaló un auto.
—Está bonito. Sirio llevó uno ayer, no sabía que les habían dado a todos.
Eso era bueno. Nuestros autos eran especiales, funcionaban a electricidad, se les tenía que conectar a una fuente eléctrica, ubicación exacta mediante satélites, equipados con censores que evitaban choques contra otros vehículos, personas, etc.
—Sí —agregó uno de los hermanos—. Aunque no sé para qué, si no nos interesa conducirlo.
—Alpha, al menos inténtalo —le animó.
Tensó los labios y se cruzó de brazos resoplando.
—Ya qué, pero si Centauri también lo hace. —Miró a su hermano y este negó asustado.
Reí entre dientes.
—Les puedo enseñar.
—Gracias, pero primero a Ácrux. Max le dijo que muchas querrían conocer a un tío rudo con un auto como él, así que le conviene saber primero.
¡¿Cómo que muchas?! Él era mío.
Lo vi fruncir el ceño.
—No... no necesito nada de eso.
Eso me alivió.
—Creímos que te agradaba que Tania te visitara. Si luego serán más chicas las que lo harán, quizá mejor para ti —habló Centauri.
Ahora sí que la sangre me hirvió. ¡¿Cómo que lo visitaba?!
—Ella no me visita —refutó él con el ceño más fruncido.
—Oh bueno, me pareció escuchar todo un griterío anoche... —Me bajó la presión arterial y el estómago se me hizo un nudo—. Incluso de Max también.
Espera. ¿Eh?
Ácrux negó sacudiendo la cabeza y se encaminó a su auto mientras los hermanos se miraban intrigados. Lo seguí por puro impulso, subió al vehículo y yo también.
—Así que... Quieres impresionar a Tania —murmuré con torpeza.
Era ridícula al ponerme celosa pero no podía evitarlo. Me miró preocupado.
—No, claro que no. —Alivio. Lo miré y me pareció verle una muy leve sonrisa—. ¿Me enseñas?
Asentí feliz.
Como estaba en el asiento del conductor me fue fácil indicarle para qué servía cada cosa, él miraba tan atento que causaba gracia. Encendí el motor y le enseñé cómo avanzar.
Me detuve y pedí cambiar de asiento para dejar que lo intentara.
—Bien —soltó en suspiro cuando estuvo con las manos en el volante—. Primero el botón —encendió el motor—, luego poner en "D" para que vaya hacia adelante. Y...
—Procura presionar el pedal muy despacio —le hice recordar.
Miró de forma fugaz hacia abajo, al pedal, y volvió su vista al frente. Me mantenía sonriente pues parecía un adolescente emocionado, de los que no lo expresaban con sus gestos, pero sus ojos lo decían todo.
Avanzamos con lentitud pero pronto se acopló al aparato y se sintió con más confianza para avanzar un poco más rápido. Giramos en donde acababa el estacionamiento. Al sentir mejor ambiente, encendí la radio y me emocioné, estaban dando el especial rock de los años dos mil, del muy, muy bueno.
—¡This is how you remind me of what I really am! —canté muy mal pero no lo pude evitar.
Moví mi cabeza sacudiendo mis rizos. Él me miró y sonrió ampliamente, encantándome, luciendo sus colmillos, haciéndose tan raro y exótico. No pude evitar pensar en cómo se sentiría que me besara y tocara, teniendo los caninos superiores así, y las uñas en punta. Sumándole a eso, una fuerza que quitaría el aliento si me rodeaba en brazos.
De seguro Tania también lo había pensado.
—Bueno, ahora ya puedes sacar a pasear a las chicas —dije sintiéndome celosa otra vez.
—Te estoy paseando a ti —murmuró retomando su seria compostura.
Vi al frente, percatándome de que estábamos por llegar al límite del estacionamiento. Chillé y frenó de golpe. Me arreglé los rizos que se me habían venido a la cara y le escuché reír, apenas una muy corta carcajada, tan varonil y bonita.
Se aclaró la garganta.
—Perdón... Y no digas que pasearé a las chicas, eso no me interesa. Tengo distintas cosas en mente.
Pero claro, era una tonta porque él lo que más quería era saber de dónde venía, era lógico. Sentí vergüenza de mí misma por haberme portado como niña, por ser egoísta y solo pensar en mí. Suspiré al ver que su expresión había cambiado y lucía un poco decaído otra vez. Activé el freno y me le acerqué, sentándome en su regazo. Era algo muy atrevido quizá o de extrema confianza, pero quería estar así de cerca.
—No estés con preocupaciones, dale tiempo.
Me miró sorprendido pero pronto sonrió de forma muy leve. Jugueteó con uno de mis rizos y reí en silencio por eso, mi corazón se había acelerado, mi estómago hormigueaba. Le gustaba hacer eso y no pude evitar pensar en un gato.
—Di "miau" —pedí.
Sus ojos se posaron en los míos con intriga. Negó en silencio por un segundo, pero al otro pareció resignarse de algún modo. Arqueó una ceja manteniendo su media sonrisa.
—Miau —dijo con esa grave voz, sonando y viéndose tremendamente sexy.
Reí feliz y me recosté contra su pecho. Él volvió a tomar otro de mis rizos.
—Si llegaras a saber algo sobre tu pasado... te irías —murmuré casi en susurro.
Tardó varios segundos en responder.
—Sí, es muy probable, pero vendría a visitarte. Claro, si gustas...
—Por supuesto que sí.
Me dio un poco de pena saber que se iría, mi ilusión se esfumaba, pero su hogar no era este, y nosotros los humanos se lo habíamos arrebatado. No imaginaba cuánto daño le debían haber hecho, quizá incluso mataron a su familia. Eso me trajo otro temor.
—No me odias por ser humana, ¿verdad? —Me reincorporé para ver hacia sus hipnóticos ojos.
—No, claro que no. —Su grave y suave voz consoló mi preocupación. Sonreí y volví a recostarme en su pecho—. Sabes que me preocupé cuando te capturaron esos del gobierno. Esos son los humanos a los que odio.
Dejé de respirar unos segundos y solté aire. Sí, lo suponía. La tristeza me abrumó, pues él debía ser feliz y no vivir con odio, ese era el peor sentimiento. Miré con disimulo hacia su rostro y pude detectar su seriedad.
—No pudieron hacerme nada gracias a ustedes —lo calmé—. Les dieron una lección.
—Tal vez... pero siento que no es suficiente. Hay algo más por lo que debo hacerles pagar, pero no recuerdo qué es.
Mi mano se deslizó despacio por su pecho, traté de calmar su angustia.
—El recuerdo vendrá, estoy segura, solo no debes presionarte.
—Gracias. —Su frialdad y seriedad me abrumaban.
Volví a reincorporarme con el corazón latiendo casi a mil, me perdí un segundo en sus ojos. Estudié su rostro, tenía más brillo de cierta alegría que cuando lo conocí, deslicé mi dedo índice por el quiebre de su mandíbula, era tan masculino. Tomé su mentón con suavidad y vi sus labios, besables, mordisqueables.
Quería darle un beso, besarlo por horas, pero recordé que ellos no sabían de eso, ninguno de ellos. Marien me lo había explicado. En su sociedad las cosas eran diferentes, no se tocaban, no se besaban, apenas sonreían. Si lo hacía quizá me rechazaba y/o se espantaba.
Mi nariz rozó la suya, mis ojos estudiaron los suyos, me miraba con intriga. Apreté los labios formando una línea recta, desistiendo de mi objetivo, no quería arruinarlo. Rocé con suavidad mis labios en su mejilla y terminé recostando la cabeza en su hombro, respirando su aroma que ya me estaba gustando demasiado. Rodeó mi cuerpo con algo de duda, pero finalmente me contuvo en sus brazos por primera vez.
—¿A qué se referían los hermanos con que escucharon todo un griterío? —quise saber.
—Ah... Ja. —Ese simple "ja" me hizo sonreír—. Tania entró en mi habitación e hizo cosas un poco raras, no sé si ustedes acostumbrarán a hacer eso, aunque veo que sí. Tú estás sentada sobre mí ahora, ella también lo hizo aunque un poco diferente. —Se encogió de hombros.
Mis mejillas quemaron por la cólera, el estómago se me estrujó hacia abajo, enfriándome. ¡¿Cómo se atrevió la muy maldita a hacer tremenda cosa?!
—¿Se sentó así? —pregunté con molestia mientras me acomodaba y quedaba a horcajadas sobre él.
Se sorprendió soltando un leve jadeo.
—Sí.
Arrugué la cara y gruñí para mí misma. Rió de pronto, rompiendo mi ira en pedacitos.
—¿Por qué arrugas tu pequeña carita? —preguntó. Me ruboricé, se puso serio de nuevo—. Perdón.
Sacudí la cabeza.
—Perdóname tú. Es que me dio rabia, es una desvergonzada, no dejes que vuelva a acercarse, ni ella ni nadie. —Sus ojos me recorrieron de arriba abajo, arqueó una ceja y reaccioné—. Ah, claro... —Me retiré enseguida y caí sentada en el asiento del copiloto tras un largo suspiro.
—Para que lo sepas... tú no me incomodas tanto como ella.
Eso me hizo cerrar los ojos y sonreír con algo de alivio. No le incomodaba "tanto", asumí que podía ser algo bueno. En eso me acordé de que los otros quizá nos habían estado viendo.
—Supongo que ya toca que les enseñe a los hermanos. —Volteé, pero ya no logré verlos.
—Um, ya deben haberse cansado de esperar.
—Uh, lo siento.
—Tranquila, no pasa nada, me gustó que me enseñaras.
Me acompañó a la entrada posterior del hospital. Yo iba concentrada en otra cosa. Me preocupaba el hecho de que esa resbalosa de Tania estuviera tan cerca de él, no quería que lo tocara, me quemaba la cara de solo pensarlo. Cuando estuvimos en la puerta, lo miré y me sonreía de forma leve.
—Gracias.
—Un gusto —respondió con esa voz que me encantaba.
Me empiné veloz y le planté un beso en la mejilla. Quedó sorprendido e intrigado. Le sonreí con picardía y entré.
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Copyright © 2014 Mhavel N.
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