Capítulo 36: Yo te seguiré
Narra Rosy
Los cinco parecieron sufrir una especie de dolor. Supe que sus chips se habían desactivado.
—¿Crees que estén bien? —preguntó Max.
—Aunque estén desactivados, debemos ver cómo sacarlos sin que haya riesgo —dijo su hermano.
Parecían estar bien, pero mi Ácrux... Me acerqué despacio, había tenido los ojos cerrados y una mano en la frente por dolor. Abrió los ojos y parpadeó confundido.
Miró a su alrededor completamente alertado, para luego plantar su vista en la mía. El corazón se me contrajo, mis lágrimas brotaron sin permiso. Lo abracé fuerte envuelta en llanto silencioso, sabiendo que otra vez me había olvidado.
—Tal vez no me reconoces nada y estás confundido —le dije con la voz quebrada—, pero quiero decirte que todo va a estar bien, que nadie te va a lastimar... y que te amo. —Temblé ante la impotencia—. Te amo. Te seguiré, no importa qué decidas después...
Alguien me tomó de los hombros para apartarme, así que lo hice.
—No llores —pidió Ácrux mirándome con preocupación.
Asentí y traté de limpiar mi rostro. Max, que me había hecho ponerme a un costado, me palmeó la cabeza.
—Oficial de Seguridad Nacional —le dijo a mi confundido H.E—. No me has de recordar por ahora, pero tranquilo, somos amigos, te explicaré de forma breve todo lo que ha pasado...
Los otros evolucionados miraban, Alpha vino y posó su mano en mi hombro para darme ánimo, estaba herido, pero lo aguantaba, hasta que alguien de la policía lo llamó para atenderlo. Di un profundo suspiro y bajé la vista cerrando los ojos. El frío de la soledad me recorría, la tristeza. Pero todo era mejor si mi Ácrux estaba, si ese chip se hubiera autodestruido no lo hubiera podido ver más, y eso me hubiera roto el alma.
Tenía la oportunidad de enamorarlo otra vez, la oportunidad de seguir haciéndolo feliz, sin importar si al principio no me recordaba todavía, lo hiciera o no, iba a seguir amándolo, iba a seguir estando a su lado.
***
Ya habiendo liberado a los evolucionados y arrestado a los hombres que violaron las leyes, la policía se disponía a retirarse y nosotros también. El general se despidió de Max con un saludo militar, vino y me agradeció.
—No lo hubiéramos creído si no hubiera insistido en mostrarnos la evidencia. Buen trabajo.
—Gracias.
Asintió y se fue. Miré a los otros.
—Se acabó, señores —les dijo Max a los H.E—. Gracias, ha sido un gusto. Vamos al fuerte, podrán descansar ahí hasta que vuelvan a sus ciudades.
Me aproximé a Ácrux que observaba apoyado contra una pared cercana, cruzado de brazos.
—¿Te sientes mejor?
—Sí... Así que todo ha sido verdad. Ahora mi chip está desactivado.
Tragué saliva con dificultad.
—¿Qué recuerdas? ¿O estás en blanco?
—Recuerdo pero es muy borroso o fugaz —se sobó la cabeza—, pareciera que ya va tomando forma... y luego no. Solo sé que mi mamá tal vez me espera. Me dicen que incluso encontré a Pradera, eso me alivia.
Entristecí.
—¿Y yo te soy familiar?
Me miró de forma profunda, estudiándome con esos ojos mieles que ya no expresaban ese amor por mí.
Se inclinó y mi piel se escarapeló al sentir la punta de su nariz recorrer mi cuello por debajo de mi oído, su aliento acariciando mi piel, mis latidos disparándose. Se alejó manteniendo una de sus leves pero bonitas sonrisas.
—Sí lo eres. Te siento como "hogar", eso me dice cada sentido de mi ser. Además... dijiste que me seguirías y que me amas. —Sonreí con la tristeza todavía en mi mirada y asentí en silencio—. Por favor, no estés triste. No te recuerdo muy bien ahora pero estoy seguro de que lo haré. ¿Yo también te amo? ¿Es algo especial eso?
Antes cometí el error de no decirle, ahora ya no me importó.
—Sí. Somos novios, pareja... como pareja de núcleo, ¿recuerdas lo que significa?
Arqueó las cejas con sorpresa.
—Núcleo... Wow. ¿Cómo fue que pasó?
—Quizá no te agrada la idea porque no soy de tu especie...
—No —interrumpió con preocupación—, no, no es así.
—Oigan, nos vamos —avisó Max.
Tomé de la mano a mi gatote y fuimos. Él todavía estaba con la conmoción, pero no se oponía a nada de lo que le dije, y parecía dispuesto a colaborar. No dejaría que se alejara de mí, no iba a dejar que nada me lo quitara, era mío, infinitamente mío, e iba a conquistarlo de nuevo.
Fui sentada en su regazo ya que no había espacio, y me convino. Me acomodé contra su pecho, sintiéndome ya no tan sola, entre sus brazos, resguardada por su calor, su aroma. Alcé la vista y le di un par de suaves besos por el quiebre de su mandíbula. Me miró de reojo empezando a presentar su leve y adorable rubor, y sonreí de forma inocente para luego darle otro.
—No me vayas a dejar —susurré apenas jugueteando con el cuello de su camisa—, yo no lo haré.
—Puedes estar tranquila, recuerda que te siento hogar en medio de tanta confusión. Eso me ata a ti.
Cerré los ojos con alivio.
***
Entramos al fuerte. Pradera salió de donde estaba para verlo, ocasionándome preocupación y esa horrible angustia al saber que a ella sí la recordaba, al saber que alguna vez quiso unirse a ella.
—Estás bien —dijo él acercándose.
—Claro que sí.
Sonrió aliviado y pegó su frente a la de ella un segundo, intrigándola y rompiendo algo en mi interior. Retrocedió un par de pasos quedando a mi lado.
—Ya ha acabado todo. Verás, no recuerdo bien, pero lo haré, ella me va a ayudar. —Tomó mi mano con suavidad.
Sentí leve alivio. Alpha lo llamó y nos pidió un segundo, yéndose a hablarle.
Pradera pareció reaccionar.
—Yo también puedo ayudarle, y mejor, lo conozco más —me aseguró con evidente molestia.
—Yo soy su novia —reclamé intentando parecer fuerte—, también lo conozco. Y de formas que tú no —agregué.
No me faltaron las ganas de decirle que lo conocía desnudo también, que habíamos hecho el amor y que tenía memorizado hasta el sabor de su piel.
—Claro, me lo quitaste —dijo dolida. Golpe bajo a mi consciencia—. ¿Nadie te dijo que al ser humana no tenías por qué fijarte en él? —Sus ojos intensos y felinos plantaron frialdad en los míos—. No tenías motivo, eres sucia como toda tu especie, no has de querer nada bueno. Vas a terminar dejándolo luego de lastimarlo.
—Te equivocas. —Mi voz flanqueó—. No tengo malas intenciones y nunca, nunca voy a hacerle daño, nunca voy a dejarlo...
—Pues él lo hará, apenas entre en razón... —Lo vio volver y se calló.
—Escuché cada palabra, ¿qué ocurre? —quiso saber, bastante serio. Me preocupé, sintiendo que le daría la preferencia. Suspiró, masajeó su frente y nos miró—. No quiero discusiones por mi causa. Pradera, si me uní a ella del modo que fuera, debe haber sido por una muy fuerte razón. Eres mi amiga, siempre lo fuiste, y te aprecio por eso, pero ella es mi novia, siento que así es, que si ella no estuviera me sentiría perdido aunque me calmaras tú. No quiero que se lleven mal.
—Pides mucho —refunfuñó ella.
Y la entendía.
—Tengo hambre y quiero descansar —dijo mi Ácrux con cansancio—, mañana iremos a ver a los nuestros, nos llevará uno de estos hombres. —Me miró con preocupación—. Irás conmigo, ¿verdad? Por favor.
—Pero... es muy pronto, ¿y si nadie me quiere ahí?
—Tranquila, solo quiero ver si mi madre está. Por favor —rogó con sus bonitos ojos también. Acepté, recibiendo una dulce sonrisa de alivio de su parte—. Gracias.
—No te dejaré, recuerda —aseguré correspondiéndole el gesto.
Al cenar le hice probar leche, eso pareció traerle fugaces recuerdos, me gané su sonrisa además. Le conversé sobre aquella vez que salimos en la capital, cuando quiso perseguir a una ardilla, y cuando me regaló a Amarillito. Marcos lo estaba cuidando bien, me había mandado sus fotos, y se las mostré a Ácrux.
Me acompañó a mi habitación antes de dormir. Quedamos mirándonos, yo sintiendo los nervios de punta, queriendo tirar de él y llevarlo a la cama para que me diera su calor en la noche y no sentirme sola.
—Asumo que al ser pareja, dormíamos juntos —comentó.
—Sí —dije recobrando alegría—. ¿Puedo enseñarte algo pero no te espantas?
Se intrigó.
—Dudo que algo me espante.
Saqué mi móvil y puse una fotografía, una especial guardada en bandeja privada. Me tenía entre sus brazos y me daba un beso en la mejilla, estábamos evidentemente desnudos aunque se viera solo hasta más abajo de los hombros. Se la mostré y abrió más los ojos.
—La tomamos luego de hacer cositas, y claro, dormimos juntos.
Fue después de jugar en el jacuzzi. Se aclaró la garganta, apenas ruborizado, bajó la vista y quedó en mis pechos unos segundos antes de volver a mi rostro.
—Te besé mucho el cuerpo, ahora casi puedo recordar eso. —Sonreí feliz. Resopló como intentando disipar el calor que al parecer sentía—. No sabía que llegaría a ser tan atrevido.
Reí.
—Yo también lo fui. —Le guiñé un ojo.
—Bueno, en ese caso, dormir contigo me ayudaría.
Lo abracé fuerte.
—¡Sí! —exclamé.
—Pero —interpuso luego de dar una corta y suave risa—, me da un poco de vergüenza...
—Tranquilo, no va a pasar nada raro. —Me empiné y le di un besito en el mentón.
Mi esperanza brillaba. Me quería, y ya no le causaba dolor recordar. El chip finalmente ya no funcionaba ni causaba estragos.
Aunque no dormimos semidesnudos ni nada por el estilo, tenerlo a mi lado me dio paz, sentir sus vagos intentos de tocar mis rizos hasta terminar entreteniéndose con uno, me dio ánimo. En silenció me abrazó y respiró mi aroma, me estrechó con esa fuerza que extrañaba y durmió tranquilo como un león. Estar así, fue el mejor regalo.
—Te amo —le susurré acariciando su cabello.
***
Emprendimos el no muy largo viaje al pequeño poblado en donde él dijo una vez que suponía estaban los del suyo, los que quedaron luego del ataque. Jorge había guardado la ubicación, y nos llevaba en su camioneta.
Al llegar, se estacionó cerca de unos cultivos. Bajamos, unas cuantas gallinas pasaron, algunos H.E nos miraron con recelo.
—¿Alguno conoce a Lluvia? Es mi madre —dijo Ácrux, evidenciando preocupación y angustia—. De seguro llegó hace casi tres años, huele similar a mí, obviamente.
Uno de los evolucionados que sostenía un machete, lo dejó y se acercó un par de pasos.
—Puede ser, tu olor me es familiar. Puede que lo haya olfateado por la zona norte de este pueblo.
—Muchas gracias.
Subimos de prisa y rodeamos el lugar hasta el norte, no tan lejos de donde estábamos. Los H.E y sus sugerencias de ubicaciones nos llevaron a un sector más adentro por esa zona. Ácrux bajó de un salto, Pradera le siguió al instante, Jorge y yo quedamos en la camioneta con las lunas bajas, pero no tardé en bajar al ver a mi gatote intentando olfatearla cerca.
—Ácrux —lo llamó Pradera.
Volteó y entreabrió los labios con sorpresa y conmoción. Miré también, una mujer de claros ojos mieles salía de una pequeña vivienda. No parecía creerlo, y la pena estaba impregnada en su rostro. Él se le aproximó, juntó las cejas con tristeza, dolor, y su labio tembló a pesar de que su boca formaba una sola línea. Se quebró dejando caer un par de lágrimas en silencio, y yo también, sin saber si era por felicidad al ver que la había encontrado, o pena por verlo triste.
—Hijo —susurró ella.
—Perdón —murmuró con arrepentimiento—, me atraparon, no recordaba nada, y apenas lo hice no vine a buscarte, quise vengarme de los asesinos, creí que si no lo hacía no ibas a recibirme ni a perdonarme... —Cerró los ojos ante una bofetada que a pesar de no moverle el rostro, se notaba que había dolido.
Pero lo aguantó. La miró más calmado aceptando su castigo.
—¿Cómo se te ocurrió pensar que no te querría ver? —recriminó en llanto—. Si estuve viviendo en agonía estos años.
Él bajó la vista. Para sorpresa suya y mía, su mamá lo abrazó fuerte, gesto que fue correspondido. Sonreí con alivio, limpié mis lágrimas y respiré hondo. Juntaron sus frentes.
Mi gatote dorado. Sonreía feliz como un niño, encontrándose con su madre de nuevo.
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Copyright © 2014 Mhavel N.
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