Capítulo 3: Despertar


Tiempo actual.


Por primera vez me sentí en caída. Vi el cielo y no entendí por qué, hasta que me di cuenta de que estaba sobre el asfalto. El viento sopló un poco y parpadeé confundido. 

¿Dónde estaba mi casco? ¿Y mis compañeros? ¿El hombre que nos controlaba? Lo olfateé cerca, me reincorporé y lo vi inconsciente, no muy lejos, eso me sorprendió.

Observé también un pequeño local que parecía haber sido destrozado y estaba seguro de que habíamos sido nosotros. Vi a Alpha y a Centauri ahí adentro, reincorporándose, confundidos. Éramos un equipo, ya lo recordaba.

Unas voces me hicieron ver al frente, sorprendiéndome aun más. Humanos, y un evolucionado como yo.

No había logrado matarlo, pero sí estaba herido. Él tampoco me había matado a pesar de todo. Fruncí el ceño al verlo tan cerca de esos, le hablaban como si fuese uno de ellos. Ya no perdía la cordura ni me lancé a atacar. ¿Era que acaso ya estaba libre? ¿Eso humanos iban a morir también en mis manos?

Me puse de pie con dificultad y, de lo que ya se disponían a irse, el H.E se percató de mí y plantó su mirada en nosotros. Mis compañeros salían a duras penas de ese lugar. Gruñó bajo, indicando que aún podía lanzarse y atacarnos, así que levanté las manos en señal de rendición, ya no quería más problemas, y estaba libre de ese infierno. Ya no quería matar.

—Lo sentimos, nos tenían controlados —expliqué, esperando que me creyera. Mil veces ensayé esa frase en mi mente y ahora al fin la decía—. Soy Ácrux, ellos son Alpha y Centauri —los señalé—, supongo que... Gracias por no matarnos.

—Ni que lo digas —respondió un humano castaño.

—Nos desharemos del hombre y nos iremos, nadie nos verá —aseguró Centauri. Él también ansiaba libertad.

—No.Les esperamos, los llevaremos al hospital —pidió el humano—, los atenderemos ahí. Asíheridos, los otros evolucionados los van a rastrear y encontrar más rápido yfácil.

Quedé absorto con eso. ¿Nos acababan de tratar como iguales? ¿Convivían con ese H.E sin pelearse?

—Apresurémonos, Ácrux —dijo Alpha.

Recuperamos los cascos del lugar destrozado y proseguimos. Respiré el aire con detenimiento, era una ciudad muy poblada, apestaba a estrés. No asimilábamos aun el hecho de poder estarnos moviendo por nuestros propios medios, incluso me sentía temblar de forma leve. Los hermanos me miraron, y aunque estábamos con cascos, supe que estaban tan asustados como yo. 

Estábamos realmente asustados, mi cuerpo esperaba un castigo, estaba aterrado. ¿A qué le temía? Quizá a que nos vieran otros y nos volvieran a capturar. Empecé a temblar más. No, no, no. 

¡Todo menos eso, prefería morir!

—¿Volverás con esos humanos? ¿Confiarás? —preguntó Alpha—. Ya estamos libres, huyamos. ¿Qué pasa si nos vuelven a capturar?

—Tienen a uno de los nuestros, no creo que nos hagan daño. Además no sé a dónde volver.

—Eso qué importa, iríamos a donde sea. Eso no es todo, ¿y si ese que vimos estaba controlado?

—No, lo vi en su mirada, no es controlado. Y si ellos no nos mataron, sino que nos liberaron, es porque deben saber que somos usados por alguien más. ¿No quieren preguntarles quiénes? ¿No quieren poder hacerles pagar? —La ira volvió a nacer en mí, dándome fuerza.

Fruncieron el ceño y asintieron con determinación.

—Tienes razón, vamos a buscar al que sabe de esto.


***


Después de dejar al sujeto en un contenedor de basura, fuimos con ellos hasta llegar a una gran edificación que como vimos en su letrero, era un hospital. Estando todavía cubriendonos con cascos, ellos se encargaron de despachar a los humanos para atendernos en la zona de "emergencia" o algo así.

Un joven se nos acercó.

—Por aquí, por favor. Los atenderé.

Hizo que nos sentáramos y retiráramos los cascos. Yo apenas tenía cortes y mordidas, pero Centauri tenía una herida de disparo en la pierna y su hermano otra por el hombro. Suspiré esperando a que los atendieran por estar peor. 

De algún modo no podía dejar de mirar a mi alrededor de rato en rato, temiendo la aparición de los hombres malos.

Una joven humana se acercó. La vi con extrañeza, ya que me sonreía. Su cabello era de oscuros rizos y estos rebotaron cuando ella aceleró el paso y quedó frente a mí. Un intenso aroma a fruta me inundó. ¿Qué fruta era? Casi la recordaba.

—Hola —saludó. En respuesta, sólo fruncí el ceño un poco más—. ¿Cómo te llamas?

—Ácrux... —Según la placa que tenía siempre colgando del cuello.

—Como la estrella de la constelación «Cruz del sur» —habló con emoción.

—Sí... —No entendí a qué venía todo esto. ¿Qué era lo que quería? ¿Por qué me hablaba con esa alegría? Sólo era un monstruo más.

Miré a mi alrededor con temor otra vez.

—Déjame curar tus heridas —pidió despacio.

Asentí. Tomó mi camisa y empezó a desabrocharla, al instante la piel se me escarapeló y recordé las descargas eléctricas que me brindaban por casi cualquier cosa. De un respingo la aparté para hacerlo yo. 

Miré nuevamente a mis costados, temiendo ver a los hombres viniendo por mí. Respiré hondo y cerré los ojos, el leve temblor en mis manos no me dejaba maniobrar con los botones.

Fue raro, pero no me extrañaba que los recuerdos vinieran así de la nada, eso había sido parte de mi vida desde que tenía memoria.

Pareció recordar algo y volteó hacia el evolucionado de ojos verdes, que estaba al lado de otra humana quien al parecer lo estaba curando de lo que nosotros le hicimos. Le avisó sobre algo a lo que no atendí, ya que me dediqué a volver a revisar mi entorno.

—¿Listo? —me preguntó ella al ver que ya había acabado de desabrochar la prenda.

Respiré hondo de nuevo cuando la deslizó por mis hombros con cuidado para empezar a tratar mis heridas, me estremecí un poco, tenía algo de vergüenza además. De algún modo tenía anclada en mí una especie de regla que decía que no debía mostrar mi cuerpo. Pero si era para que me trataran algún mal...

—Descuida, esto no te va a doler —aseguró con amabilidad.

—Gracias —fue lo único que pude decir. ¿Por qué me trataba así?

Sonrió, y se le vio tan bien, que quedé mirándola con los ojos algo más abiertos de lo normal, pero no tardé en reaccionar y revisar mi entorno nuevamente. 

Si algo sospechoso aparecía iba a salir disparado. Luego de asegurarme de que no venía nadie raro, volví a verla, y no le desprendí la vista en todo el rato, distraído en la forma en la que se concentraba, cómo arrugaba esas pequeñas cejas. Tenía un rostro dulce, si se le podía decir así, para ser humana. Aparte del olor, que ahora sabía que eran fresas, y venía de su cabello.

—Tienes unos muy bonitos ojos —comentó mientras me vendaba el brazo.

Otra extraña sensación se hizo presente y fruncí el ceño ante eso.

—¿No te atemorizan? —Bien recordaba los constantes gritos de las personas.

—No, son geniales. Bueno, antes sí, me daban miedo, pero ya me acostumbré.

—Qué extraño... No deberías. —Suspiré—. He hecho cosas que no quiero recordar, nada en mí puede ser "bonito"...

Sus ojos se plantaron en los míos, brindándome un dulce sentir, eso me produjo otra rara sensación al segundo.

—No ha sido tu culpa. No eres un monstruo si eso crees. —Me sorprendí—. De nada sirve sufrir, eso no te hará volver al pasado. ¿Sabes? Estamos con uno de los suyos y la verdad pienso que son geniales. Él está quedándose aquí y entrena también, lo han aceptado muy bien en el grupo de Max, nuestro amigo. Planean sacar al aire lo que está haciendo el gobierno con ustedes, eso de maltratarlos y...

Hablaba sin parar, pero en mi mente se había quedado lo que dijo sobre el tal Max y el H.E que había sido aceptado. Vi de reojo a Alpha y a su hermano y también estaban atentos. Sus ojos se posaron en los míos y asintieron, dándome a entender que también querían algo así.

Vi al de ojos verdes venir por un pasillo con tres más de mi especie, mayores, y uno de ellos era evidentemente su padre, se le parecía y olían similar. Y aunque al parecer se iban, me bastó con saber que otros de mi especie estaban quedándose sin problemas aquí, eso me dio confianza y esperanza.

Me puse de pie junto con mis compañeros, luego de pedirle un segundo a la chica habladora, aunque no estuviese escuchándola ya, y nos dirigimos hacia el tal Max que estaba con el brazo vendado.

—Queremos unirnos a tu grupo —pedimos.

—¿Qué?

Me tomé la palabra:

—No tenemos nada ahí afuera, queremos quedarnos y ser útiles en algo, ya han aceptado a ese de ahí —señalé al H.E—. Tres más serían mejor.

El sujeto se encogió de hombros.

—Ya qué, vengan —volteó—. ¡Nos vemos luego!

Le di un último vistazo a la chica de rulos y seguí a mis compañeros.

¿Que no era un monstruo a pesar de todo? ¿Pensaba eso de mí? Bueno, no me conocía. De todos modos al estar cerca la vería seguido. No todos los humanos eran malos al parecer, aunque no bajaría la guardia, con el buen olfato que tenían los de mi especie, podrían no tardar en aparecer con dos de ellos y atraparme otra vez. Debía refugiarme aquí y a la vez tratar de olvidar lo que había hecho. Además esperaba recordar de dónde venía.

Tuve la rara sensación de que alguien me esperaba. ¿Pero ya cuánto tiempo habría pasado? Quizá años.


***

Nos aproximamos a una edificación vecina con un gran campo en la parte posterior y pude ver un bosque algo seco más atrás. Tuve el leve impulso de caminar en su dirección pero no lo hice. En mi mente rondaban dudas. Al ingresar al segundo nivel, nos enseñó las que serían nuestras habitaciones. Una cama, un escritorio, un pequeño baño. Sin duda mejor y más decente que la celda en la que me tenían.

—Lo que quisiéramos es saber cuándo haremos algo contra los que nos han hecho daño.

—Calma, primero hay que hacer las averiguaciones respectivas —insistió Max—. Ahora acomódense, ahí encontrarán ropas y uniformes de distintas tallas. Cuando terminen pueden bajar y servirse lo que gusten en el comedor.

Sentí mis ojos brillar. Comida, carne, la necesitaba. 

Ni siquiera era consciente de si la comía o no durante mi encierro, seguro sí, sino no estaría vivo, pero no la había disfrutado durante años tal vez. Los hermanos me miraron, nos sonreímos apenas y nos apresuramos.

Claro que no duró mucho mi entusiasmo, ya que al ducharme, descubrí un par de marcas en mi cuerpo que no salieron por más que sobé con jabón, esponja y garras. Un número siete en mi hombro izquierdo, y un ochenta y ocho pequeño al costado de mi vientre bajo. 

Esos malditos me tenían marcado, quizá podrían encontrarme gracias a eso, no podía dejar que se viera. No podía creer que nunca había sido consciente de que estuvieran esos números.

Bajé a comer, y recuperé un poco el ánimo al ver lo que había.


***


Me encontré en desesperación, intentando aferrarme a algo. Me ahogaba. Los humanos me tenían en un tanque de agua y los veía a través del cristal, hacían sus anotaciones sin inmutarse mientras me asfixiaba. Golpeé con fuerza soltando un grito sin importar que el agua ingresara en mí, y para suerte, el vidrio se rompió y caí.

El duro y frío piso me recibió, junto con la lluvia de cristales. Tosí y traté de expulsar el agua, sin embargo vinieron con sus armas de electrochoque, y de una descarga grité sin siquiera reconocerme. Gruñí con fuerza y volvieron a electrocutarme. Grité una y otra vez, la fuerte corriente me recorría, quemando, ardiendo, golpeando. Me sentí patético, tirado en el suelo, a su merced.


Desperté de un salto, gruñendo. 

Una silenciosa y tranquila habitación me recibió, respiraba agitado, mi pecho subía y bajaba con velocidad, y estaba empapado en frío sudor.

Froté mi cara y quedé acurrucado sobre el colchón. El ruido de mi respiración se fue acompasando. Logré inhalar hondo y relajarme un poco más. Ya pasó, sólo fue una pesadilla, solo eso.

Cerré los ojos.

—¡Es hora de despertar, señoritas! —llamó alguien desde afuera.

Reconocí al tal Max. Volví a respirar hondo y me preparé para iniciar el día, odiando las marcas en mi cuerpo durante la ducha. Las odiaba en verdad.


Ya que había sido aceptado en el lugar, intentaba acoplarme. Algunos humanos nos miraban extraño a los hermanos y a mí, pero intentábamos no parecer "poco humanos" de todos modos. Dormíamos aquí, sin embargo el H.E al que había atacado no, venía del hospital que estaba al lado, de seguro era muy unido a los humanos como para quedarse allá con ellos. De hecho traía un poco de su peste.

Max le dijo que nos indicara qué hacer y se aproximó a nosotros. Supimos su nombre, Sirio. Nos enseñó todo el equipamiento, las máquinas, las armas, el campo exterior, sus pistas y circuitos. Noté el anillo que llevaba en uno de sus dedos, y mi mente confusa me entregó cierta información sobre eso. Estaba unido a alguien.

Unión...

Una chica con ojos de verde oscuro me miró de forma inocente

Sacudí un poco la cabeza y fruncí el ceño al verla desaparecer de mi mente. Eso había sido raro, ¿quién era ella?

Empezamos con entrenamientos básicos, cosas que de algún modo ya sabía, que estaban en mis memorias confusas. Como por ejemplo, que no recordaba cómo fue que aprendí a disparar un arma y lanzar cuchillos. Ahora sabía hacerlo, y bien.


Dos mujeres humanas nos observaban desde el exterior, sentadas junto a las plantas. Las conocía a ambas, claro, a la chica de rizos sobre todo. Al verme observarla sacudió la mano y me sonrió. Mi única respuesta fue mi ceño fruncido con extrañeza, pero no me desagradaba que estuviera ahí, no olvidaba que ella había sido la primera en decir que no era un monstruo, eso hizo que sintiera algo parecido a lo que se decía era la calma. El olor a fresas de su cabello se quedó conmigo toda la tarde.

Al finalizar, salí y quedé cara a cara con la chica rizos, bueno casi, porque estaba distraída mirando al cielo. Junté las cejas confundido y alcé la vista también, pero no había nada. ¿Qué observaba entonces?

No me importó, de forma inconsciente la contemplé el tiempo que pude.

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