Capítulo 28: Vacío
Torturado por recuerdos, ni siquiera podía pensar en dormir. Mi boca recorría una suave piel en mi mente, se devoraba unos deliciosos labios, Rosy, esas alucinaciones con ella. ¿Habían pasado o no? Ella no me dijo nada, entonces quizá no, solo estaba volviéndome más loco.
Podía hacer algo, podía ir y hablarle, preguntarle...
No, iba a creerme loco si no había pasado, que era lo más obvio. Aunque las imágenes de ella desvistiéndose frente a mí hasta quedar con diminutas prendas, me gustaba repetirlas. Estaba mal, muy mal. ¿De dónde sacó mi mente eso, si nunca había visto el cuerpo de una mujer? Nunca, por más curiosidad que tuve, era de pésima moral, era restringido al cien por ciento. ¿De dónde entonces?
Me lo preguntaba, ya que mi mente había acertado y duplicado con exactitud su cuerpo y sus formas, lo comprobé cuando la misma Rosy se semidesnudó frente a mí cuando dormí con ella. Significaba que tal vez ya la había visto antes.
Fuera como fuera, era la ilusión más hermosa de mi vida. Me quemaba por dentro por ir a verla, por dormir abrazándola. Las lágrimas que la vi derramar me seguían doliendo como si estuvieran clavadas en mi pecho, todas y cada una. Mi Rosy... que prácticamente me botó de su habitación cuando fui a verla porque no comía y por la tormenta, y no esperaba menos, la verdad.
Llevé las manos a la cabeza. No tenía cara para ir a verla, no después de haberla tratado así, ¿en qué estaba pensando? Ah, sí, en que al acabar todo aquí me iría con Pradera.
La vi durmiendo, yo estaba en un sillón, cuidándola. No quería que me apartara, aunque igual lo hice por ir a ver a Rosy cuando escuché su bajo grito, Pradera también escuchó, estaba seguro, y salí sin siquiera dar una explicación. No volvería a hacerlo, la encontré más asustada al volver. ¿Cómo dejarla si siempre fue importante para mí? Lo que había vivido en ese lugar, encerrada, sufriendo, todo porque al parecer alguien empecinado con vengarse me había estado buscando.
Venganza. Qué ironía. Respiré hondo y me recosté contra el respaldo del asiento, miré al techo. Resoplé frustrado. Ni distraerme pensando en otras cosas me quitaba las ganas de ver a Rosy y perderme en el ensueño de su aroma y su risa. Risa que habitaba más en mis alucinaciones que en la realidad.
Podía ir y explicarle de forma más suave las cosas. No, seguro ya dormía... en ese caso simplemente podía ir y verla dormir. Miré a Pradera, dormía profundamente. Me levante despacio y salí.
Al andar por los pasillos vi su habitación vacía y me intrigué. O más bien, preocupé. ¿Y si en vez de mejorar, empeoró? Fui a paso ligero hasta donde escuché voces, encontrando a Max hablando con John. Este último dijo algo de que su trabajo casi acababa y se apartaron.
Le di alcance con rapidez, topándome con algo: el aroma de Rosy.
—¿Rosy está bien? No está en su habitación.
—Sí, ya está muy bien. Simplemente prefirió irse. Se quedará en otro lado a dormir.
—Q-qué, ¿por qué? ¿En dónde va a dormir?
¿Y por qué tenía su aroma?
—Ya no te preocupes, ya no es tu asunto. Yo cuidaré de ella, como antes. —Algo en mi estómago empezó a quemar. Dio un par de pasos pero pareció recordar algo y volteó—. Ya te iba a decir que te alejaras si lo único que hacías era hacerla infeliz, veo que reaccionaste antes por ti mismo. Muy bien.
—¿Que no es mi asunto? Sí que lo es, y si le pedí que no me siguiera fue por su bien. Deja de hablar como si fuera tu amiga y de nadie más, sigue siendo mía...
—¿Tuya? —cuestinó con enfado. Había soltado eso de pronto, pero lo sentí cierto—. Rosy no es nada tuya, que te quede claro —amenazó.
Di un paso apretando tanto los puños que mis garras se clavaron en mi piel.
—Cállate...
—Será mejor que dejes de insistir con esto. Creo que allá tu amiga te espera, ya ha de estarse preguntando por qué tardas. Deja a Rosy, ¿no ves que le has hecho daño? Ten algo de sentido común, se fue porque no quiere verte. Me lo dijo, después de todo siempre fuimos amigos cercanos, no como tú.
Quedé perplejo mientras se iba, pero pronto el fastidio en mi interior volvió con más fuerza. Cercanos, argh, sí claro. ¿Tan cerca estuvo de ella como para tener algo de su esencia en su ropa? Qué rabia. ¿Por qué? ¿Por qué sentía esto? Bueno, no tenía que indagar mucho, eran celos, ¡hervía en celos! Raros, que no había sentido antes... o quizá sí.
Me sorprendí de mí mismo. Sí, sí que los había sentido, y también a causa de Rosy, formaba parte de lo que al parecer había olvidado. Definitivamente lo nuestro no era solo una amistad normal, no lo había sido. Lo malo era que quizá solo yo sentí eso extraño y fuerte por ella, sin decirle.
No importaba, ella se había ido, no me quería ni ver, significaba que otra vez la había perdido.
Volví resignado, con una nube negra mental creciendo sobre mí. Mi dulce Rosy...
—Ácrux —llamó mi atención Pradera, mirándome desde su cama—. ¿Sucede algo?
Tardé un par de segundos en conectarme con la realidad. Negué en silencio.
—Descansa, solo fui por agua —murmuré sin ganas.
Caí sentado en el sillón. Contemplé el techo otra vez, sintiendo que mi mirada era triste, que parecía perro abandonado, sintiéndome solo. Era raro y estaba mal, ¿por qué me sentía así si Rosy seguía en esta ciudad? No estaba lejos quizá, pero no podría verla, ese era el problema.
Al decirle que no me siguiera no pensé bien en las consecuencias. ¿No verla? ¿En serio? ¿En qué garabatos pensaba?
Ah, sí... Otra vez, unirme a Pradera. La vi y me sonrió a labios cerrados.
—No puedes dormir...
—No, pero tranquila.
—Gracias por cuidarme. —Retiró la vista ruborizándose de forma ténue—. Te diría que compartamos la cama, pero... no es...
—No, no, descuida, nada de eso, no es necesario.
—Bueno, por ahora —volvió a verme sonriente—, pero cuando seamos un núcleo de familia podremos dormir juntos.
Tensé los labios tratando de sacar al menos una media sonrisa.
—Sí, lo haremos.
Se reacomodó para descansar. Volví a observar al techo.
Había un pequeño detalle... Dormí con Rosy, la dejé tocarme el pecho, que me diera besos, completamente embobado por lo que me hacía sentir al tenerla tan cerca... significaba que le había fallado a Pradera. Ni siquiera me imaginaba dormir con ella, ¿qué clase de mal hombre me había vuelto sin darme cuenta?
Quedé con los ojos bien abiertos por la encrucijada. ¿Qué demonios haría?
***
Revisaba los planos de distribución del próximo lugar que atacaríamos, supuestamente. Tania me explicaba algunas cosas. Ya era otro día, y estaba decidido a hablar con Rosy, decirle todo lo que me pasaba con ella, todo lo que me hacía sentir, y las alucinaciones-recuerdos que tenía. También iba a decirle a Pradera, tenía que ser sincero, si ella iba a ser mi compañera el resto de mi vida, tenía que saberlo.
El problema: no hallaba valor para hacer que Pradera enfrentara esa falta de moral mía, y por otro lado, no sabía dónde estaba Rosy como para ir y hablarle.
Pradera vino, ya estaba bastante mejor, ya andaba, no muy lejos de mí, claro. Se aferró a mi brazo, eso hizo que Tania se alejara tras rodar los ojos.
—¿Sucedió algo? —quise saber.
—Dirás que es mi idea, pero te he sentido diferente... tenía que decirte eso.
Me preocupé.
—Diferente —medité—, quizá tú también. Lo que hemos pasado nos ha cambiado de una u otra manera...
Unos pasos se escucharon, Rosy entró y quedó mirándonos con los ojos bien abiertos. Escuché sus latidos dispararse, los míos también, eso me asustó un poco, pero retiró la vista enseguida y continuó hacia Tania.
—¿Está John?
¿Por qué lo buscaba a él?
Tania se puso de pie sonriente, aunque era una sonrisa no de amabilidad, era una de sus sonrisas vacías y por compromiso de siempre.
—Enseguida lo llamo. —Se fue.
Sin percatarme, había dado un paso lejos de Pradera. Estaba bastante incómodo, más que eso, era horrible que me hubiera visto así, y no sabía bien por qué, simplemente me incomodaba.
—¿Cómo estás? —quise saber.
Sin embargo solo me miró de reojo, tragó saliva y no respondió. Se cruzó de brazos.
Bum.
Eso me dolió en el pecho, y el estómago se me encogió al verla sonreírle a John que salía a recibirla.
Mierd... Argh. Ganas de repetir esa mala palabra que a veces decía Max. Apreté los puños.
—Ácrux —me llamó Pradera sacudiendo de forma suave mi brazo. Reaccioné y la miré—. ¿Qué pasa? Te he tenido que hablar tres veces.
Su vista se paseó de Rosy, que se iba con John, a mí. Quería escuchar bien qué más le decía acerca de salir, pero Pradera tiró de mí.
—Espera...
Saldrían en la noche...
—No, debo tomar esa cosa de proteínas que me han dado —insistió volviendo a tirar de mí.
—Quiero terminar de revisar esto, por favor.
—Pero... —bajó la vista con tristeza y la culpa me atacó—. Tú sabías cuánto debía tomar...
Los escuché más lejos y el impulso por ir tras ellos casi me ganó, si no fuese porque Pradera me retuvo. Respiré hondo. De todos modos Rosy ya estaba muy lejos, no escuchaba ya nada. Cerré los ojos dos segundos preguntándome qué rayos haría. No me respondió, y aunque me lo merecía, me dolió.
—Perdóname... —Guardé los planos—. Lo siento, esto me tiene estresado.
—Entiendo, tranquilo...
—Vamos.
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Copyright © 2014 Mhavel N.
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