Capítulo 27: Rendida
Narra Rosy
Lloré de forma amarga, viendo a través de mis lágrimas mis puños apretando la tela de la manta que me cubría. Al parecer alguien entró, pero al verme salió. Tapé mi rostro con la manta y ahogué mis sollozos.
Alguien más entró de prisa.
—Rosy, calma —pidió John sentándose a mi lado y tomándome de los hombros—. ¿Qué pasa?
Negué sin poder calmarme. No me quería, ¿eso iba a decir? ¿Lloraba porque un hombre no me quería ver más, porque iba a seguir con su vida sin mí, como lo merecía? John me abrazó y tuve que tratar de parar el llanto, me dolía, pero de nada servía, solo quería desahogar todo lo que había aguantado. Respiré hondo y quedé derramando lágrimas en silencio.
—Ya... ya —me consolaba—. ¿Fue él? ¿Te dijo algo? —No pude responder, no solo no quería, tampoco podía, mi voz no salía y tenía un inmenso nudo en la garganta—. Tania me dijo que estabas mal. —No pude creer que ella me viera así, qué desastre—. Insinuó que fue por él... —Si ya sabía entonces con menos razón respondería, solo podía percatarme de lo gris que se estaba poniendo el día para mí—. Creo que te dije que no valía que lloraras por nadie, menos por ese H.E medio inestable en el que te fijaste.
Mis labios se curvaron en una fugaz sonrisa.
—No es inestable —dije con un hilo de voz—, ya sabes todo lo que le ha pasado...
—Bueno, encima lo defiendes. —Soltó un pesado suspiro—. En fin, por favor ya no llores.
Volví a respirar hondo.
—Gracias —susurré.
Quedé abrazada a él, encontrando un poco de consuelo en eso. De todos modos algo me decía que pasaría, pero al menos lo había intentado. Había intentado recuperar a mi amor, pero estuvo demás desde un inicio, él ya era de otra, e iba a seguir siéndolo.
***
Ya mejor de salud, unas horas más tarde, me negaba a comer. Lo peor era que no sabía si mi falta de apetito se debía a la toxina que tenía en el cuerpo, o a mi tristeza.
—¿No has comido todavía? —reclamó Tania entrando. Bufé en silencio y retiré la vista con molestia—. Bueno, no sé qué ganas poniéndote así.
¿Cómo rayos reclamaba eso?
—No tengo hambre, y no quiero verte —dije casi en susurro.
La desgraciada había tocado a mi Ácrux cuando parecía ser mío ¿y venía a querer pararse frente a mí?
—Te encanta hacerte la víctima. —La miré con enojo. Cruzó los brazos devolviéndome el gesto—. Sal de esa cama y haz tu vida. Anda, que vea que no te duele, que vea que también puedes olvidarle con otro y con otras metas. —Arqueé una ceja—. Me molestan las mujeres que se ponen a lloriquearle a un hombre como si fuera el último, no importa si este es evolucionado, es un hombre, así son, se olvidan de ti enseguida, y tú me molestas con tu actitud, haz que te valga un comino. Y come.
Salió molesta, dejándome completamente perpleja.
Quizá alguna vez alguno la lastimó también...
Sacudí la cabeza, no me preocuparía por ella. Resoplé y vi el plato de comida. Una sopa, baja en sal, sin carne casi, algunas tiritas de proteína. Horror. Respiré hondo y decidí que sí, que de nada me servía pasar el resto de mis días lamentándome, tenía cosas que hacer. Quería seguir estudiando y así obtener puestos mejores, hacer mi vida como lo hacían los demás, atarme a un hombre, aunque lo amara y deseara con locura, estaba demás.
Sus palabras frías me golpeaban una y otra vez, mi mente que gustaba de repetirlas, para luego hacerme rememorar las cosas dulces, los detalles, sus besos, y hasta sus ronroneos. Era el colmo. Nunca me lo sacaría de la cabeza, pero por lo menos tendría una vida en la cual centrarme, en la cual aferrarme. Me di cuenta de que hacía mucho que me había dejado de importar quedar solterona y sola toda la vida. No estaba tan sola en verdad, solo me gustaba dramatizar, quizá Tania tenía razón eso.
Cerré los ojos y empecé a concentrarme en lo que iba a hacer de ahora en adelante, tratando de pensar lo menos posible en él... en mi gato dorado. Él ya no iba a estar, no pertenecía a mi mundo, a mi alrededor, nunca lo había hecho, pero yo terca insistí desde que lo vi. Si no lo hubiera hecho...
No. No me arrepentía, no quería borrar ni la más mínima caricia suya de mis recuerdos. Pero sí iba a tener que dejarlo de lado.
Para mi sorpresa, entró el dueño de mis pensamientos. El dolor volvió a mí. Nos miramos con seriedad.
—Me pareció escuchar que te exigieron comer. ¿Por qué no querías?
—Me temo que no te interesa, no lo haré si no quiero. —Sí pensaba comer, pero solo por molestarlo, puse el plato en la mesa de mi costado—. Come tú si quieres
Pareció desconcertado. Jorge se asomó.
—Pasé por la habitación en donde están, y tu amiga dijo que te escuchó cerca, a pesar de que dijiste que irías a comer y llevarle...
—Dile que voy en un momento —le interrumpió sin dejar de mirarme.
Jorge se retiró y Ácrux se me acercó.
—Quedaste en llevarle algo. Hazlo —reclamé bajo.
—¿No quieres recuperarte? —Miró el plato y arqueó una ceja—. No te culpo si no quieres comerlo, pero debes...
Reí en silencio un corto instante por la cara que puso y me vio con asombro. Me ruboricé sin poder evitarlo, pero fruncí el ceño.
—Anda atiende a tu chica. Si es con la que siempre quisiste estar, ¿no?
Abrió la boca para decir algo que no llegó a soltar ya que Jorge volvió e interrumpió.
—Oye, sigue insistiendo en que te escucha cerca y que qué haces y blah blah...
Ácrux suspiró con cansancio.
—¿Qué pasa? —intervino John—. ¿Te está molestando este sujeto? —preguntó mirando con recelo a Ácrux mientras él parecía no solo ofendido, sino también perplejo.
—No planeo molestar —se defendió casi entre dientes. Dio media vuelta para irse, me dedicó una fugaz mirada de preocupación pero le retiré la vista—. Come, por favor.
No respondí ni sí ni no. Les escuché salir. Ese sentimiento que se presentaba cuando aquel que amabas volvía a irse, atendiendo al llamado de otra, ese sentimiento... Ese era uno de los peores.
***
Un trueno sonó logrando que soltara un corto grito por la sorpresa. Me percaté de que ya era de noche, llovía, y al parecer empeoraría. Me removí esperando que no durara mucho la tormenta... aunque ¿a quién quería engañar? Últimamente el clima parecía inestable como lo estaba yo. Un día sol, al otro lluvia. Quise salir de la cama aunque estuviera con el suero entrando a mi sangre a través de una vía. Este me iba a seguir de forma automática a donde fuera gracias a su base especial.
Luego de sentarme mejor y poner los pies en el suelo, me puse de pie. La cabeza me dio vueltas y una potente luz blanquiazul se hizo presente un milisegundo antes del fuerte estruendo junto con un corte de luz y otro grito mío.
Cuando me di cuenta, estaba a gatas en el suelo. Me quejé por el dolor del golpe en mis rodillas. Otro ruido me alertó y volteé, encontrándome con una sombra cuyos ojos se iluminaron como focos al reflejar la luz de otro rayo. Volví a asustarme.
—Tranquila, no pasa nada —me trató de calmar Ácrux con esa bonita y suave voz grave que tenía.
Mi perdición, justo al último que quería ver. Al instante me había alzado y sentado en la cama. Lo intenté apartar, la luz volvió y quedamos viéndonos. Esos ojos felinos, cálidos como su color, mi corazón latiendo fuerte.
No. Retiré la vista con enojo.
—Estoy bien, ya puedes irte. Estaba bien desde antes.
—Te escuché gritar bajo tras el primer trueno, por eso...
—Me tomó por sorpresa. Quiero dormir.
Retrocedió un paso.
—Sí... Discúlpame entonces.
—Oye —habló Tania desde el marco de la puerta—, tu amiga pregunta que por qué saliste. No quiere que te alejes, dice que tiene miedo. Qué molesta.
Mantuve la vista baja. Le escuché soltar un suspiro.
—Claro... ya voy.
Miré mi mano que apretaba la tela que cubría el colchón hasta que le escuché salir. Ella sin duda no podía estar sin él, estaba atenta a todo con tal de tenerlo cerca, de que no se alejara mucho tiempo. Cerré los ojos y respiré hondo para deshacerme de esa tristeza. Sin embargo, no pude evitar dejar salir un par de lágrimas.
¿Por qué tuvo que olvidarme? Yo tampoco quería estar sin él.
Mi móvil sonó. Resoplé.
—Rosy —habló mi papá—, listo. Ya estás inscrita.
Sonreí apenas, limpié mis mejillas del rastro que había dejado el corto llanto.
—Gracias, papá.
—¿Estás bien?
Suspiré e hice un esfuerzo por sonreír más.
—Sí. Descuida. Ya acaba todo aquí, iré para allá en cuanto pueda.
—Genial. Empiezan en unas semanas.
—Sí, pero iré desde antes, ya sabes, estoy algo oxidada, quiero repasar lo que estudié, en casa.
—Me parece bueno.
—Saludos a mamá.
—Claro, te amamos. Cuídate, nos vemos aquí. Avisas.
—Sí.
Corté, quedé mirando el aparato por varios minutos, llegando a la conclusión de que era mejor salir, buscar alguna habitación en algún hotel hasta que pudiera irme, que esperaba no tardara, así iba a ser más fácil para mí.
Hice el intento de ponerme de pie otra vez. Pude, tras un leve mareo, pero pude, entonces sonreí un poco más y suspiré aliviada.
Tras estar un rato andando por la habitación, con el suero siguiéndome, juntando mis cosas en la mochila que habían dejado, ya no me sentí rara ni mal. John entró y dio un respingo al verme.
—Por dios, ¿qué haces caminando?
—Ya estoy bien...
—Sí, pero igual, deberías reposar.
Reí en silencio.
—No, en verdad estoy bien, eres un buen doctor.
Pareció no creer lo que le había dicho, pero terminó sonriendo.
—Bueno, gracias.
—Me iré.
—¿Eh?
—Voy a buscar una habitación en algún hotel, ¿me ayudas? —Bajé la vista unos segundos—. No puedo estar aquí más, ¿sabes?
Tensó los labios y asintió.
—Claro, entiendo. Bien, entonces... Alístate, vamos.
—Sí.
***
Tras comer, librarme de la vía, darme una ducha y alistarme, terminé de guardar todo y salí. John chequeó mi presión y mi sangre una última vez antes de eso, y me inyectó la última dosis de antídoto.
—Ya, que ya estoy bien.
—No hasta que me asegure yo.
—No solo tú, la máquina ya te está diciendo que estoy bien.
—Máquinas son máquinas.
Un pitido, y dio resultado. Otra vez la máquina decía que estaba bien.
—¿Ves?
—Bueno, vamos pues.
Tomé mis cosas, aunque él se ofreció a llevarlas.
Una vez que salimos volteé a ver el cuartel. La lluvia había parado... Mi Ácrux, no iba a despedirme de él, ni aunque lo viera luego por casualidad, ya no quería hablarle tampoco, hasta que tuviera más fuerza al menos. Bajé la vista y seguí.
***
Me llevó en su auto a un hospedaje cercano. Una vez que me instalé, se dispuso a despedirse.
—Cualquier cosa, lo mínimo que sea, me llamas.
—Sí, gracias.
—Oye y... ¿Qué fue lo que pasó?
Suspiré.
—Nada, solo me pidió que me alejara, ya sabes... —Sacudí la cabeza—. Ya no sirve que siga a su lado de todos modos... No lo culpes. Lo amo, quiero que sea feliz, que sea muy feliz, y de verdad... Si lo logra tomando este camino, estaré bien, en serio.
—Um... —Posó su mano en mi hombro—. Te espera algo mejor, ya verás. —Asentí. Para mi sorpresa, me abrazó, correspondí al gesto ya que lo necesitaba, a pesar de estar haciéndome la fuerte—. Debo irme. —Se apartó y sonrió—. Me debes una salida, ¿eh? Esta vez lo haré bien, lo prometo.
Reí en silencio.
Quedé sola, mi habitación estaba en el cuarto nivel, lo escogí así, más silencio. Miré alrededor. La cama, el sofá cerca, una pantalla en la pared, la ventana, su pequeño balcón, el baño que se notaba grande. No estaba mal. Ahora lo bueno se venía, ¿cómo iba a volver? Quizá si luego Max, o alguno de ellos, me prestaban un auto, o alguien podía llevarme.
Respiré hondo, era hora de dormir. Ya vería cómo continuar con mi vida, ya tenía algo de dónde aferrarme, y metas. Iba a poder aunque al inicio estaba siendo duro. A veces los amores intensos eran los que más rápido hallaban su fin.
A pesar de todo, era consciente de que no iba avolver a amar así. Cada beso, cada caricia, las palabras, y hasta el deseo. Noiba a volver a sentirlo así, nunca más iba a ser igual.
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