Capítulo 25: Una amarga sorpresa

Narra Rosy

Claro que era obvio que estaba loca, me estaba arriesgando, también a ellos, tal vez, pero había escuchado bien cuál era el plan, no pensaba entrar ni interferir. Si ahí estaba el aparato que podía desactivar los chips de los evolucionados quería estar ahí, a su lado...

Partieron en unas tres camionetas, yo fui en la última, en donde no estaban ellos, pero sí Tania. Quedó mirándome con sospecha antes de que subiera. Y claro, con lo pequeña que era, aunque usara la misma ropa negra de las mujeres de Seguridad Nacional y el casco, me veía extraña. Si notó que era yo, no dijo nada; y si no lo notó, pues estaba muy distraída o preocupada como para hacerlo. Opté más por la primera opción.


Cuando llegamos, Jorge y Max bajaron y hablaron con los sujetos. Abrieron las puertas para dejarnos pasar. Ya habían quedado en venir, pero los pocos del interior no sabían eso, solo ellos. Entramos al lugar, traté de mantenerme en mi grupo, lejos de los evolucionados que iban adelante. Sin embargo, uno volteó a ver hacia nosotras. A pesar de que estaba con el casco, obviamente reconocí su cuerpo, me puse nerviosa, sin saber si me había olfateado, o si solo miró por mirar.

—No esperaba ninguna inspección —escuché que reclamó un hombre, tal vez uno de los superiores.

Cuando se presentó frente a nosotros quedó viéndonos con el ceño fruncido, y no solo eso, noté que Ácrux apretaba los puños. ¿Era alguien que reconocía? Otro sujeto apareció.

—Debemos ver sus almacenes —habló Max—. Tenemos orden del gobierno.

—No me diga —respondió en tono de burla—. El gobierno no manda aquí.

—Se suponía que estos no estarían —susurró alguien a mis espaldas.

Era un problema entonces.

Sacaron armas y en un abrir y cerrar de ojos se intercambiaron disparos. Solté un grito tratando de cubrirme y correr a la salida pero fui empujada en dirección contraria por los que corrían, choqué contra un sujeto con casco, me apartó y fui a dar contra otro. Gritó y volví a ser apartada, escuchando un disparo muy cerca de mi rostro, me tapé los oídos y sentí un hincón por mi brazo tras ser empujada de nuevo. Mi casco cayó.

Alguien me tomó, grité otra vez en medio de todo el caos que se había desatado. Terminé contra la pared con los brazos de alguien a cada lado de mí acorralándome contra esta.

—¿Quién rayos te dejó venir? —reclamó Ácrux con enojo.

—¡Yo quise venir!

—¡Es peligroso!

Una explosión le hizo rodearme por completo para protegerme con su cuerpo, estaba asustadísima, pero si había reconocido a uno de esos sujetos, estaba perdiendo el tiempo conmigo.

—¡Ve ayuda, estaré bien!

—¡No hasta que te vea salir!

Me alzó en brazos pero cuando volteó alguien le apuntaba. Ahogué un grito escondiendo la cara por su hombro.

—Nos volvemos a ver —dijo el sujeto.

Ácrux me hizo pisar suelo y me movió detrás de su espalda con rapidez. Me aferré a su camisa, aguantando el llanto que quería venir por el miedo, sobre todo miedo a que le hiciera algo.

—Creí que ya te habías muerto.

—Ya quisieras, maldito —respondió mi chico, con mucha rabia. ¿Era el que había matado a su hermano? ¿El que mató a Pradera?—. Si aquí alguien va a morir, serán ustedes.

Entonces eran varios...

—Héctor los quiere de vuelta, y son tan inteligentes que han venido los cinco directo a meterse en la boca del lobo.

Empecé a temblar. Ácrux intentó calmarme haciendo su brazo hacia atrás para apretarme contra su espalda. Saqué el arma pequeña que me había dado John y la puse en su mano.

—Ahora déjala —continuó hablando el hombre—, ven conmigo o dispararé, y a ella también. La mataré, ya sabes que eso no me es problema.

—Creo que será al contrario. —Disparó veloz pero el tipo se lanzó a un costado, recibiendo el tiro en el brazo.

Corrió apretando su herida y Ácrux salió en su persecución. Fui tras él. Los demás habían logrado sedar a los hombres que habían estado en el local, o al menos a la mayoría. Los otros evolucionados aparecieron para interceptar al sujeto ya cerca de la salida posterior, pero cayó una bomba extraña que botó gas. Recogí un casco y me lo puse, eran especiales y filtraba gases. Ellos tosieron, ya que a diferencia de Ácrux, no los tenían puestos.

—¡Tanto quieres encontrarnos, síguenos entonces! —exclamó el sujeto.

Salió corriendo con el otro, Ácrux gruñó y quiso ir pero fue detenido por los otros.

—¡No voy a dejarles huir!

—¡Si vas tú solo, te matan! —trató de hacerle entender Impala.

Un fuerte viento ingresó, los hombres estaban escapando en una de sus naves de S.N.

—Maldición —refunfuñó.

Entristecí.

—De nada te sirve querer ir por ellos —murmuré.

Pero se quiso lanzar y correr a darles alcance de todos modos. Fue detenido otra vez por los otros.

—¡Ácrux!

—¡No intervengan!

—¡No vayas, te matarán! —rogué—. ¡Ellos no son el que buscas además!

—¡No voy a dejar que esos malditos se queden con el regocijo de haber matado a Pradera! ¡No se los perdonaré nunca! ¡Todo es su culpa!

Se formó un leve silencio sepulcral, mientras mi cuerpo se enfriaba. Bajé la vista, por eso los odiaba tanto a esos dos.

—Claro, debí saberlo —susurré con el nudo en la garganta ahogándome—. Pradera, Pradera, es que no vas a olvidarla, ¿cierto? —La furia, el dolor. Alcé la vista, él me miraba con cólera, y eso me rompió en mil pedazos—. ¡Si vas, de nada serviría el sacrificio que tontamente hizo! ¡Ella decidió arriesgarse a morir, y si no lo hubiera hecho, hubiera muerto igual, estoy segura! ¡Ya déjalo!

Dio un par de pasos hacia mí, furioso, apretando los puños. Enmudecí y empalidecí, se había detenido muy cerca. Empecé a temblar, sintiendo que toda una fuerza superior me quería tumbar abajo, tirando desde mi corazón.

—No vuelvas a decir eso —retó—, tú no sabes cómo pasaron las cosas.

Cerré los ojos con fuerza, sollozando. Estaba a punto de ser la inmadura egoísta que John dijo que era...

—¡LÁRGATE SOLO ENTONCES! —Salí corriendo, con la garganta doliéndome por haberle gritado eso con todas mis fuerzas. Estaba destrozada, llorando desconsolada.

Salí de la edificación, cuando lo escuché llamarme mientras venía por mí, tuve tanta rabia que no esperé, corrí sin rumbo por las calles oscuras, no quería que me explicara cosas como "siempre sentí algo especial por ella, debes entender". ¡No lo iba a entender!

Volvió a llamarme.

—¡No voy a entender nada de lo que tengas que decir! —chillé.

Alguien me tomó con brusquedad haciéndome soltar otro grito. El olor de alcohol y peste me golpeó primero. El sujeto me estampó contra la pared, tapándome la boca. Seguí llorando, pero esta vez de terror.

Pronto lo tuve pegado queriendo tocarme. Intenté decirle que un H.E me perseguía, y que no iba a tardar, pero tras un gruñido salvaje lo vi caer un par de metros más allá. Ácrux se le acercó gruñendo bajo.

—Déjalo —susurré temblando—, ya ni siquiera se mueve...

—He matado a muchos inocentes, alguien que no lo es no sería problema.

Me miró por encima de su hombro, tan serio que me congeló. Sentí el peso del plomo en mi interior al saber que para él iba a ser muy fácil matar. Empecé a respirar de forma entrecortada.

—No... —pedí.

Pareció preocuparse, y cuando volteó para acercarse, pude ver que en verdad se había preocupado por alguna razón. Quiso tocarme y retrocedí, arqueó las cejas con sorpresa. Desistió de su intento y quedó mirándome.

—Creo que es la segunda vez que te lo preguntaré. ¿Me temes?

Eso me sorprendió.

—¿Qué? ¿Qué clase de pregunta es esa?

—Me temes...

—Tonto —sollocé—. ¡¿Cómo no temerte?! ¡Tus actos no te ayudan! ¡Y no quiero que vengas a querer explicarme las razones por las que quieres vengar la muerte de esa chica, no necesito saberlo!

Me miraba atento. Limpié mis mejillas de las odiosas lágrimas pero estaba demás. Me arrepentía en el alma por haber venido con ellos, sabiendo lo que podía pasar.

La fuerte presión de sus brazos a mi alrededor y su cuerpo contra el mío me sacó de foco. Mi corazón se desbocó.

—Perdóname —pidió—, perdóname, pequeña. No me temas, no era mi intensión gritar, no tenía por qué, la situación me sobrepasó, pero jamás, jamás, jamás te tocaría, nunca. —Me apretó más, le sentí temblar, o quizá era yo...—. Descubrir que estabas en el grupo, corriendo peligro, me hizo temer desde un principio, y cuando él amenazó con matarte... Si algo te pasa... No lo soportaría.

—Quiero... —aflojó su agarre y pude limpiar mi rostro contra su camisa—, quiero volver.

—¿Estás mejor? —Tomó mi mentón para observar mi rostro, pero claro, mi nariz roja de payaso, más los ojos. No, no estaba mejor—. Oye... Entenderé si quieres dejar de ser mi amiga —dijo con tristeza, eso me abrumó. No quería ser su amiga, quería que me amara—. En verdad te agradezco que hayas venido conmigo, eres la única a la que me siento atado... Me das luz.

Tomé su mano y la dirigí a mi mejilla, sonreí a labios cerrados al sentir que me acariciaba. Sus palabras "eres la única a la que me siento atado" me habían aliviado el dolor, no del todo, pero lo suficiente.

Yo por mi parte detestaba cuando parecía tener sentimientos albergados por alguien que ya no estaba. Era triste, era cruel, egoísta de mi parte, pero no podía evitarlo. Ladeé el rostro y le di un beso aprovechando que todavía acariciaba mi mejilla.

—No quiero apartarme de ti. Dijiste que no me dejarías, y hoy quisiste hacerlo.

Suspiró.

—Perdóname... Creo que no soy de palabra, qué vergüenza. Claro, si ni siquiera puedo recordar... Si tal vez te hice otras promesas, y ahora mírame, no las sé...

Lo abracé y él correspondió, aliviándome.

—No vayas a volver a querer irte sin estar seguro, y recuerda que estoy aquí para ti.

—Lo haré, perdóname. —Sus brazos bajaron a mi cintura y prácticamente me alzó para abrazarme así, rodeé su cuello aferrándome a él. Enterró su rostro por mis cabellos—. Hueles como a fresas, y como a ti —susurró—, me gusta.

—Lo sé... Eso ya lo habías notado antes.

—Ya veo.

—Quisiera ayudarte a recordar.

—Puedes.

—Pero temo que te de dolor de cabeza...

—Ja... No temas por eso, no pasa nada.

—Te... —Respiré hondo y cerré los ojos—. Te quiero...

Sus caricias por mis rizos se detuvieron.

—Me quieres, cómo...

—Te quiero a mi lado, te quiero feliz, te quiero como hombre. Aunque tal vez no entiendas... —Y aunque quería decirle que también lo amaba.

Lo miré, parecía estar tratando de descifrarlo.

Su móvil sonó y contestó tras dejarme pisar suelo. Resoplé apartándome. Pude escuchar al escandaloso de Max apurándolo.

—Bueno, me alegra que tengan a uno, pero no es más importante que esto ahora, pueden esperar —colgó.

Me llenó de alegría saber que consideraba importante el estar conmigo. Pero ¿qué? No. No debía actuar así de egoísta.

—Descuida, ya estoy bien. Estamos bien —le sonreí con dulzura—, vamos ya o Max tendrá un ataque.

—Dice que Alpha y Centauri agarraron a uno antes de que huyera. Su compañero obviamente lo dejó.

—Uh... Pero mira, al menos tienen a uno —dije asustada por lo que podrían hacerle luego.

Me dejó ver esa bella aunque leve sonrisa. Extendió un poco el brazo.

—Después de ti...

Tomé su mano, sorprendiéndolo, pero me alegró todavía más que no intentara apartarse. Me correspondió el gesto, y nos dirigimos así de regreso al fuerte.


Se decía que después de algo malo venía algo bueno... Pero quizá también, después de algo bueno, podía venir algo malo...

Cuando entramos, ellos habían logrado sacar a los otros evolucionados, pero también a alguien más. Una chica, maltratada y asustada. Una H.E, de cabello oscuro y ojos verdes, el verde de la hierba...

Sentí un bajón de presión, pero no desfallecí, cosa que hubiera querido. Mis sospechas se corroboraron cuando miré a Ácrux, que estaba completamente desconcertado, pasmado.

El agarre de su mano se aflojó y terminó soltándome. Y no pude siquiera reaccionar ni retenerlo.

Se fue de mí en segundos, sin que diera un paso lejos. Se fue de mí en sentimientos, en esencia. Solo le faltaba alejarse de forma física, dar el paso, y lo hizo ante mi vista nublada.

Error, sí desfallecí.


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Copyright © 2014 Mhavel N.

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