Capítulo 21: Quédate
Narra Rosy
Lo vi dormir. Ya era de mañana, estaba triste, pero quería estar cerca de él, darle felicidad, aunque no me recordara. Me deprimió ver que era víctima de su propia mente confusa, quería verlo sano, me importaba un comino que hubiera buscado a Tania, quería verlo sano y feliz, eso era todo. ¿Era mucho pedir acaso?
Se movió un poco, parpadeó un par de veces, me miró, pero pareció no percatarse bien, o no darle importancia. Giró el rostro y miró a otro lado.
—Buenos días —murmuré.
Volteó con extrañeza.
—Buen día...
—¿Cómo te sientes?
—Bastante bien, ¿ya podré irme?
Traté de no dejar que notara la pena que me causaba escucharlo decir eso.
—Pues... hasta que el médico lo diga...
—Mmm —vio al frente con molestia.
Me puse de pie.
—Te dejo descansar, hasta más tarde —me miró de reojo y no pude evitar sonreír por eso.
Incluso fastidiado se me hacía encantador. Quizá solo debía agradecer que lo recuperáramos, el hecho de que me olvidara era algo que tal vez podría solucionar, volviendo a acercarme a él. Todo lo que quedó de la noche estuve meditando eso.
Entré a la sala de descanso y suspiré. John estaba ahí y quedó algo intrigado.
—¿Despertó mejor? ¿Ya recuerda? —Negué en silencio. Se acercó—. Tranquila... Pudimos ver el número y las inscripciones en esa cosa. Jorge estará intentando rastrear dónde fue hecho, cuántos hay, y todos esos asuntos. Yo le ayudaré... —Asentí con tristeza—. Oye, ¿recuerdas que salimos y bueno... me porté un poco raro... quisiera compensarlo.
—¿Cómo?
—Iré a Areq, al sur, unos días para esa investigación, pero cuando vuelva... salgamos juntos. Mira, tú siempre estabas feliz antes de conocer a ese evolucionado problemático. —Soltó un suspiro de frustración—. Me di cuenta de que no me gusta ver cómo estás ahora... —Me sorprendió—. En verdad nadie merece que le llores...
Tomó mi mentón unos segundos, tensó los labios y se fue.
***
Le puse la bandeja con la comida, ya estaba incluso vestido, era obvia la prisa que tenía para irse. Sonrió apenas al ver carne, eso me hizo sonreír también. Me miró un segundo. Se aclaró la garganta y volvió a fruncir el ceño.
—¿Cómo te llamas? —quiso saber.
—Eh... Rosy.
Asintió.
—Gracias por traerme la comida.
—Un gusto —respondí con una dulce sonrisa, algo que pareció descolocarlo un poco—. También tengo esto —le mostré una pequeña caja de leche.
La miró un par de segundos, la tomó con duda, me sonrisa se ensanchó. Pero se borró al ver cómo quedó escudriñando mi rostro, sentí cómo iba ruborizándome por eso.
—Gracias... —Dejó de verme. Parpadeó confundido.
Se dispuso a comer, así que me dirigí a la puerta para irme.
—¿Puedes decirme cómo nos conocemos?
Volteé con sorpresa.
—Bueno... No hace mucho te sacamos del control de ellos, y estuviste aquí con nosotros... Tú y yo... Somos buenos amigos en realidad.
Miró su comida con intriga.
—Ha de ser, porque en verdad te me haces conocida, los otros también, pero tú... Me agradas.
Sonreí sumamente feliz y por poco di un brinquito de felicidad, pero me contuve. Me miraba con extrañeza.
—¿Por qué sonríes así?
—Ya lo dije, eres mi amigo...
—Me causa algo raro... —Jugueteó con el tenedor en la comida—. Quizá es por no haber comido...
—T-tal vez...
Pensó un momento, su expresión volvió a oscurecerse, y eso volvió a quitarme la alegría que había conseguido.
—¿Cómo es que no me fui antes para buscar ese asesino?
—No lo recordabas, es decir, no del todo, fuiste recuperando recuerdos con el pasar del tiempo. Y fue porque te fuiste, que te atraparon otra vez.
Su expresión se hizo más sombría. Junté mis manos detrás de mi espalda, tratando de auto consolarme de algún modo.
—Como sea, ahora recuerdo, y volveré, hoy mismo lo haré de ser posible.
Otra vez la tristeza y vacío. Paseé la vista por los azulejos de la pared del costado, tratando de no pensar mucho en eso. Él iba a irse, iba a tener que aceptarlo.
—Deberías tener cuidado... —comenté. Sus ojos mieles se plantaron en los míos y por un momento mi corazón se aceleró. Recordé las palabras de Marien—. Aunque no lo creas, eres muy importante para mí, así que no quiero que te pase nada, por favor...
Pareció quedar sin habla, pero no quise esperar a que de repente respondiera algo que me hiciera sentir peor, así que salí.
***
No me fue grato verlo volver al fuerte de Max, con claras intenciones de irse. Sin que me importara si me descontaban dinero, salí del hospital y fui también a ver qué pasaba, ver qué decidía.
Los encontré hablando en el comedor.
—Vamos a seguir capturando a corruptos, les guste o no —decía Max—. Es bueno si así contribuyes a ayudar a liberar a los H.E que aún están en la pesadilla del encierro.
Mi Ácrux solo escuchaba.
—Además —agregó Tania—, así tarde o temprano darás con el sujeto que buscas. Y sabemos de algo que podría interesarte.
Él miró a Sirio y a los hermanos Alpha y Centauri.
—Ustedes... ¿Se van a ir? Necesito que me guíen a la salida.
Tensé los labios, la desesperanza aumentó.
—Pf. Anda si quieres volver a ser marioneta de esos sujetos —renegó Max.
—¿Marioneta? Cómo...
—A que te manipulen a su antojo —explicó Sirio—. A los humanos les gusta hacer comparaciones raras, ya me acostumbré. —Se encogió de hombros.
Tuve que aguantar verlo negarse a las ofertas que le hacía Max, y prepararse para irse con los hermanos. Quería hacer su búsqueda en soledad, su razón era que el que buscaba sabría encontrarlo, y no quería causar problemas. Lo suyo era personal, su hermano, y su... su chica...
Los vi ir hacia la salida de la edificación. Respiré hondo. Ahí estaba, ahí quedaba todo. No tuve ni tiempo de intentar hacer que sus sentimientos volvieran.
Debía ser fuerte, debía serlo, él ya no me recordaba y estaba por irse prácticamente a rehacer su vida de algún modo. Traté de aguantar las lágrimas como pude, apretando los labios... ¿Y lo poco que pasamos juntos? Sus sonrisas fugaces, sus gestos de cariño, sus jugueteos con mis rizos... Volteó a mirarme y sonrió apenas a modo de despedida, sorprendiéndome. Al demonio, me rompí.
Corrí a él con desesperación, dejando caer las lágrimas. Miró con sorpresa y no me importó si lo asustaba o algo, lo abracé fuerte dejando escapar mi llanto.
—Qué...
—¡No te vayas!
—¿Ha pasado algo? —preguntó intrigado pero en calma.
—Solo... —habló uno de los hermanos—, perdió a alguien, eso pasó.
—¿A quién? Podemos buscarlo, ¿cómo es? —Limpió una de mis lágrimas pero eso solo me hizo llorar más—. No llores, pequeña, te ayudaré.
—Él... Él era muy dulce sin darse cuenta —sollocé.
—Bueno... Necesito saber cómo era en físico...
Volví a abrazarlo.
—Solo quédate... —rogué en llanto—. ¡Quédate por mí! Aunque sea un día.
Me dio un par de palmadas en la espalda.
—Ya, pero no llores...
Asentí. Lo solté, sorbí mi nariz sin que me importara ser un desastre y limpié mi rostro.
—Bueno, entren —escuché decir a Max.
Supuse que se quedaría a dormir con ellos, no quería estar lejos de él ni por esa noche, no si luego se iba para siempre. Así que con la nariz roja todavía, me les acerqué. Marien me sonrió.
—¿Puedo dormir en alguna habitación?
—No hay suficientes, ¿recuerdas? —comentó Tania.
—Claro que sí.
—Nosotros dormiremos en otro sitio —agregó Marien—. Anoche nos quedamos en el hospital.
Miré triunfal a la odiosa Tania, aunque mi nariz roja no ayudara.
—Iré por un par de cosas.
Volteó negando, tal vez pensando que era ridícula, si quería quedarme ahí teniendo en dónde dormir, pero me importó un comino. No podía evitar tenerle cólera a la maldita, me había madrugado a mi hombre. Mío, de mí. Ardí en celos queriendo caerle a arañazos como gata desquiciada...
—Te acompaño —su suave y grave voz me sacó de mis cavilaciones. Lo miré sorprendida creyendo encontrar su sonrisa leve, pero no, estaba normal y serio—. El clima está extraño, y es por mí que quieres dormir aquí.
Asentí y bajé la vista. Respiré hondo.
Salimos y me dirigí a mi auto. Él quedó mirando.
—Tienes uno igual —le comenté, eso le asombró. Lo señalé, estaba en el último lugar, enchufado y prácticamente abandonado—. No tienen costumbre de usarlos.
—Ya veo... —Movió la mano hacia la puerta de mi auto—. Adelante.
Parpadeé confundida y reaccioné. Subí rápido. Luego él subió en el asiento de al lado. Encendí el motor y partimos.
Estaba confundida pero pronto recordé. Ellos eran así, educados, Marien lo comentó una vez, y lo había comprobado, si Sirio cuando recién nos conoció, un par de veces me dijo "señorita", y tenía entendido que a ella más porque se frecuentaban seguido... a mis espaldas. Jum.
Entonces Ácrux antes no recordaba mucho, y aunque ahora nos había olvidado, recordaba lo que antes no podía, prácticamente su vida antes de mí. Lo miré de forma fugaz, iba contemplando los alrededores. Traté de no perderme en su bonito perfil, su ceño apenas fruncido. Sus ojos encontraron los míos y volví a ver al frente, ruborizándome.
—¿Segura que no hay problema si la gente me ve?
—No, no. Bueno, no hay costumbre de verles pero ya estamos aprendiendo...
—¿También me temes?
Sacudí la cabeza en negación.
—Para nada, somos amigos, ¿recuerdas? —Le ofrecí una dulce sonrisa. Cruzó los brazos contra su abdomen y miró al frente. Lo noté incómodo, me preocupé—. ¿Qué pasa?
—Algo en mi estómago, parece hambre pero... —Mi corazón se aceleró. ¿Podía ser amor?—. No sé, tal vez algo me cayó mal.
Desánimo. Podía no ser. Aunque ellos podían comer incluso carne cruda sin que les pasara algo, pero ya qué, todo era posible.
Llegamos a mi edificio al poco rato y subí con él.
—No tardaré —dije mientras entrábamos.
Cerré la puerta.
—Un ave —murmuró y enseguida ubicó a Amarillito con la vista.
Mostró una leve sonrisa felina.
—No se te ocurra cazarlo —advertí.
Arqueó las cejas con sorpresa.
—¿Eh? ¿Por qué?
Entristecí. Él mismo me lo había traído y no recordaba. Esa era la realidad no dejándome ser feliz ni un rato.
—Es mi mascota.
—¿Entonces vive aquí contigo?
—Claro...
Le frunció el ceño, el pajarito soltó un cantito y él le gruñó bajo, asustándome. Empecé a acercarme con lentitud.
—O sea que... —habló. Quedé quieta—, si de casualidad andas sin ropa... él te mira.
Solté a reír. Me vio con sorpresa y confusión. Tapé mi boca para callar mi risa y negué tratando de despreocuparlo.
—Un poco más y sonaba la canción del lejano oeste mientras tú y Amarillito se miraban —me burlé con diversión. Reaccioné—. Ah, voy por mis cosas. No lo toques o me enojaré mucho contigo.
Corrí a guardar en mi pequeña mochila. Cuando casi terminé de cerrarla, el cielo se iluminó un segundo y al rato sonó el trueno. Me sorprendí, no había notado que se había estado cargando de nubes. Tuvo razón al mencionar que el clima estaba raro. Al salir de mi habitación, ya estaba cayendo la lluvia.
Ácrux miraba por la ventana, sonreí pero dejé de hacerlo al ver que tenía a Amarillito en su mano. Quedé perpleja cuando le rascó la cabecita. Me miró y volvió a ver por la ventana.
—¿Te gusta la lluvia? —pregunté acercándome.
Mostró una leve y triste sonrisa que me conmovió.
—Lluvia. Mi mamá se llama Lluvia... —Entristeció por completo—. O "se llamaba", tal vez, no sé...
Quise abrazarlo, pero ya no tuve el valor. Bajé la vista y me dirigí al mueble a sentarme.
—Puedes verla todo el rato que gustes.
—Gracias, jovencita. —Me dedicó una rápida mirada.
Le sonreí.
Él quedó concentrado en la lluvia, y yo en su figura.
Seguía enamorada de él, aunque fuera como un "nuevo" Ácrux, seguía siendo mi Ácrux. No quería perderlo, pero si por quedarse conmigo estaba perdiendo la oportunidad de buscar a su mamá, ya no iba a retenerlo más. Era egoísta de mi parte. Abracé el cojín del mueble, tratando de consolarme a mí misma.
***
Me removí al sentir inestabilidad. Parpadeé, sintiéndome volar, sonreí, me llevaba en brazos.
—Perdón, te dormiste, solo planeo dejarte en cama...
Ronroneé a mi modo rodeando su cuello y dándole un beso ahí sin poder evitarlo, gozando con su aroma. Le agradecí en susurro. Cuando me puso sobre el colchón, lo retuve como lo hice aquella vez en su habitación.
—Quédate —pedí somnolienta.
—Claro, estaré en el mueble...
—No, aquí a mi lado. Échate aquí conmigo. —Hice puchero.
—Uhm, no creo que sea apropiado...
—Por favor, solo hasta que me duerma al menos. No pasará nada, no te van a castigar.
—Ja. —Ese simple "ja" me hizo recordar y sonreír—. Bueno, solo un rato.
Le hice espacio y apenas se recostó, me pegué, acurrucándome contra su brazo y pegando mi frente a su hombro. Quería grabarme su aroma, ya lo conocía, claro, pero era doloroso cuando se iba y no podía luego tenerlo.
—Dime... ¿Te sientes bien conmigo? ¿Cómo te has sentido?
—Me siento... cómodo. Tu aroma me es familiar y me hace sentir como lo más cercano a un hogar, o algo así. Me siento tranquilo.
Agradecí que por no estarle mirando, no notaría mis ganas de llorar. Estaba muy sensible, quizá era culpa de mis hormonas del post periodo, o era que simplemente no podía con la situación.
—¿Estás bien? Te agitaste un poco.
Rayos. Respiré hondo. Giró para verme, se apoyó en su antebrazo y trató de escudriñar mi rostro. Sabía que veía bien en la oscuridad, pero en vez de concentrarme en calmarme, me centré en sus labios tan cerca de los míos.
—Sigues triste... Hoy reíste, pero ahora has vuelto a estar triste, ¿por qué?
Negué en silencio.
—Es algo sin sentido, descuida. Y también discúlpame... apenas amanezca... puedes irte, solo quise estar contigo hoy. Fui algo egoísta, mereces recuperar tu vida lo más pronto.
Me aferré a su brazo. Fue difícil hablar sin que se me quebrara la voz.
Se reacomodó para descansar, quedamos mirándonos varios segundos hasta que retiré la vista y volví a pegar mi frente a su hombro, cerrando los ojos. Quizá mi última noche a su lado.
—Me iré, pero no estaré en paz si sé que sigues triste. No es solo porque dijiste que éramos amigos, sino que también es porque simplemente me agradas.
—... Sí... Estaré bien sabiendo que recuperaste lo tuyo.
—Entonces eso me da tranquilidad. —Pasó su mano por mis cabellos con mucha suavidad. Su leve y efímero toque hizo eco en mi corazón adolorido—. Descansa.
Suspiré y traté de dormir. Sí que traté, pero tardé muchísimo. De hecho, luché por no dormir, quise que la noche tardara una eternidad, quise que jugueteara con mis rizos, quise que recordara, quise muchas cosas... Ninguna se cumplió.
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Copyright © 2014 Mhavel N.
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