Capítulo 12: Mi defensor



Narra Rosy

Después de pasear un poco, entramos a un restaurante para comer algo. Nos sentamos prácticamente juntos en una mesa pequeña y redonda, en la terraza en la parte exterior, daba a un bonito espejo de agua al cual le caía una pequeña cascada. Él pidió algo que contuviera carne, bajo la vista dudosa del que nos atendía, reí en silencio y busqué en la carta algo que tuviera eso, y algo para mí.

—Cómo quisiera no usar estas cosas —se quejó refiriéndose a los lentes, luego de que el hombre se fuese.

—Por ahora tiene que ser así, a pesar de que es raro. Pero se te ve bien.

—Gracias... —Se entretuvo viendo a los peces nadando, de hecho los miraba muy, muy fijo.

—No vayas a intentar cazarlos, ¿eh?

Soltó su bonita risa suave.

—No.

—Cuéntame más de ti —pedí.

—No, creo que ya te toca a ti... —me dio un leve y rápido toque en la frente—, pequeña rulitos. Recuerda que ibas a decirme qué otras formas de desfogar energía puedo usar.

Me ruboricé. No podía contarle aquí, ¿en qué rayos pensaba? Apoyé los brazos en la mesa y él también lo hizo, pegándose más a mí, sentí todo su brazo contra el mío, me gustó y estremeció. El contacto de su piel quemó.

—Ah... Una es hacer deporte. ¿Haces deporte?

—Eso sería como lo que hago en el campo de entrenamiento.

—Oh, claro...

—Era algo más, tú dijiste. —Parecía divertirle mi evidente encrucijada.

—Prefiero contarte más tarde, ¿te parece? Cuando estemos en cama...

—¿Estemos? —Mostró una traviesa sonrisa, seguro sin querer—. ¿Dormiremos juntos otra vez? —Se acercó más.

—Sí. ¿No quieres? —Me ponía muy nerviosa.

—Claro que sí. —Terminó rozando apenas su nariz por mi sien, mi corazón se había disparado—. Tu olor me relaja, no sé por qué —susurró. Se alejó con preocupación—. ¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué? —Estaba completamente roja.

—Tu corazón late muy rápido.

—Me lo causas tú —murmuré con timidez.

—¿Yo? —Estaba confundido.

¿Cómo decirle que me gustaba, que me estaba enloqueciendo, que ser novios era más de lo que él creía? ¿Qué pasaba si no me correspondía el sentimiento si le decía? Eso me deprimiría.

—No es que me incomodes, al contrario, me has hecho feliz, es por eso.

Se alivió claramente.

—Entonces es algo bueno.

La comida llegó. Suspiré, era tiempo libre.


***

Regresamos, cruzando por un parque. Ácrux tuvo que aguantarse las ganas de salir a perseguir a una ardilla, por mí, porque estaba aferrada a su brazo otra vez, acariciándolo con mi mejilla.

Para cuando llegamos al campo de entrenamiento, vimos una camioneta estacionada. La reconocí, Max había regresado, estaba hablando con su hermano. Corrí feliz pero me preocupé al ver que no había vuelto con Marien.

—Tranquila —dijo al leer mi expresión—. Ellos necesitaban otra pequeña luna de miel. —Guiñó un ojo y se acercó a responder las preguntas de los otros.

Sonreí feliz al saber que mi amiga y Sirio estaban bien.

Ácrux se le acercó y este enseguida lo hizo pasar junto con otros tipos de su grupo y Tania a su oficina. Quedé sola, tensé los labios, debían arreglar lo de sus asuntos, yo al menos ya estaba más tranquila.


Para la noche, cené algo ligero junto a ellos. Rocé mi mano por el brazo de Ácrux de rato en rato con disimulo, él sonreía a labios cerrados y hacía lo mismo, ocasionándome hormigueos en el estómago. Le di un suave hincón por su costado con el dedo y rió en silencio.

—Esta comida tiene un sabor distinto —comentó Jaguar.

—¿Distinto? —preguntó mi Ácrux.

—¿No lo sientes? Tiene algo de químicos raros... No todo, pero hay.

—No recuerdo cómo sabía la comida en donde habré vivido —dijo con cierta tristeza.

—Traeré avena, es natural —sugerí.

—Iré yo —intervino el señor—, descuide, jovencita.

Se puso de pie y se fue.

—Sirio había mencionado algo así —comenté—, sobre la comida.

—Debe ser, nosotros hacemos todo natural, de seguro sabe diferente. Como ha pasado bastante tiempo, debo haberme acostumbrado al sabor de la comida humana, a los aromas y todo aquello.


Luego de terminar fuimos a las habitaciones. Tania quedó mirando cómo me dirigí ya lista para dormir a la habitación de Ácrux, pasé triunfante con mi pijama de corazones, aunque aún me daba rabia que se me hubiera adelantado de alguna forma y que se atreviera a usar ese pijama casi traslúcido que parecía lencería fina. Quizá con eso se le había acercado, y yo solo tenía esto para dormir, nada sensual.

Eso no significaba que fuera a apurarme y aprovecharme del inocente evolucionado que creía que ser novios era como ser algo más que mejores amigos.

Quise tocar bajo su puerta pero abrió antes de que pudiera hacerlo. Sonrió, haciéndome olvidar mi cólera, luciendo sus bonitos colmillos y esos ojos que le hacían parecer un ser mágico traído de un libro de fantasía. Pero era real, y lo quería para mí.

Caminé hacia la cama para luego sentarme en el borde, lo vi acercarse mientras se quitaba la camiseta. Mi corazón se disparó.

Ay Dios, ¡sí, nene!

Mordí mi labio inferior. Volvió a sonreírme, se le veía tan caliente, y vaya cuerpo que tenía. Yo que nunca en la vida había pensado en siquiera tener la oportunidad ni de mirar en vivo y en directo un cuerpo así como el de los mejores modelos de la internet.

—Como no hay problema —se encogió de hombros—, es más cómodo, y no tengo nada para mostrar...

"Oh, gatito, tienes demasiado para mostrar aunque no lo creas", pensé enseguida. Me puse de pie antes de que se recostara en la cama y lo detuve.

—¿Puedo tocarte? —pregunté con los nervios de punta.

Juntó las cejas con intriga pero terminó sonriendo apenas.

—Claro... —levanté la mano con timidez—, aunque no sé para qué.

—Curiosidad. —Solté una tonta risita, sabía que estaba roja como tomate.

Toqué su abdomen marcado, era suave y firme a la vez, cálido... como el atardecer. Asenté toda mi palma contra su piel, alcé mi otra mano e hice lo mismo. Las deslicé hacia arriba, sintiendo todos esos músculos, llegué a sus pectorales, alucinando con la emoción que tenía. Y qué decir de su aroma, me encantaba, ya quería lamerlo, poco me faltaba. Acaricié sus fuertes hombros, mordiendo mi labio otra vez, y alcé la vista.

Tenía el ceño apenas fruncido, me miraba fijo y sus mejillas presentaban un ténue rubor.

—Me gusta que me toques —murmuró con esa voz grave que me estremecía más—, creí que me molestaría como veces anteriores ha pasado... pero no.

—Te incomodaba, ¿verdad? Lo recuerdo.

—Le tengo pavor a la corriente y tenerte cerca o que me tocaran me hacía sentirla, pero me he dado cuenta de que esta es algo distinta, la puedo aguantar... Bueno, sigue siendo rara para mí, pero como dije, es soportable y hasta... agradable.

Me empiné y casi colgué de su cuello para darle un beso en la mejilla. Me rodeó en brazos y su calor me envolvió. Nos quedamos mirando, tuve miedo de darle otro beso, otro en esos varoniles labios, y ser rechazada. Sus ojos bajaron a mi escote, haciendo que me ruborizara otra vez.

—¿Podré tocarte también? —quiso saber.

Sonreí de forma traviesa.

—Aaah, picarón, no-oh, hoy no.

Si me tocaba lo violaba, así que mejor no. Me miró como niño al que le acababan de negar un dulce mientras lo soltaba y me alejaba.

—Pero tú... pero somos...

Reí.

—Podrás... pero luego. —Le guiñé un ojo y le mandé un beso.

Me recosté en la cama para tratar de alejar el calor que me recorría por haber pensado en esa escena. Él apagó la luz y vino. Sonreí al ver sus ojos felimos brillar un segundo reflejando algo de la luz que entraba del exterior. Cerró las persianas.

—¿Qué tan luego? —preguntó mientras se acomodaba a mi lado. Me pegó a su caliente pecho.

Su cuerpo era la mejor cama que existía.

—Pronto... —susurré—. ¿Sabes que me haces pensar en un cálido atardecer?

Acarició con suavidad mi cabello, y de pronto sentí un aire de melancolía.

—Entonces de algún modo sabes que soy más noche que día...

Me aferré más a su cuerpo, queriendo calmar sus tristezas.

—No, no —dije preocupada—. Eres día.

Nos miramos por varios segundos, volvió a mostrar su leve sonrisa, aliviándome.

—O quizá tú —susurró—. Tú eres como mi amanecer...


***

Al despertar me encontré sola otra vez. Suspiré triste, debí decirle que me despertara, que no me dejara. Me espanté al ver la hora, casi las diez, qué bárbaro, era una dormilona, una marmota. Escuché el movimiento en el campo, ya hacía mucho que debían haber empezado, pero ya qué, al menos la zorra de Tania sabía que Ácrux me había dejado dormida en su cama.


El mediodía llegó bastante rápido mientras lo veía entrenar, sobre todo lanzando cuchillos y todo tipo de armas blancas, su amigo Jaguar no tardó en unirse solo para distraerse. Me puse a revisar las páginas de empleos a ver si alguien quería recibirme, pero nada.

Luego de almorzar y tener uno que otro jugueteo con Ácrux, dándonos toques y riendo un poco, continué buscando. Parecía que ya me tenían marcada, el gobierno me había marcado y con eso de que el gobernador estaba desaparecido, todo era un caos. No tenía caso, mi vida estaba arruinada.

Iba pasando cuando escuché una conversación. Me detuve contra la pared, cerca de la puerta, era mi Ácrux el que hablaba.

—Ese maldito mató a mi hermano, no voy a descansar hasta que le haga pagar, esté en donde esté, ¿escuchaste?

—Bueno, bueno —trató de calmarlo Max—. Pero es que no puedes ir a buscarlo, están tras el gobernador, y ahora lo que me interesa es saber si lanzan una noticia que nos diga dónde puede estar y así encargarnos también de ese tal Orión, el H.E que se lo llevó.

—Apenas se sepa iré tras él. Apenas se encuentre al gobernador, iré a buscar a ese sujeto.

—Pero vas a necesitar ayuda, si vas tú solo mueres.

—Ya no interesa eso. —El corazón se me estrujó al escuchar eso—. No pienso atacar mientras está acompañado.

—No te aconsejo dejarte llevar por el odio, podrías morir, ya te dije.

—Hay alguien esperándome, no pienso fallar.

Eso me intrigó. ¿Alguien lo esperaba? ¿Sería su mamá o algún familiar?

—Aah —soltó Max con afán de molestar—, ¿alguna novia?

Fruncí el ceño.

—Alguien nos escucha ahí afuera.

Me había descubierto. La puerta se abrió antes de que pudiera salir disparada, y ahí estaba Max.

—¿Pasa algo?

—No, no, no. Todo bien.

Ácrux salió también, me sonrió de forma leve pero no parecía muy contento. Entristecí también al pensar en que tuvo un hermano y alguien lo había matado, no imaginaba la rabia que de seguro sentía, la impotencia.

—Oye, ayudaré —insistió Max—. Déjame llamar a Sirio, iremos todos a deshacernos de ese H.E loco que tiene al gobernador y del tipo que asesinó a tu hermano, ¿bien? Mataremos dos pájaros de un tiro. Hay que cazar a todos los corruptos.

Entró a su oficina y cerró la puerta. Quedé mirando a mi gatote dorado.

—Siento lo de tu hermano —murmuré apenada.

—Descuida —dijo en un suspiro, alejándose y volviendo al campo.

Quedé sola otra vez. No quería que me dejara sola, quería darle cariño y calmar sus penas. Aunque ahora tenía la duda. ¿Se refería a mí al decir que alguien lo esperaba? No, seguro se refería a su mamá o papá. Rayos, ni siquiera le había preguntado por ellos, por no querer hacerle recordar posibles cosas tristes.

Sin embargo, él tampoco lo había mencionado, no había querido. Quizá como se comportaba conmigo no era su verdadero "yo", solo era una capa superficial. Quizá en realidad yo estaba tan lejos de él como cualquier otro habitante de aquí. Mi Ácrux seguía sintiéndose solo, y yo no era más que otra rara y simple conocida, no me había hecho entrar a su mundo.


El día pasó, no pude hablar más con él ni pasar un bonito momento. Estaba en mi cama sin valor para ir a verlo, sintiéndome extraña, sin avance. Creí que era por lo menos alguien en verdad para él. Tal vez era nada en su vida, pero quería hacerle reír, hacerle sentir acompañado, así que me forcé a mí misma para ir.

Cuando salí, vi a Tania en su puerta, hablando con él. Quise inflar los cachetes y gruñir como niña, era el colmo. Ácrux volteó a verme y sonrió apenas como de costumbre, estaba con el torso desnudo como anoche y Tania un poco más y deslizaba sus manos por su piel con lo pegada que estaba a él.

—Buenas noches —se despidió tan tranquila que me hizo sospechar.

¿Por qué no puso su cara de "no puedo creerlo" otra vez?

Entré con Ácrux y cerró la puerta. Quise preguntarle qué hablaron pero no quería empezar a portarme como la novia celosa, psicópata y cotilla, debía confiar. Le sonreí y me correspondió.

—¿Estás mejor? —quise saber mientras me recostaba en su cama.

Apagó la luz.

—Sí. —Se echó a mi lado, su calor me llamó como un imán—, solo algo estresado.

—Tengo un truco para eso. Haz rebotar tu cabeza contra la almohada. —Me miró al parecer con intriga, como estaba oscuro, solo él podía ver bien con esas pupilas grandes—. Así como estás, recostado mirando al techo, levanta la cabeza —levanté un poco la mía— y te das contra la almohada. —Lo hice y volví a hacerlo.

Reboté y eso me causó gracia. Él también lo hizo y terminó riendo a carcajadas, algo que hasta ese momento creo que no había hecho. Mi estómago hormigueó, le volaron mariposas, escarabajos y todo tipo de bichos al escuchar esa risa tan varonil.

De pronto me envolvió con sus brazos, su calor me embriagó, y respiró hondo por mis cabellos. Cerré los ojos y sonreí, disfrutando del aroma de su piel.

—Gracias —susurró—. Buenas noches.

—Buenas noches.

—Mientras esté aquí... voy a cuidarte.

Entristecí al saber que no iba a estar conmigo siempre, o al menos que no planeaba estarlo, y no tenía el valor para decirle que no se fuera. Tardé en dormirme, pues lo sentía juguetear con algunos de mis rizos. Por casi media hora intenté memorizar eso para recordarlo siempre, su respiración acompasada, su jugueteo, hasta que finalmente me perdí.


***

Abrí los ojos de golpe. Sola en su cama otra vez, me estiré y suspiré. No estaba feliz, él no pertenecía aquí, apenas terminaba lo que tenía que hacer, se iba a ir.

Estaba odiando el sentimiento de vacío que me estaba causando. Tenía que hacer algo para que tuviera motivos de volver, si yo obviamente no era suficiente, si ya me había dejado claro todo con el "mientras esté aquí".

Era agridulce. Dolía y alegraba al mismo tiempo.


Cuando bajé, Max estaba alistando algunas cosas. Habían llegado los otros dos hermanos, Alpha y Centauri.

—Cuando vuelva vamos a partir en búsqueda del gobernador así que no desesperes, no te vayas a ir sin nosotros —le advirtió a Ácrux mientras iba a la salida.

Luego de que se fue, me acerqué. Jaguar le dio un par de palmazos en el hombro a Ácrux y me saludó con una leve sonrisa.

—Apenas le de mi encargo a la jovencita Marien, ¿podrías acompañarme a mi ciudad? Ya que con lo que te acaban de decir...

—Claro.

Di un paso más, dispuesta a retenerlo de alguna forma, pensé en algo rápido.

—Y cuando lo dejes, ¿vuelves? —Volteó a mirarme—. Haré una ceremonia, o bueno —cerré los ojos un segundo para saber qué decir—, algo así, como una fiesta, para cuando hayan recuperado al gobernador y eso... Quisiera que estuvieras.

Mostró una leve sonrisa de disculpa, haciéndome sentir que ya lo perdía.

—Bueno, los hermanos me han dado algo de información así que debo...

—Por favor, sin ti no va a ser lo mismo. Un rato al menos, antes de que vayas a perseguir a aquel sujeto.

—Bien —suspiró—, no puedo negarte nada —sonrió—, no sé por qué.

Lo abracé feliz, haciéndolo soltar su risa suave. Luego de eso fue al campo de entrenamiento con los otros.

Pero no pasadas ni dos horas, algo sucedió. Una explosión se escuchó a lo lejos y el susto me invadió. Los hombres de Max se alertaron y empezaron a moverse de prisa y a gritar órdenes que no entendía bien.

Salí al campo, pero lo único que logré ver fueron las plantas del bosque de al fondo moviéndose. Salieron muchísimos evolucionados caminando directo hacia nosotros, la presión sanguínea me bajó, arrancaron a correr y de un brinco corrí hacia adentro de la edificación, no tardarían en saltar la cerca y entrar.

Alguien me tomó en brazos y me alzó del golpe, arrancándome un grito de sorpresa.

—Tranquila, no voy a dejar que te toquen. —La voz de Ácrux me calmó. Miró hacia atrás con preocupación y aceleró.

—¡Si corro es mejor!

—¡No!

—¡Síganme! —ordenó Jorge.

Estábamos cerca de la salida cuando los gruñidos de los H.E se escucharon. Me aferré a Ácrux, asustadísima, cerré los ojos, yo le estorbaba al no poder defenderme.

—¡Al hospital! —escuché otra orden.


Cuando me di cuenta ya estábamos ahí, Ácrux me había hecho pisar suelo y se disponía a irse.

—¡No! —Lo detuve de la mano con desesperación.

—¡Debemos ir a ayudar! —exclamó uno de los hermanos.

Estaban ellos y Jaguar también.

No pude decir más, pues un estruendo me hizo gritar asustada otra vez. Los evolucionados habían entrado al hospital y el caos se armó. Escuché los gruñidos y gritos. Los hermanos se lanzaron a defender a las personas, Jaguar también.

Un H.E se me lanzó pero fue atajado por Ácrux, lo embistió y rodaron por el piso, gruñendo de tal forma que me asustó demasiado. Había olvidado lo peligrosos que podían ser, lo peligroso que podía ser mi H.E. Le golpeó la cabeza contra el duro suelo y se puso de pie, vino otro y le mordió el hombro, lo alejó de un codazo y fue embestido por un tercero, que lo mordió también por el brazo.

—¡DÉJENLO! —chillé envuelta en lágrimas y desesperación.

Otro vino con una mesa y antes de que pudiera advertirle lo golpeó. De forma violenta fui embestida y arrastrada, para encontrarme al segundo con la cara frente al piso frío. Reaccioné, habíamos caído al interior de una de las oficinas que daba a un laboratorio de sangre. La mesa terminó trabando la puerta al caer y quedar contra esta y la pared del costado, estaba siendo golpeada y empujada, me empecé a desesperar sabiendo que era un H.E queriendo entrar.

Mi Ácrux estaba a mi costado, inconsciente. Hice a un lado las punzadas de dolor en mi cuerpo por la caída, traté de moverlo, hacerlo a un lado, angustiada por los gruñidos salvajes que se escuchaban del otro lado. La puerta se abrió apenas y las garras del evolucionado queriendo entrar aparecieron, raspando la pared, más el ruido de la respiración agitada del furioso H.E y uno que otro gruñido.

Solté un gemido de frustración tratando de mover a Ácrux pero era muy pesado para mí. Ellos pesaban más que un humano promedio, eran pura fibra muscular, y para empeorarlo yo era una debilucha.

El evolucionado se embistió contra la puerta y la mesa crujió.

—Dios —sollocé. Tome el rostro de mi H.E—. Por favor, despierta...

Lo moví una vez más, apretó los parpados y al fin abrió esos felinos ojos mieles, para mi alivio, sonreí con las lágrimas ya corriendo por mis mejillas otra vez. Di un respingo ante un segundo golpe y crujido de la mesa. Él se alertó enseguida, se sentó con rapidez y acunó mi rostro en la palma de su mano.

—¿No te caí encima? ¿No estás lastimada? —Negué asustada. Otro golpe. Se puso de pie veloz—. Quédate aquí...

Agarró la mesa y rompió la puerta, llevándose de encuentro al evolucionado que había estado afuera. Lo dejó inconsciente y siguió a atacar a otro. Nuevamente lo vi envuelto entre zarpazos, golpes y mordidas feroces. Lo superaron en número, angustiándome. Pronto otro lo mordió.

—No. ¡No!

Alguien tiró de mí, jalándome fuera de mi voluntad mientras seguía gritando. Solo logré ver que mi Ácrux se liberaba dándole un rodillazo al H.E, lo mordió en el hombro y terminó arrancando carne, iniciando el frenesí de mordidas y tirones, otros tres lo ocultaron de mi visión. Grité su nombre y traté de liberarme del que me estaba alejando.

—¡Rosy, tranquila, van a estar bien! —Era Marcos.

—¡Déjame con él!

—¡¿A que le estorbes?! ¡Es mejor que peleen estando solos!

Terminamos entrando a una de las habitaciones más resguardadas, fría, en donde estaban varias toxinas, virus, y demás. Me apoyé contra la pared mientras lloraba llena de pánico, miedo y preocupación. Marcos vino y me abrazó intentando calmarme.

—Ya, no hagamos ruido.

—No quiero que lo dañen —balbuceé con la voz quebrada.

Sabía que eran salvajes, pero nunca me detuve a ver siquiera un poco de algún ataque suyo antes, hasta ahora, que uno de ellos era objeto de mi amor. Un amor no correspondido, debía recordar.

Entonces me di cuenta de que también lloraba por eso, por haber estado conteniéndolo. No podía estar siendo tan inmadura... 


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Copyright © 2014 Mhavel N.

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