Capítulo 11: Seducción



Narra Rosy

Extrañaba al gatote dorado que se había ido con su especie, extrañaba a mi amiga que se había ido por Sirio, lo extrañaba a todos. Mis días se redujeron a estar en el laboratorio, y en las tardes a nada. Aun recordaba el último día que lo vi, le conté a Marien que había dormido en su habitación pero no le dije más.

De todos modos estaba en shock por haber visto ese escultural cuerpo, santa madre de Dios. Mordí mi labio y se me calentaron las mejillas con solo recordar, yo que moría por verlo y ahí estaba, dorado como un atardecer, y de seguro igual de cálido, morí por tocar cada músculo. El número ochenta y ocho en el lado izquierdo de su vientre bajo, justo sobre una de las líneas que formaban la marca "v" en sus caderas, que señalaban y llevaba directo a la ¡santísima gloria! Quería sentirlo así desnudo y caliente sobre mí, ahogándome con su peso, jadeando y gozando.

¡Me había vuelto una lujuriosa por su culpa!

Apostaba a que él no se imaginaba eso ni de lejos. El problema era que Marien me había dicho que ellos no sabían nada sobre reproducción y esas cosas, lo comprobé, así que no sabía si él sentía deseo o siquiera cariño por mí, tampoco sabía cómo se tomaría el hecho de que yo...

—¿Sigues considerando mi propuesta? —me atajó John.

Suspiré con pesadez.

—No, creo que eso ya ha quedado claro.

—Bueno, trataste de lograr algo con ese evolucionado, según comentó Marcos, pero no pasó nada, así que...

Salí ruborizada deprisa hasta el laboratorio de análisis, dejándolo con las palabras en la boca. Marcos estaba mirando por un microscopio, ya era casi de noche y ya no teníamos que trabajar pero él era un fanático. Lo agarré de los hombros y lo volteé.

—Oye...

—¡¿Cómo se te ocurre contarle a todos que intenté ligar con un H.E?!

—Bah, si todo el mundo se dio cuenta, y además aquella noche que llegaste tarde aquí...

—¡No era asunto de ustedes! —Crucé los brazos, alejándome.

—¿Todo bien?

—No. —Estaba furiosa y avergonzada, solo me faltaba inflar los cachetes.

—Lo extrañas... Yo espero que a Marien le vaya bien. No nos avisó que se iría, es el colmo.

—Ahora John tiene para burlarse de mí porque me quedaré solterona.

—¿Me estás escuchando?

—Yo estoy segura de que a Marien le va a ir bien, estoy molesta contigo por ser chismoso.

—Mira. No vas a quedar solterona, y por último, si lo fuera, qué. Total el mundo ya se acabó casi para nosotros así que de nada sirve.

Tomé una esponja que no supe de dónde salió, y se la arrojé.

—¡Eres un negativo! No vas a estar tan contento cuando seas tú el que se quede soltero, por eso Marien no te quiso.

—Ay, gracias, gracias —reclamó con sarcasmo—, eres tan buena amiga. Mira, sal con John ya que tanto quieres estar con alguien, puede que el tipo por ahora solo quiera un encuentro fugaz, pero quizá luego ya no, total también le va a molestar su reloj biológico un día, ¿no crees?

—¿Me crees tan desesperada?

—No lo creo, lo veo. —Le tiré otra esponja—. Oye, ya bueno, ¿al menos puedes hacerme el favor de ir allá y pedirle al hermano de Max que lo llame y preguntar cómo está Marien?

Suspiré y salí hacia el campo de entrenamiento, que ahora estaba a cargo de Jorge, hermano de Max, pues este se fue acompañando a Marien, para suerte.

Vi a la perra de Tania caminar de un lado para otro, esa maldita se había aprovechado de la inocencia de Ácrux, se atrevió a coquetearle, y quién sabe qué cosas más.

Le planté mi mirada de "muere zorra", sin embargo me miró triunfal, rodó los ojos y se alejó con otra de las chicas de su grupo hacia afuera de la edificación. Más le valía que no lo hubiera tocado mucho. Reaccioné, recordando lo que había venido a hacer.

—Jorge, Marcos me pidió que llamaras a tu hermano porque quiere saber cómo está la mujer que nunca lo va a amar.

Jorge rió entre dientes y tomó su móvil. Vi a Tanía, la otra chica, y otros dos tipos alrededor de dos sujetos altos. Reconocí a uno, ese cuerpo, mi corazón se aceleró cuando se sacó el casco dejándose ver. Mi Ácrux. Tania se aferró a su brazo y fruncí el ceño.

Él me miró, sonrió y le dio su casco a Tania, para luego hacer a un lado a la gente y venir casi corriendo a mí.

Oh por Dios, venía a mí.

Sonreí ampliamente, emocionada, corrí a darle alcance y brinqué, colgándome de su cuello, tomándolo por sorpresa. Soltó una suave y leve risa y me rodeó en brazos.

—Hola, pequeña...

Mi estómago hormigueó, estaba feliz porque había vuelto y porque acababa de rechazar a Tania.

—No sabía que vendrías tan rápido. —Aproveché y respiré su aroma.

Di un vistazo hacia los otros, estaban algo sorprendidos, sobre todo la sonsa de Tania. Ácrux me soltó con suavidad y terminé pisando suelo.

—He venido a avisar algo y a que mi amigo deje un encargo. —Señaló de forma fugaz al otro que estaba con el grupo, parecía que también era H.E—. ¿Me acompañas?

Asentí enseguida. Le hizo señales al otro para que lo siguiera y vino también. Entramos al local.

—Max dice que están bien, pero no saben dónde buscar —avisó Jorge apenas nos vio—. Hey, hola.

—Vuelve a llamarlo, tengo que decirle dónde está Sirio —habló Ácrux.

Lo vi tomar el móvil y alejarse un poco mientras les hablaba. Lo vi más guapo que antes, o ya estaba volviéndome loca... Loca por él. Ese perfil, sus cejas, sus ojos color miel, esa nariz perfilada, el quiebre de su mandíbula, todo él. Luego de colgar se acercó al otro H.E que había venido, hablaron un poco. Yo no prestaba atención a sus palabras, solo seguía embobada mirándolo. Tania se acercó y le dio su casco.

—¿Vas a pasar la noche aquí? —le preguntó.

Enseguida supe que era obvio que pasaría aquí la noche, y esa ya estaba planeando colarse a su habitación, pero para eso estaba yo también, me colaría primero. Empecé a acercarme a ellos.

—Sí, de hecho.

—¿Aun quieres que te muestre lo que quedó pendiente esa vez? —murmuró casi en susurro la odiosa, mientras se le pegaba más.

—Ejem —interrumpí—. Yo voy a enseñarle algo, ya hemos quedado.

Rabiaba por dentro al pensar en por qué le estaba diciendo eso. ¿Le habría gustado a él? ¿Había aceptado? Quizá no, porque sin duda no le habría preguntado por "la cosa" pendiente.

—Ay sí, claro. Ácrux, dile que ya tienes algo pendiente conmigo.

—Bueno —habló él, confundido con nuestra actitud—, prefiero que Rosy me lo enseñe, pero gracias por ofrecerte. Por favor denle alguna habitación a mi amigo, hasta mañana.

Tania quedó sin poder creerlo, y ahora era yo la que la miraba triunfante. Aun así estaba molesta porque sabía que la muy pegajosa le había dado alguna especie de adelanto a mi hombre. ¡Mío!

Comimos algo mientas le contaba un poco sobre mi aburrida vida en el laboratorio y lo que había hecho esos días sin que hubiera H.E cerca. También preocupada porque el hermano de Max estaba revelando algunas de las grabaciones en las que se veía el maltrato a los de su especie.


—¿Y me vas a contar qué fue lo que te iba a enseñar Tania? —pregunté ni bien entré a su habitación.

Me miró confundido.

—La verdad, no sé, creí que tú sabías.

—Um... —Di un par de pasos y dejé mis cosas en el escritorio—. Bueno, mencionaste que se había sentado sobre ti... —Lo miré con sospecha—, pero no dijiste qué más hizo.

Se dirigió a sentarse a su cama, mirándome con cautela.

—Interrumpiste...

Tensé los labios al recordar que sí, interrumpí porque me sulfuré con lo que había dicho.

—Ahora soy toda oídos. —Me senté a su lado con entusiasmo.

Sus bonitos ojos miel me recorrieron.

—No creo que sea correcto.

Desilusión. Un nudo se instaló por mi estómago. ¿No creía que era correcto? ¡¿Qué rayos le había hecho Tania como para que creyera que no era correcto decirlo y/o hacerlo conmigo?

Mis mejillas se calentaron por la cólera y me puse de pie casi de un salto.

—Bien —renegué—. Me daré un baño.

No estaba contenta, no estaba para nada contenta, sentí muchos celos pero no iba a rendirme. Quería conquistarlo, y no iba a esperar tanto tiempo a que él hiciera algo por propia iniciativa.

—Luego quizá quieras contarme —murmuré más tranquila. Empecé a desabrochar mi blusa frente a sus ojos, que se abrieron de par en par, incluso sus pupilas se dilataron como las de un gato curioso—. No me mires —le reproché—, no es correcto. —Se ruborizó, y eso me encantó, por supuesto.

Caminé lento hacia el baño mientras dejaba caer mi blusa, y supe que no era capaz de retirarme la mirada porque pude verlo seguirme con la vista con el rabillo del ojo. Tarareé una melodía al azar mientras desabrochaba mi pantalón, lo bajé de forma un poco sensual sabiendo que me estaba mirando aún, lo dejé en el suelo y entré al baño en ropa interior.

Reí en silencio por mi atrevimiento, con el pulso a mil. Era bárbara, pero igual no estaba muy satisfecha, la maldita de Tania me había ganado de alguna forma.


***

Salí envuelta en una toalla, solo me faltaba tomar mi pijama y ponérmela para dormir. Vi a Ácrux tendido de costado y dormido, no pude creerlo. Me acerqué, estaba aferrado a mi blusa, manteniendo una muy leve sonrisa, dormía en total paz como un león. Debía estar cansado en verdad, me apenó despertarlo.

¿Dónde dormiría yo?

Sequé mi cuerpo, mi cabello quedó húmedo ya que no quise usar la secadora para no hacer ni el más mínimo ruido, y me puse el pijama. Quedé pensativa. Podía dormir en la silla, en la cama no cabía muy bien, salvo que durmiera abrazada a él o encima... Umm. Oh sí... Espera, ¡no!

Hice puchero y suspiré. Me senté en la silla y me recosté sobre el escritorio, usando la almohada para que la superficie me fuera suave.


***

Un movimiento me hizo dar un leve respingo. Sentí calidez, al abrir los ojos vi que estaba oscuro, alguien me había alzado en brazos.

—Perdón, ya te desperté —se lamentó—, solo voy a ponerte en la cama, ¿está bien?

—Mmm... —Me aferré a su cuello—, descuida. —Me tendió sobre el colchón y lo retuve—. Quédate...

—Estaré aquí a un costado.

—Me refiero a aquí en la cama —aclaré somnolienta.

Tardó un par de segundos en responder.

—¿Segura?

—No te van a castigar.

—Ja... —Suspiró—. Bien.

Se acomodó a mi lado, sonreí satisfecha al sentir su calor. El calor del atardecer. Tomé su brazo e hice que me rodeara la cintura.

—Así no nos caemos —susurré.

Nos pegamos más, vibré por la fuerza con la que me acogió, respiró por mis cabellos, por mi frente, aproveché también y me deleité con ese aroma tan dulce y masculino, terminé dormida como si estuviera en el cielo.


***

Busqué su cuerpo pero solo encontré la cama vacía, eso me hizo abrir los ojos, ya era de día. Recordé que a altas horas de la madrugada había despertado de forma fugaz, y lo había visto mirando por la ventana. No tuve el valor de decirle nada, terminando dormida a los pocos segundos otra vez. Había creído que soñaba pero ahora era consciente de que no.

Giré y quedé viendo el techo hasta que lo vi salir de la ducha, con el cabello castaño casi rubio alborotado, los bonitos ojos color miel, y una caliente sonrisa, que él no sabía que era caliente, claro, nada acorde a la tristeza con la que lo había visto observar el horizonte.

—Buenos días —saludó con esa elegante voz. Ya estaba vestido con el uniforme de los de seguridad. Me sentí un poco decepcionada porque no lo vi salir solo con toalla.

—Hola —respondí tímida, a pesar de que anoche prácticamente me desnudé ante él.

—¿Te espero para bajar?

—No, no, ve, no quiero que te hagas tarde por mí.

Se encogió de hombros.

—No tengo nada que hacer en realidad.

—Yo tampoco, ¿recuerdas? ¿Averiguaste algo sobre tu pasado?

Su casi inexistente sonrisa se borró de pronto.

—Um... no mucho.

—Eh, espera me alisto y vamos por ahí, ¿te parece?

Asintió.

—Te esperaré abajo.

Tomé mis cosas con rapidez y corrí al baño.


***

Una vez en el comedor, me serví algo para desayunar. Ahí estaba él con su amigo, me acerqué despacio sin que me viera, pero no tardó en voltear. Había olvidado otra vez que tenían buen olfato y oído.

—Anoche no los presenté, perdón —dijo mientras me sentaba a su lado—. Él es Jaguar, esperará a que llegue Marien, porque ha venido a verla.

—Un gusto.

Hizo un gesto educado con la cabeza a modo de saludo. Parecía tener la edad de mi padre, o quizá un poco más. Sin embargo, estaba en muy buena forma, y parecía tener una salud fenomenal.

—Pero vaya que usted está muy, muy en forma, ¿eh? ¿Qué tanto hacen para mantenerse así?

Ácrux soltó una suave risa y el señor solo mostró una leve sonrisa.

—Pues no sabría decirle... pero según sé, ustedes los humanos no se ejercitan mucho, ni comen muy saludable.

—Um, eso es cierto.

—Asumo también que es porque no podemos estar quietos —agregó Ácrux—. Tenemos energía para gastar y la desfogamos corriendo, cazando o teniendo duelos, un sinfín de cosas.

—Yo sé otra forma en la que puedes desfogar tu energía —murmuré con una traviesa sonrisa.

Me miró confundido y esperando saber. Moví las cejas con picardía.

—Bueno —dijo estremeciéndose con otra leve risa—, ¿qué es?

—Quizá te lo diga si sales conmigo.

—¿Salir? ¿A dónde?

—Tan solo a recorrer algunos lugares. ¿Viene usted? —le pregunté al señor.

—No gracias. —Sus ojos felinos se pasearon con ligera diversión por nosotros. Sospeché que al ser ya casado, sabía a qué me refería, pero no lo diría frente a un joven que tenía prohibido saberlo... Aun.

—Está bien.


***


Salí feliz del lugar, y más aún porque tenía mi mano aferrada a la de mi bonito H.E. saqué unos lentes oscuros y se los di.

—Póntelos para que la gente no vea tus ojos.

—¿Segura que no pasará nada?

—Sirio también usaba unos así cuando lo he visto salir con mi amiga.

Frunció un poco el ceño.

—¿Tú has salido con él?

—¿Qué? —reí—. Nooo.

Pareció extrañamente aliviado. Se puso los lentes y me emocioné.

—Se siente un poco raro.

—Te ves tan guapo —murmuré embelesada.

—¿Qué?

—Vamos. —Tiré de su mano.

Caminamos por algunas calles, él guardó sus manos en sus bolsillos por sus uñas que terminaban en punta. Me había olvidado de eso también, rayos. De todos modos no me rendí y me aferré a su brazo, fuerte brazo, aproveché en tocar sus bíceps, mordiéndome el labio. Algunas mujeres pasaban mirándolo y era de esperarse porque hombres esculturales como él ya no había, si la primera vez que vi a Sirio también quedé impresionada.

Estando con ellos uno no solo se acostumbraba a su buen porte y altivez nata, sino también a esa sensación de estar cerca de un león, sabiendo que estaba hecho para matar, con movimientos certeros y veloces, con un par de ojos que te podían congelar, y con una fuerza con la que no podías lidiar.

Me gustaba esa leve sensación de peligro, felizmente sabía que él no me haría daño, pero la esencia de depredador salvaje seguía ahí, seguía latente en cada uno de sus músculos.

Me dejé envidiar por las mujeres mientras iba a su lado, hasta que nos detuvimos frente a unos televisores en exhibición en una tienda, estaban pasando noticias. Apreté un poco mi agarre en el brazo de Ácrux al verlo a él y a los otros en pantalla. Distintas tomas de ellos conviviendo con nosotros en el centro de entrenamiento, y por último, de ellos defendiendo a los hombres de Max de otros que los atacaron, el día en el que mi Ácrux y los hermanos se fueron.

Los locutores hablaron, atando cabos, esa y las grabaciones anteriores solo indicaban que los H.E estaban siendo mal interpretados y muchos de ellos nos malinterpretaban a nosotros, ahora sabían por qué. Porque los humanos les habíamos estado utilizando, maltratando, quitándoles sus vidas. Las sociedades protectoras reclamaron, amenazaron con buscar y detener a los culpables. Las personas salieron pidiendo justicia, aunque uno que otro decía que los evolucionados se lo habían buscado.

Miré a Ácrux, estaba con el ceño fruncido.

—Vamos —susurré. Tiré con suavidad de su brazo y avanzamos—. ¿Todo bien? —quise saber.

Suspiró y su expresión volvió a ser serena, para alivio mío.

—Sí, creo que las cosas van a cambiar, quizá. Aunque los humanos en sí no, pero la situación entre las dos especies...

—Es verdad, dudo que los humanos cambiemos. Según sé, ustedes tienen otras reglas, ¿recuerdas alguna?

Meditó unos segundos.

—Solo algunas... como que no debo ver el cuerpo de alguien, ni mostrar el mío. —Me miró y sonrió de lado al parecer con algo de culpa, derritiéndome.

En eso recordé por qué lo decía.

—Ay... —me ruboricé—, je, bueno, me gustó verte igual... —¿Qué rayos acababa de decir?

Su suave risa se dejó escuchar.

—No creo tener nada para mostrar. —Estuve por refutar eso pero continuó—. Si eso hubiera pasado en una ciudad mía, le hubieras ido a contar a tus padres, se habría armado un escándalo, y nos habrían desterrado a los dos.

Quedé sorprendida.

—¿Y por qué a los dos?

—A ti por haber estado en mi habitación y haberme visto semidesnudo, y a mí por haberte visto y dejar que estuvieras en mi habitación.

Reí.

—Bien, entonces no tenemos salvación. —Su sonrisa me encantaba—. ¿Qué más? ¿Qué otras reglas hay?

Me hubiera encantado poder preguntarle sobre su vida, su familia, saber sobre él, qué le gustaba y qué no, pero no lo recordaba. No podía preguntarle cosas así pero igual me interesaba.

—Ummm, tengo un vago recuerdo... No faltar el respeto a los mayores, no se les puede ni mirar mal; obedecer a tus padres, su palabra es ley; no tomar cosas de otros sin su permiso...

—Eso es como no robar.

—Claro. También reglas pequeñas, puede decirse, como aprender a cocinar, limpiar tus cosas, no hablar si un mayor lo hace, no decir insultos ni malas palabras, no tocar el alcohol, eso es para mayores de veinticinco... y un sinfín de reglas. Todas están impregnadas en mí, asumo que porque desde pequeño me las deben haber exigido. Pero las últimas cosas no recuerdo, quizá por... los traumas o malos momentos. —Se tensó, su expresión de tranquilidad detrás de esos lentes oscuros se había ido—. Poco a poco he ido recordando... y no es nada agradable.

Apreté mi agarre en su brazo, no quería verlo sufrir, no era justo.

—Has recordado, ¿verdad?

—Sí...

—Vas a estar bien.

—Quizá no, hasta que vea que los hice pagar. —Hubo mucho rencor en su voz, me abrumó.

Me empiné, tirando de su brazo al mismo tiempo, y le di un beso en la mejilla. Los problemas que debía aguantar por ser baja de estatura. Arqueó las cejas con algo de sorpresa pero sonrió de forma leve. Vio a una pareja que pasó por nuestro lado, tomados de la mano, luego miró su brazo al que yo estaba aferrada.

—¿Por qué ellos iban similar a nosotros?

Los nervios me quisieron invadir, no entendí por qué.

—Son... novios...

—Es lo que explicaste... ¿Es como los núcleos, esposos?

Reí en silencio.

—No, ser novios es... eh... Como algo más que amigos, es...

—¿Mejor amigo?

Negué mientras controlaba mi risa.

—Sienten algo especial el uno por el otro, así que salen juntos, conversan, se cuidan, es casi como ser esposos, ¿sabes?

Frunció el ceño con extrañeza.

—¿Somos novios?

Mi sonrisa se amplió.

—No, a menos que tú quieras.

—Sí, quiero.

Lo abracé fuerte tras un impulso.

—Owww, genial —exclamé mientras lo apachurraba y reía.

Quizá me estaba aprovechando de que él no sabía exactamente qué estaba haciendo, pero ya qué, ya podía decir que era mi novio.

En eso recordé que era una tonta, claro que no podía decir que era mi novio, si él no sabía qué era, ni lo que incluía.

—Hay algunas reglas que debes acatar —comenté mirándolo con preocupación.

—Dímelas —pidió encogiéndose de hombros.

—No puedes ser novio de otra siendo el mío, no dejarte tocar por otra, ni que te de besos como yo lo he hecho...

Pensó un segundo.

—Creo que por eso no hay problema, no debes preocuparte.

Volví a abrazarlo feliz y continuamos caminando.

—Tania no ha hecho nada de eso, ¿verdad?

Guardó silencio. Oh no... No, no, no.

—Algo...

Lo que me temía. Maldita. Tragué un poco la cólera pasando saliva.

—¿Qué hizo?

Tardó otros segundos en contestar.

—Desabrochó mi camisa, dijo que aquí es normal mostrar el pecho... —Se me enfrió la sangre casi de golpe—. Me tocó, he hizo que la tocara un poco... Tú sabes... Ahí... —Señaló uno de mis senos y se me hizo un nudo en el estómago—. Me dio besos. —Me miró, quizá tratando de ver cómo estaba, pero traté de lucir relajada viendo hacia el frente, a pesar de la rabia. Ya le había dado sus primeros besos, lo había tocado. Estaba por gritar e ir corriendo a jalarla de los pelos a esa tipa—. Me dio uno por el cuello, en la mejilla, mordió un poco mi mentón, ni sé por qué, dijo que me enseñaría algo que nunca olvidaría, pero Max apareció y la espantó.

Estaba roja otra vez por los celos, pero caramba, ¡bendito seas, Max! Respiré hondo, aliviada porque no le había dado un beso en los labios, vaya milagro. Pero no me servía de mucho consuelo...

—Es una zorra descarada.

—¿Zorra? ¿Te refieres al animal, qué tiene que ver?

Pausé mi andar para abrazarlo, cerrando los ojos.

—Eres mío —murmuré con dificultad—, que no vuelva a pasar...

Alcé la vista y pude ver su leve rubor. ¿Se había ruborizado porque le había dicho que era mío? Era adorable.

—No pasará —dijo casi en susurro.

Recosté mi mejilla contra su pecho y respiré su aroma. Me hacía sentir mejor que hubiera aceptado tener algo así de raro conmigo, pero al menos con eso me aseguraba de que ya no se iba a dejar tocar ni acosar por Tania. Además estaría yo para vigilar a esa tipa.

Quería darle mi amor, quería hacerlo feliz.


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Copyright © 2014 Mhavel N.

Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.

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